Terro­ris­mo y civi­li­za­ción (Pró­lo­go y presentación)

Prólogo a la edición latinoamericana

«Sin duda es algo severa esta teoría, pero aun cuando sean alarmantes las consecuencias de la resistencia al poder, no es menos cierto que existe en la naturaleza del hombre social un derecho inalienable que legitima la insurrección…»

Simón Bolívar

Terrorismo y civilización es una admirable construcción del pensamiento, un análisis magistral del terrorismo de Estado a través de la historia, de su evolución desde la esclavitud hasta su forma actual de leviatán sangriento, ávido de capital, depredador brutal de seres humanos y del planeta. Esta obra llega a los lectores, atrapada en una frenética paradoja que incita a la indignación: su autor, un pensador marxista que respira altruismo y humanidad, al menos en esta ocasión no podrá rubricarla con su nombre y apellido, porque el monstruo terrorista ha criminalizado el pensamiento insumiso y libertario.

Carlos Tupac es un nombre de guerra y de combate, un recurso de supervivencia en medio de un sistema capitalista senil y loco acosado por crisis sucesivas, de una civilización burguesa en decadencia, virulenta en su agonía, que no duda en matar o encarcelar todo pensamiento que abrace la utopía de dignificar al ser humano. Carlos Tupac es la imbricación potente de teoría liberadora y praxis guerrera enfrentando en la arena la injusticia secular de un sistema oprobioso; ese nombre somos todos los que luchamos por el cambio radical de la sociedad resistiéndonos al desarme ideológico. La violencia revolucionaria, la rebeldía frente a regímenes injustos, es un derecho universal irrenunciable, que no puede ser arrojado a la deflagración del olvido, y es al mismo tiempo una bofetada a cierta izquierda pusilánime, que por artificios psicológicos, mediáticos, se cree derrotada, y que atrincherada en su cobardía, duda de la capacidad de lucha de los pueblos; izquierda de discurso enajenado, incoherente, que a nombre de un pacifismo desmovilizador y criminal, condena la violencia «venga de donde viniere» -así, sin nombre y sin apellido, sin historia y sin contexto-, que casi siempre termina abrazada con el reformismo que apuntala al sistema. De manera pertinente nos recuerda el autor, que, en el preámbulo mismo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la ONU en 1948, se consagra y legitima el derecho a la rebelión. Bolívar, el Libertador, afincado en el contexto histórico de la Carta de Jamaica, plantea en El Correo del Orinoco, que:

«El hombre social puede conspirar contra toda ley positiva que tenga encorvada su cerviz, escudándose con la ley natural…» / «A fin de no embrollar la gramática de la razón, debe darse el nombre de insurrección a toda conjuración que tenga por objeto mejorar el hombre, la patria y el universo…» / «La insurrección se anuncia con el espíritu de paz, se resiste contra el despotismo porque éste destruye la paz, y no toma las armas sino para obligar a sus enemigos a la paz… Ha sido tal en esta parte el despotismo de muchos legisladores que a pesar de lo insensatos que eran sus códigos, han exigido, sin embargo, una obediencia ciega.» / «Auto-conceptuados arbitrariamente para especular sobre lo justo y lo injusto y acostumbrados “a poner la ley en contradicción con la naturaleza” pretenden obligar a los pueblos “a divorciarse de su inteligencia para no verse forzados al sublime atentado de derribar el poder tiránico”.» / «Cuando un código político no puede sostener la mirada de la razón, el poder que lo protege es un insulto hecho a la naturaleza humana, y si se corre el riesgo en derribarlo, a lo menos no es crimen hacerlo.» / «Sin duda es algo severa esta teoría, pero aun cuando sean alarmantes las consecuencias de la resistencia al poder, no es menos cierto que existe en la naturaleza del hombre social un derecho inalienable que legitima la insurrección…» / «Es, pues, la insurrección por su naturaleza un acto legítimo: ella anuncia que si hay en un Estado un poder esencialmente perverso, el hombre-ciudadano sabrá buscar los medios de derribarlo.» / «Bien sé que esta doctrina contraría todas las preocupaciones con que un centenar de ladrones coronados gobiernan la tierra…» / «En una palabra, de todo lo que contraría a la magna carta de los derechos del hombre, que la naturaleza ha escrito en nuestros corazones con sus propias manos; alumbrar con la antorcha de la filosofía las opresiones de toda especie; convocar la fuerza pública para acabar con los tiranos bajo las ruinas de su propia grandeza: tal ha sido desde la infancia de las monarquías el destino de todos cuantos han nacido con su alma elevada y tal el verdadero título que tienen a ser llamados bienhechores de los hombres, todos los que así lo hacen».

También planteaba el Libertador Simón Bolívar que el pensamiento es el «primero y más inestimable don de la naturaleza. Ni aún la ley misma podrá jamás prohibirlo».

Todavía quedan por ahí virreyes trogloditas en el Estado español, nostálgicos de la inquisición, oponiéndose a la independencia de los pueblos que expoliaron durante siglos y sojuzgando pueblos como el vasco; que encarcelan por difundir el pensamiento alternativo o por el delito inexistente de entrevistar a líderes independentistas.

«No tengamos miedo a la libertad; no nos contentemos con la que otros conquistaron –nos dice Carlos Tupac-, luchemos para mejorarla y ampliarla». Bolívar junta las coincidencias, los anhelos de independencia, justicia y libertad de los componentes sociales del hemisferio, de indios, negros y criollos, y con ellos empuña la bandera de la Gran Nación de Repúblicas, de la conciencia de patria, de la soberanía del pueblo, de la independencia, de la dignidad humana, y comanda personalmente en los campos de batalla, como praxis congruente, la victoria de la esperanza. Es un imperativo retomar unidos estas sagradas banderas.

Están en confrontación un derecho universal con la irracionalidad de una civilización burguesa terrorista que pretende endilgarle su propia condición a la lucha justa de los pueblos por una nueva sociedad sin explotados. Tipificar como terrorismo el derecho a la rebelión es ir en contravía de normas admitidas por los mismos Estados en un momento de la historia. Independientemente de que haga parte de un cuerpo normativo es un derecho natural. Por encima de la legalidad predomina la legitimidad de la rebelión derivada de la justicia de sus actos.

Marx define al terrorismo como violencia opresora destinada a mantener la explotación, la alienación y la deshumanización.

La legalidad como ramal de la violencia del poder, como imposición de la clase dominante, nunca puede relevar la legitimidad basada en la justicia del empeño altruista que persigue el bien común.

El derecho tiene una filosofía, y ésta responde a intereses de clase. El revolucionario milita y combate en las huestes que enarbolan la oriflama de la justicia social y defiende los intereses de las mayorías. Ésa es la filosofía del revolucionario. Bolívar no tenía ley distinta a la de cumplir la voluntad pública.

Para Carlos Tupac los valores de la resistencia, de la lucha y de la revolución contra la injusticia, siempre serán valores universales.

No es de extrañar que en las primeras líneas de Terrorismo y civilización, se reseñe el hecho de que varias organizaciones, partidos, sindicatos, y personas individuales de Latinoamérica, y de Europa, trabajen colectivamente por instituir la fecha del 26 de marzo, que rememora la muerte del comandante guerrillero Manuel Marulanda Vélez, como día del derecho universal a la rebelión armada.

Ni en el ocaso de la civilización burguesa que hoy transcurre ante los ojos del mundo, podrá haber transición pacífica a un nuevo orden social de amplia democracia, sin explotación del hombre por el hombre, sin Estado. El denominado centro del mundo capitalista no se derrumbará solo. Hay que derribarlo. Ningún imperio ha caído sin el estallido múltiple de la inconformidad popular. Acorralado por la crisis el Estado imperial, escudado en la tecnología destructiva, la pedagogía del miedo, las ciencias sociales que lo recubren y la manipulación mediática, será mucho más agresivo y contumaz. No se resignará mansamente a abandonar sus privilegios; por ello los pueblos deben prepararse para atacarlo de manera resuelta con todos los medios a su alcance, hasta romper definitivamente las cadenas de la opresión.

Transitando la senda, la alameda trazada por el marxismo, podemos asegurar que la crítica de las armas debe acompañar hoy la guerra de las ideas. Conjugar la vía política, de la movilización de pueblos, con la vía armada (según la situación concreta), constituye una estrategia acertada, fundamental, que ningún revolucionario verdadero puede desechar en la construcción del ideal de nuevo poder, porque ella es garantía de victoria.

Oídos sordos al conformismo, al reformismo y al pacifismo descontextualizado aliados y orquestados con la manipulación mediática, si queremos edificar un nuevo mundo de justicia y humanidad. Ellos son el artificio de la opresión para propiciar el desarme ideológico, moral, y la defección en una contienda por la dignidad humana que nunca debe aflojar.

Esta lucha debe apoyarse en el marxismo, que no es un pensamiento petrificado. El marxista y científico de la economía, Jorge Beinstein, nos convoca a retomar el marxismo, pensamiento crítico enraizado en la rebeldía de los explotados, enemigo irreconciliable del conformismo; volver a Marx no para repetirlo sino para avanzar mucho más allá, adecuándolo al contexto histórico, a la realidad concreta. Tomar lo mejor del pensamiento revolucionario mundial para sumarlo a la concepción emancipadora autóctona, a nuestra experiencia histórica, a nuestras costumbres y visión liberadora para emplearlo como ariete demoledor en la construcción de la nueva sociedad, tal como en esta obra lo sugiere Carlos Tupac.

Terrorismo y civilización hace un recorrido muy completo por los hitos de la humanidad, los modos de producción, para constatar en los folios de la historia que la explotación del hombre por el hombre siempre se ha basado en el uso de la violencia y el terror, mostrando al mismo tiempo la profunda huella de la resistencia y la rebeldía de los pueblos frente a la subyugación, con sus victorias y fracasos, con paradigmas legendarios como el levantamiento de Espartaco -héroe de Marx-, o el aplastante levantamiento de los pueblos oprimidos por los asirios destruyendo con su violencia arrolladora y justa la ciudad de Nínive capital de aquel imperio de opresión; consagrando siempre, como un derecho inalienable, la violencia de los sometidos contra la violencia injusta de las clases dominantes.

El esplendor de los héroes libertarios, la epopeya de los pueblos en lucha por su dignidad, realmente debe ser algo más que un recuerdo histórico. Representan un ejemplo ético-moral y socio político válido para luchar contra la explotación de todos los modos de producción, contra el terrorismo patriarcal, asirio, esclavista, de la cruz y la inquisición, del capitalismo, porque nos aportan experiencias, insumos y pertrechos para la lucha actual.

Desde el marxismo Carlos Tupac, respaldado por una constelación de autores y fuentes, teoriza diáfanamente sobre la violencia justa e injusta, sobre la dialéctica entre fines y medios y en torno al debate del mal menor necesario desde su especificidad y sin perder de vista la totalidad y su contexto. Plantea sin adornos ni parábolas retóricas que quien quiere el fin, quiere los medios, y que la violencia revolucionaria, justa, asumida como un mal menor necesario, como un medio forzado, una vez logrado el objetivo, cesa, porque desaparecen las causas que justificarían su utilización a futuro. Previene contra el conformismo, la cobardía y el pacifismo a ultranza, y con Marx alerta sobre «los amigos hipócritas que aseguran estar de acuerdo con los principios, pero que dudan de la posibilidad de realizarlos, porque el mundo, pretendidamente no ha madurado aún para ellos; por esta razón desisten incluso de contribuir a su maduración, prefiriendo compartir en este valle de lágrimas la suerte común de todo lo malo».

El marxismo –afirma G. Mury- es una filosofía del hombre; pero del hombre combativo y no de la víctima dolorosa. Una filosofía del enfrentamiento, no de la resignación frente al sufrimiento propio y ajeno.

Sin lucha resuelta no es posible construir un mundo justo, humano y fraterno, con una nueva concepción de la naturaleza, que siembre en la conciencia que esta no es para dominarla ni destruirla.

A propósito, ¿no será que ha llegado el momento de dar un salto inequívoco y generalizado respecto de aquella concepción de un amplio sector marxista que mira la naturaleza dentro de la encorsetada acepción de objeto y medio universal de trabajo? La naturaleza es más que eso; no estamos fuera de ella. Somos naturaleza, y todo daño que se le inflija revertirá en contra de la vida misma. Nadie debe ser propietario ni siquiera transitorio de la tierra –dice Marx-, a lo sumo, su usufructuario. Con la tierra debe haber un vínculo de otro tipo derivado del proceso histórico de socialización que ha ido forjando el hombre. Suscitan estas reflexiones, los profundos planteamientos de Carlos Tupac en su presente obra.

La lucha por la alternativa anticapitalista es impostergable, y exige una batalla sin tregua y sin cuartel contra el reformismo, contra aquellos pensadores que ofician como sacerdotes del conformismo y la claudicación. Hay que desenmascarar a los agentes encubiertos del desarme ideológico al servicio de la explotación. La actual crisis de civilización, el hundimiento paulatino, indefectible, del centro del mundo capitalista, ha vuelto añicos su perorata sobre el fin de la historia, la difuminación del papel del Estado, la negación de la lucha de clases, la «bondad» del desarme de los pueblos… El Estado imperial que no veían o invisibilizaban a propósito, ahora toma desesperadamente las riendas para intentar un salvamento quimérico del sistema. Todos sabemos que después de los inocuos tratamientos de choque, de la inutilidad de la financierización, intentará restablecer el control a través de invasiones de rapiña y terrorismo exacerbado… Necesaria, muy necesaria la crítica de Carlos Tupac al postestructuralismo para resituar el papel del Estado como instrumento de clase y máquina de terror. Aterriza a los que se elevan con las fantasías de Foucault en cuanto al rol de los micropoderes y tritura con sus precisiones a quienes desde el estructuralismo y el postmodernismo desvanecen u ocultan la existencia del Estado para desactivar la lucha. Los pueblos del mundo, o luchan o perecen en la sumisión. Nada podrán perder fuera de sus propias cadenas. Los «post» (modernismo, estructuralismo) el positivismo y el reformismo, están encontrando su sitio en el basural de la historia. Como efecto de la crisis sistémica han empezado a cerrar, por quiebra también, las lujosas boutiques de las ideologías de moda.

El sistema capitalista es un barco maltrecho y escorado avanzando hacia la tormenta, empujado por ráfagas sucesivas de crisis (financiera, energética, ambiental, alimentaria, del complejo militar industrial). Como afirma J. Beinstein, no se trata de un problema en la nave insignia de la flota; es que no hay más naves. No sobreaguarán otras en la periferia emergente. Es el centro del mundo el que se hunde. De nada servirá el tratamiento de choque de las inyecciones financieras; y la tabla de salvación -que se suponía sería la guerra colonial de Eurasia para apoderarse de los recursos energéticos del Caspio-, fracasó con el empantanamiento melancólico del complejo militar industrial en el teatro de Irak y Afganistán. Esa aventura militar devino en una gran derrota geopolítica para el imperio washingtoniano.

Las circunstancias son favorables para la lucha y la movilización de pueblos. El fin de la civilización burguesa no está a la vuelta de la esquina. La decadencia y agonía se insinúan prolongadas, pero ella depende de la resistencia y la lucha múltiple, generalizada, del mundo de los excluidos.

El imperio acumula la experiencia de la violencia terrorista de los modos de producción inscritos en la historia de la humanidad: el terrorismo asirio con su pedagogía del miedo y el terror calculado; el terrorismo torturador patriarcal-católico-feudal, fusionado por la inquisición, como lo reseña en detalle en Terrorismo y civilización, Carlos Tupac. «El capital vino al mundo chorreando sangre por todos los poros, desde los pies a la cabeza», afirma Marx. Se inauguró con la esclavitud de niños y la legislación sangrienta, estampó su violencia sorda en el contrato de trabajo, apoyó sus invasiones coloniales en apátridas colaboracionistas, se blindó con armas mortíferas, aplicó la ciencia al terror, refinó la tortura, redimensionó la pedagogía del miedo con sus desapariciones forzosas y la represión aleatoria, incrementó su flota y sus marines, desarrolló la psicotécnica, perfeccionó los ardides de la propaganda nazi, convirtió las ciencias sociales en su escudo, recurrió a la guerra cultural, utilizó el Estado como máquina de obediencia y disuasión, desarrolló la industria mediática de la manipulación… y creó, como dice Schulz, una estructura arcana clandestina de represión para ocultar el carácter criminal y terrorista del Estado imperial.

Un récord de recursos y medios, aparentemente imbatible, pero atascado como su maquinaria del complejo militar industrial -ahora también energético-financiero- en Irak y Afganistán, donde la pedagogía de la resistencia y la rebelión de los pueblos se erige como paradigma heroico, liberador, para los pobres de la tierra. A pesar de la tecnología de punta, las guerras se ganan con soldados, y el problema es que los soldados yanquis ya no tienen motivación. No hay espacio para una transición tranquila. El capitalismo en decadencia será más agresivo, pero es más poderosa la fuerza ética-moral de un mundo unido resuelto a reventar cadenas en pos de su destino, el socialismo, que es libertad y dignidad.

Persuadido de ese poder moral, decía Bolívar con temeridad: «No tenemos más armas para hacer frente al enemigo que nuestros brazos, nuestros pechos, nuestros caballos y nuestras lanzas». Y venció con un ejército de pueblos en el campo de batalla.

Escribía Rosa Luxemburg, cuatro años antes de ser asesinada por los Freikorps: «El socialismo no caerá como maná del cielo, sólo se lo ganará en una larga cadena de poderosas luchas, de ellas depende el futuro de la cultura y la humanidad».

Terrorismo y civilización es un libro urgente y necesario para todos los insumisos y rebeldes del mundo. Nos dota de pertrechos poderosos para la guerra de las ideas contra la injusta y decadente civilización burguesa.

Iván Márquez
Integrante del Secretariado de las FARC
2012

Presentación

Este texto se inició con el objetivo de estudiar en poco espacio qué es el terrorismo, pero ha terminado reflexionando con alguna profundidad, aunque no toda la necesaria, sobre qué función tiene el terrorismo en la civilización capitalista. Los motivos de semejante ampliación y a la vez concreción se resumen en uno solo: en la medida en que estudiábamos el terrorismo, y todo el proceso que le antecede, veíamos que había que profundizar hasta algo elemental como era y es la propiedad privada de las fuerzas productivas en general, y en las sociedades capitalistas en concreto, en el proceso de producción de plusvalor, de plusvalía. El secreto del terrorismo radica en estas dos realidades históricas, como veremos, porque el terrorismo es el último recurso que dispone la propiedad privada para asegurar su existencia. Nuestra certidumbre se reforzó aún más, si ello era posible, cuando leímos en la prensa las declaraciones del Comandante Chávez y del Presidente Gaddafi en las que planteaban la necesidad de redefinir el concepto de «terrorismo» http://www.publico.es, 29 de septiembre de 2009.. Venezuela y Libia son dos Estados que han plantado cara al poder imperialista y, por ello, conocen de primera mano la urgencia de extender la famosa «lucha de ideas» al interior de uno de los mitos reaccionarios más poderosos en la actualidad, el del «terrorismo» definido por la casta intelectual capitalista.

Desde el principio de la investigación apareció el problema del excedente de población o, en términos actuales, lo que se define como «población sobrante». Según M. Freytas:

«La “población sobrante” (los desposeídos y famélicos de la tierra) son las masas expulsadas del circuito del consumo como emergente de la dinámica de concentración de riqueza en pocas manos. Estas masas desposeídas, que se multiplican en las periferias de Asia, África y América Latina, no reúnen los estándares del consumo básico (supervivencia mínima) que requiere la estructura funcional del sistema para generar rentabilidad y nuevos ciclos de concentración de activos empresariales y fortunas personales» Manuel Freytas: Hambre: El dilema del capitalismo con la “población sobrante”: mercancía sin rentabilidad, http://www.aporrea.org, 26 de septiembre de 2009..

Estamos de acuerdo con esta definición porque reconoce que la población sobrante está compuesta por «desposeídos», por quienes no tienen otra propiedad «privada» que su fuerza de trabajo, y porque este proceso responde a la concentración y centralización de capitales a escala mundial. Pero no estamos de acuerdo en que se hable sólo de consumo, porque el punto crítico es el de cuanta fuerza de trabajo necesita cualquier poder en cualquier época para obtener un beneficio. El consumo es muy importante pero lo decisivo es la producción de valor. Fueron «población sobrante», por ejemplo, los pueblos exterminados o expulsados porque no era rentable su explotación esclavista. Más tarde, los conquistadores dejaban con vida a las mujeres y a la infancia, matando al resto, porque las primeras sí eran rentables, no sobraban, no eran improductivas. Después, empezaron a respetar la vida de las personas adultas con conocimientos artesanales y técnicos, hasta terminar esclavizando a pueblos enteros. Se trata de la lógica de la rentabilidad de la fuerza psicosomática de trabajo, que consiste en que incluso las personas ancianas, en la medida en que puedan moverse, son «productivas» siempre y cuando argumenten a favor de la pasividad y del sometimiento a la explotación, desalentando a los jóvenes en sus afanes de revancha contra los explotadores. Iremos viendo cómo la lógica de la explotación determinará que la población flotante se amplíe o decrezca según las necesidades de los modos de producción, hasta llegar al capitalista en el que el ejército industrial de reserva es una auténtica «población sobrante» a la espera de encontrar un explotador que la agote y estruje.

La «población sobrante» también crece en los países imperialistas a causa del aumento del paro estructural, del subempleo y de la precariedad vital, no sólo en cuanto al consumo, a la pobreza, con los parámetros de consumo básico y de supervivencia «mínima» establecidos en estas sociedades. Es «población sobrante» porque el capitalismo eurocéntrico actual no puede integrar en el proceso productivo «normal», el regulado por el keynesianismo y taylor-fordismo, la fuerza de trabajo en su totalidad, condenándola al paro encubierto y recurrente, al subempleo como hemos dicho, o directamente al paro estructural. Pero además hay que tener en cuenta la esfera del consumo y de la insatisfacción de las necesidades básicas de quienes todavía no están en condiciones de ser explotados, la infancia, o de quienes ya no tienen fuerzas para seguir siéndolo, como la ancianidad. Por ejemplo, esos 12 millones de niños estadounideses con graves problemas de alimentación y pobreza Naomi Spencer: Doce millones de niños en Estados Unidos se enfrentan al hambre y a la inseguridad alimentaria, http://www.rebelion.org, 13 de mayo de 2009.. Más adelante, al estudiar las relaciones entre las éticas y las violencias, volveremos al concepto de necesidades humanas y a la tesis de Marx al respecto, pero ahora debemos precisar esta cuestión afirmando la dialéctica entre necesidades «objetivas» y necesidades «verdaderas» como expresión de la dialéctica entre las necesidades de la producción capitalista y la producción por el capitalismo de necesidades consumistas Luis Ballester Brage: Las necesidades sociales, Síntesis, Madrid 1999, pp. 249-280.. Según el desarrollo de estas dialécticas, las necesidades «mínimas», «verdaderas», «objetivas», etc., varían sobre un fondo de pura subsistencia vital.

También consideramos «población sobrante» a la creciente cantidad de gente prisionera en los países imperialistas por cualquier motivo, incluidos los oficialmente políticos y los no reconocidos oficialmente como «políticos» pero que responden, en última instancia, al empeoramiento de las condiciones de vida y trabajo. Las potencias imperialistas no pueden trasladar decenas de miles de personas de los penales europeos a otros continentes, o de los penales de la costa atlántica de Estados Unidos hacia el oeste, hacia la costa pacífica, ocupando las praderas y exterminando las naciones indias, civilizándolas, como ocurrió durante los siglos decisivos para el asentamiento del modo de producción capitalista. Sin embargo, que sea sobrante no significa que sea «excluida» del proceso productivo en cuanto tal. Al contrario, cada vez más, la necesidad capitalista de encontrar nuevas ramas productivas está avanzando en la privatización de las cárceles, creando la industria carcelaria que se expandió por los Estados más conservadores de Estados Unidos en la segunda mitad de los años noventa, en Texas por ejemplo Naomi Klein: La doctrina del shock, Paidós, Barcelona 2007, pp. 393-394., y que para finales de 2006 eran una verdadera «inversión con futuro» Andrés Ortega: Cárceles privadas: inversión con futuro, http://www.elpais.com, 18 de diciembre de 2006..

Desde esta perspectiva, el concepto de «población sobrante» debe integrarse en un proceso general que empieza en la explotación de la fuerza de trabajo y concluye en la muerte natural o por exterminio terrorista. L. Beltrán Acosta nos ayuda a comprender todo el proceso al recordar la diferenciación que los españoles hacían entre indios de paz y de trabajo e indios de guerra. Para los invasores los primeros eran los explotables, mientras que los segundos eran los que había que exterminar. Los «indios sobrantes», añadimos nosotros, aparecían cuando los explotables quedaban agotados por el brutal sobretrabajo y debían ser abandonados a su suerte y reemplazados por otros aptos, todavía con fuerza física. Recordemos aquí la espeluznante descripción de las condiciones de trabajo esclavistas impuestas por los españoles en las minas de plata de Potosí, realizada por E. Galeano Eduardo Galeano: Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI, Madrid 1985, pp. 58-65..

Pero también se convertían en «sobrantes» cuando rechazaban esa explotación por cualquier motivo y sobre todo cuando se sublevaban contra ella. Entonces, según nuestra interpretación, pasaban a ser «sobrantes peligrosos» porque se habían concienciado y organizado hasta llegar a ser «indios de guerra», es decir, exterminables mediante la tortura y el terrorismo. Entre las atrocidades represivas practicadas por los españoles contra los «sobrantes peligrosos», L. Beltrán Acosta nos resume éstas: «los genocidios a pueblos enteros, empalamiento de destacados jefes rebeldes o indios «desobedientes», encadenamientos, asesinatos selectivos, marcas con herraduras, con hierros candentes o al rojo vivo, mutilaciones, jugarlos en mesas de trucos o en cualquier otro juego, utilizarlos como blancos fijos o blancos móviles para afinar la puntería en sus frecuentes campañas de cacería, colgarlos por las extremidades superiores o inferiores en árboles, entre otras muchas crueldades», o lo que es peor, utilizarlos como tropas represivas «en el ejército español para enfrentar a los indios de guerra» Luís Beltrán Acosta: La Verdadera Resistencia Indígena Contra la Corona Española, Edic. Akurina, Caracas 2009, pp. 145-155.. Incluso veremos en su momento cómo, actualmente, ya se está hablando de los 100 millones de jóvenes musulmanes «sobrantes». El terrorismo es el último recurso del poder explotador para destruir a los «sobrantes peligrosos».

En el capitalismo no hay nada definitivamente excluido del proceso de producción porque una de sus características distintivas es que necesita imponer la mercantilización de todo lo existente, y la llamada «marginalidad» permite abrir gran cantidad de «negocios humanitarios» en los que las ONG extraen beneficios suficientes, también por parte de las antiguas izquierdas Miguel Romero: La “irresistible ascensión” de la tecnocracia compasiva, http://www.revistapueblos.org, 24 de junio de 2009. reconvertidas ahora en grupos de ayuda humanitaria. Sin embargo, del mismo modo en que el capitalismo tiende a superar sus crisis económicas destruyendo enormes masas de capital sobrante, improductivo, de la misma forma tiende a superar sus crisis sociopolíticas, sus crisis de poder, destruyendo sin piedad a las fuerzas revolucionarias, a los sectores más conscientes y organizados de las clases y pueblos explotados. En ambas crisis, el terrorismo es la solución definitiva. En la primera, en la mera crisis económica, el paro masivo es la forma más dura del terror paralizante; y, en la segunda, en la crisis de poder, en la crisis político-económica en la que las masas trabajadoras luchan por acabar con la propiedad privada, en esas crisis decisivas, el terrorismo masivo frecuentemente en forma de guerras mundiales, es la única solución para el capitalismo.

El concepto de «población sobrante» vuelve a sernos útil en este caso, en el del desempleo y paro producido conscientemente por la burguesía para debilitar al movimiento revolucionario. En la teoría marxista de la crisis se entiende que un factor que ayuda a la caída de la tasa media de beneficios es la lucha obrera y popular contra la explotación, a favor de mejores salarios directos e indirectos. La lucha del pueblo trabajador acelera la tendencia a la caída de la tasa de beneficios, que también desciende por otros factores insertos en las contradicciones del capitalismo. Muchas obreras y obreros conscientes son «población sobrante peligrosa» que debe ser expulsada de las fábricas, condenada al paro o a la prisión. La innovación tecnológica, la sustitución de trabajo vivo, humano, por trabajo muerto, por máquinas, tiene también, y en determinadas luchas obreras sobre todo, el objetivo de debilitar a la clase trabajadora Louis Gill: Fundamentos y límites del capitalismo, Edit. Trotta, Madrid 2002, pp. 535-587., lo mismo que lo tenía el expulsar familias campesinas enteras para introducir tractores.

Pero conforme la lucha obrera y popular se radicaliza, intensifica y extiende, a lo largo de esta dinámica ascendente, la burguesía también amplía sus represiones, y del cierre de un taller o de una empresa para derrotar una huelga concreta, la clase dominante, ayudada por su Estado, no duda en pasar al desmantelamiento de grandes empresas y zonas industriales completas para acabar con la lucha revolucionaria, sobre todo cuando adquiere la forma de lucha armada. Al igual que los yanquis desforestaban zonas enteras con el agente naranja en Vietnam para acabar con la guerrilla, adecuando las tácticas españolas de exterminio del pueblo cubano, de la misma forma la burguesía italiana procede a cerrar las fábricas más combativas, como lo hizo al cerrar las fábricas en las que tenían sus bases de reproducción las organizaciones armadas comunistas, las Brigadas Rojas, por ejemplo. M. Moretti ha narrado cómo funcionó la alianza entre la represión empresarial cerrando grandes industrias, como la Pirelli y otras, en las que la lucha armada tenía sus centros de reclutamiento y pensamiento colectivo, y la represión más especializada realizada por el Estado que se ejercía en toda Italia contra las Brigadas Rojas. La represión «privada» empresarial tenía el apoyo de las burguesías internacionales que no dudaban en ayudar a la italiana como en el caso de los neumáticos fabricados en el Estado español que destrozaron el movimiento obrero de la Pirelli italiana Mario Moretti: Brigadas Rojas, Akal, Madrid 2002, p. 63 y ss.. Por último, si estas represiones no detienen el avance revolucionario, el terrorismo aplicado masivamente es la única solución en estas crisis porque la acción revolucionaria ha sido decisiva para desencadenarla, para debilitar la tasa de beneficios, para debilitar las fuerzas represivas y el poder burgués. La teoría marxista de la crisis Anwar Shaikh: Valor, acumulación y crisis, Edic. RyR, Buenos Aires 2006, p. 307 y ss. explica la necesidad que tiene la burguesía de recurrir al terrorismo precisamente por el papel clave de la conciencia revolucionaria en la profundización de las crisis del capital.

Dos son las formas más inhumanas y terroristas en la que se manifiesta el ataque contra la «población sobrante». Una es endurecer tanto las presiones y amenazas en su contra que, al final, algunas de ellas terminan optando por el suicidio como «alternativa» al endurecimiento de las violencias capitalistas que veremos en su momento. El suicidio es una acción última y desesperada, que si bien se muestra de forma individual tiene un innegable contenido objetivo porque responde a realidades sociales insoportables provocadas en buena medida por el poder establecido, pero siempre por la estructura general de explotación. Un ejemplo entre muchos lo tenemos en el suicidio de un independentista vasco, Eugenio Aranburu, antes de ser encerrado en las cárceles españolas http://www.elmundo.es, 11 de febrero de 1997.. Otra es el exterminio masivo o selectivo de población resistente a la injusticia y, muy en especial, las desapariciones de personas realizadas por los Estados, que también veremos en su momento. No hace falta salir de la «democrática Europa» para sufrir el terrorismo de las desapariciones pues aquí mismo se practican con absoluta impunidad, por ejemplo, contra el independentismo vasco como es el caso, por ahora el último, del militante Jon Anza; y una forma previa, un paso anterior a la desaparición física es el secuestro político por unas horas o días, también frecuente en Euskal Herria http://www.gara.net, 2 de octubre de 2009..

La civilización capitalista ha llevado la práctica de las desapariciones y la provocación al suicidio a niveles cualitativos imposibles en civilizaciones anteriores, en algunas de las cuales también se practicaban. Pero cometeríamos un funesto error metodológico si antes de seguir no precisamos qué es una civilización. Entendemos por civilización la síntesis social de un modo de producción, síntesis que gira alrededor de la producción y distribución de los valores de uso, es decir, de la cultura en sentido marxista. Comparada esta definición con la dominante en el pensamiento burgués, las diferencias son abismales, al igual que los efectos que se derivan de una u otra. La segunda, la burguesa, la entiende como el «conjunto de ideas, ciencias, artes, costumbres y creencias que forman y caracterizan el estado social de un pueblo o de una raza. Es un concepto estrechamente relacionado con el de cultura» AA.VV.: «Civilización», en La Enciclopedia, Edit. Salvat, Madrid 2003, tomo 5, p. 3.322., y ésta es definida como: «conjunto de producciones específicas del hombre en cuanto ser dotado de poder de creación, que transforman tanto el propio hombre como el entorno» AA.VV.: «Cultura», en La Enciclopedia, op. cit., tomo 6, p. 4155.. Para nosotros, por el contrario, la mejor definición es la de S. Amin: «la cultura es el modo como se organiza la utilización de los valores de uso […] el capitalismo es el momento de la negación del valor de uso, por lo tanto negación de la cultura, negación de la diversidad» Samir Amin: Elogio del socialismo, Anagrama, Barcelona 1978, pp. 5-31.. El valor de uso es, como decía Marx, «la utilidad de un objeto» que, en el capitalismo, adquiere un valor de cambio, o sea, lo que tienen en común todos los valores de uso dentro del sistema capitalista: que son mercancías fabricadas para ser vendidas en el mercado Marx: El Capital, FCE, México 1973, vol. 1, pp. 3-5..

La civilización, por tanto, es la síntesis social elaborada a partir de la utilización de los valores de uso, y dado que en el capitalismo esos valores son negados en cuanto tal para ser transformados en mercancías vendibles en el mercado en base a su valor de cambio, por esto mismo, la civilización capitalista es la negación de la cultura verdaderamente humana. Esta definición es básica para entender el terrorismo porque éste es el último recurso en extremo violento que aplican las clases propietarias para garantizar que se sigan produciendo mercancías y valores de cambio, que la sociedad siga regida por la mercancía en vez de por el valor de uso. El terrorismo se ceba muy premeditadamente contra quienes quieren dejar de ser mercancía deshumanizada y elevarse a la dignidad de persona, de ser humano. Dado que la alienación es la victoria del valor de cambio sobre el valor de uso, no es necesario aplicar el terror físico a la persona alienada porque ella misma es su propio policía. El terror paralizante hay que aplicarlo a la persona que avanza en su desalienación. Hay que aterrorizarla para que detenga ese ascenso, lo paralice por el miedo y el terror y, bajo esas presiones inhumanas, se resigne pasivamente obedeciendo al poder. Según van siendo superadas las barreras represivas, el poder va aplicando violencias mayores desde las estrategias contrainsurgentes, hasta las dictaduras, golpes de Estado, contrarrevoluciones e invasiones imperialistas. Conviene leer el listado de acciones terroristas desde 1949 a 2003 realizado por W. Blum Willian Blum: Los crímenes del imperio, http://www.rebelion.org, 10 de agosto de 2009., veremos que en su inmensa mayoría son militantes cualificados de movimientos revolucionarios, miembros y hasta presidentes de gobiernos progresistas que querían independizarse del dominio del imperialismo, etc., es decir, personas que, de un modo u otro, avanzaban en la desmercantilización de sus pueblos y de ellas mismas.

Pero el terrorismo también ha existido en los modos precapitalistas de producción, en los que no funcionaban las mismas leyes socioeconómicas, y en los que la legitimidad del poder explotador se mantenía tanto sobre la justificación religiosa o violencia simbólica, como sobre la violencia directa y física. En su momento nos extenderemos sobre la importancia del modo de producción para entender los diferentes terrorismos pero también su identidad de fondo. Muy sintéticamente expuesto, el terrorismo existe desde que existe excedente social acumulado, y es un investigador marxista-cristiano, al que volveremos a estudiar al analizar las diferentes éticas, el que nos ofrece una definición válida de lo que es el excedente: «lo que un grupo produce y que no es absolutamente necesario para su subsistencia y su reproducción», es decir, lo que sobra y lo que se va acumulando poco a poco, y en todas las sociedades divididas en clases el excedente social termina como propiedad privada de «un grupo de individuos distinto del que lo produce» François Houtart: Religión y modos de producción precapitalistas, Iepala Edit., Madrid 1989, p. 56.. Ahora bien, echamos en falta una visión más profunda de la historia, ya que el terrorismo fue practicado antes de que las clases sociales estuvieran definitivamente delimitadas, por ejemplo en la época de transición de las castas dominantes a las clases sociales propietarias de las fuerzas productivas.

Odifreddi ha rescatado del olvido interesado ejemplos estremecedores del terrorismo hebreo en su expansión imperialista hacia la «tierra prometida» a costa de otros pueblos Piergiorgio Odifreddi: Por qué no podemos ser cristianos y menos aún católicos, RBA, Madrid 2008, pp. 62-65., expansión dirigida por las castas dominantes que poseían parte de la propiedad colectiva. Se trató del terror de los pueblos en expansión a costa de los débiles. Pero los datos disponibles en este sentido son todavía más antiguos, incluso si nos movemos con la máxima precaución metodológica dada la relativamente poca información existente. Liverani ha estudiado el proceso de expansión y la crisis posterior de la primera urbanización conocida en la historia, la de la zona de Uruk alrededor del -3400, y ha indicado que el desplome comercial y político de esta importante zona fue debido muy probablemente a la confluencia de varias crisis, entre las que destacaban la dificultad de controlar la gran extensión de las redes comerciales así como el «“rechazo” por parte de las culturas indígenas» Mario Liverani: El Antiguo Oriente, Crítica, Barcelona 1995, p. 135. al poder de Uruk, lo que indica la existencia de resistencias étnicas a la dominación de Uruk. Desconocemos el grado de violencia de esos conflictos pero pudieron ser fuertes si consideramos otros datos que aporta el autor sobre ciudades destruidas poco después en la misma región Mario Liverani: El Antiguo Oriente, op. cit., p. 179.. Tengamos en cuenta que por aquella época se iniciaba el período de la «guerra compleja», la de la violencia civilizada que acaba fácilmente en el terrorismo, que sucedió al de la «guerra simple», según veremos.

El primer y básico terrorismo, el más duradero y extendido en la historia reciente, es el patriarcal, el que sufren las mujeres a manos de los hombres. Desde el momento en el que la mujer empezó a ser sometida, rebajada a mera propiedad privada, a «simple instrumento de producción» Karl Marx: Manifiesto del Partido Comunista, Obras Escogidas, Edit. Progreso, Moscú 1976, tomo I, p. 126. en manos del hombre, desde entonces, el terrorismo patriarcal ha servido como campo de experimentación de otros terrorismos, del tributario, del esclavista, del medieval y del capitalista. Las violencias patriarcales han sabido adaptarse a las explotaciones específicas de estos modos de producción, fusionándose con ellos y ayudándoles. Si la tortura es una de las manifestaciones extremas del terrorismo en general, la violación es la forma extrema de la tortura y del terrorismo patriarcal. Desde tiempos remotos, violación y violencia son una unidad en el terrorismo patriarcal. F. Duroch, experta de Médicos Sin Fronteras en violencia, apunta que la violación es utilizada como arma de guerra, para recompensar o remunerar a los soldados, para motivar a las tropas, como medio de tortura y, en ocasiones, para «humillar a los hombres de ciertas comunidades». La violación sistemática también se emplea para obligar a una población a desplazarse e, incluso, como arma biológica para transmitir deliberadamente el virus del sida. «En la guerra también encontramos explotación sexual, prostitución forzada o, incluso, esclavitud sexual» Françoise Duroch: La violencia como arma de guerra y poder, http://www.gara.net, 8 de marzo de 2009..

La batalla contra el terrorismo patriarcal es decisiva porque de su resultado depende la emancipación humana. Engels sentía una profunda admiración por Fourier, y no tuvo ningún problema en reconocer sus méritos incuestionables, entre ellos el de decir que:

«Él es el primero que proclama que el grado de emancipación de la mujer en una sociedad es la medida de la emancipación general» Engels: Del socialismo utópico al socialismo científico, Obras Escogidas, Edit. Progreso, Moscú 1976, tomo III, p. 128..

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