¿Por qué plan­tea­mos la cues­tión de la estra­te­gia de la gue­rra de guerrillas?

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El último problema estratégico de la guerra de guerrillas contra Japón lo constituyen las relaciones de mando. La correcta solución de este problema es una de las condiciones para desarrollar felizmente la guerra de guerrillas.
Como las unidades guerrilleras constituyen una forma inferior de organización armada y se caracterizan por sus operaciones dispersas, los métodos de mando en la guerra de guerrillas no admiten un grado tan elevado de centralización como en la guerra regular. Si tratamos de aplicar los métodos de mando de la guerra regular a la de guerrillas, esta verá inevitablemente restringida su gran movilidad y perderá su vitalidad. Un alto grado de centralización del mando está en directa contradicción con la gran movilidad de la guerra de guerrillas, en la que no debe ni puede aplicarse un sistema de mando altamente centralizado.
Sin embargo, esto no significa que la guerra de guerrillas pueda desarrollarse con éxito sin ningún tipo de mando centralizado. En condiciones en que se desarrollan simultáneamente una amplia guerra regular y una amplia guerra de guerrillas, es indispensable coordinar sus operaciones en forma adecuada; de ahí la necesidad de un mando que coordine las operaciones de una y otra, es decir, un mando estratégico único ejercido por el Estado Mayor General de la nación y los comandantes de las zonas de guerra. En una zona o base de apoyo guerrillera con numerosas guerrillas, hay por lo general uno o más cuerpos guerrilleros (a veces junto con agrupaciones regulares) que constituyen la fuerza principal, una cantidad considerable de otras unidades guerrilleras, grandes y pequeñas, que representan la fuerza auxiliar, y numerosas fuerzas armadas de la población que no abandonan el trabajo de producción; las fuerzas enemigas actúan allí contra las guerrillas, por lo general bajo un comando único y con un plan unificado. Por consiguiente, en tales zonas guerrilleras o bases de apoyo se presenta el problema de establecer un comando único, centralizado.
De ahí que el principio de mando en la guerra de guerrillas, opuesto tanto a la centralización como a la descentralización absolutas, exija un mando centralizado en lo estratégico y descentralizado en las campañas y combates.
El mando estratégico centralizado comprende: a escala nacional, la planificación y la dirección de la guerra de guerrillas en su conjunto; en cada zona de guerra, la coordinación de la guerra de guerrillas con la guerra regular, y en cada zona guerrillera o base de apoyo, la dirección única de todas las fuerzas armadas antijaponesas. Aquí, la ausencia de coordinación, unidad y centralización es dañina, y deben hacerse todos los esfuerzos porque existan. Con relación a los asuntos generales, es decir, a las cuestiones de orden estratégico, los niveles inferiores deben informar a los superiores y seguir sus instrucciones para asegurar una acción concertada. Pero la centralización del mando debe detenerse ahí, ya que sería igualmente perjudicial exceder este límite inmiscuyéndose en los asuntos concretos de los niveles inferiores como por ejemplo, en las disposiciones concretas para una campaña o un combate. Porque tales asuntos concretos deben solucionarse a la luz de las condiciones específicas, que cambian según el momento y lugar y de las que no pueden estar al corriente los lejanos mandos superiores. Esto es lo que se entiende por principio de mando descentralizado en las campañas y combates. En general, el mismo principio se aplica también para las operaciones regulares, especialmente cuando los aparatos de comunicación son insuficientes. En una palabra, estamos por una guerra de guerrillas sostenida con independencia e iniciativa dentro de una estrategia unificada.
En una base de apoyo guerrillera que constituye una zona militar dividida en subzonas militares, cada una de las cuales comprende varios distritos, divididos a su vez en territorios, las relaciones entre los distintos niveles, desde los comandos de la zona militar y de las subzonas militares hasta los gobiernos de distrito y territorio, son de subordinación consecutiva, y las fuerzas armadas están subordinadas a los diferentes niveles de acuerdo con su carácter. Según el principio enunciado, en las relaciones de mando entre dichos niveles, la orientación general debe ser trazada por los niveles superiores, en tanto que las acciones concretas deben ser ejecutadas, a la luz de las circunstancias específicas, por los niveles inferiores, los cuales tienen derecho a actuar con independencia e iniciativa. Si un nivel superior tiene alguna observación que hacer sobre acciones concretas emprendidas por un nivel inferior, puede y debe expresarla en forma de «instrucciones» pero de ninguna manera como «órdenes» categóricas. Cuanto más extensa la zona, cuanto más compleja la situación y mayor la distancia entre los niveles superiores y los inferiores, tanto mayor independencia e iniciativa se deberá permitir a estos últimos en sus acciones concretas, y tanto más necesario será hacer que esas acciones concuerden fielmente con las condiciones locales y correspondan a las exigencias de la situación local, de suerte que los niveles inferiores y el personal local puedan desarrollar su capacidad para trabajar independientemente, enfrentar situaciones complicadas y extender con éxito la guerra de guerrillas. Si una unidad o agrupación opera en forma concentrada, las relaciones de mando se rigen por el principio de centralización, pues, en este caso, el comando superior está al tanto de la situación. Pero si esta unidad o agrupación se divide para emprender acciones dispersas, entonces se aplica el principio de centralización en cuestiones generales y descentralización en cuestiones concretas, ya que el comando superior no puede permanecer al corriente de la situación concreta.
La ausencia de centralización donde esta es necesaria, significa que los niveles superiores han faltado a su deber y los inferiores se han excedido en sus atribuciones, lo cual es inadmisible en las relaciones entre los niveles superiores y los inferiores, especialmente en el terreno militar. Si la descentralización no se efectúa donde se debe, ello significa monopolización del poder por los niveles superiores y carencia de iniciativa por parte de los inferiores, lo cual es igualmente inadmisible en las relaciones entre los niveles superiores y los inferiores, especialmente en las relaciones de mando en la guerra de guerrillas. El principio mencionado constituye la única política correcta para solucionar el problema de las relaciones de mando.
Mao Zedong
Mayo de 1938

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