Morir entre car­to­nes- Ampa­ro Lasheras

Dor­mía en algún rin­cón del barrio de Adur­tza. Hace una sema­na murió solo, cubier­to por los car­to­nes que cada noche le daban cobi­jo para no sen­tir el frío del sue­lo. Duran­te tres días nadie repa­ró en él, nadie le miró y, lo que es más trá­gi­co, nadie se preo­cu­pó por él.

¿Por qué ha muer­to? ¿Quién era? Aho­ra y ante el cadá­ver de un hom­bre que para vivir y morir sólo poseía dos letras, F.A., las pre­gun­tas se pre­ci­pi­tan sin sen­ti­do en el gri­te­río de una ciu­dad, ador­me­ci­da por el indi­vi­dua­lis­mo y ato­si­ga­da por el con­su­mis­mo ofi­cial de ser y tener siem­pre lo más, lo mejor.

El alcal­de de Gas­teiz, P.L., y el con­ce­jal de Asun­tos Socia­les, P.L.M., han ocul­ta­do el suce­so a la opi­nión públi­ca y se han nega­do a tomar medi­das socia­les para pre­ve­nir que los sin techo mue­ran en la calle. La úni­ca razón que die­ron para defen­der su nega­ti­va fue que «ya se sabe cuál es la foto­gra­fía de la gen­te que vive en la calle». A mí esta res­pues­ta tan des­al­ma­da me des­pier­ta la ira que lle­vo den­tro y me sugie­ren cali­fi­ca­ti­vos que no quie­ro escri­bir en res­pues­tas car­ga­das de razo­nes huma­nas, polí­ti­cas y económicas.

Pero, miren uste­des, yo tam­bién me que­do con su foto­gra­fía. Con su cor­ba­tón de color fos­fo­ri­to, el nudo como una alca­cho­fa mal pues­ta, bajo un ros­tro de buen comer y de buen beber, P.L. y P.L.M. me pare­cen la ima­gen per­fec­ta de unos hor­te­ras veni­dos a más. Lo que más me irri­ta es ima­gi­nar que las horro­ro­sas cor­ba­tas y la cara salu­da­ble la han com­pra­do con el extra­or­di­na­rio suel­do (70.000 euros anua­les) que sale del dine­ro de los con­tri­bu­yen­tes, ése que, según afir­man, no se pue­de derro­char para dar cober­tu­ra social a los que mue­ren entre cartones.

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