Mar­xis­mo y opre­sión feme­ni­na- Jonathan Palla

La opre­sión feme­ni­na ha esta­do pre­sen­te en todas las socie­da­des de cla­ses has­ta la actua­li­dad. Aún más: la opre­sión de la mujer deri­va de la explo­ta­ción de cla­se. Al menos así argu­men­ta el marxismo.

Vea­mos de qué for­ma ha plan­tea­do el aná­li­sis de esta cues­tión y las pri­me­ras bata­llas socia­lis­tas por la libe­ra­ción femenina.

Cla­se y Género

El aná­li­sis mar­xis­ta en este plano hace una dis­tin­ción con­cep­tual entre “Explo­ta­ción” y “Opre­sión”. El pri­me­ro hace refe­ren­cia a la extrac­ción de plus­va­lía a tra­vés de la rela­ción sala­rial; en cam­bio Opre­sión inclu­ye un con­jun­to de meca­nis­mos por los cua­les el capi­tal obtie­ne plus­va­lía de la pobla­ción no asa­la­ria­da. En otros tér­mi­nos, la pobla­ción opri­mi­da inclu­ye estu­dian­tes, cam­pe­si­nos, otras frac­cio­nes de la pro­pia bur­gue­sía y sobre todo mujeres.

Por supues­to que un con­cep­to no exclu­ye al otro, o sea la opre­sión de la mujer cru­za la explo­ta­ción de cla­se con la subor­di­na­ción al varón. Pero aún pue­den dife­rir estas situa­cio­nes y la socie­dad capi­ta­lis­ta da con­ti­nuas mues­tras de ello, pues la mujer bur­gue­sa es opri­mi­da y explo­ta­do­ra y la mujer obre­ra es opri­mi­da y explo­ta­da. Va de suyo así que el colec­ti­vo “mujer” está uni­do por la opre­sión, pero divi­di­do por la explo­ta­ción; y esto ha gene­ra­do una mul­ti­pli­ci­dad de dife­ren­tes ramas de femi­nis­mo den­tro de un cam­po de lucha común.

¿Cómo se rela­cio­na “cla­se” y “patriar­ca­do”? Aquí los mar­xis­tas entien­den que la rela­ción de cla­se modu­la o defi­ne al patriar­ca­do corres­pon­dien­te. Es decir, el patriar­ca­do capi­ta­lis­ta es dife­ren­te al ‑por ejem­plo- patriar­ca­do feu­dal por­que las rela­cio­nes capi­ta­lis­tas de pro­duc­ción son dife­ren­tes a las rela­cio­nes feu­da­les de pro­duc­ción. Se entien­de así que esta pre­emi­nen­cia de la rela­ción de cla­se no se debe a que sea más gra­vo­sa que la opre­sión de géne­ro, sino en el sen­ti­do de que la rela­ción de cla­se estruc­tu­ra o modu­la a la otra. Inclu­so se podría inda­gar sobre las imá­ge­nes que acom­pa­ñan o jus­ti­fi­can las rela­cio­nes de cla­se y de géne­ro. Duran­te la Edad Media las pres­ta­cio­nes per­so­na­les y en espe­cies que los cam­pe­si­nos debían a la noble­za se refor­za­ban con una visión del mun­do ‑cimen­ta­da por la Igle­sia- que incluía una fuer­te ima­gen de la fami­lia como espa­cio sacro, a ima­gen y seme­jan­za de la ico­no­gra­fía del pese­bre. En este cua­dro la madre era ase­me­ja­da a una vir­gen sacri­fi­ca­da a la cual el pla­cer car­nal debía resul­tar­le ajeno. Diga­mos tam­bién que el padre era igua­la­do al apa­ci­ble José a quien el Espí­ri­tu San­to había con­ver­ti­do en un “cor­nu­do”, todo lo cual sig­ni­fi­ca­ba ‑en el medioe­vo- una expli­ca­ción teo­ló­gi­ca del pri­vi­le­gio de Per­na­da que el señor feu­dal tenía sobre sus siervas.

De ser­vi­do­res a servidos

Fue en El Ori­gen de la Fami­lia, la Pro­pie­dad Pri­va­da y el Esta­do (1884) que Engels ofre­ció la visión más desa­rro­lla­da del pen­sa­mien­to mar­xis­ta sobre la mujer y la fami­lia, a tra­vés de un aná­li­sis que se fun­da­men­ta­ba en las cam­bian­tes rela­cio­nes de pro­duc­ción. Su tra­ba­jo se nutrió de los avan­ces antro­po­ló­gi­cos de la épo­ca, sobre todo de los estu­dios pio­ne­ros sobre la orga­ni­za­ción fami­liar de los indios ame­ri­ca­nos escri­to por L. Mor­gan, que Marx había apun­ta­do en sus “cua­der­nos etno­grá­fi­cos” entre 1880 y 1881. El libro de Engels influ­yó rápi­da­men­te sobre la visión que otros socia­lis­tas tenían sobre estas cues­tio­nes. Así por ejem­plo, August Bebel incor­po­ró aque­llos avan­ces teó­ri­cos a las siguien­tes edi­cio­nes de La Mujer y el Socia­lis­mo, que había publi­ca­do por pri­me­ra vez en 1879 y que se ade­lan­ta­ba casi un siglo a las dis­cu­sio­nes femi­nis­tas al plan­tear la natu­ra­le­za anti-sexual del cris­tia­nis­mo, denun­cian­do la doble moral que obli­ga a las muje­res a repri­mir sus ape­ti­tos sexuales.

Más de cien años de avan­ces en la cien­cia tie­nen que haber modi­fi­ca­do muchas afir­ma­cio­nes de Engels, pero al his­to­ri­zar a la fami­lia el com­pa­ñe­ro de Marx rom­pía la idea según la cual la mujer es la escla­va natu­ral del hombre.

Duran­te toda una fase de orga­ni­za­ción comu­nal y matriar­ca­do habría pre­pon­de­ra­do la figu­ra de la mujer, quien vivía con su gens invi­tan­do a vivir con ella, per­ma­nen­te o tem­po­ral­men­te, a hom­bres de otras gens. Inclu­so si un hom­bre degra­da­ba a una mujer, aquel podía ser expul­sa­do de la vivien­da comu­nal. Aho­ra bien, el cam­bio en la posi­ción de la mujer resul­tó de trans­for­ma­cio­nes en el modo de pro­duc­ción, con la domes­ti­ca­ción de ani­ma­les y el desa­rro­llo de la agri­cul­tu­ra y la divi­sión de fun­cio­nes que ello generó.

De acuer­do con la divi­sión del tra­ba­jo en la fami­lia al hom­bre le corres­pon­día pro­cu­rar la ali­men­ta­ción y los ins­tru­men­tos nece­sa­rios para ello; en caso de sepa­ra­ción podía lle­var­se sus ins­tru­men­tos con­si­go, mien­tras que la mujer con­ser­va­ba sus ense­res domésticos.

Con la posi­bi­li­dad de crear exce­den­tes y el sur­gi­mien­to de la escla­vi­tud, los hom­bres que siem­pre habían sido los due­ños de los medios de pro­duc­ción, cam­bia­ron el arco y la fle­cha por vacas y escla­vos, pasan­do enton­ces de ser ser­vi­do­res a ser ser­vi­dos. El aumen­to de rique­zas le da al hom­bre la posi­bi­li­dad de ocu­par una posi­ción pre­pon­de­ran­te en la fami­lia y modi­fi­car el orden de heren­cia esta­ble­ci­do: el pro­pie­ta­rio se trans­for­ma en patriarca.

El sur­gi­mien­to de la pro­pie­dad pri­va­da y la estruc­tu­ra social para man­te­ner­la (fami­lia y esta­do) ponía a la mujer en para­le­lo a un medio de pro­duc­ción: ella pro­du­ce varo­nes, es decir, mano de obra. Por lo tan­to la mujer tie­ne un valor eco­nó­mi­co. Mucho tiem­po des­pués Levi Strauss demos­tró jus­ta­men­te que la prohi­bi­ción del inces­to tenía que ver con libe­rar muje­res para el inter­cam­bio en redes fami­lia­res de paren­tes­co. Así, la mujer es pro­pie­dad del varón y lle­va la mar­ca de ello en el ape­lli­do del padre o de su nue­vo due­ño, el marido.

El desa­rro­llo de la pro­pie­dad pri­va­da exi­gía la abo­li­ción del matriar­ca­do; los hijos del hom­bre enton­ces per­ma­ne­ce­rían con su pro­pia gens y los hijos de la mujer per­te­ne­ce­rían a la gens del padre; a su vez la pater­ni­dad sería ase­gu­ra­da impo­nien­do la fide­li­dad de la mujer. Des­de enton­ces la fami­lia patriar­cal reem­pla­zó al hogar comu­nal de her­ma­nas. De hecho para Fre­de­rich Engels, el derro­ca­mien­to del lla­ma­do “dere­cho materno” sig­ni­fi­có “la gran derro­ta his­tó­ri­ca del sexo feme­nino en todo el mundo”.

Según Engels el capi­ta­lis­mo habría crea­do la pri­me­ra posi­bi­li­dad para la libe­ra­ción de la mujer al incluir­la en la pro­duc­ción social, vale decir en con­ver­tir­la en asa­la­ria­da. Sin embar­go, iba crean­do nue­vas con­tra­dic­cio­nes, pues si una mujer desa­rro­lla­ba sus tareas en la esfe­ra pri­va­da de su fami­lia, su capa­ci­dad de ganar­se un sala­rio era limi­ta­da, y si por el con­tra­rio, ven­día su fuer­za de tra­ba­jo ape­nas podría desa­rro­llar sus tareas fami­lia­res. De algu­na mane­ra, Engels había repa­ra­do en este pro­ble­ma, cua­ren­ta años antes, en su tra­ba­jo La situa­ción de la cla­se tra­ba­ja­do­ra en Ingla­te­rra. Obser­vó enton­ces que los bebés se enfer­ma­ban y morían de ham­bre en sus casas, mien­tras los pechos hin­cha­dos de sus madres per­dían leche entre las máqui­nas de la fábri­ca. Entre esas mis­mas máqui­nas se lle­va­ban ade­lan­te en muchas oca­sio­nes los alum­bra­mien­tos, dado que las muje­res tra­ba­ja­ban has­ta la hora del par­to por temor a per­der sus sala­rios y ser reemplazadas.

Por lo tan­to, Engels creía que si bien el capi­ta­lis­mo había crea­do las con­di­cio­nes para la inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca de la mujer, solo el Socia­lis­mo podría crear una nue­va for­ma fami­liar que se corres­pon­die­ra con el nue­vo rol social de las mujeres.

Teo­ría y Práctica

El movi­mien­to obre­ro euro­peo tar­dó en acep­tar el tra­ba­jo feme­nino: así la Aso­cia­ción de Tra­ba­ja­do­res fun­da­da por Lasa­lle en Ale­ma­nia en 1863 excluía a las muje­res del cam­po labo­ral argu­men­tan­do que ello empeo­ra­ba las con­di­cio­nes mate­ria­les de la cla­se tra­ba­ja­do­ra. En Ingla­te­rra en 1877 el Secre­ta­rio del Con­gre­so de Sin­di­ca­tos de Comer­cio fue aplau­di­do cuan­do exi­gió un sala­rio fami­liar que per­mi­tie­ra que las muje­res regre­sa­ran a sus casas, don­de per­te­ne­cían. En fin, se mul­ti­pli­can los ejem­plos de mar­xis­tas que no acep­ta­ban las ideas de Marx y Engels al res­pec­to en El Mani­fies­to Comu­nis­ta y otros escritos.

Aho­ra bien, una de las figu­ras cla­ves por imple­men­tar en la prác­ti­ca las ideas desa­rro­lla­das por Engels y Bebel, fue Cla­ra Zet­kin (1857−1933), diri­gen­te del movi­mien­to Social­de­mó­cra­ta Ale­mán. Mili­tó incan­sa­ble­men­te por la orga­ni­za­ción polí­ti­ca de las muje­res y por eso mis­mo cho­có muchas veces con los diri­gen­tes más con­ser­va­do­res del movi­mien­to obre­ro que desea­ban excluir a las muje­res de la fuer­za labo­ral para deman­dar un sala­rio fami­liar. Sin embar­go, Zet­kin fue muy cla­ra en el Con­gre­so fun­da­cio­nal de la Segun­da Inter­na­cio­nal (1889): “No es el tra­ba­jo feme­nino lo que lle­va a la baja de los sala­rios al com­pe­tir con el tra­ba­jo mas­cu­lino, sino la explo­ta­ción del tra­ba­jo feme­nino por par­te de los capi­ta­lis­tas que se lo apro­pian”. Otro de los pun­tos más cla­ros de Zet­kin fue expli­car la opre­sión feme­ni­na en una cla­ve cla­sis­ta dado que pos­tu­la­ba una “cues­tión feme­ni­na” para cada cla­se de la socie­dad capi­ta­lis­ta. De tal modo enten­día que las muje­res de cla­se alta esta­ban ante todo preo­cu­pa­das por la liber­tad para admi­nis­trar sus pro­pie­da­des; las muje­res de cla­se media, edu­ca­das desea­ban edu­car­se y obte­ner opor­tu­ni­da­des labo­ra­les, es decir bus­ca­ban la libre com­pe­ten­cia entre el hom­bre y la mujer. En cam­bio las pro­le­ta­rias por sus intere­ses debían unir­se a los tra­ba­ja­do­res varo­nes para obte­ner mejo­res con­di­cio­nes labo­ra­les para ambos sexos, pues­to que debían tra­ba­jar para apor­tar dine­ro a sus fami­lias. A pesar de la expe­rien­cia per­so­nal de Zet­kin con la hos­ti­li­dad de los diri­gen­tes con­ser­va­do­res que apun­ta­mos más arri­ba, ella siguió insis­tien­do en que la deman­da feme­ni­na de una “com­pe­ten­cia sin ata­du­ras” era una rei­vin­di­ca­ción de muje­res de cla­se media.

Al comen­zar el nue­vo siglo se esta­ble­cía una polí­ti­ca ofi­cial para luchar por la ple­na libe­ra­ción de la mujer. La Pri­me­ra Con­fe­ren­cia Inter­na­cio­nal de Muje­res Socia­lis­tas tuvo lugar al mis­mo tiem­po que el Con­gre­so de la Segun­da Inter­na­cio­nal de 1907. Enton­ces se rati­fi­có el prin­ci­pio del dere­cho de la mujer al tra­ba­jo, la crea­ción de orga­ni­za­cio­nes feme­ni­nas den­tro de los par­ti­dos socia­lis­tas y la pos­tu­ra a favor del sufra­gio femenino.

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Biblio­gra­fía: Engels, F. El Ori­gen de la Fami­lia, la Pro­pie­dad pri­va­da y el Esta­do. ED. Cs. Ss. 1984/​/​Gold­man, W. La Mujer, el Esta­do y la Revo­lu­ción. Polí­ti­ca fami­liar y vida social sovié­ti­ca 1917 – 1936. ED. IPS. 2012/​/​Brodsky, J. Eros, Fami­lia y Cam­bios Sis­té­mi­cos. Crí­ti­ca a la nega­ción de la cri­sis fami­liar. ED. Biblos. 2011/​/​Sar­te­lli, E. La Caji­ta Infe­liz. ED RyR. 2006/​/​Shaikh, A. Valor, Acu­mu­la­ción y Cri­sis. ED. RyR. 2006.

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