Macron y los « cha­le­cos amarillos »

Ante la pre­sión de los lla­ma­dos «cha­le­cos ama­ri­llos», el Gobierno de Emma­nuel Macron ase­gu­ra defen­der la baja­da impo­si­ti­va, uno de los prin­ci­pa­les recla­mos del movi­mien­to. Una retó­ri­ca que lo úni­co que hace es ali­men­tar una movi­li­za­ción hos­til al Eje­cu­ti­vo y que res­ta legi­ti­mi­dad a los impues­tos obligatorios.

Cuan­do el pri­mer minis­tro fran­cés Édouard Phi­lip­pe apa­re­ció el pasa­do domin­go 18 de noviem­bre en las pan­ta­llas de Fran­ce 2 para tra­tar de cal­mar la ira de los lla­ma­dos «cha­le­cos ama­ri­llos» [por la pren­da fluo­res­cen­te que vis­ten para mani­fes­tar­se], inten­tó demos­trar has­ta qué pun­to el Gobierno está ente­ra­men­te de acuer­do con las deman­das de los orga­ni­za­do­res de las pro­tes­tas. Cier­to es que «asu­me» el alza de los impues­tos que gra­van a los car­bu­ran­tes, pero, como ellos, dice estar irri­ta­do por el nivel impo­si­ti­vo gene­ral en Fran­cia. Por lo tan­to, se esfor­zó en demos­trar que que­ría redu­cir la pre­sión impo­si­ti­va. En resu­men, tam­bién él, como los «cha­le­cos ama­ri­llos», mos­tró su «has­tío» fis­cal y su inten­ción de actuar con­tra los impuestos.

Esta defen­sa dice mucho de la tram­pa en la que el Eje­cu­ti­vo ha caí­do. Por­que los que vis­ten los cha­le­cos de segu­ri­dad en el mar­co de esta movi­li­za­ción paga­ron al Gobierno con su mis­ma mone­da : la dema­go­gia fis­cal que el pro­pio Eje­cu­ti­vo vie­ne ali­men­ta­do con pri­mor des­de mayo de 2017.

Por supues­to, el movi­mien­to de pro­tes­ta es com­ple­jo, pero no se pue­de negar que esta revuel­ta nace del recha­zo a un impues­to que ha muta­do en recha­zo gene­ral a los impuestos.

Sin embar­go, ese recha­zo fis­cal for­ma par­ta de la doxa de las éli­tes admi­nis­tra­ti­vas y polí­ti­cas des­de hace mucho tiem­po. Ya esta­ba pre­sen­te en el pro­gra­ma del can­di­da­to Sar­kozy. La lla­ma­da Comi­sión Atta­li para la «libe­ra­ción del cre­ci­mien­to», pro­mo­vi­da por el pro­pio Nico­las Sar­kozy, quien se habría de con­ver­tir en pre­si­den­te de la Repú­bli­ca y en la que par­ti­ci­pó el joven Emma­nuel Macron, no dijo otra cosa : «Dado el ya ele­va­do nivel impo­si­ti­vo obli­ga­to­rio, cual­quier aumen­to adi­cio­nal para finan­ciar esta deu­da corre­rá el ries­go de tener un efec­to depre­si­vo sobre la acti­vi­dad y redu­cir la com­pe­ti­ti­vi­dad de los acto­res eco­nó­mi­cos a la vis­ta de los tipos apli­ca­dos por nues­tros vecinos».

En resu­men, los impues­tos se per­ci­bían como una pesa­da car­ga difí­cil de sopor­tar para Fran­cia. El dis­cur­so catas­tro­fis­ta de los altos car­gos repo­sa­ba sobre el peso de la fiscalidad.

Emma­nuel Macron no ha tar­da­do en unir­se a este prin­ci­pio, que se ha ido impo­nien­do gra­dual­men­te en toda la socie­dad. Nun­ca ha deja­do de decir, por ejem­plo, que cuan­do era vice­se­cre­ta­rio del Elí­seo, recha­zó el efí­me­ro «impues­to del 75%» (que era sólo del 50%) a las ren­tas altas. Una mane­ra de soli­da­ri­zar­se con el «has­tío fis­cal» de los pri­me­ros años del quin­que­nio de Hollan­de, encar­na­do por el exmi­nis­tro Pie­rre Mos­co­vi­ci, aho­ra comi­sa­rio europeo.

De hecho, ¿cuál fue la pro­me­sa de cam­pa­ña del can­di­da­to Macron ? Reba­jar los impues­tos y, a dife­ren­cia de su pre­de­ce­sor Nico­las Sar­kozy, man­te­ner dicho compromiso.

Este recor­te impo­si­ti­vo afec­tó sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te a las coti­za­cio­nes sala­ria­les. Poco impor­ta­ba que dichas coti­za­cio­nes no sean impues­tos, sino un «sala­rio socia­li­za­do» ; todo se englo­bó den­tro del con­cep­to «reten­cio­nes obli­ga­to­rias», pese a que aglu­ti­na varios con­cep­tos. Pero dicha aglu­ti­na­ción se redu­ce a una sola idea : lo que afec­ta al bol­si­llo de los fran­ce­ses es en sí mis­mo malo y debe ser rebajado.

Emma­nuel Macron y, des­pués de él, Édouard Phi­lip­pe, se han com­pro­me­ti­do a redu­cir la fis­ca­li­dad obli­ga­to­ria en un pun­to antes del fin del quin­que­nio. Todo ello redu­cien­do tam­bién el défi­cit público.

Esta pos­tu­ra ha teni­do varias con­se­cuen­cias. La pri­me­ra, dar el vis­to bueno al «has­tío fis­cal» insis­tien­do en la «pér­di­da de poder adqui­si­ti­vo» rela­cio­na­da con los impues­tos. De esta pér­di­da se exclu­ye­ron enton­ces las cues­tio­nes sala­ria­les, la pre­ca­rie­dad y las con­di­cio­nes labo­ra­les. Sólo las «reten­cio­nes obli­ga­to­rias» gra­va­ban los ingre­sos. Para mejo­rar la situa­ción de la pobla­ción, era nece­sa­rio, por tan­to, dar prio­ri­dad a esta reduc­ción y el gobierno no dudó en abor­dar la dis­mi­nu­ción de las coti­za­cio­nes sala­ria­les, des­ti­na­das a aumen­tar el poder adqui­si­ti­vo de los hogares.

La segun­da con­se­cuen­cia de este dis­cur­so esta­ba des­ti­na­da a dar por bue­na otra idea : los impues­tos, en Fran­cia, irían des­ti­na­dos a ali­men­tar el enor­me «agu­je­ro negro» que supo­ne el gas­to públi­co. Si se pue­de redu­cir el défi­cit y bajar los impues­tos al mis­mo tiem­po, eso sólo pasa por una reduc­ción de los gas­tos inne­ce­sa­rios. Y aquí es don­de nos encon­tra­mos con el famo­so «dine­ro de locos» dedi­ca­do al gas­to social que cri­ti­ca­ba Emma­nuel Macron.

Fren­te al peso de los gra­vá­me­nes obli­ga­to­rios, se ha hecho todo lo posi­ble por olvi­dar las «con­tra­par­ti­das». Se ha hecho creer que los impues­tos son, en gran medi­da, inne­ce­sa­rios y se les ha ido des­le­gi­ti­man­do gra­dual­men­te para redu­cir­los. Pero, de momen­to, lo que se ha con­se­gui­do es redu­cir la tole­ran­cia a los «gra­vá­me­nes obligatorios».

Estas dos con­se­cuen­cias han sido inten­cio­na­das y bus­ca­das por el Gobierno para reva­li­dar su polí­ti­ca. Para Emma­nuel Macron y Édouard Phi­lip­pe, la baja­da impo­si­ti­va debe­ría impul­sar la eco­no­mía, pro­mo­ver el con­su­mo, la inver­sión y el empleo. Este pro­yec­to ha enca­ja­do a la per­fec­ción con una gran par­te de la pobla­ción, que ha asu­mi­do la idea de la «car­ga fis­cal» y, por tan­to, de una visión «indi­vi­dua­lis­ta» de la fis­ca­li­dad. Todo este elec­to­ra­do no votó a Emma­nuel Macron, pero apo­ya­ban el pro­yec­to antifiscal.

El gobierno tam­po­co ha esca­ti­ma­do en dema­go­gia fis­cal en los pri­me­ros años de legis­la­tu­ra, como no esca­ti­mó en el rever­so de esta dema­go­gia fis­cal, que es la ile­gi­ti­mi­dad de la trans­fe­ren­cia social. Duran­te la pre­sen­ta­ción de los dos pro­yec­tos de ley de finan­zas eje­cu­ti­vas, Gérald Dar­ma­nin, minis­tro de Acción y Cuen­tas Públi­cas, insis­tió en la «mejo­ra del poder adqui­si­ti­vo», vin­cu­la­da con la baja­da de impues­tos y con­tri­bu­cio­nes. Y, al mis­mo tiem­po, se cas­ti­ga­ba a los bene­fi­cia­rios del gas­to públi­co, se redu­cían las ayu­das per­so­na­li­za­das a la vivien­da, se ates­ta­ba un gol­pe a los pen­sio­nis­tas «pri­vi­le­gia­dos», se denun­cia­ba la par­ti­da «de locos» des­ti­na­da a gas­to social…

En resu­men, se dijo que todo iría mejor con menos y que todo cos­ta­ría menos. Tal vez Emma­nuel Macron tenía razón al decir que a los «cha­le­cos ama­ri­llos» se les esta­ba «min­tien­do» cuan­do se les dijo que no era posi­ble bajar los impues­tos y aumen­tar el núme­ro de fun­cio­na­rios públi­cos. Pero olvi­dó decir que tam­bién se les esta­ba min­tien­do hacién­do­les creer en una baja­da impo­si­ti­va y en la mejo­ra de los ser­vi­cios públi­cos, como se sigue afir­man­do tan­to en la Comi­sión Atta­li como en el Comi­té «CAP 2022».

El Eje­cu­ti­vo ha pre­pa­ra­do su ruina

Al aga­sa­jar este recha­zo impo­si­ti­vo, el Gobierno ha pre­pa­ra­do cla­ra­men­te su rui­na. Por­que su visión era dema­sia­do sim­plis­ta e incohe­ren­te des­de el pun­to de vis­ta de la socie­dad. Los impues­tos no lo hacen todo y tie­nen una con­tra­par­ti­da. El poder adqui­si­ti­vo no son sólo los impues­tos, sino tam­bién los sala­rios reales. La com­pe­ti­ti­vi­dad no es sólo el cos­te de la mano de obra, sino tam­bién la inno­va­ción y el nivel de ofer­ta. Ade­más, apli­car reba­jas fis­ca­les cuan­do todos los demás lo hacen es absur­do e inú­til. Final­men­te, en el capi­ta­lis­mo finan­cie­ro, embar­car­se en la reba­ja fis­cal es una tram­pa en la que el Gobierno cayó con entu­sias­mo, con­fia­do en que se tra­ta­ba de su pro­pia ideología.

El Eje­cu­ti­vo igno­ró todo esto. Qui­so bajar los impues­tos al capi­tal como prio­ri­dad para fomen­tar la inver­sión y, por lo tan­to, el empleo. Cla­ro que la libe­ra­ción de recur­sos para posee­do­res de capi­tal con­tri­bu­ye más a ali­men­tar la esfe­ra finan­cie­ra que la inver­sión pro­duc­ti­va. Y los pues­tos de tra­ba­jo crea­dos fue­ron insu­fi­cien­tes y decep­cio­nan­tes, mien­tras que, para finan­ciar esta exen­ción fis­cal del capi­tal, se redu­je­ron las reba­jas fis­ca­les a los hoga­res y se incre­men­ta­ron los impues­tos indi­rec­tos y las reten­cio­nes a la segu­ri­dad social.

Al mis­mo tiem­po, los sala­rios reales baja­ban como resul­ta­do de las refor­mas del mer­ca­do labo­ral, que redu­je­ron el poder de nego­cia­ción de los tra­ba­ja­do­res y debi­do a las pre­sio­nes infla­cio­nis­tas rela­cio­na­das con los pre­cios de la ener­gía. El efec­to enga­ño­so ha sido pro­por­cio­nal a las repe­ti­das pro­me­sas del Gobierno. Y ha cris­ta­li­za­do en torno a los impues­tos a los com­bus­ti­bles, que se per­ci­ben como injus­tos y punitivos.

Los «cha­le­cos ama­ri­llos» se han toma­do en serio a este Gobierno en su dema­go­gia anti­fis­cal y aho­ra per­ci­ben la con­tra­par­ti­da : la prio­ri­dad dada al impues­to de socie­da­des y a los impues­tos a las gran­des for­tu­nas ; el cre­ci­mien­to, que se está ralen­ti­zan­do en lugar de reac­ti­var­se ; un poder adqui­si­ti­vo que no sólo depen­de de los impues­tos, sino tam­bién de los sala­rios y de las con­di­cio­nes de tra­ba­jo, que han empeo­ra­do por las refor­mas del mer­ca­do labo­ral. Esta decep­ción es la que aho­ra reci­be nue­va­men­te el pri­mer minis­tro, como un bumerán.

Este movi­mien­to de pro­tes­ta es fru­to de una decep­ción que se mide no por las cifras, sino por la dife­ren­cia entre las pro­me­sas y accio­nes del Gobierno, entre su dema­go­gia fis­cal y la reali­dad socio­eco­nó­mi­ca de nues­tro país. Sin embar­go, las decla­ra­cio­nes de Édouard Phi­lip­pe mues­tran un acuer­do de prin­ci­pio con los mani­fes­tan­tes sobre el recha­zo del impues­to. Sin embar­go, el Eje­cu­ti­vo está jugan­do con fuego.

Por­que al ali­men­tar la dema­go­gia fis­cal, ha ali­men­ta­do un egoís­mo eco­nó­mi­co que es el fer­men­to prin­ci­pal de la dere­cha radi­cal. Des­de Donald Trump has­ta Jair Bol­so­na­ro y Mat­teo Sal­vi­ni ; todos ellos han uti­li­za­do la dema­go­gia fis­cal para acen­tuar las divi­sio­nes en la socie­dad. Y no es casua­li­dad que algu­nos de los «cha­le­cos ama­ri­llos» no recla­men la reduc­ción de la eva­sión fis­cal, la mejo­ra de los ser­vi­cios públi­cos o alter­na­ti­vas al uso del auto­mó­vil, sino el con­trol de las per­so­nas «impro­duc­ti­vas», a menu­do iden­ti­fi­ca­das con los inmi­gran­tes, para redu­cir «sus» impuestos.

El pro­ble­ma es que el Eje­cu­ti­vo, que está radi­cal­men­te ape­ga­do a esta visión smithia­na de bazar en el que el egoís­mo par­ti­cu­lar da la feli­ci­dad a la socie­dad, es inca­paz de hacer Jus­ti­cia a este egoís­mo fis­cal. Édouard Phi­lip­pe, por lo tan­to, se mos­tra­ba de acuer­do con él y reafir­ma­ba su acuer­do con los mani­fes­tan­tes en lo rela­ti­vo al prin­ci­pio de la nece­si­dad de recha­zar los impues­tos. Pero al vol­ver a poner en mar­cha la dema­go­gia fis­cal, no va a apa­ci­guar nada y sólo pue­de ali­men­tar la deman­da de baja­das impo­si­ti­vas. Por lo tan­to, exis­te el gran ries­go de que la situa­ción ter­mi­ne por con­ver­tir­se en un cara a cara entre dos dema­go­gias fis­ca­les, olvi­dan­do los ries­gos vin­cu­la­dos. Más que nun­ca, pare­ce evi­den­te la res­pon­sa­bi­li­dad del Gobierno en esta degra­da­ción del deba­te público.

Roma­ric Godin

20 de noviem­bre de 2018

Fuen­te : https://​www​.media​part​.fr/​j​o​u​r​n​a​l​/​f​r​a​n​c​e​/​2​0​1​1​1​8​/​g​i​l���e​t​s​– j​a​u​n​e​s​– l​e​– g​o​u​v​e​r​n​e​m​e​n​t​– p​r​i​s​– a​u​– p​i​e​g​e​– d​e​– s​a​– p​r​o​p​r​e​– d​e​m​a​g​o​g​i​e​– fiscale

[Tra­duc­ción : Mario­la Moreno] 

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