Los nue­vos amos de Ucrania

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El 1º de enero de 2014, 15 000 nazis con antor­chas des­fi­lan por las calles de Kiev en home­na­je a Ste­pan Bandera.

El tono pater­nal y con­ci­lia­dor de los diri­gen­tes occi­den­ta­les hacia las nue­vas auto­ri­da­des de Ucra­nia se sitúa en los antí­po­das de los valo­res huma­nis­tas y demo­crá­ti­cos que pre­di­can a los demás paí­ses del mun­do. Una incó­mo­da impre­sión de déjà vu se impo­ne fatal­men­te al obser­va­dor que ana­li­za sin ideas pre­con­ce­bi­das la situa­ción de este Esta­do, sur­gi­do como resul­ta­do de la diso­lu­ción de la Unión Sovié­ti­ca, y la polí­ti­ca que Occi­den­te está impo­nien­do en la región. Des­de ambos lados del Atlán­ti­co se lan­zan decla­ra­cio­nes de res­pal­do al «gobierno legí­ti­mo de Ucra­nia» que ha que­da­do bajo el con­trol de la pan­di­lla de nacio­na­lis­tas extre­mis­tas radi­ca­les que lo lle­vó al poder, a pesar de que sólo repre­sen­ta a una peque­ñí­si­ma mino­ría de la pobla­ción ucraniana.

Lo cier­to es que lo que hoy suce­de en Ucra­nia no es muy dife­ren­te de lo suce­di­do en la Ale­ma­nia de los años 1930 con el ascen­so de Hitler al poder. Son las mis­mas estra­ta­ge­mas polí­ti­cas que en aquel enton­ces. Y se están impo­nien­do las mis­mas limitaciones.
El estu­dio minu­cio­so de los acon­te­ci­mien­tos actual­men­te en mar­cha y de las manio­bras polí­ti­cas que los acom­pa­ñan per­mi­te arro­jar una nue­va luz sobre lo que ya sabía­mos de los orí­ge­nes del nazis­mo en la Ale­ma­nia del siglo XX.

Su ideo­lo­gía

Los gru­pos nazis ucra­nia­nos desem­pe­ña­ron un impor­tan­te papel en la orga­ni­za­ción del gol­pe de Esta­do per­pe­tra­do en Kiev en febre­ro de 2014.
El gru­po que más se men­cio­na es el que diri­ge Dimi­tri Yarosh: Pravy Sek­tor o «Sec­tor Dere­cho». Yarosh está res­pal­da­do por los gru­pos para­mi­li­ta­res fas­cis­toi­des que se auto­pro­cla­ma­ron «fuer­zas de auto­de­fen­sa de Mai­dan». Estos indi­vi­duos no se escon­den para exhi­bir sus emble­mas neo­na­zis (la cruz cel­ta y una ver­sión camu­fla­da de la cruz gama­da [o «esvás­ti­ca»]). Se pre­sen­tan como con­ti­nua­do­res de las for­ma­cio­nes de la Liga de los Nacio­na­lis­tas Ucra­nia­nos de Ste­pan Ban­de­ra, del Ejér­ci­to Insur­gen­te Ucra­niano y de la Divi­sión Gali­zis­che [Galitzia] de las Waf­fen SS, a las que rin­den cul­to públicamente.
El par­ti­do Svo­bo­da [Liber­tad] es la vitri­na polí­ti­ca del movi­mien­to neo­na­zi ucra­niano. Ha obte­ni­do casi la mitad de las car­te­ras dis­tri­bui­das en Kiev por el «gobierno pro­vi­sio­nal». Su jefe, Oleg Tiag­ni­bok, es uno de los miem­bros de la tria­da con­si­de­ra­da como «el esta­do mayor de Euro­mai­dan». En la últi­ma elec­ción obtu­vo más de 2 millo­nes y medio de votos. Según los resul­ta­dos obte­ni­dos en la par­te occi­den­tal de Ucra­nia ya dis­po­ne en esa región de una base elec­to­ral sig­ni­fi­ca­ti­va. Según su pro­gra­ma, los par­ti­da­rios de Tiag­ni­bok tie­nen inten­cio­nes de agre­gar al pasa­por­te ucra­niano una men­ción obli­ga­to­ria sobre la pro­ce­den­cia «nacio­nal» des­ti­na­da a faci­li­tar la iden­ti­fi­ca­ción de los judíos y los mos­co­vi­tas. Tam­bién quie­ren exten­der a todos, excep­tuan­do a los enfer­mos men­ta­les, el dere­cho a la pose­sión de armas de fue­go y agre­gar a la cons­ti­tu­ción ucra­nia­na una cláu­su­la en vir­tud de la cual el gobierno en ejer­ci­cio sería el con­ti­nua­dor del Esta­do ucra­niano crea­do el 30 de junio de 1941, cuya pro­cla­ma­ción ofi­cial precisaba:

«El nue­vo poder ucra­niano tra­ba­ja­rá en estre­cha cola­bo­ra­ción con el Par­ti­do Nacio­nal­so­cia­lis­ta Obre­ro Ale­mán, que se esfuer­za por ins­tau­rar un nue­vo orden en Euro­pa y ayu­da a la nación ucra­nia­na a des­ha­cer­se de los mos­co­vi­tas que ocu­pan el país.»

Vale la pena des­ta­car aquí otro aspec­to del pro­gra­ma de Svo­bo­da: su deci­sión de devol­ver a Ucra­nia el esta­tus de poten­cia nuclear y de dotar­se de un «arse­nal de misi­les nuclea­res tác­ti­cos». ¿Se ima­gi­nan uste­des a Dimi­tri Yarosh como pre­si­den­te de un Esta­do ucra­niano inde­pen­dien­te posee­dor de armas atómicas?

Sus méto­dos de com­ba­te y táctica

Al igual que los nazis en la Ale­ma­nia de los años 1920 y 1930, los neo­na­zis ucra­nia­nos lle­ga­ron al poder como con­se­cuen­cia de una ola de moti­nes acom­pa­ña­dos de ase­si­na­tos. Los amo­ti­na­dos denun­cia­ron la res­pues­ta de las auto­ri­da­des –a pesar de que esta fue bas­tan­te tími­da– como «una abo­li­ción de la liber­tad y una acción terro­ris­ta per­pe­tra­da por los judíos comu­nis­tas». Los inten­tos de resis­ten­cia de la socie­dad civil ante el gol­pe de Esta­do fue­ron cali­fi­ca­dos de «intri­gas urdi­das por los agen­tes de Mos­cú».
Los direc­to­res del coro de la pro­pa­gan­da gol­pis­ta, apro­ve­chan­do la «liber­tad de expre­sión» de la que goza­ban, tra­ta­ron de con­mo­ver al mun­do ente­ro hablan­do del «aplas­ta­mien­to de las mani­fes­ta­cio­nes pací­fi­cas». Y cuan­do tales ala­ri­dos ya no tuvie­ron los efec­tos espe­ra­dos, «mis­te­rio­sos fran­co­ti­ra­do­res» comen­za­ron a masa­crar la pobla­ción de los barrios de Kiev.
Fue exac­ta­men­te de esa mane­ra como Hitler y sus acó­li­tos lle­ga­ron al poder en Ale­ma­nia. Los que ayer blan­dían sus armas cuan­do toma­ban por asal­to los edi­fi­cios admi­nis­tra­ti­vos, los que gol­pea­ban a sus adver­sa­rios polí­ti­cos, los que tor­tu­ra­ban públi­ca­men­te a los agen­tes ofi­cia­les de las fuer­zas del orden del Esta­do y a los perio­dis­tas, hoy son elo­gia­dos y tra­ta­dos como héroes. La jun­ta de Kiev y los mato­nes a su suel­do tra­tan de repri­mir por la fuer­za la resis­ten­cia popu­lar que se orga­ni­za en el sudes­te del país, como tra­ta­ron de hacer­lo en Donetsk, en el este, el 13 de mar­zo [de 2014].
Los impo­nen­tes cor­te­jos de fas­cis­tas ucra­nia­nos des­fi­lan­do con sus antor­chas corres­pon­den al bre­via­rio nazi, con sus esló­ga­nes repe­ti­dos como man­tras del tipo «Ucra­nia ante todo, por enci­ma de todo el mun­do», «Glo­ria a la nación. Muer­te a sus enemi­gos», etc.
El estan­dar­te rojo y negro de Ste­pan Ban­de­ra iza­do en Kiev, fren­te a la sede del par­la­men­to (Rada), es una alu­sión no disi­mu­la­da a la ban­de­ra roja y negra de la Ale­ma­nia nazi. La exal­ta­ción mis­ti­fi­ca­do­ra de la «revo­lu­ción nacio­nal» se rema­cha en las men­tes de los ciu­da­da­nos ucra­nia­nos, aún hip­no­ti­za­dos por los acon­te­ci­mien­tos regis­tra­dos en la pla­za Mai­dan. Esta paya­sa­da alcan­zó su clí­max en las pri­me­ras horas del 22 de febre­ro de 2014 con el des­en­ca­de­na­mien­to del gol­pe de Esta­do, inclu­so antes de que se seca­ra la tin­ta de las fir­mas del acuer­do para la sali­da de cri­sis que los diri­gen­tes de la opo­si­ción habían acep­ta­do el día ante­rior. Aquel acuer­do, garan­ti­za­do inclu­so por la Unión Euro­pea y fir­ma­do por los minis­tros de Rela­cio­nes Exte­rio­res de Ale­ma­nia, Fran­cia y Polo­nia, en reali­dad era una ambi­cio­sa manio­bra con doble obje­ti­vo, una medi­da dila­to­ria antes de des­en­ca­de­nar el gol­pe de Estado.

Su mito­lo­gía

El cul­to a los «100 glo­rio­sos» de la pla­za Mai­dan es la copia al car­bón del cul­to al «Par­ti­do de los Már­ti­res» de la Ale­ma­nia nazi, con la dife­ren­cia de que ni a Hitler y ni a sus com­pin­ches del fra­ca­sa­do putsch del 9 de noviem­bre de 1932 se les ocu­rrió la idea de pagar fran­co­ti­ra­do­res para que ase­si­na­ran a sus pro­pios seguidores.
A la som­bra de las ban­de­ras que pro­cla­man «¡No trai­cio­nen a los 100 Glo­rio­sos!», un régi­men de faná­ti­cos nacio­na­lis­tas está toman­do el con­trol abso­lu­to de los medios infor­ma­ti­vos, orga­ni­zan­do la repre­sión con­tra sus adver­sa­rios polí­ti­cos y des­en­ca­de­nan­do una sico­sis nacio­na­lis­ta a tra­vés de Ucra­nia. Los pro­pa­gan­dis­tas neo­na­zis pro­cla­man que todo cues­tio­na­mien­to sobre los méto­dos uti­li­za­dos para com­ba­tir a los adver­sa­rios polí­ti­cos será con­si­de­ra­do una trai­ción al «Par­ti­do de los Már­ti­res»
El sue­ño de edi­fi­car un Esta­do que per­mi­ta la uni­fi­ca­ción de la nación ale­ma­na siem­pre fue el ele­men­to fun­da­men­tal de la mito­lo­gía nazi. Para el nue­vo régi­men ucra­niano, la erra­di­ca­ción del uso del idio­ma ruso en todos los aspec­tos de la vida coti­dia­na cons­ti­tu­ye una prio­ri­dad impe­rio­sa. La volun­tad infa­man­te de inte­grar Ucra­nia a la Unión Euro­pea es pre­sen­ta­da como un deber sagra­do en la mito­lo­gía del nue­vo régi­men, como si Euro­pa fue­se la pro­vi­den­cial tabla de sal­va­ción que per­mi­ti­rá sal­var Ucra­nia de las «hor­das asiá­ti­cas bár­ba­ras» de Mos­cú. Cruel iro­nía, «Mai­dan» es un tér­mino de ori­gen asiá­ti­co, ves­ti­gio de la influen­cia de las hor­das tár­ta­ras y mon­go­las sobre la cul­tu­ra de la Rusia Menor.

Su igle­sia

Las tesis nacio­na­lis­tas extre­mis­tas que carac­te­ri­zan las homi­lías del «Patriar­ca­do de Kiev» y de la igle­sia cis­má­ti­ca gre­co-cató­li­ca unia­ta sir­vie­ron de base al cate­cis­mo de los mili­tan­tes de Euro­mai­dan y de los suble­va­dos que asal­ta­ron el poder en Kiev.
Pero la igle­sia unia­ta tie­ne un infa­man­te pasa­do de cola­bo­ra­ción con las ligas nazis de Ste­pan Ban­de­ra. Las fun­cio­nes ideo­ló­gi­cas y reli­gio­sas que el nue­vo régi­men ha asig­na­do al «Patriar­ca­do de Kiev» son las mis­mas que con­fió el III Reich a la igle­sia evan­gé­li­ca ale­ma­na de Lud­wig Muller. Siguien­do las hue­llas de los nazis ale­ma­nes, que en su épo­ca se die­ron a la tarea de crear una igle­sia lute­ra­na nacio­nal uni­fi­ca­da para el impe­rio ale­mán, los nazis ucra­nia­nos de hoy defien­den un pro­gra­ma que resal­ta la nece­si­dad de esta­ble­cer una igle­sia nacio­nal ucra­nia­na, separada.

Las leyes que proclaman

El pri­mer acto alta­men­te sim­bó­li­co del nue­vo régi­men ucra­niano fue la abo­li­ción de la ley sobre las len­guas regio­na­les, que garan­ti­za­ba –a nivel local– una rela­ti­va pro­tec­ción de los dere­chos ele­men­ta­les de los ucra­nia­nos de ori­gen ruso y de la pobla­ción ruso­par­lan­te, mayo­ri­ta­rias en Ucrania.
Al indi­vi­duo que hoy se hace lla­mar «el pre­si­den­te de Ucra­nia», Ale­xan­der Tur­chi­nov, se le seña­ló fir­me­men­te que no debía fir­mar ese decre­to. Al régi­men le pare­ció por lo tan­to que lo más opor­tuno era pos­po­ner su gue­rra lin­güís­ti­ca con­tra los rusoparlantes.
Aho­ra es el neo­na­zi rusó­fo­bo Volo­di­mir Yavo­rivsky quien pre­si­de la comi­sión encar­ga­da de ela­bo­rar la nue­va ley ucra­nia­na sobre las len­guas, secun­da­do por la demen­te Iri­na Farion, nue­va titu­lar del minis­te­rio de Edu­ca­ción, quien has­ta hace poco ame­na­za­ba con depor­tar al este a los niños que per­sis­tan en con­ser­var su nom­bre de pila ruso.
Según un miem­bro de esa comi­sión, los auto­res de la nue­va «ley» aspi­ra­ban a crear una «poli­cía lin­güís­ti­ca» nacio­nal. Sólo a cau­sa de las exhor­ta­cio­nes euro­peas se deci­dió eli­mi­nar tem­po­ral­men­te del tex­to de ley toda refe­ren­cia a la len­gua rusa [1].
Los pri­me­ros inten­tos de la pan­di­lla que ocu­pa el poder en Kiev tam­bién inclu­yen el cor­te de las trans­mi­sio­nes de los cana­les de tele­vi­sión rusos que ope­ran en Ucra­nia y una polí­ti­ca de tole­ran­cia –que equi­va­le a una apro­ba­ción– hacia la ola de des­truc­cio­nes de monu­men­tos que los fas­cis­tas ucra­nia­nos con­si­de­ran como incó­mo­dos recor­da­to­rios de los des­ti­nos, inse­pa­ra­bles en muchos aspec­tos, de Ucra­nia y Rusia.
El par­ti­do Svo­bo­da, muy amplia­men­te repre­sen­ta­do en el «gobierno pro­vi­sio­nal», ya ha pues­to de relie­ve que con­si­de­ra nece­sa­rio prohi­bir el uso de la len­gua rusa en los luga­res públi­cos. Ese par­ti­do tie­ne inten­cio­nes de con­ver­tir la des­rru­si­fi­ca­ción en uno de los obje­ti­vos prio­ri­ta­rios de la nación, en el mis­mo plano que la erra­di­ca­ción de las acti­vi­da­des criminales.
Lo ante­rior es sólo una rápi­da mues­tra de los pri­me­ros expe­ri­men­tos de los equi­pos con los que cuen­tan los anti­guos suble­va­dos para empe­zar a impo­ner su ver­sión actua­li­za­da de las sinies­tras leyes de Núremberg.

El ejer­ci­cio del poder

Aún bajo la ame­na­za de las armas de las «fuer­zas de auto­de­fen­sa de Mai­dan», el Con­se­jo Supre­mo de Ucra­nia [2], cuyo fun­cio­na­mien­to actual cons­ti­tu­ye en sí mis­mo una vio­la­ción de la cons­ti­tu­ción ucra­nia­na, aca­ba de adop­tar una reso­lu­ción sobre la crea­ción de una «Guar­dia Nacio­nal» de 60 000 com­ba­tien­tes. Esa fuer­za de inter­ven­ción ten­drá como misión garan­ti­zar «el orden públi­co» (como el Nue­vo Orden que en su épo­ca esta­ble­cían los nazis ale­ma­nes en los terri­to­rios ocu­pa­dos) y poner fin a los «des­ór­de­nes» que vio­len lo esta­ble­ci­do en el Esta­do de urgen­cia. Tam­bién con­tri­bui­rá a la defen­sa de las fron­te­ras (las fron­te­ras con Rusia, por supues­to) y par­ti­ci­pa­rá en las ope­ra­cio­nes mili­ta­res en caso de gue­rra. Los «gru­pos de auto­de­fen­sa de Mai­dan» y de Pravy Sek­tor serán la pun­ta de lan­za de esa fuerza.
Al igual que las sec­cio­nes de asal­to ale­ma­nas, estos bata­llo­nes, en su mayo­ría ori­gi­na­rios de Lviv (en la par­te occi­den­tal de Ucra­nia) actua­rán –como las Waf­fen SS– al mis­mo tiem­po como uni­da­des de com­ba­te y como fuer­zas repre­si­vas. En su épo­ca, los nazis ale­ma­nes se des­hi­cie­ron rápi­da­men­te de los gene­ra­les de Wehr­macht que se atre­vie­ron a opo­ner­se a que se crea­ra y se arma­ra un «ejér­ci­to del par­ti­do». Recu­rrien­do a la mis­ma estra­ta­ge­ma, el «pri­mer minis­tro» en fun­cio­nes, Arseny Yatse­niuk, no vaci­ló en des­ti­tuir a 3 minis­tros dele­ga­dos de la Defen­sa que se atre­vie­ron a opo­ner­se a su des­ca­be­lla­do pro­yec­to de armar a los mili­tan­tes de Pravy Sektor.
En Ucra­nia, el minis­te­rio del Inte­rior, la Ofi­ci­na Ucra­nia­na de Segu­ri­dad y los ser­vi­cios del fis­cal gene­ral pasa­rán pron­to al baúl de los recuer­dos. Una úni­ca y sim­ple misión les ha sido asig­na­da: la iden­ti­fi­ca­ción de escép­ti­cos y opo­si­to­res para castigarlos.
A lo lar­go y ancho del país se inci­ta a los ciu­da­da­nos –recu­rrien­do a todos los medios publi­ci­ta­rios– a uti­li­zar núme­ros tele­fó­ni­cos que les garan­ti­zan el ano­ni­ma­to para dela­tar a todo indi­vi­duo sos­pe­cho­so de ser favo­ra­ble al sepa­ra­tis­mo. Los telé­fo­nos están inter­cep­ta­dos. Se espían los men­sa­jes de correo elec­tró­ni­co. Las manio­bras de inti­mi­da­ción y ame­na­zas de pro­ce­sos judi­cia­les o de con­vo­ca­ción a las ofi­ci­nas de los ser­vi­cios de segu­ri­dad son de públi­co cono­ci­mien­to. Agen­tes encu­bier­tos foto­gra­fían abier­ta­men­te a toda per­so­na vis­ta en las cer­ca­nías de algu­na reu­nión anti­fas­cis­ta. Se ha crea­do una comi­sión de ajus­te de los ser­vi­cios esta­ta­les para orga­ni­zar la expul­sión de los «ele­men­tos no con­fia­bles».
La pro­mul­ga­ción de una amnis­tía gene­ral que absuel­ve a los «héroes de Mai­dan» de todos los crí­me­nes y deli­tos de los que esta­ban acu­sa­dos –inclu­yen­do los ase­si­na­tos– ha sido el pre­lu­dio a la aper­tu­ra de una cas­ca­da de inves­ti­ga­cio­nes de natu­ra­le­za muy dife­ren­te. Se han pro­nun­cia­do incul­pa­cio­nes con­tra per­so­nas acu­sa­das de ser sepa­ra­tis­tas, fede­ra­lis­tas o de haber par­ti­ci­pa­do en la «toma» de los edi­fi­cios admi­nis­tra­ti­vos en el sudes­te del país, etc. Y pue­de ver­se la apa­ri­ción ful­gu­ran­te de un sis­te­ma gene­ra­li­za­do de vigi­lan­cia y repre­sión fue­ra de todo con­trol. Ese sis­te­ma, que se dedi­ca a refor­zar todos los ser­vi­cios repre­si­vos del Esta­do, no es otra cosa que la ver­sión ucra­nia­na con­tem­po­rá­nea de la Ges­ta­po ale­ma­na de otros tiempos.
La repre­sión con­tra los opo­si­to­res del régi­men neo­na­zi de Kiev alcan­za pro­por­cio­nes tales que Ucra­nia pudie­ra ver­se rápi­da­men­te ante su pro­pia noche de los cris­ta­les rotos, como la que orques­ta­ron en toda Ale­ma­nia las sec­cio­nes de asal­to en noviem­bre de 1938.
¿Pue­de man­te­ner­se Rusia impa­si­ble ante la inmi­nen­cia de ese peli­gro? Ya se cuen­tan por dece­nas las per­so­nas con­vo­ca­das, inte­rro­ga­das y envia­das a la tor­tu­ra en las maz­mo­rras de los ser­vi­cios de segu­ri­dad ucra­nia­nos. Pron­to serán cien­tos, y lue­go miles…
Pero los cóm­pli­ces de los neo­na­zis de Kiev en Washing­ton y en Bru­se­las no pare­cen deplo­rar el resul­ta­do del plan que orques­ta­ron para sepa­rar a Rusia de Ucra­nia. Se creen capa­ces de con­tro­lar la bes­tia neo­na­zi que han ali­men­ta­do y hecho crecer.
Fuen­te: Orien­tal Review

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