“Los movi­mien­tos popu­la­res deben ser el embrión del poder popu­lar”. Boltxe entre­vis­ta a Iña­ki Gil de San Vicente

No hace fal­ta hablar sobre la figu­ra de Iña­ki Gil de San Vicen­te y las apor­ta­cio­nes que vie­ne hacien­do des­de hace años al mar­xis­mo vas­co. Iña­ki ha esta­do en Bil­bo en el mar­co de las jor­na­das de deba­te orga­ni­za­das por IPES y en Boltxe hemos apro­ve­cha­do para hablar con el y plan­tear­le algu­nas cuestiones.

Plan­teas la recu­pe­ra­ción del ter­mino «pue­blo tra­ba­ja­dor». Nos pue­des comen­tar por qué esa necesidad?

El tér­mino de «pue­blo tra­ba­ja­dor» apa­re­ce muy pron­to en la his­to­ria de la lucha socia­lis­ta, y su uso se amplía con­for­me la lucha de cla­ses va toman­do con­te­ni­do y for­ma de lucha de libe­ra­ción nacio­nal anti­co­lo­nial y anti­im­pe­ria­lis­ta. Como se ve, hablo de con­te­ni­do y de for­ma, no de sólo de for­ma. Es cier­to que una lec­tu­ra meca­ni­cis­ta del Mani­fies­to del Par­ti­do Comu­nis­ta, escri­to por Marx y Engels en 1848, pare­ce ava­lar la tesis de que la lucha de cla­ses tie­ne exclu­si­va y úni­ca­men­te un con­te­ni­do inter­na­cio­nal en todos los paí­ses, sien­do sólo su for­ma la que mues­tra su espe­ci­fi­ci­dad nacio­nal. Sin embar­go una lec­tu­ra dia­léc­ti­ca y por tan­to con­tex­tua­li­za­da de esta obra, mues­tra que, pri­me­ro, las inter­re­la­cio­nes entre con­te­ni­do y for­ma, entre lo social y lo nacio­nal, en las luchas con­cre­tas que se libra­ban en cada país por aque­llos años son mucho más com­ple­jas y estre­chas; segun­do, el Mani­fies­to habla explí­ci­ta­men­te de otro mode­lo de nación dife­ren­te al bur­gués; ter­ce­ro, el mar­xis­mo es una teo­ría que se enri­que­ce con el tiem­po, y en este sen­ti­do deci­si­vo, que el doc­tri­na­ris­mo dog­má­ti­co des­pre­cia, con­vie­ne leer la pre­sen­ta­ción de la edi­ción ita­lia­na de 1893, en don­de Engels dice que: «Sin la res­tau­ra­ción de la inde­pen­den­cia y de la uni­dad de cada nación, no hubie­se podi­do lle­var­se a cabo la uni­fi­ca­ción inter­na­cio­nal del pro­le­ta­ria­do…»; y, cuar­to, la evo­lu­ción pos­te­rior del mar­xis­mo ha ido resal­tan­do la fusión dia­léc­ti­ca entre lo nacio­nal y lo social, y de mane­ra explí­ci­ta en lo teó­ri­co des­de 1920 – 1921.

Me he dete­ni­do en este enri­que­ci­mien­to por­que mues­tra que el con­te­ni­do de libe­ra­ción nacio­nal de la lucha de cla­ses sur­ge del con­te­ni­do de opre­sión nacio­nal del impe­ria­lis­mo. En la medi­da en la que el capi­tal mul­ti­pli­ca la explo­ta­ción y la mer­can­ti­li­za­ción del mun­do para inten­tar aumen­tar su tasa medi­da de bene­fi­cios, en esa medi­da debe aplas­tar a las «nacio­nes tra­ba­ja­do­ras», tal como las deno­mi­na Marx, a los «pue­blos tra­ba­ja­do­res» tal cual apa­re­ce en los docu­men­tos de la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta. Con­for­me aumen­ta la explo­ta­ción aumen­tan los colec­ti­vos huma­nos explo­ta­dos direc­ta­men­te median­te el tra­ba­jo asa­la­ria­do, o indi­rec­ta­men­te con for­mas no asa­la­ria­das, o a tiem­po par­cial, etc. La com­ple­ji­za­ción pro­duc­ti­va y la mul­ti­di­vi­sión del pro­ce­so eco­nó­mi­co no res­pon­den sólo a la cie­ga nece­si­dad de aumen­tar la pro­duc­ción, sino tam­bién a la de frac­cio­nar a la cla­se obre­ra y a la de aumen­tar lo que han deno­mi­na­do muy correc­ta­men­te como «pro­le­ta­rio glo­bal explotable».

Pero es una explo­ta­ción total, es decir, que va más allá de la fuer­za físi­ca de tra­ba­jo para cebar­se en la psi­co­so­má­ti­ca, en la sexo-eco­nó­mi­ca, en la afec­ti­vo-emo­cio­nal, en la cul­tu­ral e iden­ti­ta­ria, sen­ti­mien­tos todos estos que son mer­can­ti­li­za­dos para ven­der­se en el mer­ca­do mun­dial tras pasar por la indus­tria de la cul­tu­ri­lla de masas alie­na­das y en su rama edu­ca­ti­va, o en la indus­tria sexual del sis­te­ma patriar­co-bur­gués en su for­ma más sal­va­je de pros­ti­tu­ción o en su menos sal­va­je del mer­ca­do matri­mo­nial, o en su indus­tria turís­ti­ca, por citar unos pocos ejem­plos. Para las nacio­nes opri­mi­das esta moda­li­dad de explo­ta­ción total que siem­pre ha exis­ti­do en el capi­ta­lis­mo y que aho­ra es ya abru­ma­do­ra­men­te masi­va, es espe­cial­men­te atroz al ser pue­blos inde­fen­sos en extre­mo fren­te a la férrea dic­ta­du­ra de la valo­ra­ción del capi­tal, que no se detie­ne ante nada ni ante nadie.

Dado que es todo el pro­le­ta­ria­do glo­bal explo­ta­ble de un pue­blo el que cae bajo las garras del capi­tal, por eso mis­mo se expli­ca que las resis­ten­cias superen al mar­co del clá­si­co pro­le­ta­ria­do indus­trial o de ser­vi­cios para exten­der­se a cre­cien­tes sec­to­res del pue­blo en su con­jun­to. Las cri­sis socio­eco­nó­mi­cas azu­zan esa ten­den­cia por­que las nacio­nes opri­mi­das sufren una doble explo­ta­ción, la direc­ta­men­te eco­nó­mi­ca pero tam­bién la del Esta­do ocu­pan­te, una dia­léc­ti­ca per­ver­sa que en el caso de la mujer se expre­sa en la tri­ple explo­ta­ción al sumár­se­le la de sexo-géne­ro, la pri­me­ra his­tó­ri­ca­men­te hablando.

Nos encon­tra­mos, así, fren­te a una com­ple­ja reali­dad en la que pode­mos entre­ver como míni­mo tres gran­des espa­cios que se con­tie­nen de mayor a menor, como tres aros con­cén­tri­cos para decir­lo de algún modo. En el más externo e impre­ci­so, pero el mayor cuan­ti­ta­ti­va­men­te, tene­mos las amplias masas explo­ta­das, for­ma­do por toda serie de gru­pos socia­les que sufren explo­ta­ción eco­nó­mi­ca, opre­sión polí­ti­ca, domi­na­ción cul­tu­ral, injus­ti­cias, coac­cio­nes diver­sas, etcé­te­ra. En el inter­me­dio tene­mos al pue­blo tra­ba­ja­dor en cuan­to tal, en don­de encon­tra­mos a las múl­ti­ples frac­cio­nes y sec­to­res que se extien­den entre las «cla­ses medias», la vie­ja y nue­va peque­ña bur­gue­sía, otras fran­jas deno­mi­na­das auto­ex­plo­ta­dos, etcé­te­ra. Y en el cen­tro está la cla­se tra­ba­ja­do­ra tal cual se mate­ria­li­za en ese momen­to pre­ci­so. No hace fal­ta decir que son muy difu­sos las fron­te­ras y lími­tes que sepa­ran a los tres espa­cios, dán­do­se mez­clas y fusio­nes, cam­bios, des­li­za­mien­tos y des­pla­za­mien­tos de uno a otro.

En las nacio­nes opri­mi­das, como en las no opri­mi­das, el com­po­nen­te deci­si­vo es el últi­mo, el pro­le­ta­ria­do, pero el inter­me­dio adquie­re una impor­tan­cia cua­li­ta­ti­va supe­rior al que tie­ne en los pue­blos no opri­mi­dos. La razón no es otra que el peso espe­cí­fi­co del sen­ti­mien­to nacio­nal en la «nación tra­ba­ja­do­ra» nega­da en sus dere­chos como pue­blo. El Marx de 1843, hablan­do sobre el orgu­llo y la ver­güen­za nacio­na­les, dijo que si una nación ente­ra se aver­gon­za­ra real­men­te, sería como un león reple­gán­do­se para sal­tar. La expe­rien­cia his­tó­ri­ca ha mos­tra­do que la con­cien­cia aver­gon­za­da de pue­blo veja­do y des­pre­cia­do se expre­sa en amplias fran­jas socia­les, de la «nación ente­ra» en el len­gua­je de 1843, y que el pro­le­ta­ria­do debe cons­ti­tuir­se en la fuer­za diri­gen­te de esas masas direc­ta­men­te rela­cio­na­das con él por­que son tam­bién explo­ta­das, opri­mi­das y dominadas.

La explo­ta­ción eco­nó­mi­ca direc­ta o indi­rec­ta jue­ga aquí un papel cla­ve, aun­que no exis­ta una direc­ta explo­ta­ción asa­la­ria­da. La peque­ña bur­gue­sía que no sufre explo­ta­ción eco­nó­mi­ca sino que es ella la explo­ta­do­ra, sufre sin embar­go una espe­cí­fi­ca opre­sión y domi­na­ción nacio­nal, cul­tu­ral y polí­ti­ca, pero a la vez, nece­si­ta de la explo­ta­ción del Esta­do ocu­pan­te para garan­ti­zar los bene­fi­cios eco­nó­mi­cos que obtie­ne con la explo­ta­ción que rea­li­za, que es lo deci­si­vo. Esta con­tra­dic­ción irre­so­lu­ble expli­ca las ambi­güe­da­des de esta cla­se, su egoís­mo y sus dudas, y su pro­pen­sión a optar de algún modo por el Esta­do ocu­pan­te que le garan­ti­za su for­ma de vida. Las lec­cio­nes his­tó­ri­cas son con­clu­yen­tes en este sen­ti­do, y la expe­rien­cia vas­ca así lo con­fir­ma, inclu­so en los dra­má­ti­cos años de 1936 – 1937, en don­de la mayo­ría peque­ño bur­gue­sa de Hego Eus­kal Herria dudó y se escin­dió en varias ten­den­cias enfrentadas.

Y es que don­de exis­te pro­pie­dad pri­va­da de fuer­zas pro­duc­ti­vas que per­mi­tan y exi­jan una explo­ta­ción de fuer­za de tra­ba­jo social, es muy difí­cil que sur­ja una con­cien­cia nacio­nal enfren­ta­da al capi­ta­lis­mo y a su Esta­do. Sí es ver­dad que exis­ten los «trai­do­res a su cla­se» en la peque­ña bur­gue­sía e inclu­so en algu­nos bur­gue­ses, pero son mila­gros mis­te­rio­sos de la con­cien­cia huma­na libre. La expe­rien­cia vas­ca tam­bién se ins­cri­be den­tro de la mun­dial: bas­ta ver cómo la peque­ña y media­na patro­nal vas­ca ha aplau­di­do con las ore­jas las bru­ta­les medi­das anti­obre­ras y anti­po­pu­la­res del Esta­do espa­ñol, medi­das que venía exi­gien­do des­de hace tiem­po. Otra cosa es que esta peque­ña patro­nal se atre­va a apli­car­las masi­va y sal­va­je­men­te debi­do a la fuer­za del movi­mien­to obre­ro vasco.

Otra cosa son las deno­mi­na­das «cla­ses medias» que el Engels de 1845 cali­fi­có de egoís­tas y aca­pa­ra­do­ras del sen­ti­mien­to nacio­nal en abs­trac­to. Los fac­to­res ideo­ló­gi­cos tien­den a com­pen­sar en esas «cla­ses» o fran­jas socia­les inter­me­dias su ausen­cia de pro­pie­dad pri­va­da de fuer­zas pro­duc­ti­vas, o la muy limi­ta­da pro­pie­dad que les impi­de explo­tar eco­nó­mi­ca­men­te y «ascen­der» a nue­va peque­ña bur­gue­sía. Por su egoís­mo tien­den a girar en los momen­tos crí­ti­cos hacia el para­guas pro­tec­tor del Esta­do o de un poder dele­ga­do de este, como el auto­nó­mi­co y regionalista.

Pese a todas estas difi­cul­ta­des, la cla­se obre­ra de la nación opri­mi­da, o la cla­se cam­pe­si­na, ha de esfor­zar­se en inte­grar a estas frac­cio­nes, y para ello el mejor sis­te­ma es el de poten­ciar el papel del pue­blo tra­ba­ja­dor como medio de cone­xión entre las más amplias fran­jas y el pro­le­ta­ria­do. Por muchas razo­nes, fun­da­men­tal­men­te eco­nó­mi­cas e ideo­ló­gi­ca, sec­to­res amplios de las masas no se iden­ti­fi­can direc­ta­men­te ni quie­ren hacer­lo con la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Empe­zar a sen­tir­se par­te del pue­blo explo­ta­do, de la «nación tra­ba­ja­do­ra» es el pri­mer y fun­da­men­tal paso para el acer­ca­mien­to y la pos­te­rior asun­ción de los valo­res demo­crá­ti­co-socia­lis­tas defen­di­dos por la cla­se obrera.

Aquí apa­re­ce una cues­tión a la que ten­dre­mos que vol­ver en la pre­gun­ta sobre la cuar­ta huel­ga gene­ral. Me refie­ro a las rela­cio­nes entre el pue­blo tra­ba­ja­dor y los movi­mien­tos popu­la­res, la lucha femi­nis­ta y la juven­tud. Estas fuer­zas deci­si­vas para enten­der la reali­dad de la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta actual son puen­tes cla­ves para las cone­xio­nes del pue­blo tra­ba­ja­dor con los sec­to­res de las lla­ma­das «cla­ses medias», y de la peque­ña bur­gue­sía. Y es que no pode­mos hablar de pue­blo tra­ba­ja­dor sin tener en cuen­ta sus par­tes inter­nas some­ti­das a una explo­ta­ción com­ple­ja pero acti­va en todas las reali­da­des de la vida. Las muje­res explo­ta­das for­man más de la mitad del pue­blo, y con su tri­ple o cuá­dru­ple tra­ba­jo lle­gan a una amplia mayo­ría del pue­blo. La juven­tud es el futu­ro pero tam­bién es el pre­sen­te macha­ca­do, y los movi­mien­tos popu­la­res expre­san las resis­ten­cias a todas las for­mas de explotación.

Intro­du­cir estas reali­da­des en la defi­ni­ción de pue­blo tra­ba­ja­dor nos per­mi­te valo­rar en su jus­to alcan­ce el papel de la con­cien­cia nacio­nal de cla­se y anti­pa­triar­cal en la lucha de libe­ra­ción. Una visión res­trin­gi­da y eco­no­mi­cis­ta de la cla­se obre­ra, por el con­tra­rio, no pue­de cap­tar estos con­te­ni­dos bási­cos, con­te­ni­dos de con­cien­cia y de iden­ti­dad, que si bien son con­tra­dic­to­rios y pue­den estar debi­li­ta­dos en deter­mi­na­dos perío­dos tien­den a reapa­re­cer. Por ejem­plo, todas las fran­jas socia­les explo­ta­das de un modo u otro, des­de muje­res has­ta la ter­ce­ra edad, pasan­do por la juven­tud y por los muchos movi­mien­tos popu­la­res y socia­les, tie­nen mucho que decir y que hacer cara a la cuar­ta huel­ga gene­ral que vamos a rea­li­zar este 29 de mar­zo. Y tie­nen mucho que hacer y decir des­pués de la huel­ga, cuan­do la lucha nacio­nal de cla­se sea cons­cien­te que ha dado un paso más des­de 2009, y que, pese a ello las tareas por resol­ver son ingen­tes por­que el capi­ta­lis­mo está furio­so y lan­za­do a muer­te con­tra la nación tra­ba­ja­do­ra vasca.

De cual­quier modo, hay que pre­ci­sar que esta expli­ca­ción sobre el por qué del uso del con­cep­to de «pue­blo tra­ba­ja­dor» se mue­ve en el plano del aná­li­sis his­tó­ri­co-gené­ti­co, con­cre­to y espe­cí­fi­co de cada for­ma­ción eco­nó­mi­co-social, lo que nos obli­ga siem­pre a conec­tar este momen­to del aná­li­sis espa­cio­tem­po­ral con el momen­to gené­ti­co-estruc­tu­ral, el de la sín­te­sis mun­dial del cho­que a muer­te entre el capi­tal y el tra­ba­jo. Ambos momen­tos del méto­do dia­léc­ti­co deben fusio­nar­se en la pra­xis por­que sólo así enten­de­re­mos la lucha de cla­ses mun­dial y el con­te­ni­do de libe­ra­ción nacio­nal de cla­se de muchas de esas luchas.

Has plan­tea­do que el socia­lis­mo es una socie­dad ya sin Esta­do, opre­sión nacio­nal, patriar­ca­do… Pero ¿eso no es ya el comunismo?

Lo pri­me­ro que debe­mos supe­rar es la visión gra­dua­lis­ta de la his­to­ria, la que nie­ga los sal­tos revo­lu­cio­na­rios y sólo ve el avan­ce cuan­ti­ta­ti­vo, lineal y pací­fi­co. En su crí­ti­ca a Hegel de 1843 Marx sos­tie­ne que: «La cate­go­ría de tran­si­ción pau­la­ti­na es pri­me­ro his­tó­ri­ca­men­te fal­sa y segun­do no expli­ca nada». Una inter­pre­ta­ción no dia­léc­ti­ca de las fases de tran­si­ción sobre­es­ti­ma la «tran­si­ción pau­la­ti­na» cuan­ti­ta­ti­va y acu­mu­la­ti­va, sobre los sal­tos cua­li­ta­ti­vos, revo­lu­cio­na­rios, que se dan en todo pro­ce­so, has­ta hacer sur­gir otro nue­vo de las entra­ñas del vie­jo. Hemos recu­rri­do a una cita tan tem­pra­na de Marx para mos­trar que la visión de revo­lu­cio­na­ria de la his­to­ria es con­sus­tan­cial a la teo­ría de la tran­si­ción al comunismo.

Lo segun­do que debe­mos comen­tar es que la pri­me­ra gene­ra­ción de mar­xis­tas, es decir, Marx y Engels, ape­nas pudo y qui­so decir algo con­cre­to sobre la tran­si­ción revo­lu­cio­na­ria del capi­ta­lis­mo al comu­nis­mo median­te el perío­do socia­lis­ta. Y no lo dijo por­que el mar­xis­mo no es una uto­pía, no quie­re ni pue­de ade­lan­tar situa­cio­nes futu­ras sobre las que no exis­ten toda­vía expe­rien­cias prác­ti­cas que ase­gu­ren una míni­ma sín­te­sis teó­ri­ca. Aho­ra bien, sí ade­lan­ta­ron lo que podían ade­lan­tar, que era lo deci­si­vo, ya que para enton­ces sí cono­cían las con­tra­dic­cio­nes irre­con­ci­lia­bles del capitalismo.

La Crí­ti­ca del Pro­gra­ma de Gotha, escri­ta por Marx en la pri­ma­ve­ra de 1875 es la mejor obra al res­pec­to, que debe­mos estu­diar en pro­fun­di­dad. Con­vie­ne recor­dar que este fun­da­men­tal tex­to polé­mi­co fue silen­cia­do por la buro­cra­cia social­de­mó­cra­ta has­ta 1891cuando fue edi­ta­do en una redu­ci­da tira­da que pasó des­aper­ci­bi­da has­ta que una copia cayó en manos de Lenin que nos avi­sa que en este tex­to Marx defi­ne como «pri­me­ra fase» del comu­nis­mo lo que gene­ral­men­te se entien­de como «socia­lis­mo» «en el sen­ti­do corrien­te de la pala­bra», tal como nos lo advier­te Lenin en su clá­si­ca e impres­cin­di­ble obra El Esta­do y la revo­lu­ción, de 1917.

Una cosa que ya tenían cla­ra para enton­ces Marx y Engels es que la fase de tran­si­ción del capi­ta­lis­mo al comu­nis­mo es la de la «dic­ta­du­ra revo­lu­cio­na­ria del pro­le­ta­ria­do». Toda la fase de tran­si­ción al comu­nis­mo depen­de de la efec­ti­vi­dad de la dic­ta­du­ra revo­lu­cio­na­ria del pro­le­ta­ria­do, que será tan­to más sua­ve como dic­ta­du­ra y más amplia y masi­va como demo­cra­cia socia­lis­ta en la medi­da en que la cla­se obre­ra mul­ti­pli­que su fuer­za socio­po­lí­ti­ca, su legi­ti­mi­dad y hege­mo­nía. Des­de esta cru­cial pers­pec­ti­va, el trán­si­to revo­lu­cio­na­rio al comu­nis­mo se rea­li­za median­te dos fases his­tó­ri­cas, la pri­me­ra o «socia­lis­ta» y la segun­da, la «fase supe­rior» del comu­nis­mo, o comu­nis­mo pleno. Duran­te este trán­si­to, el Esta­do va extin­guién­do­se en la medi­da en que van des­apa­re­cien­do las cla­ses socia­les y va apa­gán­do­se la eco­no­mía capi­ta­lis­ta una vez liqui­da­da la pro­pie­dad privada.

Lenin dedi­ca el capí­tu­lo V de su obra a las bases eco­nó­mi­cas de la extin­ción del Esta­do, resu­mien­do la Crí­ti­ca del Pro­gra­ma de Gotha de Marx. En la pri­me­ra fase sub­sis­ten par­tes del dere­cho bur­gués y el Esta­do, que ya no es un Esta­do clá­si­co, bur­gués, sino cua­li­ta­ti­va­men­te dife­ren­te, un Esta­do pro­le­ta­rio o semi-pro­le­ta­rio, un «Esta­do en tran­si­ción, no es ya un Esta­do en el sen­ti­do estric­to de la pala­bra», inclu­so un «Esta­do bur­gués ¡sin bur­gue­sía!», un «Esta­do de los obre­ros arma­dos», etc. Pero en nin­gu­na par­te de su libro sobre el Esta­do Lenin usa la expre­sión “Esta­do socia­lis­ta”, como tam­po­co lo había hecho Marx en su Cr��tica… No es casua­li­dad. Como vere­mos des­pués con más deta­lle, pen­sa­mos con con­cep­tos, y cuan­do nos los usa­mos en abso­lu­to es por­que en ese pen­sa­mien­to no están pre­sen­tes las rela­cio­nes teó­ri­cas sus­tan­ti­vas que los con­cep­tos sin­te­ti­zan y conec­tan lógicamente.

Pero el deba­te sobre la tran­si­ción al comu­nis­mo no había hecho más que comen­zar por­que la expe­rien­cia teó­ri­ca esta­ba limi­ta­da en dos cues­tio­nes deci­si­vas: una, la rela­ti­va­men­te limi­ta­da expe­rien­cia prác­ti­ca, ceñi­da casi en su tota­li­dad a la expe­rien­cia de la Comu­na de 1871 y a los pocos meses revo­lu­cio­na­rios que trans­cu­rrie­ron entre octu­bre de 1917 y diciem­bre de 1918, fecha en la que Lenin intro­du­ce una par­te nue­va en el segun­do capí­tu­lo de su libro, redac­ta­do en su mayor par­te en agos­to y sep­tiem­bre de 1917, antes de la revo­lu­ción. Debe­mos cono­cer estas fechas por­que el mate­ria­lis­mo mar­xis­ta nos exi­ge ubi­car la base mate­rial con­cre­ta de la que emer­ge lue­go la sín­te­sis teó­ri­ca. Y cuan­do des­cu­bri­mos que esa base mate­rial es rela­ti­va­men­te limi­ta­da com­pren­de­mos que la teo­ría no podía ade­lan­tar­se mucho, so pena de dege­ne­rar en pobre uto­pía, ries­go que Lenin denun­cia varias veces.

La otra difi­cul­tad pro­ve­nía de la muy redu­ci­da publi­ca­ción de tex­tos mar­xis­tas deci­si­vos para enten­der toda la pro­ble­má­ti­ca de la tran­si­ción en su sen­ti­do cru­do, es decir, la supera­ción del feti­chis­mo de la mer­can­cía y de la ley del valor-tra­ba­jo como pasos impres­cin­di­bles para asen­tar el comu­nis­mo. Marx escri­bió sobre estas deci­si­vas cues­tio­nes sólo para dar for­ma al con­te­ni­do de su pen­sa­mien­to, deján­do­las en borra­do­res que serían cono­ci­dos con mucho retra­so. Por ejem­plo, eran des­co­no­ci­das para la deci­si­va «vie­ja guar­dia» bol­che­vi­que, la gene­ra­ción heroi­ca que se había for­ma­do en la clan­des­ti­ni­dad, en las barri­ca­das y en la gue­rri­lla, en las cár­ce­les y en el des­tie­rro. Tam­bién eran des­co­no­ci­das para el res­to de la «segun­da gene­ra­ción» de marxistas.

Lenin mis­mo ape­nas hace algu­na refe­ren­cia a la alie­na­ción y dudo que haga algu­na seria al feti­chis­mo de la mer­can­cía. Lenin estu­dió con rigor El Capi­tal y otras obras publi­ca­das, y aun­que en El Capi­tal apa­re­ce seis veces el con­cep­to de alie­na­ción, y tie­ne un capí­tu­lo fun­da­men­tal sobre el feti­chis­mo, hay que decir que esta pro­ble­má­ti­ca ape­nas está pre­sen­te en su obra. Sus gran­des apor­ta­cio­nes pos­te­rio­res sobre la buro­cra­ti­za­ción del Esta­do, sobre la opre­sión nacio­nal, sobre el coope­ra­ti­vis­mo, sobre el con­trol demo­crá­ti­co, sobre la moral y la éti­ca y sobre la cul­tu­ra, etc., es decir, lo que acer­ta­da­men­te se deno­mi­na como «el últi­mo com­ba­te» de Lenin, que deben incluir­se en la teo­ría de la tran­si­ción al comu­nis­mo como enri­que­ci­mien­tos impres­cin­di­bles, fue­ron silen­cia­das o ter­gi­ver­sa­das por la buro­cra­cia triunfante.

Por ejem­plo, el deba­te sobre la teo­ría de la «acu­mu­la­ción socia­lis­ta ori­gi­na­ria», sobre la ley del valor-tra­ba­jo y el papel de la mer­can­cía en el trán­si­to al comu­nis­mo, el papel de la vida coti­dia­na y los efec­tos del alcoho­lis­mo y de la reli­gión en el socia­lis­mo, el aumen­to del auto­ri­ta­ris­mo jerár­qui­co en la escue­la y en el ejér­ci­to, el retro­ce­so de las liber­ta­des sexua­les y de las muje­res, el pro­ble­ma del arte y de la divi­sión entre el tra­ba­jo manual y el inte­lec­tual, estas y otras refle­xio­nes urgen­tes fue­ron cor­ta­das de raíz. Los deba­tes pos­te­rio­res sobre si exis­tía o no alie­na­ción en el socia­lis­mo, y qué cla­se de alie­na­ción podría exis­tir y cómo supe­rar­la, estas y otras refle­xio­nes que aho­ra son par­tes ele­men­ta­les de la teo­ría de la tran­si­ción del capi­ta­lis­mo al comu­nis­mo, fue­ron arrin­co­na­das o prohibidas.

Como con­se­cuen­cia de lo vis­to, la teo­ría de la tran­si­ción sufrió un retro­ce­so meca­ni­cis­ta y eco­no­mi­cis­ta inse­pa­ra­ble al anqui­lo­sa­mien­to del mate­ria­lis­mo his­tó­ri­co. Des­gra­cia­da­men­te, el enri­que­ci­mien­to teó­ri­co que se pro­du­jo des­de la mitad de la déca­da de 1960 fue muy redu­ci­do en su alcan­ce. Así, las apor­ta­cio­nes sobre las leyes espe­cí­fi­cas de los perío­dos de tran­si­ción entre dos modos de pro­duc­ción sólo fue­ron deba­ti­das por peque­ños gru­pos mien­tras que la mayo­ría inmen­sa de las izquier­das seguían ape­ga­das a los dos tex­tos vis­tos, nece­sa­rios siem­pre y que acla­ran las cues­tio­nes esen­cia­les, pero que nece­si­tan el apo­yo de otras apor­ta­cio­nes posteriores.

La implo­sión de la URSS y de su blo­que, el giro al capi­ta­lis­mo de Chi­na Popu­lar, la evo­lu­ción de Cuba y de otros Esta­dos erró­nea­men­te lla­ma­dos «socia­lis­tas», han actua­li­za­do estas con­si­de­ra­cio­nes que tam­bién se han vuel­to más can­den­tes debi­do a los efec­tos de la finan­cia­ri­za­ción del capi­ta­lis­mo y al pano­ra­ma de extre­ma ten­sión abier­to por la pro­lon­ga­da cri­sis actual del sis­te­ma impe­ria­lis­ta. Las obras de Marx y Lenin siguen sien­do refe­ren­cia­les e impres­cin­di­bles, sien­do aho­ra más actua­les que nun­ca antes, pero noso­tros tene­mos la res­pon­sa­bi­li­dad de apren­der su méto­do, apli­car­lo en nues­tras con­di­cio­nes y ace­le­rar la ins­tau­ra­ción del comunismo.

Quie­re esto decir, que la fase pri­me­ra de tran­si­ción, o sea el socia­lis­mo, debe carac­te­ri­zar­se por una muy pro­fun­da reva­lo­ri­za­ción del papel de la con­cien­cia revo­lu­cio­na­ria expre­sa en todas las for­mas posi­bles, y que mien­tras no se vayan superan­do las vie­jas cade­nas alie­na­do­ras y feti­chi­zan­tes que atan el cere­bro de los vivos a la oscu­ra irra­cio­na­li­dad del pasa­do, mien­tras esto no se logre, no podre­mos ni siquie­ra pen­sar en que nos acer­ca­mos a la pri­me­ra fase del comu­nis­mo, al socialismo.

¿Para lle­gar al socia­lis­mo plan­teas que es nece­sa­rio estar orga­ni­za­do, ¿qué tipo de orga­ni­za­ción? ¿Cuá­les son las tareas que debe realizar?

Orga­ni­zar­se es una nece­si­dad obje­ti­va, impres­cin­di­ble, toda la his­to­ria de la lucha revo­lu­cio­na­ria así lo con­fir­ma. Pero lo pri­me­ro que debe­mos decir es que no se tra­ta de que el pro­le­ta­ria­do cons­tru­ya su orga­ni­za­ción como cal­co y copia exac­ta de la del capi­tal, pero a la inver­sa. Esto es un error garra­fal por dos razo­nes: una, por­que la posi­ción de cla­se explo­ta­da y caren­te de recur­sos de todo tipo obli­ga al pro­le­ta­ria­do a orga­ni­zar­se de for­ma radi­cal­men­te dife­ren­te a la bur­gue­sa, y, otra, por­que ade­más la orga­ni­za­ción obre­ra y popu­lar ha de tener otro obje­ti­vo que siem­pre ha sido con­sus­tan­cial al socia­lis­mo pero que se ha vuel­to urgen­te tras las lec­cio­nes apren­di­das a raíz de la implo­sión de la URSS y de su blo­que, y de las evo­lu­cio­nes de Chi­na Popu­lar, etcé­te­ra, y me refie­ro a la lucha teó­ri­ca con­tra la alie­na­ción, con­tra la ideo­lo­gía bur­gue­sa que tien­de a recu­pe­rar­se a pesar de las derro­tas que pue­da sufrir el capital.

La cla­se tra­ba­ja­do­ra ha de dotar­se de cuan­tas orga­ni­za­cio­nes nece­si­te para ven­cer a la bur­gue­sía, y en un con­tex­to de opre­sión nacio­nal ha de hacer­lo para la con­quis­ta de la inde­pen­den­cia. Han de ser orga­ni­za­cio­nes dife­ren­tes, ade­cua­das a las opre­sio­nes que deben com­ba­tir. No es lo mis­mo una orga­ni­za­ción de barrio para recu­pe­rar espa­cios ver­des y popu­la­res, redu­cir el trá­fi­co y la con­ta­mi­na­ción en gene­ral, aumen­tar el alum­bra­do, etcé­te­ra, que una orga­ni­za­ción de toda la juven­tud que lucha con­tra el poder adul­to bur­gués y con­tra su Esta­do, por no hablar de las for­mas orga­ni­za­ti­vas del sin­di­ca­lis­mo o de los movi­mien­tos popu­la­res en todas sus gamas, del mis­mo modo que la acción polí­ti­co-elec­to­ral de masas e ins­ti­tu­cio­nal ha de orga­ni­zar­se de una for­ma apro­pia­da a su fines que no son los mis­mos que los fines de una orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria que tie­ne como obje­ti­vo impul­sar la toma del poder polí­ti­co para des­truir el Esta­do opre­sor y crear un Esta­do obre­ro y popu­lar cua­li­ta­ti­va­men­te dife­ren­te. Y al tener los fines de la toma del poder por medios revo­lu­cio­na­rios, la orga­ni­za­ción polí­ti­ca ha de ser revo­lu­cio­na­ria y ha de orga­ni­zar­se de mane­ra dife­ren­te a las anteriores.

Se ha sos­te­ni­do que la teo­ría de la orga­ni­za­ción de van­guar­dia fue una «inven­ción» de Lenin, que ni Marx y Engels no pen­sa­ron en ese mode­lo orga­ni­za­ti­vo. Es fal­so, es igno­ran­cia. Marx y Engels per­te­ne­cían a la Liga de los Comu­nis­tas, ile­gal y per­se­gui­da en muchos Esta­dos, que era un embrión níti­do de lo que sería lue­go el par­ti­do bol­che­vi­que. En 1850 ambos ami­gos demos­tra­ron que el pro­le­ta­ria­do nece­si­ta­ba orga­ni­zar­se polí­ti­ca­men­te de for­ma mix­ta: públi­ca y secre­ta, abier­ta y clan­des­ti­na, y argu­men­ta­ron que esa orga­ni­za­ción secre­ta tam­bién tenía que ser arma­da. Todas las fuer­zas refor­mis­tas duras o blan­das, y muchas inclu­so de izquier­das, han inten­ta­do des­au­to­ri­zar o redu­cir prác­ti­ca­men­te a la nada esta teo­ría mar­xis­ta, adu­cien­do que lue­go ambos revo­lu­cio­na­rios la aban­do­na­ron. Pero siem­pre man­tu­vie­ron rela­cio­nes polí­ti­cas semi­clan­des­ti­nas o clan­des­ti­nas con anti­guos com­pa­ñe­ros de la Liga de los Comu­nis­tas y con otros muchos gru­pos orga­ni­za­dos de for­ma clan­des­ti­na o ale­gal, semi­se­cre­ta, y siem­pre admi­ra­ron la cohe­ren­cia orga­ni­za­ti­va y vital de Blan­qui, aun­que dis­cre­pa­ban de su des­pre­cio de la lucha de masas. Más aún, varias veces reco­no­cen en su corres­pon­den­cia que for­ma­ban una espe­cie de gru­po, de mini­or­ga­ni­za­ción, que defen­día las ideas revo­lu­cio­na­rias den­tro de las gran­des orga­ni­za­cio­nes abier­tas, lega­les y has­ta electoralistas.

O sea, en la deci­si­va prác­ti­ca coti­dia­na, ambos revo­lu­cio­na­rios ape­nas deja­ron de estar inte­gra­dos de algún modo con for­mas orga­ni­za­ti­vas espe­cí­fi­cas, más o menos peque­ñas pero muy cons­cien­tes y muy pre­pa­ra­das teó­ri­ca­men­te. For­mas orga­ni­za­ti­vas que las poli­cías inten­ta­ban des­man­te­lar o neu­tra­li­zar, para lo cual no duda­ban en infil­trar poli­cías en la mis­ma casa de la fami­lia Marx. Por su par­te, Engels man­te­nía rela­cio­nes con la resis­ten­cia arma­da irlan­de­sa en Ingla­te­rra, lo que le obli­ga­ba a actuar con mucha cau­te­la. Gra­cias a la serie­dad orga­ni­za­ti­va, pudie­ron, por ejem­plo, ayu­dar muy efi­caz­men­te pasan­do de mane­ra clan­des­ti­na pasa­por­tes bri­tá­ni­cos a París sal­van­do la vida de revo­lu­cio­na­rios que iban a ser fusi­la­dos en 1871. Sin una orga­ni­za­ción segu­ra, efi­cien­te y pre­pa­ra­da, lo que requie­re tiem­po y teo­ría, nun­ca lo hubie­ran logra­do, del mis­mo modo que tam­po­co hubie­ran podi­do extraer de Ber­lín infor­ma­ción muy con­fi­den­cial e impor­tan­te y pasar­la a los revo­lu­cio­na­rios parisinos.

Estos y otros ejem­plos mues­tran que Marx y Engels nun­ca nega­ron el papel de la orga­ni­za­ción, y siem­pre exi­gie­ron que los miem­bros de estas tuvie­ran espí­ri­tu crí­ti­co y auto­crí­ti­co, que no fue­ran sumi­dos a los diri­gen­tes, que no ido­la­tra­ran la auto­ri­dad inter­na. Com­pren­die­ron en 1850 que la bur­gue­sía había supe­ra­do la cri­sis de 1848 – 1849 y que las luchas ten­de­rían a la baja, sien­do más fácil­men­te inte­gra­das por la bur­gue­sía has­ta que no esta­lla­se otra cri­sis eco­nó­mi­ca y polí­ti­ca que recu­pe­ra­ra la con­cien­cia de las masas. Y se dedi­ca­ron con férrea deter­mi­na­ción mili­tan­te, sis­te­má­ti­ca y muy exi­gen­te, al estu­dio del capi­ta­lis­mo, a la ela­bo­ra­ción teó­ri­ca y a la difu­sión lo más masi­va y peda­gó­gi­ca de sus des­cu­bri­mien­tos teó­ri­cos y tesis polí­ti­cas entre las cla­ses explo­ta­das. Con esto ade­lan­ta­ban una de las supues­tas «inven­cio­nes» de Lenin: uno de los obje­ti­vos de la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria es la de man­te­ner viva y actua­li­za­da la teo­ría mar­xis­ta sobre todo en los momen­tos de «paz social», de «nor­ma­li­dad», cuan­do pare­ce que ha ven­ci­do el capi­ta­lis­mo y que has­ta ha «des­apa­re­ci­do la lucha de cla­ses», por­que tar­de o tem­prano, aun­que inevi­ta­ble­men­te, vol­ve­rán a esta­llar cri­sis socio­eco­nó­mi­cas y polí­ti­cas, cri­sis que faci­li­ta­rán la recu­pe­ra­ción de la lucha de cla­ses. En esos momen­tos, inclu­so antes, la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria tie­ne que tener ya pre­pa­ra­da a su mili­tan­cia para que sea la pri­me­ra en dar res­pues­tas, en expli­car el por qué de las cri­sis y sus res­pon­sa­bles y en pro­po­ner solu­cio­nes, en suma, una mili­tan­cia que vaya en la prác­ti­ca un poco por delan­te del nivel medio de con­cien­cia de las masas explo­ta­das, y que vaya tam­bién algo más ade­lan­te que estas en el nivel de for­ma­ción teó­ri­ca y pers­pec­ti­va his­tó­ri­co-polí­ti­ca, o sea, que sea en ver­dad una van­guar­dia que ilu­mi­na el pre­sen­te y el futuro.

Las dife­ren­tes dis­tan­cias de las masas que debe man­te­ner la mili­tan­cia no quie­ren decir que esté «fue­ra» de estas. Otra de las deli­be­ra­das ter­gi­ver­sa­cio­nes que se hacen de Lenin es esta pre­ci­sa­men­te, el sos­te­ner que la orga­ni­za­ción de van­guar­dia ha de actuar al mar­gen, por enci­ma y des­de el exte­rior a las masas. Lenin ni nin­gún mar­xis­ta han dicho esto nun­ca, siem­pre han man­te­ni­do que la lucha de cla­ses es una tota­li­dad en la que la mili­tan­cia ha de actuar inser­ta como «el pez en el agua», al decir de Mao, vivien­do con y entre las cla­ses explo­ta­das, pero sabien­do apli­car las tác­ti­cas ade­cua­das a casa situa­ción, no con­fun­dién­do­las ni mez­clán­do­las, y sabien­do que el mejor méto­do con­cien­cia­dor es la peda­go­gía del ejem­plo prác­ti­co, al decir del Che. La mili­tan­cia ha de saber que no pue­de apli­car la mis­ma inten­si­dad y exi­gir el mis­mo esfuer­zo a una asam­blea de barrio, de fábri­ca, etcé­te­ra, en la que par­ti­ci­pan muchos sec­to­res con gran­des des­ni­ve­les inter­nos, que a un colec­ti­vo de lucha cul­tu­ral pro­gre­sis­ta, a una aso­cia­ción por los dere­chos huma­nos, a un gru­po de tra­ba­ja­do­res sin­di­ca­dos que quie­ren ser admi­ti­dos en la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria, y un lar­go etcétera.

Marx y Engels eran muy cons­cien­tes de los des­ni­ve­les entre las masas explo­ta­das y por eso simul­ta­nea­ban varios méto­dos de con­cien­cia­ción y de ense­ñan­za para faci­li­tar la rápi­da difu­sión del socia­lis­mo. Unas veces escri­bían tex­tos muy sen­ci­llos y cor­tos; otras, bri­llan­tes aná­li­sis coyun­tu­ra­les de fácil com­pren­sión y difu­sión; no fal­ta­ba una exten­sa corres­pon­den­cia epis­to­lar con muchos gru­pos y per­so­nas que faci­li­ta­ba la difu­sión de sus ideas, sin olvi­dar­nos de los den­sos, lar­gos y rigu­ro­sos tex­tos de la crí­ti­ca teó­ri­ca del capi­tal, e inten­ta­ban que inclu­so estos impres­cin­di­bles estu­dios pudie­ran ser asi­mi­la­dos por las masas aun­que reco­no­cían las difi­cul­ta­des. La bur­gue­sía euro­pea temía esta mul­ti­pli­ci­dad de méto­dos y hacía lo impo­si­ble por impe­dir­lo, como era estor­ban­do lo más posi­ble las edi­cio­nes de El Capital.

La teo­ría bol­che­vi­que de la orga­ni­za­ción lle­vó todas estas lec­cio­nes pre­vias a un gra­do supe­rior debi­do tan­to a las con­di­cio­nes repre­si­vas en Rusia como a su com­ple­ji­dad inter­na, el hecho de que con­vi­vie­ra un peque­ño núcleo pro­le­ta­rio muy moder­ni­za­do en medio de una enor­me masa cam­pe­si­na que jus­to aca­ba­ba de salir de la ser­vi­dum­bre, pero que toda­vía esta­ba mina­da por el anal­fa­be­tis­mo, todo ello en un impre­sio­nan­te mosai­co de nacio­nes y pue­blos opri­mi­dos, de cul­tu­ras muy dife­ren­cia­das en su gra­do de evo­lu­ción, reli­gión y creen­cias, etcétera.

Y sobre todo ter­mi­nó de dar cohe­ren­cia éti­ca a una reali­dad que se iba vien­do en la expe­rien­cia euro­pea en gene­ral, pero que en las con­di­cio­nes rusas adqui­ría una gra­ve­dad deci­si­va: sin una rela­ción per­ma­nen­te y direc­ta con las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias que apor­ta­ban una teo­ría polí­ti­ca pre­ci­sa, las masas explo­ta­das, aban­do­na­das a su situa­ción, no podían ape­nas supe­rar el nivel de la mera con­cien­cia refor­mis­ta, de la lucha por la refor­ma sala­rial y por algún dere­cho ele­men­tal y bási­co, pero nada más. Es cier­to que sec­to­res muy con­cre­tos de las cla­ses explo­ta­das pue­den avan­zar a una teo­ría polí­ti­ca que demues­tre la nece­si­dad de orien­tar todas las luchas con­cre­tas hacia la toma del poder, hacia la des­truc­ción del Esta­do bur­gués y la crea­ción del Esta­do obre­ro. Pero la his­to­ria mues­tra que estos gru­pos son redu­ci­dos, y que la mayo­ría de las cla­ses explo­ta­das pue­den dar una gran bata­lla espon­tá­nea, dura inclu­so, pero que más tem­prano que tar­de esa espon­ta­nei­dad se dilu­ye en la pasi­vi­dad y has­ta en el derrotismo.

La teo­ría bol­che­vi­que de la orga­ni­za­ción reto­ma aquí la expe­rien­cia ante­rior y demues­tra que la van­guar­dia comu­nis­ta debe apor­tar una teo­ría polí­ti­ca revo­lu­cio­na­ria que se ha for­ma­do como teo­ría polí­ti­ca, «fue­ra» de la limi­ta­da con­cien­cia eco­no­mi­cis­ta, refor­mis­ta y espon­ta­neís­ta de las masas, pero a la vez, dia­léc­ti­ca­men­te, «den­tro» de la tota­li­dad del movi­mien­to obre­ro y popu­lar. Se está «fue­ra» de la ideo­lo­gía eco­no­mi­cis­ta por­que ésta es supe­ra­da, cri­ti­ca­da por la teo­ría polí­ti­ca que demues­tra que la lucha obre­ra y popu­lar ha de supe­rar el res­trin­gi­do mar­co de la fábri­ca para diri­gir­se deci­di­da­men­te a la toma del poder polí­ti­co. Está, por ello, «fue­ra» de la con­cien­cia espon­tá­nea de las masas, pero a la vez, por cuan­to es una visión teó­ri­ca pro­fun­da, está «den­tro» del movi­mien­to obre­ro y popu­lar en su conjunto.

La vul­gar crí­ti­ca a Lenin en el sen­ti­do de que des­pre­cia­ba a las masas, de que defen­día una éli­te diri­gis­ta exte­rior, una espe­cie de nue­vos Ilu­mi­na­ti, esta crí­ti­ca sim­ple­men­te igno­ra o ter­gi­ver­sa la dia­léc­ti­ca de la tota­li­dad capi­ta­lis­ta y de sus par­tes inter­nas. La teo­ría de la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria se sus­ten­ta pre­ci­sa­men­te en esta dia­léc­ti­ca que le per­mi­te inter­ve­nir de los diver­sos nive­les des­igua­les de con­cien­cia y de lucha, apor­tan­do una visión com­bi­na­da de la lucha socia­lis­ta. Esta pre­ci­sión es bási­ca para com­pren­der la nece­si­dad de la orga­ni­za­ción como fuer­za prác­ti­ca y teó­ri­ca inter­na al pue­blo tra­ba­ja­dor, incrus­ta­da en sus entra­ñas pero que des­de ese inte­rior rea­li­za una apor­ta­ción deci­si­va que supera las limi­ta­cio­nes refor­mis­tas y eco­no­mi­cis­tas, o a lo sumo espon­tá­neas, de las masas explotadas.

En las nacio­nes opri­mi­das, como la vas­ca, la nece­si­dad de la orga­ni­za­ción se refuer­za por­que el Esta­do ocu­pan­te aña­de un com­po­nen­te espe­cí­fi­co que no exis­te en un pue­blo libre: la nega­ción de la iden­ti­dad nacio­nal y la impo­si­ción de otra dife­ren­te. Seme­jan­te reali­dad coti­dia­na hace que el deno­mi­na­do «fac­tor sub­je­ti­vo» adquie­ra una impor­tan­cia cua­li­ta­ti­va­men­te dife­ren­te, lo que a su vez reper­cu­te en la teo­ría y en la prác­ti­ca de la orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria. En un pue­blo opri­mi­do nacio­nal­men­te, el Esta­do ocu­pan­te inter­vie­ne con todos los recur­sos dis­po­ni­bles, de for­ma abier­ta u ocul­ta, y tam­bién abier­ta y ocul­ta a la vez, en todo momen­to. La orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria ha de ser cons­cien­te de esta per­ma­nen­te opre­sión esta­tal, múl­ti­ple, varia­da y poli­fa­cé­ti­ca, pero inter­re­la­cio­na­da y cen­tra­li­za­da por el Esta­do ocu­pan­te, no sólo por la bur­gue­sía autóctona.

Por últi­mo, lo ante­rior nos con­du­ce a una cues­tión urgen­te ante la que las orga­ni­za­cio­nes, las que fue­ran, deben redo­blar sus esfuer­zos. Habla­mos de la lucha sis­te­má­ti­ca e impla­ca­ble con­tra el uni­ver­so com­pues­to por la alie­na­ción, la reifi­ca­ción y el feti­chis­mo, que no pode­mos expo­ner aho­ra en deta­lle, pero que es uno de los más demo­le­do­res medios de desin­te­gra­ción de la con­cien­cia huma­na para reba­jar­la al ran­go de pasi­vi­dad sumi­sa y súb­di­ta. La lucha con­tra la alie­na­ción no pue­de ser deja­da sólo en manos de la lucha cul­tu­ral, polí­ti­ca, eco­nó­mi­ca, etcé­te­ra, que son nece­sa­rias en sí mis­mas. La expe­rien­cia mues­tra que cada vez más la alie­na­ción cre­ce impul­sa­da por el Esta­do bur­gués, ade­más de por las cau­sas endó­ge­nas inhe­ren­tes al capi­ta­lis­mo. Y cuan­to el Esta­do inter­vie­ne, las cla­ses explo­tas y las nacio­nes opri­mi­das deben per­fec­cio­nar al máxi­mo sus sis­te­mas orga­ni­za­ti­vos, diver­si­fi­car­los y rami­fi­car­los, exten­der­los por la socie­dad ente­ra. Si siem­pre la lucha con­tra la alie­na­ción ha nece­si­ta­do de la pra­xis colec­ti­va orga­ni­za­da, aho­ra, en el capi­ta­lis­mo actual, tal nece­si­dad es impe­rio­sa, urgen­te y deci­si­va, por lo que la teo­ría de la orga­ni­za­ción de van­guar­dia ha de asu­mir como vital este nue­vo cam­po de batalla.

Hablan­do de Eus­kal Herria, hablas de «fases», esas fases son unas eta­pas definidas?

La tesis de las fases revo­lu­cio­na­rias es muy peli­gro­sa si no se inter­pre­ta dia­léc­ti­ca­men­te, es decir, si no deja­mos cla­ro que se tra­ta de un pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio per­ma­nen­te, que sin embar­go sufre avan­ces y retro­ce­sos, deten­cio­nes y derro­tas. Ya hemos habla­do de este tema en la res­pues­ta a la pre­gun­ta ante­rior sobre el comu­nis­mo, pero aho­ra vuel­vo sobre lo mis­mo en el plano espe­cí­fi­co de Eus­kal Herria por­que ade­más pre­gun­táis si esas fases son «eta­pas defi­ni­das». Las fase en un pro­ce­so nun­ca pue­de ser «eta­pas defi­ni­das» si no es a gran­des ras­gos, en un pri­mer momen­to, y si no somos capa­ces de des­cu­brir el sur­gi­mien­to de lo nue­vo, que mar­ca el sal­to a otra fase. En la lucha de libe­ra­ción nacio­nal de cla­se y anti­pa­triar­cal, como la nues­tra, el pun­to crí­ti­co que deli­mi­ta el sal­to de una fase a otra es la cues­tión del poder: ¿hemos aumen­ta­do el poder del pue­blo en temas con­cre­tos y fac­ti­bles median­te el ascen­so de la fase ante­rior a la nue­va, o no, o inclu­so hemos retro­ce­di­do, hemos per­di­do poder popular?

Des­de una pers­pec­ti­va refor­mis­ta pue­de creer­se que el pun­to cen­tral que defi­ne el sal­to de una fase a otra es la acu­mu­la­ción cuan­ti­ta­ti­va de votos y de repre­sen­ta­ti­vi­dad par­la­men­ta­ria. Pero, como siem­pre, el refor­mis­mo se equi­vo­ca por­que el sis­te­ma capi­ta­lis­ta es per­fec­ta­men­te capaz de anu­lar o inte­grar el aumen­to cuan­ti­ta­ti­vo en votos y la acción par­la­men­ta­ris­ta si ambos no están inser­tos en una polí­ti­ca gene­ral des­ti­na­da a aumen­tar el poder popu­lar en la prác­ti­ca, en la calle, en las fábri­cas, ayun­ta­mien­tos, escue­las… Ten­ga­mos en cuen­ta que el sis­te­ma par­la­men­ta­rio elec­to­ra­lis­ta es una inven­ción de la demo­cra­cia bur­gue­sa. Es ver­dad que el capi­tal ha teni­do que ceder al pue­blo dere­chos demo­crá­ti­cos ele­men­ta­les debi­do a las luchas de éste, y nun­ca por volun­tad bur­gue­sa, y es ver­dad que la demo­cra­cia capi­ta­lis­ta abre más posi­bi­li­da­des de acción polí­ti­ca que las dic­ta­du­ras, pero sien­do esto cier­to, tam­bién lo es que la cla­se domi­nan­te ha desa­rro­lla­do otros ins­tru­men­tos pro­pios, exclu­si­vos de ella, que anu­lan los dere­chos que no ha teni­do más reme­dio que con­ce­der, de modo que sigue hacien­do lo que le da la gana en las cues­tio­nes deci­si­vas para ella.

Des­de una polí­ti­ca revo­lu­cio­na­ria lo que defi­ne el paso de una fase a otra es la amplia­ción del poder popu­lar en el área con­cre­ta de que hable­mos, tan­to en una asam­blea veci­nal, en una escue­la, en una fábri­ca o en la socie­dad en su con­jun­to. Nun­ca debe­mos olvi­dar la diná­mi­ca que engar­za como fases de un pro­ce­so al con­tra­po­der con el poder popu­lar pasan­do por el doble poder. Esta diná­mi­ca que vive en cada lucha con­tra una opre­sión par­ti­cu­lar por des­aper­ci­bi­da que pase, sea opre­sión a nivel intra­fa­mi­liar y coti­diano, u opre­sión ya sobre el pue­blo ente­ro, pasan­do por todas las inter­me­dias. Hemos habla­do varias veces sobre qué es el con­tra­po­der, el doble poder y el poder popu­lar, y aho­ra no vamos a repetirnos.

Por tan­to, defi­ni­mos las fases en la lucha de libe­ra­ción como los perío­dos que van entre avan­ce cua­li­ta­ti­vo en el aumen­to del poder prác­ti­co del inde­pen­den­tis­mo socia­lis­ta. Sabe­mos que duran­te tiem­po ten­dre­mos que mal­vi­vir den­tro de la domi­na­ción fran­co-espa­ño­la y bajo la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta, pero tam­bién sabe­mos que den­tro de esta reali­dad pode­mos y debe­mos ir cons­tru­yen­do peque­ños islo­tes de con­tra­po­der popu­lar, de movi­mien­tos, de auto­or­ga­ni­za­cio­nes rela­ti­va­men­te asen­ta­das que no actúen sólo a la defen­si­va sino a la ofen­si­va, que ade­más de dete­ner y hacer retro­ce­der pla­nes con­cre­tos de la bur­gue­sía tam­bién y sobre todo logre avan­ces demo­crá­ti­co-radi­ca­les que actúen a su vez como deto­nan­tes de otras luchas más atre­vi­das, exten­sas e intensas.

Son fases, por ejem­plo, las que se man­tie­nen median­te las luchas muni­ci­pa­les y fora­les allí don­de el inde­pen­den­tis­mo tie­ne fuer­za sufi­cien­te como para impo­ner pro­gra­mas inser­tos en la pers­pec­ti­va de cons­truc­ción nacio­nal. Pero estas fases depen­den de los ciclos elec­to­ra­les impues­tos por el Esta­do espa­ñol y fran­cés, lo que indi­ca que al aca­bar­se pode­mos per­der esas con­quis­tas, o sea, que como en todo son fases rever­si­bles, abier­tas a la posi­bi­li­dad de la derro­ta y del retroceso.

Pero hay fases más amplias y pro­lon­ga­das, las que depen­den de gran­des avan­ces cua­li­ta­ti­vos en los dere­chos y liber­ta­des de la nación vas­ca en gene­ral, y de la «nación tra­ba­ja­do­ra» vas­ca en con­cre­to. Por ejem­plo, un avan­ce que debie­ra seguir al de las ins­ti­tu­cio­nes «meno­res» e «inter­me­dias», a los ayun­ta­mien­tos y dipu­tacio­nes, es el de las ins­ti­tu­cio­nes «mayo­res» como el gobierno vas­co, y sobre todo del poder ins­ti­tu­cio­nal impres­cin­di­ble: el Esta­do inde­pen­dien­te. Son fases que, como todas, se irían con­quis­tan­do en la medi­da en que avan­ce­mos en la pose­sión de los pode­res que esas ins­ti­tu­cio­nes tie­nen. Pero son por eso mis­mo fases y pode­res muy ines­ta­bles e inse­gu­ros ya que, en últi­ma ins­tan­cia, corres­pon­den a ins­ti­tu­cio­nes depen­dien­tes de los Esta­dos opre­so­res e inte­gra­dos en su orden mate­rial y sim­bó­li­co, es decir, que com­po­nen­tes de la estruc­tu­ra de opre­sión nacional.

Los ver­da­de­ros avan­ces cua­li­ta­ti­vos deben medir­se por el aumen­to del poder inde­pen­dien­te del pue­blo tra­ba­ja­dor vas­co, es decir, son los sal­tos en las fases de cons­ti­tu­ción de la «nación tra­ba­ja­do­ra» vas­ca que tam­bién ha de recu­rrir a las ins­ti­tu­cio­nes bur­gue­sas y extran­je­ras, pero usán­do­las en su pro­ve­cho y no deján­do­se absor­ber por ellas. Por ejem­plo, las fases de cons­truc­ción del poder popu­lar que se auto­or­ga­ni­ce fue­ra de las ins­ti­tu­cio­nes ofi­cia­les que se vayan con­quis­tan­do como garan­tía exter­na e irre­duc­ti­ble, y que más ade­lan­te exis­ta sobre todo fue­ra del Esta­do vas­co como ins­tru­men­to, arma y garan­tía del pue­blo tra­ba­ja­dor para impe­dir la ten­den­cia obje­ti­va a su dege­ne­ra­ción burocrática.

En reali­dad, no exis­te nin­gún avan­ce cua­li­ta­ti­vo irre­ver­si­ble, ni siquie­ra el de la inde­pen­den­cia nacio­nal con un fuer­te con­te­ni­do socia­lis­ta es irre­ver­si­ble por­que todo lo social está suje­to al des­en­la­ce de la per­ma­nen­te lucha de cla­ses, al menos has­ta que estas des­apa­rez­can ade­más de en su reali­dad mate­rial sobre todo y fun­da­men­tal­men­te en el com­po­nen­te irra­cio­nal de la estruc­tu­ra psí­qui­ca huma­na. Debe­mos tener esta cer­ti­dum­bre para no repro­du­cir los garra­fa­les erro­res del deter­mi­nis­mo meca­ni­cis­ta, que han lle­va­do a muchos pue­blos a dor­mir­se en los lau­re­les de lo ya con­quis­ta­do, cre­yén­do­se defi­ni­ti­va­men­te a sal­vo del mons­truo capitalista.

Igual­men­te al hablar de Eus­kal Herria hablas de la nece­si­dad de la Revo­lu­ción Demo­crá­ti­ca Nacio­nal. ¿Nos lo pue­des precisar?

Yo no hablo de una Revo­lu­ción Demo­crá­ti­co Nacio­nal, yo he fir­ma­do un tex­to con otra per­so­na en el que se habla de ese con­cep­to y en un tex­to fir­ma­do por mí se reco­no­ce que algu­nos deno­mi­nan a la fase actual de la lucha de libe­ra­ción como Revo­lu­ción Demo­crá­ti­co Nacio­nal. Sobre este par­ti­cu­lar ten­go que decir tres cosas. La pri­me­ra es que exis­te en algu­nos ámbi­tos la cos­tum­bre de uti­li­zar con­cep­tos sin tener en cuen­ta su ori­gen y su con­te­ni­do y car­ga teó­ri­ca, es decir, sin parar­se a pen­sar quie­nes los ela­bo­ra­ron, en qué con­tex­to y para qué obje­ti­vos. Podría­mos exten­der­nos en ejem­plos de tér­mi­nos que se usan sin ade­cua­ción crí­ti­ca algu­na muy recien­te­men­te en sec­to­res de la izquier­da aber­tza­le ‑usar la tesis eco­nó­mi­co-bur­gue­sa de los tres sec­to­res idea­da por C. Clark en 1940; usar el con­cep­to neo­li­be­ral de capi­tal humano idea­do entre 1950 – 1960 por T. Schultz y G. Bec­ker; reac­ti­var el tér­mino aris­to­té­li­co de auto­ri­dad y el bíbli­co de jerar­quía, etcé­te­ra- , y que por ello mis­mo for­ta­le­cen sin que­rer­lo la ideo­lo­gía burguesa.

Lo segun­do es que los ejem­plos son inaca­ba­bles. Una vez que rom­pe­mos la pra­xis entre el rigor polí­ti­co y el rigor teó­ri­co, sepa­ran­do y has­ta enfren­tan­do la reali­dad con las pala­bras, enton­ces empe­za­mos a des­li­zar­nos sin que­rer­lo por la cues­ta aba­jo de la acep­ta­ción de la ideo­lo­gía domi­nan­te. Esto es debi­do a que pen­sa­mos con con­cep­tos que son los enla­ces que nos expli­can cómo se rela­cio­nan en la reali­dad obje­ti­va los dife­ren­tes pro­ce­sos en per­ma­nen­te inter­ac­ción, cho­que mutuo y com­ple­ji­za­ción cre­cien­te. Si deja­mos de usar los con­cep­tos cien­tí­fi­cos y las cate­go­rías filo­só­fi­cas que nos remi­ten una y otra vez a las con­tra­dic­cio­nes irre­con­ci­lia­bles que defi­nen la esen­cia del capi­ta­lis­mo, y pasa­mos a usar otros que sólo refle­jan algu­nos de sus aspec­tos for­ma­les, pre­ci­sa­men­te los menos duros y los más acep­ta­bles por la ideo­lo­gía bur­gue­sa, si hace­mos esto, más tem­prano que tar­de ter­mi­na­re­mos clau­di­can­do ante la sín­te­sis social domi­nan­te. Una vez rota la uni­dad de la pra­xis, se ini­cia la caí­da en el orden del capital.

Y lo ter­ce­ro es que en el caso con­cre­to de la tesis sobre la Revo­lu­ción Demo­crá­ti­co Nacio­nal hay que ser espe­cial­men­te exi­gen­tes por­que fue crea­da para la lucha de libe­ra­ción en Chi­na, con un cam­pe­si­na­do que supo­nía en 1949 nada menos que el 90% de la eco­no­mía en sí, con una base indus­trial muy redu­ci­da, como indi­ca el pro­pio Mao. Lue­go, este con­cep­to se ha emplea­do en otras luchas en socie­da­des mayo­ri­ta­ria­men­te cam­pe­si­nas y sobre todo sin la his­to­ria espe­cí­fi­ca­men­te capi­ta­lis­ta que mar­ca la his­to­ria vas­ca des­de el siglo XV, como míni­mo, y nues­tro pre­sen­te. Corre­mos el ries­go de tras­plan­tar incons­cien­te­men­te, con mucha lige­re­za, a la Eus­kal Herria actual una visión euro­cén­tri­ca de las luchas en Chi­na, Perú, Méxi­co e inclu­so en momen­tos en Cuba, por citar algu­nos casos.

En el fon­do, de lo que se está hablan­do es de la polí­ti­ca de alian­zas, un pro­ble­ma clá­si­co que apa­re­ce ya expues­to de for­ma rigu­ro­sa en el Mani­fies­to del Par­ti­do Comu­nis­ta des­de su pri­me­ra edi­ción en 1848. Lue­go, sus auto­res inten­ta­ban con­tex­tua­li­zar la obra cada vez que se edi­ta­ba de nue­vo, actua­li­zan­do sus par­tes deci­si­vas en la medi­da de lo posi­ble, pres­tan­do espe­cial aten­ción a la ade­cua­ción de la polí­ti­ca de alian­zas tenien­do en cuen­ta los cam­bios espa­cio-tem­po­ra­les que se pro­du­cían. Este prin­ci­pio bási­co del mar­xis­mo ‑el aná­li­sis con­cre­to de la reali­dad con­cre­ta, al decir de Lenin- , y del méto­do de pen­sa­mien­to cien­tí­fi­co-crí­ti­co en sí, es arrin­co­na­do cuan­do la polí­ti­ca de alian­zas se jus­ti­fi­ca no con con­cep­tos ade­cua­dos al pre­sen­te de cada país, sino con inter­pre­ta­cio­nes abs­trac­tas de reali­da­des muy dis­tan­tes en el tiem­po y en el espacio.

No estoy con­tra el con­cep­to en sí, por­que antes de tomar pos­tu­ra debo ana­li­zar­lo y ubi­car­lo, y toda­vía no lo he hecho de for­ma defi­ni­ti­va. Sí estoy en con­tra de la toda lige­re­za en este sentido.

¿Se pue­de avan­zar al socia­lis­mo a par­tir de espa­cios de poder ins­ti­tu­cio­nal? ¿Qué papel juga­rían los movi­mien­tos populares?

Los espa­cios de poder ins­ti­tu­cio­nal hoy exis­ten­tes están mina­dos por la con­tra­dic­ción que reco­rre a la demo­cra­cia bur­gue­sa extre­ma­da­men­te debi­li­ta­da que pade­ce­mos, y que cada día está más gol­pea­da por la mis­ma bur­gue­sía. Esta con­tra­dic­ción con­sis­te en que, por un lado, todo poder ins­ti­tu­cio­nal per­te­ne­ce al capi­tal y a su Esta­do, es una ema­na­ción con­cre­ta del poder del capi­tal, un ten­tácu­lo suyo. Pero por otro lado, la bur­gue­sía tuvo que ceder algu­nas refor­mas, hacer algu­nas con­ce­sio­nes, abrir espa­cios de poder muy res­trin­gi­do a la par­ti­ci­pa­ción de las masas, debi­do al empu­je de éstas. Sobre esto ya hemos dicho algo arriba.

Debe­mos ahon­dar esa con­tra­dic­ción, debe­mos lle­var­la a su lími­te inso­por­ta­ble para mos­trar a los sec­to­res popu­la­res menos con­cien­cia­dos, más ata­dos al refor­mis­mo inhe­ren­te a la visión eco­no­mi­cis­ta, que tar­de o tem­prano cho­ca­re­mos con la opo­si­ción bur­gue­sa, que se hará tan­to más sal­va­je con­for­me avan­ce­mos hacia nues­tros obje­ti­vos. Si nos fija­mos en la his­to­ria de la lucha de cla­ses, la creen­cia de que el socia­lis­mo se podía ir cons­tru­yen­do pau­la­ti­na­men­te den­tro del capi­ta­lis­mo has­ta ter­mi­nar des­bor­dán­do­lo de for­ma pací­fi­ca y «orde­na­da», sin vio­len­cias, está pre­sen­te en dos de las tres gran­des corrien­tes inter­nas de la social­de­mo­cra­cia des­de fina­les del siglo XIX: la del refor­mis­mo noto­rio y públi­co, repre­sen­ta­da por Berns­tein, y la del refor­mis­mo ocul­to y disi­mu­la­do, repre­sen­ta­da por Kautsky algo más tarde.

Una tesis que lle­gó a uni­fi­car­les era pre­ci­sa­men­te la de que los peque­ños aumen­tos cuan­ti­ta­ti­vos en votos, en pre­sen­cia elec­to­ral e ins­ti­tu­cio­nal, en nor­ma­li­za­ción civil, en pre­sen­cia corrien­te en la vida cul­tu­ral y social tras una tem­po­ra­da de ile­ga­li­za­ción y repre­sión, de gran­des movi­li­za­cio­nes pací­fi­cas y res­pe­tuo­sas con la ley bur­gue­sa, de pre­sión eco­no­mi­cis­ta y refor­mis­ta sin­di­cal exclu­si­va­men­te por los cana­les lega­les, estos y otros «peque­ños avan­ces tác­ti­cos» iban acer­can­do el socia­lis­mo. Según esta tesis el aumen­to en fuer­za polí­ti­ca ins­ti­tu­cio­nal y de masas ter­mi­na­ría por con­ven­cer a la cla­se explo­ta­do­ra de que debía resig­nar­se al avan­ce de la mayo­ría, ini­cian­do un pro­ce­so polí­ti­co de cesión orde­na­da de su poder esta­tal que iría pasan­do pau­la­ti­na­men­te al pro­le­ta­ria­do. Lle­ga­ría así de mane­ra casi imper­cep­ti­ble el momen­to en el que el socia­lis­mo domi­na­ría sobre el capitalismo.

Este esque­ma se rom­pía direc­ta­men­te con cua­tro fun­da­men­tos clá­si­cos del mar­xis­mo: uno, con la teo­ría de la explo­ta­ción asa­la­ria­da, de la plus­va­lía, de la ley del valor, etcé­te­ra, acep­tán­do­se los prin­ci­pios de la eco­no­mía neo­clá­si­ca o mar­gi­na­lis­ta, de la que más tar­de sur­gi­ría el actual neo­li­be­ra­lis­mo. Dos, la teo­ría del Esta­do como ins­tru­men­to de explo­ta­ción de una cla­se por otra, como ins­tru­men­to de terror bur­gués y como pie­za cla­ve en y para la eco­no­mía capi­ta­lis­ta, impo­nién­do­se la creen­cia de que el Esta­do es un ins­tru­men­to neu­tral o al menos, de que pue­de acep­tar pací­fi­ca­men­te las rei­vin­di­ca­cio­nes radi­ca­les del pue­blo. Tres, la teo­ría mar­xis­ta del cono­ci­mien­to, la dia­léc­ti­ca mate­ria­lis­ta que insis­te en la uni­dad y lucha per­ma­nen­te de los con­tra­rios anta­gó­ni­cos, acep­tán­do­se varian­tes del kan­tis­mo, que mini­mi­za la dia­léc­ti­ca o la nie­ga. Y cua­tro, la éti­ca mar­xis­ta que reco­no­ce el dere­cho a la resis­ten­cia a la opre­sión, acep­tán­do­se varian­tes de la éti­ca kan­tia­na que recha­za abier­ta o indi­rec­ta­men­te este dere­cho elemental.

De algu­na for­ma, las cua­tro rup­tu­ras entre mar­xis­mo y refor­mis­mo seña­lan pun­tos de acep­ta­ción del gra­dua­lis­mo meca­ni­cis­ta que cree que el socia­lis­mo pue­de irse cons­tru­yen­do len­ta y pau­sa­da­men­te den­tro del capi­ta­lis­mo, has­ta que se impon­ga pací­fi­ca­men­te. Sin embar­go esto es impo­si­ble, aun­que en la teo­ría mar­xis­ta se reco­no­ce la remo­ta posi­bi­li­dad en con­di­cio­nes excep­cio­na­les y muy pasa­je­ras de un avan­ce pací­fi­co al socia­lis­mo, esta mis­ma teo­ría sos­tie­ne que la his­to­ria no con­fir­ma esta rare­za, que lo más que pro­ba­ble, casi segu­ro es que la bur­gue­sía resis­ta con una vio­len­cia inhu­ma­na y que por tan­to hay que pre­pa­rar­se para lo peor, sien­do por tan­to nece­sa­rio con­cien­ciar­se de la nece­si­dad de la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, que es lo mis­mo que decir de la nece­si­dad de la demo­cra­cia socia­lis­ta. Más aún, la expe­rien­cia recien­te con­fir­ma la teo­ría mar­xis­ta de la vio­len­cia como par­te­ra de la his­to­ria, par­te­ra del nue­vo modo de pro­duc­ción que se impo­ne sobre el vie­jo, según hemos vis­to al estu­diar las carac­te­rís­ti­cas de los perío­dos de transición.

Des­de esta pers­pec­ti­va rea­lis­ta y cons­cien­te, los movi­mien­tos popu­la­res tie­nen la cuá­dru­ple misión de, pri­me­ro, ayu­dar al pue­blo tra­ba­ja­dor a luchar en todas aque­llas explo­ta­cio­nes e injus­ti­cias que supe­ran los mar­cos labo­ra­les, la explo­ta­ción patriar­co-bur­gue­sa, y la domi­na­ción del poder adul­to, es decir, a exten­der la resis­ten­cia popu­lar en todos los aspec­tos de la vida coti­dia­na que sufren for­mas de explo­ta­ción «exte­rio­res» al movi­mien­to obre­ro, al movi­mien­to femi­nis­ta y al movi­mien­to juve­nil. Por «exte­rio­res» que­re­mos decir opre­sio­nes que se desa­rro­llan «fue­ra» de la fábri­ca, del domi­ci­lio y de tra­ba­jo feme­nino asa­la­ria­do, y de la viven­cia­li­dad juve­nil, pero que a la vez y obli­ga­to­ria­men­te, están den­tro de la tota­li­dad capi­ta­lis­ta, den­tro de la tota­li­dad de la lucha de clases.

Segun­do, orga­ni­zar­se hori­zon­tal y demo­crá­ti­ca­men­te para coor­di­nar todos los movi­mien­tos popu­la­res entre sí, y tam­bién con el movi­mien­to femi­nis­ta, juve­nil y obre­ro. En los pue­blos opri­mi­dos nacio­nal­men­te, el movi­mien­to popu­lar tie­ne la tarea de inser­tar a estas coor­di­na­cio­nes y a las luchas con­cre­tas en las que se des­en­vuel­ve en una visión tota­li­zan­te pero fle­xi­ble de la opre­sión nacio­nal que deter­mi­na el con­te­ni­do y la for­ma de la vida social en su con­jun­to. Esta pers­pec­ti­va nacio­nal la desa­rro­llan las muje­res, la juven­tud, los obre­ros, etcé­te­ra, pero los movi­mien­tos popu­la­res pue­den y deben lle­var­la a todos los rin­co­nes de la vida colec­ti­va e indi­vi­dual, des­de la lucha en los barrios has­ta el urba­nis­mo a gran esca­la, des­de el depor­te veci­nal has­ta una polí­ti­ca de depor­te no mer­can­ti­li­za­do, des­de la lucha con­tra la dro­ga has­ta un sis­te­ma sani­ta­rio públi­co y gra­tui­to, y así un inaca­ba­ble etcétera.

Ter­ce­ro, tie­nen la fun­ción doble de, por un lado, ela­bo­rar alter­na­ti­vas con­cre­tas a sus pro­ble­mas par­tien­do de sus cono­ci­mien­to a pie de calle, de sus expe­rien­cias y de su capa­ci­dad de movi­li­za­ción de los sec­to­res menos con­cien­cia­dos, lo que les obli­ga a man­te­ner una inde­pen­den­cia efec­ti­va con res­pec­to a otras orga­ni­za­cio­nes, espe­cial­men­te con res­pec­to a los gru­púscu­los sec­ta­rios que deli­ran en cons­ti­tuir­se en «par­ti­dos de van­guar­dia» y con res­pec­to a los par­ti­dos diri­gis­tas y más o menos buro­cra­ti­za­dos que tie­nen por su mis­ma con­cep­ción a con­tro­lar las ini­cia­ti­vas de los movi­mien­tos, reba­ján­do­los a sim­ples correas de trans­mi­sión ver­ti­cal de las órde­nes de la cúpu­la buro­crá­ti­ca. Es decir, los movi­mien­tos han de ser una fuer­za anti­bu­ro­crá­ti­ca basa­da en la demo­cra­cia socialista.

Y cuar­to y últi­mo, irse cons­ti­tu­yen­do como embrión del poder popu­lar a par­tir de los con­tra­po­de­res y de las situa­cio­nes de doble poder, de mane­ra que, por un lado, sean capa­ces de movi­li­zar a cre­cien­tes sec­to­res del pue­blo tra­ba­ja­dor alre­de­dor de rei­vin­di­ca­cio­nes con­cre­tas vita­les y, por otro lado, sean capa­ces de movi­li­zar esas masas en los momen­tos crí­ti­cos, cuan­do se ha de sal­tar de una fase de poder con­quis­ta­do ya a otra fase de más poder a pun­to de ser con­quis­ta­do, de mane­ra que sean las más amplias masas de la «nación tra­ba­ja­do­ra» las que inter­ven­gan en la calle. Una de las fina­li­da­des del movi­mien­to popu­lar es, obvia­men­te, la de erra­di­car cual­quier pre­ten­sión bur­gue­sa de reac­ti­var el neo­fas­cis­mo y el fas­cis­mo de masas. Pero estas últi­mas tareas han de con­fluir en otra tan­to o más deci­si­va, crear y ampliar el movi­mien­to popu­lar que esté fue­ra del Esta­do obre­ro y que actúe como garan­te que impi­da su ten­den­cia a la buro­cra­ti­za­ción y que le fuer­ce a seguir con su pro­ce­so de auto­ex­tin­ción. En este sen­ti­do, el movi­mien­to popu­lar es lo mis­mo que el poder sovié­ti­co y con­se­jis­ta en su ámbi­to de la coti­dia­nei­dad del pue­blo trabajador.

¿Hablan­do de la cri­sis capi­ta­lis­ta y el recor­te de con­quis­tas obre­ras y de liber­ta­des, ¿Has­ta don­de crees que va a lle­gar el Esta­do bur­gués y el capi­ta­lis­mo? ¿Crees que hay una sali­da de la cri­sis den­tro del capitalismo?

Sobre la cri­sis capi­ta­lis­ta hay que decir que, como siem­pre, se bene­fi­cian deter­mi­na­das frac­cio­nes del capi­tal, espe­cial­men­te la finan­cie­ro-indus­trial de altas tec­no­lo­gías, como la mili­tar por ejem­plo y otras. Es un error hablar sólo de capi­tal finan­cie­ro. Des­de hace tiem­po y cada vez más las gran­des empre­sas tie­nen sus depar­ta­men­tos finan­cie­ros, sus cone­xio­nes con la gran ban­ca, al igual que los gran­des ban­cos tie­nen sus áreas indus­tria­les y de ser­vi­cios, en las que invier­ten sus capi­ta­les. A gran­des ras­gos, el capi­ta­lis­mo actual está regi­do por una frac­ción finan­cie­ro-indus­trial estre­cha­men­te rela­cio­na­da con la eco­no­mía ile­gal. Este segun­do com­po­nen­te, cada vez más impor­tan­te, no pue­de obviar­se por­que la eco­no­mía ile­gal ‑la eco­no­mía sumer­gi­da, gris, cri­mi­nal, corrup­ta, mafio­sas o como que­ra­mos deno­mi­nar­la- aumen­ta pre­ci­sa­men­te debi­do a las cre­cien­tes difi­cul­ta­des para la obten­ción de beneficio.

A la vez, esta frac­ción finan­cie­ro-indus­trial con rela­cio­nes mafio­sas depen­de de sus res­pec­ti­vos Esta­do-cuna. No es cier­to que todo el capi­tal sea trans­na­cio­nal y sea apá­tri­da. Sien­do cier­to que el mer­ca­do es mun­dial, que la ley del valor-tra­ba­jo fun­cio­na mun­dial­men­te y que las incon­ce­bi­bles masas de capi­tal-fic­ti­cio, dine­ro elec­tró­ni­co, etcé­te­ra, se mue­ven a la velo­ci­dad de la luz por todo el pla­ne­ta, sien­do esto cier­to, sin embar­go todas las bur­gue­sías nece­si­tan de sus res­pec­ti­vos Esta­dos como espa­cios de acu­mu­la­ción segu­ra de par­te de sus ganan­cias. Y las gran­des bur­gue­sías nece­si­tan de sus gran­des Esta­dos, de sus leyes pro­tec­to­ras, de sus ban­cos cen­tra­les, de sus fuer­zas arma­das. La agu­di­za­ción de todas las con­tra­dic­cio­nes que afec­tan al capi­ta­lis­mo hace que las cla­ses domi­nan­tes ade­cuen sus res­pec­ti­vos Esta­dos a las nue­vas circunstancias.

Debía­mos pre­ci­sar estas cues­tio­nes pre­vias para saber a qué están dis­pues­tas las bur­gue­sías en la actua­li­dad. Y están dis­pues­tas prác­ti­ca­men­te a todo, es decir, los Esta­dos impe­ria­lis­tas tie­nen pla­nes actua­li­za­dos para diver­sas gue­rras con las que garan­ti­zar los recur­sos ener­gé­ti­cos cada vez más esca­sos. Ade­más tie­nen pla­nes repre­si­vos actua­li­za­dos para derro­tar las luchas obre­ras y popu­la­res en el cen­tro impe­ria­lis­ta. Tam­po­co les fal­tan pla­nes para idio­ti­zar y alie­nar aún más a sus pue­blos para que apo­yen sus atro­ces polí­ti­cas exter­nas, o para que per­ma­nez­can indi­fe­ren­tes ante pro­ble­mas inhu­ma­nos como el ham­bre y la pobre­za en aumen­to, las enfer­me­da­des en aumen­to, el uso de la comi­da como arma bio­ló­gi­ca de chan­ta­je y opre­sión, etcé­te­ra. Y no debe­mos olvi­dar que tie­nen pla­nes para seguir apo­yan­do a las frac­cio­nes más pode­ro­sas de sus bur­gue­sías a cos­ta de las más débi­les y obso­le­tas, de otras bur­gue­sías y de la huma­ni­dad en su conjunto.

Para todo esto las bur­gue­sías nece­si­tan a sus Esta­dos por­que sólo median­te este ins­tru­men­to pue­den impo­ner su sali­da a la cri­sis actual. ¿Hay por tan­to «sali­da» a la cri­sis? Sí y no. Hay sali­da si se redu­ce la cri­sis a un momen­to pun­tual, rela­ti­va­men­te lar­go, de caí­da de la tasa de bene­fi­cios, de difi­cul­ta­des serias para la acu­mu­la­ción amplia­da, de aumen­to de las ten­sio­nes socia­les y del males­tar en todos los sen­ti­dos, de des­le­gi­ti­ma­ción cre­cien­te del sis­te­ma, etcé­te­ra. Si enten­de­mos esto por cri­sis, y en par­te lo es, enton­ces sí hay sali­da a esta for­ma de defi­nir la cri­sis por­que tar­de o tem­prano la eco­no­mía empe­za­rá a recu­pe­rar­se un poco, sólo un poco, e inme­dia­ta­men­te la pren­sa y el refor­mis­mo gri­ta­rán de con­ten­to dicien­do que ya ger­mi­nan «bro­tes ver­des» y sec­to­res de las cla­ses explo­ta­das se lo cree­rán o por mie­do y egoís­mo, o por can­san­cio, aban­do­na­rán cual­quier lucha, refor­zan­do así al sis­te­ma e insu­flán­do­le un poco de vida.

Esta posi­bi­li­dad es real y no debe­mos des­car­tar­la en abso­lu­to. Una par­te de la izquier­da revo­lu­cio­na­ria ha sido y es catas­tro­fis­ta, ha pen­sa­do y pien­sa que por fin el sis­te­ma ha lle­ga­do a su pun­to de derrum­be inevi­ta­ble. Pero el pro­ble­ma es mucho más gra­ve. El capi­ta­lis­mo no mue­re si no se le mata median­te una tenaz y sos­te­ni­da lucha de cla­ses a nivel mun­dial. Y es aquí en don­de es deci­si­va la segun­da par­te de la res­pues­ta. La cri­sis no tie­ne sali­da si por cri­sis enten­de­mos la con­tra­dic­ción irre­so­lu­ble que mina al capi­ta­lis­mo en su mis­ma esen­cia, en su entra­ña. La cri­sis es el capi­ta­lis­mo en sí, y el capi­ta­lis­mo es la cri­sis en sí, pero de for­ma laten­te, acti­va en su inte­rior pero no visi­ble en su exte­rior más que en sus esta­lli­dos más demoledores.

La bur­gue­sía muy pro­ba­ble­men­te logra­rá con­te­ner duran­te un tiem­po la cri­sis del sis­te­ma en su actual for­ma de expre­sión, pero no logra­rá nun­ca impe­dir defi­ni­ti­va­men­te la reapa­ri­ción de cri­sis cada vez más gra­ves y más dañi­nas, cada vez con menos inter­va­lo entre ellas. Debe­mos uti­li­zar siem­pre esta visión dia­léc­ti­ca de las cri­sis con­cre­tas y de la cri­sis como nece­si­tad obje­ti­va que reapa­re­ce siem­pre, para enten­der la lucha de cla­ses, la impor­tan­cia de las luchas de libe­ra­ción y la impor­tan­cia de la filo­so­fía y la éti­ca mar­xis­tas en la defi­ni­ción del sen­ti­do del ideal de vida como rea­li­za­ción de la pra­xis revolucionaria.

Con el tiem­po, el capi­ta­lis­mo mal­vi­vi­rá en una espe­cie de cri­sis per­ma­nen­te, en la que los Esta­dos acti­va­rán todos sus ins­tru­men­tos de terror, con­trol e inter­ven­ción socio­eco­nó­mi­ca para sal­var su sis­te­ma por­que éste, por sí mis­mo, aban­do­na­do a sus solas fuer­zas eco­nó­mi­cas, ya no podrá exis­tir. La ten­den­cia níti­da y ace­le­ra­da hacia la des­truc­ción de la demo­cra­cia-bur­gue­sa por la pro­pia bur­gue­sía y hacia la ins­tau­ra­ción de regí­me­nes auto­ri­ta­rios, ten­den­cia ya ini­cia­da en la mitad del siglo XIX, va mate­ria­li­zán­do­se debi­do a la impa­ra­ble agu­di­za­ción de las con­tra­dic­cio­nes irre­so­lu­bles del capi­tal. A comien­zos de la déca­da de 1920, Lukács habló de la «actua­li­dad de la revo­lu­ción» como una de las apor­ta­cio­nes deci­si­vas de Lenin y como un prin­ci­pio bási­co para enten­der la teo­ría bol­che­vi­que de la orga­ni­za­ción de van­guar­dia. El siglo casi trans­cu­rri­do des­de enton­ces has­ta aho­ra ha vali­da­do esta tesis ‑y otras en el mis­mo sen­ti­do- que expre­sa­da vul­gar­men­te sos­tie­ne que es urgen­te acti­var las fuer­zas sub­je­ti­vas, la con­cien­cia revo­lu­cio­na­ria orga­ni­za­da en fuer­za mate­rial de masas que actúe como el sepul­tu­re­ro del capital.

El día 29 hay con­vo­ca­da una gre­ba oro­ko­rra en Eus­kal Herria, ¿Pien­sas que Eus­kal Herria esta pre­pa­ra­da para dar­le con­ti­nui­dad a esta pelea y que esta fecha no sea sino el prin­ci­pio de una lucha anti­ca­pi­ta­lis­ta vasca?

Voy a res­pon­der a esta pre­gun­ta desa­rro­llan­do tres pun­tos. El pri­me­ro expli­ca por qué soy más par­ti­da­rio de hablar de lucha de cla­ses socia­lis­ta, que no anti­ca­pi­ta­lis­ta, por­que la lucha socia­lis­ta se rei­vin­di­ca de una tra­di­ción rica y com­ple­ja, con­tra­dic­to­ria, pero muy amplia en mati­ces teó­ri­cos y en pro­pues­tas con­cre­tas que debe­mos recu­pe­rar y ade­cuar. La lucha anti­ca­pi­ta­lis­ta tam­bién tie­ne un pasa­do inclu­so ante­rior a la socia­lis­ta, por ejem­plo el movi­mien­to lud­di­ta inglés y otras luchas socia­les de ini­cios del siglo XIX, pero sin embar­go ado­le­ce de una menor rique­za y ampli­tud pro­gra­má­ti­ca. Pien­so que cuan­do se aban­do­na el nom­bre de socia­lis­mo y se adop­ta el de anti­ca­pi­ta­lis­mo se está pro­du­cien­do un retro­ce­so polí­ti­co y teó­ri­co, al igual que cuan­do se aban­do­na la teo­ría de las cla­ses y se acep­ta la de la ciu­da­da­nía o la mul­ti­tud, o se aban­do­na la polí­ti­ca de alian­zas obre­ra y popu­lar y se cae en el ver­bo­rrea sobre la socie­dad civil, o se des­pre­cia la uni­dad sus­tan­ti­va entre la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do y la demo­cra­cia socia­lis­ta, y entre la dic­ta­du­ra bur­gue­sa y su demo­cra­cia de cla­se y se pasa a hablar de demo­cra­cia en abs­trac­to, o se aban­do­na la dia­léc­ti­ca mate­ria­lis­ta y se retro­ce­de a algu­na for­ma de neo­kan­tis­mo, o se aban­do­na el ateís­mo mili­tan­te y se retro­ce­de al agnos­ti­cis­mo, etcétera.

Me pare­ce que son más que suti­les cam­bios de ter­mi­no­lo­gía para, según dicen, adap­tar­se a las cir­cuns­tan­cias, a los nue­vos tiem­pos, para no asus­tar a las masas, para ser mejor enten­di­do por la supues­ta bur­gue­sía demo­crá­ti­ca, etcé­te­ra. En la mayo­ría de los casos son suti­les e imper­cep­ti­bles cam­bios pos­te­rio­res a un cam­bio ante­rior de prác­ti­ca polí­ti­ca, de estra­te­gia y has­ta de obje­ti­vos. Ocu­rre que no se pue­de man­te­ner por mucho tiem­po la con­tra­dic­ción entre lo que se hace y lo que se dice, entre el giro len­to o rápi­do al refor­mis­mo y el len­gua­je revo­lu­cio­na­rio ante­rior. Este con­tras­te es nega­ti­vo para la acu­mu­la­ción elec­to­ra­lis­ta, para la suma de votos y para ser acep­ta­do en los salo­nes del poder, y como es lógi­co enton­ces se ter­mi­na aban­do­nan­do el rigor teó­ri­co para des­li­zar­se por la faci­lo­na super­fi­cia­li­dad democraticista.

Por rigor teó­ri­co hay que enten­der tam­bién la cohe­ren­cia polí­ti­ca revo­lu­cio­na­ria. Ambas van uni­das en la pra­xis. No pue­de haber rigor teó­ri­co sin cohe­ren­cia revo­lu­cio­na­ria y vice­ver­sa. For­man una uni­dad. Pues bien, en el plano de la teo­ría, el rigor con­sis­te en el uso de con­cep­tos radi­ca­les, los que han pene­tra­do en la esen­cia de la explo­ta­ción y la sacan a la super­fi­cie de la acción revo­lu­cio­na­ria. En el plano de la acción polí­ti­ca, el rigor con­sis­te en la prác­ti­ca de masas del con­te­ni­do revo­lu­cio­na­rio que esos con­cep­tos radi­ca­les sacan a la luz. Cuan­do usa­mos el con­cep­to de explo­ta­ción asa­la­ria­da, de plus­va­lía y de ley del valor-tra­ba­jo, por ejem­plo, deci­mos abier­ta­men­te lucha revo­lu­cio­na­ria de cla­ses, nece­si­dad del con­trol obre­ro y popu­lar, nece­si­dad de recu­pe­rar las fábri­cas cerra­das y de crear coope­ra­ti­vas de pro­duc­ción y de con­su­mo inser­tas en la vida coti­dia­na del pue­blo tra­ba­ja­dor median­te una cone­xión prác­ti­ca dia­ria entre el movi­mien­to obre­ro y los movi­mien­tos popu­la­res, juve­ni­les, femi­nis­tas, etcé­te­ra, y en sín­te­sis, habla­mos del poder popu­lar, de la toma del Esta­do bur­gués, de su pro­fun­da depu­ra­ción y de la crea­ción simul­tá­nea de un Esta­do obre­ro e inde­pen­dien­te, si se tra­ta de una nación tra­ba­ja­do­ra oprimida.

Hemos habla­do arri­ba sobre la impor­tan­cia deci­si­va del rigor teó­ri­co en el uso de los con­cep­tos que deben faci­li­tar­nos la lucha revo­lu­cio­na­ria en un sis­te­ma opa­co y oscu­ro, que invier­te la reali­dad y hace que crea­mos que la cau­sa es el efec­to, y que lo super­fi­cial es la úni­ca reali­dad que exis­te. Aho­ra nos remi­ti­mos a lo dicho arriba.

El segun­do pun­to expli­ca que tenía que alar­gar­me un poco en esta expli­ca­ción para hacer más com­pren­si­ble el res­to de la res­pues­ta a esta pre­gun­ta. En efec­to, y empe­zan­do por el final, en Eus­kal Herria la lucha anti­ca­pi­ta­lis­ta es muy anti­gua. Exis­ten datos del siglo XVI sobre resis­ten­cias popu­la­res y cam­pe­si­nas a las pre­ten­sio­nes bur­gue­sas de aca­pa­rar los bos­ques comu­na­les para su flo­re­cien­te indus­tria de armas, de bar­cos y de deri­va­dos del hie­rro. Pode­mos retro­ce­der algo más en el pasa­do si rela­cio­na­mos las resis­ten­cias popu­la­res y cam­pe­si­nas con­tra la bur­gue­sía comer­cial y usu­re­ra tan­to vas­ca como extran­je­ra traí­da por algu­nos reyes para acti­var la eco­no­mía del país. Des­pués, según cre­ce el capi­ta­lis­mo sur­gen más resis­ten­cias, moti­nes, revuel­tas y has­ta suble­va­cio­nes. Que no se tra­ta úni­ca­men­te de las clá­si­cas «revuel­tas por ham­bre», que tam­bién en algu­nos casos, sino de luchas en las que actúa una alian­za popu­lar y cam­pe­si­na, con fun­da­men­tal par­ti­ci­pa­ción de las muje­res tra­ba­ja­do­ras, lo tene­mos en que el nom­bre en eus­ka­ra que ter­mi­na impo­nién­do­se es el de «matxi­na­da», es decir, luchas de matxi­nes, de tra­ba­ja­do­res asa­la­ria­dos en ferre­rías y otras empresas.

A lo lar­go de estos con­flic­tos se van entre­te­jien­do expli­ca­cio­nes utó­pi­cas de una socie­dad mejor con pro­gra­mas cada vez más rea­lis­tas de mejo­ras no sólo inme­dia­tas y urgen­tes sino tam­bién a medio pla­zo. Si bien es cier­to que domi­na una visión pre­so­cia­lis­ta y utó­pi­ca, no es menos cier­to que ya para la mitad del siglo XIX exis­te una base popu­lar y obre­ra pre­dis­pues­ta a avan­zar en una visión pro­to­so­cia­lis­ta. Tene­mos, por ejem­plo, el impre­sio­nan­te efec­to con­cien­cia­dor de la letra del himno Ger­ni­ka­ko Arbo­la, de Ipa­rra­gi­rre en 1853, lucha­dor inter­na­cio­na­lis­ta en pri­me­ra línea de las barri­ca­das de 1848, per­se­gui­do por varias bur­gue­sías y pro­fun­da­men­te vas­quis­ta, letra tan pro­gre­sis­ta para su épo­ca que le cos­tó otro des­tie­rro. El idea­rio socia­lis­ta se fue asen­tan­do gra­cias a los pri­me­ros movi­mien­tos anar­quis­tas y des­pués gra­cias al socia­lis­mo de fines del siglo XIX. La fusión entre estas visio­nes de cla­se y la his­to­ria de lucha social autóc­to­na sos­te­ni­da des­de el pasa­do, como hemos vis­to, se rea­li­za­ba en la vida coti­dia­na del pue­blo tra­ba­ja­dor de la épo­ca de una for­ma tan natu­ral que el mis­mo Max Weber que­dó impre­sio­na­do dejan­do cons­tan­cia de ello en sus car­tas duran­te el via­je que reali­zó por Eus­kal Herria a fina­les del siglo XIX.

Sin entrar aho­ra a mayo­res pre­ci­sio­nes, pode­mos decir a gran­des ras­gos que la for­ma­ción del pri­mer pue­blo tra­ba­ja­dor vas­co en el sen­ti­do socia­lis­ta se ini­cia en 1890 y dura has­ta la dic­ta­du­ra de Pri­mo de Rive­ra en 1923. Espe­cial­men­te en su últi­ma sub­fa­se es cuan­do toma cuer­po de mane­ra irre­ver­si­ble el pro­ce­so que más tar­de cul­mi­na­rá en el inde­pen­den­tis­mo socia­lis­ta. ¿Por qué deci­mos que aca­ba en 1923 y no en 1937, como la trun­ca­da segun­da fase? Pues por­que la bur­gue­sía vas­ca apro­ve­cha la dic­ta­du­ra mili­tar para inten­tar aplas­tar con la ayu­da del Esta­do espa­ñol sobre todo a la par­te del movi­mien­to obre­ro que va acer­cán­do­se a la fusión del sen­ti­mien­to nacio­nal y del social, y a la vez a los sec­to­res más cons­cien­tes del nacio­na­lis­mo peque­ño bur­gués y popu­lar que no acep­tan las clau­di­ca­cio­nes de la direc­ción bur­gue­sa del PNV. Es muy ilus­tra­ti­vo el com­por­ta­mien­to pro­bur­gués y cla­ra­men­te impe­ria­lis­ta espa­ñol duran­te estos años de dic­ta­du­ra mili­tar del PSOE.

La segun­da fase es muy bre­ve, de 1931 a 1937, con la derro­ta mili­tar fren­te al ejér­ci­to inter­na­cio­nal fran­quis­ta que supo­ne, en el fon­do, una ver­da­de­ra inva­sión extran­je­ra en apo­yo a y apo­ya­da por el blo­que de cla­ses domi­nan­te en Hego Eus­kal Herria. La lucha socia­lis­ta, no sólo anti­ca­pi­ta­lis­ta, tie­ne en esta fase dos hitos deci­si­vos para la pos­te­rio­ri­dad: la cla­ra diná­mi­ca de acer­ca­mien­to del nacio­na­lis­mo cada vez más radi­ca­li­za­do en lo social, con el socia­lis­mo mar­xis­ta, con el comu­nis­mo, cada vez más cons­cien­te de la opre­sión nacio­nal del pue­blo tra­ba­ja­dor, y la derro­ta de la insu­rrec­ción de 1934. Ambas lec­cio­nes se refuer­zan con la apues­ta reac­cio­na­ria de la bur­gue­sía vas­ca y con el mie­do cre­cien­te al socia­lis­mo y al inde­pen­den­tis­mo en ascen­so de una par­te apre­cia­ble de la direc­ción del PNV.

En julio de 1936 apa­re­cen la Comu­na de Donos­tia, y otros pode­res popu­la­res más loca­li­za­dos, que resis­te has­ta media­dos de sep­tiem­bre de ese año, mien­tras que el PNV se escin­de en tro­zos, optan­do varios de ellos por sumar­se a la rebe­lión fran­quis­ta, otros, las bases de masas de Gipuz­koa y Biz­kaia, por defen­der la II Repú­bli­ca y un ter­cer sec­tor que pode­mos iden­ti­fi­car con la direc­ción en estos herrial­des, en espe­ra de ver qué ofre­cen los mili­ta­res suble­va­dos, qué ofre­ce la II Repú­bli­ca y qué deci­den las bases mili­tan­tes. En con­tra de la men­ti­ro­sa ver­sión his­tó­ri­ca crea­da por el PNV, este par­ti­do no movi­li­zó todos los recur­sos dis­po­ni­bles y crea­bles para resis­tir has­ta el final a la inva­sión fran­quis­ta, que por ser capi­ta­lis­ta encon­tra­ba un apo­yo muy efec­ti­vo en la bur­gue­sía «nacio­na­lis­ta» viz­caí­na. Su igno­mi­nio­sa y estú­pi­da ren­di­ción de San­to­ña anun­cia­ba lo que sería el com­por­ta­mien­to bási­co de este par­ti­do des­de 1937 has­ta aho­ra mismo.

La ter­ce­ra fase de lucha socia­lis­ta, y de (re)creación del pue­blo tra­ba­ja­dor que lo acti­va como suje­to colec­ti­vo lide­ra­do por la cla­se obre­ra, se ini­cia en 1947 y se sos­tie­ne has­ta la durí­si­ma ofen­si­va capi­ta­lis­ta de des­truc­ción de la frac­ción indus­trial y side­ro­me­ta­lúr­gi­ca de la cla­se obre­ra vas­ca, des­en­ca­de­na­da por el PSOE en la mitad de la déca­da de 1980, con el apo­yo incon­di­cio­nal de UPN y PNV, y la pasi­vi­dad de otras fuer­zas refor­mis­tas de cen­tro-izquier­da, como EE. Los años de glo­ria popu­lar y obre­ra se vivie­ron entre 1966 y 1978, unien­do en la prác­ti­ca la libe­ra­ción de cla­se con la libe­ra­ción nacio­nal. Pero casi des­de el comien­zo de los años 70 el nacio­na­lis­mo espa­ñol del PSOE y del PCE empe­za­rá a com­ba­tir el inacep­ta­ble e inso­por­ta­ble avan­ce del inde­pen­den­tis­mo socia­lis­ta en la cla­se tra­ba­ja­do­ra. El nacio­na­lis­mo espa­ñol «pro­gre­sis­ta» endu­re­ce­rá su con­te­ni­do anti­de­mo­crá­ti­co y bur­gués con­for­me va cedien­do a las exi­gen­cias tar­do-fran­quis­tas y del impe­ria­lis­mo, es decir, duran­te la «tran­si­ción» de la dic­ta­du­ra fran­quis­ta des­car­na­da, a la dic­ta­du­ra bur­gue­sa ampa­ra­da en la monar­quía que Fran­co impuso.

Debe­mos rese­ñar cua­tro obje­ti­vos bási­cos del nacio­na­lis­mo espa­ñol «pro­gre­sis­ta» des­de 1978 y sobre todo des­de 1982 – 1883, con la lle­ga­da del PSOE al gobierno: uno, inten­tar cor­tar de raíz el cre­ci­mien­to de la con­cien­cia inde­pen­den­tis­ta en el movi­mien­to obre­ro en su con­jun­to. Otro, uni­do al ante­rior, fue el de faci­li­tar el des­man­te­la­mien­to indus­trial impues­to con espe­cial saña en aque­llas empre­sas en las que la cla­se obre­ra des­ta­ca­ba por su com­ba­ti­vi­dad nacio­nal de cla­se. Ade­más, rom­per con la esci­sión refor­mis­ta de EE la uni­dad del inde­pen­den­tis­mo socia­lis­ta; y, por últi­mo, median­te el Plan ZEN, los GAL y un lar­go etcé­te­ra, ven­cer­la polí­ti­ca y mili­tar­men­te inter­re­la­cio­nan­do todas las tác­ti­cas de la gue­rra de baja inten­si­dad y de con­tra­in­sur­gen­cia inter­na­cio­nal, des­de el terro­ris­mo has­ta la dro­ga ile­gal como arma de exter­mi­nio psi­co­so­má­ti­co y físi­co de la juven­tud vasca.

El ter­ce­ro y últi­mo pun­to expli­ca que nun­ca enten­de­re­mos la lucha socia­lis­ta en una nación opri­mi­da si no inte­gra­mos en ella el accio­nar del Esta­do ocu­pan­te en cuan­to cen­tra­li­za­dor estra­té­gi­co del capi­tal en gene­ral y de las bur­gue­sías de las nacio­nes opri­mi­das. En el caso vas­co, la fase de la lucha de cla­ses de entre 1947 y 1984 fue inse­pa­ra­ble de la beli­ge­ran­cia del Esta­do espa­ñol, como lo había sido en el pasa­do y lo será en el futu­ro. Lo que el Esta­do bus­ca­ba era, en sín­te­sis, secar el océano en el que cre­cía el inde­pen­den­tis­mo socia­lis­ta, es decir, des­tro­zar a la cla­se tra­ba­ja­do­ra en su cen­tro mis­mo, en su frac­ción indus­trial median­te el arra­sa­mien­to de su base repro­duc­to­ra. No es la pri­me­ra vez que el capi­tal recu­rre a ese méto­do. Ya lo empleó la bur­gue­sía ita­lia­na con­tra el pode­ro­so movi­mien­to popu­lar del nor­te de su Esta­do, con­tra las for­mas de lucha arma­da, de insur­gen­cia múl­ti­ple, por citar un solo caso.

La lucha socia­lis­ta con­tra el capi­ta­lis­mo es, en un con­tex­to de opre­sión nacio­nal, lucha socia­lis­ta por la inde­pen­den­cia, como ya que­dó paten­te en la segun­da par­te de la fase de 1947 a 1984, o sea a par­tir de la mitad de los años 60 tan­to con la V Asam­blea como con el cre­ci­mien­to de la lucha de cla­ses des­de una pers­pec­ti­va nacio­nal vas­ca. No se tra­ta, por tan­to, sólo de la for­ma de la lucha socia­lis­ta, sino fun­da­men­tal­men­te de su con­te­ni­do, de su esen­cia. Has­ta aho­ra decía­mos que la lucha de cla­ses en Eus­kal Herria adqui­ría la for­ma de lucha de libe­ra­ción nacio­nal. En reali­dad tie­ne el con­te­ni­do de lucha de libe­ra­ción nacio­nal. Es pre­ci­so dejar cla­ro este matiz tan fun­da­men­tal. La for­ma con­cier­ne a lo externo, pero el con­te­ni­do con­cier­ne al fon­do, a lo bási­co. Se tra­ta de un con­te­ni­do de lucha nacio­nal de cla­se por­que es la cla­se tra­ba­ja­do­ra y es el pue­blo tra­ba­ja­dor el eje deci­so­rio, y por­que la inde­pen­den­cia socia­lis­ta es la úni­ca garan­tía de super­vi­ven­cia de la nación vasca.

Mien­tras que en los pue­blos que no sufren opre­sión nacio­nal, es decir, los que ya tie­nen un Esta­do nacio­nal-bur­gués pro­pio, inde­pen­dien­te, la lucha de cla­ses sí tie­ne la for­ma nacio­nal pero el con­te­ni­do inter­na­cio­nal inhe­ren­te al cho­que mun­dial entre el capi­tal y el tra­ba­jo, por el con­tra­rio en las nacio­nes opri­mi­das, ocu­pa­das mili­tar­men­te por un Esta­do extran­je­ro, la lucha de cla­ses tie­ne el con­te­ni­do de libe­ra­ción nacio­nal de cla­se mien­tras no ase­gu­re su inde­pen­den­cia. Es un con­te­ni­do tran­si­to­rio, que da un sal­to al con­te­ni­do inter­na­cio­na­lis­ta una vez logra­da la liber­tad nacio­nal aun­que sea for­mal, bur­gue­sa. Este cri­te­rio es deci­si­vo para enten­der la his­to­ria de la lucha de cla­ses mun­dial des­de la mitad del siglo XIX.

Estas lec­cio­nes inne­ga­bles en Eus­kal Herria ya a media­dos de la déca­da de 1980, han que­da­do de nue­vo reafir­ma­das en los hechos pos­te­rio­res. La siguien­te fase de lucha socia­lis­ta y de (re)composición del pue­blo tra­ba­ja­dor empie­za con tre­men­das difi­cul­ta­des y con len­ti­tud des­de fina­les de la déca­da de 1980, debi­do pre­ci­sa­men­te a la extre­ma dure­za del ata­que ante­rior, y sobre todo al hecho de que aho­ra el neo­li­be­ra­lis­mo supo­ne un per­ma­nen­te inten­to de des­truc­ción ful­mi­nan­te de todo rebro­te de resis­ten­cia. Pero la lucha de cla­ses nun­ca des­apa­re­ce del todo, siem­pre se refu­gia en sus cuar­te­les de invierno, a la espe­ra de reapa­re­cer. Tras la déca­da de fal­sa expan­sión eco­nó­mi­ca, la de 1997 – 2007, la de la bur­bu­ja finan­cie­ro-inmo­bi­lia­ria, la lucha socia­lis­ta no tar­dó ape­nas en aso­mar y en tomar la calle median­te tres huel­gas gene­ra­les sos­te­ni­das entre 2009 y 2010. Y aho­ra vamos a por la cuar­ta huel­ga general.

La ten­den­cia his­tó­ri­ca hacia la emer­gen­cia del con­te­ni­do de cla­se de la lucha de libe­ra­ción nacio­nal, que no úni­ca­men­te de su for­ma, se amplía con los acon­te­ci­mien­tos que están suce­dién­do­se a raíz de la ofen­si­va de la euro­ale­ma­nia en con­tra de los Esta­dos bur­gue­ses for­mal­men­te inde­pen­dien­tes, some­ti­dos a la cri­sis. La inde­pen­den­cia esta­tal bur­gue­sa ha des­apa­re­ci­do para la mayo­ría de los Esta­dos de la Unión Euro­pea, excep­to para muy pocos de ellos. El res­to son Esta­dos bur­gue­ses tute­la­dos, vigi­la­dos y con­tro­la­dos, sin inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca efec­ti­va, y por tan­to sin inde­pen­den­cia polí­ti­ca, aun­que toda­vía con algo de inde­pen­den­cia cul­tu­ral, deben obe­de­cer a la euroalemania.

En este con­tex­to la cuar­ta huel­ga gene­ral vas­ca tie­ne aho­ra más con­te­ni­do de libe­ra­ción nacio­nal que nun­ca antes por­que aho­ra la opre­sión nacio­nal no sur­ge exclu­si­va­men­te del capi­ta­lis­mo espa­ñol, que tam­bién, y que es el opre­sor deci­si­vo y fun­da­men­tal, sino a la vez pero a otra esca­la del capi­ta­lis­mo euro­peo. Con la expan­sión y cen­tra­li­za­ción del euro­im­pe­ria­lis­mo interno a la Unión Euro­pea, la libe­ra­ción nacio­nal vas­ca refuer­za su con­te­ni­do de cla­se. No pue­de ser de otro modo cuan­do pre­ci­sa­men­te todas las bur­gue­sías débi­les, excep­to la islan­de­sa, acep­tan sin pes­ta­ñear el recor­te de sus sobe­ra­nías pro­pias, clau­di­can ante las exi­gen­cias exte­rio­res y sacri­fi­can a sus pue­blos y renie­gan de su sen­ti­mien­to nacio­nal-bur­gués para no enfa­dar al capi­tal finan­cie­ro y a sus Esta­dos valedores.

Por últi­mo, es este con­te­ni­do nacio­nal de cla­se el que expli­ca la nece­si­dad de una cre­cien­te cola­bo­ra­ción prác­ti­ca entre el movi­mien­to obre­ro, el movi­mien­to popu­lar, el juve­nil y el femi­nis­ta. La explo­ta­ción capi­ta­lis­ta actual no se rea­li­za sólo en la fábri­ca sino prác­ti­ca­men­te en la tota­li­dad de la viven­cia coti­dia­na, aun­que no sea explo­ta­ción asa­la­ria direc­ta. Esta reali­dad afec­ta direc­ta e indi­rec­ta­men­te a la tota­li­dad de la pobla­ción que no tie­ne otro recur­so de super­vi­ven­cia que su fuer­za de tra­ba­jo. Las luchas femi­nis­tas, las popu­la­res y las juve­ni­les, tie­nen ya una depen­den­cia inne­ga­ble con y con­tra la lógi­ca del capi­tal. Por tan­to, la lucha de cla­ses o más exac­ta­men­te la lucha nacio­nal de cla­se no pue­de desa­rro­llar toda su impre­sio­nan­te fuer­za si no es a la vez lucha de la mujer, de la juven­tud y de los movi­mien­tos populares.

Para ter­mi­nar Iña­ki, Hay luchas muy fuer­tes en Euro­pa, Amé­ri­ca, por ejem­plo Gre­cia, Por­tu­gal… ¿No crees que el inter­na­cio­na­lis­mo en esta fase del capi­ta­lis­mo debe jugar un papel impor­tan­te de coor­di­nar luchas en todo el mun­do por el socialismo?

El inter­na­cio­na­lis­mo no debe sólo «coor­di­nar luchas», lo cual sigue sien­do urgen­te, tam­bién debe hacer dos cosas más: debe coor­di­nar y pro­vo­car refle­xio­nes teó­ri­co-crí­ti­cas a esca­la mun­dial, y debe crear orga­ni­za­cio­nes mun­dia­les de apo­yo revo­lu­cio­na­rio prác­ti­co. Ambas cosas se hicie­ron con abso­lu­ta nor­ma­li­dad en el pasa­do, en el siglo XIX sin retro­ce­der has­ta la lucha de cla­ses des­de el siglo XV en ade­lan­te, o inclu­so más tar­de. No se pue­de negar que aho­ra exis­te una refle­xión teó­ri­ca mun­dia­li­za­da de un alcan­ce y varie­dad como nun­ca había exis­ti­do, pero pien­so que debe­mos avan­zar en una más inten­sa coor­di­na­ción para cen­trar algu­nos pun­tos crí­ti­cos urgen­tes en los que hacer espe­cial insistencia.

Uno de ellos es, por ejem­plo, el de la denun­cia del «impe­ria­lis­mo huma­ni­ta­rio», de esa des­ca­ra­da inge­ren­cia cri­mi­nal en los pue­blos dís­co­los al impe­ria­lis­mo, uti­li­zan­do algu­nas de sus con­tra­dic­cio­nes inter­nas con la excu­sa de la «demo­cra­cia» tal cual la defi­ne el capi­tal, para aplas­tar­los con una saña sádi­ca que des­bor­da todos los supues­tos «crí­me­nes» de los que les acu­sa la indus­tria polí­ti­co-mediá­ti­ca capi­ta­lis­ta. Y todo ello con el aplau­so o el silen­cio de la «izquier­da» occi­den­tal. Otro es la ate­rra­do­ra mili­ta­ri­za­ción pre-béli­ca mun­dial, ese 24% de aumen­to del gas­to mili­tar inter­na­cio­nal en el últi­mo lus­tro, tenien­do en cuen­ta que el capi­ta­lis­mo ha recu­rri­do a las gue­rras mun­dia­les para salir de sus gran­des cri­sis perió­di­cas. Y por no exten­der­nos, el últi­mo que cita­mos aho­ra es el de la urgen­cia de demos­trar que exis­te una alter­na­ti­va al impe­ria­lis­mo, que el socia­lis­mo como ante­sa­la del comu­nis­mo es fac­ti­ble ade­más de necesario.

Y en cuan­to a la crea­ción de orga­ni­za­cio­nes inter­na­cio­na­les de ayu­da prác­ti­ca, tam­po­co hay mucho nue­vo que decir. Ya exis­ten múl­ti­ples gru­pos y redes que se han ido asen­tan­do a raíz de la expe­rien­cia de los foros socia­les anti­glo­ba­li­za­ción, inclu­so exis­ten varias Inter­na­cio­na­les y for­mas de coor­di­na­ción de fuer­zas de izquier­da. Pero se echa en fal­ta la rei­vin­di­ca­ción cla­ra y explí­ci­ta del inter­na­cio­na­lis­mo soli­da­rio acti­vo, como en su tiem­po fue­ron las Bri­ga­das Inter­na­cio­na­les, el Soco­rro Rojo, etc. Mien­tras que el impe­ria­lis­mo orga­ni­za ejér­ci­tos terro­ris­tas «civi­les» y «demo­crá­ti­cos», los arma y los tras­la­da a los paí­ses que quie­re ate­rro­ri­zar y des­tro­zar, y mien­tras la ONU y otras ins­ti­tu­cio­nes direc­ta o indi­rec­ta­men­te al ser­vi­cio del capi­tal, legi­ti­man estos ata­ques y has­ta los apo­yan mate­rial­men­te, los pue­blos explo­ta­dos y sus izquier­das revo­lu­cio­na­rias ape­nas nos movi­li­za­mos en la defen­sa acti­va de los dere­chos masacrados.

Pues, solo agra­de­cer­te el tiem­po que nos has dado y tus res­pues­tas. Eske­rrik asko, Iña­ki, ya vemos que la fae­na que nos espe­ra es inten­sa, pero des­de Boltxe esta­mos segu­ros que nues­tro pue­blo, Eus­kal Herria, esta­rá a la altu­ra de lo que exi­ge la actual fase y segui­ra sien­do un polo revo­lu­cio­na­rio impor­tan­te en Euro­pa y en el mundo.

Eus­kal Herria, 27 de mar­zo de 2012

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