Lemoiz- Mikel Arizaleta

Juan Luis Ola­ran Sus­tatxa de Lemoiz ha escri­to “El con­tu­ber­nio nuclear, Lemoiz[i]: “Un mal día todo cam­bió. ¡Nos hicie­ron famo­sos! Una Cen­tral Nuclear des­em­bar­có en el pue­blo, sin pedir per­mi­so, sin escrú­pu­los. Con razo­nes de peso, más de tres mil tone­la­das de ace­ro y dos­cien­tos mil metros cúbi­cos de hor­mi­gón arma­do. Razo­nes de muchí­si­mo peso, ten­dréis tan­to dine­ro que no podréis ni con­tar­lo, repi­tie­ron por todos los lados. La Cen­tral se hizo y nun­ca fun­cio­nó. Ahí sigue toda­vía hoy su esque­le­to, un gigan­tes­co monu­men­to a la estu­pi­dez huma­na, a la inde­cen­cia empre­sa­rial y política”.

Reco­ge el libro que las obras de la cen­tral nuclear de Lemoiz se desa­rro­lla­ron en dos perio­dos polí­ti­cos dife­ren­tes y dos ayun­ta­mien­tos dis­tin­tos, con un com­por­ta­mien­to dia­me­tral­men­te opues­to. De 1972 a 1979, bajo la dic­ta­du­ra y con ayun­ta­mien­tos fran­quis­tas que acep­ta­ban la cen­tral, y de 1979 y 1982 –año de la para­li­za­ción defi­ni­ti­va de las obras- con con­sis­to­rios ele­gi­dos en las urnas y con­tra­rios al pro­yec­to nuclear.

El com­por­ta­mien­to de la pren­sa del régi­men fran­quis­ta fue de silen­cio cóm­pli­ce. Sólo espo­rá­di­ca­men­te apa­re­cía algu­na infor­ma­ción o artícu­lo sobre la ener­gía nuclear, pero siem­pre en tono lau­da­to­rio, con artícu­los perio­dís­ti­cos en los que Iber­due­ro y sus laca­yos expo­nían las exce­len­cias de sus pro­yec­tos, títu­los como “Iber­due­ro disi­pa los temo­res sobre los efec­tos radiac­ti­vos” enca­be­za­ban sus diti­ram­bos. Dos des­ta­can en su apos­to­la­do: Miguel Baran­dia­rán, inge­nie­ro jefe del Depar­ta­men­to Téc­ni­co, y Pedro Arei­tio, pre­si­den­te de Iberduero.

En Eus­kal Herria todos los par­ti­dos con res­pon­sa­bi­li­dad de gobierno esta­ban a favor de la ener­gía nuclear. Sabían poco del tema pero su apues­ta por ella fue inmen­sa. El recha­zo uná­ni­me venía de un amplio sec­tor social, de los par­ti­dos de la opo­si­ción, la mayo­ría de izquier­da y extra­par­la­men­ta­rios, y de los sin­di­ca­tos. Y en Lemoiz se logró el obje­ti­vo: La para­li­za­ción de la cen­tral nuclear. “¿Nuclear? ¡No, gra­cias!”, fue el eslo­gan más popu­lar y corea­do. ¿Quién no recuer­da aque­lla enor­me mani­fes­ta­ción por las calles de Bil­bao recla­man­do su para­li­za­ción aquel 27 de abril de 1979?

Todos los acuer­dos muni­ci­pa­les toma­dos, dene­gan­do licen­cias o exi­gien­do la para­li­za­ción de las obras, fue­ron anu­la­dos por ins­tan­cias supe­rio­res. Se incu­rrió en mul­ti­tud de irre­gu­la­ri­da­des por par­te de las más altas ins­ti­tu­cio­nes del Esta­do, comen­zan­do por la Dipu­tación de Biz­kaia y el Gobierno civil. Esta­ban vol­ca­dos en la cons­truc­ción de la cen­tral nuclear de Lemoiz a cos­ta de lo que fue­ra, inclu­so de ir con­tra la ley. Esta­ba deci­di­do que si fue­ra nece­sa­rio, el pro­yec­to siguie­ra ade­lan­te inclu­so por la fuer­za de las armas, incor­po­ran­do al ejér­ci­to en la vigi­lan­cia y cus­to­dia de la central.

El gol­pe defi­ni­ti­vo con­tra la cen­tral lo dio ETA el 5 de mayo en el barrio bil­baino de Bego­ña. El nue­vo direc­tor de la cen­tral, en sus­ti­tu­ción de Ryan, Ángel Pas­cual Múgi­ca, reci­bió un dis­pa­ro en la cabe­za, que le cau­só la muer­te ins­tan­tá­nea. Cin­co días des­pués de este aten­ta­do los téc­ni­cos aban­do­na­ron sus pues­tos de trabajo.

Los aban­de­ra­dos de la empre­sa eléc­tri­ca Iber­due­ro en su pro­yec­to de cen­tral nuclear en Biz­kaia fue­ron la Dipu­tación y el Gobierno civil, ade­más de la Admi­nis­tra­ción de Jus­ti­cia y del Gobierno espa­ñol, en suma, las más altas ins­tan­cias del Estado.

El 28 de mar­zo de 1979, en Harris­burg (EEUU), sufrió un gra­ve acci­den­te la cen­tral nuclear de Three Mile Island, se pro­du­jo una impor­tan­te fuga de radiac­ti­vi­dad a la atmós­fe­ra. Ocu­rrió un sinies­tro con­si­de­ra­do impo­si­ble por los pode­res públi­cos y téc­ni­cos. Fue un serio aviso.

El 26 de abril de 1986, 7 años des­pués, ocu­rrió el de Cher­no­bil, mucho más gra­ve. La can­ti­dad de mate­rial tóxi­co libe­ra­do fue unas 500 veces supe­rior al de la bom­ba ató­mi­ca lan­za­da en Hiroshi­ma en 1945. Cher­no­bil pro­vo­có alar­ma internacional.

El acci­den­te nuclear más gra­ve regis­tra­do en el Esta­do espa­ñol ocu­rrió en la cen­tral de Van­de­llós I (Tarra­go­na) el 19 de octu­bre de 1989. Se cerró la central.

El 11 de mar­zo del 2011 un terre­mo­to, que devas­tó una par­te de la lar­ga cos­ta japo­ne­sa, ha pro­vo­ca­do gra­ves daños en las vasi­jas de con­ten­ción de los reac­to­res de la cen­tral nuclear de Fukushima.

La alar­ma de un desas­tre nuclear cre­ce en torno a la cen­tral, afec­ta­da en cua­tro de sus seis reac­to­res. En un perí­me­tro de 30 kiló­me­tros alre­de­dor de la cen­tral no se pue­de salir de casa y se ha esta­ble­ci­do una zona de exclu­sión aérea. La aler­ta lle­ga a Tokio por­que el vien­to podría arras­trar las par­tí­cu­las. El Gobierno reco­no­ce que podría haber grie­tas en la vasi­ja del reac­tor 2. La agen­cia nuclear japo­ne­sa pide ayu­da a la ONU y EE UU.

La radia­ción en los alre­de­do­res de la cen­tral ha lle­ga­do a sobre­pa­sar diez mil veces los lími­tes lega­les. La situa­ción ha gene­ra­do una gran preo­cu­pa­ción en el país; los locu­to­res de tele­vi­sión repi­ten men­sa­jes des­ti­na­dos a los habi­tan­tes más pró­xi­mos a la cen­tral: «Cie­rren las ven­ta­nas, no uti­li­cen sis­te­mas de ven­ti­la­ción y tien­dan la ropa en casa». Unas 200.000 dosis de yodo (que ayu­dan a pro­te­ger la glán­du­la tiroi­des de los efec­tos de la radia­ción) se han repar­ti­do ya entre la población.

No vale escon­der la cabe­za bajo el ala ni can­tar las exce­len­cias de la ener­gía nuclear mini­mi­zan­do los posi­bles efec­tos o reba­jan­do las posi­bles con­se­cuen­cias. Ni pode­mos dejar en manos de un peque­ño gru­po de intere­sa­dos la vida de nues­tras gen­tes y de nues­tro pla­ne­ta. Estos días se hace nece­sa­rio y es her­mo­so recor­dar de nue­vo la lucha prie­ta de un pue­blo, el vas­co, en con­tra de intere­ses bas­tar­dos, que un día de la mano de par­ti­dos, Dipu­tacio­nes y Gobier­nos, con­tra­rios a las gen­tes, qui­sie­ron impo­ner­nos una cen­tral nuclear, vocea­da por unos medios de comu­ni­ca­ción sumi­sos y con el poder, si fue­ra nece­sa­rio, de las armas.

Releer el libro de Juan Luis Ola­ran, El con­tu­ber­nio nuclear, Lemoiz, apor­ta luz y cla­ri­dad tam­bién en esta tra­ge­dia como la pro­vo­ca­da por un terre­mo­to en sue­lo, esta vez, japonés.



[i] Juan Luis Ola­ran, El con­tu­ber­nio nuclear, Lemoiz, edit. Ara­be­ra, 2010

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