La eco­no­mía femi­nis­ta des­nu­da al capi­ta­lis­mo- Mª Ánge­les Fernández

Pri­ma de ries­go, eurí­bor, res­ca­te, paro, mer­ca­dos, bonos, ‘ban­co malo’. Abrir la sec­ción de eco­no­mía de cual­quier dia­rio pro­du­ce estu­por, indi­fe­ren­cia y, últi­ma­men­te, pesa­dum­bre. Las foto­gra­fías no tie­nen espa­cio, los fríos y des­hu­ma­ni­za­dos grá­fi­cos sir­ven de ilus­tra­ción, y el color sal­món es, en muchos casos, el úni­co matiz que per­mi­te volar la ima­gi­na­ción. La sen­sa­ción de esca­lo­frío para­li­za si se inda­ga en los con­te­ni­dos: una visión neo­clá­si­ca de la eco­no­mía, sinó­ni­mo pau­pé­rri­mo de mer­ca­do. Y de capi­ta­lis­mo, dis­fra­za­do bajo el nar­có­ti­co de eco­no­mía de mercado.

“La eco­no­mía con­ven­cio­nal ha limi­ta­do mucho el aná­li­sis eco­nó­mi­co a las acti­vi­da­des mer­can­ti­les, prin­ci­pal­men­te a la gran empre­sa. La eco­no­mía femi­nis­ta inten­ta apar­tar al mer­ca­do del cen­tro del aná­li­sis para abrir­lo hacia temas como la sos­te­ni­bi­li­dad de la vida y la impor­tan­cia de la repro­duc­ción social”, ini­cia la con­ver­sa­ción al otro lado del telé­fono Yolan­da Jube­to, pro­fe­so­ra de la Facul­tad de Eco­no­mía de la Uni­ver­si­dad del País Vas­co. “Hay que vin­cu­lar lo eco­nó­mi­co con lo social, por­que lo social está en el cen­tro de lo eco­nó­mi­co”, aña­de. Y ahí el femi­nis­mo es pionero.
“La eco­no­mía femi­nis­ta ha sido una de las corrien­tes eco­nó­mi­cas que con más argu­men­tos ha esta­do cri­ti­can­do el fun­da­men­ta­lis­mo de mer­ca­do. Tam­bién ha cues­tio­na­do la uni­ver­sa­li­dad del ‘homo eco­no­mi­cus’ movi­do por el egoís­mo”, toma la pala­bra Lina Gál­vez, cate­drá­ti­ca de His­to­ria e Ins­ti­tu­cio­nes Eco­nó­mi­cas de la Uni­ver­si­dad Pablo Ola­vi­de. Una corrien­te eco­nó­mi­ca que par­te de la invi­si­bi­li­dad a la que ha sido some­ti­do el tra­ba­jo del cui­da­do, la repro­duc­ción de las muje­res o el tra­ba­jo de los peque­ños pro­duc­to­res y pro­duc­to­ras agrí­co­las y que han hecho posi­ble el tra­ba­jo asalariado.

La dis­cri­mi­na­ción y la des­igual­dad social de las muje­res hun­den sin duda par­te de sus raí­ces en la eco­no­mía prac­ti­ca­da de mane­ra mayo­ri­ta­ria, la capi­ta­lis­ta. Las esta­dís­ti­cas (enten­di­das de mane­ra sim­pli­fi­ca­da y uni­ver­sal en el PIB –Pro­duc­to Inte­rior Bru­to-) refle­jan poco las dis­tri­bu­cio­nes del tiem­po y obvian deter­mi­na­dos tra­ba­jos y pro­ce­sos fun­da­men­ta­les para la repro­duc­ción social y huma­na y para el man­te­ni­mien­to de las con­di­cio­nes de vida. “Ofre­cen una visión des­fi­gu­ra­da de la reali­dad”, con­cre­ta en uno de sus tex­tos de Cris­ti­na Carras­co, pro­fe­so­ra de Teo­ría Eco­nó­mi­ca de la Uni­ver­si­dad de Bar­ce­lo­na. Hablan úni­ca­men­te de cri­sis finan­cie­ra, pero obvian otras como la ali­men­ta­ria o la de géne­ro, entre­la­za­das a la pri­me­ra según la eco­no­mis­ta mexi­ca­na Ali­cia Girón.
¿Tie­ne la opre­sión y mar­gi­na­ción de las muje­res en un sis­te­ma patriar­cal una base eco­nó­mi­ca?, pre­gun­ta­mos vía cues­tio­na­rio a Gál­vez. “Sin duda. El patriar­ca­do es un sis­te­ma basa­do en las dife­ren­cias de poder entre muje­res y hom­bres, y por tan­to en el domi­nio de los hom­bres sobre las muje­res. Gran par­te de ese poder se basa en un dis­tin­to acce­so a los recur­sos eco­nó­mi­cos como la tie­rra, el capi­tal o el empleo, lo que ha limi­ta­do enor­me­men­te la auto­no­mía y la liber­tad de las muje­res y las ha lle­va­do a una situa­ción de depen­den­cia. A eso habría que unir el haber asig­na­do a las muje­res casi de mane­ra ‘natu­ral’ los tra­ba­jos de cui­da­dos no remu­ne­ra­dos que han redun­da­do en esa fal­ta de auto­no­mía y libertad”.
La dis­cri­mi­na­ción más allá de la nómina
Los datos están ahí. Y son fáci­les de com­pro­bar. Según un infor­me pre­sen­ta­do recien­te­men­te en el Esta­do espa­ñol, las muje­res ganan un 15,3 por cien­to menos que los hom­bres. “En nin­gún caso las muje­res per­ci­ben mayor remu­ne­ra­ción que los hom­bres ni por con­di­cio­nes per­so­na­les, ni empre­sa­ria­les, ni geo­grá­fi­cas, ni de com­pe­ti­ti­vi­dad”, reco­ge el docu­men­to titu­la­do ‘Deter­mi­nan­tes sobre la Bre­cha Sala­rial de Géne­ro en Espa­ña’, del Minis­te­rio de Sani­dad, Ser­vi­cios Socia­les e Igual­dad y del Con­se­jo Supe­rior de Cáma­ras de Comer­cio. La dife­ren­cia de sala­rio es, obvia­men­te, una sim­ple esta­dís­ti­ca des­nu­da que no expli­ca la exclu­sión que prac­ti­ca la eco­no­mía capi­ta­lis­ta ni siquie­ra la divi­sión sexual del tra­ba­jo. Es un aná­li­sis reduc­cio­nis­ta y limi­ta­do, pero que for­ma par­te de una estruc­tu­ra consolidada.
Las nómi­nas hablan exclu­si­va­men­te del espa­cio extra­do­més­ti­co, de lo públi­co, pero ¿qué ocu­rre detrás de la cor­ti­na? Y es que, son de nue­vo las esta­dís­ti­cas (esas que copan los titu­la­res) las que corro­bo­ran algo de sobra cono­ci­do: por cada hom­bre que aban­do­na su pues­to de tra­ba­jo por razo­nes fami­lia­res (de cui­da­dos obvia­men­te) lo hacen 27 muje­res. Por­que los hoga­res no se repro­du­cen sólo con el sala­rio, hay detrás un tra­ba­jo invi­si­bi­li­za­do. Y ahí toma cuer­po otra de las rei­vin­di­ca­cio­nes de la eco­no­mía femi­nis­ta. Yolan­da Jube­to lo expli­ca cla­ra­men­te: “La eco­no­mía femi­nis­ta ha hecho mucho hin­ca­pié en ana­li­zar o en abrir esa caja negra de la fami­lia y de la uni­dad domés­ti­ca, en la que no sola­men­te apor­ta­mos fuer­za de tra­ba­jo y somos con­su­mi­do­ras, sino en la que se crean toda una serie de rela­cio­nes socia­les eco­nó­mi­cas en el sen­ti­do de que creas bien­es­tar para la gen­te y con­tri­bu­yes des­de la base a la repro­duc­ción social de la eco­no­mía”. Si sabe­mos el núme­ro de dipu­tadas, ¿por qué no exis­te nin­gún indi­ca­dor sobre el núme­ro de hom­bres que hay como amos de casa?
Para hablar de eco­no­mía hay que hablar de la repro­duc­ción social amplia­da de la vida. Los titu­la­res de la pren­sa ‘sal­món’ deben cam­biar. Y tam­bién su color. Y dejar de hablar de los hoga­res como cen­tros de con­su­mo, por­que tam­bién lo son de pro­duc­ción, una pro­duc­ción bási­ca para que el capi­ta­lis­mo fun­cio­ne y se nutra, por ejem­plo, de sus ansia­dos recur­sos huma­nos. Y tam­bién habría que hablar de tiem­pos, y de sus usos… Segu­ra­men­te la sec­ción de eco­no­mía de los dia­rios sería más entre­te­ni­da y menos frívola.
La alter­na­ti­va, por tan­to, pasa por repen­sar los con­cep­tos, las base, ideas y las estruc­tu­ras. El para­dig­ma, en defi­ni­ti­va. Carras­co con­si­de­ra en sus escri­tos que hay que rom­per “los bina­ris­mos impues­tos y las fron­te­ras for­za­das: dico­to­mías como la divi­sión entre lo públi­co y lo pri­va­do, el tra­ba­jo fami­liar domés­ti­co y el asa­la­ria­do, la sos­te­ni­bi­li­dad del pla­ne­ta y de las per­so­nas, los paí­ses del nor­te y del sur, y un lar­go etc. que impi­den un aná­li­sis glo­bal no ses­ga­do de la reali­dad”. Y aquí las pala­bras de la cien­cia eco­nó­mi­ca son otras: empleo, corres­pon­sa­bi­li­dad, empo­de­ra­mien­to, cui­da­dos… inclu­so demo­cra­cia gené­ri­ca. “Se habla de tra­ba­jo, pero se equi­pa­ra con el empleo. Sólo el tra­ba­jo que tie­ne una remu­ne­ra­ción es el que se valo­ra, mien­tras que el que no pasa por las rela­cio­nes mer­can­ti­les es tarea domés­ti­ca”, expli­ca bre­ve­men­te Jubeto.
La ‘femi­ni­za­ción’ de la pobre­za de la crisis
Al prin­ci­pio la cri­sis pare­ció dejar nacer una pers­pec­ti­va posi­ti­va, ¡se habló de la nece­si­dad de cam­biar el sis­te­ma! Pero hace mucho que esa idea ha aban­do­na­do los deba­tes mayo­ri­ta­rios. Aho­ra el empe­ño pasa por debi­li­tar el sis­te­ma públi­co, redu­cir­lo y mini­mi­zar­lo. “Los ser­vi­cios públi­cos son fun­da­men­ta­les para las muje­res por­que emplean a muchas y tam­bién por­que dan ser­vi­cios asig­na­dos tra­di­cio­nal­men­te a éstas. Todo esto hace que la car­ga de tra­ba­jo de las muje­res se mul­ti­pli­que en una épo­ca de cri­sis, don­de se está ponien­do todo el acen­to en la fami­lia, que es uno de los pila­res sobre los que están reca­yen­do la mayor par­te de los recor­tes”, sos­tie­ne Jubeto.
De la cri­sis se pue­de salir, por una par­te, sos­tie­ne Lina Gál­vez, con una inten­si­fi­ca­ción del tra­ba­jo de las muje­res, sobre todo del tra­ba­jo de cui­da­dos no remu­ne­ra­do, “lo que limi­ta enor­me­men­te su emplea­bi­li­dad y remar­ca los este­reo­ti­pos de géne­ro que vin­cu­lan a la mujer con el hogar”. Y por otra par­te, con­ti­núa, con retro­ce­sos en los avan­ces de igual­dad tan­to en el ámbi­to eco­nó­mi­co como en otros ámbi­tos “como ya esta­mos vien­do en Espa­ña con menor repre­sen­ta­ción feme­ni­na en los órga­nos de gobierno o la inmi­nen­te refor­ma del dere­cho al abor­to”. Inclu­so, aun­que fue­ra prác­ti­ca­men­te una cues­tión esté­ti­ca, se ha cerra­do la sede de ONU Muje­res en Madrid.
Los resul­ta­dos no son nue­vos: el ajus­te estruc­tu­ral prac­ti­ca­do de mane­ra casi uná­ni­me en Amé­ri­ca Lati­na pro­vo­có un ciclo de empo­bre­ci­mien­to feme­nino y una femi­ni­za­ción de la pobre­za. El espe­jo está colo­ca­do. Y algu­nas ya se miran. “El tra­ba­ja­dor es como un ser­vi­dor. Se ha tras­la­da­do la eco­no­mía del tra­ba­jo domés­ti­co fue­ra del hogar; es decir, se han femi­ni­za­do los pues­tos de tra­ba­jo de los varo­nes”, ha afir­ma­do la filó­so­fa Celia Amorós.
A pesar de todo ello las pro­pues­tas femi­nis­tas tie­nen cada vez más espa­cios y alta­vo­ces. “Se están abrien­do muchos foros, pla­ta­for­mas, refle­xio­nes, el 15M en muchas par­tes del Esta­do…”, refle­xio­na opti­mis­ta Jube­to. “Exis­te nece­si­dad de ir cons­tru­yen­do una alter­na­ti­va que nos dé oxí­geno, por­que el sis­te­ma nos está qui­tan­do en muchos casos el oxí­geno e inclu­so las ganas de vivir como no ten­gas un entorno que te ali­men­te, te dé amor y cari­ño”, aña­de. Mien­tras, Lina Gál­vez apun­ta que la eco­no­mía femi­nis­ta par­tía con ven­ta­ja por ser una de las corrien­tes eco­nó­mi­cas con más argu­men­to y que más tiem­po lle­va­ba com­ba­tien­do el fun­da­men­ta­lis­mo de mer­ca­do y aho­ra ha logra­do mayor legi­ti­mi­dad: “Muchos cole­gas comien­zan a ser más permea­bles a nues­tras propuestas”.
Las alter­na­ti­vas
Que las pro­pues­tas se oigan y calen es uno de los prin­ci­pa­les avan­ces. Así lo con­si­de­ra Ali­cia Girón, eco­no­mis­ta mexi­ca­na, quien tam­bién habla, por ejem­plo, de los pre­su­pues­tos con enfo­que de géne­ro. Pero el camino es largo.
“El bus­car y tener como obje­ti­vo una socie­dad más jus­ta y equi­ta­ti­va es uno de los hori­zon­tes que bus­ca­mos, don­de las rela­cio­nes sean mucho más hori­zon­ta­les y soli­da­rias. Tene­mos que ir crean­do de mane­ra con­jun­ta esa alter­na­ti­va y eso exi­ge un enfren­ta­mien­to com­ple­to con las ten­den­cias actua­les”, sub­ra­ya la pro­fe­so­ra de la UPV, quien habla de poten­cia­li­da­des y nue­vas ideas, como el decre­ci­mien­to. Redu­cir el con­su­mo, apos­tar por una cul­tu­ra de la sufi­cien­cia y situar el cui­da­do de las per­so­nas en el cen­tro del sis­te­ma sería par­te de ese nue­vo imaginario.
Según se expo­ne en el libro Más allá del desa­rro­llo, la femi­nis­ta socia­lis­ta ale­ma­na Frig­ga Haug pro­po­ne dis­tri­buir el tiem­po de vida entre el empleo, repro­duc­ción, cul­tu­ra y par­ti­ci­pa­ción polí­ti­ca. Mien­tras que en Des­igua­les. Muje­res y hom­bres en la cri­sis finan­cie­ra, de Lina Gál­vez y Juan Torres, se habla de equi­li­brio de pode­res, de aca­bar con las polí­ti­cas defla­cio­nis­tas, de redis­tri­bu­ción de la ren­ta, de gas­to públi­co, de ban­cos públi­cos, de acce­so al cré­di­to, de nue­vos mer­ca­dos de tra­ba­jo, de con­ser­va­ción de espe­cie huma­na, de una eco­no­mía que no sea escla­va del mer­ca­do, de la no des­truc­ción de los recur­sos… ¿Y si pin­ta­mos de otro color la sec­ción de eco­no­mía de los periódicos?

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