La jerar­quía de las nor­mas – Anto­nio Alva­rez Solís

Uno de los prin­ci­pios fun­da­men­ta­les para la rec­ta y sana orga­ni­za­ción polí­ti­co-admi­nis­tra­ti­va de un esta­do con­sis­te en la obser­van­cia muy cui­da­do­sa de la jerar­quía de las leyes y nor­mas. El esque­ma jurí­di­co-admi­nis­tra­ti­vo ha de tener la mayor cla­ri­dad y orden en su pro­ce­so lógi­co. Esta afir­ma­ción tie­ne ya una lar­ga vali­dez doc­tri­nal, por lo que no mere­ce la pena insis­tir en ella. Pues bien, aho­ra hay que vol­ver sobre estas obvie­da­des para avi­sar a los ciu­da­da­nos acer­ca de la dis­pa­ra­ta­da refor­ma cons­ti­tu­cio­nal que se pre­pa­ra debi­da, entre otras moti­va­cio­nes, a la pre­sión de orga­nis­mos inter­na­cio­na­les y de poten­cias extran­je­ras. No sé aún en qué con­sis­ti­rá lite­ral­men­te la refor­ma, pero basar­la en decla­rar cons­ti­tu­cio­nal algo tan tran­seún­te como el techo del défi­cit del Esta­do equi­va­le a ele­var a la máxi­ma inmo­vi­li­dad, o sea la cons­ti­tu­cio­nal, un puro obje­ti­vo polí­ti­co-eco­nó­mi­co que se carac­te­ri­za por su vola­ti­li­dad y carác­ter de herra­mien­ta para redac­tar algo tan cir­cuns­tan­cial como son los pre­su­pues­tos, entre otras accio­nes de gobierno que per­te­ne­cen en gran par­te al día a día de la gober­na­ción públi­ca. Es como si la obli­ga­ción cons­ti­tu­cio­nal de faci­li­tar una vivien­da dig­na a los ciu­da­da­nos se com­ple­ta­ra, tam­bién cons­ti­tu­cio­nal­men­te, con la fija­ción de las ren­tas o nivel de las hipo­te­cas. Cier­to es que esta dis­pa­ra­ta­da modi­fi­ca­ción cons­ti­tu­cio­nal tra­ta de sua­vi­zar­se remi­tien­do a una pos­te­rior ley orgá­ni­ca ‑nivel nor­ma­ti­vo asi­mis­mo inade­cua­do para este asun­to- la fija­ción de las cifras del lími­te del défi­cit u obli­ga­cio­nes simi­la­res del Esta­do. Esta for­ma de sor­tear el embu­rrio doc­tri­nal no hace, por el con­tra­rio, más que espe­sar aún más el puré jurí­di­co que están ela­bo­ran­do entre el Sr. Zapa­te­ro y el Sr. Rajoy, cuya reu­nión incre­men­ta expo­nen­cial­men­te el peli­gro que tie­ne cada uno por sepa­ra­do. Es bueno recor­dar que ya pro­pi­ció el feno­me­nal y dra­má­ti­co des­ba­ra­jus­te eco­nó­mi­co en que vivi­mos con­ver­tir la hipo­te­ca, que es un dere­cho real ‑en don­de la cosa hipo­te­ca­da res­pon­de de sí misma‑, en una obli­ga­ción fun­da­men­tal­men­te per­so­nal aun­que mix­ti­fi­ca­da mer­ced a un enun­cia­do que la decla­ra com­pro­mi­so per­so­nal con garan­tía hipo­te­ca­ria. Échen­le guin­das al pavo.

La idea de fijar cons­ti­tu­cio­nal­men­te el défi­cit máxi­mo del Esta­do cons­ti­tu­ye ade­más una ter­mi­nan­te impo­si­ción ale­ma­na ‑bajo cuyas alas se acu­rru­ca Fran­cia- que a la vis­ta de que su eco­no­mía acu­sa grie­tas cre­cien­tes no quie­re hacer­se car­go de corre­gir con sus medios los deli­rios de muchos gobier­nos euro­peos. Supon­go que si la Unión Euro­pea fue­ra algo sóli­do habría otros cami­nos para evi­tar­le sus­tos a Ale­ma­nia, pero como la Unión es un remien­do en tela de saco, la can­ci­ller ale­ma­na ha deci­di­do inter­ve­nir la sobe­ra­nía espa­ño­la para que no jue­guen sus repre­sen­tan­tes con las cosas de comer. Ya iban por ahí los tiros cuan­do empe­zó a hablar­se de una cesión de sobe­ra­nía con el pro­yec­to de crear un super­mi­nis­te­rio de eco­no­mía y hacien­da en Bru­se­las, lo que deja­ría a los gobier­nos como el espa­ñol, el irlan­dés, el ita­liano, el por­tu­gués o el grie­go redu­ci­dos a una espe­cie de gobier­nos civi­les de super­pro­vin­cias diri­gi­das cen­tral­men­te por Bonn. Vere­mos como res­pon­den los patrio­tas espa­ño­les que tan­to albo­ro­tan cuan­do Eus­ka­di o Cata­lun­ya recla­man sim­ple­men­te trans­fe­ren­cias de fun­cio­nes sin mayor relie­ve de cara a sus ambi­cio­nes sobe­ra­nas. Es curio­so que esos espa­ño­les, que van del Impe­rio hacia Dios sin supe­rar la muga pire­nai­ca acep­ten man­sa­men­te, por lo gene­ral, estas inva­sio­nes que recuer­dan la de los cien mil hijos de San Luis, esta vez con­ver­ti­dos en luteranos.

Cuan­do se ha soli­ci­ta­do una y cien veces, y no por par­te cier­ta­men­te de los nacio­na­lis­tas domes­ti­ca­dos, la refor­ma cons­ti­tu­cio­nal para que vas­cos y cata­la­nes pudie­ra expre­sar su libre opi­nión acer­ca del esta­tus nacio­nal que les corres­pon­de tan­to el Sr. Zapa­te­ro, o sea los socia­lis­tas, como el Sr. Rajoy, o sea los «nacio­na­les», han opues­to siem­pre a tal deseo la intan­gi­bi­li­dad de la Cons­ti­tu­ción que, al pare­cer, ha naci­do con voca­ción de eter­ni­dad. Aho­ra resul­ta que ante la inca­pa­ci­dad del Sis­te­ma para repa­rar la mor­tal vía de agua que pade­ce ‑que, repi­to de nue­vo, es cues­tión de Mode­lo social más que de cazar bui­tres con auxi­lio del Sepron- se renun­cia abrup­ta­men­te a la sacra­li­dad de la Car­ta Mag­na y se la con­vier­te en una nor­ma de segun­do orden para fre­nar el desen­freno en el gas­to públi­co, desen­freno que se podría con­tro­lar con dar otro per­fil a la ley anual del pre­su­pues­to o con redac­tar un decre­to-ley, dada su urgen­cia, que devol­vie­ra la tran­qui­li­dad a los espe­cu­la­do­res que nos sobre­vue­lan des­de las gran­des potencias.

El hecho es que la Sra. Mer­kel ha logra­do con una sola per­di­go­na­da herir mor­tal­men­te en el ala al can­di­da­to socia­lis­ta a pre­mier Sr. Rubal­ca­ba, al que dice ser y lla­mar­se jefe del Gobierno espa­ñol, Sr. Zapa­te­ro, y a ese caba­lle­ro blan­di­to y cucón que espe­ra que las uvas cai­gan por su madu­rez, Sr. Rajoy. Inclu­so ha logra­do que fal­sos nacio­na­lis­tas como el con­ver­gen­te Sr. Durán Farrell, que siem­pre ha temi­do que triun­fen los sobe­ra­nis­tas cata­la­nes y que es un cam­bo­niano de vía estre­cha, se adhie­ra al espí­ri­tu de la refor­ma cons­ti­tu­cio­nal por si su apo­yo a Madrid, que es don­de él dis­fru­ta, le per­mi­te lle­var­le al Sr. Más el rega­lo, por ejem­plo, de la cesión de los sellos de correos con las barras y la figu­ra de Roger de Lluria.

Lo que des­de lue­go que­da paten­te es que, a par­tir de aho­ra, nin­gún gobierno espa­ñol podrá des­de hoy, y mien­tras Espa­ña siga ocu­pa­da por sus pro­pios gober­nan­tes, dis­po­ner del poder deci­si­vo de los pre­su­pues­tos públi­cos para cam­biar de polí­ti­ca de un modo fun­da­men­tal. Supon­go que como los gas­tos mili­ta­res son into­ca­bles en las gran­des cifras, el volu­men del fun­cio­na­ria­do segui­rá en su nivel por medio de los nom­bra­mien­tos polí­ti­cos y la aten­ción a los pode­res finan­cie­ro, reli­gio­so y sin­di­cal per­ma­ne­ce­rá vigen­te, el con­trol férreo del gas­to ‑que ya ha empe­za­do- recae­rá sobre los sala­rios, el empleo depau­pe­ra­do, la cul­tu­ra irri­so­ria, la aten­ción a las fami­lias y otros aspec­tos de la vida espa­ño­la, que hoy cons­ti­tu­ye una sufri­mien­to colec­ti­vo de un alcan­ce escan­da­lo­so. Es más, el dise­ño auto­nó­mi­co espa­ñol que­da­rá asi­mis­mo a mer­ced de la dis­po­si­ción cons­ti­tu­cio­nal que limi­te el défi­cit de los gobier­nos auto­nó­mi­cos median­te la limi­ta­ción de su capa­ci­dad de endeu­da­mien­to y de dis­po­si­ción de medios. La soña­da Espa­ña de las auto­no­mías, que lle­nó la boca abier­ta de los padres de la Cons­ti­tu­ción, se está yen­do a paseo día a día.

No me gus­ta­ría cerrar esta pági­na sin dar una pin­ce­la­da, aun­que bre­ve e irre­le­van­te, a cier­tos cam­bios cons­ti­tu­cio­na­les que pre­ten­de­rán ele­var el relie­ve de esta clau­di­ca­ción de la sobe­ra­nía espa­ño­la. Supon­go que, aun­que no lo hayan soli­ci­ta­do ni el Ban­co Mun­dial ni la Sra. Mer­kel, se acor­da­ra una inno­va­ción de géne­ro en la suce­sión a la Coro­na. Esto segu­ro que pro­vo­ca­rá muchas más dis­cu­sio­nes en las calles de la monar­quía que la eli­mi­na­ción de los pin­ga­jos que que­dan del men­ti­do Esta­do del Bienestar.

Y se aña­di­rán tres o cua­tro inno­va­cio­nes más para que Eus­ka­di y Cata­lun­ya regre­sen al redil patrio al ampa­ro de la ben­di­ción del car­de­nal Rou­co, la inten­si­fi­ca­ción del régi­men ban­ca­rio y bajo la pro­tec­ción más estric­ta de la Guar­dia Civil. No sé como teje­rán todos estos fle­cos, pero lo harán. Segu­ra­men­te espe­ra­rán a que el Sr. Rajoy tome pose­sión del poder, se aso­me al bal­cón del Ayun­ta­mien­to de Mós­to­les y cla­me que Madrid está en peli­gro y hay que acu­dir a sal­var­lo. Vere­mos a cuán­to salimos.

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