Igua­les y dife­ren­tes – Julen Arzuaga

Dicen en los Esta­dos Uni­dos que cuan­do un cha­val blan­co peda­lea con todas sus fuer­zas en su bici­cle­ta es por­que está expe­ri­men­tan­do el éxta­sis de la liber­tad. Si es un joven negro quien peda­lea con ese ímpe­tu, es por­que huye de la policía.

El prin­ci­pio, valor o dere­cho a la igual­dad se emplea pro­fu­sa­men­te en ámbi­tos tales como el géne­ro, el repar­to de rique­za, la diver­si­dad de pro­ce­den­cia, reli­gión, raza o cul­tu­ra. Tie­ne ver­tien­tes y mati­ces como para lle­nar varios libros. Quie­ro refe­rir­me a lo que aquí y hoy pue­de sig­ni­fi­car esta cues­tión: en qué somos igua­les y en qué dife­ren­tes, y con res­pec­to a quién.

Todo ser humano es dife­ren­te entre sí, por lo que recla­mar igual­dad total y para todos sería ridícu­lo. Cues­tión, pues, de mati­ces. La igual­dad tie­ne que ver con el tra­ta­mien­to que se pres­ta a per­so­nas que aún dife­ren­tes en algo, ese algo no tie­ne rele­van­cia sufi­cien­te como para jus­ti­fi­car un tra­to dife­ren­te. Siguien­do con el ejem­plo del enca­be­za­mien­to, la dife­ren­cia de la pig­men­ta­ción de la piel no es argu­men­to sufi­cien­te para razo­nar que un joven deba ser aplau­di­do por su efu­si­vi­dad liber­ta­ria, mien­tras que el otro sea dete­ni­do pre­ven­ti­va­men­te. Des­de el pun­to de vis­ta con­tra­rio, si las per­so­nas son en algo igua­les, sien­do lo rele­van­te la dife­ren­cia, esta­rá jus­ti­fi­ca­do un tra­ta­mien­to en con­se­cuen­cia, dife­ren­te. En el ejem­plo ante­rior, se jus­ti­fi­ca­rían medi­das de apo­yo, ayu­das, inclu­so el reco­no­ci­mien­to de dere­chos deven­ga­dos a los des­cen­dien­tes afro­ame­ri­ca­nos, en apli­ca­ción de los Pla­nes de Acción de la Con­fe­ren­cia Mun­dial con­tra el Racis­mo. Igua­les y diferentes.

Entien­do que la regla gene­ral es la igual­dad, reca­yen­do en quien pre­ten­da un tra­ta­mien­to des­igual la car­ga de la argu­men­ta­ción de en qué y por­qué la diferencia.

Entro pues en mate­ria: el Esta­do espa­ñol ha jus­ti­fi­ca­do en que son «terro­ris­tas» un tra­to abso­lu­ta­men­te des­igua­li­ta­rio a miles de vas­cos y vas­cas. Con dicha eti­que­ta han favo­re­ci­do que sean dete­ni­dos y acu­sa­dos arbi­tra­ria­men­te, tal y como hemos vis­to ante­rior­men­te y lo hare­mos pró­xi­ma­men­te en el pro­ce­so «Bate­ra­gu­ne». En con­tra de esa regla gene­ral igua­li­ta­ria, han sido dete­ni­dos bajo regí­me­nes espe­cia­les y se les ha apli­ca­do, en cir­cuns­tan­cias dis­cri­mi­na­to­rias, polí­ti­cas peni­ten­cia­rias excep­cio­na­les. Una retahí­la de leyes, regla­men­tos o sim­ples inter­pre­ta­cio­nes que se basa­ban en la pre­sun­ción de que estas per­so­nas eran dife­ren­tes del res­to. Y lo eran sobre la base de una eté­rea valo­ra­ción de ele­men­tos ideo­ló­gi­cos, de opi­nión, de pre­sun­tos víncu­los per­so­na­les o colec­ti­vos asi­mis­mo sub­je­ti­va­men­te inter­pre­ta­dos. Sobre esta sos­pe­cha se cons­tru­yó un «enemi­go» gol­pea­do por un dere­cho espe­cial, segre­ga­do del «ciu­da­dano» a quien defien­de el dere­cho ordi­na­rio. Pro­ba­ble­men­te la expre­sión más cla­ra de esta diná­mi­ca ha sido la limi­ta­ción del dere­cho de sufra­gio ‑tan­to acti­vo como pasi­vo- que acer­ta­da­men­te se ha deno­mi­na­do «apartheid», ya que en el fue­ro interno de sus dise­ña­do­res pre­va­le­cía la idea de rele­gar a cier­tas per­so­nas, por ser «dife­ren­tes», fue­ra del pro­ce­so polí­ti­co. Algo que, si bien a pun­to de pasar pági­na, toda­vía sub­ya­ce en el actual deba­te sobre la con­fi­gu­ra­ción de las ins­ti­tu­cio­nes y que ani­ma a la pro­pues­ta de pac­tos de exclu­sión o veto de cier­tas can­di­da­tu­ras, por­que en el fon­do, toda­vía están «con­ta­mi­na­das», son «recién lle­ga­dos a la demo­cra­cia», no tie­nen capa­ci­dad para gober­nar por no dis­po­ner del pedi­grí civil nece­sa­rio. El deba­te no se pro­du­ce en torno a un con­tras­te abier­to de pro­gra­mas, sino que se sopor­ta sobre un sam­be­ni­to, efec­to de años de estig­ma­ti­za­ción ante ins­ti­tu­cio­nes excluyentes.

Pues bien, esa dife­ren­cia de tra­to se ha demos­tra­do insos­te­ni­ble. No esta­ba jus­ti­fi­ca­da. Aho­ra debe­mos enfren­tar la repa­ra­ción de tan­tos años de dis­cri­mi­na­ción: poner a todos y todas las ciu­da­da­nas de este país en igual­dad de dere­chos. Y lo digo sin un ápi­ce de «vic­ti­mis­mo», últi­mo reduc­to des­de el que ridi­cu­li­zar recla­ma­cio­nes legí­ti­mas. Lo digo por­que es una rémo­ra y un obs­tácu­lo para la rea­li­za­ción del dere­cho de igual­dad que la ley espa­ño­la dice garantizar.

Y entra­mos en la segun­da cues­tión: ¿somos com­ple­ta­men­te igua­les al res­to de los espa­ño­les o nos dife­ren­cia­mos en algo rele­van­te que jus­ti­fi­que una excep­ción? Como he dicho ante­rior­men­te, demos­trar la razón dife­ren­cial es com­pe­ten­cia de quien la ale­ga. En este caso de noso­tros y noso­tras. Tene­mos que jus­ti­fi­car que la exis­ten­cia de una len­gua, una his­to­ria, un haz de cos­tum­bres y tra­di­cio­nes, una visión del mun­do com­par­ti­da, un víncu­lo común… es com­bus­ti­ble sufi­cien­te para pro­yec­tar a este pue­blo hacia el futu­ro como suje­to colec­ti­vo dife­ren­cia­do de sus veci­nos. La bre­cha ideo­ló­gi­ca, de sen­ti­mien­tos, cul­tu­ral, polí­ti­ca, social, de aspi­ra­cio­nes que tras las últi­mas elec­cio­nes se ha tra­za­do geo­grá­fi­ca­men­te en el Ebro ‑o en Pan­cor­bo según otros- es de sufi­cien­te enti­dad como para visua­li­zar y dar fue­lle, aho­ra mejor que nun­ca, a ese hecho dife­ren­cial y con­ver­tir­lo en realidad.

Si demos­tra­mos que esos ele­men­tos dife­ren­cia­les tie­nen enti­dad sufi­cien­te para esta­ble­cer una par­ti­cu­la­ri­dad al cri­te­rio uni­for­ma­dor de la legis­la­ción espa­ño­la, se debe­ría esta­ble­cer inme­dia­ta­men­te un pro­ce­di­mien­to sobre cómo ejer­cer tal dife­ren­cia. Hecho dife­ren­cial que, de ser aco­gi­do y expre­sa­do de for­ma níti­da y mayo­ri­ta­ria por la ciu­da­da­nía de Eus­kal Herria, debe­ría ser reco­no­ci­do asi­mis­mo por las auto­ri­da­des espa­ño­las y la comu­ni­dad internacional.

No es con­tra­dic­to­ria esta hoja de ruta, ya que el reco­no­ci­mien­to de la igual­dad ante la vigen­te ley espa­ño­la ‑tras el fra­ca­so hoy cer­ti­fi­ca­do del tra­to dis­cri­mi­na­to­rio por ser «terro­ris­tas»- y la pos­te­rior decla­ra­ción del dere­cho a ejer­cer la dife­ren­cia ‑por el hecho cier­to de ser «vas­cos»- en base a la legis­la­ción y legi­ti­ma­ción inter­na­cio­nal son esta­cio­nes suce­si­vas. La pri­me­ra de ellas ‑el final del ciclo de ile­ga­li­za­ción, la remo­ción de leyes excep­cio­na­les, eli­mi­na­ción de tra­ta­mien­tos pena­les extra­or­di­na­rios que ade­más son vul­ne­ra­to­rios de dere­chos huma­nos- está tras la siguien­te cur­va. No pue­de ser de otra mane­ra en el actual esce­na­rio polí­ti­co. Con res­pec­to a la segun­da esta­ción ‑reco­no­ci­mien­to y ejer­ci­cio del hecho dife­ren­cial- tene­mos todos los ele­men­tos sobre la mesa, pero debe­mos madu­rar­los, tra­ba­jar­los, inte­rio­ri­zar­los posi­ti­va­men­te y exte­rio­ri­zar­los peda­gó­gi­ca­men­te a con­ve­ci­nos varios.

Hay otro ele­men­to para jus­ti­fi­car ese trac­to tem­po­ral con­ti­nuo: el reco­no­ci­mien­to de la igual­dad como ciu­da­da­nos ante la legis­la­ción espa­ño­la nos per­mi­ti­ría entrar en la moder­ni­dad, con la ins­tau­ra­ción ‑por fin- de un Esta­do de dere­cho que tra­ta a sus ciu­da­da­nos por igual. Lle­ga­mos tar­de. El reco­no­ci­mien­to del hecho dife­ren­cial y de que ade­más, este con­lle­va un dere­cho de auto­dis­po­si­ción, auto­go­bierno o auto­de­ter­mi­na­ción, por el que una colec­ti­vi­dad dibu­ja el futu­ro que desea, nos sitúa en el momen­to his­tó­ri­co actual de post (o trans)modernidad. El Rei­no de Espa­ña nos ha hecho per­der déca­das hacién­do­nos dife­ren­tes ante la ley penal/​administrativa e igua­les ante la ley política/​constitucional. Y han fra­ca­sa­do. Invir­ta­mos esas variables.

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