“Ideas esté­ti­cas en los Manus­cri­tos Eco­nó­mi­cos-Filo­só­fi­cos de Marx”- Adol­fo Sán­chez Vázquez

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Marx se plan­teó reite­ra­das veces a lo lar­go de sus obras los pro­ble­mas esté­ti­cos. Su inte­rés por estos pro­ble­mas no sólo res­pon­día a la pasión que mos­tró, des­de su pri­me­ra juven­tud, por la literatura,pasión que puso de mani­fies­to cul­ti­van­do él mis­mo la poesía,aunque con poca for­tu­na, y sobre todo reve­lán­do­se con el tiem­po como un gran escritor,preciso en la defi­ni­ción, vigo­ro­so en el esti­lo y capaz­de ele­var­se a la belle­za mis­ma en el uso de la metá­fo­ra. Sus cons­tan­tes refe­ren­cias a la obra de los gran­des crea­do­res, que mues­tran una mira­da des­pier­ta para los momen­tos cru­cia­les de la his­to­ria del arte y de la lite­ra­tu­ra uni­ver­sal y, par­ti­cu­lar­men­te, para los gran­des escri­to­res rea­lis­tas de su tiem­po no son tam­po­co meras ejem­pli­fi­ca­cio­nes del méto­do dia­léc­ti­co que él mis­mo había for­ja­do y con el cual hizo posi­ble expli­car el arte mis­mo a par­tir de las con­di­cio­nes mate­ria­les de exis­ten­cia. La preo­cu­pa­ción de Marx por los pro­ble­mas estéticos,por el arte y la lite­ra­tu­ra, se inte­gra den­tro de su con­cep­ción gene­ral del mun­do y de la socie­dad y apa­re­ce como un ele­men­to nece­sa­rio­de ella. La visión de Marx del hom­bre y de la socie­dad que­da­ría incom­ple­ta si no se aso­ma­ra tam­bién al mun­do de lo esté­ti­co, pues lo esté­ti­co es, como vere­mos, para él, una dimen­sión nece­sa­ria de la exis­ten­cia huma­na; el hom­bre crea “con­for­me a las leyes de la belle­za”,» según una expre­sión suya, no por ins­tin­to, por puro pla­cer o jue­go, sino por una nece­si­dad his­tó­ri­co-social de expre­sar­se, de afir­mar­se, de ele­var­se sobre sí mis­mo, sobre su ser natural.

La gran apor­ta­ción de Marx a la Esté­ti­ca con­sis­te en poner de relie­ve que lo esté­ti­co, como rela­ción pecu­liar entre el hom­bre y la reali­dad, se ha ido for­jan­do his­tó­ri­ca, social­men­te, en el pro­ce­so de trans­for­ma­ción de la natu­ra­le­za y de crea­ción de un mun­do de obje­tos huma­nos; es decir, en la acti­vi­dad prác­ti­ca social, La con­cep­ción esté­ti­ca de Marx, como toda su filo­so­fía, se mue­ve en un plano radi­cal­men­te dis­tin­to al de la esté­ti­ca idea­lis­ta, al vin­cu­lar lo esté­ti­co con la prác­ti­ca, Ello es per­fec­ta­men­te con­gruen­te con la médu­la mis­ma de su filo­so­fía, con­te­ni­da en la pri­me­ra de sus Tesis sobre Feuer­bach: “El defec­to fun­da­men­tal de todo el mate­ria­lis­mo ante­rior ‑inclu­yen­do el de Feuer­bach- es que sólo con­ci­be el obje­to, la reali­dad, la sen­so­ríe­dad, bajo la for­ma de obje­to o de con­tem­pla­ción, pero no como acti­vi­dad sen­so­rial huma­na, como prác­ti­ca, no de un modo sub­je­ti­vo. De aquí que el lado acti­vo fue­se desa­rro­lla­do por el idea­lis­mo, por opo­si­ción al mate­ria­lis­mo, pero sólo de un modo abs­trac­to, ya que el idea­lis­mo no cono­ce, natu­ral­men­te, la acti­vi­dad real, sen­so­rial como tal.” a Marx repro­cha aquí a Feuer­bach que con­ci­ba de mane­ra idea­lis­ta la acti­vi­dad, la crea­ción del suje­to, es decir, como acti­vi­dad teó­ri­ca, como crea­ción abs­trac­ta. La prác­ti­ca para Marx es la acción del hom­bre sobre la natu­ra­le­za, acción que por ser cons­cien­te no sólo trans­for­ma la natu­ra­le­za, sino al hom­bre mis­mo. Este poder humano de trans­for­ma­ción, de pro­duc­ción, que se pone de mani­fies­to, ante todo, en el tra­ba­jo humano, se mani­fies­ta asi­mis­mo en el arte, o sea,en la crea­ción de esos obje­tos sin­gu­la­res que son las obras artísticas.

La prác­ti­ca, fun­da­men­to de la con­cien­cia y de la exis­ten­cia del hom­bre como ser his­tó­ri­co-social, capaz de crear un mun­do a su medi­da, es tam­bién el fun­da­men­to de su rela­ción esté­ti­ca con la reali­dad y del arte. Así, pues, aun­que Marx no nos haya deja­do una esté­ti­ca sis­te­má­ti­ca y sus jui­cios en este domi­nio se encuen­tren dis­per­sos a lo lar­go de toda su obra, sus ideas esté­ti­cas no son algo casual, sino que se inte­gran cohe­ren­te­men­te den­tro de su con­cep­ción gene­ral, en con­so­nan­cia con sus tesis car­di­na­les, y res­pon­dien­do a la nece­si­dad de expli­car un tipo de acti­vi­dad que se da his­tó­ri­ca y social­men­te en el hom­bre, pero como un modo de ser, de acción, nece­sa­rio y sus­tan­cial en su existencia.

De todas las obras de Marx son los Manus­cri­tos eco­nó­mi­co-filo­só­fi­cos de I844 los que ofre­cen una mayor rique­za des­de el pun­to de vis­ta de la inves­ti­ga­ción esté­ti­ca. Fue­ron escri­tos en París, en 1843 – 1844,en un perio­do en que el joven Marx, des­pués de dejar atrás el idea­lis­mo de la izquier­da hege­lia­na, empren­día fir­me­men­te el camino del mate­ria­lis­mo. Bajo una ter­mi­no­lo­gía en par­te hege­lia­na y feuer­ba­chia­na, Marx nos ofre­ce en sus Manus­cri­tos el con­te­ni­do fun­da­men­tal de su nue­va con­cep­ción del mun­do, del hom­bre y de la socie­dad. Par­tien­do de un aná­li­sis crí­ti­co de la cate­go­ría fun­da­men­tal de la Feno­me­no­lo­gía del Espí­ri­tu, de Hegel, la cate­go­ría de “ena­je­na­ción” deja­rá de ser para Marx la rela­ción abs­trac­ta hege­lia­na de suje­to y obje­to, para situar­la en el plano real, con­cre­to, de las rela­cio­nes entre el hom­bre y la natu­ra­le­za, y de hom­bre a hom­bre, es decir, en el plano de deter­mi­na­das rela­cio­nes eco­nó­mi­co-socia­les. La ena­je­na­ción se tra­du­ce en un empo­bre­ci­mien­to o pér­di­da de la esen­cia huma­na, y apa­re­ce his­tó­ri­ca, social­men­te cuan­do el pro­ce­so de trans­for­ma­ción de la natu­ra­le­za por el hom­bre median­te el tra­ba­jo, que es el que ele­va al hom­bre sobre su ser natu­ral, cam­bia de signo en vir­tud de la pro­pie­dad pri­va­da sobre los medios de pro­duc­ción. Hay, pues, en los Manus­cri­tos, una doc­tri­na del hom­bre, pero no del hom­bre en gene­ral, abs­trac­to, sino del hom­bre en su uni­dad indi­so­lu­ble con la natu­ra­le­za y con los demás hom­bres, en una situa­ción his­tó­ri­ca-social con­cre­ta. A dife­ren­cia del ani­mal que se halla en una rela­ción uni­la­te­ral con la reali­dad que le rodea ‑rela­ción inme­dia­ta, for­zo­sa e individual‑, el hom­bre se halla en una rela­ción múl­ti­ple, media­ta y libre, ya que actúa como ser social, remon­tán­do­se sobre lo inmediato.

Entre estas múl­ti­ples rela­cio­nes tene­mos, en pri­mer lugar, la rela­ción prác­ti­ca mate­rial, en la que el hom­bre, median­te el tra­ba­jo, trans­for­ma a la natu­ra­le­za y crea un mun­do de obje­tos, de pro­duc­tos, para satis­fa­cer sus nece­si­da­des mate­ria­les. Pero la asi­mi­la­ción de la reali­dad no se redu­ce a esta acti­vi­dad prác­ti­ca mate­rial. El hom­bre ha con­quis­ta­do su esen­cia huma­na enri­que­cien­do sus rela­cio­nes con el mun­do exte­rior: “El hom­bre se apro­pia su ser uni­ver­sal de un modo uni­ver­sal, es decir, como hom­bre total. .. La reali­dad huma­na es tan múl­ti­ple como las deter­mi­na­cio­nes de la esen­cia huma­na y las acti­vi­da­des huma­nas.” Mien­tras que la reali­dad ani­mal se ago­ta en el tipo de rela­ción que satis­fa­ce sus nece­si­da­des inme­dia­tas, la reali­dad huma­na se ve obli­ga­da a enri­que­cer sus rela­cio­nes con el uni­ver­so ente­ro para satis­fa­cer nece­si­da­des espe­cí­fi­ca­men­te huma­nas. Así se da tam­bién esa rela­ción entre suje­to y obje­to que Marx lla­ma en los Manus­cri­tos “crea­ción con­for­me a las leyes de la belle­za” y que más tar­de, en 1857, en su Intro­duc­ción a la crí­ti­ca de la eco­no­mía polí­ti­ca, deno­mi­na­rá “asi­mi­la­ción artís­ti­ca del mun­do”, sub­ra­yan­do así su dife­ren­cia fun­da­men­tal con la asi­mi­la­ción teó­ri­ca del mun­do que cons­ti­tu­ye la ciencia.

Mien­tras que en la asi­mi­la­ción teó­ri­ca se per­si­gue la “medi­da obje­ti­va del obje­to mis­mo”, es decir, pene­trar en su esen­cia, hacien­do abs­trac­ción de sus rela­cio­nes casua­les, sin­gu­la­res, en la asi­mi­la­ción esté­ti­ca no se sacri­fi­ca lo sin­gu­lar a lo gene­ral y se cap­ta el obje­to como domi­nio de la expe­rien­cia inme­dia­ta. En la acti­tud teó­ri­ca, el suje­to no sale de la esfe­ra del obje­to hace abs­trac­ción de sí mis­mo, de su mun­do inte­rior, para poder pene­trar así en la esen­cia del obje­to. Tal es el pre­cio que ha de pagar por alcan­zar la uni­ver­sa­li­dad. La acti­tud teó­ri­ca supo­ne una apro­pia­ción del obje­to por el suje­to para satis­fa­cer nece­si­da­des huma­nas, a las que res­pon­de tam­bién la acti­vi­dad” prác­ti­ca mate­rial que trans­for­ma al obje­to. La cien­cia es, por ello, pro­duc­ción o crea­ción huma­na, pero el hom­bre no se expre­sa direc­ta, inme­dia­ta­men­te en esta crea­ción suya.

En la asi­mi­la­ción artís­ti­ca de la reali­dad el hom­bre des­plie­ga toda la poten­cia de su sub­je­ti­vi­dad, de sus fuer­zas huma­nas, como indi­vi­duo que, a su vez, for­ma par­te de una comu­ni­dad, es decir, como ser social. El arte dice lo que la cien­cia calla. Mien­tras que la cien­cia tien­de a borrar la hue­lla del suje­to en el obje­to cien­tí­fi­co ‑ver­dad, teo­ría, ley, con­cep­to, etc.-, el arte pre­ten­de que el suje­to se afir­me o expre­se en el obje­to esté­ti­co. Y esta afir­ma­ción o expre­sión del hom­bre, que la cien­cia no pue­de lograr, es el fin que per­si­gue la “crea­ción con­for­me a las leyes de la belle­za” de que habla Marx en los Manus­cri­tos o “asi­mi­la­ción artís­ti­ca del mun­do”, en su Intro­duc­ción a la crí­ti­ca de la eco­no­mía polí­ti­ca.

Ideas esté­ti­cas en los Manus­cri­tos Eco­nó­mi­cos-Filo­só­fi­cos de Marx

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