1
Marx se planteó reiteradas veces a lo largo de sus obras los problemas estéticos. Su interés por estos problemas no sólo respondía a la pasión que mostró, desde su primera juventud, por la literatura,pasión que puso de manifiesto cultivando él mismo la poesía,aunque con poca fortuna, y sobre todo revelándose con el tiempo como un gran escritor,preciso en la definición, vigoroso en el estilo y capazde elevarse a la belleza misma en el uso de la metáfora. Sus constantes referencias a la obra de los grandes creadores, que muestran una mirada despierta para los momentos cruciales de la historia del arte y de la literatura universal y, particularmente, para los grandes escritores realistas de su tiempo no son tampoco meras ejemplificaciones del método dialéctico que él mismo había forjado y con el cual hizo posible explicar el arte mismo a partir de las condiciones materiales de existencia. La preocupación de Marx por los problemas estéticos,por el arte y la literatura, se integra dentro de su concepción general del mundo y de la sociedad y aparece como un elemento necesariode ella. La visión de Marx del hombre y de la sociedad quedaría incompleta si no se asomara también al mundo de lo estético, pues lo estético es, como veremos, para él, una dimensión necesaria de la existencia humana; el hombre crea “conforme a las leyes de la belleza”,» según una expresión suya, no por instinto, por puro placer o juego, sino por una necesidad histórico-social de expresarse, de afirmarse, de elevarse sobre sí mismo, sobre su ser natural.
La gran aportación de Marx a la Estética consiste en poner de relieve que lo estético, como relación peculiar entre el hombre y la realidad, se ha ido forjando histórica, socialmente, en el proceso de transformación de la naturaleza y de creación de un mundo de objetos humanos; es decir, en la actividad práctica social, La concepción estética de Marx, como toda su filosofía, se mueve en un plano radicalmente distinto al de la estética idealista, al vincular lo estético con la práctica, Ello es perfectamente congruente con la médula misma de su filosofía, contenida en la primera de sus Tesis sobre Feuerbach: “El defecto fundamental de todo el materialismo anterior ‑incluyendo el de Feuerbach- es que sólo concibe el objeto, la realidad, la sensoríedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, ya que el idealismo no conoce, naturalmente, la actividad real, sensorial como tal.” a Marx reprocha aquí a Feuerbach que conciba de manera idealista la actividad, la creación del sujeto, es decir, como actividad teórica, como creación abstracta. La práctica para Marx es la acción del hombre sobre la naturaleza, acción que por ser consciente no sólo transforma la naturaleza, sino al hombre mismo. Este poder humano de transformación, de producción, que se pone de manifiesto, ante todo, en el trabajo humano, se manifiesta asimismo en el arte, o sea,en la creación de esos objetos singulares que son las obras artísticas.
La práctica, fundamento de la conciencia y de la existencia del hombre como ser histórico-social, capaz de crear un mundo a su medida, es también el fundamento de su relación estética con la realidad y del arte. Así, pues, aunque Marx no nos haya dejado una estética sistemática y sus juicios en este dominio se encuentren dispersos a lo largo de toda su obra, sus ideas estéticas no son algo casual, sino que se integran coherentemente dentro de su concepción general, en consonancia con sus tesis cardinales, y respondiendo a la necesidad de explicar un tipo de actividad que se da histórica y socialmente en el hombre, pero como un modo de ser, de acción, necesario y sustancial en su existencia.
De todas las obras de Marx son los Manuscritos económico-filosóficos de I844 los que ofrecen una mayor riqueza desde el punto de vista de la investigación estética. Fueron escritos en París, en 1843 – 1844,en un periodo en que el joven Marx, después de dejar atrás el idealismo de la izquierda hegeliana, emprendía firmemente el camino del materialismo. Bajo una terminología en parte hegeliana y feuerbachiana, Marx nos ofrece en sus Manuscritos el contenido fundamental de su nueva concepción del mundo, del hombre y de la sociedad. Partiendo de un análisis crítico de la categoría fundamental de la Fenomenología del Espíritu, de Hegel, la categoría de “enajenación” dejará de ser para Marx la relación abstracta hegeliana de sujeto y objeto, para situarla en el plano real, concreto, de las relaciones entre el hombre y la naturaleza, y de hombre a hombre, es decir, en el plano de determinadas relaciones económico-sociales. La enajenación se traduce en un empobrecimiento o pérdida de la esencia humana, y aparece histórica, socialmente cuando el proceso de transformación de la naturaleza por el hombre mediante el trabajo, que es el que eleva al hombre sobre su ser natural, cambia de signo en virtud de la propiedad privada sobre los medios de producción. Hay, pues, en los Manuscritos, una doctrina del hombre, pero no del hombre en general, abstracto, sino del hombre en su unidad indisoluble con la naturaleza y con los demás hombres, en una situación histórica-social concreta. A diferencia del animal que se halla en una relación unilateral con la realidad que le rodea ‑relación inmediata, forzosa e individual‑, el hombre se halla en una relación múltiple, mediata y libre, ya que actúa como ser social, remontándose sobre lo inmediato.
Entre estas múltiples relaciones tenemos, en primer lugar, la relación práctica material, en la que el hombre, mediante el trabajo, transforma a la naturaleza y crea un mundo de objetos, de productos, para satisfacer sus necesidades materiales. Pero la asimilación de la realidad no se reduce a esta actividad práctica material. El hombre ha conquistado su esencia humana enriqueciendo sus relaciones con el mundo exterior: “El hombre se apropia su ser universal de un modo universal, es decir, como hombre total. .. La realidad humana es tan múltiple como las determinaciones de la esencia humana y las actividades humanas.” Mientras que la realidad animal se agota en el tipo de relación que satisface sus necesidades inmediatas, la realidad humana se ve obligada a enriquecer sus relaciones con el universo entero para satisfacer necesidades específicamente humanas. Así se da también esa relación entre sujeto y objeto que Marx llama en los Manuscritos “creación conforme a las leyes de la belleza” y que más tarde, en 1857, en su Introducción a la crítica de la economía política, denominará “asimilación artística del mundo”, subrayando así su diferencia fundamental con la asimilación teórica del mundo que constituye la ciencia.
Mientras que en la asimilación teórica se persigue la “medida objetiva del objeto mismo”, es decir, penetrar en su esencia, haciendo abstracción de sus relaciones casuales, singulares, en la asimilación estética no se sacrifica lo singular a lo general y se capta el objeto como dominio de la experiencia inmediata. En la actitud teórica, el sujeto no sale de la esfera del objeto hace abstracción de sí mismo, de su mundo interior, para poder penetrar así en la esencia del objeto. Tal es el precio que ha de pagar por alcanzar la universalidad. La actitud teórica supone una apropiación del objeto por el sujeto para satisfacer necesidades humanas, a las que responde también la actividad” práctica material que transforma al objeto. La ciencia es, por ello, producción o creación humana, pero el hombre no se expresa directa, inmediatamente en esta creación suya.
En la asimilación artística de la realidad el hombre despliega toda la potencia de su subjetividad, de sus fuerzas humanas, como individuo que, a su vez, forma parte de una comunidad, es decir, como ser social. El arte dice lo que la ciencia calla. Mientras que la ciencia tiende a borrar la huella del sujeto en el objeto científico ‑verdad, teoría, ley, concepto, etc.-, el arte pretende que el sujeto se afirme o exprese en el objeto estético. Y esta afirmación o expresión del hombre, que la ciencia no puede lograr, es el fin que persigue la “creación conforme a las leyes de la belleza” de que habla Marx en los Manuscritos o “asimilación artística del mundo”, en su Introducción a la crítica de la economía política.
Ideas estéticas en los Manuscritos Económicos-Filosóficos de Marx