Entre­vis­ta al aita y ama de Gatza

Eus­kal­du­nes, jubi­la­dos tras una vida ente­ra de tra­ba­jo. Y las tres últi­mas déca­das, mar­ca­das a fue­go por la cár­cel. Son los padres del pre­so polí­ti­co más anti­guo de Euro­pa, Jose­ma­ri Sagar­dui Moja, «Gatza».

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¿Cómo era Jose­ma­ri de joven?

San­tos: Era un cha­val for­mal, muy abier­to, tra­ba­ja­dor, pre­pa­ra­do, pero tam­bién le gus­ta­ba alter­nar como a los de su edad. Era muy que­ri­do por los ami­gos y tam­bién por el pue­blo. Para él son igua­les las per­so­nas mayo­res y los jóve­nes; no le impor­ta­ba la edad que tuvie­ra alguien para tener amis­tad con él. Noso­tros pen­sá­ba­mos que no se metía en polí­ti­ca, pero vien­do la situa­ción que se vivía… A la vis­ta está que los jóve­nes se preo­cu­pan por la situa­ción de Eus­kal Herria y por eso está en la cárcel.

Bego­ña: Enton­ces en casa hablá­ba­mos poco de política…

El 8 de julio de 1980 detu­vie­ron a Jose­ma­ri. Al pare­cer, fue una deten­ción muy violenta…

Bego­ña: Sí, fue vio­len­ta. Vino la Poli­cía a casa con perros y como sal­va­jes, a jura­men­to lim­pio… A mi me que­rían pegar. ¡Cómo vinie­ron! Como fie­ras. Al jefe le dije: «Vaya auto­ri­dad y vaya edu­ca­ción que tie­ne usted». Y me ame­na­zó con la metra­lle­ta; me seguía por toda la casa a ver qué tenía­mos… Y se que­rían lle­var a Jose­ma­ri en pija­ma. Les dije: «Uste­des no lo van a lle­var en pija­ma; el hijo se va a ves­tir como es debi­do». Y me dice el jefe: «No le hable en vas­cuen­ce al hijo». Le res­pon­dí: «Le pien­so hablar en lo que le he habla­do toda la vida, ¡eh! Y si usted no sabe, apren­da…» ¡Madre mía la que se armó!

¿Cuán­do vol­vie­ron a ver a Jose­ma­ri des­pués de la detención?

San­tos: Cuan­do lo detu­vie­ron se lo lle­va­ron a la comi­sa­ría de la Poli­cía Nacio­nal en Indautxu. Yo iba a allá des­de el pri­mer día y me ponía al otro lado de la calle, quie­to, has­ta que me cogie­ron y me lle­va­ron aden­tro, don­de el comi­sa­rio, que me pre­gun­tó por qué esta­ba allí. Le dije que tenía el hijo aden­tro y que esta­ba espe­ran­do a que salie­ra. Me dijo que el cha­val no salía, que iba a pasar a otro sitio y me echó. Enton­ces, en lugar de estar allí, empe­cé por la ace­ra de la comi­sa­ría a dar vuel­tas, vuel­tas, vuel­tas y vuel­tas lla­mán­do­le: «¡Jose­ma­ri, áni­mo! ¡Jose­ma­ri, áni­mo!». Daba toda la vuel­ta a la comi­sa­ría una vez y otra vez y otra vez… Le daba vuel­tas a toda la man­za­na de la comi­sa­ría. Estu­ve días dan­do vuel­tas, has­ta que se lo llevaron…

Jose­ma­ri con­tó que le habían torturado…

Bego­ña: Sí, y cómo…

San­tos: Sí, pero no te dicen toda la ver­dad para no dis­gus­tar dema­sia­do a los padres. Sí, le tor­tu­ra­ron. Eso pasa­ba enton­ces y aho­ra tam­bién; no ha cambiado.

Bego­ña: Cuan­do le vimos en Madrid a los once días de la deten­ción, Jose­ma­ri esta­ba toda­vía como ido por las tor­tu­ras. Nos apu­ra­mos al prin­ci­pio, pero con el tiem­po se le pasó.

Jose­ma­ri ha esta­do en cator­ce cár­ce­les y, por lo tan­to, uste­des tam­bién… ¿Qué supo­ne para uste­des tener que via­jar tan­to para poder ver a su hijo?

Bego­ña: Yo he anda­do mucho sola por­que San­tos tenía que tra­ba­jar. Cuan­do Jose­ma­ri estu­vo en Mallor­ca, por ejem­plo, yo mis­ma cogía el avión en Gas­teiz, baja­ba en Bar­ce­lo­na, hacía tras­la­do a Mallor­ca y me movía sola por todos los sitios, sin cono­cer nada, preguntando…

Han via­ja­do muchos kiló­me­tros en su vida…

San­tos: ¡No se pue­den con­tar de tan­tí­si­mos que son…! Hay pocas cár­ce­les que no haya­mos visi­ta­do. Y la situa­ción eco­nó­mi­ca no te acom­pa­ña todos los años; al prin­ci­pio, sí, pero tam­bién hemos teni­do cier­tos momen­tos difíciles…

Y el ries­go que supo­ne via­jar por carretera…

Bego­ña: Sí, supo­ne mucho ries­go; hemos via­ja­do en coche, pero tam­bién en auto­bu­ses, en el AVE, en avión…

Muchas veces han teni­do noti­cia de que los fun­cio­na­rios habían dado una pali­za a su hijo, que lo tenían solo y com­ple­ta­men­te ais­la­do, que esta­ba en huel­ga de ham­bre ‑tre­ce veces-… ¿Qué sien­ten unos padres en esas situaciones?

Bego­ña: Sí, y tam­bién que lo tenían ata­do… Es durí­si­mo, no tie­nes moral para nada, te hun­des… Una vez, en una de aque­llas huel­gas lar­gas en la cár­cel de Puer­to de San­ta­ma­ría, veía­mos a los pre­sos salir [a los locu­to­rios] y se caían al suelo…

San­tos: En las huel­gas de ham­bre o con otras cosas no nos cuen­tan todo por­que, apar­te de sufrir ellos, saben que los padres lo pasa­mos muy mal. Los cha­va­les son lis­tos y, por regla gene­ral, inten­tan evi­tar decír­nos­lo todo para que no suframos.

Supon­go que han llo­ra­do en silen­cio muchas veces…

Bego­ña: Algo, siem­pre, pero… delan­te de alguien, no.

San­tos: Somos bas­tan­te duros por­que hemos vis­to a otros antes de esto. Hemos vis­to la mise­ria que dejó la gue­rra y el resul­ta­do de todo eso más tar­de. Hemos vis­to mucho…

Comen­ta­ba usted, San­tos, que los pro­pios pre­sos inten­tan no preo­cu­par a sus fami­lia­res. Creo que a veces son ellos mis­mos los que inten­tan dar fuer­za y áni­mo a los padres y a quie­nes les visitan…

San­tos: Eso es cier­to; no quie­ren hacer pagar a los padres y aguan­tan todo lo que pue­den para que no vuel­van dis­gus­ta­dos a casa.

¿Qué sig­ni­fi­ca para los pre­sos sen­tir el calor de los fami­lia­res, de los ami­gos, de su entorno…?

Bego­ña: Mucho, les da ale­gría y áni­mo, les pone con­ten­tos. Para ellos es impor­tan­te reci­bir car­tas, por ejem­plo, se ale­gran mucho. Siem­pre las esperan…

San­tos: Alguien que está allí, lejos, ence­rra­do, espe­ra todo lo que le lle­ga de fue­ra: hoy esto y maña­na otra cosa… El pre­so está espe­ran­do infor­ma­ción, ayu­da, saber de los ami­gos, de los fami­lia­res, del pue­blo… Todo le intere­sa por­que allí pasa muchas horas solo, espe­ran­do a los de fuera.

¿Cuá­les han sido los peo­res momen­tos en estos trein­ta años?

Bego­ña: Para mí, lo de Gra­na­da [en el año 1993], cuan­do inten­tó esca­par de la cár­cel y se le rom­pió la cuer­da y cayó al patio. Cayó hacia ade­lan­te; si lle­ga a caer para atrás se habría que­da­do invá­li­do o muerto.

Yo esta­ba en la tien­da, vino una chi­ca y me dijo a ver si había­mos oído en la radio que nues­tro hijo esta­ba heri­do. ¿Heri­do? «Se ha que­ri­do esca­par de la cár­cel». No sabía­mos cómo ni dón­de esta­ba. Deja­mos la tien­da y fui­mos a Son­di­ka y, en avión, a Mála­ga, y lue­go en taxi ‑nos cobró 16.000 pese­tas- a Gra­na­da. Allí no nos decían nada. ¿Cómo que no saben lo que le ha pasa­do a nues­tro hijo? Los guar­dias no que­rían decir­nos nada. Enton­ces les dije: «Que­re­mos estar con el direc­tor». Nos lle­va­ron y nos dijo que Jose­ma­ri se había caí­do y que creía que esta­ba en Madrid. «Díga­me la ver­dad si está aquí o tene­mos que ir a Madrid». «Sí, sí, está en Madrid; es un chi­co muy inte­li­gen­te», nos dijo.

[…] A las 8 de la maña­na vamos a Cara­ban­chel y nos dice un guar­dia: «No pue­den ver hoy al hijo». «Yo le quie­ro ver por­que no sé cómo está; si está gra­ve­men­te heri­do o cómo…». Me sen­té en una pie­dra y de aquí no me hace levan­tar nadie. Le dije: «Aun­que sea cin­co minu­tos, sola­men­te que­re­mos ver cómo está». A la hora u hora y media vie­ne y me dice: «Seño­ra, lo que ha dicho: cin­co minu­tos». Nos dejó entrar y vino el hijo en una silla de rue­das ‑le traía una monja‑, todo ven­da­do, todo, todo… Tenía bien la cabe­za, pero todo lo demás esta­ba blan­co, ven­da­do… Se nos reía: «No es nada, ama; para lo que podía haber pasa­do, no es nada». Le vimos cin­co minu­tos, pero, al menos, pudi­mos vol­ver con­ten­tos a casa…

San­tos: Son muchos los momen­tos malos; hay poca dife­ren­cia en la cár­cel: des­de el pri­mer día has­ta el últi­mo. Tam­po­co hay muchas dife­ren­cias entre cár­cel y cár­cel; pue­de haber algu­na, pue­de que entre los fun­cio­na­rios haya alguno más duro o más creí­do y hace sufrir al pre­so por sus ideas…

¿Han reci­bi­do uste­des ayu­da, soli­da­ri­dad, cari­ño… de la gen­te del pueblo?

Bego­ña: Sí hemos reci­bi­do, sí; en el pue­blo [Zor­notza] nos han ayu­da­do mucho.

San­tos: Con noso­tros ‑tam­bién con otros- el pue­blo se ha por­ta­do muy bien. Nos han ayu­da­do eco­nó­mi­ca­men­te, moral­men­te… Más no han podi­do hacer por noso­tros; esta­mos agradecidos.

He leí­do que Jose­ma­ri le dijo un día a Con­cha [su espo­sa]: «La cár­cel me lo ha qui­ta­do todo; no quie­ro que me qui­te la posi­bi­li­dad de tener un hijo». Y nació Goiz­ti­ri. ¿Qué supu­so para uste­des la lle­ga­da de la nieta?

Bego­ña: [Risas] Nos puso muy con­ten­tos, muy contentos…

San­tos: Es una cosa increí­ble esa cria­tu­ra. ¡Es un monu­men­to de cria­tu­ra! Va a cum­plir 11 años y ella mis­ma se pre­pa­ra para ir a la ikas­to­la, coge todo lo que tie­ne que coger; lue­go vie­ne y hace los debe­res, tam­bién tie­ne que ir a hacer otras cosas… Inclu­so está jugan­do a fút­bol en el equi­po de Andra­ma­ri. Para noso­tros es el mejor rega­lo que nos han podi­do hacer…

¿Es como tener un poco a Jose­ma­ri en casa?

Bego­ña: Se pare­ce mucho a él.

Trein­ta años en la cár­cel… Con­cha dice que Jose­ma­ri le ha ense­ña­do a tener pacien­cia. Supon­go que uste­des tam­bién han sabi­do tener paciencia…

Bego­ña: Tenía­mos que tenerla…

San­tos: La pacien­cia ayu­da mucho. Allá tie­nes que ser fuer­te para aguan­tar. A nues­tro hijo le ale­gra mucho ver­nos con­ten­tos; le hace ilu­sión que le con­te­mos que hemos esta­do en Nafa­rroa, en Donos­tia, en las mani­fes­ta­cio­nes… Él quie­re que nos jun­te­mos con otros fami­lia­res, le ale­gra que ten­ga­mos sus ideas, pero noso­tros ya pen­sá­ba­mos así antes de que él fue­ra mayor.

Su hijo debía haber que­da­do en liber­tad el año 2000, lue­go en 2009, final­men­te será libe­ra­do en abril de 2011. ¿Qué supu­so para uste­des la noti­cia del retra­so de la excarcelación?

Bego­ña: Le tenían que haber pues­to en la calle hace diez años, pero él sabía que no le iban a dejar en liber­tad y nos dijo que no nos hicié­ra­mos ilu­sio­nes. «Que diga la gen­te lo que quie­ra, pero mejor que yo no lo sabe nadie», nos dijo.

San­tos: Jose­ma­ri no cree en esa gen­te. Has­ta que vea la puer­ta abier­ta no se cree nada. Y noso­tros siem­pre hemos man­te­ni­do la cabe­za alta por­que le veía­mos a él así; él nos colo­ca­ba la cabe­za a su mis­ma altura.

Están orgu­llo­sos de Josemari…

San­tos: Orgu­llo­sos de Jose­ma­ri y tam­bién de Con­cha. Cuan­do ven­ga Jose­ma­ri, en casa va a encon­trar a su mujer, a una hija feno­me­nal, un tra­ba­jo y todo… Me ale­gra­ría que todos los pre­sos ten­gan esa gran suerte.

Está aho­ra en la cár­cel de Jaén, a 730 kiló­me­tros de Zor­notza. Son 16 horas de via­je ‑ida y vuel­ta- para ver­le 40 minu­tos. Pare­ce muy duro…

Bego­ña: Es muy duro y, ade­más, más de una vez hemos vuel­to de algún via­je sin ver­le. San­tos estu­vo tres meses sin que le deja­ran visi­tar­le como castigo…

San­tos: En el camino de la cár­cel tie­nes que ir tra­gan­do ya todo lo que te pue­de pasar. Vas allí a ani­mar­le y vas con­ten­to; y así debe ser por­que no pue­des espe­rar nada bueno de la cár­cel. Sabes que lo tie­nen allí para que se humi­lle, pero el cha­val tuvo la cabe­za muy alta cuan­do se lo lle­va­ron y ten­drá la mis­ma cabe­za alta cuan­do ven­ga. A la mis­ma altura.

En Alca­lá le deja­ron a usted, San­tos, tres meses sin visi­ta por «salir el últi­mo» de una; algo que, ade­más, era fal­so. Otras veces no les han comu­ni­ca­do el tras­la­do y se han ente­ra­do al lle­gar a la cár­cel. ¿Por qué quie­ren cas­ti­gar­les tam­bién a uste­des, los familiares?

Bego­ña: Por­que se quie­ren ven­gar de ellos y de noso­tros, de todos.

San­tos: A mi nun­ca han con­se­gui­do ofen­der­me tan­to por­que nun­ca espe­ro nada bueno de la cár­cel, de los fun­cio­na­rios, del direc­tor… Vas tran­qui­la­men­te de visi­ta a la cár­cel y allí te dicen, de repen­te, que se lo han lle­va­do a otra… A mi nun­ca me ha cogi­do de gol­pe por­que ten­go asu­mi­do de ante­mano lo que le pue­den hacer a él o a nosotros…

¿Qué les pare­ce que no se pue­dan ense­ñar las foto­gra­fías de los pre­sos políticos?

Bego­ña: Noso­tros la tene­mos en el bal­cón. Y así hay muchos…

San­tos: En todas par­tes hay car­te­les [mues­tra por la ven­ta­na más de una dece­na que cuel­gan en bal­co­nes de la plaza].

¿Por qué creen que lo prohí­ben? ¿Por qué pre­ten­den impe­dir que vea­mos la cara de los presos?

San­tos: Para que la gen­te de la calle no vea las caras y se olvi­de de ellos, para que se olvi­den de los pre­sos, pero el pue­blo eus­kal­dun tie­ne tan­tí­si­mos años en lucha… Quie­ren que el pue­blo se olvi­de de los pre­sos, como si no hubie­ran exis­ti­do, pero eso nun­ca se va a olvidar.

Los fami­lia­res de los pre­sos sufren tam­bién la con­de­na de la dis­per­sión, las humi­lla­cio­nes, el aco­so… ¿Qué sien­ten cuan­do se habla de víc­ti­mas pero se igno­ra por com­ple­to otro tipo de sufri­mien­to como el de ustedes?

Bego­ña: Eso está mal.

San­tos: Yo creo que quie­ren hacer que se olvi­de y que parez­ca que no ha pasa­do tanto…

¿Qué man­tie­ne en pie la moral de los pre­sos políticos?

San­tos: El pue­blo es el ali­men­to que tie­ne el pre­so, es su ale­gría. Quie­ren saber cómo va el pue­blo, si van avan­zan­do sus ideas… Y si ven que avan­zan, les da fuer­za. Y tam­bién les man­tie­ne en pie la unión, las ideas, nues­tras cos­tum­bres y lo que somos.

¿Y a uste­des, los fami­lia­res, qué les da fuer­za para resistir?

Bego­ña: Que ellos estén bien…

San­tos: Cada uno debe tener ese peque­ño áni­mo, eso que ali­men­ta la ilu­sión a la per­so­na, esa unión de los familiares…

Jose­ma­ri sal­drá a la calle el 13 de abril. ¿Pien­san ya en ese día?

Bego­ña: [Son­ri­sa] Pues sí, ya pensamos…

San­tos: Yo cuen­to los días: fal­tan tres meses y tan­tos días… No es como hace diez años; aho­ra cuen­to los días e, inclu­so, algún ami­go que no cono­ce a Jose­ma­ri nos sue­le decir: «Un día menos, ¡eh!». Van pasan­do los días ale­gres; ya no tene­mos aque­lla duda. Cuan­do ven­ga le dare­mos un abra­zo, pero muchí­si­ma gen­te más le reci­bi­rá con un abrazo.

Bego­ña: El día que sal­ga va a ser impor­tan­te para todos…

San­tos: Para todos. Oja­lá no lle­gue nadie a lo que él ha lle­ga­do. Y que ven­gan todos ya. En este momen­to no hacen más que meter­les más años a los pre­sos… Nos hace fal­ta que ven­ga Gatza, pero nos hacen fal­ta los sete­cien­tos y pico que tene­mos en la cár­cel. Y aun­que vuel­va Gatza tene­mos que seguir con el mis­mo paso en Eus­kal Herria, y segui­re­mos has­ta que sal­ga el últi­mo pre­so. Nues­tra ilu­sión es que sal­gan todos. Enton­ces hare­mos una juer­ga grande.

El pró­xi­mo sába­do hay una mani­fes­ta­ción en Bil­bo por los dere­chos de los pre­sos polí­ti­cos vas­cos. Mucha gen­te y muy dis­tin­ta la está apo­yan­do. Los con­vo­can­tes dicen «bas­ta ya, esta­mos ante una nue­va épo­ca». ¿Uste­des ven el final de ese túnel? ¿Creen que podría cam­biar la situa­ción de los presos?

Bego­ña: Toda­vía tar­da­rá esto.

San­tos: Noso­tros tam­bién tene­mos esas ideas; debe­ría ter­mi­nar esta situa­ción. Ya no hay aten­ta­dos ni hay nada, pero a algu­nos les intere­sa que haya por­que cobran de ello como guar­da­es­pal­das o lo que sea. Eso se ha aca­ba­do y sólo tene­mos pre­sos de una par­te. Y todo el pue­blo esta­re­mos con ellos has­ta que ven­ga el últi­mo preso.

¿Qué supo­nen para uste­des esas mani­fes­ta­cio­nes tan grandes?

Bego­ña: Para noso­tros supo­nen una ale­gría enorme.

Jose­ma­ri ha pasa­do más años de su vida en la cár­cel que fuera…

Bego­ña: Sí, se lo lle­va­ron con 22 años y ha pasa­do den­tro 30.

¿Han pen­sa­do algu­na vez qué tipo de vida habrían teni­do si no hubie­ra este conflicto?

San­tos: Habría sido dife­ren­te, es nor­mal. Pero cuan­do alguien toma un camino se hace res­pon­sa­ble de ello; se eli­ge el camino que se quie­re, nadie te obli­ga a hacer­lo, se hace por ideas. Por eso él esta­rá satis­fe­cho el día que ten­ga­mos una Eus­ka­di libre, y noso­tros también.

¿Cómo es aho­ra Josemari?

San­tos: Yo creo que Jose­ma­ri no ha cam­bia­do; tie­ne unos cuan­tos años más… Por lo demás, sigue tenien­do las mis­mas ideas que el día que se lo lle­va­ron de casa. Y lo que ha sido es.

¿Cómo les gus­ta­ría que fue­ra Eus­kal Herria para su nie­ta Goiztiri?

San­tos: Noso­tros que­re­mos una Eus­ka­di libre y aber­tza­le y con un acer­ca­mien­to entre los par­ti­dos políticos.

Bego­ña: Eso está bien.

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