El Retorno de la Mís­ti­ca de la Femineidad

El cono­ci­do títu­lo de Betty Frie­dan hace refe­ren­cia a la ima­gen de lo “esen­cial­men­te feme­nino”, que tan­to se men­cio­na en las revis­tas para muje­res, la publi­ci­dad y los libros de autoayuda.

Se tra­ta de es una hor­ma moral, fabri­ca­da tras la Segun­da Gue­rra Mun­dial y que pre­ten­de que todas las muje­res asu­man como pro­pia. Y que por cier­to, tie­ne con­se­cuen­cias muy nega­ti­vas en la salud de las muje­res, como la pro­pia Betty señala.

Es este un inten­to de devol­ver a las muje­res al hogar, exal­tan­do sus cua­li­da­des como madres y amas de casa, que sur­ge en un con­tex­to deter­mi­na­do, des­pués de haber­las ani­ma­do con cam­pa­ñas publi­ci­ta­rias sobre la “nue­va mujer” a cubrir los pues­tos de tra­ba­jo de los hom­bres que mar­cha­ron al a gue­rra. Esta mís­ti­ca ha cala­do hon­do y ha limi­ta­do nues­tra for­ma de per­ci­bir las rela­cio­nes de géne­ro, lle­van­do inclu­so a ajus­tar las inves­ti­ga­cio­nes a esa idea.

Por ejem­plo, Des­mond Morris, en su obra “El mono des­nu­do”, publi­ca­do en la déca­da de los 70, más que inves­ti­gar, inten­ta encon­trar las prue­bas bio­ló­gi­cas que ajus­ten en su mode­lo men­tal: fami­lia nuclear, hom­bre caza­dor y mujer en la cue­va con los reto­ños. Y des­de lue­go, con­si­gue “ajus­tar­la” a esa idea, que en reali­dad vie­ne a ser la con­sa­bi­da excu­sa del mode­lo que des­cri­be un hogar como aquel don­de el hom­bre tra­ba­ja para con­se­guir el sus­ten­to y la mujer se que­da “pro­te­gi­da” en casa y cui­dan­do de los niños y el hogar.

Más tar­de múl­ti­ples inves­ti­ga­cio­nes han deja­do cla­ro que este mode­lo es fal­so [1] y que la fami­lia nuclear pro­ce­de de la Euro­pa deci­mo­nó­ni­ca [2]. No sólo exis­ten tri­bus don­de las muje­res tam­bién cazan, sino que las labo­res adju­di­ca­das a hom­bres y muje­res varían enor­me­men­te de una socie­dad a otra, sien­do el sig­ni­fi­ca­do cul­tu­ral de “ser mujer” tam­bién varia­ble. Por no men­cio­nar que la reco­lec­ción rea­li­za­da en muchas tri­bus por muje­res tam­bién ha resul­ta­do ser para esen­cial la eco­no­mía del gru­po. El pro­ble­ma en reali­dad es que es un mode­lo crea­do por la bur­gue­sía, don­de el mari­do con­si­gue dine­ro para man­te­ner a la fami­lia y la mujer no sólo no tra­ba­ja, sino que tam­po­co debe ser ama de casa por­que tie­ne sir­vien­tes en el hogar. El mode­lo se con­vier­te en inal­can­za­ble para la cla­se obre­ra, ya que el suel­do que reci­bía el tra­ba­ja­dor no era sufi­cien­te para man­te­ner una fami­lia. Pero la cla­ve aquí está en que cre­ye­ron que debían aspi­rar a ese modelo.

Y sin embar­go, segui­mos rodea­das de ese halo, y no nos libra­mos ni des­de sec­to­res liber­ta­rios [3]. Des­de el mar­xis­mo, ideo­lo­gía tam­po­co exen­ta de car­ga patriar­cal por otra par­te, ya se pro­po­nía que es el capi­ta­lismo el que nos ha entre­ga­do a las fau­ces del mun­do labo­ral, lugar de explo­ta­ción del hom­bre, pero aún menos apro­pia­do para la mujer [4].

Esto es cier­to y fal­so a la vez. Es cier­to en lo que res­pec­ta a que el capi­ta­lis­mo ha impul­sa­do la pro­le­ta­ri­za­ción del mun­do: ale­ja­dos de los medios de pro­duc­ción, nor­mal­men­te las tie­rras de cul­ti­vo, se ven­de la pro­pia fuer­za de tra­ba­jo, como ya que­da­ra acla­ra­do en El Capi­tal, de Karl Marx. Pero es fal­so en lo que res­pec­ta a con­ce­bir el tra­ba­jo asa­la­ria­do como aquél que sólo se da fue­ra de las puer­tas del hogar. Y en esta oca­sión ni siquie­ra me refie­ro a los cui­da­dos, tarea tan esen­cial para el man­te­ni­mien­to del sis­te­ma capi­ta­lis­ta [5]. Se pue­de ser tra­ba­ja­do­ra asa­la­ria­da sin acu­dir a una fábri­ca o taller. De hecho, esta es una reali­dad labo­ral sub­es­ti­ma­da para millo­nes de muje­res en el mun­do. De hecho, en los albo­res del anar­co­sin­di­ca­lis­mo, tam­po­co se pres­tó aten­ción a orga­ni­zar a las muje­res que tra­ba­ja­ban por encar­go, o en el ser­vi­cio domés­ti­co, adu­cien­do que eran dema­sia­do difí­ci­les de orga­ni­zar [6]. En cual­quier caso, este mode­lo de tra­ba­jo asa­la­ria­do, que cla­ra­men­te afec­ta­ba a las muje­res, fue obvia­do e invisibilizado.

Se tra­ta del tra­ba­jo a domi­ci­lio que rea­li­zan por ejem­plo las teje­do­ras de la India. Reci­ben en su hogar el mate­rial de tra­ba­jo y al cabo del tiem­po esti­pu­la­do, se pasa a reco­ger el pro­duc­to de su tra­ba­jo. Esto redun­da en pin­gües bene­fi­cios para el empre­sa­rio que se vale de ellas (por­que que­da ridícu­lo decir que las con­tra­ta): por un lado, no debe inver­tir en gas­tos de medios de pro­duc­ción, ya que son las pro­pias tra­ba­ja­do­ras las que los apor­tan, en for­ma de tela­res, máqui­nas de coser, etcé­te­ra; la ato­mi­za­ción de las muje­res que tra­ba­jan de esta for­ma les difi­cul­ta la arti­cu­la­ción de pro­tes­tas por sus con­di­cio­nes labo­ra­les, al no saber­se cuán­tas son, exac­ta­men­te quie­nes, etc. Son explo­ta­das y ade­más se des­co­no­ce su explo­ta­ción, ya que no for­man sin­di­ca­tos, no se agru­pan, y social­men­te no se valo­ra ni se reco­no­ce esta labor. De hecho, des­ar­ti­cu­la el dis­cur­so tra­di­cio­nal, al dis­po­ner ellas mis­mas de los medios de pro­duc­ción. Pero suge­rir que tie­nen el esta­tus de peque­ñas empre­sa­rias o auto­em­plea­das es un insul­to a la inteligencia.

Y sin embar­go, des­de algu­nas filas del anar­quis­mo se pre­ten­de que la crí­ti­ca al capi­ta­lis­mo enca­je con la mís­ti­ca de la femi­ni­dad [7]. Olvi­dan­do que ese “vol­ver a los hoga­res” nun­ca fue del todo real, y menos para las cla­ses tra­ba­ja­do­ras, ni tam­po­co desea­ble, por que limi­ta aún más la inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca de las muje­res. En Cata­lu­ña antes de 1900, don­de el femi­nis­mo no había teni­do opor­tu­ni­dad casi de apa­re­cer, un 40 – 45% de tra­ba­ja­do­res del tex­til eran muje­res [6]. Es decir, ya eran tra­ba­ja­do­ras asa­la­ria­das. En este sen­ti­do, muchos sin­di­ca­tos a media­dos del s. XIX pro­tes­ta­ban por con­se­guir un “sala­rio fami­liar”, inten­tan­do copiar el mode­lo de fami­lia nuclear de la cla­se bur­gue­sa, don­de el hom­bre man­tu­vie­ra con un solo suel­do a sí mis­mo, espo­sa e hijos [2]. Pero esto ha redun­da­do, ade­más de en que se con­ci­ba la fami­lia nuclear como la natu­ral y desea­ble, en una excu­sa para dar menor sala­rio a la mujer ya que ella, supues­ta­men­te, no tie­ne que sopor­tar la car­ga de la fami­lia y lo hace para gas­tar ese dine­ro en capri­chos bana­les; su sala­rio pue­de ser menor [8].

Mar­vin Harris sugie­re que el capi­ta­lis­mo fue el que nos sacó de casa al mun­do labo­ral, o al menos en Nor­te­amé­ri­ca [9]. Sin embar­go, las nece­si­da­des del capi­ta­lis­mo se pue­den satis­fa­cer de múl­ti­ples mane­ras y pare­ce que la del tra­ba­jo asa­la­ria­do y ato­mi­za­do dese los hoga­res era real­men­te ven­ta­jo­sa para el empre­sa­rio. Por lo tan­to, Harris cae en el error de poner en el cam­bio eco­nó­mi­co todo el peso del cam­bio social. Sin embar­go, esta es sólo una de las con­di­cio­nes, nece­sa­ria pero no sufi­cien­te. Muchos otros fac­to­res son nece­sa­rios para que se dé este acce­so de la mujer al mer­ca­do labo­ral fue­ra del hogar, como por ejem­plo nivel de indus­tria­li­za­ción, opor­tu­ni­da­des de edu­ca­ción, valo­res cul­tu­ra­les rela­ti­vos a la con­duc­ta feme­ni­na, roles sexua­les, posi­ción jurí­di­ca de la mujer, edad de matri­mo­nio, etc. [2]. Pero el aná­li­sis clá­si­co de la antro­po­lo­gía mar­xis­ta, al que per­te­ne­ce Harris, tam­bién es escla­vo de su pro­pio mar­co cog­ni­ti­vo: no son ni tra­ba­ja­do­ras asa­la­ria­das al uso ni amas de casa, por eso esca­pa a su posi­ble análisis.

Lo cier­to es que las luchas femi­nis­tas tuvie­ron mucho que ver en el acce­so al mer­ca­do labo­ral públi­co, al cam­biar ante todo los valo­res cul­tu­ra­les y los roles de géne­ro, así como la posi­ción jurí­di­ca de la mujer. Pero tam­bién es cier­to que esto fue espe­cial­men­te rele­van­te para la mujer blan­ca de cla­se media, ya que otras iden­ti­da­des y tipo­lo­gías no fue­ron abor­da­das des­de esos femi­nis­mos pri­mi­ge­nios (femi­nis­mo negro, femi­nis­mo de cla­se obre­ra, etc) [10]. De otro modo, no se expli­ca por qué el capi­ta­lis­mo adop­ta for­mas socia­les y de rela­cio­nes de géne­ro tan diver­sas a lo lar­go y ancho del pla­ne­ta [1, 2]. Las solu­cio­nes para el capi­ta­lis­mo no son úni­cas. Echar­nos la cul­pa a las muje­res de apo­yar­lo con nues­tra sali­da al mun­do labo­ral públi­co, res­pon­de más a meca­nis­mos patriar­ca­les asen­ta­dos en lo más hon­do de nues­tro cere­bro: sí hom­bre, enci­ma el desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo va a ser cul­pa nues­tra!. Asi­mis­mo, el anar­quis­mo tam­bién hizo intere­san­tes crí­ti­cas y apor­ta­cio­nes al femi­nis­mo, sobre­to­do aña­dién­do­le la pers­pec­ti­va de la lucha de cla­ses, crí­ti­cas y aná­li­sis del poder, etc. [6]. En cual­quier caso, este acce­so al mun­do labo­ral era tam­bién una de las pre­mi­sas fun­da­men­ta­les de Muje­res Libres, que lo enten­dían como ele­men­to fun­da­men­tal de la eman­ci­pa­ción feme­ni­na, per­mi­tién­do­les ser y sen­tir­se miem­bros pro­duc­ti­vos de la socie­dad, y por el que pedían «igual sala­rio a igual tra­ba­jo» [11].

Pero ade­más, es el patriar­ca­do el que con­si­gue que muchos empre­sa­rios pre­fie­ran para sus fábri­cas y talle­res a las muje­res: ellas están acos­tum­bra­das a la domi­na­ción y son edu­ca­das en la sumi­sión, por lo tan­to, serán menos pro­cli­ves a alian­zas labo­ra­les con­tra el empre­sa­rio y res­pon­de­rán mejor a su dis­ci­pli­na. Amén de que resul­ta más bara­ta al ser con­si­de­ra­da como menos váli­da que el hom­bre [12]. En gene­ral, el tra­ba­jo feme­nino se con­ci­be como infe­rior sim­ple y lla­na­men­te por­que es rea­li­za­do por muje­res y así la tra­ba­ja­do­ra lle­va ese esta­tus infe­rior con­ta­gián­do­se­lo al pues­to de tra­ba­jo [13].

Aun así, tam­bién exis­ten bue­nos ejem­plos de lo con­tra­rio a la «típi­ca doci­li­dad feme­ni­na»: en 1918 se pro­du­jo lo que se cono­ce (aun­que poco, pro­ba­ble­men­te por ses­go sexis­ta), la «gue­rra de las muje­res de Bar­ce­lo­na». De un lado, las huel­gas gene­ra­les sur­gi­das en talle­res y fábri­cas, y del otro, esta gue­rra de muje­res sur­gi­da des­de los barrios con fines comu­ni­ta­rios, debi­do a la esca­sez que se vivía tras la I Gue­rra Mun­dial [6]. Estas muje­res ins­ta­ron a las obre­ras a la huel­ga, requi­sa­ron víve­res en tien­das de ali­men­ta­ción, y se mani­fes­ta­ron en mer­ca­dos y pla­zas públi­cas, pro­tes­ta­ron por los alqui­le­res, el empleo y un lar­go etcé­te­ra. En total, estas revuel­tas dura­ron 6 sema­nas, y empre­sa­rios y fun­cio­na­rios se sin­tie­ron ate­mo­ri­za­dos por la radi­ca­li­dad y tena­ci­dad de las muje­res que en ella par­ti­ci­pa­ron [14]. Así como el impor­tan­te papel que juga­ron en la Sema­na Trá­gi­ca, según Lola Itur­be [6]. Este momen­to his­tó­ri­co ha sido poco cono­ci­do, inclu­si­ve des­de la pro­pia his­to­ria de las revuel­tas socia­les espa­ño­las, y sin embar­go las muje­res, de for­ma casi espon­tá­nea, se levan­ta­ron bajo pre­mi­sas bas­tan­te liber­ta­rias: unión soli­da­ria, acción direc­ta y auto­ges­tión. Por no men­cio­nar el impul­so que tuvo de las muje­res la Revo­lu­ción Rusa de 1917 [15]. Y sin embar­go, macha­co­na­men­te des­de algu­nas filas nos per­si­guen con «el gen con­ser­va­dor de la mujer». Pero aun­que los sin­di­ca­tos no fue­ran a orga­ni­zar a todas esas muje­res, por­que sus carac­te­rís­ti­cas labo­ra­les no se corres­pon­dían con el con­cep­to clá­si­co y con cla­ra pers­pec­ti­va mas­cu­li­na de tra­ba­ja­dor asa­la­ria­do, ellas se orga­ni­za­ron. Y entre las que acu­dían a cen­tros de tra­ba­jo, muchas son las que par­ti­ci­pa­ron en nume­ro­sas huel­gas del tex­til (Saba­dell 1910, La Cons­tan­cia de 1913, Reus 1915, Bar­ce­lo­na 1916), y

aun­que las reunio­nes para tra­tar lo refe­ren­te a la huel­ga eran pre­si­di­das por hom­bres, la par­ti­ci­pa­ción de las muje­res con­si­guió que esa huel­ga salie­ra de los cen­tros de tra­ba­jo, reco­rrien­do barrios popu­la­res y pla­zas. Cono­ci­das fue­ron tam­bién las huel­gas de alqui­le­res en aque­lla épo­ca en varios paí­ses de Euro­pa y Nor­te­amé­ri­ca. Así que debe­ría ser la hora de des­te­rrar de nues­tro ima­gi­na­rio la figu­ra de «mujer como ente con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio». [16]Nadie sugie­re que el tra­ba­jo asa­la­ria­do nos haga libres. Pero el tra­ba­jo asa­la­ria­do no se da sólo en lo públi­co, y eso es algo que nues­tra ven­da en los ojos nos impe­día ver. Y la alter­na­ti­va que nos espe­ra no pue­de ser en nin­gún caso vol­ver bajo el domi­nio de nues­tro padre o mari­do. Para muchas muje­res casa­das tra­ba­jar fue­ra del hogar es la for­ma de aumen­tar su inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca y social fren­te a su mari­do [17]. Y des­de lue­go, la espo­sa de un anar­quis­ta que depen­die­ra eco­nó­mi­ca­men­te de éste no esta­ba en mejo­res con­di­cio­nes, como deja­ron cla­ro Lucía Sán­chez Saor­nil, Mer­ce­des Coma­po­sa­da y demás Muje­res Libres [18].

Es decir, que ese inten­to de devol­ver a la mujer a su papel de aman­te espo­sa y madre, bene­fi­cia como siem­pre a los de siem­pre. Y des­de el anar­quis­mo ya Muje­res Libres plan­tea­ron una bue­na y fun­da­men­ta­da crí­ti­ca hacia el capi­ta­lis­mo y el patriar­ca­do, sin tener que caer en femi­nis­mos bur­gue­ses, pero tam­po­co en mis­ti­fi­ca­cio­nes patriar­ca­les obre­ris­tas. Igual bas­ta con des­em­pol­var sus escritos.

[1] Mar­tin Casa­res, A. (2006). Antro­po­lo­gía del géne­ro. Edi­to­rial Cátedra.

[2] Moo­re, H. L. (2004). Antro­po­lo­gía y femi­nis­mo. Edi­to­rial Cátedra.

[3] Pra­do Este­ban, M. En bue­na par­te de sus artícu­los. A modo de ejem­plo, cito

[4] Reiss, E. (2000) Marx y el géne­ro. En Una Guía para enten­der a Marx. Edi­to­rial Siglo XXI.

[5] Puleo Gar­cía , A. (2011). Eco­fe­mi­nis­mo para otro mun­do posi­ble. Edi­to­rial Cátedra.

[6] Ackels­berg, M. (1991) Muje­res Libres: El anar­quis­mo y la lucha por la eman­ci­pa­ción de las mujeres.

[7] Pra­do Este­ban, M. LAS MUJERES Y LA REVOLUCION, Refle­xio­nes en el 8 de mar­zo. Dis­po­ni­ble en su blog prd​li​bre​.blogs​pot​.com​.es

[8] Joe­kes, S. (1985) Wor­king for lips­tick? Male and fema­le labour in the clothing industry in Moroc­co. En Moo­re, H. L. (2004). Antro­po­lo­gía y femi­nis­mo. Edi­to­rial Cátedra.

[9] Harris, M. (1981). La cul­tu­ra nor­te­ame­ri­ca­na con­tem­po­rá­nea: Una visión antropológica.

[10] bell hooks (1984) Muje­res negras, dar for­ma a la teo­ría feminista.

[11] «El tra­ba­jo». Muje­res Libres, 13.

[12]Beechey, V. (1978). Women and pro­duc­tion: a cri­ti­cal analy­sis of some socio­lo­gi­cal theo­ries of women’s work. En Moo­re, H. L. (2004). Antro­po­lo­gía y femi­nis­mo. Edi­to­rial Cátedra.

[13] Phi­lips, A. y Tay­lor, B. (1980). Sex and skill: notes towards a femi­nist eco­no­mics, Femi­nist review 6:79 – 88.

[14] Kaplan: Fema­le cons­cious­ness and collec­ti­ve action, esp. 560 – 564:

  • Gol­den, L. (1981) Les dones com avant­guar­da. El rebom­bo­ri del pa del gener, 1918, L’a­ve­nç, 44.
  • Ackels­berg, M; Breit­bart, M.B. (1987) Terrains of pro­test. Stri­kin City Women. Our gene­ra­tion, 19 – 1.

[15] Engel, Bar­ba­ra Alpern. Las muje­res en Rusia, 1700 – 2000. Cam­brid­ge, UK: Cam­brid­ge Uni­ver­sity Press, 2004, 133 – 35.

[16] Huel­ga gene­ral de Law­ren­ce (USA). http://​en​.wiki​pe​dia​.org/​w​i​k​i​/​1​9​1​2​_​L​a​w​r​e​n​c​e​_​T​e​x​t​i​l​e​_​S​t​r​ike

The Rent Stri­ke to Bloody Friday:

[17] Ibrahim, B. (1985). Cairo’s fac­tory women. En Moo­re, H. L. (2004). Antro­po­lo­gía y femi­nis­mo. Edi­to­rial Cátedra.

[18] Nume­ro­sos ejem­plos como:

  • KIRALINA [Lola Itur­be] (1935): La edu­ca­ción social de la mujer, Tie­rra y Liber­tad, 1; 9.
  • Mer­ce­des Coma­po­sa­da en una entre­vis­ta en París, en enero de 1982. En Ackels­berg, M. (1999). Muje­res Libres. El anar­quis­mo y la lucha por la eman­ci­pa­ción de las muje­res. Ed Virus.

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