El Poder- Anto­nio Aponte

La polí­ti­ca en épo­ca de cri­sis se mues­tra tal cual es: ¡una lucha des­car­na­da por el poder! En esos momen­tos los afei­tes elec­to­ra­les, los melin­dres demo­crá­ti­cos, todo cede fren­te a los impe­ra­ti­vos de la dispu­ta por el poder. En esos momen­tos cual­quier vía es «san­ta» y que­da­rá legi­ti­ma­da por el triun­fo. Los derro­ta­dos que­da­rán al mar­gen de una lega­li­dad con­sa­gra­da por la fuerza.

La hipo­cre­sía se rin­de ante las urgen­cias de la defi­ni­ción. Los fas­cis­tas dejan atrás sus elec­to­ra­les care­tas y los elec­to­re­ros pusi­lá­ni­mes se replie­gan a espe­rar que la vio­len­cia haga su trabajo.

Los revo­lu­cio­na­rios, siem­pre hones­tos, se deba­ten entre la insis­ten­cia de man­te­ner una reali­dad que se des­mo­ro­na, la obs­ti­na­ción de per­sis­tir en las reglas demo­crá­ti­cas bur­gue­sas, que no con­tie­nen ya a la reali­dad, que los oli­gar­cas des­co­no­cen abier­ta­men­te, y ade­cuar su acción a las nue­vas circunstancias.

En el pai­sa­je polí­ti­co la dispu­ta del poder pro­du­ce un reaco­mo­do interno y en las rela­cio­nes de las dife­ren­tes posi­cio­nes, de los múl­ti­ples intere­ses en pugna.

En el cam­po oli­gar­ca encon­tra­mos que todos, en dife­ren­tes gra­dos, des­co­no­cen al gobierno revo­lu­cio­na­rio. Hablan con des­ca­ro de «gobierno de fac­to», de «usur­pa­ción» e «ile­gi­ti­mi­dad». Este es un ele­men­to esen­cial de la nue­va situa­ción, un gol­pe aún en su fase pací­fi­ca. Algu­nos más auda­ces invo­can al gol­pe de abril, lo con­vier­ten en una mani­fes­ta­ción legi­ti­ma «del poder civil», de esta mane­ra dejan cla­ro su con­cep­to de lega­li­dad y sopor­tan su com­plot. Otros aso­man la inmi­nen­cia de unas elec­cio­nes que des­de ya cali­fi­can de embos­ca­da, des­co­no­cen sus resul­ta­dos. Los más evi­den­tes anun­cian vio­len­cia y se pre­pa­ran para ella.

La oli­gar­quía se man­tie­ne atrin­che­ra­da en una lega­li­dad que sólo res­pe­ta en cuan­to le sir­ve para su conspiración.

El cam­po boli­va­riano, acos­tum­bra­do a ganar bata­llas elec­to­ra­les, sufre la nar­co­sis de lo que pare­ce ser una ley de las Revo­lu­cio­nes Pací­fi­cas: mien­tras la oli­gar­quía se sal­ta la lega­li­dad bur­gue­sa, la Revo­lu­ción per­ma­ne­ce iner­me fren­te a la embes­ti­da vio­len­ta que en sus nari­ces se va des­ple­gan­do. Sumer­gi­da en la lógi­ca de elec­cio­nes bur­gue­sas que el enemi­go no esti­ma como fuen­te de lega­li­dad, se colo­ca de espal­das a la realidad.

La Revo­lu­ción vive en la con­tra­dic­ción de man­te­ner­se den­tro de la lega­li­dad bur­gue­sa, con ella con­te­ner a la insu­rrec­ción, y la reali­dad de una cons­pi­ra­ción oli­gar­ca que la des­bor­da. El momen­to crí­ti­co en que esta con­tra­dic­ción se resuel­va deter­mi­na­rá el des­tino de la Revolución.
La con­tra­dic­ción pare­ce haber lle­ga­do a un pun­to en el que no hay retorno a la lega­li­dad bur­gue­sa, es decir, a un pac­to. La lega­li­dad toma­rá nece­sa­ria­men­te la ruta de la fuer­za. No enten­der esto es ir a la con­fron­ta­ción en con­di­cio­nes de debilidad.

Allen­de no pudo resol­ver la con­tra­dic­ción superan­do la lega­li­dad bur­gue­sa e ins­tau­ran­do el orden revo­lu­cio­na­rio, y ya sabe­mos lo que pasó. El 23 de enero del 58 la con­tra­dic­ción pudo resol­ver­se con un pac­to oli­gar­ca por­que las fuer­zas revo­lu­cio­na­rias no pasa­ban de ser refor­mis­tas. Debe­mos defen­der en cual­quier terreno a la posi­bi­li­dad socialista.

¡Irre­ve­ren­cia Chavista!
¡Defen­der al Socia­lis­mo con Socialismo!

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