El Impe­rio y la dro­ga- Fidel Castro

Refle­xio­nes del com­pa­ñe­ro Fidel
Cuan­do fui dete­ni­do en Méxi­co por la Poli­cía Fede­ral de Segu­ri­dad, a la que por puro azar se le hicie­ron sos­pe­cho­sos algu­nos movi­mien­tos nues­tros, a pesar de que los hacía­mos con el máxi­mo de cui­da­do para evi­tar el zar­pa­zo de la mano ase­si­na de Batis­ta ­―como hizo Macha­do en Méxi­co cuan­do el 10 de enero de 1929 sus agen­tes ase­si­na­ron a Julio Anto­nio Mella en la capi­tal de ese país―, aque­lla pen­só que se tra­ta­ba de una de las orga­ni­za­cio­nes de con­tra­ban­dis­tas que actua­ban ile­gal­men­te en la fron­te­ra de ese país pobre en sus inter­cam­bios comer­cia­les con la pode­ro­sa poten­cia veci­na, indus­tria­li­za­da y rica.
No exis­tía prác­ti­ca­men­te en Méxi­co el pro­ble­ma de la dro­ga que se des­ató más tar­de de for­ma abru­ma­do­ra con su enor­me car­ga de daños no sólo en ese país, sino tam­bién en el res­to del continente.
Los paí­ses de Cen­tro y Sura­mé­ri­ca invier­ten incon­ta­bles ener­gías en la lucha con­tra la inva­sión del cul­ti­vo de la hoja de coca, dedi­ca­da a la pro­duc­ción de cocaí­na, una sus­tan­cia que se obtie­ne a tra­vés de com­po­nen­tes quí­mi­cos muy agre­si­vos y resul­ta tan dañi­na a la salud y a la men­te humana.
Los gobier­nos revo­lu­cio­na­rios como los de la Repú­bli­ca Boli­va­ria­na de Vene­zue­la y Boli­via se esfuer­zan espe­cial­men­te para fre­nar su avan­ce, como lo hizo opor­tu­na­men­te Cuba.
Evo Mora­les hacía ya rato había pro­cla­ma­do el dere­cho de su pue­blo a con­su­mir té de coca, una exce­len­te infu­sión tra­di­cio­nal de la mile­na­ria cul­tu­ra ayma­ra-que­chua. Prohi­bír­se­la es como decir­les a los ingle­ses que no con­su­man el té, una sana cos­tum­bre impor­ta­da por el Rei­no Uni­do des­de el Asia, con­quis­ta­da y colo­ni­za­da por éste duran­te cien­tos de años.
“Coca no es cocaí­na”, fue la con­sig­na de Evo.
Es curio­so que el opio, sus­tan­cia que se extrae de la ama­po­la lo mis­mo que la mor­fi­na, fru­to de la con­quis­ta y el colo­nia­je extran­je­ro en paí­ses como Afga­nis­tán, y que es suma­men­te dañino con­su­mi­do direc­ta­men­te, fue­ra uti­li­za­do por los colo­nia­lis­tas ingle­ses como mone­da que otro país de mile­na­ria cul­tu­ra, como Chi­na, debía acep­tar a la fuer­za en for­ma de pago por los sofis­ti­ca­dos pro­duc­tos que Euro­pa reci­bía de Chi­na y has­ta enton­ces paga­ba con mone­das de pla­ta. Sue­le citar­se como ejem­plo de aque­lla injus­ti­cia en las pri­me­ras déca­das del siglo XIX que “un obre­ro chino que se vol­vía adic­to gas­ta­ba dos ter­cios de su suel­do en opio y deja­ba a su fami­lia en la miseria”.
En el año 1839 el opio ya esta­ba al alcan­ce de los obre­ros y cam­pe­si­nos chi­nos. La Rei­na Vic­to­ria I, del Rei­no Uni­do, impu­so ese mis­mo año la Pri­me­ra Gue­rra del Opio.
Comer­cian­tes ingle­ses y nor­te­ame­ri­ca­nos con fuer­te apo­yo de la Coro­na ingle­sa, vie­ron la posi­bi­li­dad de impor­tan­tes inter­cam­bios y ganan­cias. Para esa fecha muchas de las gran­des for­tu­nas de Esta­dos Uni­dos fue­ron basa­das en aquel narcotráfico.
Hay que pedir­le a la gran poten­cia apo­ya­da en casi mil bases mili­ta­res y sie­te flo­tas acom­pa­ña­das de por­ta­avio­nes nuclea­res y miles de avio­nes de com­ba­te con las cua­les tira­ni­za al mun­do, que nos expli­que cómo va a resol­ver el pro­ble­ma de las drogas.
Fidel Cas­tro Ruz

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