El boo­me­rang de la Ley de Par­ti­dos – Alva­ro Reizabal

El últi­mo infor­me publi­ca­do por el CIS con­clu­ye que, para los ciu­da­da­nos del Esta­do espa­ñol, los polí­ti­cos cons­ti­tu­yen el ter­cer pro­ble­ma o moti­vo de preo­cu­pa­ción, por detrás, tan solo, de cues­tio­nes tan sen­si­bles y actual­men­te a flor de piel como el paro o los pro­ble­mas económicos.

No es de extra­ñar, pues el espec­tácu­lo que dia­ria­men­te brin­dan los pro­fe­sio­na­les de la polí­ti­ca es poco edi­fi­can­te: ine- fica­cia, sec­ta­ris­mo, corrup­ción y una ges­tión de la cosa publi­ca que, a día de hoy, tie­ne sumi­da a la socie­dad en la rui­na y con unas pers­pec­ti­vas de futu­ro que, sin que­rer ser ago­re­ro, se pre­sen­tan en un hori­zon­te oscu­ro, si no negro. Es ver­dad que la ciu­da­da­nía que expre­sa sus preo­cu­pa­cio­nes por ese orden tie­ne su par­te de res­pon­sa­bi­li­dad en el com­por­ta­mien­to de la cla­se polí­ti­ca, por­que me dirán uste­des qué expli­ca­ción tie­ne que lis­tas elec­to­ra­les que inclu­yen en sus filas a un por­cen­ta­je muy ele­va­do de supues­tos cho­ri­zos encau­sa­dos por corrup­ción, arra­sen en las elec­cio­nes obte­nien­do mayo­rías abso­lu­tas mucho mayo­res que en los man­da­tos anteriores.

Pero esto es otro tema, que deja­re­mos para mejor oca­sión. Lo que hoy que­re­mos poner de relie­ve es que esos polí­ti­cos pro­fe­sio­na­les que tan­to preo­cu­pan a sus con­ciu­da­da­nos por sus con­duc­tas y que han lle­va­do al mun­do a la rui­na, son los que piden que se les vote a ellos y sólo a ellos, en nom­bre de la res­pon­sa­bi­li­dad y la cor­du­ra, por­que sin su bri­llan­te y desin­te­re­sa­da ges­tión el mun­do se para­rá y los gran­des pro­yec­tos tam­bién, y aca­ba­re­mos comien­do ber­zas a la luz de las velas, como ya ocu­rrió cuan­do se para­li­zó la cons­truc­ción de las cen­tra­les nuclea­res de Lemoiz y Deba ¿se acuerdan?

En 2002 se apro­bó la Ley de Par­ti­dos que ha supues­to en Eus­kal Herria casi una déca­da de dis­cri­mi­na­ción ideo­ló­gi­ca de una sig­ni­fi­ca­ti­va par­te de la pobla­ción. La teo­ría de la con­ta­mi­na­ción lle­va­da al extre­mo y basa­da en esper­pén­ti­cos infor­mes de los cuer­pos poli­cia­les ele­va­dos, con­tra dere­cho, a la cate­go­ría de prue­bas peri­cia­les, iba amplian­do has­ta el infi­ni­to el ejér­ci­to de apes­ta­dos que no podía con­cu­rrir a las elecciones.

Pero la reali­dad es ter­ca y aca­ba por salir a la super­fi­cie. Los pro­ble­mas no se solu­cio­nan ocul­tán­do­los y, con Ley de par­ti­dos o sin ella, el con­flic­to vas­co está ahí. Por eso aflo­ró esa ola de caras nue­vas, jóve­nes en su mayo­ría, vír­ge­nes en polí­ti­ca, pero bien pre­pa­ra­das, que han con­se­gui­do des­per­tar la ilu­sión de más de tres­cien­tos mil aber­tza­les. Los polí­ti­cos pro­fe­sio­na­les de los que habla­mos arri­ba están encan­ta­dos con los resul­ta­dos elec­to­ra­les del 22 M: unos llo­ran en públi­co la rabie­ta infan­til al que­dar­se sin su jugue­te; otros vati­ci­nan el cata­clis­mo de la socie­dad vas­ca sin ellos gober­nan­do… Mien­tras, otros asis­ti­mos albo­ro­za­dos a la catarsis.

El pasa­do mar­tes cesó en su pues­to de dipu­tado el padre de la cria­tu­ra, Ángel Ace­bes. Se fue mos­trán­do­se indig­na­do por lo ocu­rri­do. Lle­va­ba entre los dien­tes el boo­me­rang de su Ley de Partidos.

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