Un mate­rial edu­ca­ti­vo para la lec­tu­ra de «El Capital»

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Para com­pren­der el capi­ta­lis­mo en el siglo XXI, El Capi­tal sigue sien­do suma­men­te reve­la­dor. Marx ana­li­za el modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta en «su tér­mino medio ideal» (tomo III, vol. 8, p. 1057). Su estu­dio es tan abs­trac­to que su vali­dez pue­de plan­tear­se sin impor­tar el país o el momen­to en el que pre­do­mi­na el res­pec­ti­vo modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta; y en esta lec­tu­ra se basan los auto­res y auto­ras de este mate­rial edu­ca­ti­vo. Y es pre­ci­sa­men­te por­que Marx no exa­mi­na un deter­mi­na­do capi­ta­lis­mo his­tó­ri­co (como el capi­ta­lis­mo de la Ingla­te­rra del siglo XIX), sino que se con­cen­tra en sus leyes gene­ra­les de movi­mien­to, lo que hace su aná­li­sis tan actual. A pesar de ello hay quie­nes leen El Capi­tal como la his­to­ria del desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo, o como la des­crip­ción del capi­ta­lis­mo en el siglo XIX; no obs­tan­te, leer­lo de esa mane­ra si aca­so le da un valor his­tó­ri­co a El Capi­tal (como si fue­ra un libro de his­to­ria). Esto suce­de por­que tan­to en los tex­tos del pro­pio Marx como en los de Engels, sobre todo, hay pasa­jes que sugie­ren esa inter­pre­ta­ción. Así que, para for­mar­se una opi­nión pro­pia, no hay más reme­dio que ahon­dar en El Capi­tal.

A fina­les de los años cin­cuen­ta del siglo XIX, los estu­dios a los que Marx se ha dedi­ca­do devie­nen en la ela­bo­ra­ción de una teo­ría pro­pia. Entre 1857 y 1858 redac­tó el pri­mer esbo­zo de El Capi­tal (Ele­men­tos fun­da­men­ta­les para la crí­ti­ca de la eco­no­mía polí­ti­ca), en 1859 publi­có el pri­mer fas­cícu­lo de Con­tri­bu­ción a la crí­ti­ca de la eco­no­mía polí­ti­ca, úni­ca­men­te con el capí­tu­lo sobre «Mer­can­cía y dine­ro». No fue sino has­ta 1867 cuan­do por fin se pudo edi­tar el pri­mer tomo de El Capi­tal. Para su segun­da edi­ción (1872) Marx revi­só el pri­mer capí­tu­lo y rees­truc­tu­ró su expo­si­ción, por lo que divi­dió el libro en sec­cio­nes y capí­tu­los. Para su tra­duc­ción al fran­cés (1875) vol­vió a redac­tar la sec­ción sobre el pro­ce­so de acu­mu­la­ción; un tex­to que iba a ser la base para la ter­ce­ra edi­ción ale­ma­na. Pese a todo su empe­ño para con­ti­nuar con el pri­mer tomo, Marx dejó su obra incon­clu­sa; de ahí que Engels haya teni­do que enfren­tar­se a una tarea casi impo­si­ble de resol­ver: en el lega­do de Marx encuen­tra todos los manus­cri­tos con los que recons­tru­ye los tomos dos y tres de El Capi­tal. Debi­do a que Marx los redac­tó en dife­ren­tes momen­tos y expre­san los dife­ren­tes cono­ci­mien­tos que había adqui­ri­do, Engels tuvo que enfren­tar­se a la difi­cul­tad de orde­nar los tex­tos, uni­fi­car la ter­mi­no­lo­gía y rees­truc­tu­rar varias partes.

Marx invir­tió casi 40 años de su vida para ela­bo­rar su obra mag­na. Des­de su pri­mer perio­do de emi­gra­ción en París estu­dió la lite­ra­tu­ra clá­si­ca y con­tem­po­rá­nea, sobre todo en torno a la eco­no­mía polí­ti­ca (Cua­der­nos de París 1844). Más tar­de reto­ma­rá esos estu­dios en el exi­lio lon­di­nen­se (Cua­der­nos de Lon­dres 1850 – 1853). Como los eco­no­mis­tas bri­tá­ni­cos Adam Smith y David Ricar­do ya habían escri­to sobre los prin­ci­pios de la eco­no­mía polí­ti­ca y la tri­bu­ta­ción, Marx se apo­ya en ellos, los valo­ra, pero tam­bién cri­ti­ca su pen­sa­mien­to y, sobre todo, se dis­tan­cia de la eco­no­mía polí­ti­ca tal como la con­ci­ben los pro­fe­so­res con­sa­gra­dos en Ale­ma­nia. La recep­ción de la obra mar­xia­na varía según el con­tex­to his­tó­ri­co y polí­ti­co. Poco des­pués de haber­se cons­ti­tui­do el Par­ti­do Obre­ro Social­de­mó­cra­ta en Ale­ma­nia (1869), Bis­marck1 prohi­bió este movi­mien­to polí­ti­co median­te la «Ley Socia­lis­ta» (1878−1890), tam­bién cono­ci­da como «leyes anti­so­cia­lis­tas». Con la fun­da­ción de la Segun­da Inter­na­cio­nal (1889) súbi­ta­men­te aumen­tó la difu­sión y el estu­dio de la teo­ría mar­xia­na, así como la dis­po­ni­bi­li­dad de sus escri­tos. De este modo, el «mar­xis­mo», como se comen­zó a lla­mar, empe­zó a difun­dir­se amplia­men­te en Euro­pa a fina­les del siglo XIX.

Marx pone muy en alto el lis­tón cuan­do se pro­po­ne some­ter todo un cam­po teó­ri­co, inclu­yen­do sus pre­mi­sas, a una exten­sa crí­ti­ca. Aun­que para Marx la eco­no­mía polí­ti­ca había apor­ta­do muchos cono­ci­mien­tos acer­ta­dos (lo mis­mo que las bases úti­les para su pro­pio aná­li­sis), rara vez for­mu­ló las pre­gun­tas ade­cua­das para el obje­to de su inves­ti­ga­ción; se que­dó ape­ga­da a las for­mas bur­gue­sas del pen­sa­mien­to. En este sen­ti­do la crí­ti­ca mar­xia­na de la eco­no­mía polí­ti­ca no es úni­ca­men­te la crí­ti­ca de una deter­mi­na­da con­cep­ción teó­ri­ca y cien­tí­fi­ca, sino tam­bién una refle­xión crí­ti­ca sobre la socie­dad a la que se refie­re esta cien­cia de modo afirmativo.

El aná­li­sis mar­xiano es com­ple­ta­men­te dife­ren­te al de la eco­no­mía polí­ti­ca clá­si­ca y neo­clá­si­ca. En vez de basar el aná­li­sis de la socie­dad en los moti­vos, intere­ses y accio­nes que sue­len atri­buír­se­le a los indi­vi­duos (como el céle­bre homo eco­no­mi­cus don­de el indi­vi­duo racio­nal, com­ple­ta­men­te infor­ma­do bus­ca siem­pre la máxi­ma uti­li­dad), en El Capi­tal las per­so­nas apa­re­cen como la «per­so­ni­fi­ca­ción de cate­go­rías eco­nó­mi­cas»; esto es, los intere­ses, las estruc­tu­ras y las rela­cio­nes de cla­se están ins­cri­tos en las per­so­nas y actúan a tra­vés de ellas: de ahí que el ser humano sea el «con­jun­to de las rela­cio­nes socia­les» (Tesis sobre Feuer­bach [VI]). En otras pala­bras: lo que expli­ca el sis­te­ma eco­nó­mi­co no son los cálcu­los del indi­vi­duo, sino es a la inver­sa; es decir, es par­tien­do de las estruc­tu­ras del sis­te­ma cómo pue­de ana­li­zar­se —aun­que no deter­mi­nar ni pre­de­cir— la actua­ción de los indi­vi­duos. He aquí un ejem­plo: no es la codi­cia de los eje­cu­ti­vos la que oca­sio­na la cri­sis finan­cie­ra, sino que la lógi­ca del movi­mien­to del capi­tal (finan­cie­ro) expli­ca la codi­cia de los eje­cu­ti­vos. El que Marx remi­ta explí­ci­ta­men­te a su méto­do ana­lí­ti­co en el pró­lo­go del pri­mer tomo de El Capi­tal sub­ra­ya la impor­tan­cia que tie­ne para la com­pren­sión de su teoría.

El dine­ro (D) com­pra fuer­za de tra­ba­jo (FT) y medios de pro­duc­ción (MP). P es el pro­ce­so de pro­duc­ción en el que se ges­ta un pro­duc­to que vale más (M’) que la suma de FT y MP. Este pro­duc­to se trans­for­ma en más dine­ro (D’) que el dine­ro ori­gi­nal­men­te ade­lan­ta­do (D). D’ se vuel­ve a inver­tir (como D nue­vo), el mis­mo pro­ce­so comien­za otra vez. Los guio­nes [ — ] repre­sen­tan actos de inter­cam­bio, los pun­tos […] sim­bo­li­zan el pro­ce­so de pro­duc­ción en el que no se lle­va a cabo nin­gún inter­cam­bio. — Marx pre­sen­ta esta fór­mu­la ilus­tra­ti­va de modo explí­ci­to en el segun­do tomo. Si bien los con­cep­tos y con­tex­tos aquí expues­tos no se expli­can por sí mis­mos, lo cier­to es que ofre­cen una noción general.

Este es un dia­gra­ma sim­pli­fi­ca­do que mues­tra cómo se inter­re­la­cio­nan los dife­ren­tes nive­les de la pre­sen­ta­ción del pri­mer tomo. Ade­más, la dia­po­si­ti­va sir­ve de orien­ta­ción en cuan­to a los cua­dros «Nivel de pre­sen­ta­ción» que apa­re­cen en cada una de las siguien­tes dia­po­si­ti­vas. —*Expli­ca­ción: «inme­dia­to» sig­ni­fi­ca que pres­cin­de de cual­quier media­ción. Aun­que la pro­duc­ción y repro­duc­ción del capi­tal están media­das por la cir­cu­la­ción, a este nivel de la pre­sen­ta­ción toda­vía no está inclui­da ya que es tema del segun­do tomo de El Capi­tal. Del mis­mo modo, has­ta el capí­tu­lo 22 inclu­si­ve, en gene­ral no se toman en cuen­ta las demás for­mas del capi­tal. Aquí se tra­ta de un capi­tal indi­vi­dual que aún no está del todo deter­mi­na­do. Por lo gene­ral, Marx siguió deter­mi­nan­do las cate­go­rías duran­te toda su expo­si­ción; es decir, los aspec­tos adi­cio­na­les se ana­li­zan más ade­lan­te en otro nivel de abs­trac­ción. Por ejem­plo, la mer­can­cía está deter­mi­na­da con mayor deta­lle al final del pri­mer tomo que en el pri­mer capí­tu­lo ya que Marx no pudo expo­ner todo al mis­mo tiempo.

Los dos fac­to­res de la mercancía

Sue­le suce­der que al leer El Capi­tal se pasa por alto la pri­me­ra ora­ción. Aquí le dedi­ca­mos su pro­pia dia­po­si­ti­va ya que con­tie­ne infor­ma­ción impor­tan­te sobre el obje­to y la expo­si­ción del aná­li­sis mar­xiano: Marx hace refe­ren­cia a las socie­da­des que pre­ten­de exa­mi­nar; o sea, remi­te a lo que es su obje­to de estu­dio. Con­cep­tos como «rique­za», «pre­sen­tar­se» y «for­ma ele­men­tal» pue­den inter­pre­tar­se de dife­ren­tes mane­ras: por ejem­plo, la pala­bra «pre­sen­tar­se» en el sen­ti­do de «apa­re­ce como» o «pare­ce como si fue­ra». Eso sus­ci­ta pre­gun­tas que no pue­den con­tes­tar­se en ese momen­to. No obs­tan­te, esa pri­me­ra ora­ción mues­tra lo minu­cio­so que debe ser la lec­tu­ra de Marx: muchos de sus con­cep­tos tie­nen un sig­ni­fi­ca­do dife­ren­te al del uso coti­diano. Asi­mis­mo, Marx pre­ci­sa aquí la razón por la que comien­za su aná­li­sis con la mer­can­cía. Acer­ca de la pre­gun­ta de si no se supo­ne que ya había mer­can­cías antes del capi­ta­lis­mo, cabe apun­tar que las rela­cio­nes ecua­cio­na­les entre mer­can­cías son váli­das por­que se pre­su­po­nen deter­mi­na­das rela­cio­nes socia­les. Pese a que no todo lo que se pro­du­ce es mer­can­cía, en el capi­ta­lis­mo la mayor par­te de los pro­duc­tos adquie­re la for­ma de mer­can­cía. Es decir, es la for­ma social­men­te domi­nan­te en la que las per­so­nas se rela­cio­nan entre sí.

En torno a la cate­go­ría del valor de uso sur­gen muchas pre­gun­tas, por ejem­plo: ¿qué sig­ni­fi­ca real­men­te «útil»?, ¿es un atri­bu­to indi­vi­dual o social?, ¿qué es «mate­rial»?, ¿aquí se tra­ta sólo de «cosas» (algo obje­ti­vo) o tam­bién de ser­vi­cios?, ¿cuán­do y dón­de es útil un pro­duc­to (por ejem­plo, un refri­ge­ra­dor en el Polo Nor­te o agua en el desier­to)?, ¿de qué depen­de la uti­li­dad de una cosa?, ¿y cómo es que cosas, en apa­rien­cia inú­ti­les como la basu­ra, pue­den comer­cia­li­zar­se y con ello evi­den­te­men­te con­ver­tir­se en mercancías?

Esta dia­po­si­ti­va expli­ca la dis­tin­ción entre for­ma y con­te­ni­do. Marx sitúa el con­cep­to de la for­ma en dife­ren­tes nive­les y se refie­re a varias dimen­sio­nes: (1 Los sacos de tri­go ilus­tran la dis­tin­ción entre for­ma (mer­can­cía – diez­mo) y con­te­ni­do (saco de tri­go) en lo que se refie­re a los pro­duc­tos fabri­ca­dos: al sabo­rear, ver o tocar el pro­duc­to del tra­ba­jo (por ejem­plo, el tri­go) no pue­den deter­mi­nar­se las con­di­cio­nes socia­les en las que se cul­ti­vó. En el aspec­to sen­so­rial-mate­rial dos sacos de tri­go en apa­rien­cia son igua­les: no obs­tan­te, las con­di­cio­nes socia­les en las que se pro­du­je­ron pue­den variar. El saco de tri­go podría ser un tri­bu­to que el sier­vo de la gle­ba entre­ga al terra­te­nien­te (en el feu­da­lis­mo), una mer­can­cía para ven­der­la en el mer­ca­do (en el capi­ta­lis­mo) o una apor­ta­ción para satis­fa­cer las nece­si­da­des huma­nas (en la «aso­cia­ción de hom­bres libres»). (2 La cita de Marx abor­da otras dimen­sio­nes de los con­cep­tos for­ma y con­te­ni­do: por una par­te, (como cate­go­ría) pre­ten­de dis­tin­guir entre valor de cam­bio (la for­ma espe­cí­fi­ca de los pro­duc­tos en el capi­ta­lis­mo en cuan­to mer­can­cías) y valor de uso (con­te­ni­do mate­rial o por­ta­dor de esta for­ma); por otra par­te, se tra­ta de las dife­ren­tes for­ma­cio­nes socia­les (feu­da­lis­mo, capi­ta­lis­mo, «aso­cia­ción de hom­bres libres», etcé­te­ra) que remi­ten al con­tex­to gene­ral del análisis.

El con­cep­to «valor de cam­bio» ya supo­ne dos mer­can­cías que se encuen­tran en una rela­ción de inter­cam­bio. Aquí sur­ge a menu­do la pre­gun­ta sobre el dine­ro: ¿aca­so no es en el capi­ta­lis­mo don­de las mer­can­cías se cam­bien por dine­ro y no por mer­can­cías? No obs­tan­te, el dine­ro aún no se ha intro­du­ci­do como cate­go­ría en el aná­li­sis. En pri­mer lugar se ana­li­za el valor de cam­bio por medio de la rela­ción entre dos mer­can­cías, dado que Marx aún no con­si­de­ra aquí el dine­ro; es decir, toda­vía hace abs­trac­ción de él aun­que esté pre­sen­te en su refle­xión, con todo y que toda­vía no se le haya intro­du­ci­do. Una expli­ca­ción meta­fó­ri­ca en torno al pro­ce­so de abs­trac­ción se encuen­tra, por ejem­plo, en el pró­lo­go a la pri­me­ra edi­ción del pri­mer tomo (tomo I, vol. 1: 6), al que pue­de hacer­se referencia.

A menu­do en los gru­pos de lec­tu­ra sur­ge la pre­gun­ta acer­ca de que si la cate­go­ría de la mer­can­cía se refie­re exclu­si­va­men­te a cosas «mate­ria­les». De ahí que la dia­po­si­ti­va inclu­ya el via­je en taxi para ejem­pli­fi­car los dife­ren­tes ser­vi­cios que sue­len lla­mar­se «inma­te­ria­les»; con todo y que tam­bién ten­gan pro­pie­da­des mate­ria­les. No obs­tan­te, la pre­gun­ta se refie­re por lo gene­ral a acla­rar si las mer­can­cías tie­nen que ser bie­nes mate­ria­les («cosas»), por lo que cabe remi­tir al con­cep­to mar­xiano de for­ma; o sea que en el capi­ta­lis­mo el pro­duc­to del tra­ba­jo adquie­re la for­ma de mer­can­cía. Para ello es fun­da­men­tal cono­cer las con­di­cio­nes socia­les y el fin con el que se pro­du­cen las mer­can­cías. En cam­bio la pre­gun­ta si la mer­can­cía indi­vi­dual es una cosa o un ser­vi­cio no es determinante.

Una obser­va­ción acer­ca de la cita de Marx: la con­jun­ción «o» aquí no sig­ni­fi­ca «o una cosa o la otra», sino «en el sen­ti­do de» (dado que se tra­ta del inter­cam­bio de equi­va­len­tes). Esta ora­ción no tie­ne que ser váli­da para un inter­cam­bio ais­la­do y con­tin­gen­te. Sin embar­go, cuan­do el inter­cam­bio es la for­ma domi­nan­te de las tran­sac­cio­nes eco­nó­mi­cas, rige lo que dice la cita.

La cita 1 nos lle­va a la hue­lla del valor, esa cate­go­ría incon­ce­bi­ble que pare­ce impo­si­ble de comprender.

La cita 2 apor­ta otra deter­mi­na­ción del valor de cam­bio: en pri­mer lugar fue lo que se reci­be a cam­bio de una mer­can­cía (véa­se la dia­po­si­ti­va 4). Pero ade­más es la «expre­sión» o «for­ma de mani­fes­tar­se» de algo dife­ren­te. No obs­tan­te, Marx evi­ta aquí, a dife­ren­cia de como solía hacer­lo en manus­cri­tos ante­rio­res, el tér­mino «esen­cia» como con­cep­to filo­só­fi­co con­tra­rio a «mani­fes­ta­ción». Tam­bién este ejem­plo pue­de uti­li­zar­se para acla­rar que los con­cep­tos en El Capi­tal (mer­can­cía, tra­ba­jo, dine­ro, capi­tal, y otros) con­ti­núan deter­mi­nán­do­se a lo lar­go de la exposición.

El que la abs­trac­ción suce­da en el momen­to del inter­cam­bio sig­ni­fi­ca, por ejem­plo, que al hacer las com­pras en el super­mer­ca­do no abs­trae­mos de mane­ra cons­cien­te que el toma­te es rojo, jugo­so y redon­do; no obs­tan­te, en efec­to lo hace­mos (sin ni siquie­ra pen­sar­lo). Cuan­do inter­cam­bia­mos los dis­tin­tos valo­res de uso en una deter­mi­na­da rela­ción cuan­ti­ta­ti­va, redu­ci­mos los dis­tin­tos valo­res de uso, que en reali­dad no pue­den com­pa­rar­se, a algo sí com­pa­ra­ti­vo. — Para no des­gas­tar la ima­gi­na­ción, tam­bién en este caso la dia­po­si­ti­va pre­sen­ta exclu­si­va­men­te ejem­plos del mun­do cosi­fi­ca­do de mer­can­cías: al uti­li­zar ser­vi­cios es más difí­cil com­pren­der la rela­ción de valor; pero se podría decir de igual mane­ra: 1 via­je en taxi se cam­bia por 2 pantalones.

Para lo que bus­ca, Marx exclu­ye las pro­pie­da­des natu­ra­les de las mer­can­cías (geo­mé­tri­cas, físi­cas o quí­mi­cas) dado que úni­ca­men­te se con­si­de­ran para los valo­res de uso; de los que no se tra­ta en ese momen­to. Con fre­cuen­cia sur­ge la pre­gun­ta acer­ca de por qué es pre­ci­sa­men­te el tra­ba­jo el ter­cer aspec­to en común, ya que tam­bién se inter­cam­bian mer­can­cías que no son pro­duc­tos del tra­ba­jo gas­ta­do: como agua, tie­rra no cul­ti­va­da o made­ra suel­ta. Igual­men­te se dice que Marx no corro­bo­ra su teo­ría del valor del tra­ba­jo, sino que sólo la esta­ble­ce. En un pasa­je impor­tan­te de sus tra­ba­jos pre­vios a El Capi­tal (Con­tri­bu­ción a la crí­ti­ca de la eco­no­mía polí­ti­ca, Méxi­co, Siglo XXI, 1980, p. 9) Marx pre­ci­sa que en pri­mer lugar le intere­san las mer­can­cías que son pro­duc­tos de tra­ba­jo, por lo que no pre­ten­de «corro­bo­rar» la teo­ría del valor del tra­ba­jo debi­do a que cada socie­dad tie­ne que dis­tri­buir el tra­ba­jo. La dife­ren­cia con­sis­te en cómo lo hace. Las socie­da­des en las que rige el inter­cam­bio regu­lan esa dis­tri­bu­ción por medio del valor. En lo que Marx difie­re de mane­ra deci­si­va de la eco­no­mía polí­ti­ca clá­si­ca es en su dis­tin­ción ana­lí­ti­ca de la for­ma espe­cí­fi­ca que adop­ta el tra­ba­jo en con­di­cio­nes capi­ta­lis­tas (y úni­ca­men­te ahí). — Los dife­ren­tes sig­ni­fi­ca­dos de «común» (tener algo en común) y «social» (com­par­tir en rela­ción con otros) seña­lan dos deter­mi­na­cio­nes fun­da­men­ta­les del valor.

Marx desig­na el valor como una «obje­ti­vi­dad espec­tral» (tomo I, vol. 1. p. 47) y con esa ima­gen se apro­xi­ma a su natu­ra­le­za con­tra­dic­to­ria: por un lado, la mer­can­cía no pue­de cap­tar­se (o sea, de algu­na mane­ra es sobre­na­tu­ral e invi­si­ble igual que un fan­tas­ma); por otro, es valor (o sea, no es algo que exis­ta sola­men­te en la ima­gi­na­ción, sino que tie­ne un efec­to real). Este valor que no pue­de cap­tar­se, pero que sí es real requie­re de una expre­sión obje­ti­va, de una for­ma cómo pre­sen­tar­lo, y ese es el valor de cam­bio. Para que­dar­nos con el ejem­plo que hemos uti­li­za­do has­ta aho­ra: si dos pan­ta­lo­nes se cam­bian por una silla, el valor de cam­bio de los pan­ta­lo­nes es una silla. Dicho de otro modo: en el inter­cam­bio la silla le da al «fan­tas­ma» (valor) un cuerpo.

Con fre­cuen­cia sur­ge la pre­gun­ta acer­ca de la dife­ren­cia entre valor y valor de cam­bio: dón­de exac­ta­men­te se encuen­tra el valor, o dón­de nace o se mani­fies­ta: en el pro­ce­so de pro­duc­ción o en el inter­cam­bio. En torno a eso hay varias lec­tu­ras y cada una res­pon­de a una dis­tin­ta inter­pre­ta­ción del valor, lo que indi­ca que se tra­ta de una pre­gun­ta que no es nada fácil de res­pon­der. En la obra de Marx pue­den encon­trar­se citas que alu­den a las dife­ren­tes inter­pre­ta­cio­nes: la «nue­va lec­tu­ra de Marx» sub­ra­ya lo social del valor, don­de entra «ni un solo áto­mo de sus­tan­cia natu­ral» y que «solo pue­de poner­se de mani­fies­to en la rela­ción social entre diver­sas mer­can­cías» (tomo I, vol. 1, p. 58). Otras inter­pre­ta­cio­nes ubi­can el ori­gen del valor en la pro­duc­ción: cada pro­duc­to que se fabri­ca posee valor, sin impor­tar si se cam­bia o no; el valor le es inhe­ren­te a la mer­can­cía como la mer­me­la­da al pas­tel. Con Marx podría decir­se que, en con­se­cuen­cia, la «mag­ni­tud del valor de la mer­can­cía [es] la que rige sus rela­cio­nes de inter­cam­bio» (tomo I, vol. 1, p. 78). — La pre­gun­ta aquí plan­tea­da (dón­de exac­ta­men­te se encuen­tra el valor, o bien, don­de nace o se mani­fies­ta) nos acom­pa­ña­rá con­for­me avan­za­mos en la lec­tu­ra, sin que por el momen­to pue­da res­pon­der­se de mane­ra satisfactoria.

Sin embar­go, con ello la cues­tión de la mag­ni­tud del valor aún no que­da del todo acla­ra­da. Más ade­lan­te nos encon­tra­re­mos con deter­mi­na­cio­nes más deta­lla­das (véa­se el jue­go de dia­po­si­ti­vas «Dua­li­dad del tra­ba­jo repre­sen­ta­do en las mer­can­cías», dia­po­si­ti­vas 4 y 6). Muchas veces sur­ge la pre­gun­ta: ¿«medio» en qué sen­ti­do?, ¿cómo se deter­mi­na este tér­mino medio? En este caso «medio» no ha de enten­der­se en el sen­ti­do arit­mé­ti­co, sino en el sen­ti­do de «más difun­di­do». La mag­ni­tud media no se deter­mi­na sino has­ta el momen­to en que se pro­du­ce el cam­bio: sólo en el mer­ca­do se reve­la a los pro­duc­to­res de las mer­can­cías lo que se ha impues­to como el nivel nor­mal de la téc­ni­ca, des­tre­za y cali­fi­ca­ción. Por eso se reco­mien­da recor­dar duran­te la pre­sen­ta­ción este aspec­to social de la crea­ción de valor. Ese tema se tra­ta­rá de mane­ra más exhaus­ti­va en la segun­da sub­sec­ción del pri­mer capí­tu­lo (véa­se el jue­go de dia­po­si­ti­vas sobre la «Dua­li­dad del tra­ba­jo repre­sen­ta­do en las mer­can­cías»).

Esta es la pri­me­ra vez que Marx habla de la fuer­za pro­duc­ti­va del tra­ba­jo. Aumen­tar la fuer­za pro­duc­ti­va sig­ni­fi­ca que en el mis­mo tiem­po o con el mis­mo tra­ba­jo gas­ta­do pue­den fabri­car­se más pro­duc­tos (por ejem­plo con la intro­duc­ción de una máqui­na): ese es un tema cen­tral en muchos pasa­jes de los siguien­tes capí­tu­los, sobre todo en lo que se refie­re a la com­pe­ten­cia entre los capi­ta­lis­tas. La trans­for­ma­ción de la fuer­za pro­duc­ti­va en la fabri­ca­ción de una deter­mi­na­da mer­can­cía reper­cu­te en la can­ti­dad de tra­ba­jo social­men­te nece­sa­ria y, por lo tan­to, en la mag­ni­tud del valor. La cita aquí esco­gi­da ilus­tra el contexto.

La pre­sen­ta­ción en esta dia­po­si­ti­va, igual que en algu­nas otras, encie­rra el peli­gro de que el valor apa­rez­ca aho­ra como algo inhe­ren­te a la mer­can­cía indi­vi­dual. Pero lo que deter­mi­na el valor no es el tra­ba­jo gas­ta­do de for­ma indi­vi­dual en la pro­duc­ción, sino el que se cris­ta­li­za como tiem­po de tra­ba­jo medio social­men­te nece­sa­rio (sobre el tema del tiem­po medio de tra­ba­jo social­men­te nece­sa­rio, véa­se la dia­po­si­ti­va 12 que tra­ta de la mag­ni­tud del valor).

Sobre todo en lo que con­cier­ne a las mer­can­cías que no son pro­duc­to de tra­ba­jo y aun así pue­den inter­cam­biar­se, sue­len sur­gir pre­gun­tas que en ese momen­to (toda­vía) no pue­den con­tes­tar­se con Marx, quien pri­me­ro estu­dia las mer­can­cías que son pro­duc­tos de tra­ba­jo; es decir, el supues­to «caso nor­mal» (véa­se el comen­ta­rio a la dia­po­si­ti­va 9). La deter­mi­na­ción del valor de cam­bio de las mer­can­cías que no son pro­duc­to del tra­ba­jo humano es tema del ter­cer tomo de El Capi­tal (por ejem­plo, en la sec­ción sobre la ren­ta de la tie­rra) a lo que Marx alu­de bre­ve­men­te en este pasaje.

Poly­lux­Marx

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  1. Otto von Bis­marck (1815−1898), polí­ti­co pru­siano. Des­pués de la gue­rra fran­co-pru­sia­na de 1870 a 1871 con­si­guió la pro­cla­ma­ción del Impe­rio Ale­mán y fue su can­ci­ller de 1871 a 1890. Esta­ble­ció un régi­men auto­ri­ta­rio, ampa­ra­do por una cons­ti­tu­ción que apa­ren­te­men­te garan­ti­za­ba cier­tos dere­chos y una legis­la­ción social que en el papel se con­si­de­ra­ba la más avan­za­da del momen­to, pero al mis­mo tiem­po repri­mió dura­men­te el movi­mien­to obre­ro. (N. de la T.)

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