Euro­pa, gigan­te con pies de arci­lla y una soli­da­ri­dad de pacotilla

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Eduar­do Camin /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano /​30 de mar­zo de 2020

Si Euro­pa era el con­ti­nen­te don­de el desa­rro­llo de todas las com­po­nen­tes de la moder­ni­dad bur­gue­sa (demo­cra­cia polí­ti­ca repre­sen­ta­ti­va, pro­duc­ción y con­su­mo masi­vos, Esta­do de bien­es­tar) han alcan­za­do su más pro­fun­da expre­sión pasa­da, eso que­dó en el pasado.

El actual des­man­te­la­mien­to de los sis­te­mas de segu­ri­dad social, la anu­la­ción y las con­se­cuen­tes refor­mas de la legis­la­ción labo­ral, las pri­va­ti­za­cio­nes, la pér­di­da per­ma­nen­te de dere­chos socia­les que se con­si­de­ra­ba dere­chos adqui­ri­dos, retro­ce­sos sala­rial, avan­ce de la des­ocu­pa­ción, des­lo­ca­li­za­cio­nes de empre­sas, evi­den­cian que no bas­ta cons­truir un blo­que continental.

Una Euro­pa ale­ja­da Siglo de las Luces, no es más que una páli­da foto­co­pia de sí mis­ma, una víc­ti­ma com­pla­cien­te de la glo­ba­li­za­ción has­ta el pun­to de trans­for­mar­se en un blo­que eco­nó­mi­co en cri­sis de todo tipo.

En la medi­da en que la socie­dad y la his­to­ria uni­ver­sal es arras­tra­da como nun­ca por la glo­ba­li­za­ción, la duda y la desa­zón se ampa­ra de sus pue­blos y las con­se­cuen­cias no se hacen espe­rar: el repun­te de la extre­ma dere­cha fas­cis­ta, es un signo evi­den­te del esta­do de áni­mo de sus habitantes.

Hay otro gra­ve com­po­nen­te polí­ti­co, la ausen­cia lla­ma­ti­va del deba­te dia­léc­ti­ca­men­te serio de estos fenó­me­nos en amplios círcu­los del pen­sa­mien­to crí­ti­co euro­peo. Sin con­cien­cia crí­ti­ca solo que­da la acep­ta­ción táci­ta de la «ame­ri­ca­ni­za­ción de este continente».
La gene­ra­li­za­ción de polí­ti­cas públi­cas de cla­ro cor­te neo­li­be­ral, lle­va­da ade­lan­te por los gobier­nos euro­peos, los han trans­for­ma­dos en ges­to­res de las cri­sis, apli­can­do e impo­nien­do a sus pobla­cio­nes el man­da­to de la Troi­ka, es decir, del Fon­do Mone­ta­rio Inter­na­cio­nal (FMI), de la Comi­sión Euro­pea y del Ban­co Cen­tral Europeo.

Sin dudas, vivi­mos una épo­ca de glo­ba­li­za­ción —eso es incues­tio­na­ble — , pero es la glo­ba­li­za­ción de la angus­tia y del páni­co. La vio­len­cia inusual con la cual se deba­te el gran capi­tal en el saqueo eco­nó­mi­co e indus­trial de la Tie­rra, des­de el mar has­ta la atmós­fe­ra, hace que todo se con­den­sa en un úni­co y terri­ble esce­na­rio la expo­lia­ción de nues­tro planeta.

Y en este sen­ti­do el rol cen­tral de estas polí­ti­cas de ava­sa­lla­mien­to corres­pon­de sin dudas a Esta­dos Uni­dos, en sus pro­ce­sos de refor­mu­la­ción del sis­te­ma mun­dial capi­ta­lis­ta. Sería un gran error pen­sar que la reali­dad en el seno del gran país del nor­te es homogénea.

Por el con­tra­rio, la expe­rien­cia en EEUU, don­de el capi­ta­lis­mo se mani­fies­ta con toda su cru­de­za, con esca­sa pro­tec­ción social y una demo­cra­cia suma­men­te limi­ta­da, exis­ten fuer­tes intere­ses con­tra­pues­tos de dife­ren­cias socia­les y un gra­do exten­di­do de pobreza.

La «ilu­mi­na­ción» apa­ga­da por el Tra­ta­do de Maastricht

Algu­nos años atrás los res­pon­sa­bles polí­ti­cos que logra­ban lle­gar a las dis­tin­gui­das y nobles fun­cio­nes del Esta­do, des­pués de una vida de com­ba­tes y luchas socia­les, podían cul­ti­var la espe­ran­za de guiar los des­ti­nos del país, mode­lan­do a su mane­ra el futu­ro de sus pue­blos. Era la épo­ca en que la dimen­sión del hom­bre de Esta­do gra­ba­ría con una hue­lla imbo­rra­ble la his­to­ria de su pue­blo y, para las gene­ra­cio­nes futu­ras, esta que­da­ría plas­ma­da en un monu­men­to, una pla­za o en el nom­bre de una calle.

Hoy el hom­bre de Esta­do apa­re­ce pro­mo­vi­do a estos car­gos para admi­nis­trar el «cor­te de tije­ra» nece­sa­rio en el pre­su­pues­to de las nacio­nes y su nom­bre se hace popu­lar en las mani­fes­ta­cio­nes calle­je­ras y en la bron­ca de la gente.

El Tra­ta­do de Maas­tricht del 7 de febre­ro de 1992 defi­nió el «pro­yec­to de inte­gra­ción euro­peo» tras los pro­gre­sos rea­li­za­dos en el Acta Úni­ca de 1986, que pro­me­tía, en un mis­mo pai­sa­je comu­ni­ta­rio, «desa­rro­llar la dimen­sión social de la Comu­ni­dad, refor­zar la legi­ti­mi­dad demo­crá­ti­ca de las ins­ti­tu­cio­nes y mejo­rar su eficacia».

En la ope­ra­ción de maqui­lla­je, tam­bién se qui­so pre­sen­tar el Tra­ta­do de Maas­tricht como la con­sa­gra­ción de la «Euro­pa de los ciu­da­da­nos» al reco­no­cer el dere­cho de voto en las elec­cio­nes muni­ci­pa­les a los resi­den­tes de la UE, con inde­pen­den­cia de su nacio­na­li­dad de origen.

Pero lo cier­to es que el pro­ta­go­nis­mo real que la ciu­da­da­nía euro­pea debe­ría haber juga­do y con­quis­ta­do, por his­to­ria y acer­vo demo­crá­ti­co, sigue ausen­te. Y aun­que intro­du­ce el prin­ci­pio de sub­si­dia­rie­dad –del cual ya nadie habla – el Tra­ta­do sólo se jus­ti­fi­ca por su apor­te cla­ve a la Unión Eco­nó­mi­ca y Mone­ta­ria, fijan­do al alza, y con acen­to ger­má­ni­co, los requi­si­tos para la cons­truc­ción europea.

Lo fun­da­men­tal, la razón de ser del Tra­ta­do, sin hipo­cre­sías ni funam­bu­lis­mos, fue el anun­cio de crea­ción de la nue­va mone­da euro­pea y los cri­te­rios por los que podrían acce­der a la mis­ma los Esta­dos miem­bros que deci­die­ran for­mar par­te tam­bién de la unión mone­ta­ria, que tie­nen que ver con la infla­ción, el défi­cit, la deu­da y el tipo de interés.

La Euro­pa de Maas­tricht ha trans­for­ma­do de esta mane­ra a cada res­pon­sa­ble polí­ti­co a nivel nacio­nal en un “pre­si­den­te al 3%” encar­ga­do de hacer res­pe­tar las con­di­cio­nes de la UE.

Vivi­mos aho­ra en una Euro­pa sin alma, en una Euro­pa que se hun­de en las des­igual­da­des, que se des­fi­gu­ra en esta cri­sis sin fin del Covid 19, que pone cada día más al des­cu­bier­to el des­ga­rro de unos pro­ce­di­mien­tos demo­crá­ti­cos vul­ne­ra­dos. La cri­sis polí­ti­ca está ponien­do en el orden del día en Euro­pa pro­pues­tas alta­men­te anti­de­mo­crá­ti­cas, con una peli­gro­sa ten­den­cia hacia solu­cio­nes auto­ri­ta­rias, con la subor­di­na­ción de las polí­ti­cas nacio­na­les ante la inso­li­da­ri­dad mani­fies­ta de muchos líde­res europeos.

Detrás de la pan­de­mia. la reali­dad sal­ta por los aires

La pro­pia estruc­tu­ra de la UE pro­pi­cia el con­trol de la agen­da euro­pea por par­te de los mer­ca­dos. El Par­la­men­to Euro­peo ape­nas tie­ne com­pe­ten­cias, las deci­sio­nes se toman en con­se­jos. El entra­ma­do en Bru­se­las de la Comi­sión Euro­pea, el poder eje­cu­ti­vo real de la UE está orga­ni­za­do de tal for­ma que sus estruc­tu­ras que­dan aje­nas a la fis­ca­li­za­ción de los ciu­da­da­nos, que, ade­más, no tie­nen nin­gún poder de elec­ción direc­ta sobre la com­po­si­ción de sus miembros.

Den­tro de ese anda­mia­je apa­re­cen las auto­ri­da­des mone­ta­rias, encar­ga­das de repar­tir aus­te­ri­dad bajo la ban­de­ra del res­ca­te finan­cie­ro. Pen­sar que el Ban­co Cen­tral Euro­peo (BCE) es anti­de­mo­crá­ti­co es un eufe­mis­mo. Los Gobier­nos nacio­na­les se plie­gan a los plan­tea­mien­tos de la troi­ka, que lle­va a Euro­pa a una deri­va cada vez más autoritaria.

La gran ban­ca ha toma­do el poder y ha con­so­li­da­do una Unión frac­tu­ra­da. Esas frac­tu­ras han ido cre­cien­do con el tiem­po y se han mul­ti­pli­ca­do con las cri­sis eco­nó­mi­cas, y han explo­ta­do con la pan­de­mia actual. Las res­pues­tas de los gobier­nos has­ta la fecha han sido errá­ti­cas, des­coor­di­na­das,… cuan­do no mal intencionadas.

Sin hacer futu­ro­lo­gía un nue­vo esce­na­rio se per­fi­la: más capitalismo

La repu­tación de las demo­cra­cias libe­ra­les occi­den­ta­les está en jue­go, por lo menos entre sus ciu­da­da­nos. Su capa­ci­dad de res­pues­ta y ges­tión se ha ero­sio­na­do, en este sál­ve­se quien pue­da, y todos los deter­mi­nan­tes de salud han encen­di­do sus seña­les de alerta.
Todo eso sig­ni­fi­ca mayor des­igual­dad y mayo­res difi­cul­ta­des para des­an­dar lo anda­do, hacia una sen­da de mayor equi­dad. Todo nos ale­ja, de una mane­ra que nos pare­ce irre­ver­si­ble, del retorno hacia socie­da­des más esta­bles, menos bár­ba­ras, más soli­da­rias y demo­crá­ti­cas, nece­sa­ria­men­te socialistas.

El mun­do capi­ta­lis­ta –por­que de eso se tra­ta– será como míni­mo ines­ta­ble, com­par­ti­men­ta­do, per­ma­nen­te­men­te bajo sos­pe­cha. Un telón de ace­ro eco­nó­mi­co cae­rá sobre el mis­mo. Se ace­le­ra­rá el replie­gue del comer­cio inter­na­cio­nal, los expor­ta­do­res ya están recon­fi­gu­ran­do sus cade­nas de sumi­nis­tros, acer­can­do su pro­duc­ción a cos­ta de eficiencias.

Mien­tras tan­to, las impor­ta­cio­nes subirán sus barre­ras aran­ce­la­rias en res­pues­ta, ace­le­ran­do un pro­ce­so que ya había comen­za­do con la gue­rra comer­cial entre EEUU y Chi­na. Las orga­ni­za­cio­nes mul­ti­la­te­ra­les ausen­tes y fue­ra de jue­go, y la doc­tri­na de Donald Trump de indi­vi­dua­lis­mo geo­po­lí­ti­co sale reforzada.

La “mano invi­si­ble” del mer­ca­do glo­bal de las nacio­nes es la que esta­ble­ce­rá los nue­vos equi­li­brios, frá­gi­les, pre­ca­rios. A su vez, el des­plo­me del pre­cio del petró­leo pone con­tra las cuer­das a todos los expor­ta­do­res y la OPEP podría colap­sar por los des­acuer­dos inter­nos y la carre­ra sui­ci­da a la ofer­ta des­con­tro­la­da, agra­van­do las cri­sis de todo tipo.

La cri­sis abrió la veda para una bate­ría de ajus­tes que recor­tan cada vez más y más dere­chos y pre­co­ni­zan un aumen­to de las des­igual­da­des a nivel mun­dial y en la UE en par­ti­cu­lar. Ya que no todas las res­tric­cio­nes que aho­ra se impo­nen se eli­mi­na­rán tras la nor­ma­li­za­ción, el espa­cio Schen­gen será cada vez más cues­tio­na­do y las comu­ni­da­des cos­mo­po­li­tas vis­tas con rece­lo. Mas fric­cio­nes al movi­mien­to legal de per­so­nas y un sis­te­ma de visa­dos más estrictos.

Las bue­nas inten­cio­nes con­tra el cam­bio cli­má­ti­co, y los acuer­dos logra­dos serán sus­pen­di­dos, los pla­nes pos­pues­tos a otros tiem­pos, las ener­gías lim­pias en ban­ca­rro­ta inmi­nen­te por el aba­ra­ta­mien­to del petróleo.

Las pro­me­sas que se hacen en ple­na cri­sis sobre las ini­cia­ti­vas de futu­ro para sol­ven­tar las con­se­cuen­cias actua­les y futu­ras de la pan­de­mia exi­gi­rán (para su con­cre­ción) de mucha movi­li­za­ción ciu­da­da­na, de una lucha orga­ni­za­da, de lo con­tra­rio, en todos los paí­ses, en todos los casos, los per­de­do­res serán los mis­mos de siempre.

En este mar­co tie­ne sen­ti­do toda­vía pre­gun­tar­se sobre ¿la liber­tad? Libres para aplau­dir en los bal­co­nes al per­so­nal sani­ta­rio, al cual lo nin­gu­nea­ron y des­mi­ti­fi­ca­ron con polí­ti­cas eco­nó­mi­cas y socia­les de cor­te regre­si­vo, cerran­do plan­tas ente­ras de los hos­pi­ta­les públi­cos. Fren­te a esta reali­dad de ¿qué acti­vi­dad libre pue­de hablar­se si esta «res­trin­gi­da» por la necesidad?

El Covid-19 es la pun­ti­lla a la glo­ba­li­za­ción, y por eso, si se tra­ta de sal­var al capi­ta­lis­mo –con su enor­me capa­ci­dad para pro­du­cir rique­za pri­va­da con recur­sos públi­cos– debe­mos acep­tar los sacri­fi­cios humanos.

No es ni será la bur­gue­sía, cla­se social por­ta­do­ra de la acción de valo­ri­za­ción del capi­tal la que, en su diná­mi­ca de acu­mu­la­ción y repro­duc­ción de rique­zas, favo­rez­ca la aper­tu­ra y crea­ción de nue­vos espa­cios. Por el con­tra­rio, fren­te a las deman­das de las cla­ses más opri­mi­das siem­pre se ha res­pon­di­do con vio­len­cia y represión.

Si nada será igual, como pien­san algu­nos… es por­que será peor.

*Perio­dis­ta uru­gua­yo acre­di­ta­do en ONU-Gine­bra, ana­lis­ta aso­cia­do al Cen­tro Lati­no­ame­ri­cano de Aná­li­sis Estra­té­gi­co.

Itu­rria /​Fuen­te

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