Engels sobre la natu­ra­le­za y la humanidad

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A la luz de la pan­de­mia actual, pre­sen­to aquí un extrac­to, en carác­ter de borra­dor, de mi pró­xi­mo libro sobre la con­tri­bu­ción de Frie­drich Engels a la eco­no­mía polí­ti­ca mar­xis­ta en el 200 ani­ver­sa­rio de su nacimiento.

A menu­do se acu­sa a Marx y Engels de lo que se ha lla­ma­do una visión pro­me­tei­ca de la orga­ni­za­ción social huma­na; a saber, que los seres huma­nos, uti­li­zan­do sus cere­bros, cono­ci­mien­tos y proezas téc­ni­cas supe­rio­res, pue­den y deben impo­ner su volun­tad al res­to del pla­ne­ta o lo que se lla­ma «la natu­ra­le­za», para bien o para mal.

La acu­sa­ción es que las otras espe­cies vivas son meros jugue­tes para uso de los seres huma­nos. Hay seres huma­nos y hay natu­ra­le­za, en con­tra­dic­ción mutua. Esta acu­sa­ción está diri­gi­da par­ti­cu­lar­men­te a Frie­drich Engels, quien, según se afir­ma, adop­tó una visión bur­gue­sa «posi­ti­vis­ta» de la cien­cia: el cono­ci­mien­to cien­tí­fi­co siem­pre fue pro­gre­sis­ta y neu­tral en tér­mi­nos ideo­ló­gi­cos; y tam­bién lo ha sido en cuan­to a la rela­ción entre el hom­bre y la naturaleza.

Esta acu­sa­ción con­tra Marx y Engels fue pro­mo­vi­da en el perío­do de pos­gue­rra por lo que se dio en lla­mar la Escue­la mar­xis­ta de Frank­furt, que con­si­de­ra­ba que el mar­xis­mo se des­ca­rrió lue­go de 1844, cuan­do Marx y Engels supues­ta­men­te aban­do­na­ron el «huma­nis­mo». Más tar­de, los segui­do­res del mar­xis­ta fran­cés Althus­ser cul­pa­ron al pro­pio Engels. Para ellos, todo se fue al demo­nio un poco más tar­de, cuan­do Engels des­car­tó el «mate­ria­lis­mo his­tó­ri­co» y lo reem­pla­zó por el «mate­ria­lis­mo dia­léc­ti­co», para pro­mo­ver la «estú­pi­da creen­cia» de Engels de que el mar­xis­mo y las cien­cias físi­cas tenían algu­na relación.

De hecho, la crí­ti­ca «ver­de» de Marx y Engels es que no eran cons­cien­tes de que el homo sapiens esta­ba des­tru­yen­do al pla­ne­ta y por lo tan­to a sí mis­mo. En cam­bio, Marx y Engels tenían una con­mo­ve­do­ra fe pro­me­tei­ca en la capa­ci­dad del capi­ta­lis­mo en desa­rro­llar las fuer­zas pro­duc­ti­vas y la tec­no­lo­gía para supe­rar cual­quier ries­go para el pla­ne­ta y la naturaleza.

El hecho de que Marx y Engels no pres­ta­ran aten­ción al impac­to en la natu­ra­le­za de la acti­vi­dad social huma­na ha sido des­acre­di­ta­do recien­te­men­te, en par­ti­cu­lar por el tra­ba­jo inno­va­dor de auto­res mar­xis­tas como John Bellamy Fos­ter y Paul Bur­kett. Ambos nos han recor­da­do que a lo lar­go de El Capi­tal de Marx, este era muy cons­cien­te del impac­to degra­dan­te del capi­ta­lis­mo en la natu­ra­le­za y los recur­sos del pla­ne­ta. Marx escri­bió que:

Con el pre­do­mi­nio cada vez mayor de la pobla­ción urba­na, que se agru­pa en gran­des cen­tros […] se per­tur­ba el meta­bo­lis­mo entre el hom­bre y la tie­rra, es decir, el retorno al sue­lo de los com­po­nen­tes del sue­lo uti­li­za­dos por el hom­bre en for­ma de ali­men­tos y ropa, es decir, la con­di­ción natu­ral eter­na de la fer­ti­li­dad per­ma­nen­te del sue­lo. Por lo tan­to, des­tru­ye tan­to la salud físi­ca de los tra­ba­ja­do­res urba­nos como la vida espi­ri­tual de los tra­ba­ja­do­res agrí­co­las1.

Como dice Paul Bur­kett: «es difí­cil argu­men­tar que hay algo fun­da­men­tal­men­te anti-eco­ló­gi­co en el aná­li­sis de Marx sobre el capi­ta­lis­mo y sus pro­yec­cio­nes sobre el comunismo».

Fun­da­men­tan­do esto últi­mo, el galar­do­na­do libro de Kohei Sai­to se ha basa­do en los cua­der­nos de «extrac­tos» iné­di­tos de Marx, par­te del pro­yec­to de inves­ti­ga­ción en cur­so MEGA [Marx-Engels-Gesam­taus­ga­be, «Edi­ción de la obra com­ple­ta de Marx y Engels»] reve­lan­do el exten­so estu­dio por par­te de Marx de los tra­ba­jos cien­tí­fi­cos de la épo­ca sobre la agri­cul­tu­ra, el sue­lo, la sil­vi­cul­tu­ra, para ampliar su con­cep­to de la cone­xión entre el capi­ta­lis­mo y la des­truc­ción de los recur­sos natu­ra­les (ten­go pen­dien­te una rese­ña del libro de Saito).

Pero tam­bién hay que sal­var a Engels de la mis­ma acu­sa­ción. En reali­dad, Engels esta­ba muy por delan­te de Marx (una vez más) en la rela­ción entre la des­truc­ción y el daño al medio ambien­te que la indus­tria­li­za­ción esta­ba cau­san­do. Mien­tras aún vivía en su ciu­dad natal de Bar­men (hoy par­te de la ciu­dad de Wup­per­tal), escri­bió varios artícu­los sobre la des­igual­dad entre ricos y pobres, la pia­do­sa hipo­cre­sía de los pre­di­ca­do­res de la igle­sia y tam­bién la con­ta­mi­na­ción de los ríos.

Con solo 18 años, escribe:

[L]as dos ciu­da­des de Elber­feld y Bar­men, que ocu­pan el valle duran­te casi tres horas de via­je. El estre­cho río vier­te sus olas car­me­síes entre los edi­fi­cios de las fábri­cas humean­tes y la lejía cubier­ta de hilo; pero su color rojo bri­llan­te no pro­vie­ne de una bata­lla san­grien­ta, pues aquí solo las plu­mas teo­ló­gi­cas y las ancia­nas char­la­ta­nas sue­len pelear­se por las bar­bas del Empe­ra­dor; ni de la ver­güen­za por las andan­zas del pue­blo, aun­que cier­ta­men­te hay razo­nes sufi­cien­tes para ello, sino úni­ca­men­te de las muchas tin­to­re­rías que emplean tin­ta tur­que­sa. Vinien­do de Düs­sel­dorf se entra en la zona sagra­da cer­ca de Sonn­born; el río Wup­per se arras­tra pere­zo­sa­men­te, lleno de fan­go y, debi­do a su mise­ra­ble aspec­to, defrau­da sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te las expec­ta­ti­vas res­pec­to al cer­cano río Rin.

Y con­ti­núa:

En pri­mer lugar, el tra­ba­jo en la fábri­ca con­tri­bu­ye mucho a esto. El tra­ba­jo en espa­cios bajos, don­de la gen­te res­pi­ra más vapor de car­bón y pol­vo que oxí­geno, y esto inclu­so a par­tir de los seis años, está hecho para robar­les toda la fuer­za y entu­sias­mo por la vida.

Engels rela­cio­na­ba la degra­da­ción social de las fami­lias tra­ba­ja­do­ras con la degra­da­ción de la natu­ra­le­za, a la par que denun­cia­ba la pie­dad hipó­cri­ta de los fabricantes:

Pero hay una terri­ble mise­ria entre las cla­ses bajas, espe­cial­men­te entre los tra­ba­ja­do­res de las fábri­cas de Wup­per­tal; la sífi­lis y las enfer­me­da­des res­pi­ra­to­rias pre­va­le­cen a una esca­la difí­cil de con­ce­bir; solo en Elber­feld, 1200 de 2500 niños en edad esco­lar se ven pri­va­dos de edu­ca­ción y cre­cen en las fábri­cas, solo para que el due­ño de la fábri­ca no ten­ga que dar­le a un adul­to, cuyo lugar ocu­pan, el doble del sala­rio que a un niño. Los ricos due­ños de las fábri­cas, sin embar­go, tie­nen su con­cien­cia tran­qui­la; que un niño más se envi­lez­ca no lle­va­rá a un alma pie­tis­ta al Infierno, espe­cial­men­te si va a la igle­sia dos veces cada domin­go. Por­que es un hecho que entre los due­ños de las fábri­cas los pie­tis­tas son los que tra­tan peor a sus tra­ba­ja­do­res, redu­cien­do sus sala­rios de todas las mane­ras posi­bles con el pre­tex­to de pri­var­los de la opor­tu­ni­dad de beber, y son siem­pre los pri­me­ros en sobor­nar a su gen­te en la elec­ción de los pre­di­ca­do­res 2.

Cla­ro, estas obser­va­cio­nes de Engels son solo eso, obser­va­cio­nes, sin nin­gún desa­rro­llo teó­ri­co, pero mues­tran la sen­si­bi­li­dad que Engels ya tenía a la rela­ción entre la indus­tria­li­za­ción, los pro­pie­ta­rios y los tra­ba­ja­do­res, su pobre­za y el impac­to ambien­tal de la pro­duc­ción de la fábrica.

En su pri­me­ra gran obra, Esbo­zo de crí­ti­ca de la eco­no­mía polí­ti­ca, de nue­vo mucho antes de que Marx se ocu­pa­ra de esa dis­ci­pli­na, Engels seña­la cómo la pro­pie­dad pri­va­da de la tie­rra, el afán de lucro y la degra­da­ción de la natu­ra­le­za van de la mano:

El últi­mo paso en cuan­to a ven­der­se uno mis­mo a pre­cio de ofer­ta [Selbst­vers­cha­che­rung], fue ven­der la Tie­rra a ese pre­cio [die Erde zu vers­cha­chern], que para noso­tros es el uno y el todo, la pri­me­ra con­di­ción de nues­tra exis­ten­cia; era y es has­ta hoy una inmo­ra­li­dad que solo es supe­ra­da por la inmo­ra­li­dad de la auto­ena­je­na­ción [Selbst­ve­räuße­rung]. Y la apro­pia­ción ori­gi­nal, la mono­po­li­za­ción de la tie­rra por un peque­ño núme­ro, la exclu­sión del res­to de la con­di­ción de su vida, no se detie­ne ni ante la inmo­ra­li­dad de la con­si­guien­te ven­ta del sue­lo a pre­cio vil [Vers­cha­che­rung des Bodens]3.

Una vez que la tie­rra es mer­can­ti­li­za­da por el capi­tal, está suje­ta a tan­ta explo­ta­ción como el trabajo.

La obra prin­ci­pal de Engels (ela­bo­ra­da con la ayu­da de Marx), Dia­léc­ti­ca de la Natu­ra­le­za, que fue escri­ta has­ta cer­ca de 1883, poco des­pués de la muer­te de Marx, es a menu­do obje­to de ata­ques, como por ejem­plo la acu­sa­ción de exten­der a la natu­ra­le­za, de una mane­ra no mar­xis­ta, la con­cep­ción mate­ria­lis­ta de la his­to­ria que Marx apli­có a los seres huma­nos. Y sin embar­go, en su libro, Engels no podría ser más cla­ro en la rela­ción dia­léc­ti­ca entre los huma­nos y la naturaleza.

En un famo­so capí­tu­lo «El papel del tra­ba­jo en la trans­for­ma­ción del mono en hom­bre», escribe:

Pero no nos hala­gue­mos dema­sia­do con nues­tras vic­to­rias huma­nas sobre la natu­ra­le­za. Por cada vic­to­ria de este tipo, ella se ven­ga de noso­tros. En pri­mer lugar, cada una tie­ne las con­se­cuen­cias que ya hemos con­si­de­ra­do, pero en segun­do y ter­cer lugar tie­nen efec­tos bas­tan­te dife­ren­tes e impre­vis­tos, que muy menu­do anu­lan esas pri­me­ras con­se­cuen­cias. Los pue­blos que en Meso­po­ta­mia, Gre­cia, Asia Menor y otros luga­res arra­sa­ron los bos­ques para ganar tie­rras de cul­ti­vo ni soña­ron que al hacer­lo esta­ban sen­tan­do las bases de la actual deso­la­ción de esos paí­ses, pri­ván­do­los, jun­to con los bos­ques, de los cen­tros de acu­mu­la­ción y los reser­vo­rios de hume­dad. Los ita­lia­nos de los Alpes, cuan­do explo­ta­ron los bos­ques de pinos de las lade­ras meri­dio­na­les de las mon­ta­ñas, cul­ti­va­dos con tan­to cui­da­do en las lade­ras sep­ten­trio­na­les, no sabían que de esta mane­ra esta­ban […] pri­van­do de agua a sus manan­tia­les de mon­ta­ña duran­te la mayor par­te del año, lo que tenía como con­se­cuen­cia que duran­te la esta­ción de llu­vias se pro­du­je­ran sobre la lla­nu­ra inun­da­cio­nes aún más furio­sas. Quie­nes exten­die­ron el cul­ti­vo de la papa en Euro­pa no sabían que jun­to con los tubércu­los hari­no­sos tam­bién esta­ban pro­pa­gan­do la enfer­me­dad de la escró­fu­la. Y así se nos recuer­da a cada paso que no domi­na­mos en abso­lu­to la natu­ra­le­za como un con­quis­ta­dor domi­na a un pue­blo extran­je­ro, como alguien que se apar­ta de la natu­ra­le­za, sino que per­te­ne­ce­mos a ella en car­ne, hue­so y cere­bro, y esta­mos en medio de ella, y que todo nues­tro domi­nio sobre ella con­sis­te en que tene­mos la ven­ta­ja, sobre todas las demás cria­tu­ras, de ser capa­ces de reco­no­cer sus leyes y apli­car­las correc­ta­men­te. [Énfa­sis mío].

Y Engels continúa:

Y de hecho, con cada día que pasa, apren­de­mos a enten­der sus leyes más correc­ta­men­te y a reco­no­cer las secue­las más cer­ca­nas y leja­nas de nues­tras inter­ven­cio­nes en el cur­so con­ven­cio­nal de la natu­ra­le­za […] Pero cuan­to más suce­da esto, más los hom­bres vol­ve­rán a sen­tir y a saber que son uno con la natu­ra­le­za, y más impo­si­ble se hace esa idea absur­da y anti­na­tu­ral de una opo­si­ción entre el espí­ri­tu y la mate­ria, el hom­bre y la natu­ra­le­za, el alma y el cuerpo.

Engels expli­ca las con­se­cuen­cias socia­les del impul­so a la expan­sión de las fuer­zas productivas:

Pero si lle­vó mile­nios de tra­ba­jo antes de que apren­dié­ra­mos a cal­cu­lar en cier­ta medi­da los efec­tos natu­ra­les dis­tan­tes de nues­tras accio­nes pro­duc­ti­vas, nos cos­tó aún más en rela­ción con los efec­tos socia­les más dis­tan­tes de estas accio­nes […] Y cuan­do Colón des­cu­brió esta Amé­ri­ca, no sabía que con ello esta­ba revi­vien­do la escla­vi­tud, que ya había sido supe­ra­da en Euro­pa, y fun­dan­do los cimien­tos del trá­fi­co de negros.

Los pue­blos de Amé­ri­ca fue­ron lle­va­dos a la escla­vi­tud, pero tam­bién la natu­ra­le­za fue escla­vi­za­da. Como dijo Engels:

Los cul­ti­va­do­res espa­ño­les en Cuba, que que­ma­ron los bos­ques de las lade­ras y encon­tra­ron en las ceni­zas sufi­cien­te fer­ti­li­zan­te como para una gene­ra­ción de cafe­ta­les alta­men­te ren­ta­bles, ¿qué les impor­tó el hecho de que las llu­vias tro­pi­ca­les pos­te­rior­men­te inun­da­ran y ero­sio­na­ran el sue­lo, aho­ra inde­fen­so, que había ser­vi­do como repre­sa, dejan­do solo roca des­nu­da?4.

Aho­ra sabe­mos que no solo fue la escla­vi­tud lo que los euro­peos tra­je­ron al con­ti­nen­te ame­ri­cano, sino tam­bién enfer­me­da­des, que en sus muchas for­mas exter­mi­na­ron al 90% de los nati­vos ame­ri­ca­nos y fue la prin­ci­pal razón de que fue­ran sub­yu­ga­dos por el colonialismo.

A medi­da que expe­ri­men­ta­mos otra pan­de­mia, sabe­mos que fue el impul­so del capi­ta­lis­mo en la indus­tria­li­za­ción de la agri­cul­tu­ra y la usur­pa­ción de las tie­rras vír­ge­nes que que­dan lo que ha lle­va­do a la natu­ra­le­za a «con­tra­ata­car», ya que los huma­nos entran en con­tac­to con más pató­ge­nos para los que no tie­nen inmu­ni­dad, al igual que los nati­vos ame­ri­ca­nos en el siglo XVI.

Engels ata­có la visión de que la «natu­ra­le­za huma­na» es inhe­ren­te­men­te egoís­ta y solo pue­de des­truir a la natu­ra­le­za. En su Esbo­zo plan­teó que ese argu­men­to era una «blas­fe­mia repul­si­va con­tra el hom­bre y la natu­ra­le­za». Los huma­nos pue­den tra­ba­jar en armo­nía con la natu­ra­le­za y como par­te de ella. Requie­re un mayor cono­ci­mien­to de las con­se­cuen­cias de la acción huma­na. Engels dijo en su Dia­léc­ti­ca:

Pero tam­bién en este cam­po apren­de­mos gra­dual­men­te, a tra­vés de una lar­ga y a menu­do dura expe­rien­cia, y median­te la com­pi­la­ción y el estu­dio del mate­rial his­tó­ri­co, a com­pren­der los efec­tos socia­les indi­rec­tos, más dis­tan­tes, de nues­tra acti­vi­dad pro­duc­ti­va, y de este modo se nos da la opor­tu­ni­dad de con­tro­lar y regu­lar estos efectos.

Pero un mejor cono­ci­mien­to y pro­gre­so cien­tí­fi­co no es sufi­cien­te. Para Marx y Engels, la posi­bi­li­dad de aca­bar con la con­tra­dic­ción dia­léc­ti­ca entre el hom­bre y la natu­ra­le­za y lograr cier­to nivel de armo­nía y equi­li­brio eco­ló­gi­co solo sería posi­ble con la abo­li­ción del modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta. Como dijo Engels:

Sin embar­go, hace fal­ta algo más para lograr esta regu­la­ción que el mero cono­ci­mien­to. Se requie­re de una revo­lu­ción com­ple­ta de nues­tro modo de pro­duc­ción domi­nan­te has­ta hoy y, con ello, de todo nues­tro orden social actual.

La cien­cia no es suficiente.

A fin de cuen­tas, el «posi­ti­vis­ta» Engels, al pare­cer, apo­ya­ba la con­cep­ción mate­ria­lis­ta de la his­to­ria de Marx.

Michael Roberts

2 de abril de 2020

Fuen­te: https://​the​nex​tre​ces​sion​.word​press​.com/​2​0​2​0​/​0​4​/​0​2​/​e​n​g​e​l​s​-​o​n​-​n​a​t​u​r​e​-​a​n​d​-​h​u​m​a​n​i​ty/

Tra­duc­ción: Gui­ller­mo Iturbide

[Nota del tra­duc­tor: Los pasa­jes de Engels y Marx no fue­ron tra­du­ci­dos de las ver­sio­nes en inglés que uti­li­zó Roberts, sino direc­ta­men­te de las fuen­tes ori­gi­na­les en ale­mán cita­das en las notas al pie, dis­po­ni­bles en el Archi­vo Marx-Engels en ale­mán y en ML Werke.]

  1. Karl Marx: Das Kapi­tal, vol. 1, cap. 13, sec­ción 10, «Große Indus­trie und Agri­kul­tur». Karl Marx-Frie­drich Engels: Wer­ke. Band 23, Bd. I, Vier­ter Absch­nitt, Ber­lín, Dietz Ver­lag, 1968, pp. 483 – 530
  2. Frie­drich Engels: Brie­fe aus dem Wup­per­tal, mar­zo de 1839, I. Karl Marx/​Frie­drich Engels: Wer­ke. Band 1. Ber­lín, Dietz Ver­lag, 1976. pp. 413 – 432.
  3. Frie­drich Engels: >Umris­se zu einer Kri­tik der Natio­na­lö­ko­no­mie, enero de 1844. Karl Marx/​Frie­drich Engels, Wer­ke. Band 1, Ber­lín, Dietz Ver­lag, 1976, pp. 499 – 524.
  4. Frie­drich Engels: Dia­lek­tik der Natur, «Ante­il der Arbeit an der Mensch­wer­dung des Affen», Karl Marx/​Frie­drich Engels: Wer­ke. Band 20. Ber­lín, Dietz Ver­lag, 1962, pp. 444 – 455.

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