Apun­tes para una estra­te­gia de cla­se con­tra la vio­len­cia machista

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Esta­mos fina­li­zan­do el mes de noviem­bre, poco días des­pués de haber par­ti­ci­pa­do en las movi­li­za­cio­nes que, cada año, recuer­dan y denun­cian los casos de muje­res que sufren vio­len­cia machis­ta aún hoy. Mien­tras, tene­mos en la reti­na los recien­tes suce­sos de vio­len­cia en Cata­lun­ya en octu­bre. Enton­ces la explo­sión de vio­len­cia fue como muchas otras veces ha sido en otros luga­res del Esta­do espa­ñol. Si en Cata­lun­ya la vio­len­cia del Esta­do se diri­gía con­tra pobla­ción civil des­ar­ma­da, en la calle, en el mar­co de una rei­vin­di­ca­ción legí­ti­ma por dere­chos demo­crá­ti­cos, otras mil veces ha sido en las puer­tas de una empre­sa don­de se desa­rro­lla un con­flic­to labo­ral, en una pro­tes­ta por mejo­res con­di­cio­nes de vida, por inten­tar parar un desahu­cio, en un con­trol de iden­ti­dad, en el inte­rior de ins­ti­tu­cio­nes repre­si­vas o de cui­da­dos, cada día, cada día, en el lugar de tra­ba­jo, pero tam­bién al salir de un bar o una dis­co­te­ca; y, final­men­te, en lo que nos ven­den como el espa­cio que nos debe pro­te­ger de todo lo exte­rior, en la fami­lia y la pare­ja… Miran­do un poco alre­de­dor, pare­cie­ra que la vio­len­cia es un pro­ble­ma endé­mi­co en nues­tra socie­dad y que está por todas par­tes, toman­do cada vez dife­ren­tes for­mas y mani­fes­ta­cio­nes, que debe­mos identificar.

Es nues­tra tesis que la vio­len­cia que se ejer­ce por par­te de hom­bres hacia muje­res con quie­nes man­tie­nen o han man­te­ni­do un víncu­lo sen­ti­men­tal o sexual, es decir la lla­ma­da vio­len­cia de géne­ro, no pue­de enten­der­se ni erra­di­car­se si se con­si­de­ra sepa­ra­da de todos los tipos de vio­len­cia que gene­ra este sis­te­ma socio-eco­nó­mi­co o del sis­te­ma en su conjunto.

El con­cep­to «Vio­len­cia de género»

His­tó­ri­ca­men­te la vio­len­cia con­tra las muje­res se ha inten­ta­do expli­car como un acto de un manía­co, de un enfer­mo men­tal. Es des­de cier­tas ten­den­cias femi­nis­tas, que se inten­ta bus­car una expli­ca­ción sis­te­má­ti­ca a este fenó­meno. Con­si­de­rán­do­lo como un sín­to­ma más de una socie­dad patriar­cal, la lucha con­tra la vio­len­cia sexis­ta ha peca­do muchas veces de con­si­de­rar este tipo de agre­sio­nes como un ras­go carac­te­rís­ti­co de los hom­bres, sea por natu­ra­le­za o por apren­di­za­je. Sin embar­go cada vez más estu­dios des­mien­ten que la vio­len­cia y la cruel­dad sean exclu­si­vas de los hom­bres. Tam­bién hay muje­res que ejer­cen vio­len­cia con­tra sus pare­jas sexua­les y los hijos a su cui­da­do, inclu­so abu­sos sexua­les o pro­xe­ne­tis­mo, ade­más de otros abu­sos en el caso de ocu­par posi­cio­nes de poder fren­te a otras per­so­nas den­tro de ins­ti­tu­cio­nes como las peni­ten­cia­rias, cen­tros de meno­res, etc. Si bien el por­cen­ta­je de vio­len­cia ejer­ci­da por muje­res pare­ce ser menor que el que ejer­cen los hom­bres, todos los estu­dios pare­cen indi­car que son mucho más pare­ci­dos de lo que se había supues­to has­ta aho­ra. Sobre todo, resul­ta inne­ga­ble que la vio­len­cia de géne­ro, como cual­quier otro fenó­meno social, se ve afec­ta­do por los cam­bios de la socie­dad en que se da. Y la socie­dad, por lo menos en Occi­den­te, ha cam­bia­do muchí­si­mo en cuan­to a las rela­cio­nes entre hom­bres y muje­res duran­te los últi­mos cin­cuen­ta o sesen­ta años.

El movi­mien­to femi­nis­ta que se vol­ve­ría hege­mó­ni­co fue esen­cial­men­te esta­dou­ni­den­se (lue­go expor­ta­do a otros paí­ses). Comien­za a denun­ciar la vio­len­cia con­tra las muje­res en los años 60, en un con­tex­to de con­tes­ta­ción des­de todos los fren­tes a la socie­dad tre­men­da­men­te con­ser­va­do­ra en que se había con­ver­ti­do Esta­dos Uni­dos, des­pués de diez años de la terri­ble derro­ta que se des­plie­ga tras la Segun­da Gue­rra Mun­dial: mac­car­tis­mo, his­te­ria anti-comu­nis­ta y prohi­bi­ción del par­ti­do comu­nis­ta, lis­tas negras, buro­cra­ti­za­ción pro­gre­si­va de los sin­di­ca­tos, pro­fun­di­za­ción del sis­te­ma de segre­ga­ción racial, cen­su­ra y limi­ta­ción de liber­ta­des de con­cien­cia, repre­sión sexual, pro­fun­di­za­ción de los roles de géne­ro tra­di­cio­na­les. Fren­te a una URSS don­de se inten­ta­ban crear las con­di­cio­nes que posi­bi­li­ta­sen que muje­res y hom­bres tuvie­sen el mis­mo acce­so a la edu­ca­ción a todos los nive­les, a los mis­mos pues­tos de res­pon­sa­bi­li­dad y direc­ción, inclu­yen­do el abor­to legal y gra­tui­to, ayu­das por hijo, guar­de­rías y escue­las públi­cas y gra­tui­tas, Esta­dos Uni­dos se refu­gió en un Ame­ri­can Way of Life nacio­na­lis­ta y retró­gra­do. Hoy, más de cin­cuen­ta años des­pués, pode­mos decir que la situa­ción ha cam­bia­do radi­cal­men­te. Sin embar­go, a veces pare­cie­ra que el movi­mien­to femi­nis­ta no ha regis­tra­do esos cam­bios y sigue tra­tan­do de expli­car la reali­dad a tra­vés de un para­dig­ma que dejó de ser gene­ra­li­za­do en los años 70. No solo eso, un enfo­que dema­sia­do estre­cho en la cues­tión de géne­ro ha deja­do de lado, o reco­gi­do de mane­ra par­cial (y a veces inclu­so intere­sa­da) el peso del mar­co en el que esa vio­len­cia se pro­du­ce: la socie­dad capi­ta­lis­ta y su for­ma de fun­cio­nar. Muchos de los deba­tes sobre vio­len­cia sexual se cen­tran en las expe­rien­cias de las per­so­nas, enfa­ti­zan­do que una socie­dad sexis­ta pro­du­ce vio­len­cia con­tra las muje­res. Esto pue­de sig­ni­fi­car que igno­ra­mos la posi­bi­li­dad de que nues­tras estruc­tu­ras socia­les engen­dren vio­len­cia a un nivel aún más fun­da­men­tal que el de la dife­ren­cia de género…

El capi­tal y la vio­len­cia machista

El sis­te­ma capi­ta­lis­ta es extre­ma­da­men­te injus­to y vio­len­to, pero lo es de una for­ma que está tan natu­ra­li­za­da, que pue­de resul­tar invi­si­ble. La vio­len­cia no son solo los gol­pes, las tor­tu­ras, las muer­tes, las humi­lla­cio­nes. El mie­do per­ma­nen­te a per­der el tra­ba­jo es una for­ma de vio­len­cia, tra­ba­jar ocho horas o más rea­li­zan­do las mis­mas tareas repe­ti­ti­vas y absur­das es una for­ma de vio­len­cia, no tener nin­gu­na capa­ci­dad de deci­sión sobre lo que nos suce­de es una for­ma de vio­len­cia, la mer­can­ti­li­za­ción de los seres huma­nos, que va mucho más allá de la tra­ta de per­so­nas con fines de explo­ta­ción sexual y que nos afec­ta a todas y todos los tra­ba­ja­do­res, es la for­ma de vio­len­cia sub­te­rrá­nea y per­ma­nen­te. El motor de esta socie­dad no es una supues­ta lucha entre los sexos, sino una bien pal­pa­ble lucha de cla­ses. El núcleo de la actual orga­ni­za­ción social es la extrac­ción de plus­va­lía. El ori­gen de la vio­len­cia es esa terri­ble des­hu­ma­ni­za­ción nece­sa­ria para man­te­ner el actual sta­tus quo.

La mer­can­ti­li­za­ción del sexo y la cosi­fi­ca­ción de nues­tros cuer­pos no pue­den ser enten­di­dos sino en el mar­co de una socie­dad que mer­can­ti­li­za y cosi­fi­ca a las per­so­nas, en todas sus posi­bles ver­tien­tes. Bajo el capi­tal, don­de todo se com­pra y se ven­de, has­ta el honor y la pala­bra, todos los que vivi­mos de nues­tro tra­ba­jo tene­mos que ven­der­nos cada día y con­ver­tir­nos en una cosas para sobre­vi­vir. Y en ese sen­ti­do, da igual si es para poner tor­ni­llos sin cesar en una linea de mon­ta­je de una fábri­ca en Rubí, para hacer camas en un holel o para engor­dar las filas de indus­trias como la tra­ta sexual, la pros­ti­tu­ción o la por­no­gra­fía. Obte­ner bene­fi­cios de esta acti­vi­dad no es una sim­ple abe­rra­ción moral, es el resul­ta­do direc­to de un sis­te­ma cuyo motor es sacar per­ma­nen­te­men­te bene­fi­cios. Nace de la deses­pe­ra­ción de la mayo­ría en los paí­ses más pobres cuyos pro­duc­tos se con­su­men en los paí­ses más ricos, engor­dan­do los bene­fi­cios de las muje­res y los hom­bres de la cla­se domi­nan­te. Si las per­so­nas están a la ven­ta ¿por qué no usar­las, ya que no son más que obje­tos, para la pro­pia satis­fac­ción? ¿Por qué no seguir deseos sádi­cos cuan­do hay otras per­so­nas con menos esta­tus o bajo nues­tro con­trol? Estos extre­mos pue­den pare­cer aje­nos a la expe­rien­cia coti­dia­na de muchos. Pero sur­gen de las mis­mas estruc­tu­ras y son pro­du­ci­dos por la mis­ma socie­dad que nos explo­ta y opri­me a la mayo­ría. El hecho de que uno de los tipos de vio­len­cia más des­truc­ti­vo para los indi­vi­duos sea de tipo sexual y que haya un mar­ca­do cariz de géne­ro (que como deci­mos es nece­sa­rio revi­sar per­ma­nen­te­men­te), tie­ne que ver con el ori­gen de esta socie­dad. El capi­ta­lis­mo sur­ge de lar­ga lis­ta de socie­da­des patriar­ca­les. El capi­tal modi­fi­ca de raíz las rela­cio­nes socia­les ante­rio­res, pero al mis­mo tiem­po algu­nas tam­bién las refuer­za. El hecho de enviar masas de muje­res al tra­ba­jo en las fábri­cas las extra­jo del con­trol de padres y mari­dos para poner­las bajo el con­trol de los patro­nos, al mis­mo tiem­po que crea­ba la posi­bi­li­dad de que lucha­sen en pie de igual­dad con sus com­pa­ñe­ros hom­bres por mejo­ras y dere­chos. Hoy las con­quis­tas de las muje­res son enor­mes, la vio­len­cia de géne­ro sigue estan­do gene­ra­li­za­da, por múl­ti­ples cau­sas que solo pue­den enten­der­se como arrai­ga­das en las estruc­tu­ras del capi­tal, una socie­dad de cla­ses que ha lle­va­do la alie­na­ción a sus extremos.

El Esta­do y la vio­len­cia machista

En la lucha con­tra este tipo de vio­len­cia, el recur­so a la inter­ven­ción esta­tal sue­le tener un papel pre­do­mi­nan­te. Sin embar­go, el Esta­do no es un ente neu­tro cuyo obje­ti­vo sea garan­ti­zar el bien­es­tar de la per­so­nas, como se insis­te en hacer­nos creer des­de el poder. El Esta­do es un orga­nis­mo extre­ma­da­men­te com­ple­jo, cuya fun­ción es man­te­ner el sta­tus quo actual, es decir, la pre­emi­nen­cia de una cla­se sobre otra. Como úni­co actor reco­no­ci­do que pue­de ejer­cer vio­len­cia legí­ti­ma­men­te, el Esta­do la uti­li­za de for­ma per­ma­nen­te para impo­ner su auto­ri­dad, ate­rro­ri­zar a las per­so­nas o las comu­ni­da­des que se inter­pon­gan en el camino de la cla­se domi­nan­te de hacer bene­fi­cios y alen­tan­do acti­va­men­te a sus repre­sen­tan­tes a ima­gi­nar nue­vas for­mas de humi­llar y degra­dar a las per­so­nas. El Esta­do y su buro­cra­cia fomen­tan una for­ma de alie­na­ción que con­vier­ten a los indi­vi­duos en engra­na­jes en una rue­da inhu­ma­na, como refle­jo de lo que suce­de en el mer­ca­do pri­va­do. Esta diná­mi­ca en el ámbi­to públi­co legi­ti­ma los abu­sos en los aspec­tos más ínti­mos y pri­va­dos de nues­tras vidas.

El Esta­do cuen­ta con un ejér­ci­to de fun­cio­na­rios y nume­ro­sos orga­nis­mos cuya fun­ción prin­ci­pal (sean o no cons­cien­tes de ello) es, como deci­mos, man­te­ner el orden. Esto es obvio en el caso de los cuer­pos repre­si­vos, la poli­cía o el ejér­ci­to. Tam­bién en el cuer­po de jue­ces, abo­ga­dos y fis­ca­les que se encar­gan de apli­car una legis­la­ción que fun­cio­na negan­do la con­tra­dic­ción con la que coexis­te la ins­ti­tu­ción en la que tra­ba­jan: pro­me­te dere­chos en el papel que son impo­si­bles de garan­ti­zar en reali­dad. Esa con­tra­dic­ción fun­da­men­tal se plas­ma en todos los órde­nes y, así, des­de dife­ren­tes ámbi­tos, se pro­cla­ma una lucha con­tra la vio­len­cia de géne­ro mien­tras se mira hacia otro lado sobre los abu­sos hege­mó­ni­cos en la cla­se alta o fomen­tan­do una defi­ni­ción de la vio­len­cia de géne­ro que no inclu­ye atro­pe­llos como las refor­mas labo­ra­les o los recor­tes en ser­vi­cios públicos.

Esta defi­ni­ción de la vio­len­cia favo­re­ce una polí­ti­ca de rei­vin­di­ca­ción de mano dura. De hecho, la ten­den­cia recien­te es apli­car sen­ten­cias más duras, aumen­tan­do la pobla­ción reclu­sa para erra­di­car una vio­len­cia, sin parar­se a mirar cuál es la res­pon­sa­bi­li­dad de la pro­pia orga­ni­za­ción social en esa vio­len­cia, ni cuán­ta vio­len­cia engen­dra­rá esa polí­ti­ca. Refor­zar la inter­ven­ción esta­tal para resol­ver con­flic­tos domés­ti­cos a menu­do gene­ra para las muje­res otras acu­sa­cio­nes no rela­cio­na­das (por pose­sión de dro­gas, impa­go de mul­tas, denun­cias cru­za­das, etc) lo que a su vez pue­de pro­vo­car pro­ble­mas con la cus­to­dia de los meno­res e inclu­so lle­var­las a pri­sión. En el fon­do fomen­ta el aumen­to de vio­la­cio­nes de los dere­chos de las per­so­nas, jus­ti­fi­ca­das en la preo­cu­pa­ción por la vio­len­cia sexual, no abor­dan la cau­sa de dicha vio­len­cia, sino que dan al Esta­do más capa­ci­dad de inter­ve­nir de mane­ra nega­ti­va en la vida de las personas.

Lo más pelia­gu­do es que el Esta­do no solo se ve refor­za­do con las peti­cio­nes de mano dura, sino tam­bién median­te medi­das que son con­si­de­ra­das alter­na­ti­vas: el desa­rro­llo del Esta­do social o de bien­es­tar (algo que el capi­tal está resuel­to a que no vuel­va a ser reali­dad). Eso no quie­re decir que no defen­de­mos la sani­dad, la edu­ca­ción y otros ser­vi­cios públi­cos que hemos gana­do con nues­tra lucha y paga­mos con nues­tros impues­tos. Ni que crí­ti­que­mos a quien nece­si­te hacer uso de estos recur­sos en un caso con­cre­to. Al con­tra­rio, la rei­vin­di­ca­ción de más recur­sos para las muje­res mal­tra­ta­das pue­de ser una tác­ti­ca nece­sa­ria. Pero no pode­mos dejar de seña­lar que como línea polí­ti­ca estra­té­gi­ca tie­ne muchas con­tra­dic­cio­nes. La pro­pa­gan­da a favor de denun­ciar es otra for­ma en la que tan­to las muje­res como los hom­bres entran en el sis­te­ma de jus­ti­cia penal y sus dere­chos se ven menos­ca­ba­dos, limi­tan­do la capa­ci­dad de deci­sión de las pro­pias muje­res víc­ti­mas de vio­len­cia. Si pedir más ins­ta­la­cio­nes para la aten­ción de muje­res o ayu­das para favo­re­cer su sub­sis­ten­cia pue­de ser una línea pro­duc­ti­va en la lar­ga lucha por la eman­ci­pa­ción, ha de ser para seña­lar los lími­tes de este tipo de ser­vi­cio. No pode­mos olvi­dar que el Esta­do, por su carác­ter de cla­se y por su modo de fun­cio­na­mien­to buro­crá­ti­co y des­hu­ma­ni­zan­te, ten­de­rá a des­truir los dere­chos y la auto­es­ti­ma de todos los que depen­dan dema­sia­do de él.

Pro­pues­tas de inter­ven­ción actuales

De entre el femi­nis­mo que pode­mos lla­mar anti­ca­pi­ta­lis­ta, hay dos líneas mayo­ri­ta­rias sobre cuál debe ser la estra­te­gia de lucha con­tra la vio­len­cia de géne­ro. Una es la repre­si­va, es decir, pedir aumen­tos de penas, reduc­cio­nes de dere­chos, mayo­res pode­res de inter­ven­ción de las fuer­zas y cuer­pos de segu­ri­dad del Esta­do y/​o del poder judi­cial… Esta línea de rei­vin­di­ca­ción tie­ne varias des­ven­ta­jas. Por una par­te se actúa des­pués de los hechos con­su­ma­dos y está abso­lu­ta­men­te com­pro­ba­do que la ame­na­za de mayo­res penas no sir­ve para evi­tar nin­gún cri­men. Por otra par­te, legi­ti­ma el papel repre­si­vo de poli­cías y otros cuer­pos repre­si­vos, que favo­re­ce la imple­men­ta­ción de una agen­da polí­ti­ca de ley y orden tam­bién en otros ámbi­tos. Final­men­te dele­ga la actua­ción en el Esta­do como si este fue­ra neu­tral y no hubie­se sido crea­do por y para la cla­se dirigente.

La otra ver­tien­te tien­de a ser edu­ca­ti­va. Por lo gene­ral se habla de exi­gir al Esta­do una edu­ca­ción afec­ti­va y sexual más igua­li­ta­ria, que cri­ti­que el mode­lo de mas­cu­li­ni­dad impe­ran­te, etc. Si esta pro­pues­ta pare­ce tener mejor cariz, tie­ne fuer­tes caren­cias. Para empe­zar, le otor­ga a la edu­ca­ción regla­da n papel des­pro­por­cio­na­do en su capa­ci­dad de cam­biar la reali­dad. Las per­so­nas cam­bian en la lucha por modi­fi­car la reali­dad, en la refle­xión sobre esa prác­ti­ca libe­ra­do­ra, con ayu­da eso sí de herra­mien­tas teó­ri­cas. Pero esa teo­ría por sí mis­ma no sir­ve para gran cosa, si las per­so­nas siguen inmer­sas en una reali­dad que repi­te dia tras día las mis­mas lógi­cas de opre­sión y sumi­sión ¿Edu­car en igual­dad cuan­do per­sis­te una divi­sión sexual del tra­ba­jo, don­de el tra­ba­jo que rea­li­zan mayo­ri­ta­ria­men­te las muje­res está deva­lua­do y los sec­to­res más femi­ni­za­dos tien­den a ser los más pre­ca­rios? ¿Edu­car en igual­dad cuan­do lo úni­co que se nos ofre­ce a las m uje­res es una igual­dad en la explo­ta­ción? ¿Edu­car en igual­dad mien­tras las empre­sas siguen pro­du­cien­do y anun­cian­do jugue­tes sexis­tas, por ejem­plo, o mien­tras la por­no­gra­fía más insul­tan­te para las muje­res ‑y los hom­bres- está al alcan­ce de los niños coti­dia­na­men­te?. La edu­ca­ción en igual­dad es váli­da den­tro una bur­bu­ja, que no pue­de per­sis­tir fue­ra de ella. Al fin y al cabo, estos recla­mos no pasan de exi­gir al Esta­do polí­ti­cas edu­ca­ti­vas, que no cues­tio­nan ni pre­ten­den modi­fi­car esen­cial­men­te la for­ma de socie­dad que es ori­gen del problema.

Tenien­do en cuen­ta ambas líneas y sus limi­ta­cio­nes, lla­ma pode­ro­sa­men­te la aten­ción el hecho de que hoy prác­ti­ca­men­te no hay pro­pues­tas plan­tea­das para abor­dar o tra­ba­jar direc­ta­men­te con­tra la vio­len­cia hacia las muje­res que no sean pro­ble­má­ti­cas. Des­de el plan­tea­mien­to polí­ti­co del femi­nis­mo hege­mó­ni­co, su alian­za con el Esta­do es en gran medi­da inevi­ta­ble, ya que par­te de una inter­pre­ta­ción de la vio­len­cia de géne­ro como un cri­men des­con­tex­tua­li­za­do de la reali­dad social actual, autó­no­mo a la estruc­tu­ra de cla­ses de nues­tra socie­dad y de la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta que la carac­te­ri­za. Del mis­mo modo, esta pos­tu­ra con­cuer­da con la com­po­si­ción social de este movi­mien­to. Res­pec­to a los crí­me­nes vio­len­tos con­tra las muje­res, des­de este aná­li­sis, es difí­cil ima­gi­nar polí­ti­cas que no depen­dan en últi­ma ins­tan­cia de las capa­ci­da­des car­ce­la­rias y repre­si­vas del Esta­do y de una agen­da de rei­vin­di­ca­ción que incre­men­te el poder de éste sin nin­gún tipo de con­tra­par­te orga­ni­za­ti­va que lo pue­da con­tra­rres­tar o rem­pla­zar según vayan sien­do visi­bles sus limitaciones.

En nues­tra opi­nión, es abso­lu­ta­men­te iló­gi­co crear una línea estra­té­gi­ca con­tra la vio­len­cia con­tra la mujer como un tema espe­cí­fi­co sepa­ra­do de los demás. Aún más, es pro­fun­da­men­te con­tra­pro­du­cen­te. Para poder luchar con­tra la vio­len­cia de géne­ro es nece­sa­rio y urgen­te con­si­de­rar­la como un sín­to­ma de un modo de fun­cio­na­mien­to y orga­ni­za­ción social pro­fun­da­men­te injus­to y vio­len­to que solo pue­de ser des­trui­do si esta lucha for­ma par­te de un pro­yec­to polí­ti­co más amplio que ten­ga como obje­ti­vo la eman­ci­pa­ción no solo de la mujer, sino de todas las per­so­nas de un modo que es impo­si­ble de con­ce­bir bajo el capi­ta­lis­mo. No hay solu­cio­nes fáci­les, pero para empe­zar sería nece­sa­rio tomar la deci­sión de inten­tar modi­fi­car la reali­dad, tal como es hoy. A menu­do, el femi­nis­mo hege­mó­ni­co denun­cia el machis­mo y la opre­sión de la mujer como si vivié­ra­mos aún en los años 50. Es urgen­te refle­jar los cam­bios que se han pro­du­ci­do en las últi­mas déca­das, la incor­po­ra­ción masi­va de las muje­res al mun­do labo­ral, la igual­dad de hom­bres y muje­res ante la ley, la nor­ma­li­za­ción de dife­ren­tes tipos de fami­lia, la evo­lu­ción del repar­to del tra­ba­jo de cui­da­dos, el hecho incon­tes­ta­ble de la vio­len­cia de muje­res hacia hom­bres o entre pare­jas homo­se­xua­les, etc. Es impe­ra­ti­vo desa­rro­llar una visión de ésta tan amplia y obje­ti­va de la reali­dad como sea posi­ble, no cerrar­se a los datos que con­tra­di­cen nues­tras asun­cio­nes, aun­que cues­tio­nen nues­tras creen­cias más ínti­mas y final­men­te plan­tear­se la nece­si­dad de un pro­yec­to polí­ti­co amplio, en el que se enmar­que la cues­tión de la vio­len­cia de géne­ro como una más, por supues­to, sin negar­la o qui­tar­le la impor­tan­cia que merece.

La nece­si­dad de una inter­ven­ción polí­ti­ca de clase

Actual­men­te, los sen­ti­mien­tos de ato­mi­za­ción, la noción de que todos somos indi­vi­duos suje­tos a fuer­zas más allá de nues­tro con­trol cons­ti­tu­yen uno de los pila­res del capi­ta­lis­mo que des­mo­vi­li­za a la cla­se tra­ba­ja­do­ra y son hege­mó­ni­cos. Esta ato­mi­za­ción empu­ja a las y los tra­ba­ja­do­res a bus­car una fuer­za que pue­da ofre­cer cier­ta pro­tec­ción con­tra las ame­na­zas indi­vi­dua­les, a medi­da que dis­mi­nu­ye la con­fian­za en la cla­se para orga­ni­zar­se, para solu­cio­nar los pro­pios pro­ble­mas, o inclu­so en la capa­ci­dad del movi­mien­to para ganar refor­mas. De este modo cre­ce la depen­den­cia del bra­zo coer­ci­ti­vo del Esta­do entre los movi­mien­tos pro­gre­sis­tas, como ha suce­di­do entre las femi­nis­tas, al mis­mo rit­mo que han ido incor­po­rán­do­se pro­gre­si­va­men­te a las ins­ti­tu­cio­nes del Esta­do y ha ido cre­cien­do su depen­den­cia eco­nó­mi­ca tan­to a nivel per­so­nal como de colec­ti­vos. Al fin y al cabo, el Esta­do es la fuer­za social mejor equi­pa­da para con­tro­lar el com­por­ta­mien­to de los indi­vi­duos y dedi­ca mucho tiem­po y esfuer­zo a este fin, en gran par­te con el pre­tex­to de «pro­te­ger a los débiles».

Algu­nos argu­men­tan que la izquier­da debe­ría par­ti­ci­par en este tipo de ini­cia­ti­vas para influir en su resul­ta­do. Pero pen­sar que la izquier­da, peque­ña como es y sin auto­ri­dad en cual­quier capa amplia de la socie­dad, podría influir en cual­quier pro­yec­to impul­sa­do por figu­ras de la cla­se media y de la cla­se diri­gen­te con­tra­di­ce el prin­ci­pio de reali­dad. Inclu­so si la izquier­da estu­vie­ra enrai­za­da entre las masas, influir, o para ser más exac­tas, derro­tar cual­quier pro­gra­ma impul­sa­do por el Esta­do y la socie­dad res­pe­ta­ble, reque­ri­ría una enor­me movi­li­za­ción, no como par­ti­ci­pan­tes, sino como opo­nen­tes. Es decir, reque­ri­ría una fuer­za de cla­se tra­ba­ja­do­ra de masas orga­ni­za­da que pue­da pre­ve­nir de mane­ra rea­lis­ta el com­por­ta­mien­to anti­so­cial, por­que sin ella, la preo­cu­pa­ción por la vio­len­cia con­du­ce inevi­ta­ble­men­te a una mayor iden­ti­fi­ca­ción con la autoridad.

Fren­te al ins­ti­tu­cio­na­lis­mo peque­ño-bur­gués, es nece­sa­rio lle­var a cabo un tra­ba­jo de base, con hom­bres y muje­res tra­ba­ja­do­res en los espa­cios de masas. Hay mucho por lo que luchar que no impli­ca for­ta­le­cer los aspec­tos repre­si­vos del Esta­do, ni defen­der un Esta­do del bien­es­tar impo­si­ble. Por ejem­plo, empe­zar a rei­vin­di­car una jus­ti­cia obre­ra y popu­lar, en defen­sa de la vio­len­cia legí­ti­ma y la auto­ges­tión de la auto­de­fen­sa para hacer fren­te a las agre­sio­nes machis­tas. Cuan­do habla­mos de vio­len­cia popu­lar no nos refe­ri­mos a gru­pos de jus­ti­cie­ros, que se toman la jus­ti­cia por su mano, como una exten­sión para-mili­tar del Esta­do. Habla­mos de recu­pe­rar la con­fian­za del pue­blo en su capa­ci­dad de orga­ni­za­ción y de toma de deci­sio­nes jus­tas. Nos refe­ri­mos a redu­cir la depen­den­cia de la poli­cia y de las ins­ti­tu­cio­nes del Esta­do a la hora de enfren­tar a un matón, tal y como se hizo con los miem­bros de la Mana­da cuan­do vol­vie­ron a sus pue­blos des­pués del jui­cio. Se encon­tra­ron con sus barrios pla­ga­dos de car­te­les con su cara des­de don­de se lan­za­ba un men­sa­je muy cla­ro: no os que­re­mos. En otras pala­bras, los actos con­tra nues­tra cla­se tie­nen con­se­cuen­cias. Es nece­sa­rio recu­pe­rar estas for­mas de soli­da­ri­dad de cla­se con las muje­res víc­ti­mas de vio­len­cia, como tra­di­cio­nal­men­te ha suce­di­do y suce­de en otro ámbi­tos, en la lucha con­tra los des­hau­cios por ejem­plo, o con­tra los esqui­ro­les en los con­flic­tos laborales.

Tam­bién es urgen­te comen­zar a rei­vin­di­car la defen­sa de mejo­ras labo­ra­les o la lucha por otros dere­chos y liber­ta­des como una for­ma poten­cial de favo­re­cer la soli­da­ri­dad y pro­fun­di­zar una com­pre­sión más amplia del fenó­meno de la vio­len­cia machis­ta. La orga­ni­za­ción popu­lar nece­sa­ria para sos­te­ner esos con­flic­tos pue­de refor­zar víncu­los, poli­ti­zar a las y los tra­ba­ja­do­res y hacer cre­cer su con­cien­cia de cla­se. Estas luchas qui­zás no pro­du­ci­rán resul­ta­dos inme­dia­tos ni ten­drán a la vio­len­cia sexual como obje­ti­vo pri­ci­pal, pero son la úni­ca for­ma rea­lis­ta de debi­li­tar sus raí­ces socia­les. En el mar­co de esas luchas, las per­so­nas que sufren la vio­len­cia, la opre­sión y la explo­ta­ción podrán encon­trar las herra­mien­tas para poder orga­ni­zar­se con­tra ella como miem­bros de la cla­se tra­ba­ja­do­ra que son, tan­to en su lugar de tra­ba­jo, como en el mar­co de la pare­ja o de la fami­lia, como en el seno de las orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias, más allá del puri­ta­nis­mo pro­gre­sis­ta y la repre­sión estatal.

En otras pala­bras, tene­mos que aban­do­nar la agen­da que se nos impo­ne des­de un movi­mien­to femi­nis­ta inter­cla­sis­ta y diri­gi­do por las éli­tes, y reto­mar la ini­cia­ti­va polí­ti­ca. Si que­re­mos luchar con­tra la vio­len­cia de géne­ro, lo úni­co que pue­de sal­var­nos es una orga­ni­za­ción de cla­se más fuer­te, capaz y dis­pues­ta a luchar por mejo­res con­di­cio­nes para las y los tra­ba­ja­do­res que nos per­mi­ta recu­pe­rar la dig­ni­dad y la auto­es­ti­ma, aumen­tar la con­cien­cia de cla­se y erra­di­car los pre­jui­cios. Para con­tri­buir a esa recons­truc­ción, es nece­sa­rio plan­tear­se con urgen­cia la cons­truc­ción de espa­cios fren­tis­tas, don­de ir cons­tru­yen­do víncu­los entre todas las per­so­nas y colec­ti­vos deter­mi­na­dos a luchar con­tra la explo­ta­ción y todas las opre­sio­nes; y jun­tos crear un pro­gra­ma de cla­se, inclu­yen­do la lucha con­tra los recor­tes pre­su­pues­ta­rios, por una vivien­da dig­na y ase­qui­ble, por pan y tra­ba­jo, por los dere­chos de las mino­rías, inclu­yen­do el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción de los pue­blos y con­tra la repre­sión, y en gene­ral por todas las rei­vin­di­ca­cio­nes demo­crá­ti­cas. No como fin en sí mis­mo, sino como medio para aumen­tar la con­cien­cia de cla­se y mos­trar en la prác­ti­ca los lími­tes de las refor­mas que hoy el movi­mien­to femi­nis­ta hege­mó­ni­co plan­tea como úni­ca solución.

Vic­to­ria López, mili­tan­te de Espa­cio de Encuen­tro Comu­nis­ta y Sara Pérez, miem­bro del Colec­ti­vo Trinchera

28 de noviem­bre de 2019

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