Doble nega­ción de la tor­tu­ra en la nación subor­di­na­da – Tomás Urzain­qui Mina Historiador

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Mien­tras que geno­ci­dio, nacio­ni­ci­dio y lin­güi­ci­dio se apli­can de for­ma colec­ti­va a la socie­dad, la inco­mu­ni­ca­ción y tor­tu­ra son ejer­ci­das físi­ca­men­te a los indi­vi­duos de la mis­ma La inco­mu­ni­ca­ción y la tor­tu­ra en últi­mo tér­mino siem­pre son fru­to de deci­sio­nes del poder, sea cual fue­re su lati­tud y origen
La vio­len­cia ejer­ci­da sobre los miem­bros de una socie­dad subor­di­na­da comien­za por la nega­ción de su nación, cuya exis­ten­cia es ocul­ta­da y sus ciu­da­da­nos no son reco­no­ci­dos como tales. Con­ti­núa con la impues­ta suplan­ta­ción de sus pro­pias leyes, ins­ti­tu­cio­nes y Cons­ti­tu­ción; el daño moral cau­sa­do por la des­truc­ción arbi­tra­ria de los ele­men­tos de su patri­mo­nio nacio­nal y por las limi­ta­cio­nes a la uti­li­za­ción de la len­gua pro­pia; a lo que se aña­de la prác­ti­ca demo­ni­za­ción de la colec­ti­vi­dad víc­ti­ma y la apli­ca­ción a la mis­ma de un dere­cho de gue­rra o de enemigo.
Mien­tras la tor­tu­ra es un pro­ble­ma gene­ral que afec­ta a la con­cul­ca­ción de los dere­chos huma­nos y a la inte­gri­dad de las per­so­nas, sin con­no­ta­cio­nes de gru­po, some­ti­das a deten­ción por los cuer­pos poli­cia­les y de segu­ri­dad; en cam­bio, si la cita­da situa­ción está rela­cio­na­da con la per­te­nen­cia a una colec­ti­vi­dad ‑nación o cul­tu­ra dife­ren­te a la ofi­cial- alcan­za una gra­ve­dad muy supe­rior, al sola­par­se con la ocul­ta­ción de la reali­dad nacio­nal domi­na­da, por lo que este nega­cio­nis­mo prin­ci­pal lle­va con­si­go la bus­ca­da nega­ción de la tor­tu­ra por muy cla­ras que sean las evidencias.
La inco­mu­ni­ca­ción y tor­tu­ra es pre­ci­sa­men­te la indi­vi­dua­li­za­ción del cas­ti­go colec­ti­vo que ya se ejer­ce de for­ma ins­ti­tu­cio­na­li­za­da sobre el con­jun­to de la socie­dad subor­di­na­da. Así, mien­tras que geno­ci­dio, nacio­ni­ci­dio y lin­güi­ci­dio se apli­can de for­ma colec­ti­va a la socie­dad, la inco­mu­ni­ca­ción y tor­tu­ra son ejer­ci­das físi­ca­men­te a los indi­vi­duos de la mis­ma, ale­gan­do no obs­tan­te, moti­vos de índo­le y sig­ni­fi­ca­do colec­ti­vo: rebe­lión, suble­va­ción, terro­ris­mo o separatismo.
Los miem­bros de la nación domi­na­da, como en el caso de la Nava­rra nega­da y ocul­ta­da, tenían garan­tías en su pro­pia Cons­ti­tu­ción: la exi­gen­cia del juez nacio­nal, la juris­dic­ción y leyes pro­pias para juz­gar a los nava­rros o la prohi­bi­ción expre­sa del tor­men­to por las Cor­tes de Nava­rra. Es pre­ci­sa­men­te la sus­ti­tu­ción del Dere­cho nacio­nal que pro­te­gía la inte­gri­dad de las per­so­nas, lo que deja en la mayor inde­fen­sión a los ciu­da­da­nos de la socie­dad domi­na­da, ante la prác­ti­ca de la inco­mu­ni­ca­ción y la tortura.
Por tan­to, la tor­tu­ra, en nues­tra socie­dad, supo­ne una doble vul­ne­ra­ción para las per­so­nas que son víc­ti­mas de la mis­ma, la de los dere­chos huma­nos indi­vi­dua­les y la de los dere­chos colec­ti­vos. Nos ata­ñe a todos, como seres huma­nos soli­da­rios y como mani­fes­ta­ción per­so­ni­fi­ca­da, des­car­na­da y cruel, de la domi­na­ción nacio­nal. Esta es la cau­sa últi­ma, por lo que la prác­ti­ca infa­me de la tor­tu­ra aquí no se podrá erra­di­car más que con el fin de la domi­na­ción que pade­ce la socie­dad navarra.
La inco­mu­ni­ca­ción y la tor­tu­ra en últi­mo tér­mino siem­pre son fru­to de deci­sio­nes del poder, sea cual fue­re su lati­tud y ori­gen, sin embar­go, se debe dis­tin­guir las prac­ti­ca­das en cual­quier sis­te­ma legal de las cau­sa­das en rela­ción con la domi­na­ción de una nación sobre otra, sien­do ésta últi­ma pre­ci­sa­men­te la situa­ción hipó­cri­ta­men­te nega­da. Las con­se­cuen­cias de la inco­mu­ni­ca­ción y la tor­tu­ra ejer­ci­das sobre la per­so­na que per­te­ne­ce a la socie­dad subor­di­na­da tie­nen par­ti­cu­la­ri­da­des que la agra­van más con res­pec­to a las que se pue­den pro­du­cir en gene­ral por malos tra­tos a los dete­ni­dos o por apli­ca­ción direc­ta de un orde­na­mien­to jurí­di­co que los permite.
Esta agra­va­ción por per­te­ne­cer a la nación subor­di­na­da es un plus en la cau­sa de dichas prác­ti­cas inhu­ma­nas y degra­dan­tes que se halla inser­ta en el entorno del genocidio.

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