Dene­ga­ción de auxi­lio – Anto­nio Alva­rez Solís

Cuan­do yo hacía, con la ben­di­ta pasión juve­nil del des­cu­bri­mien­to, mis pri­me­ros estu­dios de Dere­cho Penal, des­cu­brí entre los deli­tos de peli­gro para la vida la figu­ra de la omi­sión del soco­rro o, lo que vie­ne a ser lo mis­mo, de la dene­ga­ción de auxi­lio. Aún recuer­do lo escri­to por el pro­fe­sor corres­pon­dien­te: cas­ti­ga el Códi­go al «que no soco­rrie­re a una per­so­na que se halla­re des­am­pa­ra­da y en peli­gro mani­fies­to y gra­ve». Estas cosas sue­len que­dar gra­va­das en el fon­do del alma, por­que a mí me ha veni­do ins­tan­tá­nea­men­te esa figu­ra delic­ti­va a la memo­ria al leer que el Gobierno del Sr. Zapa­te­ro ha deci­di­do reti­rar la ayu­da de 426 euros (¡426!) a todo para­do que entre las eda­des de 30 y 45 años sea sol­te­ro y no ten­ga car­gas fami­lia­res. Se tra­ta de un colec­ti­vo que, según reza en la esta­dís­ti­ca, pue­de supe­rar los cua­tro­cien­tos mil indi­vi­duos. A este cer­ca de medio millón se le con­de­na por los socia­lis­tas, al menos teó­ri­ca­men­te, a la extin­ción radical.

Sé tam­bién des­de aque­llos tiem­pos que las figu­ras delic­ti­vas no deben ser con­si­de­ra­das de una for­ma ana­ló­gi­ca y exten­si­va con el fin huma­ní­si­mo de evi­tar la injus­ti­cia por abu­so en el juz­ga­dor. Por lo tan­to, yo debe­ría no exten­der más allá de la inten­ción del legis­la­dor la refe­ren­cia a tal figu­ra delic­ti­va. Pero ¿cabe ale­gar este repa­ro ante lo que voy a decir en un tiem­po en que muchos ciu­da­da­nos son encar­ce­la­dos, y no pocos con tor­tu­ra, ale­gan­do los tri­bu­na­les puras induc­cio­nes ideo­ló­gi­cas y escan­da­lo­sas exten­sio­nes sola­men­te apo­ya­das en una volun­tad pura­men­te política?

Pro­ce­da­mos, pues, a hacer la pri­me­ra afir­ma­ción acer­ca del asun­to: a mí me pare­ce delic­ti­vo, esgri­mien­do la obli­ga­ción de soco­rro o la dene­ga­ción de auxi­lio, que un Gobierno eyec­te hacia la nada a miles de tra­ba­ja­do­res que víc­ti­mas de un paro que no han ges­ta­do ellos han de sufrir un total e igno­mi­nio­so «des­am­pa­ro y estar en peli­gro mani­fies­to y gra­ve». Si la que­ma de un buzón vas­co se ele­va a deli­to de terro­ris­mo, ¿aca­so no debie­ra con­si­de­rar­se de volun­tad delic­ti­va muy gra­ve reti­rar el auxi­lio míni­mo a un ciu­da­dano al que lle­van al altar del sacri­fi­cio por­tan­do ade­más la pro­pia leña, o sea el paro, para con­su­mar el sacri­fi­cio? Ha de tener­se en cuen­ta que ese poder inhu­mano y cri­mi­no­so ‑hable­mos en tér­mi­nos sus­tan­cia­les- acu­de con pres­te­za y escán­da­lo social en auxi­lio de ban­que­ros y gen­te de la finan­za que ha des­mo­cha­do en el cur­so de una acción repug­nan­te de ate­so­ra­mien­to y poder el edi­fi­cio de la eco­no­mía colectiva.

El Sr. Zapa­te­ro, que hace sola­men­te dos o tres meses afir­ma­ba, con voz y ges­tos arcan­gé­li­cos, que la resu­rrec­ción de la eco­no­mía se haría sin tocar ni uno sólo de los bene­fi­cios socia­les con­quis­ta­dos por las masas, lle­va sema­nas royen­do las segu­ri­da­des míni­mas de los tra­ba­ja­do­res, des­de el empleo has­ta el sala­rio. Y lo hace ade­más con voz que quie­re trans­mi­tir el sacri­fi­cio per­so­nal ‑o sea, la pér­di­da del car­go- a la pobla­ción que en muchos casos aún le pres­ta una boba­li­co­na asis­ten­cia por con­fun­dir el socia­lis­mo con el obre­ris­mo de anta­ño. El Sr. Zapa­te­ro, que desa­yu­na con el Sr. Botín y merien­da lue­go tra­ba­ja­do­res, debe­ría pen­sar si emplear en ello esfuer­zo her­cú­leo ‑y si no que lo con­sul­te al Sr. Blanco‑, si se pue­de expul­sar hacia la nada a unos ciu­da­da­nos que sola­men­te aspi­ran a un tra­ba­jo bási­co sin con­si­de­rar siquie­ra la explo­ta­ción de que son obje­to cuan­do lo con­si­guen. Tra­ba­jo, ade­más, que nor­mal­men­te cons­ti­tu­ye una for­ma de ser­vi­dum­bre que debe­ría aver­gon­zar a todo gober­nan­te o empre­sa­rio, ya que son ambos la mis­ma cosa. ¿Retó­ri­co el ale­ga­to del asen­de­rea­do y pobre escri­tor? Posi­ble­men­te sí, pero dado que no tie­ne a mano arma ade­cua­da y nece­sa­ria para defen­der la jus­ti­cia debi­da a la huma­ni­dad dolien­te, bueno será que dis­pa­re con rui­do y rebom­bo­rio la úni­ca arma que posee, que es la pala­bra con ira. No digan ante esto la tro­pa de los ser­vi­les, como sue­len hacer, que el gri­to no es pro­pio de un demó­cra­ta civi­li­za­do. Ante esa argu­men­ta­ción ha de sos­te­ner­se que la pala­bra dis­cre­ta y pon­de­ra­da ha sido remo­ja­da por el agua sucia de la ley o del poder y no sir­ve ya, por­que no lle­va a lugar alguno en que pue­da obte­ner el reme­dio per­ti­nen­te. Esa pala­bra hay que hin­char­la con otro gas que no sea el gas pobre de par­la­men­tos e ins­ti­tu­cio­nes, para que el glo­bo de la pro­tes­ta suba sobre el horizonte.

Pero deje­mos estas cues­tio­nes de urgen­te filo­so­fía del len­gua­je y vol­va­mos al tajo. Se ope­ra des­de el poder con un cinis­mo ato­si­gan­te. El Sr. Blan­co, que le da como buen galle­go curial al bota­fu­mei­ro en la Mon­cloa, pen­san­do en la suce­sión mitra­da, aca­ba de argüir que unos ser­vi­cios públi­cos -«des­de la sani­dad a la edu­ca­ción»- que se quie­ran homo­lo­ga­bles con la efi­cien­cia euro­pea deman­dan una ele­va­ción fis­cal de ran­go euro­peo. ¡Nada más y nada menos! Pero en nin­gún momen­to cavi­la públi­ca­men­te este socia­lis­ta, trans­for­ma­do en man­ti­llo del poder, que los impues­tos han de rela­cio­nar­se muy pru­den­te­men­te con los sala­rios, sobre todo con los sala­rios de aque­llos que reci­ben la lla­ma­da sol­da­da míni­ma inter­pro­fe­sio­nal. Inve­re­cun­dia vie­ne a ser, Sr. Blan­co, esta refle­xión que usted ha hecho. Por­que usted sabe que el sala­rio míni­mo inter­pro­fe­sio­nal espa­ñol figu­ra en el quin­to lugar de los sala­rios euro­peos si usted los cuen­ta por la cola. De los 1.610 euros que cobra míni­ma­men­te un tra­ba­ja­dor luxen­bur­gués, la rela­ción numé­ri­ca se va des­mo­ro­nan­do has­ta los 633 que reci­be un tra­ba­ja­dor espa­ñol. Entre ambas cifras están los 1.462 euros de Irlan­da, los 1.357 de Holan­da, los 1.136 de Bél­gi­ca, los 1.321 de Fran­cia, los 1.148 de Gran Bre­ta­ña, inclu­so los 681 de Grecia…Tras Espa­ña están Por­tu­gal, Polo­nia, Ruma­nía y Bul­ga­ria. Por ejem­plo. Inve­re­cun­do es, pues, el argu­men­to, Sr. Blan­co. No haga­mos, pues, ecua­cio­nes con fal­si­fi­ca­ción de la igual­dad. Qui­zá debe­ría pen­sar, señor minis­tro, en man­te­ner­nos y mejo­rar­nos unas con­ta­das pres­ta­cio­nes bási­cas a cam­bio de no desollar­nos el mone­de­ro. Tal como nos han movi­do por la his­to­ria cons­ti­tui­mos un país afri­cano endeu­da­do para adqui­rir el ves­ti­do de fies­ta. De ese exce­so de fara­laes se due­len, entre otras impor­tan­tes cosas, las nacio­nes vas­ca y cata­la­na, que se ven en mejor situa­ción mer­ced a su esfuer­zo his­tó­ri­co por sal­va­guar­dar­se de Espa­ña. No pode­mos sopor­tar tan­ta glo­ria y pro­ce­sión «des­de lo mili­tar a lo ins­ti­tu­cio­nal y escé­ni­co» a base de comer el pan moja­do en amar­gu­ra. Es la hora en que al pue­blo hay que con­vo­car­le no para que vote remo­que­tes his­tó­ri­cos, sino para que tome en sus manos la pro­pia gober­na­ción para edi­fi­car una moder­ni­dad que poda­mos finan­ciar. Una moder­ni­dad has­ta aho­ra impe­di­da por cua­tro­cien­tos años de fan­ta­sías impe­ria­les. Las autén­ti­cas lla­ves de Utrech se las que­da­ron los flamencos.

Usted ima­gi­na, Sr. Blan­co, la con­mo­ción de los ciu­da­da­nos equi­li­bra­dos cuan­do hace unos días escu­cha­ban al Sr. Almu­nia, socia­lis­ta tam­bién, dán­do­le apo­yo a usted con su defen­sa de la subi­da espa­ño­la de impues­tos para hacer fren­te a nues­tras nece­si­da­des. El Sr. Almu­nia, arre­lla­na­do tras su mesa de comi­sa­rio euro­peo… Bus­quen uste­des a quien des­man­te­ló con deli­to la ya pobre eco­no­mía espa­ño­la para soñar­se finan­cie­ros ame­ri­ca­nos. Y pro­ce­dan a con­vo­car­les a jui­cio. No se pue­de desa­yu­nar con los pre­bos­tes y lue­go abri­gar­se con la ban­de­ra del socia­lis­mo obre­ro. Ahí sí que tie­nen uste­des que homo­lo­gar­se con los socia­lis­tas muer­tos por la cau­sa de los tra­ba­ja­do­res. Pero ¿quién se acuer­da ya de aque­llos socia­lis­tas ente­rra­dos en tie­rra sin nom­bre? Uste­des, no.

Dejen uste­des de enre­dar con los impues­tos y pro­ce­dan de una vez a rela­cio­nar­los con los que hur­ta­ron la rique­za, como anun­ció ‑vue­lo de mari­po­sa- el Sr. Zapatero.

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