¡Cui­da­do: Niños tra­ba­jan­do!- Eduar­do Mon­tes de Oca

Ilu­sos o malin­ten­cio­na­dos, no impor­ta ‑la mejor mane­ra de cono­cer los abis­mos del alma sigue sien­do la con­duc­ta; no el ideal que los indi­vi­duos pre­go­nan o lo que ase­gu­ran de sí mismos‑, algu­nos se empe­ñan en con­ven­cer­nos de que en el capi­ta­lis­mo la coer­ción cons­ti­tu­ye un hecho pere­ce­de­ro, limi­ta­do a la “acu­mu­la­ción ori­gi­na­ria”. Que si el sis­te­ma nació cho­rrean­do san­gre, al decir de Marx, ha remon­ta­do para siem­pre la ruta del láti­go, para auxi­liar­se solo del con­sen­so, el diá­lo­go, la democracia.

¿Por dón­de empe­zar para refu­tar esas con­cien­cias, apo­lo­gé­ti­cas por cálcu­lo, mie­do, can­san­cio, o entre­ga al más sol­ven­te pos­tor? Ah, por el embrión, la poten­cia que podría tro­car­se en acto. Por los niños. Pero es tan­ta la iniqui­dad que sufren ellos en este orbe ena­je­na­do y ena­je­nan­te que, sin duda, resul­ta ímpro­ba la selec­ción de infor­ma­ción. Afor­tu­na­da­men­te, un repor­te de recien­te publi­ca­ción, entre­vis­to en una esti­ba de datos -¿azar o cau­sa­li­dad camu­fla­da?-, nos soco­rre con cifras expla­ya­das como pesadillas:

“Unos 600 millo­nes de niños viven en la pobre­za. Y más de 27 mil meno­res de cin­co años mue­ren al día por cau­sas evi­ta­bles. Más de 250 millo­nes de infan­tes des­de cin­co a 14 años tra­ba­jan exten­sas y ago­ta­do­ras jor­na­das labo­ra­les. Otros 130 millo­nes no reci­ben siquie­ra edu­ca­ción ele­men­tal. Apro­xi­ma­da­men­te seis millo­nes pade­cen lesio­nes limi­tan­tes cau­sa­das por los con­flic­tos béli­cos o han falle­ci­do como con­se­cuen­cia de las gue­rras. En la actua­li­dad, unos 300 mil meno­res de 18 años sir­ven como com­ba­tien­tes (alre­de­dor del 10 por cien­to de las fuer­zas en armas en el pla­ne­ta). Según el Fon­do de las Nacio­nes Uni­das para la Infan­cia (Uni­cef), la pros­ti­tu­ción y la por­no­gra­fía infan­ti­les, los lla­ma­dos niños de la calle y el trá­fi­co de órga­nos extraí­dos a infan­tes enga­ña­dos o secues­tra­dos y lue­go ase­si­na­dos, reba­sa con cre­ces las más espe­luz­nan­tes experiencias…”

Sí, a todas luces lo peor del capi­ta­lis­mo no ha que­da­do en las dan­tes­cas imá­ge­nes des­cri­tas por Fede­ri­co Engels en La situa­ción de la cla­se obre­ra en Ingla­te­rra. El hecho de que aún hoy, en un mun­do que asom­bra por los avan­ces cien­tí­fi­cos, miría­das de padres se vean com­pe­li­dos a ven­der a sus hijos como máqui­nas de tra­ba­jo no solo nie­ga de plano la idea del pro­gre­so lineal, incon­tro­ver­ti­ble, que unos cuan­tos con­ti­núan pro­cla­man­do como ver­dad últi­ma, inape­la­ble e inte­li­gi­ble para cual­quier mor­tal, sino que reafir­ma la esen­cia bru­tal de una for­ma­ción socio­eco­nó­mi­ca que, en aras de maxi­mi­zar ganan­cias, per­mi­te, pro­pi­cia pri­var a la niñez de su poten­cial y dig­ni­dad, y aten­tar con­tra su desa­rro­llo físi­co y mental.

Que cons­te: esta situa­ción no resul­ta pri­va­ti­va de la peri­fe­ria, del Ter­cer Mun­do, pro­ver­bial ámbi­to de extrac­ción de plus­va­lía para las trans­na­cio­na­les. En la otro­ra opu­len­ta y pujan­te Euro­pa, sumi­da en la cri­sis en los últi­mos años, nada menos que 17 millo­nes de niños indi­gen­tes, entre los 80 millo­nes de pobres con­ta­bi­li­za­dos, cons­ti­tu­yen un pro­ver­bial men­tís a los defen­so­res de un sis­te­ma cuya prin­ci­pal poten­cia, EE.UU., no ha logra­do -¿lo que­rrá?- des­ha­cer el entuer­to de que unos 400 mil críos se arra­ci­men en menes­te­res agrí­co­las, emplean­do herra­mien­tas cor­tan­tes y peli­gro­sos pes­ti­ci­das, bajo el ampa­ro… de la ley.

Por eso, quie­nes se suman al carro neo­li­be­ral, pro­pug­nan­do la libe­ra­ción y des­re­gu­la­ción a ultran­za, mini­mi­zan­do el papel del Esta­do, no obs­tan­te la con­si­guien­te agu­di­za­ción del ham­bre, la mise­ria, la exclu­sión, el anal­fa­be­tis­mo y otros males, debe­rán tas­car el freno, rumiar el encono ante inob­je­ta­bles datos como el que sigue: “Cuba es el úni­co país de Amé­ri­ca Lati­na y el Cari­be que ha eli­mi­na­do la des­nu­tri­ción infan­til seve­ra, gra­cias a los esfuer­zos del Gobierno para mejo­rar la ali­men­ta­ción del pue­blo, espe­cial­men­te la de aque­llos gru­pos más vulnerables”.

Y advir­ta­mos que el anun­cio pro­vie­ne de Uni­cef, para que nadie ven­ga a juz­gar­nos cho­vi­nis­tas o apo­lo­gis­tas en otro sen­ti­do. Para que nadie pien­se que, arri­man­do la bra­sa a su sar­di­na, uno se apar­ta siquie­ra un tan­ti­to así del leit­mo­tiv, de la tesis. Insis­ta­mos, por si aca­so. Se equi­vo­can, mani­pu­lan quie­nes pero­ran que el capi­ta­lis­mo dejó a un lado el láti­go. Por­que pre­ci­sa­men­te el láti­go podría ser el sím­bo­lo de un car­tel ima­gi­na­rio. Un enor­me car­tel que reza: “¡Cui­da­do: Niños trabajando!”.

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