Con­ta­dor, dopa­jes y otras hier­bas – Jon Odriozola

La Fede­ra­ción Espa­ño­la de Ciclis­mo ha deci­di­do no san­cio­nar a Alber­to Con­ta­dor por el posi­ti­vo por clem­bu­te­rol del últi­mo Tour de Fran­cia. Una deci­sión que con­tra­di­ce su pro­pues­ta dis­ci­pli­na­ria del 26 de enero que lle­va­ba implí­ci­to ‑según infor­ma Jose­ba Itu­rria en este papel- la pér­di­da del Tour y un año de san­ción. En medio, infor­ma­cio­nes sobre trans­fu­sio­nes de san­gre hechas en el día de des­can­so de la ron­da gala. Y, tam­bién, el cas­ti­cis­mo car­pe­to­ve­tó­ni­co espa­ñol que acha­ca el «can­te» al con­su­mo de un solo­mi­llo com­pra­do en Irun con­ta­mi­na­do con clem­bu­te­rol, lo que en su día soli­vian­tó a car­ni­ce­ros y gana­de­ros iru­ne­ses. Hace nada, el pre­si­den­te de la Unión Ciclis­ta Inter­na­cio­nal (UCI), el irlan­dés Pat McQuaid, lamen­tó las «inter­fe­ren­cias polí­ti­cas» ‑en refe­ren­cia a las decla­ra­cio­nes de Zapa­te­ro, Rajoy y has­ta la Audien­cia Nacio­nal en lo que fri­sa las tra­zas de una «cues­tión de Esta­do»- y decla­ró que no le ha sor­pren­di­do nada, pues «se tra­ta de Espa­ña y nada me sor­pren­de vinien­do de Espa­ña». O sea,puta envidia.

Vaya por delan­te que nada ten­go con­tra Con­ta­dor. Cuan­do lo vi decla­ran­do en exclu­si­va en el pro­gra­ma de tele­vi­sión de Pedro J. Ramí­rez, en Veo7, me dije que Con­ta­dor ya había sido absuel­to no ya por la opi­nión públi­ca más patrio­te­ra y cho­vi­nis­ta, ena­je­na­da y mos­tren­ca, sino por las ins­tan­cias más altas del Esta­do espa­ñol. Su cal­va­rio había ter­mi­na­do gra­cias a la api­so­na­do­ra lobo­to­mi­za­do­ra y clo­ro­for­man­te de los medios de comu­ni­ca­ción. Antes la ver­dad que la jus­ti­cia, cla­ma­ba el cuá­que­ro Una­muno (en reali­dad, dijo «paz»). Ton­te­rías: Mar­ta Domín­guez, una vul­gar tra­pi­chea­do­ra de sus­tan­cias dopan­tes, aun­que no con­su­mi­do­ra, es el últi­mo icono sal­va­do por Pedro Jota: in hoc signo vinces.

Es vox popu­li que la alta exi­gen­cia en el depor­te (?) com­pe­ti­ti­vo deman­da esti­mu­lan­tes extra­de­por­ti­vos en for­ma de ana­bo­li­zan­tes, etc. Pero pue­de más la afi­ción que el saber el modo en que se con­si­guen los éxi­tos. Hace un año el ex ciclis­ta Jesús Man­zano decla­ró ante el Tri­bu­nal de Arbi­tra­je Depor­ti­vo, en Lau­sa­na (Sui­za), que en el equi­po ciclis­ta al que per­te­ne­ció todos se dopa­ban por­que o se pres­ta­ban a ello o eran expul­sa­dos. En Ita­lia ‑aña­dió- tuvie­ron que sacri­fi­car a Ivan Bas­so y en Ale­ma­nia a Jan Ull­rich, pero noso­tros «somos un país (se refie­re a Espa­ña) de cha­ran­ga». Seña­ló como artí­fi­ce al doc­tor Eufe­miano Fuen­tes y una lis­ta de fut­bo­lis­tas, tenis­tas, atle­tas y ciclis­tas que pasa­ron por su nada secre­to cen­tro madri­le­ño. Lo apos­tro­fa­ron ‑a Man­zano- de «muer­to de ham­bre», «chi­va­to» y otras lin­de­zas que ante­po­nen la «glo­ria» y el «somos los mejo­res» a la ver­dad de las cosas, las cañe­rías a la vir­tud. Todo con tal de no reco­no­cer que el dopa­je ‑con hon­ra­dí­si­mas excep­cio­nes, por supuesto‑, es inhe­ren­te a un mun­do (capi­ta­lis­ta) don­de lo impor­tan­te no es par­ti­ci­par, sino ganar. Antes, se nos decía, eran las atle­tas de los «paí­ses del Este» (o sea, comu­nis­tas) quie­nes se hor­mo­na­ban. Si gana­ban era por­que se chu­ta­ban (y no diré que no). Hoy no, hoy se gana por cojo­nes y espa­ño­lía. Lo demás, «leyen­da negra»…

Fuen­te: Gara

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