Cin­co lus­tros de tor­tu­ra e impu­ni­dad- Xabier Makazaga

La recien­te sen­ten­cia con­de­na­to­ria con­tra cua­tro guar­dias civi­les por tor­tu­rar a Igor Por­tu y Mat­tin Sara­so­la ha podi­do dar la impre­sión de que, tras lar­gos años, la actua­ción de la Jus­ti­cia espa­ño­la ha sido por una vez míni­ma­men­te dig­na en lo que se refie­re a las tor­tu­ras que sufren los dete­ni­dos inco­mu­ni­ca­dos, pero al ana­li­zar dicho fallo se ve que esa dig­ni­dad ha vuel­to a bri­llar por su ausencia.

En efec­to, la con­de­na se ha debi­do úni­ca y exclu­si­va­men­te a la increí­ble can­ti­dad de con­tun­den­tes prue­bas sobre lo real­men­te suce­di­do con Por­tu y Sara­so­la des­de que fue­ron dete­ni­dos has­ta que lle­ga­ron, dos horas des­pués, al cuar­tel de Intxau­rron­do, don­de la opa­ci­dad total de la inco­mu­ni­ca­ción cayó como una losa sobre ellos. Y pese a esas con­tun­den­tes prue­bas, los jue­ces han absuel­to a once de los agen­tes y han impues­to penas míni­mas al resto.

Ade­más, han pues­to espe­cial énfa­sis en recal­car que las tor­tu­ras «tuvie­ron por fina­li­dad úni­ca y últi­ma» la ven­gan­za, sin que jus­ti­fi­quen en abso­lu­to dicha ase­ve­ra­ción, que ha ale­gra­do sobre­ma- nera a la Guar­dia Civil, por­que la sen­ten­cia des­car­ta que la fina­li­dad fue­se obte­ner infor­ma­ción, y «no cues­tio­na en abso­lu­to la lucha antiterrorista».

La Guar­dia Civil tam­bién se ha feli­ci­ta­do de que «El fallo dice que se pro­du­jo una vio­len­cia exce­si­va tras la deten­ción por par­te de los agen­tes que inter­vi­nie­ron en ella, pero no en el perío­do de inco­mu­ni­ca­ción ni por par­te de los agen­tes que par­ti­ci­pa­ron en la inves­ti­ga­ción». La sen­ten­cia apo­ya la ver­sión de los tor­tu­ra­do­res y sus cóm­pli­ces de que las denun­cias de tor­tu­ras son en su inmen­sa mayo­ría falsas.

Los magis­tra­dos no sus­ten­tan tal apo­yo en prue­ba algu­na, les bas­ta con que lo digan los peri­tos de la Guar­dia Civil, y al mis­mo tiem­po se escu­dan en una supues­ta fal­ta de prue­bas a la hora de evi­tar pro­nun­ciar­se sobre las tor­tu­ras sufri­das por Mat­tin Sara­so­la duran­te la incomunicación.

Éste expli­có que lo suce­di­do en el mon­te «no fue nada com­pa­ra­do con lo que me hicie­ron des­pués», duran­te aque­llos cin­co inter­mi­na­bles días, pero los jue­ces han nega­do cre­di­bi­li­dad a su testimonio.

Sin embar­go, la sen­ten­cia da por pro­ba­do que, duran­te la sesión de tor­tu­ras en el mon­te, a Sara­so­la «cons­tan­te­men­te le infun­dían temor al refe­rir­le que eso eran sólo los pri­me­ros vein­te minu­tos, y que tenían cin­co días más para hacer con él lo que qui­sie­ran. Sólo así se expli­ca el esta­do de nota­ble ansie­dad con el que dete­ni­do lle­gó a la Clí­ni­ca Médi­co-Foren­se para el pri­mer reco­no­ci- mien­to». Y tam­bién que «esta­ba coac­cio­na­do, ame­na­za­do, sobre todo en rela­ción a la ame­na­za de deten­ción a su her­mano. Es por eso que tan­to al médi­co foren­se de Donos­tia y pos­te­rior­men­te al médi­co foren­se de Madrid les mani­fes­tó que las lesio­nes se las había oca­sio­na­do en el for­ce­jeo pro­du­ci­do al inten­tar esca­par. Éste es el dis­cur­so que los pro­pios guar­dias civi­les le dije­ron que debía mantener».

Y tras dar todo ello por pro­ba­do, no sólo dic­ta­mi­nan que no se pue­de pro­bar que suce­die­se nada ile­gal duran­te esos cin­co días, sino que sacan la cara a los jue­ces de la Audien­cia Nacio­nal que dic­ta­mi­na­ron que ni Por­tu ni Sara­so­la fue­ron en abso­lu­to tor­tu­ra­dos, y que las deta­lla­das con­fe­sio­nes de este últi­mo fue­ron mani­fes­ta­cio­nes espontáneas.

Todo aquel que ten­ga dos dedos de fren­te sabe de sobra cómo se con­si­guen esas con­fe­sio­nes. Sobre todo por­que, en los casos de mili­tan­tes vas­cos inco­mu­ni­ca­dos, éstos se nie­gan a decla­rar cuan­do son dete­ni­dos en el Esta­do fran­cés y en cam­bio «can­tan» en el espa­ñol. Todo el mun­do lo sabe, pero al mis­mo tiem­po en el Esta­do espa­ñol son legión los que pre­fie­ren igno­rar­lo; entre ellos, el apa­ra­to judi­cial que estas últi­mas déca­das se ha nega­do sis­te­má­ti­ca­men­te a pre­gun­tar­se sobre la razón de dichas con­fe­sio­nes, que en muchí­si­mos casos, como el de Mat­tin Sara­so­la, no se sus­ten­tan en prue­ba algu­na e impli­can innu­me­ra­bles años de prisión.

Así, des­de 1986, más de 2.000 inco­mu­ni­ca­dos han denun­cia­do tor­tu­ras, pero tan sólo en uno de esos casos, el de Kepa Urra en 1992, ha habi­do una con­de­na fir­me con­tra tor­tu­ra­do­res, y tam­bién enton­ces lo úni­co que die­ron por pro­ba­do los jue­ces fue lo que le hicie­ron en el mon­te. En aquel caso, el Tri­bu­nal Supre­mo redu­jo a un año la con­de­na de cua­tro que dic­tó la Audien­cia de Biz­kaia, y los tor­tu­ra­do­res fue­ron de inme­dia­to indultados.

¿Qué suce­de­rá esta vez? ¿Pisa­rá final­men­te la cár­cel alguno de los agen­tes aho­ra con­de­na­dos? No sólo me apues­to lo que sea a que no, sino que tam­bién me atre­vo a vati­ci­nar que serán ascen­di­dos, con­de­co­ra­dos y/​o colo­ca­dos en pues­tos de res­pon­sa­bi­li­dad como la gran mayo­ría de los tor­tu­ra­do­res condenados.

El tiem­po será testigo.

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