El socia­lis­mo chino y el mito del fin de la historia

En 1992 el poli­tó­lo­go esta­dou­ni­den­se Fran­cis Fuku­ya­ma se atre­vió a anun­ciar el «fin de la his­to­ria». «Con el hun­di­mien­to de la URSS, dijo, la huma­ni­dad entra en una nue­va era. Cono­ce­rá una pros­pe­ri­dad sin pre­ce­den­tes». Aureo­la­da con su vic­to­ria sobre el impe­rio del mal, la demo­cra­cia libe­ral pro­yec­ta­ba su luz sal­va­do­ra sobre el pla­ne­ta asom­bra­do. Des­em­ba­ra­za­da del comu­nis­mo, la eco­no­mía de mer­ca­do debía espar­cir sus bon­da­des por todos los rin­co­nes del glo­bo, uni­fi­can­do el mun­do bajo los aus­pi­cios del mode­lo estadounidense

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. La des­ban­da­da sovié­ti­ca pare­cía vali­dar la tesis libe­ral según la cual el capi­ta­lis­mo –y no su con­tra­rio el socia­lis­mo– se adap­ta­ba al sen­ti­do de la his­to­ria. Toda­vía hoy la ideo­lo­gía domi­nan­te reite­ra esta idea sim­ple: si la eco­no­mía pla­ni­fi­ca­da de los regí­me­nes socia­lis­tas cayó, es por­que no era via­ble. El capi­ta­lis­mo nun­ca estu­vo tan bien y ha con­quis­ta­do el mundo.

Los par­ti­da­rios de esta teo­ría están tan­to más con­ven­ci­dos en cuan­to que el sis­te­ma sovié­ti­co no es el úni­co argu­men­to que habla en su favor. Las refor­mas eco­nó­mi­cas empren­di­das por la Chi­na popu­lar a par­tir de 1979, según ellos, tam­bién con­fir­man la supe­rio­ri­dad del sis­te­ma capi­ta­lis­ta. ¿Aca­so no han aca­ba­do los comu­nis­tas chi­nos, para esti­mu­lar su eco­no­mía, admi­tien­do las vir­tu­des de la libre empre­sa y el bene­fi­cio, inclu­so pasan­do por enci­ma de la heren­cia maoís­ta y su ideal de igualdad?

Lo mis­mo que la caí­da del sis­te­ma sovié­ti­co demos­tra­ría la supe­rio­ri­dad del capi­ta­lis­mo libe­ral sobre el socia­lis­mo diri­gis­ta, la con­ver­sión chi­na a las rece­tas libe­ra­les pare­ce ases­tar el gol­pe de gra­cia a la expe­rien­cia «comu­nis­ta».

Un doble jui­cio de la his­to­ria, al fon­do, ponía el pun­to final a una com­pe­ti­ción entre los dos sis­te­mas que atra­ve­sa­ron el siglo XX.

El pro­ble­ma es que esa narra­ción es un cuen­to de hadas. Occi­den­te repi­te encan­ta­do que Chi­na se desa­rro­lla con­vir­tién­do­se en «capi­ta­lis­ta». Pero los hechos des­mien­ten esa sim­plis­ta afir­ma­ción. Inclu­so la pren­sa libe­ral occi­den­tal ha aca­ba­do admi­tien­do que la con­ver­sión chi­na al capi­ta­lis­mo es un cuen­to. Los pro­pios chi­nos lo dicen y dan argu­men­tos sóli­dos. Como pun­to de par­ti­da del aná­li­sis hay que empe­zar por la defi­ni­ción habi­tual del capi­ta­lis­mo: un sis­te­ma eco­nó­mi­co basa­do en la pro­pie­dad pri­va­da de los medios de pro­duc­ción e inter­cam­bio. Ese sis­te­ma fue erra­di­ca­do pro­gre­si­va­men­te en la Chi­na popu­lar en el perío­do maoís­ta (1950−1980) y efec­ti­va­men­te se rein­tro­du­jo en el mar­co de las refor­mas eco­nó­mi­cas de Deng Xiao­ping a par­tir de 1979. De esta for­ma se inyec­tó una dosis masi­va de capi­ta­lis­mo en la eco­no­mía, pero –la pre­ci­sión es impor­tan­te– esa inyec­ción tuvo lugar bajo la impul­sión del Esta­do. La libe­ra­li­za­ción par­cial de la eco­no­mía y la aper­tu­ra al comer­cio inter­na­cio­nal mues­tran una deci­sión polí­ti­ca deliberada.

Para los diri­gen­tes chi­nos se tra­ta­ba de incre­men­tar los capi­ta­les extran­je­ros para acre­cen­tar la pro­duc­ción inter­na. Asu­mir la eco­no­mía de mer­ca­do era un medio, no un fin. En reali­dad el sig­ni­fi­ca­do de las refor­mas se entien­de sobre todo des­de un pun­to de vis­ta polí­ti­co: «Chi­na es un Esta­do uni­ta­rio cen­tral en la con­ti­nui­dad del impe­rio. Para pre­ser­var su con­trol abso­lu­to sobre el sis­te­ma polí­ti­co, el par­ti­do debe ali­near los intere­ses de los buró­cra­tas con el bien polí­ti­co común, a saber la esta­bi­li­dad, y pro­por­cio­nar a la pobla­ción una ren­ta real aumen­tan­do la cali­dad de vida. La auto­ri­dad polí­ti­ca debe diri­gir la eco­no­mía de mane­ra que pro­duz­ca más rique­za de for­ma más efi­caz. De don­de se deri­van dos con­se­cuen­cias: la eco­no­mía de mer­ca­do es un ins­tru­men­to, no una fina­li­dad; la aper­tu­ra es una con­di­ción de efi­ca­cia y con­du­ce a esta direc­ti­va eco­nó­mi­ca ope­ra­ti­va: alcan­zar y supe­rar a Occidente»

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Es por lo que la aper­tu­ra de Chi­na a los flu­jos inter­na­cio­na­les fue masi­va pero rigu­ro­sa­men­te con­tro­la­da. El mejor ejem­plo lo pro­por­cio­nan las Zonas de Expor­ta­ción Espe­cia­les (ZES). «Los refor­ma­do­res chi­nos quie­ren que el comer­cio refuer­ce el cre­ci­mien­to de la eco­no­mía nacio­nal, no que la des­tru­ya», seña­lan Michel Agliet­ta y Guo Bai. En los ZES un sis­te­ma con­trac­tual vin­cu­la a las empre­sas chi­nas y las empre­sas extran­je­ras. Chi­na impor­ta los com­po­nen­tes de la fabri­ca­ción de bie­nes de con­su­mo indus­tria­les (elec­tró­ni­ca, tex­til, quí­mi­ca). La mano de obra chi­na hace el ensam­bla­je, des­pués las mer­can­cías se ven­den a los mer­ca­dos occi­den­ta­les. Este repar­to de las tareas está en el ori­gen de un doble fenó­meno que no ha deja­do de acen­tuar­se des­de hace 30 años: el cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co de Chi­na y la des­in­dus­tria­li­za­ción de Occi­den­te. Medio siglo des­pués de las «gue­rras del opio» (1840−1860) que empren­die­ron las poten­cias occi­den­ta­les para des­pe­da­zar Chi­na, el Impe­rio del Medio tomó su revancha.

Por­que los chi­nos apren­die­ron la lec­ción de una his­to­ria dolo­ro­sa, «esta vez la libe­ra­li­za­ción del comer­cio y las inver­sio­nes es com­pe­ten­cia de la sobe­ra­nía de Chi­na y están con­tro­la­das por el Esta­do. Lejos de ser los encla­ves que solo bene­fi­cian a un puña­do de «com­pra­do­res», la nue­va libe­ra­li­za­ción del comer­cio fue uno de los prin­ci­pa­les meca­nis­mos que han per­mi­ti­do libe­rar el enor­me poten­cial de la población»

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. Otra carac­te­rís­ti­ca de esta aper­tu­ra, a menu­do des­co­no­ci­da, es que bene­fi­cia esen­cial­men­te a la diás­po­ra chi­na, que entre 1985 y 2005 poseía el 60% de las inver­sio­nes acu­mu­la­das, fren­te al 25% por los paí­ses occi­den­ta­les y el 15% por Sin­ga­pur y Corea del Sur. La aper­tu­ra al capi­tal «extran­je­ro» fue en pri­mer lugar un asun­to chino. Movi­li­zan­do los capi­ta­les dis­po­ni­bles, la aper­tu­ra eco­nó­mi­ca creó las con­di­cio­nes de una inte­gra­ción eco­nó­mi­ca asiá­ti­ca de la que la Chi­na popu­lar es la loco­mo­to­ra industrial.

Decir que Chi­na se con­vir­tió en «capi­ta­lis­ta» des­pués de haber sido «comu­nis­ta» indi­ca, pues, una visión inge­nua del pro­ce­so his­tó­ri­co. Que haya capi­ta­lis­tas en Chi­na no con­vier­te el país en «capi­ta­lis­ta», si se entien­de con esta expre­sión un país don­de los due­ños de capi­ta­les pri­va­dos con­tro­lan la eco­no­mía y la polí­ti­ca nacio­na­les. En Chi­na es un par­ti­do comu­nis­ta con 90 millo­nes de afi­lia­dos, que irri­ga al con­jun­to de la socie­dad, el que tie­ne el poder polí­ti­co. ¿Hay que hablar de sis­te­ma mix­to, de capi­ta­lis­mo de Esta­do? Es más con­for­me a la reali­dad, pero toda­vía insu­fi­cien­te. Cuan­do se tra­ta de cla­si­fi­car el sis­te­ma chino, el apu­ro de los obser­va­do­res occi­den­ta­les es evi­den­te. Los libe­ra­les se divi­den en dos cate­go­rías: los que repro­chan a Chi­na que siga sien­do comu­nis­ta y los que se ale­gran de que se haya hecho capi­ta­lis­ta. Unos solo ven «un régi­men comu­nis­ta y leni­nis­ta» dis­fra­za­do, aun­que ha hecho con­ce­sio­nes al capi­ta­lis­mo ambien­tal4. Para otros Chi­na se ha vuel­to «capi­ta­lis­ta» por la fuer­za de las cosas y esa trans­for­ma­ción es irreversible.

Sin embar­go algu­nos obser­va­do­res occi­den­ta­les inten­tan cap­tar la reali­dad con más suti­le­za. Así Jean-Louis Bef­fa, en una publi­ca­ción eco­nó­mi­ca men­sual, afir­ma direc­ta­men­te que Chi­na repre­sen­ta «la úni­ca alter­na­ti­va creí­ble al capi­ta­lis­mo occi­den­tal». «Des­pués de más de 30 años de un desa­rro­llo iné­di­to, escri­be, ¿no es hora de con­cluir que Chi­na ha encon­tra­do la rece­ta de un con­tra­mo­de­lo efi­caz al capi­ta­lis­mo occi­den­tal? Has­ta aho­ra no había sur­gi­do nin­gu­na solu­ción alter­na­ti­va y el hun­di­mien­to del sis­te­ma comu­nis­ta en torno a Rusia en 1989 con­sa­gró el éxi­to del mode­lo capi­ta­lis­ta. Pero la Chi­na actual no lo sus­cri­be. Su mode­lo eco­nó­mi­co híbri­do com­bi­na dos dimen­sio­nes que saca de fuen­tes opues­tas. La pri­me­ra pro­ce­de del mar­xis­mo leni­nis­mo, está mar­ca­da por un poder con­tro­la­do del par­ti­do y un sis­te­ma de pla­ni­fi­ca­ción vigo­ro­sa­men­te apli­ca­do. La segun­da se refie­ra más a las prác­ti­cas occi­den­ta­les, que se cen­tra en la ini­cia­ti­va indi­vi­dual y en el espí­ri­tu empren­de­dor. Coha­bi­tan así el con­trol del PCC sobre los nego­cios y un sec­tor pri­va­do abundante»

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Este aná­li­sis es intere­san­te pero vuel­ve a las dos dimen­sio­nes ‑públi­ca y pri­va­da- del régi­men chino, pues­to que es la esfe­ra públi­ca, obvia­men­te, la que está al man­do. Diri­gi­do por un pode­ro­so par­ti­do comu­nis­ta, el Esta­do chino es un Esta­do fuer­te. Con­tro­la la mone­da nacio­nal, inclu­so la deja caer para esti­mu­lar las expor­ta­cio­nes, lo que Washing­ton le repro­cha de for­ma recu­rren­te. Con­tro­la casi la tota­li­dad del sis­te­ma ban­ca­rio. Vigi­la­dos de cer­ca por el Esta­do, los mer­ca­dos finan­cie­ros no desem­pe­ñan el papel des­me­su­ra­do que se arro­gan en Occi­den­te. Su aper­tu­ra a los capi­ta­les, por otra par­te, está some­ti­da a con­di­cio­nes dra­co­nia­nas impues­tas por el Gobierno. En resu­men, la con­duc­ción de la eco­no­mía chi­na está en la férrea mano de un Esta­do sobe­rano y no en la «mano invi­si­ble del mer­ca­do» que­ri­da por los libe­ra­les. Algu­nos se lamen­tan. Un libe­ral auto­ri­za­do, un ban­que­ro inter­na­cio­nal que ense­ña en París reve­la que «la eco­no­mía chi­na no es una eco­no­mía de mer­ca­do ni una eco­no­mía capi­ta­lis­ta. Tam­po­co un capi­ta­lis­mo de Esta­do, por­que en Chi­na es el pro­pio mer­ca­do el que está con­tro­la­do por el Estado»

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. Pero si el régi­men chino tam­po­co es un capi­ta­lis­mo de Esta­do, ¿enton­ces es «socia­lis­ta», ya que es el pro­pie­ta­rio de los medios de pro­duc­ción o al menos ejer­ce el con­trol de la eco­no­mía? La res­pues­ta a esta pre­gun­ta es cla­ra­men­te positiva.

La difi­cul­tad del pen­sa­mien­to domi­nan­te para nom­brar el régi­men chino, como vemos, vie­ne de una ilu­sión con­tem­pla­da des­de hace mucho tiem­po: al aban­do­nar el dog­ma comu­nis­ta Chi­na entra­ría por fin en el mara­vi­llo­so mun­do del capi­ta­lis­mo ¡Sería estu­pen­do poder decir que Chi­na ya no es comu­nis­ta! Con­ver­ti­da al libe­ra­lis­mo, esta nación entra­ría en el dere­cho común. Con la vuel­ta al orden de las cosas, la capi­tu­la­ción vali­da­ría la teo­lo­gía del homo occi­den­ta­lis. Pero sin duda se ha malin­ter­pre­ta­do la céle­bre fór­mu­la del refor­ma­dor Deng Xiao­ping: «poco impor­ta que el gato sea blan­co o negro si caza ratones».

Eso no sig­ni­fi­ca que de igual el capi­ta­lis­mo o el socia­lis­mo, sino que se juz­ga­rá a cada uno por sus resul­ta­dos. Se ha inyec­ta­do una fuer­te dosis de capi­ta­lis­mo en la eco­no­mía Chi­na, con­tro­la­da por el Esta­do, por­que era nece­sa­rio esti­mu­lar el desa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas. Pero Chi­na per­ma­ne­ce en un Esta­do fuer­te que dic­ta su ley a los mer­ca­dos finan­cie­ros y no al revés. Su eli­te diri­gen­te es patrio­ta. Inclu­so aun­que con­ce­da una par­te del poder eco­nó­mi­co a los capi­ta­lis­tas «nacio­na­les», no per­te­ne­ce a la oli­gar­quía finan­cie­ra glo­ba­li­za­da. Adep­ta a la éti­ca de Con­fu­cio, diri­ge un Esta­do que solo es legí­ti­mo por­que garan­ti­za el bien­es­tar de 1.400 millo­nes de chinos.

Ade­más no hay que olvi­dar que la orien­ta­ción eco­nó­mi­ca adop­ta­da en 1979 ha sido posi­ble por los esfuer­zos rea­li­za­dos en el perío­do ante­rior. Al con­tra­rio que los occi­den­ta­les, los comu­nis­tas chi­nos sub­ra­yan la con­ti­nui­dad ‑a pesar de los cam­bios efec­tua­dos- entre el maoís­mo y el pos­maoís­mo. «Muchos tuvie­ron que sufrir por el ejer­ci­cio del poder comu­nis­ta. Pero la mayo­ría se adhie­re a la apre­cia­ción emi­ti­da por Deng Xiao­ping, el cual tenía algu­na razón para que­rer a Mao Zedong: 70% posi­ti­vo y 30% nega­ti­vo. Hoy exis­te una fra­se muy exten­di­da entre los chi­nos que reve­la su opi­nión sobre Mao Zedong: Mao nos puso de pie, Deng nos hizo ricos. Y esos chi­nos con­si­de­ran per­fec­ta­men­te nor­mal que el retra­to de Mao figu­re en los bille­tes de ban­co. Todo el ape­go que toda­vía hoy tie­nen los chi­nos a Mao Zedong se debe a que lo iden­ti­fi­can con la dig­ni­dad nacio­nal recuperada»

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Es cier­to que el maoís­mo aca­bó con 150 años de deca­den­cia, de caos y de mise­ria. Chi­na esta­ba frag­men­ta­da, devas­ta­da por la inva­sión japo­ne­sa y la gue­rra civil. Mao la uni­fi­có. En 1949 era el país más pobre del mun­do. Su PIB per cápi­ta era alre­de­dor de la mitad del de Áfri­ca y menos de tres cuar­tas par­tes del de la India. Pero de 1950 a 1980, duran­te el perío­do maoís­ta, el PIB cre­ció de for­ma regu­lar (2,8% de media anual), el país se indus­tria­li­zó y la pobla­ción pasó de 552 a 1.017 millo­nes de habi­tan­tes. Los pro­gre­sos en mate­ria de salud fue­ron espec­ta­cu­la­res y se erra­di­ca­ron las prin­ci­pa­les epi­de­mias. El indi­ca­dor que resu­me todo, la espe­ran­za de vida pasó de 44 años en 1950 a 68 años en 1980. Es un hecho indis­cu­ti­ble. A pesar del fra­ca­so del «Gran sal­to ade­lan­te» y a pesar del embar­go occi­den­tal ‑que siem­pre se olvi­da men­cio­nar- la pobla­ción chi­na ganó 24 años de espe­ran­za de vida con Mao. Los pro­gre­sos en mate­ria de edu­ca­ción fue­ron masi­vos, espe­cial­men­te en la pri­ma­ria: el por­cen­ta­je de pobla­ción anal­fa­be­ta pasó del 80% en 1950 al 16% en 1980. Final­men­te las muje­res chi­nas –que «sos­tie­nen la mitad del cie­lo», decía Mao– fue­ron edu­ca­das y libe­ra­das de un patriar­ca­do ances­tral. En 1950 Chi­na esta­ba en rui­nas. Trein­ta años des­pués toda­vía era un país pobre des­de el pun­to de vis­ta del PIB por habi­tan­te. Pero era un Esta­do sobe­rano uni­fi­ca­do, equi­pa­do y dota­do de una indus­tria nacien­te. El ambien­te era fru­gal, pero la pobla­ción esta­ba nutri­da, cui­da­da y edu­ca­da como no había esta­do en el siglo XX.

Esta revi­sión del perío­do maoís­ta es nece­sa­ria para com­pren­der la Chi­na actual. Fue entre 1950 y 1980 cuan­do el socia­lis­mo puso las bases del desa­rro­llo futu­ro. En los años 70, por ejem­plo, Chi­na reco­gía el fru­to de sus esfuer­zos en mate­ria de desa­rro­llo agrí­co­la. Una silen­cio­sa revo­lu­ción ver­de había hecho su camino apro­ve­chan­do los tra­ba­jos de una Aca­de­mia Chi­na de Cien­cias Agrí­co­las crea­da por el régi­men comu­nis­ta. A par­tir de 1964 los cien­tí­fi­cos chi­nos obtie­nen sus pri­me­ros éxi­tos en la repro­duc­ción de varie­da­des de arroz de alto ren­di­mien­to. La res­tau­ra­ción pro­gre­si­va del sis­te­ma de rie­go, los pro­gre­sos rea­li­za­dos en la repro­duc­ción de semi­llas y la pro­duc­ción de abo­nos nitro­ge­na­dos trans­for­ma­ron la agri­cul­tu­ra. Como los pro­gre­sos sani­ta­rios y edu­ca­ti­vos, esos avan­ces agrí­co­las hicie­ron posi­bles las refor­mas de Deng que han cons­ti­tui­do la base del desa­rro­llo pos­te­rior. Y ese esfuer­zo de desa­rro­llo colo­sal solo podía ser posi­ble bajo el impul­so de un Esta­do pla­ni­fi­ca­dor. La repro­duc­ción de las semi­llas, por ejem­plo, nece­si­ta­ba inver­sio­nes impo­si­bles en el mar­co de las explo­ta­cio­nes individuales

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En reali­dad la Chi­na actual es hija de Mao y Deng, de la eco­no­mía diri­gi­da que la uni­fi­có y de la eco­no­mía mix­ta que la ha enri­que­ci­do. Pero el capi­ta­lis­mo libe­ral al esti­lo occi­den­tal no apa­re­ce en Chi­na. La pren­sa bur­gue­sa cuen­ta con luci­dez la indi­fe­ren­cia de los chi­nos hacia nues­tros capri­chos. Se pue­de leer en Les Echos, por ejem­plo, que los occi­den­ta­les «han come­ti­do el error de pen­sar que en Chi­na el capi­ta­lis­mo de Esta­do podría ceder el paso al capi­ta­lis­mo de mer­ca­do». ¿Qué se repro­cha en defi­ni­ti­va a los chinos?

La res­pues­ta no deja de sor­pren­der en las colum­nas de un sema­na­rio libe­ral: «Chi­na no tie­ne la mis­ma noción del tiem­po que los euro­peos y los ame­ri­ca­nos. ¿Un ejem­plo? Nun­ca una empre­sa occi­den­tal finan­cia­ría un pro­yec­to que no fue­ra ren­ta­ble. No es el caso de Chi­na, que pien­sa a lar­go pla­zo. Con su poder finan­cie­ro públi­co acu­mu­la­do des­de hace dos dece­nios, Chi­na no se preo­cu­pa prio­ri­ta­ria­men­te de una ren­ta­bi­li­dad a cor­to pla­zo si sus intere­ses estra­té­gi­cos lo exi­gen». Des­pués el ana­lis­ta de Les Echos con­clu­ye: «Así es mucho más fácil que el Esta­do man­ten­ga el con­trol de la eco­no­mía. Lo que es impen­sa­ble en el sis­te­ma capi­ta­lis­ta tal y como lo prac­ti­ca Occi­den­te no lo es en Chi­na». ¡No se pue­de decir mejor!

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Obvia­men­te este des­te­llo de luci­dez es poco habi­tual. Cam­bia la leta­nía acos­tum­bra­da según la cual la dic­ta­du­ra comu­nis­ta es abo­mi­na­ble, Xi Jin­ping es dios, Chi­na se des­mo­ro­na bajo la corrup­ción, su eco­no­mía se tam­ba­lea, su deu­da es abis­mal y su tasa de cre­ci­mien­to se halla a media asta. Un esca­pa­ra­te de tópi­cos y fal­sas evi­den­cias en apo­yo de la visión que dan de Chi­na los medios domi­nan­tes que pre­ten­den enten­der a Chi­na según cate­go­rías pre­es­ta­ble­ci­das muy apre­cia­das en el peque­ño mun­do mediá­ti­co. ¿Comu­nis­ta, capi­ta­lis­ta, un poco de ambos u otra cosa? En las esfe­ras mediá­ti­cas pier­den los chi­nos. Es difí­cil admi­tir, sin duda, que un país diri­gi­do por un par­ti­do comu­nis­ta haya con­se­gui­do en 30 años mul­ti­pli­car por 17 su PIB por habi­tan­te. Nin­gún país capi­ta­lis­ta lo ha con­se­gui­do nunca.

Como de cos­tum­bre los hechos son tes­ta­ru­dos. El Par­ti­do Comu­nis­ta de Chi­na no renun­cia a su papel diri­gen­te en la socie­dad y pro­por­cio­na su arma­zón a un Esta­do fuer­te. Here­de­ro del maoís­mo, este Esta­do con­ser­va el con­trol de la polí­ti­ca mone­ta­ria y del sis­te­ma ban­ca­rio. Rees­truc­tu­ra­do en los años 90, el sec­tor públi­co sigue sien­do la colum­na ver­te­bral de la eco­no­mía chi­na, repre­sen­ta el 40% de los acti­vos y el 50% de los bene­fi­cios gene­ra­dos por la indus­tria, pre­do­mi­na en el 80 – 90% en los sec­to­res estra­té­gi­cos: side­rur­gia, petró­leo, gas, elec­tri­ci­dad, ener­gía nuclear, infra­es­truc­tu­ras, trans­por­tes, arma­men­to. En Chi­na todo lo que es impor­tan­te para el desa­rro­llo del país y para su pro­yec­ción inter­na­cio­nal está estre­cha­men­te con­tro­la­do por el Esta­do sobe­rano. Un pre­si­den­te de la Repú­bli­ca chi­na nun­ca mal­ven­de­ría al capi­ta­lis­mo esta­dou­ni­den­se una joya indus­trial com­pa­ra­ble a Als­tom, ofre­ci­da por Macron envuel­ta en papel de regalo.

Si se lee la reso­lu­ción final del Deci­mo­no­veno Con­gre­so del Par­ti­do Comu­nis­ta Chino (octu­bre de 2017), se com­prue­ba la ampli­tud de los desa­fíos. Cuan­do dicha reso­lu­ción afir­ma que «el Par­ti­do debe unir­se para alcan­zar la vic­to­ria deci­si­va de la edi­fi­ca­ción inte­gral de la socie­dad de cla­se media, hacer que triun­fe el socia­lis­mo chino de la nue­va era y luchar sin des­can­so para lograr el sue­ño chino de la gran reno­va­ción del país», hay que tomar esas decla­ra­cio­nes en serio. En Occi­den­te la visión de Chi­na está oscu­re­ci­da por las ideas reci­bi­das. Se ima­gi­na que la aper­tu­ra a los mer­ca­dos inter­na­cio­na­les y la pri­va­ti­za­ción de nume­ro­sas empre­sas hacen doblar las cam­pa­nas por el «socia­lis­mo chino». Nada más lejos de la reali­dad. Para los chi­nos esa aper­tu­ra es la con­di­ción del desa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas, no el pre­lu­dio de un cam­bio sis­té­mi­co. Las refor­mas eco­nó­mi­cas han per­mi­ti­do salir de la pobre­za a 700 millo­nes de per­so­nas, es decir, el 10% de la pobla­ción mun­dial. Pero se ins­cri­ben en una pla­ni­fi­ca­ción a lar­go pla­zo en la que el Esta­do chino con­ser­va el con­trol. Hoy nue­vos desa­fíos espe­ran al país: la con­so­li­da­ción del mer­ca­do inte­rior, la reduc­ción de las des­igual­da­des, el desa­rro­llo de las ener­gías ver­des y la con­quis­ta de las altas tecnologías.

Al con­ver­tir­se en la pri­me­ra poten­cia eco­nó­mi­ca del mun­do, la Chi­na popu­lar eli­mi­na el pre­ten­di­do «fin de la his­to­ria». Envía al segun­do pues­to a un Esta­dos Uni­dos mori­bun­do mina­do por la des­in­dus­tria­li­za­ción, el sobre­en­deu­da­mien­to, el des­mo­ro­na­mien­to social y el fra­ca­so de sus aven­tu­ras mili­ta­res. Al con­tra­rio que Esta­dos Uni­dos Chi­na es un impe­rio sin impe­ria­lis­mo. Ubi­ca­do en el cen­tro del mun­do, el Impe­rio del Medio no nece­si­ta expan­dir sus fron­te­ras. Res­pe­tuo­sa del dere­cho inter­na­cio­nal, Chi­na se con­for­ma con defen­der su esfe­ra de influen­cia natu­ral. No prac­ti­ca el «cam­bio de régi­men» en el extran­je­ro. ¿No quie­ren vivir como los chi­nos? No impor­ta, ellos no pre­ten­den con­ver­tir­los. Cen­tra­da en sí mis­ma, Chi­na no es con­quis­ta­do­ra ni pro­se­li­tis­ta. Los occi­den­ta­les libran una bata­lla con­tra su pro­pio decli­ve mien­tras los chi­nos hacen nego­cios para desa­rro­llar su país. En los últi­mos trein­ta años Chi­na no ha hecho nin­gu­na gue­rra y ha mul­ti­pli­ca­do su PIB por 17. En el mis­mo perío­do Esta­dos Uni­dos ha empren­di­do una dece­na de gue­rras y ha pre­ci­pi­ta­do su deca­den­cia. Los chi­nos han erra­di­ca­do la pobre­za mien­tras Esta­dos Uni­dos des­es­ta­bi­li­za la eco­no­mía mun­dial y vive a cré­di­to. En Chi­na retro­ce­de la mise­ria mien­tras en Esta­dos Uni­dos avan­za. Nos gus­te o no el «socia­lis­mo chino» humi­lla al capi­ta­lis­mo occi­den­tal. Deci­di­da­men­te el «fin de la his­to­ria» pue­de ocul­tar otro.

Bruno Gui­gue

29 de noviem­bre de 2018

Tra­du­ci­do del fran­cés para Rebe­lión por Caty R.

Fuen­te: https://​www​.legrand​soir​.info/​l​e​-​s​o​c​i​a​l​i​s​m​e​-​c​h​i​n​o​i​s​-​e​t​-​l​e​-​m​y​t​h​e​-​d​e​-​l​a​-​f​i​n​-​d​e​-​l​-​h​i​s​t​o​i​r​e​.​h​tml

  1. Fran­cis Fuku­ya­ma: La fin de l’Histoire et le der­nier hom­me, 1993, Flammarion.
  2. Michel Agliet­ta et Guo Bai: La Voie chi­noi­se, capi­ta­lis­me et empi­re, Odi­le Jacob, 2012, p.17.
  3. Ibi­dem, p. 186.
  4. Valé­rie Niquet: «La Chi­ne res­te un régi­me com­mu­nis­te et léni­nis­te», Fran­ce TV Info, 18 octo­bre 2017.
  5. Jean-Louis Bef­fa: «La Chi­ne, pre­miè­re alter­na­ti­ve cré­di­ble au capi­ta­lis­me», Cha­llen­ges, 23 juin 2018.
  6. Domi­ni­que de Ram­bu­res: La Chi­ne, une transition à haut ris­que, Edi­tions de l’Aube, 2016, p. 33.
  7. Phi­lip­pe Barret: N’ayez pas peur de la Chi­ne!, Robert Laf­font, 2018, p. 230.
  8. Michel Agliet­ta et Guo Bai: op. cit., p.117.
  9. Richard Hiaut: «Com­ment la Chi­ne a dupé Amé­ri­cains et Euro­péens à l’OMC», Les Echos, 6 jui­llet 2018.

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