La dic­ta­du­ra del algo­rit­mo. La hege­mo­nía está en jue­go todos los días

Entre­vis­ta a Ernes­to Esté­vez Rams1

Ante el arri­bo masi­vo de la pobla­ción cuba­na a las redes socia­les digi­ta­les, ¿cómo se va estruc­tu­ran­do la con­quis­ta de la sub­je­ti­vi­dad de esa nue­va masa de usua­rios polí­ti­ca­men­te significativos?

Cuba está inmer­sa en una gue­rra ideo­ló­gi­ca, y cuan­do digo ideo­ló­gi­ca quie­ro decir una gue­rra de ideas; no de aho­ra, ni a par­tir del uso de las redes socia­les digi­ta­les, sino des­de hace 60 años. Inclu­so, des­de antes, cuan­do nues­tro país, enton­ces neo­co­lo­nia, resul­tó ser un cam­po de expe­ri­men­ta­ción ideo­ló­gi­ca del impe­ria­lis­mo esta­dou­ni­de­se. Fui­mos uno de los pri­me­ros paí­ses lati­no­ame­ri­ca­nos don­de pene­tran la radio, la tele­vi­sión, los cómics. Uno de los pri­me­ros paí­ses de la región don­de se uti­li­zó la publi­ci­dad tele­vi­si­va y se hicie­ron expe­ri­men­tos para medir su efec­ti­vi­dad. Esto per­mi­tió pro­bar las mane­ras de intro­du­cir deter­mi­na­das ideas en la pobla­ción, influir sobre una masa impor­tan­te de ella con deter­mi­na­dos men­sa­jes y que estos pasa­ran a ser, de mane­ra «natu­ral», par­te del sen­ti­do común de esa pobla­ción, inte­grán­do­se a sus referentes.

Por lo tan­to, este no es un fenó­meno nue­vo. Lo que ha ido cam­bian­do son los esce­na­rios y los medios, en la medi­da en que la tec­no­lo­gía ha ido avan­zan­do, y cuan­do digo tec­no­lo­gía no solo me refie­ro al equi­pa­mien­to, sino a téc­ni­cas de la psi­co­lo­gía, la socio­lo­gía, la antro­po­lo­gía. En la medi­da en que estas se han ido desa­rro­llan­do, en esa mis­ma medi­da ha ido cam­bian­do la mane­ra de hacer ese dis­cur­so con el mis­mo obje­ti­vo de pro­du­cir un esta­do de cosas deseado.

Es un fenó­meno que se exa­cer­ba cuan­do triun­fa la Revo­lu­ción, y ade­más cam­bia su natu­ra­le­za. Lo que era un meca­nis­mo gene­ral de influen­cia ideo­ló­gi­ca, pasa a tener un obje­ti­vo muy con­cre­to, que es el derro­ca­mien­to de un movi­mien­to social y de una revo­lu­ción estruc­tu­ral en un país de Amé­ri­ca Lati­na. Eso cam­bia por com­ple­to la mane­ra en que se esta­ba enfo­can­do el asun­to y Esta­dos Uni­dos comien­za a ver por pri­me­ra vez des­de la pri­me­ra inter­ven­ción esta­dou­ni­den­se, al Esta­do cubano como su enemi­go. El impe­ria­lis­mo esta­dou­ni­de­se había sido un enemi­go del pue­blo como fac­tor social, pero el Esta­do cubano había sido su cóm­pli­ce. A par­tir de ese momen­to es su enemi­go. Por lo tan­to, imple­men­ta en su con­tra todas sus herra­mien­tas, tan­to de vio­len­cia físi­ca, como de vio­len­cia simbólica.

En un momen­to den­tro de ese esce­na­rio his­tó­ri­co ocu­rre otro cam­bio muy impor­tan­te, que es cuan­do el socia­lis­mo sovié­ti­co y su entorno —«el socia­lis­mo que real­men­te exis­tió», como lo lla­mó Eric Hobs­bawm— son derro­ta­dos. Eso impli­có un cam­bio impor­tan­te por­que muchos refe­ren­tes que se tenían has­ta ese momen­to se derrum­ba­ron. Glo­bal­men­te comien­zan a expan­dir­se mucho más en el entra­ma­do cul­tu­ral y de las cien­cias socia­les las ideas hete­ro­gé­neas que se habían ido agru­pan­do duran­te años bajo un nom­bre gené­ri­co: el pos­mo­der­nis­mo. Aquí se ins­tru­men­ta­li­zan muchas ideas por par­te del capi­ta­lis­mo que se venían tra­ba­jan­do mayor­men­te en los espa­cios aca­dé­mi­cos. Salen de esos espa­cios y las ins­tru­men­ta­li­zan como armas ideo­ló­gi­cas en un con­tex­to de eufo­ria, don­de habían gana­do; y en el que por lo tan­to con­si­de­ra­ban que había que­da­do cla­ra la supe­rio­ri­dad del capi­ta­lis­mo sobre el socialismo. 

Enton­ces lo que se plan­tean es una ofen­si­va final con­tra lo que que­da­ba, los rema­nen­tes de lo que esos ideó­lo­gos del capi­ta­lis­mo veían como los últi­mos reduc­tos de resis­ten­cia de ese enemi­go que habían teni­do duran­te años.

Muy poco des­pués lle­ga la revo­lu­ción de inter­net, que per­mi­te una socia­li­za­ción de la infor­ma­ción sin paran­gón en la his­to­ria de la huma­ni­dad. Enton­ces el dis­cur­so ideo­ló­gi­co pos­mo­der­nis­ta se adap­ta a la reali­dad nacien­te de inter­net, y lue­go a la diná­mi­ca apa­ren­te­men­te glo­bal de las redes socia­les digi­ta­les que dan la ilu­sión de ser glo­ba­les, pero real­men­te no lo son, aun­que agru­pan a millo­nes de per­so­nas que de otra mane­ra no hubie­ran teni­do comu­ni­ca­ción entre ellas, ni se hubie­ran cono­ci­do, y hacen que vayan encon­tran­do pun­tos de con­fluen­cia en aspec­tos comu­nes y que esas per­so­nas se iden­ti­fi­quen en deter­mi­na­das áreas, pue­den ser la moda, la músi­ca, la lite­ra­tu­ra, la política.

Como es una herra­mien­ta difí­cil de impe­dir que lle­gue a las per­so­nas, por­que cen­su­rar inter­net es algo que evi­den­te­men­te no tie­ne nin­gún sen­ti­do, esa vie­ja gue­rra ideo­ló­gi­ca pone enton­ces su peso fun­da­men­tal en las redes.

Cuan­do abri­mos nues­tras redes, ¿qué ele­men­tos de esa pos­mo­der­ni­dad nos encon­tra­mos ahí y cómo fun­cio­nan den­tro de esa gue­rra ideo­ló­gi­ca? Encon­tra­mos, por ejem­plo, la rela­ti­vi­za­ción del cono­ci­mien­to. Eso no es nue­vo, la sim­pli­fi­ca­ción del cono­ci­mien­to es algo vie­jo. Al capi­ta­lis­mo no le intere­sa que se pien­se, al capi­ta­lis­mo lo que le intere­sa es que se con­su­ma, pero aho­ra lo que quie­re es que se con­su­man ideas. Para que las ideas sean con­su­mi­bles debe redu­cir­las, con­ver­tir­las en algo repe­ti­ti­vo. Lograr que se vean las ideas aje­nas como pro­pias y que el recep­tor se con­vier­ta en reproductor.

La rela­ti­vi­za­ción del cono­ci­mien­to es qui­tar las jerar­quías en el abor­da­je de las cosas. Voy a poner un ejem­plo: en las redes socia­les se igua­la la opi­nión de una per­so­na que ha dedi­ca­do vien­te años a estu­diar a Sha­kes­pea­re, que ha leí­do y ana­li­za­do todas sus obras, al mis­mo nivel de una per­so­na que nun­ca ha leí­do nin­gu­na, pero ha vis­to una pelí­cu­la basa­da en una obra de Sha­kes­pea­re. La inten­ción es que en esa fal­sa igual­dad esas dos opi­nio­nes sean teni­das en cuen­ta al mis­mo nivel; no quie­re decir que uno des­pre­cie una opi­nión u otra, sino que esas dos opi­nio­nes no tie­nen el mis­mo nivel. Para eso es nece­sa­rio sim­pli­fi­car los men­sa­jes; tie­nen que ser sencillos.

Se sus­ti­tu­ye la pro­fun­di­dad de una idea, con su sim­pli­fi­ca­ción y se crea la ilu­sión de que domi­nar esa sim­pli­fi­ca­ción le hace a uno ser exper­to en la materia.

¿Eso no pue­de cues­tio­nar­se a tra­vés de la demo­cra­ti­za­ción que nos dan las redes?

El tema es que las redes no son demo­crá­ti­cas. Las redes crean la ilu­sión de ser demo­crá­ti­cas. Voy a poner otro ejem­plo, con el que cada uno de noso­tros se pue­de hacer un auto­exa­men. Cual­quie­ra dice: «Las redes nos han glo­ba­li­za­do, aho­ra pue­do acce­der a toda la infor­ma­ción del mun­do». Y es ver­dad que está ahí, pero… ¿acce­de­mos?, ¿a cuán­tas pági­nas web de Áfri­ca entra­mos?, ¿a cuán­tas de Asia?, ¿cuá­les son las modas que impor­ta­mos de las redes? Es cier­to que se pue­de ir a bus­car cuál es la moda en este momen­to en Ken­ya pero, ¿lo hace­mos? No. Pode­mos cono­cer la músi­ca que se está escu­chan­do en Gua­te­ma­la. ¿Lo hace­mos? Tam­po­co. Te ven­den la idea de que pue­des acce­der a toda la infor­ma­ción, pero saben que no lo vas a hacer. Vas a acce­der a una infor­ma­ción para la cual te han con­di­cio­na­do, para con­su­mir esa y no otra. Por tan­to, la demo­cra­ti­za­ción de las redes es fal­sa, ya que te entie­rra bajo una mon­ta­ña de infor­ma­ción aque­lla que no intere­sa que captures. 

¿A cuán­tas pági­nas con­tra­he­ge­mó­ni­cas las per­so­nas acce­den? Sin embar­go, sí acce­de­mos a las más inme­dia­tas, a las que cons­tan­te­men­te nos están invadiendo.

Goo­gle crea la ilu­sión de que la per­so­na sale a bus­car la infor­ma­ción cuan­do en reali­dad la infor­ma­ción se le trae. Detrás de eso hay algo­rit­mos, para visi­bi­li­zar con­te­ni­dos espe­cí­fi­cos en depen­den­cia de las bús­que­das que las per­so­nas hacen.

En el caso de Face­book haces una publi­ca­ción en tu muro y te empie­zan a lle­gar post de otras per­so­nas que a lo mejor tú no habías vis­to, pero que están repi­tien­do el mis­mo men­sa­je, así te lle­gan con­te­ni­dos que refuer­zan tu opi­nión, y se crea un efec­to reba­ño. Y tú dices: «No soy el úni­co que pien­sa así, mira cuan­ta gen­te pien­sa igual que yo, por lo tan­to debo tener razón, cuan­do hay tan­ta gen­te que pien­sa lo mis­mo». Enton­ces men­sa­jes que pue­den tener un aná­li­sis más racio­nal, o sim­ple­men­te de otro tipo, a mí no me apa­re­cen con la mis­ma fre­cuen­cia. Me apa­re­cen solo aque­llos que reafir­man mi men­sa­je. A veces uno dice: «Me están leyen­do la men­te». No te están leyen­do la men­te, lo estás hablan­do, lo vas dicien­do con tus hábi­tos de uso de la red y a par­tir de ahí te van con­for­man­do un men­sa­je. No hay que pen­sar que detrás de eso hay una men­te maquia­vé­li­ca con­cre­ta que está sen­ta­da detrás de una compu­tado­ra vien­do qué es lo que uno está hacien­do. Son algo­rit­mos que sim­ple­men­te van vien­do ese com­por­ta­mien­to y van con­for­man­do con­te­ni­dos gene­ra­dos por otras per­so­nas, y que los algo­rit­mos van iden­ti­fi­can­do y ubi­can­do para ti.

Esos algo­rit­mos se pue­den sin­to­ni­zar para obje­ti­vos muy con­cre­tos: con solo saber que la per­so­na está acce­dien­do des­de Cuba, bas­ta para que le lle­guen deter­mi­na­dos men­sa­jes. Uno no pue­de olvi­dar el hecho de que detrás de esto hay una maqui­na­ria, que en el caso de Cuba está finan­cia­da, con obje­ti­vos muy con­cre­tos. A veces noso­tros deci­mos: «Esta­dos Uni­dos en su pre­su­pues­to ha pues­to una can­ti­dad de dine­ro para la sub­ver­sión en Cuba y ha crea­do una task for­ce para el tema de las redes», y lo deja­mos en abs­trac­to. Bueno, ¿y a dón­de va ese dine­ro? ¿Qué se hace con él? Eso no nos lo dicen. Pero lo que está cla­ro es que ese dine­ro no es para com­prar pomos de agua. Ese dine­ro es para crear pro­duc­tos en par­ti­cu­lar, lle­gar a per­so­nas en particular.

¿Por qué has cali­fi­ca­do a los medios digi­ta­les dedi­ca­dos a esa gue­rra con­tra Cuba como «dis­po­si­ti­vos de irri­ta­ción» en vez de medios de comunicación?

Por­que hacen una geren­cia del dis­gus­to, o sea, nece­si­tan que la pobla­ción siem­pre esté dis­gus­ta­da por algo y fíja­te para estar dis­gus­ta­do aquí hay muchas cosas, sobran los temas para estar dis­gus­ta­do, no hay una socie­dad don­de no sobren los temas para estar dis­gus­ta­do, la nues­tra como cual­quier otra tie­ne muchos temas para dis­gus­tar­se. ¿Cómo mane­jan la geren­cia del dis­gus­to? Lo van foca­li­zan­do en dis­tin­tas áreas. Lo sacan de un tema, y lo ponen en otro, y cuan­do ese se des­ar­ma lo ponen en otro, y lue­go en otro… Su inten­ción es que tú cons­tan­te­men­te estés dis­gus­ta­do. Recuer­da que el dis­cur­so de las redes es un dis­cur­so emo­cio­nal, lo que quie­ren es que reac­cio­nes emocionalmente.

Una de las cosas más impor­tan­tes de las redes es crear res­pues­tas emo­cio­na­les, no res­pues­tas racio­na­les. No se tra­ta de que la gen­te pien­se sobre el tema y lle­gue a una con­clu­sión, sino que la gen­te res­pon­da de acuer­do a las emo­cio­nes. Al mis­mo tiem­po, una de las carac­te­rís­ti­cas pos­mo­der­nas es tra­tar de que pon­de­re la anéc­do­ta sobre lo sistemático.

Para eso se toman fenó­me­nos que ocu­rren en otros paí­ses, le qui­tan el con­tex­to en el que ocu­rre ese fenó­meno y le tra­zan un para­le­lo con lo que ocu­rre en el nues­tro, y para eso nece­si­tan la anéc­do­ta, por­que la anéc­do­ta no da el con­tex­to. Se enfo­ca la anéc­do­ta de algo que pasó en Esta­dos Uni­dos, que es refle­jo de una cues­tión sis­té­mi­ca de racis­mo por par­te de los órga­nos repre­so­res de ese país, y se toma una anéc­do­ta en Cuba como pue­de ser el hecho lamen­ta­ble de una per­so­na negra que falle­ció en un inter­cam­bio con un poli­cía; se hace un para­le­lo entre las dos para trans­mi­tir la idea de que la vio­len­cia ocu­rri­da aquí es igual a la vio­len­cia que se pro­du­ce allá.

Esa uti­li­za­ción de los algo­rit­mos —aun­que en más de una oca­sión se ha reve­la­do su uso polí­ti­co— en el caso de otros paí­ses pudie­ra estar enca­mi­na­do a un uso publi­ci­ta­rio comer­cial, para ven­der una cami­se­ta de fút­bol o un via­je en un cru­ce­ro. En el caso de los cuba­nos, ¿qué nos venderían?

Nos ven­den la derro­ta de nues­tro sis­te­ma social. Lo que nos quie­ren ven­der es que nues­tro sis­te­ma social es inope­ran­te, que nues­tro Esta­do es inope­ran­te, y que los obje­ti­vos de la Revo­lu­ción no tie­nen sen­ti­do. Por lo tan­to, lo que quie­ren derro­tar es la ilu­sión. El derrum­be de un pro­yec­to de nación que Cuba ha ido cons­tru­yen­do duran­te 60 años. Eso es lo que nos quie­ren ven­der. Y fíja­te, tú habla­bas del tema de que en otro lugar lo que ven­den es deter­mi­na­do pro­duc­to comer­cial. Par­te de ese men­sa­je ideo­ló­gi­co tam­bién pasa por ahí. Nos ven­den comer­cial­men­te deter­mi­na­dos sím­bo­los, de éxi­to, de pros­pe­ri­dad; que el obje­ti­vo en la vida se redu­ce a esas cosas sobre la base de la exa­cer­ba­ción del indi­vi­dua­lis­mo, del éxi­to per­so­nal como sum­mun de las aspi­ra­cio­nes huma­nas. El men­sa­je de que toda ilu­sión social es peli­gro­sa, toda aque­lla que no sea una ilu­sión indi­vi­dual. La idea de que todas las narra­ti­vas y aspi­ra­cio­nes huma­nas que han sido sobre la base de aspi­ra­cio­nes gran­des, sobre la base de valo­res socia­les uni­ver­sa­les, son peli­gro­sas y ade­más fra­ca­sa­das, no lle­van a nin­gún lugar. Hay un ele­men­to sobre el cual yo insis­to siem­pre y es que el capi­ta­lis­mo como sis­te­ma dejó hace tiem­po de ven­der­se a sí mis­mo. Des­de El 18 Bru­ma­rio…, Marx lo decía: el capi­ta­lis­mo dejó de ven­der­nos que un mun­do mejor es posi­ble. Aho­ra nos está ven­dien­do la idea de que no hay mun­do mejor que el que tene­mos: el capi­ta­lis­ta. Por lo tan­to, se está empe­ñan­do en mos­trar­nos que toda alter­na­ti­va es peor que lo que tene­mos hoy.

El capi­ta­lis­mo ha logra­do per­fec­cio­nar mucho sus herra­mien­tas de tra­ba­jo, ellos siem­pre están secues­tran­do las cosas que están ocu­rrien­do en su entorno para qui­tar­le el filo trans­for­ma­dor y para con­ver­tir­lo en un ins­tru­men­to del sis­te­ma repro­duc­tor. Lo hicie­ron con las famo­sas pri­ma­ve­ras ára­bes, que es algo que están tra­tan­do deses­pe­ra­da­men­te de repro­du­cir en Cuba, toman­do el ejem­plo exi­to­so de lo que ocu­rrió en otros paí­ses, una espe­cie de pri­ma­ve­ra que dé al tras­te con el Esta­do y la Revolución.

Nos quie­ren lle­var el men­sa­je de que es posi­ble una socie­dad, que no es la nues­tra, una socie­dad a la que, por supues­to, ellos no le dicen capi­ta­lis­ta, por­que al capi­ta­lis­mo no le gus­ta men­cio­nar­se. Que es posi­ble una socie­dad en Cuba que ten­ga las pres­ta­cio­nes socia­les que tie­ne nues­tra socie­dad, pero en un con­tex­to que no sea socia­lis­ta. Esa idea nos la ven­den cons­tan­te­men­te. Es una ilu­sión. Es fal­so. Eso no se ha logra­do en nin­gún país de Amé­ri­ca Lati­na, en nin­gún país de Áfri­ca. Si fue­ra posi­ble man­te­ner los índi­ces de edu­ca­ción, si es posi­ble man­te­ner los índi­ces de salud, de nues­tros ser­vi­cios socia­les —y le pode­mos hacer una lis­ta más lar­ga — , si es posi­ble eso, ¿por qué no lo han hecho en otros luga­res? Sin embar­go, nos ven­den la idea de que sería posi­ble en Cuba.

Eso nos lle­va a una de las cosas más comu­nes en esta gue­rra con­tra Cuba: la crea­ción de los extre­mos. Nos quie­ren crear la idea de que hay dos extre­mos: uno, el extre­mo de dere­cha recal­ci­tran­te que qui­sie­ra derrum­bar esto de una mane­ra bur­da y retro­traer­nos a una reali­dad semi­feu­dal o algo por el esti­lo, y por lo tan­to, espan­ta a la gen­te; y el otro, un extre­mo de izquier­da radi­cal, que tam­bién es enemi­go y que se toca con el otro extre­mo; por lo tan­to la ver­dad esta­ría en el cen­tro, el camino esta­ría en el cen­tro. Es pre­ci­sa­men­te ese cen­tro quien dice: «Pudié­ra­mos coger lo bueno del socia­lis­mo cubano, com­bi­nar­lo con los ele­men­tos de la demo­cra­cia libe­ral bur­gue­sa y crear una socie­dad ideal que ten­ga todo eso». El pri­mer men­tís a eso ya te lo dije: ¿Por qué no lo han hecho? Nin­gún país lo ha hecho, cada vez que un país se ha pro­pues­to algo como eso no ha teni­do resul­ta­do. Los paí­ses capi­ta­lis­tas desa­rro­lla­dos que han logra­do están­da­res de vida altos, lo han hecho en con­tex­tos que ya no exis­ten y sobre la base de inser­tar­se en sis­te­mas mun­dia­les de des­igual­dad. Nin­gún país capi­ta­lis­ta desa­rro­lla­do es ajeno como pro­duc­to a la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta glo­bal sobre el mun­do sub­de­sa­rro­lla­do. Revi­sen los flu­jos finan­cie­ros, ¿hacia que ban­cos van los flu­jos finan­cie­ros?; revi­sen de don­de son las empre­sas glo­ba­les de expor­ta­ción de armas; revi­sen quie­nes son —apar­te de los ban­cos esta­dou­ni­den­ses— los acree­do­res de las deu­das del Ter­cer Mun­do; revi­sen de don­de son algu­nas de las empre­sas más depre­da­do­ras que actúan en Áfri­ca o en Amé­ri­ca Lati­na; revi­sen los miem­bros de la OTAN y los alia­dos de Esta­dos Uni­dos en sus aven­tu­ras des­de la caí­da de la Unión Sovié­ti­ca. Hay muchas sor­pre­sas que encon­trar allí, entre ellas varios paí­ses que gus­tan de pre­sen­tar­se como aje­nos a explo­ta­ción algu­na y como paraí­sos de rea­li­za­ción social.

¿El papel de los «líde­res de opi­nión», de los «perio­dis­tas inde­pen­dien­tes», que se pre­sen­tan como una supues­ta alter­na­ti­vi­dad, sería enton­ces hacer de emi­so­res y por­ta­vo­ces de estos men­sa­jes ideológicos?

Hay una cons­truc­ción mediá­ti­ca en Cuba de cosas que se ensa­ya­ron en otros luga­res, por ejem­plo, los líde­res de opi­nión en las revo­lu­cio­nes de colo­res, líde­res vir­tua­les, que lla­ma­ban a deter­mi­na­da acción social y polí­ti­ca en las redes, pero muchos de ellos no eran acto­res reales. Muchas veces son lide­raz­gos solo vir­tua­les, por­que ese líder de las redes, en la vida real y en el con­tex­to coti­diano, no es un líder. Es un lide­raz­go fal­so cons­trui­do en las redes.

¿Cómo se cons­tru­ye esa alter­na­ti­vi­dad? Una de las cosas curio­sas de la alter­na­ti­vi­dad es que se cons­tru­ye en fun­ción de los opues­tos, por eso nece­si­tan los dos extre­mos. Nece­si­tan cons­truir su alter­na­ti­vi­dad en fun­ción de la cons­truc­ción de enemi­gos, en pri­mer lugar, para vic­ti­mi­zar­se: «Soy la víc­ti­ma de los extre­mos»; en segun­do lugar, por­que nece­si­tan esos extre­mos para poder colo­car su dis­cur­so, si los extre­mos no exis­ten, ese dis­cur­so que­da com­ple­ta­men­te vacío.

Hoy en día se da un fenó­meno que no había ocu­rri­do antes de esta mane­ra, que es iné­di­to, y es natu­ra­li­zar lo que has­ta hace unos años en este país tenía un estig­ma tre­men­do: con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio. Cuan­do alguien reci­bía finan­cia­mien­to del exte­rior para influir sobre Cuba, sobre la opi­nión públi­ca, para hacer acti­vi­dad con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria, eso arras­tra un estig­ma tre­men­do en este país. Aho­ra inten­tan borrar ese estig­ma, decir que ya no es impor­tan­te que se reci­ba dine­ro de enti­da­des pri­va­das y públi­cas de Esta­dos Uni­dos o de otros paí­ses —por­que tam­bién han diver­si­fi­ca­do las fuen­tes, ya no vie­ne el dine­ro direc­ta­men­te de los Esta­dos Uni­dos sino de paí­ses euro­peos o lati­no­ame­ri­ca­nos — . Pre­ten­den natu­ra­li­zar­lo: «Eso no es impor­tan­te, eso no me ha qui­ta­do inde­pen­den­cia»; y uno los escu­cha y se pre­gun­ta: ¿De cuan­do a acá el que paga no man­da? Pero tú ves como arman el dis­cur­so de que eso no les qui­ta inde­pen­den­cia: «Ellos nun­ca me dicen lo que ten­go que decir». Cla­ro que no, por­que no hace fal­ta que se lo digan, ni nece­si­tan for­zar­los, sen­ci­lla­men­te saben que si no siguen esa línea edi­to­rial no van a tener el financiamiento.

Hoy en día se dice con fre­cuen­cia «la socie­dad cuba­na es muy diver­sa». ¿Qué situa­cio­nes pro­pias de esa diver­si­dad han ayu­da­do a la expan­sión de este tipo de guerra?

Noso­tros en estas cosas tene­mos que ser muy cla­ros y hones­tos, por eso ten­go que decir que muchos de estos fenó­me­nos ocu­rren y se han desa­rro­lla­do sobre la base de nues­tros pro­pios erro­res. Sobre la base de no dar­nos cuen­ta de que hay un con­tex­to dis­tin­to, de que muchas veces no hemos tra­ba­ja­do de mane­ra correc­ta para ganar­nos y para man­te­ner del lado de la Revo­lu­ción a per­so­nas, a deter­mi­na­dos colec­ti­vos y lo que hemos hecho es espan­tar­los por acti­tu­des de per­so­nas que han sido inco­rrec­tas, que han sido sec­ta­rias, eso ha ocu­rri­do y uno no le pue­de dar la espal­da a eso.

Pero tam­bién den­tro de todo este mare­mág­num de ideas hay una inten­cio­na­li­dad de hacer que dis­cur­sos con­tes­ta­ta­rios que pue­den ser muy revo­lu­cio­na­rios, muy correc­tos en un momen­to deter­mi­na­do, ter­mi­nen sien­do dis­cur­sos que se pasen al enemi­go; en esas bata­llas noso­tros hemos per­di­do unas cuantas.

No las hemos per­di­do por­que el enemi­go haya sido más efec­ti­vo que noso­tros —que lo ha sido — , las hemos per­di­do por­que noso­tros no hemos sabi­do enfren­tar­las. Enton­ces, de mane­ra gra­dual, lo van pasan­do al enemi­go, y algo que sur­gió como una posi­ble alter­na­ti­va no cana­li­za­da a tra­vés de las orga­ni­za­cio­nes de masas u orga­ni­za­cio­nes polí­ti­cas del país, que es váli­da una alter­na­ti­va inde­pen­dien­te a ellas —si la inde­pen­den­cia la vamos a ver en ese sen­ti­do — , ter­mi­na sien­do algo que cae en las redes de otra ofi­cia­li­dad, de la ofi­cia­li­dad que te finan­cia, que no es cuba­na, que vie­ne de otro lugar. Así hay blogs y medios digi­ta­les en los que el dis­cur­so se va trans­for­man­do poco a poco, a veces de mane­ra muy cal­cu­la­da, que su pro­ce­so de trans­for­ma­ción ha sido dise­ña­do, van trans­for­mán­do­se has­ta lle­gar a deter­mi­na­da línea edi­to­rial, por­que las per­so­nas que diri­gen estos medios ya tie­nen un pro­pó­si­to cla­ro de pasar­se al enemigo.

A la gue­rra de cuar­ta gene­ra­ción a veces la vemos como el enemi­go, el enemi­go, el enemi­go. Mira, ese enemi­go no pue­de meter cabe­za si noso­tros no lo deja­mos; lo logra por­que tene­mos vul­ne­ra­bi­li­da­des y come­te­mos erro­res. Los segui­re­mos come­tien­do por­que come­ter erro­res es algo con­sus­tan­cial al hecho de actuar. El error más gran­de es no hacer nada. Tene­mos erro­res en el fun­cio­na­mien­to de la socie­dad, al enfren­tar diná­mi­cas socia­les muy com­ple­jas. Esto ocu­rre en medio de la ten­sión en que todos vivi­mos en lo coti­diano, inclu­yen­do las per­so­nas que tie­nen que tomar las deci­sio­nes. La inmen­sa mayo­ría de nues­tros fun­cio­na­rios, esos que son tan vili­pen­dia­dos, están some­ti­dos a los mis­mos nive­les de estrés coti­diano a los que esta­mos some­ti­dos noso­tros. Son per­so­nas que cuan­do salen del tra­ba­jo tie­nen que hacer las mis­mas colas, se enfren­tan a los mis­mos pro­ble­mas, se les va la elec­tri­ci­dad como se le va a cual­quie­ra, por tan­to, muchos de estos erro­res son par­te de que no hay una diná­mi­ca social ideal y que las per­so­nas son seres indi­vi­dua­les que lle­gan a un momen­to deter­mi­na­do de su vida con toda una mochi­la cul­tu­ral detrás.

Noso­tros hemos tra­ba­ja­do mal lo que se lla­ma —a mí no me gus­ta la pala­bra, pero a fal­ta de una mejor la repi­to— el tra­ba­jo polí­ti­co ideo­ló­gi­co. En pri­mer lugar, por­que mez­cla­mos lo polí­ti­co y lo ideo­ló­gi­co; para empe­zar en la mis­ma fra­se lo esta­mos mez­clan­do como si fue­ran la mis­ma cosa y no lo son. En segun­do lugar, por­que la codi­fi­ca­mos; pen­sa­mos, por ejem­plo, a nivel de edu­ca­ción for­mal, que el tra­ba­jo polí­ti­co-ideo­ló­gi­co se tie­ne que tras­la­dar y tra­du­cir en la can­ti­dad de horas que damos en las uni­ver­si­da­des, en otros nive­les de ense­ñan­za de deter­mi­na­das mate­rias, como His­to­ria, de Cien­cias Socia­les, etc. Pen­sa­mos que ese es un meca­nis­mo de lle­gar con men­sa­jes polí­ti­co-ideo­ló­gi­cos. A mí me asom­bra muchas veces ver a estu­dian­tes que han pasa­do una carre­ra y en ella han reci­bi­do dece­nas de horas de Mar­xis­mo, de His­to­ria de Cuba, etc., repi­tien­do inge­nui­da­des asom­bro­sas; y uno se pre­gun­ta: «¿Pero real­men­te pasa­ron los cur­sos? ». Sí, pasa­ron los cur­sos y los apro­ba­ron; y uno se cues­tio­na: «¿Y dón­de que­dó eso? », «¿cuál es el resul­ta­do de esto que les hemos dado?». Mira, el resul­ta­do pare­ce que es míni­mo. Debe­mos dar­nos cuen­ta que hay diná­mi­cas que son nece­sa­rias adop­tar en ese tra­ba­jo polí­ti­coi­deo­ló­gi­co; que tene­mos que tras­la­dar nues­tro men­sa­je de nue­vas for­mas sin sim­pli­fi­car­lo, sin hacer­lo super­fi­cial. Noso­tros no tene­mos que ceder fren­te al enemi­go, tene­mos que crear nues­tro pro­pio dis­cur­so, a veces tú oyes decir: «A la juven­tud hoy en día tú les tie­nes que dar men­sa­jes cor­tos», pero eso es un sacri­fi­cio en fun­ción de lo que está impo­nien­do el dis­cur­so hegemónico.

¿Sería esa hege­mo­nía de la sim­pli­fi­ca­ción el mayor reto inte­lec­tual y polí­ti­co ante las redes sociales?

El pro­ble­ma es que no se aqui­la­tó lo sufi­cien­te la impor­tan­cia de las redes. Pen­sa­mos que bas­ta­ba con los medios tra­di­cio­na­les que tenía­mos de lle­gar a la pobla­ción y que esa hege­mo­nía no la íba­mos a per­der. Pero la hege­mo­nía está en jue­go todos los días, se cons­tru­ye todos los días. Lo bueno que tie­nen estas bata­llas es que hacen que noso­tros nos acti­ve­mos. Vamos a empe­zar por un hecho con­cre­to: la mayor hege­mo­nía que exis­te hoy es la hege­mo­nía mun­dial del capi­ta­lis­mo, no nos enga­ñe­mos, y pen­sar que Cuba pue­de sus­traer­se de esa hege­mo­nía es una ilu­sión. Noso­tros lo que tene­mos que cons­truir es una con­tra­he­ge­mo­nía, por­que a pesar de que ese dis­cur­so con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rio nos quie­re pre­sen­tar que la hege­mo­nía de las ideas en Cuba es la que está mane­ja­da por el Esta­do, como un ele­men­to dic­ta­to­rial y tota­li­ta­rio, esa no es la realidad.

La hege­mo­nía tota­li­ta­ria es la glo­bal capi­ta­lis­ta. Noso­tros esta­mos pagan­do las con­se­cuen­cias de ser un peñón de resis­ten­cia en una hege­mo­nía capi­ta­lis­ta glo­bal y las con­se­cuen­cias de que el socia­lis­mo que real­men­te exis­tió se derrum­ba­ra, y que de pron­to el equi­li­brio de la hege­mo­nía de las ideas a nivel mun­dial ya no fue­ra el de las ideas socia­lis­tas. Ese es nues­tro con­tex­to. En el que la ofen­si­va a favor del capi­ta­lis­mo está asal­tan­do nues­tro peñón socia­lis­ta con todo.

Enton­ces no pode­mos repro­du­cir el dis­cur­so de «El men­sa­je tie­ne que ser bre­ve» o «A la juven­tud solo le intere­sa lo bre­ve». Noso­tros que­re­mos que la juven­tud lea y que pro­fun­di­ce. No hacer nues­tras ideas tan super­fi­cia­les como las ideas contrarias.

Es nece­sa­rio que se vea la reali­dad tra­vés de la racio­na­li­dad y no solo de la emo­ti­vi­dad. Es impor­tan­te la emo­ción como un vehícu­lo hacia deter­mi­na­da racio­na­li­dad, uno se ins­pi­ra como revo­lu­cio­na­rio emo­cio­nal­men­te, pero des­pués de la par­te emo­cio­nal tie­ne que haber una racio­nal, por­que esta­mos cons­tru­yen­do una socie­dad que tie­ne que ser basa­da en el razo­na­mien­to. Hay que recor­dar siem­pre la fra­se de Fidel: «No le deci­mos a las per­so­nas cree, le deci­mos lee». El «lee» vamos a tra­du­cir­lo en que les deci­mos a las per­so­nas que pien­sen, que pro­fun­di­cen, que su con­cep­ción del mun­do par­ta de haber pensado.

Entre­vis­ta publi­ca­da en La dic­ta­du­ra del algoritmo

  1. Ernes­to Este­vez Rams (La Haba­na, 1967), Pro­fe­sor Titu­lar de la Uni­ver­si­dad de La Haba­na, miem­bro de la Aca­de­mia de Cien­cias de Cuba, arti­cu­lis­ta sobre temas cien­tí­fi­cos, polí­ti­cos, filo­só­fi­cos y sociales.

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