Nece­si­ta­mos cons­truir la arqui­tec­tu­ra del futuro

Que­ri­dos ami­gos y amigas,

Salu­dos des­de las ofi­ci­nas del Ins­ti­tu­to Tri­con­ti­nen­tal de Inves­ti­ga­ción Social.

En abril de 2022, la ONU creó el Gru­po de Res­pues­ta a la Cri­sis Mun­dial de Ali­men­tos, Ener­gía y Finan­zas. Este gru­po está hacien­do un segui­mien­to de las tres prin­ci­pa­les cri­sis: la infla­ción de los ali­men­tos, la infla­ción de los com­bus­ti­bles y las difi­cul­ta­des finan­cie­ras. Su segun­do infor­me, publi­ca­do el 8 de junio de 2022, seña­la que, tras dos años de la pan­de­mia COVID-19:

la eco­no­mía mun­dial ha que­da­do en un esta­do frá­gil. Hoy en día, el 60% de los tra­ba­ja­do­res tie­nen ingre­sos reales más bajos que antes de la pan­de­mia; el 60% de los paí­ses más pobres están endeu­da­dos o corren un alto ries­go de estar­lo; los paí­ses en desa­rro­llo requie­ren 1,2 billo­nes de dóla­res al año para cubrir el défi­cit de pro­tec­ción social; y se nece­si­tan 4,3 billo­nes de dóla­res al año —más dine­ro que nun­ca— para cum­plir los Obje­ti­vos de Desa­rro­llo Sos­te­ni­ble (ODS).

Esta es una des­crip­ción per­fec­ta­men­te razo­na­ble de la angus­tio­sa situa­ción mun­dial, y es pro­ba­ble que las cosas empeoren.

Según el Gru­po de Res­pues­ta a la Cri­sis Mun­dial, la mayo­ría de los Esta­dos capi­ta­lis­tas ya han redu­ci­do los fon­dos de ayu­da que pro­por­cio­na­ron duran­te la pan­de­mia. «Si los sis­te­mas de pro­tec­ción social y las redes de segu­ri­dad no se amplían ade­cua­da­men­te», indi­ca el infor­me, «las fami­lias pobres de los paí­ses en desa­rro­llo que se enfren­tan al ham­bre pue­den redu­cir el gas­to rela­cio­na­do con la salud; los niños que aban­do­na­ron tem­po­ral­men­te la escue­la debi­do a la COVID-19 pue­den estar aho­ra per­ma­nen­te­men­te fue­ra del sis­te­ma edu­ca­ti­vo; o los peque­ños agri­cul­to­res o micro­em­pre­sa­rios pue­den cerrar sus nego­cios debi­do al aumen­to de las fac­tu­ras de energía».

El Ban­co Mun­dial infor­ma que los pre­cios de los ali­men­tos y com­bus­ti­bles se man­ten­drán en nive­les muy ele­va­dos al menos has­ta fina­les de 2024. Con la esca­la­da de los pre­cios del tri­go y las semi­llas olea­gi­no­sas, lle­gan infor­mes de todo el mun­do —inclu­so de los paí­ses ricos— de que las fami­lias de cla­se tra­ba­ja­do­ra han empe­za­do a sal­tar­se comi­das. Esta ten­sa situa­ción ali­men­ta­ria ha lle­va­do a la Defen­so­ra Espe­cial del Secre­ta­rio Gene­ral de las Nacio­nes Uni­das (ONU) para la Finan­cia­ción Inclu­si­va para el Desa­rro­llo, la rei­na Máxi­ma de los Paí­ses Bajos, a pro­nos­ti­car que muchas fami­lias pasa­rán a tener una sola comi­da al día, lo que, según ella, «será la fuen­te de una ines­ta­bi­li­dad aún mayor» en el mun­do. El Foro Eco­nó­mi­co Mun­dial (FEM) aña­de que esta­mos en medio de «una tor­men­ta per­fec­ta» si se tie­ne en cuen­ta el impac­to del aumen­to de las tasas de inte­rés en el pago de las hipo­te­cas, así como la insu­fi­cien­cia de los sala­rios. La direc­to­ra geren­te del Fon­do Mone­ta­rio Inter­na­cio­nal (FMI), Kris­ta­li­na Geor­gie­va-Kino­va, decla­ró a fina­les del mes pasa­do que el «hori­zon­te se ha oscurecido».

Estas valo­ra­cio­nes pro­vie­nen de per­so­nas que están en el cora­zón de pode­ro­sas ins­ti­tu­cio­nes mun­dia­les: el FMI, el Ban­co Mun­dial, el FEM y la ONU (e inclu­so de una rei­na). Aun­que todos y todas reco­no­cen la natu­ra­le­za estruc­tu­ral de la cri­sis, se resis­ten a ser hones­tos sobre los pro­ce­sos eco­nó­mi­cos sub­ya­cen­tes, o inclu­so sobre cómo nom­brar ade­cua­da­men­te la situa­ción. David M. Rubens­tein, direc­tor de la empre­sa de inver­sión glo­bal The Carly­le Group, dijo que cuan­do for­ma­ba par­te de la admi­nis­tra­ción del pre­si­den­te esta­dou­ni­den­se Jimmy Car­ter, su ase­sor en mate­ria de infla­ción, Alfred Kahn, les advir­tió que no uti­li­za­ran la pala­bra «R» —rece­sión — , por­que «asus­ta a la gen­te». En su lugar, Kahn acon­se­jó uti­li­zar la pala­bra “bana­na”. En esa línea, Rubens­tein dijo sobre la situa­ción actual: «No quie­ro decir que esta­mos en una bana­na, pero diría que una bana­na pue­de no estar tan lejos de don­de esta­mos hoy».

El eco­no­mis­ta mar­xis­ta Michael Roberts no se escon­de detrás de pala­bras como bana­na. Roberts ha estu­dia­do la tasa media mun­dial de ganan­cia del capi­tal, que según demues­tra ha ido cayen­do, con peque­ños repun­tes, des­de 1997. Esta ten­den­cia se vio exa­cer­ba­da por el colap­so finan­cie­ro mun­dial de 2007-08 que con­du­jo a la gran rece­sión en 2008. Des­de enton­ces, afir­ma, la eco­no­mía mun­dial se encuen­tra sumi­da en una «lar­ga depre­sión», y la tasa de ganan­cia alcan­zó su míni­mo his­tó­ri­co en 2019 (jus­to antes de la pandemia).

«La ganan­cia impul­sa la inver­sión en el capi­ta­lis­mo», escri­be Roberts, «por lo que la caí­da y la baja ren­ta­bi­li­dad han con­du­ci­do a un len­to cre­ci­mien­to de la inver­sión pro­duc­ti­va». Las ins­ti­tu­cio­nes capi­ta­lis­tas han pasa­do de la inver­sión en la acti­vi­dad pro­duc­ti­va a, como dice Roberts, «el mun­do de fan­ta­sía de los mer­ca­dos de accio­nes y bonos y las crip­to­di­vi­sas». El mer­ca­do de crip­to­mo­ne­das, por cier­to, se ha des­plo­ma­do más del 60% este año. La dis­mi­nu­ción de las ganan­cias en el Nor­te Glo­bal ha lle­va­do a los capi­ta­lis­tas a bus­car ganan­cias en el Sur Glo­bal y a hacer retro­ce­der a cual­quier país (espe­cial­men­te Chi­na y Rusia) que ame­na­ce su hege­mo­nía finan­cie­ra y polí­ti­ca, con la fuer­za mili­tar si es necesario. 

La infla­ción es espan­to­sa, pero no es más que el sín­to­ma de un pro­ble­ma más pro­fun­do y no su cau­sa. Ese pro­ble­ma no es sim­ple­men­te la gue­rra de Ucra­nia o la pan­de­mia, sino algo que con­fir­man los datos pero que se nie­ga en las con­fe­ren­cias de pren­sa: el sis­te­ma capi­ta­lis­ta, sumi­do en una depre­sión de lar­ga dura­ción, no pue­de curar­se a sí mis­mo. Este mis­mo año, el cua­derno nº 4 sobre la teo­ría de la cri­sis del Ins­ti­tu­to Tri­con­ti­nen­tal de Inves­ti­ga­ción Social, escri­to por los eco­no­mis­tas mar­xis­tas Sun­gur Savran y E. Ahmet Tonak, abor­da­rá estos pun­tos muy claramente.

Por aho­ra, la teo­ría eco­nó­mi­ca capi­ta­lis­ta par­te del supues­to de que cual­quier inten­to de solu­cio­nar una cri­sis eco­nó­mi­ca, como una cri­sis infla­cio­na­ria, no debe, como escri­bió John May­nard Key­nes en 1923, «decep­cio­nar al ren­tis­ta». Los ricos tene­do­res de bonos y las prin­ci­pa­les ins­ti­tu­cio­nes capi­ta­lis­tas con­tro­lan la orien­ta­ción de las polí­ti­cas del Nor­te Glo­bal para que el valor de su dine­ro —tri­llo­nes de dóla­res en manos de una mino­ría— sea segu­ro. No pue­den, como escri­bió Key­nes hace casi cien años, sen­tir­se decepcionados.

Las polí­ti­cas anti­in­fla­cio­na­rias impul­sa­das por Esta­dos Uni­dos y la euro­zo­na no van a ali­viar las car­gas de la cla­se tra­ba­ja­do­ra en sus paí­ses, y des­de lue­go no en el Sur Glo­bal, que se encuen­tra endeu­da­do. El pre­si­den­te de la Reser­va Fede­ral de Esta­dos Uni­dos, Jero­me Powell, admi­tió que su polí­ti­ca mone­ta­ria «cau­sa­rá algo de dolor», pero no en toda la pobla­ción. Más hones­ta­men­te, Jeff Bezos, de Ama­zon, tui­teó que «la infla­ción es un impues­to regre­si­vo que per­ju­di­ca más a los menos pudien­tes». El aumen­to de las tasas de inte­rés en el Atlán­ti­co Nor­te hace que el dine­ro sea mucho más caro para la gen­te común en esa región, pero tam­bién hace que pedir prés­ta­mos en dóla­res para pagar las deu­das nacio­na­les en el Sur Glo­bal sea prác­ti­ca­men­te impo­si­ble. El aumen­to de las tasas de inte­rés y el endu­re­ci­mien­to del mer­ca­do labo­ral son ata­ques direc­tos a la cla­se tra­ba­ja­do­ra y a las nacio­nes en desarrollo.

No hay nada inevi­ta­ble en la gue­rra de cla­ses de los gobier­nos del Nor­te Glo­bal. Hay otras polí­ti­cas posi­bles, como las que se enu­me­ran a continuación:

  1. Esta­ble­cer impues­tos a las gran­des rique­zas. Hay 2.668 mul­ti­mi­llo­na­rios en el mun­do que poseen 12,7 billo­nes de dóla­res; mien­tras el dine­ro que escon­den en paraí­sos fis­ca­les ilí­ci­tos suma unos 40 billo­nes de dóla­res. Esta rique­za podría des­ti­nar­se a un uso social pro­duc­ti­vo. Como seña­la Oxfam, los diez hom­bres más ricos tie­nen más dine­ro que 3.100 millo­nes de per­so­nas (el 40% de la pobla­ción mundial).

  2. Esta­ble­cer impues­tos a las gran­des empre­sas, cuyas ganan­cias se han dis­pa­ra­do más allá de lo ima­gi­na­ble. Las ganan­cias de las empre­sas esta­dou­ni­den­ses han aumen­ta­do un 37%, muy por enci­ma de la infla­ción y de los aumen­tos de las remu­ne­ra­cio­nes. Ellen Zent­ner, eco­no­mis­ta jefe en Esta­dos Uni­dos de la prin­ci­pal empre­sa de ser­vi­cios finan­cie­ros Mor­gan Stan­ley, sos­tie­ne que, duran­te la lar­ga depre­sión, se ha pro­du­ci­do una caí­da «sin pre­ce­den­tes» de la par­te del Pro­duc­to Inte­rior Bru­to que gana la cla­se tra­ba­ja­do­ra en Esta­dos Uni­dos. Ha hecho un lla­ma­do a que se vuel­va a un equi­li­brio más jus­to entre ganan­cias y salarios.

  3. Uti­li­zar esta rique­za social para aumen­tar el gas­to social, como los fon­dos para aca­bar con el ham­bre y el anal­fa­be­tis­mo y cons­truir sis­te­mas de aten­ción sani­ta­ria, así como for­mas de trans­por­te públi­co que no gene­ren emi­sio­nes de carbono.

  4. Esta­ble­cer un con­trol de pre­cios de los pro­duc­tos que pro­vo­can un aumen­to de la infla­ción, como los ali­men­tos, los fer­ti­li­zan­tes, el com­bus­ti­ble y los medicamentos.

El gran escri­tor bar­ba­den­se Geor­ge Lam­ming (1927−2022) nos dejó recien­te­men­te. En su ensa­yo de 1966, «El pue­blo anti­llano», Lam­ming decía: «La arqui­tec­tu­ra de nues­tro futu­ro no solo está inaca­ba­da; el anda­mia­je ape­nas se ha levan­ta­do». Se tra­ta de un pode­ro­so sen­ti­mien­to de un visio­na­rio que espe­ra­ba que su hogar en el Cari­be, las Anti­llas, se con­vir­tie­ra en una región sobe­ra­na que pudie­ra libe­rar a su pue­blo de gran­des pro­ble­mas. No fue así. Extra­ña­men­te, Geor­gie­va-Kino­va, del FMI, citó esta fra­se en un artícu­lo recien­te mien­tras defen­día que la región cola­bo­ra­ra con el FMI. Es pro­ba­ble que Geor­gie­va-Kino­va y sus socios no hayan leí­do todo el dis­cur­so de Lam­ming, pues este párra­fo es tan ilus­tra­ti­vo hoy como lo fue en 1966:

Hay, creo, un for­mi­da­ble regi­mien­to de eco­no­mis­tas en esta sala. Ense­ñan las esta­dís­ti­cas de la super­vi­ven­cia. Anti­ci­pan y advier­ten sobre el pre­cio rela­ti­vo de la liber­tad… [Me] gus­ta­ría que tuvie­ran pre­sen­te la his­to­ria de un tra­ba­ja­dor bar­ba­den­se común y corrien­te. Cuan­do otro anti­llano, al que no veía des­de hacía unos diez años, le pre­gun­tó: «¿Y cómo están las cosas?», res­pon­dió: «El pas­to ver­de, pero me tie­nen ata­do con una cuer­da corta».

Cor­dial­men­te,

Vijay

Bole­tín 25, 23 de junio de 2022

Fuen­te: https://​the​tri​con​ti​nen​tal​.org/​e​s​/​n​e​w​s​l​e​t​t​e​r​i​s​s​u​e​/​c​r​i​s​i​s​-​e​c​o​n​o​m​i​c​a​-​m​u​n​d​i​al/

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