Fas­cis­mo

En el fas­cis­mo, el pro­le­ta­ria­do se enfren­ta a un enemi­go extra­or­di­na­ria­men­te peli­gro­so. El fas­cis­mo es la expre­sión con­cen­tra­da de la ofen­si­va gene­ral empren­di­da por la bur­gue­sía mun­dial con­tra el pro­le­ta­ria­do. Su derro­ca­mien­to es, por lo tan­to, una nece­si­dad abso­lu­ta, es más, es inclu­so una cues­tión de la exis­ten­cia coti­dia­na y del pan de cada tra­ba­ja­dor ordi­na­rio. Por ello, todo el pro­le­ta­ria­do debe con­cen­trar­se en la lucha con­tra el fas­cis­mo. Nos será mucho más fácil derro­tar al fas­cis­mo si estu­dia­mos cla­ra y dis­tin­ta­men­te su natu­ra­le­za. Has­ta aho­ra ha habi­do ideas extre­ma­da­men­te vagas sobre este tema no sólo entre las gran­des masas de tra­ba­ja­do­res, sino inclu­so entre la van­guar­dia revo­lu­cio­na­ria del pro­le­ta­ria­do y los comu­nis­tas. Has­ta aho­ra el fas­cis­mo se ha pues­to al nivel del Terror Blan­co de Horthy en Hun­gría. Aun­que los méto­dos de ambos son simi­la­res, en esen­cia son dife­ren­tes. El Terror de Horthy se ins­tau­ró tras la supre­sión de la revo­lu­ción vic­to­rio­sa, aun­que de cor­ta dura­ción, del pro­le­ta­ria­do, y fue la expre­sión de la ven­gan­za de la bur­gue­sía. Los cabe­ci­llas del Terror Blan­co eran una cama­ri­lla bas­tan­te redu­ci­da de anti­guos ofi­cia­les. El fas­cis­mo, por el con­tra­rio, vis­to obje­ti­va­men­te, no es la ven­gan­za de la bur­gue­sía en repre­sa­lia por la agre­sión pro­le­ta­ria con­tra la bur­gue­sía, sino que es un cas­ti­go del pro­le­ta­ria­do por no haber lle­va­do a cabo la revo­lu­ción ini­cia­da en Rusia. Los diri­gen­tes fas­cis­tas no son una cas­ta peque­ña y exclu­si­va, sino que se extien­den pro­fun­da­men­te a amplios ele­men­tos de la población.

Tene­mos que supe­rar al fas­cis­mo no solo mili­tar­men­te, sino tam­bién polí­ti­ca e ideo­ló­gi­ca­men­te. Has­ta hoy, los refor­mis­tas con­si­de­ran al fas­cis­mo sola­men­te como una vio­len­cia cru­da, una reac­ción con­tra la vio­len­cia ini­cia­da por el pro­le­ta­ria­do. Para los refor­mis­tas, la Revo­lu­ción Rusa fue como el acto de Adán y Eva mor­dien­do la man­za­na en el Jar­dín del Edén. Los refor­mis­tas solo ven en el fas­cis­mo una con­se­cuen­cia de la Revo­lu­ción Rusa. Es lo que afir­mó Otto Bauer en el Con­gre­so de Uni­dad en Ham­bur­go, cuan­do decla­ró que una gran par­te de la cul­pa del fas­cis­mo recaía en los comu­nis­tas, que habían debi­li­ta­do la fuer­za del pro­le­ta­ria­do con con­ti­nuas esci­sio­nes. Al decir eso, igno­ró por com­ple­to que los Social­de­mó­cra­tas Inde­pen­dien­tes ale­ma­nes se habían sepa­ra­do mucho antes de que la Revo­lu­ción Rusa die­ra el ejem­plo desmoralizador.

Con­tra­ria­men­te a sus pun­tos de vis­ta, Bauer, en Ham­bur­go tuvo que con­cluir que la vio­len­cia orga­ni­za­da del fas­cis­mo debe ser enfren­ta­da por la for­ma­ción de orga­ni­za­cio­nes en defen­sa del pro­le­ta­ria­do, por­que nin­gún lla­ma­mien­to a la demo­cra­cia pue­de ser efec­ti­vo con­tra la vio­len­cia direc­ta. De cual­quier for­ma, el siguió expli­can­do que no se refe­ría a armas como la insu­rrec­ción o la huel­ga gene­ral que no siem­pre lle­gan al éxi­to. Lo que qui­so rei­vin­di­car fue la coor­di­na­ción de la acción par­la­men­ta­ria con la acción de masas. Cuál sería la natu­ra­le­za de esas accio­nes Otto Bauer no lo dice, mas esa es la esen­cia de la cues­tión. La úni­ca arma reco­men­da­da por Bauer para la lucha con­tra el fas­cis­mo fue el esta­ble­ci­mien­to de un Buró Inter­na­cio­nal de Infor­ma­ción sobre la reac­ción Mundial.

La carac­te­rís­ti­ca dis­tin­ti­va de esa nue­va y anti­gua Inter­na­cio­nal es su fe en el poder y la per­ma­nen­cia de la domi­na­ción bur­gue­sa, es su des­con­fian­za y cobar­día en rela­ción con el pro­le­ta­ria­do como fac­tor pre­do­mi­nan­te de la revo­lu­ción mun­dial. Opi­nan que, con­tra la fuer­za invul­ne­ra­ble de la bur­gue­sía, el pro­le­ta­ria­do no pue­de hacer nada ade­más de actuar con mode­ra­ción y abs­te­ner­se de pro­vo­car al tigre de la bur­gue­sía. El fas­cis­mo, con todo su impul­so en la eje­cu­ción de sus actos vio­len­tos, no es más que la expre­sión de la desin­te­gra­ción y deca­den­cia de la eco­no­mía capi­ta­lis­ta y el sín­to­ma de la diso­lu­ción del Esta­do bur­gués. Esta es una de sus raí­ces. Los sín­to­mas de esa deca­den­cia del capi­ta­lis­mo fue­ron obser­va­dos inclu­so antes de la guerra.

La gue­rra sacu­dió la eco­no­mía capi­ta­lis­ta has­ta sus cimien­tos, resul­tan­do no solo el empo­bre­ci­mien­to colo­sal del pro­le­ta­ria­do sino tam­bién la mise­ria pro­fun­da de la peque­ña bur­gue­sía, de los peque­ños cam­pe­si­nos y de los inte­lec­tua­les. Se había pro­me­ti­do a todos estos sec­to­res que la gue­rra gene­ra­ría una mejo­ría en sus con­di­cio­nes mate­ria­les. Pero al con­tra­rio, gran núme­ro de anti­guas cla­ses medias se con­vir­tie­ron en pro­le­ta­rios, per­dien­do ínte­gra­men­te su segu­ri­dad eco­nó­mi­ca. Estas filas fue­ron inte­gra­das por gran­des masas de exofi­cia­les, que aho­ra se encuen­tran deses­pe­ra­dos. Fue entre esos ele­men­tos que el fas­cis­mo reclu­tó un con­tin­gen­te con­si­de­ra­ble. La for­ma de su com­po­si­ción es tam­bién la razón por la que el fas­cis­mo en algu­nos paí­ses tie­ne un carác­ter abier­ta­men­te monárquico.

La segun­da raíz del fas­cis­mo está en el retra­so de la revo­lu­ción mun­dial por la acti­tud trai­do­ra de los líde­res refor­mis­tas. Gran par­te de la peque­ña bur­gue­sía, inclui­da las cla­ses medias, había dese­cha­do su psi­co­lo­gía de los tiem­pos de gue­rra en nom­bre de cier­ta sim­pa­tía por el socia­lis­mo refor­mis­ta, espe­ran­do que esto pro­vo­ca­se una refor­ma social por vías demo­crá­ti­cas. Sus espe­ran­zas se vie­ron defrau­da­das. Aho­ra pue­den ver que los líde­res refor­mis­tas están en acuer­do bené­vo­lo con la bur­gue­sía, y lo peor es que estas masas han per­di­do aho­ra su fe no solo en los líde­res refor­mis­tas, sino en el socia­lis­mo en su con­jun­to. A estas masas de sim­pa­ti­zan­tes socia­lis­tas decep­cio­na­dos se unen gran­des círcu­los del pro­le­ta­ria­do, de tra­ba­ja­do­res que han renun­cia­do a su fe no solo en el socia­lis­mo, sino tam­bién en su pro­pia cla­se. El fas­cis­mo se tor­nó como una espe­cie de refu­gio para los polí­ti­ca­men­te desamparados.

Para ser jus­tos, debe­mos decir que los comu­nis­ta ‑excep­to los rusos- lle­van par­te de la cul­pa por la deser­ción de estos ele­men­tos hacia las filas fas­cis­tas, por­que nues­tras accio­nes a veces no logra­ron agi­tar a las masas con sufi­cien­te pro­fun­di­dad. El camino obvio de los fas­cis­tas, para ganar un amplio apo­yo entre varia­dos ele­men­tos de la socie­dad, era, natu­ral­men­te, inten­tar supe­rar el anta­go­nis­mo de cla­se en las pro­pias filas de sus segui­do­res y el lla­ma­do Esta­do auto­ri­ta­rio debió de ser­vir como un medio para ese fin. El fas­cis­mo aho­ra cuen­ta con ele­men­tos que pue­den ser muy peli­gro­sos para el orden bur­gués. Sin embar­go, has­ta aho­ra estos ele­men­tos han sido inva­ria­ble­men­te supe­ra­dos por los ele­men­tos reaccionarios.

La bur­gue­sía per­ci­bía cla­ra­men­te esta situa­ción des­de el ini­cio. La bur­gue­sía que­ría recons­truir la eco­no­mía capi­ta­lis­ta. En las actua­les con­di­cio­nes, la recons­truc­ción de la domi­na­ción de la cla­se bur­gue­sa solo pue­de ser con­se­gui­da a cau­sa de la cre­cien­te explo­ta­ción del pro­le­ta­ria­do por la bur­gue­sía. La bur­gue­sía tie­ne ple­na cons­cien­cia de que los socia­lis­tas refor­mis­tas de voz sua­ve están per­dien­do su con­trol sobre el pro­le­ta­ria­do y que no hay otro camino que la vio­len­cia con­tra el pro­le­ta­ria­do. Mayor o menor, la vio­len­cia de los Esta­dos bur­gue­ses está comen­zan­do a fallar. Por lo tan­to, pre­ci­san de una nue­va orga­ni­za­ción de la vio­len­cia y eso se lo ofre­ce el con­fu­so con­glo­me­ra­do del fas­cis­mo. Por esta razón, la bur­gue­sía ofre­ce todas sus fuer­zas al ser­vi­cio del fascismo.

El fas­cis­mo tie­ne dife­ren­tes carac­te­rís­ti­cas en cada país. Sin embar­go, tie­ne dos carac­te­rís­ti­cas dis­tin­ti­vas en todos los paí­ses, a saber, la pre­ten­sión de un pro­gra­ma revo­lu­cio­na­rio, que es hábil­men­te adap­ta­do a los intere­ses y recla­mos de las gran­des masas y, por otro lado, la apli­ca­ción de la vio­len­cia más brutal.

El ejem­plo clá­si­co es el fas­cis­mo ita­liano. El capi­tal indus­trial en Ita­lia no era lo sufi­cien­te­men­te fuer­te para recons­truir una eco­no­mía arrui­na­da. No se espe­ra­ba que el Esta­do inter­vi­nie­se para aumen­tar el poder y las posi­bi­li­da­des mate­ria­les del capi­tal indus­trial del nor­te de Ita­lia. El Esta­do esta­ba dan­do toda su aten­ción al capi­tal agra­rio y al peque­ño capi­tal finan­cie­ro. Las indus­trias pesa­das que habían sido arti­fi­cial­men­te esti­mu­la­das duran­te la gue­rra, entra­ron en colap­so y cuan­do esta aca­bó, se ins­ta­ló una ola de des­em­pleo sin pre­ce­den­tes. Las pro­me­sas hechas a los sol­da­dos no pudie­ron ser rea­li­za­das. Todas esas cir­cuns­tan­cias crea­ron una situa­ción extre­ma­da­men­te revo­lu­cio­na­ria. Esta situa­ción revo­lu­cio­na­ria pro­du­jo en el verano de 1920 la ocu­pa­ción de las fábri­cas. En esa oca­sión se demos­tró que la madu­rez de la revo­lu­ción hace su pri­me­ra apa­ri­ción entre una peque­ña mino­ría del pro­le­ta­ria­do. La ocu­pa­ción de las fábri­cas esta­ba, pues, des­ti­na­da a ter­mi­nar en una tre­men­da derro­ta en lugar de con­ver­tir­se en el pun­to de par­ti­da del desa­rro­llo revo­lu­cio­na­rio. Los líde­res refor­mis­tas de los sin­di­ca­tos actua­ron como trai­do­res igno­mi­nio­sos y, al mis­mo tiem­po, se demos­tró que el pro­le­ta­ria­do no poseía ni la volun­tad ni el poder para mar­char direc­to hacia la revolución.

A pesar de la influen­cia refor­mis­ta, habían fuer­zas en acción entre el pro­le­ta­ria­do que podían gene­rar incon­ve­nien­tes para la bur­gue­sía. Las elec­cio­nes muni­ci­pa­les, en las que lo social­de­mó­cra­tas con­quis­ta­ron un ter­cio de todos los con­ce­jos, fue­ron una señal de alar­ma para la bur­gue­sía, que inme­dia­ta­men­te comen­zó a impul­sar una fuer­za que pudie­se com­ba­tir al pro­le­ta­ria­do revo­lu­cio­na­rio. Fue en esa épo­ca que Mus­so­li­ni ganó cier­ta impor­tan­cia jun­to al fas­cis­mo. Des­pués de la derro­ta del pro­le­ta­ria­do en la ocu­pa­ción de las fábri­cas, el núme­ro de fas­cis­tas era supe­rior a mil, y gran­des masas del pro­le­ta­ria­do se unie­ron a la orga­ni­za­ción de Mus­so­li­ni. Por otro lado, gran­des masas del pro­le­ta­ria­do habían caí­do en un esta­do de indi­fe­ren­cia. La cau­sa del pri­mer éxi­to del fas­cis­mo fue que comen­zó con un ges­to revo­lu­cio­na­rio. Su supues­to obje­ti­vo era luchar para man­te­ner las con­quis­tas revo­lu­cio­na­rias de la gue­rra revo­lu­cio­na­ria, y para eso exi­gían un Esta­do fuer­te, capaz de pro­te­ger esos fru­tos revo­lu­cio­na­rios de la vic­to­ria con­tra los intere­ses hos­ti­les de varias cla­ses socia­les repre­sen­ta­das por el «anti­guo Esta­do». Su con­sig­na se diri­gía con­tra todos los explo­ta­do­res y, por tan­to, tam­bién con­tra la bur­gue­sía. El fas­cis­mo en aque­lla épo­ca era tan radi­cal que exi­gía la eje­cu­ción de Gio­lit­ti y el des­tro­na­mien­to de la dinas­tía ita­lia­na. A pesar de esto, Gio­lit­ti se abs­tu­vo cui­da­do­sa­men­te de usar la vio­len­cia con­tra el fas­cis­mo, que le pare­cía el mal menor. Para satis­fa­cer esos cla­mo­res fas­cis­tas, disol­vió el par­la­men­to ita­liano. En aque­lla épo­ca, Mus­so­li­ni toda­vía fin­gía ser un repu­bli­cano y, en una entre­vis­ta, decla­ró que la fac­ción fas­cis­ta no podría par­ti­ci­par de la aper­tu­ra del par­la­men­to ita­liano a cau­sa de la cere­mo­nia monár­qui­ca que la acom­pa­ña­ba. Esas decla­ra­cio­nes pro­vo­ca­ron una cri­sis en el Movi­mien­to Fas­cis­ta, que había sido esta­ble­ci­do como un par­ti­do por una fusión de los segui­do­res de Mus­so­li­ni y de los repre­sen­tan­tes de la orga­ni­za­ción monár­qui­ca, y la direc­ción eje­cu­ti­va del nue­vo par­ti­do esta­ba for­ma­da por un núme­ro par de miem­bros de ambas fac­cio­nes. El Par­ti­do Fas­cis­ta creó un arma de doble filo para la corrup­ción y la ate­rro­ri­za­ción de la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Para la corrup­ción de la cla­se tra­ba­ja­do­ra fue­ron crea­dos los sin­di­ca­tos fas­cis­tas, las lla­ma­das cor­po­ra­cio­nes en las que los tra­ba­ja­do­res y los empre­sa­rios esta­ban uni­dos. Para ate­rro­ri­zar a la cla­se tra­ba­ja­do­ra, el Par­ti­do Fas­cis­ta creó los escua­dro­nes de mili­tan­tes que habían sur­gi­do de las expe­di­cio­nes punitivas.

Aquí hay que sub­ra­yar de nue­vo que la tre­men­da trai­ción de los refor­mis­tas ita­lia­nos duran­te la huel­ga gene­ral, que fue la cau­sa de la terri­ble derro­ta del pro­le­ta­ria­do ita­liano, había alen­ta­do direc­ta­men­te a los fas­cis­tas a hacer­se con el Esta­do. Por otra par­te, los erro­res del Par­ti­do Comu­nis­ta con­sis­tie­ron en con­si­de­rar al fas­cis­mo como un mero movi­mien­to mili­ta­ris­ta y terro­ris­ta sin nin­gu­na base social profunda.

Exa­mi­ne­mos aho­ra lo que el fas­cis­mo ha hecho des­de la con­quis­ta del poder para el cum­pli­mien­to de su pre­ten­di­do pro­gra­ma revo­lu­cio­na­rio, para la rea­li­za­ción de su pro­me­sa de crear un Esta­do sin cla­ses. El fas­cis­mo pro­me­tió una nue­va y mejor ley elec­to­ral y la igual­dad de sufra­gio para las muje­res. La nue­va ley de sufra­gio de Mus­so­li­ni es en reali­dad la peor res­tric­ción de la ley de sufra­gio para favo­re­cer al Movi­mien­to Fas­cis­ta. Según esta ley, dos ter­cios de todos los esca­ños deben ser otor­ga­dos al par­ti­do más fuer­te, y todos los demás par­ti­dos jun­tos solo ten­drán un ter­cio de los esca­ños. El dere­cho de voto de las muje­res ha sido eli­mi­na­do casi por com­ple­to. El dere­cho de voto solo se con­ce­de a un peque­ño gru­po de muje­res adi­ne­ra­das y a las lla­ma­das «muje­res dis­tin­gui­das por la gue­rra». Ya no se habla de la pro­me­sa del par­la­men­to eco­nó­mi­co y de la Asam­blea Nacio­nal, ni de la abo­li­ción del Sena­do que habían pro­me­ti­do tan solem­ne­men­te los fascistas.

Lo mis­mo pue­de decir­se sobre las pro­me­sas hechas en la esfe­ra social. Los fas­cis­tas habían escri­to en su pro­gra­ma la jor­na­da de ocho horas, pero el pro­yec­to de ley pre­sen­ta­dos por ellos tie­ne tan­tas excep­cio­nes que no debe de haber una sola per­so­na que tra­ba­je ocho horas en Ita­lia. Nada se vio tam­po­co de la pro­me­ti­da garan­tía de los sala­rios. La des­truc­ción de los sin­di­ca­tos per­mi­tió a los empre­sa­rios efec­tuar reduc­cio­nes sala­ria­les del 20% al 30% y, en algu­nos casos, del 50% al 60%. El fas­cis­mo pro­me­tió la pen­sión para la vejez y la inva­li­dez. En la prác­ti­ca, el gobierno fas­cis­ta, en nom­bre de la eco­no­mía cor­tó las mise­ra­bles 50.00.000 de liras que habían sido reser­va­das para ese fin en el pre­su­pues­to. A los tra­ba­ja­do­res les fue pro­me­ti­do el dere­cho a la par­ti­ci­pa­ción téc­ni­ca en la admi­nis­tra­ción de las fábri­cas. Hoy exis­te una ley en Ita­lia que prohí­be com­ple­ta­men­te los con­se­jos de fábri­ca. Las empre­sas esta­ta­les hacen el jue­go al capi­tal pri­va­do. El pro­gra­ma fas­cis­ta con­te­nía una pro­vi­sión para el impues­to pro­gre­si­vo a la ren­ta sobre el capi­tal, que era has­ta cier­to pun­to un acto de expro­pia­ción. En los hechos, se hizo lo opues­to. Varios impues­tos sobre el lujo fue­ron abo­li­dos, como el impues­to sobre los auto­mó­vi­les, por la supues­ta razón de que res­trin­gi­ría la pro­duc­ción nacio­nal. Los impues­tos indi­rec­tos fue­ron aumen­ta­dos por­que eso redu­ci­ría el con­su­mo domes­ti­co y así mejo­ra­rían las posi­bi­li­da­des de expor­ta­ción. El Gobierno fas­cis­ta tam­bién dero­gó la ley de regis­tro obli­ga­to­rio de las trans­fe­ren­cias de valo­res, rein­tro­du­cien­do así el sis­te­ma de bonos al por­ta­dor y abrien­do la puer­ta de par en par al eva­sor de impues­tos. Las escue­las fue­ron entre­ga­das al cle­ro. Antes de hacer­se con el Esta­do, Mus­so­li­ni exi­gió una comi­sión para inves­ti­gar los bene­fi­cios de la gue­rra, de los cua­les el 85% debía ser devuel­to al Esta­do. Cuan­do esta comi­sión resul­tó incó­mo­da para sus patro­ci­na­do­res finan­cie­ros, los gran­des indus­tria­les, orde­nó que la comi­sión sólo le pre­sen­ta­ra un infor­me, y que quien publi­ca­ra algo de lo que ocu­rrie­ra en esa comi­sión fue­ra cas­ti­ga­do con seis meses de prisión.

Tam­po­co en cues­tio­nes mili­ta­res, el fas­cis­mo cum­plió sus pro­me­sas. Se pro­me­tió que la actua­ción del ejér­ci­to sería res­trin­gi­da a la defen­sa terri­to­rial. En reali­dad, el perio­do de ser­vi­cio mili­tar per­ma­nen­te fue aumen­ta­do de ocho a diez meses, lo que sig­ni­fi­có el aumen­to de las fuer­zas arma­das de 250.000 a 350.000. ¡Las Guar­dias Reales fue­ron abo­li­das por­que eran dema­sia­do demo­crá­ti­cas para ade­cuar­se a Mus­so­li­ni! Por otro lado, los cara­bi­ne­ros aumen­ta­ron de 65.000 a 90.000 y todas las tro­pas poli­cia­les fue­ron dupli­ca­das. Las orga­ni­za­cio­nes fas­cis­tas fue­ron trans­for­ma­das en una espe­cie de mili­cia nacio­nal, que según las últi­mas cuen­tas ya alcan­za­ron el núme­ro de 500.000. Pero las dife­ren­cias socia­les han intro­du­ci­do un ele­men­to de con­tras­te polí­ti­co en la mili­cia, que debe con­du­cir al even­tual colap­so del fascismo.

Cuan­do com­pa­ra­mos el pro­gra­ma fas­cis­ta con su cum­pli­mien­to, pode­mos pre­ver ya su com­ple­to colap­so ideo­ló­gi­co en Ita­lia. La ban­ca­rro­ta polí­ti­ca debe inevi­ta­ble­men­te seguir a la falen­cia ideo­ló­gi­ca. El fas­cis­mo es inca­paz de man­te­ner jun­tas las fuer­zas que lo ayu­da­ron a entrar en el poder. Un cho­que de intere­ses que de muchas mane­ras ya se está hacien­do sen­tir. El fas­cis­mo aún no ha con­se­gui­do que la vie­ja buro­cra­cia se le some­ta. En el ejér­ci­to tam­bién hay fric­ción entre los vie­jos ofi­cia­les y los nue­vos líde­res fas­cis­tas. Las dife­ren­cias entre los varia­dos par­ti­dos polí­ti­cos están cre­cien­do. La resis­ten­cia con­tra el fas­cis­mo está aumen­tan­do en todo el país. El anta­go­nis­mo de cla­ses comien­za a per­mear inclu­so den­tro de las filas de los fas­cis­tas. Los fas­cis­tas no con­si­guen cum­plir las pro­me­sas que hicie­ron a los tra­ba­ja­do­res y a los sin­di­ca­tos fas­cis­tas. Las reduc­cio­nes sala­ria­les y los des­pi­dos están a la orden del día. Así pasó que la pri­mer pro­tes­ta con­tra el movi­mien­to sin­di­cal fas­cis­ta pene­tró den­tro de las filas de los pro­pios fas­cis­tas. Los tra­ba­ja­do­res vol­ve­rán muy pron­to a su inte­rés y deber de cla­se. No debe­mos ver al fas­cis­mo como una fuer­za uni­fi­ca­da capaz de repe­ler nues­tro ata­que. Es sobre­to­do una for­ma­ción que com­pren­de muchos ele­men­tos anta­gó­ni­cos, y que se desin­te­gra­rá des­de den­tro. Pero sería peli­gro­so supo­ner que la desin­te­gra­ción ideo­ló­gi­ca y polí­ti­ca del fas­cis­mo en Ita­lia será segui­da inme­dia­ta­men­te por la desin­te­gra­ción mili­tar. Por el con­tra­rio, debe­mos de estar pre­pa­ra­dos para cuan­do el fas­cis­mo inten­te sobre­vi­vir por méto­dos terro­ris­tas. Es por eso que los tra­ba­ja­do­res revo­lu­cio­na­rios ita­lia­nos deben de estar pre­pa­ra­dos para las más serias luchas. Sería una gran cala­mi­dad si estu­vié­ra­mos satis­fe­chos con el papel de espec­ta­do­res duran­te ese pro­ce­so de desin­te­gra­ción. Nues­tro deber es ace­le­rar este pro­ce­so por todos los medios a nues­tra dis­po­si­ción. Este no es solo el deber del pro­le­ta­ria­do ita­liano sino tam­bién el deber del pro­le­ta­ria­do ale­mán en vis­ta del fas­cis­mo alemán.

Ade­más de Ita­lia, el fas­cis­mo tam­bién es fuer­te en Ale­ma­nia. Como con­se­cuen­cia del resul­ta­do de la gue­rra y del fra­ca­so de la revo­lu­ción, la eco­no­mía capi­ta­lis­ta en Ale­ma­nia es débil, en nin­gún otro país el con­tras­te entre la madu­rez obje­ti­va para la revo­lu­ción y la fal­ta de pre­pa­ra­ción sub­je­ti­va de la cla­se tra­ba­ja­do­ra es tan gran­de como lo es aho­ra mis­mo en Ale­ma­nia. En nin­gún otro país los refor­mis­tas fra­ca­sa­ron tan igno­mi­nio­sa­men­te como en Ale­ma­nia. Y su fra­ca­so es más cri­mi­nal que el fra­ca­so de cual­quier otro par­ti­do de la vie­ja Inter­na­cio­nal, por­que son ellos los que debe­rían haber con­du­ci­do la lucha por la eman­ci­pa­ción del pro­le­ta­ria­do por medios abso­lu­ta­men­te dife­ren­tes, espe­cial­men­te en el país don­de las orga­ni­za­cio­nes de la cla­se obre­ra esta­ban más orga­ni­za­das y más anti­guas que en cual­quier otro lugar.

Estoy fir­me­men­te con­ven­ci­da de que ni en los Tra­ta­dos de Paz ni en la ocu­pa­ción de Ruhr die­ron tan­to impul­so al fas­cis­mo en Ale­ma­nia como la toma del poder por Mus­so­li­ni. Eso dio cora­je a los fas­cis­tas ale­ma­nes. El colap­so del fas­cis­mo en Ita­lia des­alen­ta­ría en gran­des pro­por­cio­nes a los fas­cis­ta en Ale­ma­nia. No debe­mos olvi­dar una cosa: el requi­si­to pre­vio para derri­bar al fas­cis­mo en el exte­rior es el derro­ca­mien­to del fas­cis­mo en todos los paí­ses por el pro­le­ta­ria­do de sus res­pec­ti­vos paí­ses. Cabe a noso­tros supe­rar al fas­cis­mo ideo­ló­gi­ca y polí­ti­ca­men­te. Eso nos impo­ne enor­mes tareas.

Debe­mos dar­nos cuen­ta de que el fas­cis­mo es un movi­mien­to de los decep­cio­na­dos y de aque­llos cuya exis­ten­cia está arrui­na­da. Por lo tan­to, debe­mos esfor­zar­nos por con­quis­tar o neu­tra­li­zar a las amplias masas que aún per­ma­ne­cen en el cam­po fas­cis­ta. Quie­ro sub­ra­yar la impor­tan­cia de que nos demos cuen­ta de que debe­mos luchar ideo­ló­gi­ca­men­te por la pose­sión del alma de esas masas. Debe­mos dar­nos cuen­ta de que no sólo tra­tan de esca­par de sus actua­les tri­bu­la­cio­nes, sino que anhe­lan una nue­va filosofía.

Debe­mos salir de los lími­tes estre­chos de nues­tra acti­vi­dad actual. La Ter­ce­ra Inter­na­cio­nal es, en con­tras­te con la vie­ja inter­na­cio­nal, una inter­na­cio­nal de todas las razas sin dis­tin­cio­nes. Los par­ti­dos comu­nis­tas no deben ser solo la van­guar­dia de los pro­le­ta­rios del tra­ba­jo manual, sino tam­bién los enér­gi­cos defen­so­res de los intere­ses de los tra­ba­ja­do­res cere­bra­les. Debe­mos diri­gir a todos los sec­to­res de la socie­dad que son obli­ga­dos a opo­ner­se a la domi­na­ción bur­gue­sa por cau­sa de sus intere­ses y expec­ta­ti­vas del futu­ro. Me ale­gro por tan­to con la pro­pues­ta del cama­ra­da Zino­viev (hablan­do en una sesión del Comi­té Eje­cu­ti­vo Amplia­do de la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta en junio de este año) de asu­mir la lucha por el Gobierno Obre­ro y Cam­pe­sino. Me ale­gré cuan­do leí sobre eso. Esta nue­va pala­bra de orden tie­ne un gran sig­ni­fi­ca­do para todos los paí­ses. No pode­mos des­car­tar esto en la lucha con­tra el fas­cis­mo. Sig­ni­fi­ca que la sal­va­ción de las gran­des masas del peque­ño cam­pe­si­na­do será alcan­za­da a tra­vés del comu­nis­mo. No debe­mos limi­tar­nos a con­ti­nuar luchan­do por nues­tro pro­gra­ma polí­ti­co y eco­nó­mi­co. Debe­mos al mis­mo tiem­po, fami­lia­ri­zar a las masas con los idea­les del comu­nis­mo como filo­so­fía. Si hicié­ra­mos esto, mos­tra­re­mos el camino para una nue­va filo­so­fía a todos aque­llos ele­men­tos que per­die­ron el rum­bo duran­te los acon­te­ci­mien­tos his­tó­ri­cos de los últi­mos tiem­pos. La con­di­ción nece­sa­ria para eso es que al acer­car­nos a esas masas, tam­bién nos desa­rro­lle­mos orga­ni­za­ti­va­men­te como par­ti­do, una uni­dad com­ple­ta­men­te sóli­da; si no hace­mos esto, corre­mos el ries­go de caer en el opor­tu­nis­mo y la esci­sión. Debe­mos adap­tar nues­tro méto­dos de tra­ba­jo a las nue­vas tareas, pre­ci­sa­mos hablar con las masas en un len­gua­je en el que ellas nos pue­dan enten­der, sin per­ju­di­car nues­tra ideas. Así, la lucha con­tra el fas­cis­mo trae una serie de nue­vas tareas.

Es res­pon­sa­bi­li­dad de todos los par­ti­dos rea­li­zar esta tarea enér­gi­ca­men­te en con­for­mi­dad con la situa­ción de sus res­pec­ti­vos paí­ses. Sin embar­go, debe­mos tener en men­te que no es sufi­cien­te supe­rar al fas­cis­mo ideo­ló­gi­ca y polí­ti­ca­men­te, la posi­ción del pro­le­ta­ria­do en rela­ción al fas­cis­mo es, actual­men­te, de auto­de­fen­sa. Esta auto­de­fen­sa del pro­le­ta­ria­do debe con­ver­tir­se en una lucha por su exis­ten­cia y organización.

El pro­le­ta­ria­do debe tener un apa­ra­to de auto­de­fen­sa bien orga­ni­za­do. Siem­pre que el fas­cis­mo uti­li­ce la vio­len­cia, debe ser res­pon­di­do con la vio­len­cia pro­le­ta­ria. No me refie­ro a actos terro­ris­tas indi­vi­dua­les, sino a la vio­len­cia de la lucha de cla­ses revo­lu­cio­na­ria orga­ni­za­da del pro­le­ta­ria­do. En Ale­ma­nia se dio el pri­mer paso con la crea­ción de las «cen­tu­rias» de las fábri­cas. Esa lucha solo pue­de ser exi­to­sa si hay un pro­le­ta­rio uni­do. Los tra­ba­ja­do­res deben unir­se para esa lucha, inde­pen­dien­te­men­te de a qué par­ti­do per­te­nez­can. La auto­de­fen­sa del pro­le­ta­ria­do es uno de los mayo­res incen­ti­vos para el esta­ble­ci­mien­to del fren­te úni­co del pro­le­ta­ria­do. Sola­men­te incul­can­do la cons­cien­cia de cla­se en el alma de todos los tra­ba­ja­do­res con­se­gui­re­mos pre­pa­rar tam­bién la derro­ta mili­tar del fas­cis­mo, que en la actual eta­pa es suma­men­te nece­sa­rio. Si tene­mos éxi­to en esto, pode­mos estar segu­ros de que pron­to se aca­ba­rá con el sis­te­ma capi­ta­lis­ta y con el poder bur­gués, inde­pen­dien­te­men­te de cual­quier éxi­to de la ofen­si­va gene­ral de la bur­gue­sía con­tra el pro­le­ta­ria­do. Los sig­nos de desin­te­gra­ción, que están tan pal­pa­ble­men­te ante nues­tros ojos, nos dan la con­vic­ción de que el gigan­tes­co pro­le­ta­ria­do se uni­rá de nue­vo a la lucha revo­lu­cio­na­ria, y que su lla­ma­da al mun­do bur­gués será: ¡Yo soy la fuer­za, yo soy la volun­tad! ¡El futu­ro me pertenece!

Cla­ra Zetkin

Agos­to de 1923

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