Ucra­nia-Rusia: como un terremoto

«La gue­rra en Ucra­nia es como un pode­ro­so terre­mo­to que ten­drá efec­tos en cade­na en toda la eco­no­mía mun­dial, espe­cial­men­te en los paí­ses pobres». Así des­cri­bió la direc­to­ra del FMI, Kris­ta­li­na Geor­gie­va, el impac­to de la gue­rra en la eco­no­mía mun­dial. Nadie pue­de estar segu­ro de la mag­ni­tud de este terre­mo­to, pero inclu­so en la visión más opti­mis­ta, va a dañar sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te las eco­no­mías y los medios de vida no sólo de los habi­tan­tes de Ucra­nia y Rusia, sino tam­bién del res­to de los 7.000 millo­nes de per­so­nas a nivel mun­dial. Y está ocu­rrien­do jus­to cuan­do la eco­no­mía mun­dial se esta­ba recu­pe­ran­do supues­ta­men­te del des­plo­me de la pro­duc­ción, los ingre­sos y los nive­les de vida sufri­dos por la caí­da de la pan­de­mia de COVID en 2020, que fue la con­trac­ción mun­dial más amplia y pro­fun­da (aun­que rela­ti­va­men­te cor­ta) en más de 100 años.

Pero empe­ce­mos por la pro­pia Ucra­nia. Ya hay 3 millo­nes de per­so­nas que han hui­do del país por las bom­bas y la des­truc­ción de sus hoga­res y otros 6 millo­nes han sido des­pla­za­dos den­tro del país. Como en todas las gue­rras, se han per­di­do vidas y medios de sub­sis­ten­cia. Des­de el pun­to de vis­ta eco­nó­mi­co, un infor­me del per­so­nal del FMI, ter­mi­na­do el 7 de mar­zo, con­clu­yó que el país esta­ba para­li­za­do. «Con millo­nes de ucra­nia­nos huyen­do de sus hoga­res y muchas ciu­da­des bajo bom­bar­deo, la acti­vi­dad eco­nó­mi­ca ordi­na­ria debe, en gran medi­da, sus­pen­der­se». Lue­go están los daños físi­cos. Hace una sema­na, el ase­sor eco­nó­mi­co del pre­si­den­te ucra­niano cifró los daños en 100.000 millo­nes de dóla­res. La mitad de las expor­ta­cio­nes del país depen­den del puer­to de Mariu­pol, que aho­ra sufre el ase­dio más salvaje.

La pro­yec­ción pro­vi­sio­nal del FMI es que la pro­duc­ción cai­ga un 10% en 2022, si la gue­rra no dura mucho. Y esto empie­za a pare­cer opti­mis­ta, ya que el FMI comen­ta que «los ries­gos de caí­da son exce­si­va­men­te altos». Este 10% se com­pa­ra con un des­cen­so de la pro­duc­ción del 6,6% en 2014, al que siguió un des­cen­so de algo menos del 10% en 2015, duran­te el ante­rior con­flic­to entre Rusia y Ucra­nia en el este del país. Sin embar­go, el FMI advir­tió que «los datos sobre la con­trac­ción del PIB real en tiem­pos de gue­rra (Irak, Líbano, Siria, Yemen) sugie­ren que la con­trac­ción anual de la pro­duc­ción podría ser even­tual­men­te mucho mayor, en el ran­go de 25 – 35%.»

Lue­go está Rusia. La inva­sión de Putin ha pro­vo­ca­do una res­pues­ta sin pre­ce­den­tes en for­ma de san­cio­nes eco­nó­mi­cas y de otro tipo con­tra los ami­gos y par­ti­da­rios de Putin y con­tra sus ban­cos e ins­ti­tu­cio­nes, lle­gan­do inclu­so a embar­gar las reser­vas de divi­sas del país, y a aumen­tar los inten­tos de blo­quear o boi­co­tear las expor­ta­cio­nes rusas (inclui­dos el petró­leo y el gas). Impe­dir que el ban­co cen­tral ruso des­plie­gue sus reser­vas inter­na­cio­na­les e impo­si­bi­li­tar que liqui­de sus acti­vos, for­ma par­te de una gue­rra eco­nó­mi­ca dise­ña­da para soca­var la eco­no­mía y el esfuer­zo béli­co de Rusia. El minis­tro de finan­zas fran­cés dijo que «esta­mos libran­do una gue­rra eco­nó­mi­ca y finan­cie­ra total con­tra Rusia, Putin y su gobierno»

La eco­no­mía rusa no es gran­de en com­pa­ra­ción con las eco­no­mías del G7. En total, las fuer­zas eco­nó­mi­cas con­tra Rusia ascien­den a un PIB anual de 50 billo­nes de dóla­res, fren­te a los esca­sos 4 billo­nes de Rusia y Bielorrusia.

Y en lo que res­pec­ta a la poten­cia de fue­go mili­tar, Rusia es supe­ra­da amplia­men­te por los paí­ses de la OTAN.

Así pues, una com­bi­na­ción de tras­tor­nos eco­nó­mi­cos, san­cio­nes a los paí­ses de la OTAN y una espi­ral infla­cio­nis­ta va a lle­var a la eco­no­mía rusa a un pre­ci­pi­cio. Las pre­vi­sio­nes sobre la con­trac­ción de la pro­duc­ción varían. El con­sen­so lo sitúa en una caí­da del 8% este año.

Sin embar­go, el Ins­ti­tu­to Inter­na­cio­nal de Finan­zas (IIF), que estu­dia dete­ni­da­men­te los flu­jos de expor­ta­ción e impor­ta­ción rusos, así como los flu­jos de capi­tal, es mucho más pesi­mis­ta y pre­vé una caí­da del 15%, algo que no se expe­ri­men­ta­ba en Rusia des­de el colap­so de la Unión Sovié­ti­ca en la déca­da de 1990, lo que devol­ve­ría a la eco­no­mía rusa a nive­les de hace más de 20 años.

El uso de san­cio­nes eco­nó­mi­cas con­tra un país del G20 como Rusia no tie­ne pre­ce­den­tes. Demues­tra el papel que pue­den desem­pe­ñar las «san­cio­nes» como alter­na­ti­va a la acción mili­tar con­tra los gobier­nos que no siguen los deseos y dic­ta­dos del impe­ria­lis­mo en el siglo XXI.

El his­to­ria­dor eco­nó­mi­co Nicho­las Mul­der aca­ba­ba de publi­car un libro titu­la­do El arma eco­nó­mi­ca: el sur­gi­mien­to de las san­cio­nes como herra­mien­ta de la gue­rra moder­na. Mul­der seña­la que las san­cio­nes eco­nó­mi­cas empe­za­ron a ser uti­li­za­das por las poten­cias impe­ria­lis­tas cuan­do se creó la Socie­dad de Nacio­nes tras la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial. Las prin­ci­pa­les poten­cias de la Liga «creían haber dota­do a la orga­ni­za­ción de un nue­vo y pode­ro­so tipo de ins­tru­men­to coer­ci­ti­vo para el mun­do moderno». El enton­ces pre­si­den­te de EE.UU., Woo­drow Wil­son, des­cri­bió las san­cio­nes eco­nó­mi­cas como «algo más tre­men­do que la gue­rra», que podía hacer entrar en razón a «una nación del mis­mo modo que la asfi­xia eli­mi­na del indi­vi­duo toda incli­na­ción a luchar». No sería nece­sa­ria la fuer­za. «Es un reme­dio terri­ble. No cues­ta una vida fue­ra de la nación boi­co­tea­da, pero ejer­ce una pre­sión sobre esa nación que, a mi jui­cio, nin­gu­na nación moder­na podría resis­tir.» En ese sen­ti­do, las san­cio­nes me recuer­dan a los ase­dios medie­va­les, en los que se some­tía a las ciu­da­des por ham­bre, sin nece­si­dad de accio­nes mili­ta­res. Las san­cio­nes eco­nó­mi­cas fue­ron una nue­va arma del siglo XX, jun­to con las armas quí­mi­cas y las bom­bas nucleares.

Mul­der sos­tie­ne que las san­cio­nes eco­nó­mi­cas fue­ron uti­li­za­das pri­me­ro por los impe­ria­lis­tas euro­peos con­tra los pue­blos que vivían fue­ra del «mun­do civi­li­za­do». Des­pués, el ascen­so de Esta­dos Uni­dos al poder mun­dial en el siglo XX vio tan­to san­cio­nes nega­ti­vas (embar­gos de petró­leo) como posi­ti­vas (Lend-Lea­se). «El san­cio­nis­mo de Esta­dos Uni­dos ha sido mol­dea­do por tres fac­to­res: su sin­gu­lar domi­nio mili­tar, la infle­xión ideo­ló­gi­ca de la polí­ti­ca de la Gue­rra Fría y el papel de los mer­ca­dos finan­cie­ros esta­dou­ni­den­ses en la eco­no­mía mundial».

John May­nard Key­nes con­si­de­ra­ba que las san­cio­nes «posi­ti­vas» eran bene­fi­cio­sas, es decir, median­te ayu­das y sub­ven­cio­nes a los bue­nos, mien­tras que se apli­ca­ban prohi­bi­cio­nes, blo­queos y cas­ti­gos a los malos. Y con­si­de­ra­ba que la san­ción al sis­te­ma finan­cie­ro era la más pode­ro­sa, y eso es lo que aho­ra se está ponien­do en prác­ti­ca con­tra Rusia. Por supues­to, cuan­to más gran­de y pode­ro­so sea un país, y cuan­to más débil y menos fir­me sea apli­ca­da por una alian­za de paí­ses, menor será su impacto.

Pero, ¿qué pasa con el impac­to glo­bal del con­flic­to? Aun­que Rusia y Ucra­nia son rela­ti­va­men­te peque­ñas en tér­mi­nos de pro­duc­ción, son gran­des pro­duc­to­res y expor­ta­do­res de pro­duc­tos ali­men­ti­cios, mine­ra­les y ener­gía. Ucra­nia y Rusia repre­sen­tan con­jun­ta­men­te más de una cuar­ta par­te del comer­cio mun­dial de tri­go y una quin­ta par­te de las ven­tas de maíz. Cuan­to más tiem­po per­ma­nez­can las fuer­zas rusas en Ucra­nia, cuan­to más tiem­po per­ma­nez­can inac­ti­vos los trac­to­res y las cose­cha­do­ras para reco­lec­tar los cul­ti­vos del país, esto ame­na­za la segu­ri­dad ali­men­ta­ria más allá de la región, ha adver­ti­do el FMI.

Por ejem­plo, Egip­to impor­ta el 80% de su tri­go de Rusia y Ucra­nia. Con muchos paí­ses de Áfri­ca y Orien­te Medio expues­tos de for­ma simi­lar, Euro­pa podría tener pron­to otra cri­sis migra­to­ria entre manos, ade­más de los millo­nes de refu­gia­dos ucra­nia­nos. Tam­bién está el papel de Ucra­nia en el sumi­nis­tro de muchos de los gases raros nece­sa­rios en los pro­ce­sos indus­tria­les ‑como el neón, el crip­tón y el xenón‑, inclui­da la ya ase­dia­da pro­duc­ción de semiconductores.

La ener­gía es la prin­ci­pal vía de con­ta­gio para Euro­pa, ya que Rusia es una fuen­te crí­ti­ca de impor­ta­cio­nes de gas natural.

Esto va a afec­tar a la pro­duc­ción en toda Europa.

El FMI cal­cu­la que «la pro­lon­ga­ción de la agre­sión rusa a Ucra­nia, ade­más de las pér­di­das huma­ni­ta­rias y eco­nó­mi­cas, tam­bién pro­vo­ca­rá impor­tan­tes efec­tos indi­rec­tos en todo el mun­do: dete­rio­ro de la segu­ri­dad ali­men­ta­ria, aumen­to del pro­ce­so ener­gé­ti­co y de las mate­rias pri­mas, incre­men­to de las pre­sio­nes infla­cio­nis­tas, inte­rrup­ción de las cade­nas de sumi­nis­tro, aumen­to del gas­to social para los refu­gia­dos y aumen­to de la pobre­za. El daño eco­nó­mi­co glo­bal de esta gue­rra será devastador».

En su infor­me, la OCDE tam­bién pre­sen­ta un pano­ra­ma deso­la­dor si la gue­rra se pro­lon­ga mucho más: «el cre­ci­mien­to mun­dial podría redu­cir­se en más de un pun­to por­cen­tual, y la infla­ción mun­dial aumen­tar en cer­ca de 2½ pun­tos por­cen­tua­les en el pri­mer año com­ple­to tras el ini­cio del con­flic­to. Estas esti­ma­cio­nes se basan en el supues­to de que las per­tur­ba­cio­nes de los mer­ca­dos finan­cie­ros y de pro­duc­tos bási­cos obser­va­das en las dos pri­me­ras sema­nas del con­flic­to per­sis­tan duran­te al menos un año, e inclu­yan una pro­fun­da rece­sión en Rusia, con un des­cen­so de la pro­duc­ción de más del 10% y un aumen­to de la infla­ción de cer­ca de 15 pun­tos porcentuales».

Y si las impor­ta­cio­nes de ener­gía de Rusia se redu­cen en un 20%, ya sea por las san­cio­nes o las con­tra­san­cio­nes, se redu­ci­ría la pro­duc­ción bru­ta de las eco­no­mías euro­peas en más de un pun­to por­cen­tual, con dife­ren­cias sig­ni­fi­ca­ti­vas entre países.

La con­sul­to­ra de ges­tión McKin­sey tam­bién pre­di­jo resul­ta­dos des­agra­da­bles para las eco­no­mías euro­peas, en par­ti­cu­lar. En el esce­na­rio espe­ra­do por McKin­sey, en el que se vis­lum­bra el fin de las hos­ti­li­da­des en la segun­da mitad de 2022 y las san­cio­nes no se extien­den al sec­tor ener­gé­ti­co (de modo que las expor­ta­cio­nes de ener­gía de Rusia a Euro­pa siguen flu­yen­do), McKin­sey cal­cu­la que el cre­ci­mien­to del PIB en la euro­zo­na y Ale­ma­nia se estan­ca­ría en 2022, pero lue­go se recu­pe­ra­ría has­ta el 2,1% en 2023 y el 4,8% en 2024. Eso ya es bas­tan­te malo, pero si se pro­du­ce un con­flic­to pro­lon­ga­do que inten­si­fi­que la cri­sis de los refu­gia­dos en Euro­pa Cen­tral y si los paí­ses occi­den­ta­les y Rusia amplían aún más las san­cio­nes, pro­vo­can­do el cie­rre de las expor­ta­cio­nes de petró­leo y gas de Rusia a Euro­pa; enton­ces la euro­zo­na entra­ría en rece­sión en 2022 y 2023, enca­be­za­da por Alemania.

Y al igual que la Gran Rece­sión de 2008 ‑y la caí­da de la pan­de­mia de COVID en 2020- dejó «cica­tri­ces» a lar­go pla­zo en las eco­no­mías capi­ta­lis­tas, el con­flic­to entre Ucra­nia y Rusia está aña­dien­do más daños. La «glo­ba­li­za­ción» (la exten­sión del comer­cio mun­dial y los flu­jos de capi­tal) fue una impor­tan­te con­tra-ten­den­cia para las eco­no­mías impe­ria­lis­tas a la caí­da de la ren­ta­bi­li­dad del capi­tal pro­duc­ti­vo a nivel nacio­nal en las dos últi­mas déca­das del siglo XX. Pero la glo­ba­li­za­ción, la expan­sión de los flu­jos de capi­tal y el comer­cio impe­ria­lis­ta sin tra­bas, se tam­ba­leó en el siglo XXI y, bajo el impac­to de la Gran Rece­sión, se revir­tió. La ren­ta­bi­li­dad mun­dial cayó a míni­mos his­tó­ri­cos. Esta es la cau­sa sub­ya­cen­te de la inten­si­fi­ca­ción de las cri­sis eco­nó­mi­cas y los con­flic­tos geo­po­lí­ti­cos en las últi­mas dos décadas.

Y aho­ra que esta gue­rra apa­ren­te­men­te «regio­nal» que se ha revo­lu­cio­na­do has­ta con­ver­tir­se en un pro­ble­ma mun­dial, podría alte­rar fun­da­men­tal­men­te el orden eco­nó­mi­co y geo­po­lí­ti­co glo­bal a medi­da que el comer­cio de ener­gía se des­pla­za, las cade­nas de sumi­nis­tro se recon­fi­gu­ran, las redes de pago se frag­men­tan y los paí­ses se replan­tean las tenen­cias de divi­sas de reser­va. Des­pués de los aran­ce­les pro­tec­cio­nis­tas de Esta­dos Uni­dos del perío­do de Trump con­tra Chi­na, Méxi­co y Euro­pa, aho­ra exis­te esta mayor ten­sión geo­po­lí­ti­ca, que ele­va aún más los ries­gos de frag­men­ta­ción eco­nó­mi­ca, espe­cial­men­te para el comer­cio y la tecnología.

Lue­go está la deu­da. La pan­de­mia del COVID-19 coin­ci­dió con un nue­vo y rápi­do aumen­to del endeu­da­mien­to empre­sa­rial. La deu­da de las empre­sas ya había aumen­ta­do en todo el mun­do des­de 2007, pero la cri­sis de la pan­de­mia ha pro­vo­ca­do un nue­vo y fuer­te incre­men­to. El endeu­da­mien­to de las empre­sas esta­dou­ni­den­ses aumen­tó un 12,5% entre 2018 y 2020, mucho más que el aumen­to de toda la déca­da ante­rior a la COVID-19. El grá­fi­co siguien­te mues­tra la deu­da como % del PIB.

Aho­ra la caí­da del cre­ci­mien­to de la pro­duc­ción, inclu­so la rece­sión, el debi­li­ta­mien­to de la inver­sión y la menor ren­ta­bi­li­dad de las empre­sas, jun­to con el aumen­to de la infla­ción, ame­na­zan con pro­vo­car quie­bras gene­ra­li­za­das entre los «zom­bis» y los «ánge­les caí­dos» de las empre­sas. Esto hace que los pla­nes de los ban­cos cen­tra­les de subir los tipos de inte­rés para con­tro­lar la ace­le­ra­ción de la infla­ción sean, como míni­mo, difí­ci­les, y como máxi­mo, impo­si­bles. Un recien­te aná­li­sis empí­ri­co con­si­de­ra que «cuan­do el nivel de endeu­da­mien­to de las empre­sas es sufi­cien­te­men­te alto, una polí­ti­ca mone­ta­ria con­trac­ti­va inclu­so aumen­ta la infla­ción», lo que recuer­da el epi­so­dio de estan­fla­ción de los años 70 tras las «cri­sis» del petró­leo de enton­ces. El docu­men­to con­clu­ye que «nues­tro tra­ba­jo sugie­re que la polí­ti­ca mone­ta­ria no será efi­caz para redu­cir la infla­ción sua­ve­men­te hacia un ate­rri­za­je sua­ve. Esto sig­ni­fi­ca que los ban­cos cen­tra­les tie­nen que ele­gir, en últi­ma ins­tan­cia, entre gene­rar una rece­sión, con quie­bras sig­ni­fi­ca­ti­vas, o acep­tar que con­ti­núe la estanflación.»

El eco­no­mis­ta «libe­ral» Wolf, está pro­fun­da­men­te preo­cu­pa­do. «Está nacien­do un nue­vo mun­do. La espe­ran­za de unas rela­cio­nes pací­fi­cas se está des­va­ne­cien­do…. Nadie sabe lo que va a pasar. Pero sí sabe­mos que esto pare­ce ser un desas­tre……. La com­bi­na­ción de gue­rra, cho­ques de ofer­ta y alta infla­ción es des­es­ta­bi­li­za­do­ra, como el mun­do apren­dió en la déca­da de 1970. La ines­ta­bi­li­dad finan­cie­ra pare­ce aho­ra tam­bién muy pro­ba­ble. Pare­ce segu­ro un pro­lon­ga­do epi­so­dio de estan­fla­ción, con gran­des efec­tos poten­cia­les en los mer­ca­dos finan­cie­ros. A lar­go pla­zo, es pro­ba­ble la apa­ri­ción de dos blo­ques con pro­fun­das divi­sio­nes entre ellos, así como una ace­le­ra­ción de la glo­ba­li­za­ción y el sacri­fi­cio de los intere­ses empre­sa­ria­les a la geo­po­lí­ti­ca. Inclu­so la gue­rra nuclear es, por des­gra­cia, concebible».

Wolf afir­ma que esta gue­rra es una bata­lla entre las fuer­zas de la «demo­cra­cia» (repre­sen­ta­das por la OTAN) y las fuer­zas de la «auto­cra­cia» (repre­sen­ta­das por Rusia y Chi­na). Esto no tie­ne sen­ti­do: ¿dón­de enca­ja en esta cate­go­ri­za­ción el alia­do de la OTAN, Ara­bia Sau­dí, o la dic­ta­du­ra mili­tar de Egip­to, o la auto­cra­cia del miem­bro de la OTAN, Tur­quía? En cam­bio, el con­flic­to entre Rusia y Ucra­nia ha pues­to de mani­fies­to las cre­cien­tes con­tra­dic­cio­nes en la eco­no­mía capi­ta­lis­ta mun­dial entre las poten­cias impe­ria­lis­tas, por un lado, y los paí­ses que inten­tan resis­tir­se a las polí­ti­cas y la volun­tad del imperialismo.

La jefa del FMI, Geor­gie­va, decla­ró que «vivi­mos en un mun­do más pro­pen­so a los cho­ques». Sí, los cho­ques han lle­ga­do con fuer­za en el siglo XXI. Geor­gie­va con­ti­nuó: «Y nece­si­ta­mos la fuer­za del colec­ti­vo para hacer fren­te a los cho­ques que se ave­ci­nan». En efec­to. Pero no es la volun­tad colec­ti­va de las poten­cias capi­ta­lis­tas la que pue­de hacer fren­te a estos cho­ques: han fra­ca­sa­do en lo que res­pec­ta al cam­bio cli­má­ti­co; en la pre­ven­ción y deten­ción de la pan­de­mia del COVID; y en el fin de la pobre­za y el man­te­ni­mien­to de la paz mun­dial. En cam­bio, todo depen­de­rá de la volun­tad colec­ti­va de los tra­ba­ja­do­res organizados.

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Michael Roberts

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