La pér­di­da de rele­van­cia del impe­ria­lis­mo fran­cés. Efec­tos exter­nos e inter­nos de la «nos­tal­gia del imperio»

Esa era la situación antes de la reunificación de Alemania, de la desaparición de la URSS y de la aparición de nuevas potencias emergentes. Cada uno de estos acontecimientos reforzará el declive del imperialismo francés. La reunificación de Alemania en 1990 cambia a favor de este país la relación de fuerzas interna en la Unión Europea. La famosa pareja «franco-alemana», que a muchos políticos y periodistas les encanta mencionar, oculta mal la construcción de una Europa a varias velocidades bajo liderazgo alemán. La desaparición de la URSS reduce la importancia de las concesiones que Estados Unidos tenía que hacer a Francia para evitar que se sintiera atraída por una estrategia internacional más independiente. El desaire de Australia y Estados Unidos a propósito de los submarinos franceses, seguido inmediatamente por el anuncio de una nueva alianza militar entre estos dos países y Reino Unido (AUKUS)1, de la que se excluye a Francia, ponen de relieve que ya no se considera indispensable a Francia en la zona Asia-Pacífico. Por último, el desarrollo de nuevas potencias económicas emergentes amplia las posibilidades de asociación económica de muchos países africanos, sudamericanos y asiáticos, lo que rompe la relación bilateral con París impuesta desde las independencias.

Por todas estas razones es indudable que Francia se ha convertido en un imperialismo de segunda fila, que se encuentra amenazado incluso en sus «dominios». Con todo, un imperialismo de segunda fila sigue siendo un imperialismo cuya principal preocupación es recuperar el terreno perdido, aunque para ello tenga que emprender aventuras peligrosas. Es tanto más agresivo cuanto que se cuestionan sus rentas. Testimonio de ello son las intervenciones militares francesas en Libia y Costa de Marfil en 2011, en Mali y República Centroafricana en 2013, la instalación a largo plazo del ejército francés en varios países del Sahel con el pretexto de la lucha antiterrorista, los últimos Libros Blancos sobre la Defensa (2013 y 2017)2 y las subsiguientes leyes de programación militar, etc. Estas leyes de programación militar 2014-2019 y 2019-2025 insisten en el desarrollo de una «base industrial y tecnológica de defensa eficiente», en el consiguiente aumento del presupuesto destinado a los ejércitos (3.800 millones de euros suplementarios otorgados en abril de 2016 que se añaden a los 162.000 millones previstos inicialmente para el periodo 2015-2019), en un aumento constante de este presupuesto en 1.700 millones de euros anuales hasta 2022 y de 3.000 millones de euros después de 2023, en la renovación del equipamiento de los tres ejércitos por valor de 173.000 millones de euros, en reforzar las capacidades «de las operaciones exteriores» (las famosas OPEX)3, etc.

Destaquemos también que desde 2008 los Libros Blancos sobre la Defensa se han convertido en «Libros Blancos sobre la Defensa y la Seguridad Nacional». El cambio de denominación no es baladí: el «Libro Blanco sobre la Defensa y la Seguridad Nacional», publicado el 17 junio 2008 recoge las lecciones de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Insiste en la desaparición de la frontera entre las nociones de defensa y seguridad nacional. Define una estrategia de defensa destinada a dar respuestas al «conjunto de riesgos y amenazas susceptibles de atentar contra la Nación»4. En otras palabras, la lucha contra el terrorismo ha supuesto la ocasión de volver a introducir el concepto de «enemigo interno» que justifica la intervención de los militares en el Hexágono. De hecho esta nueva lógica es una vuelta a la antigua lógica que otorgaba al ejército una misión de «mantenimiento del orden» dentro de Francia. En virtud de esa misión el ejército reprimió la revuelta de los sans culottes en 1795, la revuelta de los tejedores en Lyon en 1831, las revoluciones de 1830 y 1848, la Comuna de París, la manifestación del 1 de mayo en Fourmies en 1891, las huelgas de mineros en 1906, la revuelta de los viticultores de Languedoc en 1907, etc. Desde el primer plan Vigipirate en 19915 se ha banalizado a presencia militar en nuestras calles, nuestras estaciones y otros espacios públicos. Desde 2015 se anuncia que la presencia de 7.000 militares en el espacio público será «a largo plazo» y se inscribe en la actualización de la ley de programación militar de julio de 2015, con la posibilidad de añadir otros 3.000 militares suplementarios en caso de «alerta». Esta banalización de la utilización de las fuerzas militares en el Hexágono, es decir, la desaparición de la frontera entre «defensa» y «seguridad» para las tareas de «seguridad interna», es el primer efecto de la globalización o la primera reacción a la aceleración de la pérdida de relevancia del imperialismo francés que la caracteriza. No es el único.

El segundo efecto es la cada vez más abierta preparación del ejército para nuevas guerras de alta intensidad. El nuevo Jefe del Estado Mayor de los Ejércitos nombrado en julio de 2021, el general Thierry Burkhard, ya no lo oculta. En octubre de 2020 este exlegionario explicaba así ante la Comisión de Defensa de la Asamblea Nacional que «el ejército de tierra debe cambiar de escala y preparase para conflictos más duros, de alta intensidad». Al precisar las consecuencias de este giro estratégico, considera que se requiere un esfuerzo presupuestario para «regenerar al mismo tiempo sus efectivos, su material y sus stocks» porque, añade, «en un conflicto de alta intensidad necesitamos una masa más importante»6. Aquí ya no estamos simplemente en el contexto de una «lucha contra el terrorismo», sino en el de la preparación de una guerra entre Estados. La banalización de las misiones militares en el Hexágono por una parte y la preparación para la guerra abierta por otra se añaden así a la clásica «misión» de «gendarme de África». Aun habiendo perdido relevancia, el imperialismo francés sigue siendo un imperialismo; aun herido, sigue siendo peligroso.

  1. Acrónimo en inglés: «Australia, United Kingdom y United States».
  2. Desde el Libro Blanco de 2017 los Libros Blancos se llaman ahora «Revue stratégique de défense et de sécurité nationale» [Revista estratégica de defensa y de seguridad nacional].
  3. La politique de défense au travers des lois de programmation militaire, Ministère de la défense, se puede consultar en la página web vie-publique.fr.
  4. Ibid.
  5. Vigipirate es el sistema nacional de alerta en Francia creado en 1978 por el presidente Valéry Giscard d’Estaing. Consiste en unas medidas de seguridad específicas, como el aumento de la presencia de policía militar en los metros, estaciones de tren, etc. (N. de la t).
  6. Philippe Chapleau: Comment l’armée française se prépare à des conflits de haute intensité, Ouest-France, 14 de julio de 2021, se puede consultar en la página web ouest-france.fr.

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