El joven con­de­na­do por el vídeo del cen­tro de meno­res: “¿Por defen­der los dere­chos de niños ama­rra­dos a una cama tie­nes que aca­bar en la cárcel?”

Alfonso Galiana
Alfon­so Galia­na elDiarioand

El mes que vie­ne cum­pli­rá 30 años y aca­ba de ser con­de­na­do a dos años y medio de cár­cel por un deli­to de reve­la­ción de secre­tos al haber difun­di­do imá­ge­nes en vídeo de dos meno­res some­ti­dos a suje­ción mecá­ni­ca en una cama en el cen­tro de refor­ma juve­nil Tie­rras de Oria (Alme­ría), don­de él mis­mo estu­vo inter­na­do años atrás (con 17) y don­de, duran­te uno de esos meca­nis­mos de inmo­vi­li­za­ción, falle­cía en el verano de 2019 el joven Iliass Thai­ri“¿Por defen­der los dere­chos de niños ama­rra­dos a una cama tie­nes que aca­bar en la cár­cel? No me voy a con­for­mar ni con solo un día de cár­cel ni con un indul­to por­que no he hecho nada malo ¿Defen­der los dere­chos de las per­so­nas es un deli­to?”, se pre­gun­ta Alfon­so Galia­na.

El joven resi­de en Mála­ga y tie­ne su pro­pia empre­sa. Ase­gu­ra que recu­rri­rá la sen­ten­cia ante la Audien­cia Pro­vin­cial. El juz­ga­do de Pur­che­na que se encar­ga de las denun­cias que pue­dan pro­ce­der de ese cen­tro de meno­res “archi­va­ba todas las denun­cias” cuan­do él u otros inter­nos denun­cia­ban haber sido “mal­tra­ta­dos”, como ase­gu­ra haber­lo sido él tam­bién. Por eso, cuan­do salió, qui­so denun­ciar ese tipo de prác­ti­cas. “Yo lo pasé muy mal allí. Ni me quie­ro acor­dar, se me ponen los pelos de pun­ta, y todo esto es aho­ra una pesa­di­lla. Esto no tie­ne ni pies ni cabe­za. Es la his­to­ria de nun­ca acabar”.

Muy dis­con­for­me con el desa­rro­llo del jui­cio el pasa­do 12 de noviem­bre, que no pudo ser pre­sen­cia­do por los medios de comu­ni­ca­ción “con la excu­sa del afo­ro”, expli­ca Galia­na, el joven alu­de a otra cues­tión, pura­men­te judi­cial, y que su abo­ga­do plan­teó al tri­bu­nal duran­te la vis­ta oral. Se tra­ta de una supues­ta “fal­ta del requi­si­to de pro­ce­di­bi­li­dad” tenien­do en cuen­ta que el menor que man­tie­ne la acu­sa­ción con­tra él, fil­ma­do en julio de 2011, no com­pa­re­ció en el jui­cio por “la impo­si­bi­li­dad de ser halla­do”, habien­do sido “cita­do por edic­tos”, según reco­no­ce la sen­ten­cia. Su abo­ga­do sos­tu­vo que, al tra­tar­se de un deli­to per­se­gui­ble a ins­tan­cia de par­te, el artícu­lo 130 del Códi­go Penal exi­ge exhor­tar­le a que mani­fies­te si desea con­ti­nuar con la acu­sa­ción o mani­fies­ta su perdón.

De hecho, así ocu­rrió con el otro menor fil­ma­do en abril de 2014, que reti­ró la acu­sa­ción y per­mi­tió la abso­lu­ción de dos de los tra­ba­ja­do­res de segu­ri­dad acu­sa­dos. “No sabe­mos si él tam­bién me per­do­na a mí. No se ha habla­do con él y a mí me pue­de cos­tar la cár­cel. ¿Cómo me pue­den con­de­nar si no apa­re­ce la per­so­na que me denun­ció? ¿Cómo pue­de que­dar esto así? Nun­ca me lo podía ima­gi­nar. ¿Pasa esto en un cen­tro de la Jun­ta de Anda­lu­cía y no va a pasar nada?”, se pre­gun­ta. El ter­ce­ro de los exem­plea­dos juz­ga­dos, que fue el que gra­bó al menor que ha man­te­ni­do la denun­cia, ha sido con­de­na­do a 24 meses de pri­sión por des­cu­bri­mien­to y reve­la­ción de secre­tos, con la con­cu­rren­cia de la ate­nuan­te, como muy cua­li­fi­ca­da, de repa­ra­ción del daño, al haber con­sig­na­do en la cuen­ta del juz­ga­do 4.500 euros como pedían las acu­sa­cio­nes en con­cep­to de indem­ni­za­ción a favor del menor “per­ju­di­ca­do”. “A mí me han pues­to dos años y medio para ase­gu­rar­se que aca­bo en la cár­cel”, denun­cia Galiana.

Imá­ge­nes pixeladas

Otra de las cues­tio­nes que expli­ca la sen­ten­cia se refie­re al pixe­la­do de las imá­ge­nes difun­di­das. “La jue­za dice que, aun­que las caras estu­vie­ran pixe­la­das, se les podía reco­no­cer por la figu­ra de los cuer­pos. Es absur­do. Y nin­gún medio de comu­ni­ca­ción ha dicho duran­te la ins­truc­ción que yo haya envia­do las imá­ge­nes sin pixe­lar. No hay prue­bas en ese sen­ti­do. Se basa en la supo­si­ción”, comen­ta. “¿En qué país del mun­do te meten en la cár­cel por una denun­cia social? Es que es absur­do”, insis­te. El vídeo por el que ha sido con­de­na­do el joven fue publi­ca­do en febre­ro de 2015 en este perió­di­co a tra­vés de You­tu­be con los ros­tros de los meno­res pixe­la­dos para pre­ser­var su intimidad.

Según la sen­ten­cia, Galia­na, aun­que su defen­sa res­pon­dió que había pixe­la­do pre­via­men­te las imá­ge­nes antes de man­dar­las a los medios, antes “había res­pon­di­do al Minis­te­rio Fis­cal con rotun­di­dad que las entre­gó sin pixe­lar a los medios de comu­ni­ca­ción con la con­di­ción pac­ta­da de que ellos las pixe­la­ra­ran, lle­gan­do a decir que él no las podía pixe­lar para no incu­rrir en una mani­pu­la­ción de la ima­gen”. Esa cues­tión la ase­gu­ra la jue­za basán­do­se prin­ci­pal­men­te en las decla­ra­cio­nes tan­to de un agen­te de la Guar­dia Civil como de Manuel Madrid, direc­tor enton­ces del cen­tro de meno­res, “quie­nes la han vis­to de ambas for­mas”. La exno­via del menor tam­bién le reco­no­ció en “un vídeo en tele­vi­sión” y le dio avi­so, tras lo cual se ini­ció el pro­ce­so judi­cial al sen­tir­se el menor “pro­fun­da­men­te per­ju­di­ca­do” por haber sido reco­no­ci­do, según expli­ca la sentencia.

Para la jue­za, “es evi­den­te que la con­duc­ta desa­rro­lla­da por el acu­sa­do al faci­li­tar a los medios de comu­ni­ca­ción el vídeo en el apa­re­cía el menor para difun­dir­lo, pone de mani­fies­to de mane­ra pal­ma­ria no sólo el dolo gené­ri­co de saber lo que se hace y la volun­tad de hacer­lo, sino tam­bién el dolo reque­ri­do por esta figu­ra delic­ti­va, carac­te­ri­za­do por el áni­mo ten­den­cial de inva­dir la esfe­ra de pri­va­ci­dad e inti­mi­dad de las per­so­nas”. En todo caso, “la cesión a ter­ce­ros rea­li­za­da por el acu­sa­do de tales imá­ge­nes supu­so, en defi­ni­ti­va, la vul­ne­ra­ción de la inti­mi­dad del menor, quien se sin­tió por ello muy perjudicado”.

Javier Ramajo/eldiario.es

La entra­da El joven con­de­na­do por el vídeo del cen­tro de meno­res: “¿Por defen­der los dere­chos de niños ama­rra­dos a una cama tie­nes que aca­bar en la cár­cel?” se publi­có pri­me­ro en La otra Anda­lu­cía.

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