Pales­ti­na. El mun­do no debe olvi­dar la masa­cre de Sabra y Chatila

Resu­men Medio Orien­te /​16 de sep­tiem­bre de 2021 – Entre el 16 y el 18 de sep­tiem­bre de 1982, mili­cias arma­das liba­ne­sas y las fuer­zas de ocu­pa­ción israe­líes come­tie­ron la masa­cre de los cam­pa­men­tos de Sabra y Cha­ti­la, allí había dos de los 12 cam­pa­men­tos pales­ti­nos en terri­to­rio libanés.

  • La masa­cre de Sabra y Cha­ti­la cum­ple 39 años

La masa­cre de Sabra y Cha­ti­la no fue un mero acci­den­te en la his­to­ria del Líbano, que en ese momen­to vivía una gue­rra civil entre fac­cio­nes y mili­cias arma­das y rivales.

La mis­ma tuvo lugar en solo 62 horas, en medio de un silen­cio ára­be e inter­na­cio­nal. Esce­nas docu­men­ta­das de cadá­ve­res sin cabe­za, sin ojos, aplas­ta­das, y como con­se­cuen­cia caye­ron  4 000 már­ti­res hom­bre y muje­res, ade­más de miles de heridos.

La deci­sión de come­ter la masa­cre fue emi­ti­da por Rafael Eitan, el Jefe de Esta­do Mayor israe­lí, y Ariel Sha­ron, enton­ces minis­tro de Gue­rra, en el gobierno de Mena­chem Begin, a las que­las fuer­zas de ocu­pa­ción se alia­ron con la mili­cia del par­ti­do de las Falan­ges Liba­ne­sas (en ára­be, Hizb Al-Katā’ib Al-Lubnaniya).

El cam­pa­men­to que­dó com­ple­ta­men­te rodea­do por la ocu­pa­ción israe­lí, lo que faci­li­tó y apo­yó el ingre­so de las mili­cias, quie­nes entra­ron de madru­ga­da y comen­za­ron a lle­var a cabo la masa­cre a san­gre fría, uti­li­zan­do armas blan­cas y otras herra­mien­tas en la bru­tal liqui­da­ción de los inde­fen­sos resi­den­tes del campamento.

Tes­ti­gos ocu­la­res que esta­ban en el cam­pa­men­to dicen que uno de los tan­ques israe­líes avan­zó varios metros hacia el cam­pa­men­to al otro lado de la calle prin­ci­pal, y esto se inter­pre­tó como un inten­to de ave­ri­guar si había resis­ten­cia en el inte­rior, pero dio la vuel­ta sin expo­ner­se a nin­gún fuego.

De esta mane­ra, el terreno esta­ba bien pre­pa­ra­do para la entra­da de las mili­cias liba­ne­sas en él. De hecho, una fuer­za de 150 hom­bres arma­dos que se habían reu­ni­do en el aero­puer­to de Bei­rut se tras­la­dó hacia Ouzai y de allí al cuar­tel Henry Shehab del ejér­ci­to liba­nés, don­de se esta­ban reu­nien­do las Fuer­zas de las Falan­ges Liba­ne­sas, y un poco al nor­te del cuar­tel, las de ocu­pa­ción israe­líes habían esta­ble­ci­do un cen­tro de vigi­lan­cia y seguimiento.

Tres divi­sio­nes, cada una de 50 hom­bres arma­dos, entra­ron en el cam­po, cer­ca­ron a los resi­den­tes del cam­po y comen­za­ron a matar a civiles.

Los ata­can­tes rom­pie­ron las puer­tas de las casas y mata­ron a los que esta­ban den­tro sin decir nada. Esta­ban imple­men­tan­do un plan estric­to que se tra­zó con el obje­ti­vo de matar y nada más. Según los sobre­vi­vien­tes de la masa­cre, los mili­cia­nos no solo mata­ron , tam­bién rea­li­za­ron vio­la­cio­nes, prac­ti­ca­ban saqueos y robos, y cor­ta­ban las muñe­cas a las muje­res para qui­tar­les las joyas de las manos.

Los tes­ti­mo­nios de los super­vi­vien­tes cuen­tan cómo los hom­bres arma­dos des­tru­ye­ron todas las for­mas de vida en el cam­po. Los niños, inclu­so los bebés, no se sal­va­ron de la matan­za, inclu­so las muje­res embarazadas.

La masa­cre con­ti­nuó has­ta el segun­do día, cuan­do los ata­can­tes lla­ma­ron a los pobla­do­res de los cam­pa­men­tos a que se rin­die­ran para que no fue­ran ase­si­na­dos. Cuan­do las per­so­nas se rin­die­ron, gru­pos de hom­bres arma­dos los lle­va­ron en camio­nes a des­ti­nos des­co­no­ci­dos, y nada se sabe de ellos des­de entonces.

Los inves­ti­ga­do­res y narra­do­res ora­les cla­si­fi­ca­ron las nacio­na­li­da­des de las víc­ti­mas de la masa­cre de Sabra y Cha­ti­la: 75 % pales­ti­nos, 20 % liba­ne­ses, 5 % de otras nacio­na­li­da­des (sirios, ira­níes, ben­ga­líes, tur­cos, kur­dos, egip­cios, arge­li­nos y paquis­ta­níes), y otros no las especificaron.

Tes­ti­mo­nios de tes­ti­gos y supervivientes

Fuen­tes pales­ti­nas y otras afir­ma­ron que el núme­ro de muer­tos lle­gó a miles, inclui­das muje­res, ancia­nos y niños.

El pales­tino Muham­mad Sorour (56 años), uno de los super­vi­vien­tes, recuer­da algu­nos capí­tu­los de la masa­cre y los terri­bles días, y dice «per­dí a toda la fami­lia…. el abu­so, la matan­za y el tiro­teo eran los títu­los de la esce­na, inclu­so los ani­ma­les no se sal­va­ron, mata­ron un caba­llo para alguien».

Agre­ga que «la masa­cre esta­lló en la madru­ga­da del 16 de sep­tiem­bre de 1982, alre­de­dor de las 5:30 am, y los agre­so­res toma­ron un camino des­de las inme­dia­cio­nes de los dos cam­pa­men­tos para ata­car, don­de la tor­tu­ra, la matan­za, los dis­pa­ros y la vio­la­ción eran los amos de la esce­na, y el núme­ro de víc­ti­mas en ese momen­to lle­gó a 3 500 per­so­nas, entre des­apa­re­ci­das y ase­si­na­das, y algu­nas de ellas fue­ron arrestadas.

El perio­dis­ta esta­dou­ni­den­se Tho­mas Fried­man del New York Times dijo: “Vi prin­ci­pal­men­te gru­pos de hom­bres jóve­nes de entre vein­te y trein­ta años, ali­nea­dos con­tra las pare­des, espo­sa­dos, y lue­go fue­ron mata­dos con una ráfa­ga de ame­tra­lla­do­ras al esti­lo de una ban­da criminal «.

El movi­mien­to era nor­mal en las cer­ca­nías de los dos cam­pa­men­tos y nadie creía que se estu­vie­ra pro­du­cien­do una masa­cre. Pero con el ini­cio del flu­jo de heri­dos a los hos­pi­ta­les de Acre y Gaza, su char­la sobre las atro­ci­da­des y los horro­res que tuvie­ron lugar, las noti­cias se vol­vie­ron rea­lis­tas y todos empe­za­ron a creer que algo esta­ba pasan­do en los terre­nos del cam­pa­men­to y que esto era algo rela­cio­na­do con una masacre.

En con­se­cuen­cia, los refu­gia­dos comen­za­ron a huir a toda pri­sa, y algu­nos de ellos se reu­nie­ron en el patio del hos­pi­tal de Acre, cre­yen­do que este lugar sería segu­ro y que los mili­cia­nos no ata­ca­rían allí, pero esto no suce­dió, ya que los miem­bros de las Fuer­zas de las Falan­ges Liba­ne­sas agre­die­ron la ins­ti­tu­ción sani­ta­ria y come­tie­ron ase­si­na­tos y vio­la­cio­nes no menos que los que lle­va­ron a cabo en los calle­jo­nes de los campamentos.

Según lo expre­sa­do en otros docu­men­tos, la exter­mi­nio sugie­re, sin lugar a dudas, que estu­vo bien pre­pa­ra­do para ser uno de los más horren­dos ata­ques, con el obje­ti­vo de inti­mi­dar a los pales­ti­nos resi­den­tes en los dos cam­pa­men­tos, y detrás de ellos el entorno geo­grá­fi­co liba­nés que se extien­de des­de los subur­bios del sur de Bei­rut, has­ta lle­gar a lo que se cono­cía como Bei­rut oes­te, y tam­bién como repre­sa­lia con­tra el cam­pa­men­to de Cha­ti­la en particular.

Itu­rria /​Fuen­te

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