Vacu­nas: una nue­va con­tro­ver­sia negada

Paz Fran­cés, José R. Loays­sa y Ariel Petruc­ce­lli auto­res de “Covid 19. La res­pues­ta auto­ri­ta­ria y la estra­te­gia del mie­do”, Edi­cio­nes El Sal­món (2021)

Insis­ti­mos en la nece­si­dad de trans­pa­ren­cia y deba­te sobre qué vacu­nas y para quién. Hoy día pare­ce nece­sa­rio acla­rar que no somos anti­va­cu­nas y espe­ra­mos que más pron­to que tar­de dis­pon­ga­mos de vacu­nas más segu­ras y eficientes

Si los datos actua­les de la pan­de­mia sir­ven para extraer una con­clu­sión, esta es que no hay razo­nes para ser dema­sia­do opti­mis­tas de la efec­ti­vi­dad y segu­ri­dad de las vacu­nas con­tra la covid que se admi­nis­tran en Euro­pa. Para ello sola­men­te bas­ta­ría pre­gun­tar­se por qué este verano en el Esta­do espa­ñol la situa­ción de infec­ta­dos, casos, hos­pi­ta­li­za­dos y muer­tos es mayor (sin ser dra­má­ti­ca) que en el mis­mo perio­do del 2020, cuan­do en estos momen­tos el por­cen­ta­je de la pobla­ción vacu­na­da es casi del 60 % y hace un año era 0 %. Se pue­de adu­cir que el hecho se expli­ca por la apa­ri­ción de nue­vas varian­tes, pero enton­ces habría que demos­trar, con­tra la lógi­ca de la bio­lo­gía evo­lu­cio­nis­ta, que el pre­do­mi­nio de las nue­vas varian­tes no tie­ne rela­ción con la selec­ción natu­ral que pue­den pro­pi­ciar las medi­das con­tra la covid y, espe­cial­men­te, las vacu­nas. Noso­tros cree­mos que no hay razo­nes para dese­char esa hipó­te­sis rela­cio­nal. Más bien es nece­sa­rio con­si­de­rar­la una sos­pe­cha fun­da­da, como opi­nan per­so­nas de tan­ta sol­ven­cia en la mate­ria como uno de los crea­do­res de la Téc­ni­ca del RNA men­sa­je­ro, el Dr. Richard Malone.

Pero hay otras razo­nes para dudar de que las vacu­nas sean «la solu­ción a la pan­de­mia» y que no ava­lan la estra­te­gia vacu­nal indis­cri­mi­na­da adop­ta­da. La pri­me­ra es que las vacu­nas actua­les no son ino­cuas, más bien al con­tra­rio. De hecho, todos los sis­te­mas de vigi­lan­cia detec­tan posi­bles efec­tos secun­da­rios entre los que se encuen­tran muer­tes, con una fre­cuen­cia mucho más ele­va­da que con nin­gu­na vacu­na pre­via­men­te comer­cia­li­za­da. Asi­mis­mo, vemos una efec­ti­vi­dad que dis­ta mucho de ser la que pro­cla­ma­ban los gobier­nos. La recla­ma­ción de una ter­ce­ra dosis como solu­ción a una res­pues­ta inmu­ni­ta­ria en decli­ve es poco menos que teme­ra­ria e irres­pon­sa­ble: una peli­gro­sa hui­da hacia ade­lan­te. En defi­ni­ti­va, las vacu­nas que se están admi­nis­tran­do son menos segu­ras y menos efi­ca­ces de lo que se decía. Los gobier­nos, a pesar de todo, siguen insis­tien­do en que pre­sen­tan un balan­ce costo/​beneficio favo­ra­ble. Hay voces auto­ri­za­das que lo dudan, espe­cial­men­te en la pobla­ción de bajo ries­go. Sería impres­cin­di­ble un deba­te abier­to y plu­ral sobre esta cues­tión, pero no pare­ce que haya nin­gu­na inten­ción de pro­mo­ver­lo, como ates­ti­guan las acu­sa­cio­nes de «anti­va­cu­nas» a aque­llos que se limi­tan a expre­sar dudas sobre «estas» vacunas.

Sobre los efec­tos secun­da­rios, más allá de su fre­cuen­cia, son intrín­se­ca­men­te preo­cu­pan­tes: podrían ser la pun­ta de un ice­berg que indi­quen lesio­nes sub­clí­ni­cas laten­tes que pue­dan tener con­se­cuen­cias gra­ves en el futu­ro. Los efec­tos invo­lu­cran meca­nis­mos infla­ma­to­rios neu­ro­ló­gi­cos y car­dio­vas­cu­la­res, así como reac­cio­nes auto­in­mu­nes. Son efec­tos que pue­den aso­ciar­se a carac­te­rís­ti­cas con­cre­tas de las vacu­nas y del pro­ce­so de inge­nie­ría gené­ti­ca que se empleó en su fabri­ca­ción. No hay que olvi­dar que las vacu­nas con­tie­nen com­pues­tos alér­ge­nos como el PEG (pol­yethy­leno gly­col), modi­fi­ca­cio­nes gené­ti­cas en la secuen­cia ori­gi­nal del virus des­ti­na­das a hacer­lo más simi­lar al RNA men­sa­je­ro humano y una cubier­ta lipí­di­ca, dise­ña­da tam­bién para que simu­la­ra los exoso­mas natu­ra­les, con unos lípi­dos ioni­za­bles que pue­den indu­cir una poten­te res­pues­ta infla­ma­to­ria en animales.

Todas esas cir­cuns­tan­cias debe­rían lle­var a ser pru­den­tes y a extre­mar pre­cau­cio­nes. Y se requie­re ante todo trans­pa­ren­cia en la infor­ma­ción. Por el con­tra­rio, esta­mos asis­tien­do a una cam­pa­ña de vacu­na­ción que no res­pe­ta una deci­sión libre e infor­ma­da. La des­in­for­ma­ción, la pre­sión e inclu­so la coer­ción tie­nen una pre­sen­cia inne­ga­ble para todas aque­llas per­so­nas que no quie­ren cerrar los ojos a estas evi­den­cias. Ade­más, la pre­sión está cre­cien­do con­for­me apa­re­cen datos del fra­ca­so de las vacu­nas para res­pon­der a las expec­ta­ti­vas. Se chan­ta­jea a los jóve­nes cul­pán­do­les del aumen­to de los con­ta­gios, cuan­do pare­ce que los vacu­na­dos par­ti­ci­pan acti­va­men­te en la trans­mi­sión. Per­so­nas vacu­na­das con «pri­vi­le­gios» no jus­ti­fi­ca­dos por su papel epi­de­mio­ló­gi­co, como for­ma de ani­mar a las renuen­tes a la vacu­na­ción. Si las per­so­nas vacu­na­das se con­ta­gian y con­ta­gian, no es razo­na­ble pen­sar que con­tro­lar la pan­de­mia impli­ca aumen­tar el por­cen­ta­je de vacu­na­dos, sobre todo cuan­do los bene­fi­cios de la vacu­na en tér­mi­nos de dis­mi­nu­ción del ries­go de enfer­me­dad gra­ve y muer­te no están esta­ble­ci­dos y pue­den –como en el caso del ries­go de con­ta­gio– ser mucho meno­res de lo que se sigue afir­man­do. Inclu­so no se pue­de des­car­tar la posi­bi­li­dad, que en estos momen­tos es una hipó­te­sis no pro­ba­da pero plau­si­ble, que asis­ta­mos a casos en los que los anti­cuer­pos de la vacu­na aumen­ten la seve­ri­dad de la infec­ción (enfer­me­dad poten­cia­da por anti­cuer­pos ‑ADE).

Insis­ti­mos en la nece­si­dad de trans­pa­ren­cia y deba­te sobre qué vacu­nas y para quién. Hoy día pare­ce nece­sa­rio acla­rar que no somos anti­va­cu­nas y espe­ra­mos que más pron­to que tar­de dis­pon­ga­mos de vacu­nas más segu­ras y efi­cien­tes. Mien­tras tan­to, opi­na­mos que, en su caso, se debe­ría limi­tar a vacu­nar a la pobla­ción de alto ries­go en las que el balan­ce costo/​beneficio tie­ne más posi­bi­li­da­des de ser favorable.

No vamos a exten­der­nos en otras impli­ca­cio­nes polí­ti­co-ideo­ló­gi­cas de la vene­ra­ción cie­ga por las vacu­nas, tras las cua­les halla­mos carac­te­rís­ti­cas típi­cas del pen­sa­mien­to capi­ta­lis­ta neo-libe­ral, como por ejem­plo el «solu­cio­nis­mo tec­no­ló­gi­co»: no impor­ta que pro­ble­ma cau­se­mos o enfren­te­mos, siem­pre habrá una solu­ción téc­ni­co-cien­ti­fis­ta. Una con­cep­ción que se rela­cio­na direc­ta­men­te con la inge­nua visión de la cien­cia como neu­tral y caren­te de ideo­lo­gía, y con la idea del «pro­gre­so» enten­di­do como domi­na­ción de la natu­ra­le­za. Pero, como dice Alfre­do Api­la­nez citan­do a un pio­ne­ro del eco­lo­gis­mo social, «La domi­na­ción de la natu­ra­le­za por el hom­bre se deri­va de la domi­na­ción real de lo humano por lo humano».

Fuen­te: naiz​.eus

La entra­da Vacu­nas: una nue­va con­tro­ver­sia nega­da se publi­có pri­me­ro en La otra Anda­lu­cía.

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