Afga­nis­tán. Un perio­dis­ta argen­tino que tra­ba­jó 20 años en Kabul no des­car­ta un pro­ba­ble «acuer­do secreto»

Resu­men Medio Orien­te, 25 de agos­to de 2021-.

El perio­dis­ta argen­tino Ricar­do Gras­si pasó las últi­mas dos déca­das entre Roma y Kabul, don­de vivía varios meses al año para diri­gir medios de comu­ni­ca­ción y capa­ci­tar a quie­nes tra­ba­jan en ellos, y esa expe­rien­cia lo lle­vó a plan­tear que con la lle­ga­da de los tali­ba­nes a la capi­tal afga­na se pusie­ron en mar­cha «algu­nos acuer­dos secre­tos que se cono­ce­rán en 50 años».

La intui­ción de Gras­si pro­vie­ne de alguien con infor­ma­ción y cono­ci­mien­to del terreno, por­que des­de que fue con­tra­ta­do por la Unión Euro­pea (UE) para orga­ni­zar «la pri­me­ra agen­cia de noti­cias inde­pen­dien­te de Afga­nis­tán», en el año 2003, poco des­pués de la inva­sión de Esta­dos Uni­dos, su pasa­por­te acu­mu­ló dece­nas de ingre­sos y egre­sos a la tie­rra que aho­ra vol­vie­ron a con­tro­lar los talibanes.

En Kabul, fun­dó la agen­cia Pajh­wok Afghan News («Pajh­wok» sig­ni­fi­ca «eco» en los idio­mas dari ‑per­sa afgano- y pas­tún) y con­tri­bu­yó al desa­rro­llo de el gru­po de comu­ni­ca­ción The Killid Group («Killid» es «lla­ve» en dari y pas­tún), medios en los que, con­tó, exis­te «una mez­cla equi­li­bra­da de repor­te­ros y repor­te­ras», quie­nes aho­ra deben com­pro­bar si «el movi­mien­to tali­bán, como ellos mis­mos dicen, ha evo­lu­cio­na­do en una ver­sión tali­bán 2.0».

Las pri­me­ras noti­cias, en ese pun­to, arro­ja­ron indi­cios con­tra­dic­to­rios, por­que mien­tras los tali­ba­nes tra­tan de mos­trar­se «muy ama­bles» en las con­fe­ren­cias de pren­sa con pre­sen­cia inter­na­cio­nal, al mis­mo tiem­po «hay cosas que no se defi­nen», como por ejem­plo qué impli­ca para los nue­vos gober­nan­tes que las muje­res que hacen perio­dis­mo deban cum­plir con «la ley islá­mi­ca». «Afga­nis­tán no es real­men­te un Esta­do, es un gru­po de luga­res con reali­da­des tri­ba­les, étni­cas, de cla­nes, muy distintas».

Para Gras­si, en Afga­nis­tán se vive una situa­ción con­fu­sa, por­que el mie­do extre­mo de mucha gen­te coin­ci­de con «una reduc­ción del 40% en el núme­ro de víc­ti­mas civi­les», según cifras de la sema­na pasa­da, un dato que se encar­gó de sub­ra­yar para poner­le dimen­sión a lo que sig­ni­fi­ca­ría «para la gen­te común» el final de una gue­rra de 20 años.

Gras­si, quien en la Argen­ti­na había diri­gi­do la revis­ta de Mon­to­ne­ros El Des­ca­mi­sa­do, se fue del país en 1977, fijó resi­den­cia en Ita­lia y fue jefe de redac­ción de la agen­cia Inter Press Ser­vi­ce (IPS) con sede en Roma; esta sema­na se encon­tra­ba en Nor­wich, Gran Bre­ta­ña, cuan­do se ente­ró que los tali­ba­nes entra­ban a Kabul.

«Afga­nis­tán no es real­men­te un Esta­do, es un gru­po de luga­res con reali­da­des tri­ba­les, étni­cas, de cla­nes, muy dis­tin­tas, y en reali­dad el (ex)presidente (Ash­raf Gha­ni, que huyó a Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos para evi­tar «un derra­ma­mien­to de san­gre», según decla­ró), no gober­na­ba el país, más o menos inten­ta­ba gober­nar Kabul y a veces ni siquie­ra», remar­có en esta entre­vis­ta con Télam.

El rol de Esta­dos Unidos

El perio­dis­ta, que entre 2003 y 2019 se ins­ta­la­ba par­te del año en Kabul, afir­mó que una de las moti­va­cio­nes de la ocu­pa­ción de EEUU, como tam­bién de la recien­te reti­ra­da, es la puja his­tó­ri­ca por la cons­truc­ción de un gaso­duc­to que has­ta aho­ra no se hizo y que está pro­yec­ta­do para exten­der­se des­de Turk­me­nis­tán, a tra­vés de Afga­nis­tán, Pakis­tán y la India.

«El pro­yec­to ori­gi­nal había sido de la empre­sa argen­ti­na Bri­das (de Car­los Bulghe­ro­ni), pero des­pués fue inter­ve­ni­do por un con­sor­cio orga­ni­za­do por la petro­le­ra esta­dou­ni­den­se Uno­cal (adqui­ri­da por la Che­vron en 2005), que hizo un con­sor­cio con una petro­le­ra de Ara­bia Sau­di­ta, y con el apo­yo del Depar­ta­men­to de Esta­do, invi­ta­ron dos veces a Washing­ton a una dele­ga­ción del Gobierno tali­bán», señaló.

Y para des­ta­car la influen­cia que lle­gó a adqui­rir esa com­pa­ñía (fun­da­da como Union Oil Com­pany de Cali­for­nia) en Afga­nis­tán recor­dó que tan­to «quien des­pués se con­ver­ti­ría en el pre­si­den­te, Hamid Kar­zai, como el (ex)embajador (de EEUU en Kabul) y repre­sen­tan­te per­so­nal de (Geor­ge) Bush, el afgano-nor­te­ame­ri­cano Zal­may Kha­lil­zad, habían sido con­sul­to­res de la Unocal».

Sobre esta nue­va eta­pa con el movi­mien­to tali­bán al man­do, Gras­si no disi­mu­ló la incer­ti­dum­bre que le trans­mi­te la gen­te que cono­ce y que está en Kabul, y al mis­mo tiem­po com­par­tió las para­do­jas que él mis­mo obser­vó al reco­rrer Afga­nis­tán y pre­gun­tar «por la épo­ca de los tali­ba­nes», cuan­do le res­pon­dían que «lo bueno era que había un Esta­do, con una ley que era igual para todos».

«Me decían: ‘Mirá, tenía­mos el sen­ti­do de que esto era un Esta­do, con una ley que era igual para todos, y eso era bueno. Des­pués, cla­ro, esta­ban las cosas muy malas, que eran los cas­ti­gos bru­ta­les, como cor­tar­te la mano, lapi­dar­te», resumió.

La pobla­ción afga­na tie­ne una cul­tu­ra «com­ple­ja, con mil capas»

En rela­ción al some­ti­mien­to de la mujer, que alar­ma a la comu­ni­dad inter­na­cio­nal y que deri­vó en pro­nun­cia­mien­tos diplo­má­ti­cos ‑uno de ellos fir­ma­do por la Argentina‑, Gras­si afir­mó que la pre­ten­sión de Occi­den­te de «modi­fi­car por decre­to» aspec­tos del inte­gra­lis­mo musul­mán es ilu­so­ria, y por el con­tra­rio depo­si­tó su expec­ta­ti­va en que los cam­bios «sí los pue­den hacer los del lugar, con coraje».

«Cuan­do empe­cé a orga­ni­zar la agen­cia de noti­cias, a mi lado había una mez­cla más o menos equi­li­bra­da de repor­te­ros y de repor­te­ras, y ellas tenían mucho empu­je y el cora­je, inclu­so, de enfren­tar­se con la fami­lia por­que se resis­tían a que la hija fue­se a tra­ba­jar y vol­vie­se de noche, por­que eso está mal vis­to en el barrio», contó.

Según Gras­si, la pobla­ción afga­na, con toda su diver­si­dad y hete­ro­ge­nei­dad, «tie­ne una cul­tu­ra de una com­ple­ji­dad como una cebo­lla, con mil capas», que se expre­sa, por caso, en que la masi­vi­dad que tie­ne la poe­sía «en su sen­ti­do pri­mi­ge­nio», reci­ta­da en públi­co como «modo de trans­mi­tir conocimiento».

Otro ras­go de la cul­tu­ra afga­na, aco­tó, es el sen­ti­do muy exten­di­do de abrir las puer­tas, ya que en la cade­na mon­ta­ño­sa del Hin­du Kush «son enor­me­men­te hos­pi­ta­la­rios», aun­que esa dis­po­si­ción con­vi­ve con una acti­tud aten­ta al visi­tan­te, «y des­pués lo que pasa, si se sien­ten defrau­da­dos, es que te pue­den echar o te pue­den matar», comen­tó, diver­ti­do, el periodista.

«Son un pue­blo de mucha dig­ni­dad, dig­ni­dad más armas, y con faci­li­dad para dis­po­ner de ellas, por­que las armas for­man par­te de los mue­bles de la casa, es una com­bi­na­ción carac­te­rís­ti­ca de Afga­nis­tán», agre­gó Gras­si, quien enton­ces con­tó que a la hora de vin­cu­lar­se con los afga­nos él siem­pre se pre­sen­tó como «argen­tino y latinoamericano».

Entre 2003 y 2019, el perio­dis­ta se ha ins­ta­la­do par­te de los años en Kabul.

– Télam: Aho­ra todo el mun­do se con­vir­tió en espe­cia­lis­ta en Afga­nis­tán.
– Ricar­do Gras­si: Cuan­to más uno se que­da en un lugar, menos espe­cia­lis­ta resul­ta. Los espe­cia­lis­tas sue­len estar tres meses, pare­ce que enten­die­ron todo, se van feli­ces y empie­zan a hablar del lugar en el que estu­vie­ron como si fue­ran doc­to­res. Afga­nis­tán es muy particular.

Ha sido inva­di­do a lo lar­go de los siglos, la de Esta­dos Uni­dos en el 2001 es la últi­ma inva­sión, pero por allí han pasa­do todos: los per­sas, Gen­gis Khan, Ale­jan­dro Magno, que fun­dó la famo­sa base Bagram, que des­pués uti­li­za­ron los sovié­ti­cos, lue­go Esta­dos Uni­dos, y aho­ra la ocu­pa­ron los tali­ba­nes. Es un lugar estra­té­gi­co, el pun­to de cone­xión entre Asia Cen­tral y Asia del Sur. Fácil de inva­dir, pero des­pués nadie logra quedarse…

– T.: ¿Por qué sos­tie­ne que pue­de haber un «acuer­do secre­to»?
– R.G.: Cuan­do des­de Esta­dos Uni­dos dicen «con todo el dine­ro que gas­ta­mos en entre­nar al Ejér­ci­to afgano y se rin­die­ron todos», que­da cla­ro que no se entien­de algo. ¿Por qué iban a pelear en una situa­ción de enfren­ta­mien­to extre­mo? ¿Por qué alguien va a matar y ser mata­do? Para los tali­ba­nes fue un paseo ir ocu­pan­do cada ciu­dad. Yo pien­so que habrá habi­do algu­nos acuer­dos secre­tos que cono­ce­re­mos den­tro de 50 años.

Ade­más, cuan­do se habla de los tri­llo­nes que habría gas­ta­do Esta­dos Uni­dos en Afga­nis­tán, eso es muy rela­ti­vo. El dine­ro que sale de Washing­ton de un ban­co des­pués va a otro ban­co de una empre­sa esta­dou­ni­den­se, o de una orga­ni­za­ción esta­dou­ni­den­se, que va a hacer las cosas (la recons­truc­ción) en Afganistán.

– T.: La his­to­ria de Uno­cal pare­ce escri­ta por un guio­nis­ta de Holly­wood.
– R.G.: La his­to­ria es muy espe­cí­fi­ca (ríe). El (ex)embajador (esta­dou­ni­den­se en Kabul), que es un afgano-esta­dou­ni­den­se, es el mis­mo que aho­ra nego­ció la paz con los tali­ba­nes en Qatar. Se lla­ma Zal­may Kha­lil­zad. El gaso­duc­to para abas­te­cer a Afga­nis­tán, Pakis­tán y la India, por la gue­rra, no se pudo lle­var ade­lan­te. Aho­ra, ter­mi­na­da la gue­rra, que es lo que pare­ce que ocu­rre, qui­zá lo hagan. Ten­drán que nego­ciar de vuel­ta, pero así son las cosas.

Fuen­te: Al Mayadeen

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