Entre­vis­ta a Tariq Ali: ” Lenin fue un genio, tal como reco­no­cie­ron inclu­so sus enemigos”

El libro del escri­tor, cineas­ta y perio­dis­ta Tariq Ali, The Dilem­mas of Lenin: Terro­rism, War, Empi­re, Love, Revo­lu­tion, saca a relu­cir a un Lenin des­co­no­ci­do, aman­te de la lite­ra­tu­ra lati­na y de la músi­ca clá­si­ca, pro­fun­da­men­te influi­do por las con­vul­sio­nes polí­ti­cas de la épo­ca que afec­ta­ron ínti­ma­men­te a su pro­pia fami­lia. La his­to­ria ve a Lenin como un dic­ta­dor des­pia­da­do, por lo que pue­de sor­pren­der oír hablar de su com­pro­mi­so con la demo­cra­cia. En esta entre­vis­ta con Suzi Weiss­man para Jaco­bin Radio, Ali des­ve­la los mitos y calum­nias sobre el papel de Lenin en la his­to­ria, nos ayu­da a eva­luar las ideas y accio­nes de Lenin y se pre­gun­ta qué rele­van­cia tie­nen para hoy.

Su nue­vo libro nos pre­sen­ta un Lenin que no hemos vis­to nor­mal­men­te: su amor por la lite­ra­tu­ra, el latín y el aje­drez, y el impac­to de la muer­te de su hermano.

Estas son las cosas de las que la gen­te no habla, y por varias razo­nes. Una de las razo­nes es lo que los diri­gen­tes sovié­ti­cos hicie­ron con Lenin des­pués de su muer­te. El Polit­bu­ró tomó la deci­sión de momi­fi­car­lo, de exhi­bir su cuer­po en públi­co, de trans­for­mar­lo en un san­to bizan­tino. Es una tra­di­ción de la Igle­sia Orto­do­xa. Aun­que algu­nas per­so­nas del Polit­bu­ró no esta­ban a favor de ello, no podían opo­ner­se por­que habría pare­ci­do muy sectario.

La viu­da de Lenin, Nadia Krups­ka­ya, jun­to a sus dos her­ma­nas, supli­ca­ron a los diri­gen­tes dicien­do «Él lo habría odia­do. Detes­ta­ba todo este tipo de dei­fi­ca­ción. Por favor, entié­rren­lo bajo los muros del Krem­lin, don­de han sido ente­rra­dos otros líde­res y acti­vis­tas. No le hagáis esto».

Pero lo hicie­ron, y fue una juga­da inte­li­gen­te. Podían uti­li­zar a Lenin, espe­cial­men­te en los años de Sta­lin; recons­truir­lo como alguien que no era, for­jar foto­gra­fías con él.

Sta­lin en par­ti­cu­lar hizo esto. Él, por supues­to, coin­ci­dió muchas veces con Lenin en las reunio­nes del Polit­bu­ró; pero para mos­trar­se como un ami­go suyo, fal­si­fi­có muchas foto­gra­fías. Se hicie­ron cua­dros fal­sos para suge­rir una con­ti­nui­dad total entre Lenin, su pen­sa­mien­to, y lo que exis­tía en la Unión Sovié­ti­ca en los años treinta.

Hubo dos gru­pos dife­ren­tes de per­so­nas que cre­ye­ron o creen esto. Uno era el lide­raz­go esta­li­nis­ta en Rusia; el segun­do fue Occidente.

En esto tenían una alian­za impía. Los esta­li­nis­tas decían: «Lo que esta­mos hacien­do es una con­ti­nua­ción de la obra del cama­ra­da Lenin», y lo que Occi­den­te y sus diri­gen­tes e ideó­lo­gos decían era «Sí, Lenin es la base de lo que ocu­rre aho­ra en la Unión Sovié­ti­ca». Estos dos gigan­tes­cos apa­ra­tos esta­ta­les e ideo­ló­gi­cos se com­bi­na­ron para hacer olvi­dar al ver­da­de­ro Lenin.

Pero por deba­jo de todo esto había un líder polí­ti­co y un teó­ri­co muy diferente.

La pri­me­ra vez que fui a la Unión Sovié­ti­ca me sor­pren­dió ver las lar­gas colas para visi­tar su tum­ba. Pen­sé enton­ces que se nece­si­ta­ría la pos­te­ri­dad para acla­rar a Lenin. ¿Ha pasa­do tiem­po sufi­cien­te para que poda­mos sacar a relu­cir a este Lenin desconocido?

Hay una gran hos­ti­li­dad, por supues­to, den­tro de la corrien­te prin­ci­pal, pero el ensa­ña­mien­to ha des­apa­re­ci­do por­que la Unión Sovié­ti­ca no exis­te. Fran­ca­men­te, me encan­tó pero tam­bién me sor­pren­dió que el New York Times me pidie­ra que escri­ba un artícu­lo de opi­nión sobre Lenin. Defen­dí efec­ti­va­men­te mis pun­tos de vis­ta tal y como están escri­tos en el libro, y se publi­có sin un murmullo.

Espe­ro que esto indi­que que se va a pres­tar una aten­ción más seria a su pen­sa­mien­to y a algu­nos de sus escri­tos cla­ve. Las «Tesis de Abril», don­de cam­bia radi­cal­men­te su pun­to de vis­ta sobre lo que se nece­si­ta; El Esta­do y la Revo­lu­ción, don­de abo­ga por una nue­va Comu­na de París.

Una de las cosas cla­ve de la Comu­na de París fue­ron las elec­cio­nes des­de aba­jo en todos los nive­les, has­ta el pun­to de que el gran pin­tor fran­cés Gus­ta­ve Cour­bet orga­ni­zó a los artis­tas de todos los barrios de París, que eli­gie­ron a los dele­ga­dos, encar­ga­dos de deci­dir el aspec­to de la ciu­dad. Fue un pro­ce­so total­men­te demo­crá­ti­co. Este es el mode­lo que que­ría Lenin.

Algu­nas per­so­nas, des­pués de su muer­te, dije­ron «la Gue­rra Civil fue horri­ble, pero inclu­so duran­te la Gue­rra Civil tenía­mos cier­tas liber­ta­des que nos recor­da­ban a la Comu­na de París. Había una sen­sa­ción de igual­dad. Cual­quie­ra podía decir lo que qui­sie­ra den­tro de las filas del ejér­ci­to y del par­ti­do. Podía­mos dis­cu­tir con los comi­sa­rios, etc.».

Toda esa expe­rien­cia fue borra­da por la dic­ta­du­ra de Sta­lin, y se creó esta opi­nión de que todo se ori­gi­nó con Lenin. El vie­jo, vie­jo deba­te: ¿hubo una con­ti­nui­dad total entre Lenin y lo que vino des­pués, o nin­gu­na? No se pue­de decir nin­gu­na de las dos cosas. Creo que hubo ele­men­tos de con­ti­nui­dad. No pode­mos negar eso, pero nor­mal­men­te se tra­ta de deci­sio­nes toma­das en situa­cio­nes de emergencia.

Lo más con­mo­ve­dor fue repa­sar sus últi­mos escri­tos, en los que está furio­so. Ha sido inca­pa­ci­ta­do por una apo­ple­jía. Mira de repen­te a la dis­tan­cia, por­que los médi­cos ya no le per­mi­ten asis­tir a las reunio­nes del gobierno o del par­ti­do. Obser­va lo que han logra­do y dice: «Dios mío, esto no va bien».

Su gran argu­men­to en El Esta­do y Revo­lu­ción es que una repú­bli­ca socia­lis­ta tie­ne que des­truir todos los res­tos del zaris­mo, su buro­cra­cia y el gran cho­vi­nis­mo ruso. Dice: «A veces me pare­ce que, aun­que haya­mos gana­do la revo­lu­ción, la vie­ja buro­cra­cia zaris­ta sigue en el poder e infec­ta a los appa­rat­chiks y diri­gen­tes bol­che­vi­ques con los méto­dos de antes».

Esto le cho­ca, así que está pre­pa­ran­do una serie de docu­men­tos tajan­tes para inten­tar cam­biar­lo, trans­for­man­do la estruc­tu­ra del Polit­bu­ró, dan­do más poder a la Comi­sión de Con­trol, dicien­do que Sta­lin debe ser des­ti­tui­do como secre­ta­rio gene­ral del par­ti­do, dicien­do qué ha ido mal y por qué.

Esto es lo que noso­tros, muchos de noso­tros, hemos esta­do dicien­do duran­te años. El socia­lis­mo, tenien­do en cuen­ta dón­de se pro­du­jo y tuvo lugar, es siem­pre una apro­xi­ma­ción. No se pue­de decir: «Esto es el socia­lis­mo»: te esfuer­zas por con­se­guir­lo. Lenin escri­be esto muy rápidamente.

En su libro, usted des­cri­be el momen­to en que el vie­jo anar­quis­ta, el prín­ci­pe Kro­pot­kin, se encon­tró con Lenin a su regre­so a la Unión Sovié­ti­ca. Los anar­quis­tas esta­ban a pun­to de ser prohi­bi­dos, pero él vino a Mos­cú y se reu­nió con él en mayo de 1919 y se que­jó de la buro­cra­cia. Lenin le res­pon­dió: «Siem­pre esta­mos en con­tra de la ofi­cia­li­dad en todas partes».

Se encon­tró bas­tan­te con Kro­pot­kin, y esta­ba bas­tan­te enca­ri­ña­do con algu­nos de los mili­tan­tes y acti­vis­tas anar­quis­tas. ¿Cómo no iba a estar­lo? Habían domi­na­do la polí­ti­ca rusa duran­te todo el siglo XIX.

No era el mar­xis­mo el que domi­na­ba. Era el anar­quis­mo. Esta era la ideo­lo­gía que gus­ta­ba a los jóve­nes. Eran las ideas de Kro­pot­kin y Baku­nin las que adop­ta­ron y les lle­va­ron a una for­ma de anar­co­te­rro­ris­mo, por­que decían: «No nos que­da nada por hacer».

En par­te de la corres­pon­den­cia de Karl Marx con rusos como Chernyshevsky, y por supues­to en sus con­ver­sa­cio­nes con Baku­nin, dice: «Por supues­to que me opon­go com­ple­ta­men­te al terro­ris­mo en gene­ral, por­que es una dis­trac­ción para cons­truir movi­mien­tos y par­ti­dos de masas, para ganar a la mayo­ría de la cla­se obre­ra». Pero en el caso ruso, dice Marx, «hay un argu­men­to, ya que todo está blo­quea­do. Cuan­do los jóve­nes dicen ‘la úni­ca mane­ra de des­blo­quear­lo es hacer esta­llar a los opre­so­res’, lo entien­do. No se pue­de cons­truir una estra­te­gia en torno a ello, pero lo entiendo».

Muchas de las muje­res que entra­ron en acción en aque­lla épo­ca eran muje­res de cla­se media, muy bien edu­ca­das o, como en el caso de Sophia Perovs­ka­ya (que hizo esta­llar a uno de los zares) hija del gober­na­dor gene­ral de San Peters­bur­go. Estos altos buró­cra­tas sabían con cer­te­za a dón­de iba el zar, cuán­do iba, por dón­de anda­ba, así que ella lo orga­ni­za­ba todo. Era la prin­ci­pal orga­ni­za­do­ra, y por supues­to fue ahor­ca­da por ello; fue la pri­me­ra mujer en ser ahor­ca­da por la auto­cra­cia zarista.

Lenin lo sabía. Su her­mano se había invo­lu­cra­do por error con un peque­ño gru­po anar­quis­ta cuan­do el pro­pio anar­quis­mo esta­ba colap­san­do. Solo escri­bió los folle­tos, y el fis­cal del tri­bu­nal le dijo: «Alek­sandr Ulia­nov, sabe­mos lo que has hecho». El her­mano de Lenin dijo: «Sí, saben que he escri­to los pan­fle­tos, pero asu­mo toda la res­pon­sa­bi­li­dad de la acción». Había noble­za allí. No nece­si­ta­ba hacer eso, y si no lo hubie­ra hecho, bien podría haber sido con­de­na­do a prisión.

Lenin, al cre­cer en este medio, lo sabía todo, y una de las pri­me­ras cosas que hizo fue ir a ver a muchos de estos anar­quis­tas y vie­jos mili­tan­tes anar­quis­tas. Krups­ka­ya escri­be con bas­tan­te timi­dez en Memo­rias de Lenin: «Nun­ca pasa­mos por una ciu­dad en la que Vla­di­mir Ilich no dije­ra bueno, aho­ra debo ir a ver a A, B, C, D, E, por­que toda­vía están vivos». Siem­pre se tra­ta­ba de vie­jos mili­tan­tes anar­quis­tas, por lo que este hábi­to per­ma­ne­ció con él.

Las tác­ti­cas tem­pra­nas con­tra las que Lenin se vol­vió más tar­de –el uso del terror– pro­vo­ca­ron deba­tes en todo el mun­do. Euge­ne Debs y Big Bill Hay­wood, aquí en Esta­dos Uni­dos, inter­vi­nie­ron y habla­ron de que la acción direc­ta está bien, pero tie­ne que ser por par­te del movi­mien­to obrero.

Cier­to.

Esta es la posi­ción que Lenin adop­tó más tar­de tam­bién. ¿Por qué la Comu­na de París sig­ni­fi­có tan­to para él?

La Comu­na de París sur­gió esen­cial­men­te de la derro­ta sufri­da por la cla­se domi­nan­te fran­ce­sa a manos de los pru­sia­nos y los ale­ma­nes, como muchas otras revo­lu­cio­nes en la his­to­ria. Napo­león III come­tió un gran error al pro­vo­car un con­flic­to con los ale­ma­nes, y Bis­marck y com­pa­ñía esta­ban espe­ran­do. Tras esta derro­ta infli­gi­da al ejér­ci­to fran­cés, huye­ron a Versalles.

Los pari­si­nos, los obre­ros espe­cial­men­te, y los arte­sa­nos e inte­lec­tua­les, dije­ron «No acep­ta­mos esta ren­di­ción, libe­re­mos París, man­ten­gá­mos­la y luche­mos con­tra los pru­sia­nos. No que­re­mos ser ocu­pa­dos ni por Napo­león ni por los prusianos».

Aquí se ven ecos de la posi­ción de Lenin duran­te la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial: No vamos a apo­yar a nin­guno de los dos ban­dos. Vimos los pri­me­ros des­te­llos de eso en la Comu­na de París, y se hicie­ron car­go. Derro­ta­ron a los ejér­ci­tos reac­cio­na­rios reu­ni­dos en Ver­sa­lles, y tuvie­ron el pri­mer gran bro­te de lo que solo pode­mos lla­mar demo­cra­cia obre­ra y popular.

No todos los par­ti­ci­pan­tes de la Comu­na eran tra­ba­ja­do­res. Hubo muchos ciu­da­da­nos invo­lu­cra­dos que eran peque­ños arte­sa­nos, artis­tas, escri­to­res. Rim­baud, por ejem­plo, escri­bió un poe­ma des­cri­bien­do su paso por la Comu­na de París que es increí­ble­men­te conmovedor.

La Comu­na de París elec­tri­zó a todo el mun­do al decir «Vamos a ele­gir a nues­tros pro­pios repre­sen­tan­tes des­de aba­jo», por­que la demo­cra­cia no exis­tía en ese momen­to en nin­gún sitio. Ale­ma­nia era pro­ba­ble­men­te la más avan­za­da, pero aquí tam­bién se había pues­to en mar­cha una pode­ro­sa ley de emer­gen­cia para inten­tar man­te­ner a los social­de­mó­cra­tas a dis­tan­cia. Esta demo­cra­cia des­de aba­jo entu­sias­mó a todo el mun­do, y estos repre­sen­tan­tes acu­die­ron a la asam­blea local y a la Asam­blea de París y se hicie­ron oír.

El Con­sen­so de Vie­na de 1815 no era muy dife­ren­te al Con­sen­so de Washing­ton de los años 90, don­de se decía: «Debe­mos ase­gu­rar­nos de que don­de­quie­ra que sur­ja la revo­lu­ción, don­de­quie­ra que se desa­rro­llen fuer­zas de opo­si­ción, sean aplas­ta­das inme­dia­ta­men­te. No pode­mos correr esos riesgos».

Enton­ces, 1848 esta­lló con revo­lu­cio­nes y deman­das de auto­de­ter­mi­na­ción nacio­nal en toda Euro­pa, y lue­go se pro­du­jo el esta­lli­do de la Comu­na de París. Esto esta­ba muy cer­ca de los cora­zo­nes y las men­tes de los revo­lu­cio­na­rios de todo el mun­do. El men­sa­je lle­gó has­ta Fili­pi­nas: «Mira lo que está pasan­do en París. Mira lo que se dice o lo que están haciendo».

A par­tir de 1871, se empe­zó a ver el desa­rro­llo de una corrien­te que era pro­to­mar­xis­ta. Marx apo­ya­ba com­ple­ta­men­te la Comu­na, pero con­si­de­ra­ba que, debi­do a la inex­pe­rien­cia, se habían come­ti­do un gran núme­ro de erro­res tác­ti­cos que podían haber­se evi­ta­do. Aque­llas per­so­nas que inten­ten dife­ren­ciar a Lenin de Marx se darán cuen­ta de que, en reali­dad, lo que dijo Marx sobre la Comu­na de París era muy pare­ci­do a lo que Lenin iba a decir después.

La otra cosa sobre Lenin y el esta­do que se creó en 1917 es que toda la alian­za occi­den­tal –las poten­cias de la Enten­te, los Esta­dos Uni­dos– esta­ba for­ma­da por las per­so­nas que diri­gi­rían la inte­li­gen­cia esta­dou­ni­den­se duran­te los años siguien­tes. John Fos­ter Dulles y Alan Dulles, sien­do vein­tea­ñe­ros, estu­vie­ron pre­sen­tes en esa reu­nión para deci­dir cómo derro­tar a la Revo­lu­ción Rusa. Gran Bre­ta­ña esta­ba invo­lu­cra­da. Otras poten­cias euro­peas esta­ban invo­lu­cra­das. Vein­ti­dós ejér­ci­tos res­pal­da­dos por las gran­des poten­cias de la alian­za occi­den­tal inten­ta­ban derro­tar a los rusos. Eso dejó una mar­ca muy pro­fun­da en esa revolución.

Es nece­sa­rio enten­der la polí­ti­ca. Lenin, su gene­ra­ción y Marx: estos eran suje­tos polí­ti­cos. Com­pren­die­ron que sin la polí­ti­ca nada podía avan­zar. Lenin fue, por supues­to, en este sen­ti­do, un genio, tal como reco­no­cie­ron inclu­so sus enemi­gos. Abso­lu­ta­men­te cla­ro, sin pin­tar las derro­tas como vic­to­rias, sino dicien­do que las vic­to­rias eran posi­bles si hacía­mos A, B y C.

La Revo­lu­ción de Febre­ro fue espon­tá­nea, con los tra­ba­ja­do­res salien­do a la calle. Derro­ca­ron al zar, pero como hubo vaci­la­ción, los soviets no pro­cla­ma­ron su poder y en su lugar lle­gó al poder un débil gobierno pro­vi­sio­nal. Fue una épo­ca muy libre, pero por otro lado, la revo­lu­ción aún no había ter­mi­na­do. ¿Qué ocu­rrió cuan­do Lenin vol­vió del exi­lio y des­em­bar­có en la Esta­ción de Finlandia?

Cuan­do Lenin lle­gó allí, los soviets recién se esta­ban ensam­blan­do. Algu­nos ya exis­tían. No en todo el país, pero sí en los cen­tros prin­ci­pa­les, ese era el mode­lo. No había Par­la­men­to. La Duma no se res­pe­ta­ba en abso­lu­to debi­do a la expe­rien­cia de 1905 –un ensa­yo gene­ral de la revo­lu­ción, como lo lla­mó Lenin– y cuan­do los soviets sur­gie­ron por pri­me­ra vez, de for­ma espon­tá­nea, nin­guno de los par­ti­dos era fuer­te en ellos. Fue­ron genui­na­men­te espon­tá­neos y libe­ra­do­res. Mucha gen­te se dio cuen­ta de que ese debía ser el mode­lo de demo­cra­cia –una demo­cra­cia sovié­ti­ca – , que tenía un sig­ni­fi­ca­do muy dife­ren­te al que se le atri­bu­yó más tarde.

Cuan­do Lenin lle­ga es reci­bi­do por una dele­ga­ción ofi­cial del soviet diri­gi­da por los par­ti­dos libe­ra­les y mode­ra­dos, y Chkheid­ze, un men­che­vi­que de dere­cha, le dice: «Le damos la bien­ve­ni­da, cama­ra­da Lenin, en nom­bre del soviet de Petro­gra­do, pero le ins­ta­mos a que com­pren­da que ésta es una revo­lu­ción muy amplia y que debe unir­se con todos los demás para lle­var el movi­mien­to ade­lan­te». Lenin le estre­cha la mano con indi­fe­ren­cia y lue­go avan­za para diri­gir­se a los dele­ga­dos de los obre­ros y sol­da­dos que espe­ran. Dice: «Tene­mos que hacer una revo­lu­ción, y esta revo­lu­ción tie­ne que ser una revo­lu­ción socia­lis­ta. Tene­mos que aca­bar con la gue­rra y con la posi­bi­li­dad de ir a por la tie­rra, la paz y el pan».

Esta es una de las vie­jas con­sig­nas de Lenin. Deba­jo de cada pala­bra, tie­rra, paz y pan, hay un pilar de hie­rro, que es la polí­ti­ca tác­ti­ca y estra­té­gi­ca bol­che­vi­que. Eso es lo que abar­can estos pila­res, y son con­sig­nas muy populares.

Los fun­cio­na­rios se que­jan. Pien­san «Dios, nada cam­bia. El tipo sigue sien­do el mis­mo. No ha cam­bia­do», por­que algu­nos de los bol­che­vi­ques les die­ron a enten­der que aho­ra esta­ban todos jun­tos y que no iba a pasar gran cosa. Lenin com­pren­dió que si se per­día este momen­to, no habría revo­lu­ción, por­que estos bro­mis­tas que esta­ban en el poder se nega­ban a sacar a Rusia de la gue­rra, que era una deman­da enor­me­men­te popu­lar. No podían o no tenían el poder de trans­for­mar la situa­ción social.

Es aquí don­de Vic­tor Ser­ge dice que Lenin era un revo­lu­cio­na­rio en el momen­to de la revo­lu­ción, y que eso defi­ne a un líder. Cono­cía el momen­to, podía ver lo que traía con­si­go, apro­ve­char­lo y avan­zar con él.

Exac­ta­men­te. Lenin redac­tó las «Tesis de Abril». No hay que mis­ti­fi­car­las dema­sia­do. Le gus­ta­ba escri­bir en for­ma de tesis. Esta­ban con­den­sa­das. Eran muy cla­ras. No había pala­bras de más en ellas, solo tra­za­ba y seña­la­ba lo que había que hacer. Lenin decía que el pro­le­ta­ria­do tie­ne que tomar el poder.

La orto­do­xia dice que todo lo que se nos per­mi­te en este momen­to es una revo­lu­ción demo­crá­ti­co-bur­gue­sa. Eso sig­ni­fi­ca que noso­tros no debe­mos par­ti­ci­par en ella por­que esta­mos en con­tra de la bur­gue­sía. Deje­mos que ellos hagan la revo­lu­ción, y noso­tros espe­ra­re­mos, y cuan­do la hayan rea­li­za­do y desa­rro­lla­do, enton­ces sal­dre­mos y hare­mos una revo­lu­ción socia­lis­ta dife­ren­te. Lenin dijo que eso era una com­ple­ta y abso­lu­ta tontería.

A medi­da que pasan las sema­nas, dos cosas son obvias. Los pun­tos de vis­ta de Lenin son extre­ma­da­men­te popu­la­res en las fábri­cas; no solo en las fábri­cas Puti­lov, sino en un gran núme­ro de otras fábri­cas sub­si­dia­rias que rodean Petro­gra­do. Son muy popu­la­res entre las muje­res, las muje­res de la cla­se obre­ra y las muje­res con­fi­na­das en el hogar. Ase­gu­rán­do­se de que la gen­te de su pro­pio par­ti­do lo entien­da, pri­me­ro se gana a las bases bolcheviques.

La cla­se obre­ra está por delan­te del par­ti­do, lue­go las bases están por delan­te de la direc­ción del par­ti­do, y enton­ces Lenin final­men­te se levan­ta y dice a los diri­gen­tes del par­ti­do: «Bien, ¿qué vamos a hacer?». Para enton­ces, la mayo­ría de ellos han acor­da­do que hay que adop­tar las Tesis de Abril, aun­que cuan­do Lenin entró por pri­me­ra vez, dije­ron: «Lenin se ha vuel­to loco. ¿Qué está pasando?».

Es impor­tan­te que la adop­ción de las «Tesis de Abril» abre la puer­ta para que Trotsky y su peque­ño gru­po de inte­lec­tua­les extre­ma­da­men­te dota­dos, que han esta­do dis­cu­tien­do en esta línea duran­te muchos años, entren aho­ra y se unan al Par­ti­do Bol­che­vi­que, for­ta­le­cien­do así la cul­tu­ra inte­lec­tual de los bol­che­vi­ques, que no esta­ba en su nivel más alto.

Hable­mos de abril a octu­bre y de la emo­ción de la revolución.

Hay alti­ba­jos. En un momen­to dado, en julio de 1917, los obre­ros (o el sec­tor más com­ba­ti­vo de los obre­ros, no orga­ni­za­dos por nin­gún par­ti­do pero bas­tan­tes de ellos eran sim­pa­ti­zan­tes bol­che­vi­ques) deci­den que «ya bas­ta, y tene­mos que tomar el poder aho­ra». Lenin, por supues­to cono­cien­do ya muy bien la situa­ción, está con­ven­ci­do de que esto es pre­ma­tu­ro por­que toda­vía no tie­nen mayo­ría en los soviets cla­ve, e inten­ta impe­dir­lo. Pero una vez que los tra­ba­ja­do­res salen, los bol­che­vi­ques salen con ellos. No es cues­tión de que­dar­se en casa, no es cues­tión de pasividad.

Enton­ces tie­nes una res­pues­ta con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria. Trotsky es arres­ta­do. Otros líde­res bol­che­vi­ques son dete­ni­dos. Lenin es obli­ga­do por su pro­pio par­ti­do a exi­liar­se, así que se dis­fra­za de ferro­via­rio y lle­va una pelu­ca (que le que­da muy cool, por cierto).

Cru­za la fron­te­ra, y des­de allí sigue ati­zan­do a los diri­gen­tes, dicien­do: «Esto es un revés tem­po­ral. Nada fun­da­men­tal ha cam­bia­do». En sep­tiem­bre, cuan­do el fren­te se está desin­te­gran­do total­men­te, hay amo­ti­na­mien­tos, deser­cio­nes a gran esca­la, los cam­pe­si­nos de uni­for­me vuel­ven a casa y son muy vul­ne­ra­bles a la agi­ta­ción bol­che­vi­que. Es esta polí­ti­ca de agi­ta­ción bol­che­vi­que la que los conquista.

A Kor­ni­lov y a los gene­ra­les de la dere­cha les resul­ta muy difí­cil con­tar con sus pro­pios sol­da­dos para lle­var a cabo masa­cres. Cuan­do las tro­pas de Kor­ní­lov mar­chan hacia Petro­gra­do para inten­tar liqui­dar a todo el mun­do y tomar el poder al esti­lo de Pino­chet, los agi­ta­do­res bol­che­vi­ques salen a decir: «Miren, ¿saben por qué los traen a Petro­gra­do? Los traen para aplas­tar a vues­tros com­pa­ñe­ros, para ayu­dar a aplas­tar a otros sol­da­dos». El ejér­ci­to comien­za a drenar.

Para enton­ces, Lenin está de vuel­ta en Mos­cú, se cele­bran reunio­nes secre­tas de la direc­ción y deci­den: «Este es el día, el 7 de noviem­bre, en que vamos a tomar el poder».

La gen­te dice que esto fue una cons­pi­ra­ción, pero esta fue la revo­lu­ción más abier­ta­men­te pro­cla­ma­da en la his­to­ria del mun­do. No había nin­gún secre­to. Cuan­do Lenin esta­ba aún en mino­ría, alguien le dijo en el soviet de Petro­gra­do: «La gen­te habla de tomar el poder. ¿Hay algún par­ti­do en esta asam­blea que esté dis­pues­to a tomar el poder aho­ra?». Este hom­bre baji­to y cal­vo levan­ta la mano, es reco­no­ci­do, se levan­ta y dice: «Los bol­che­vi­ques están pre­pa­ra­dos para tomar el poder aho­ra». Hay risas, ale­gría y bromas.

A fina­les de sep­tiem­bre, ocu­rre algo cla­ve. Los bol­che­vi­ques tie­nen mayo­ría en los soviets de obre­ros y sol­da­dos de Mos­cú y Petro­gra­do. Cuan­do Lenin se ente­ra de que esto ha suce­di­do y de que la situa­ción ha cam­bia­do, enton­ces deci­de: «Bien, es el momen­to ade­cua­do» y pla­nean la toma del poder, que se pro­du­ce sin nin­gún tipo de violencia.

Una nota a pie de pági­na. El gran his­to­ria­dor men­che­vi­que N. N. Suja­nov, que ha escri­to una de las mejo­res his­to­rias de la revo­lu­ción –bas­tan­te crí­ti­ca con Lenin en algu­nos aspec­tos, pero una his­to­ria mara­vi­llo­sa– dice que lla­mó a su mujer para decir­le que lle­ga­ría un poco tar­de, y su mujer le dijo: «Pre­fe­ri­ría que no vinie­ras a casa esta noche. Hay mucha gen­te que se que­da. Qué­da­te en la ofi­ci­na esta noche». Al día siguien­te, Suja­nov se ente­ra de que la razón por la que le echa­ron es que el Comi­té Cen­tral Bol­che­vi­que se reu­nía en su casa para tomar la deci­sión de lan­zar la insurrección.

Trotsky dijo una vez no solo que las revo­lu­cio­nes son la loca ins­pi­ra­ción de la his­to­ria, sino que una revo­lu­ción es una lucha por el ejér­ci­to, y el ban­do que con­si­gue el ejér­ci­to gana. Guar­ni­cio­nes ente­ras apo­ya­ban a los bol­che­vi­ques, pero la revo­lu­ción fue bas­tan­te pacífica.

Com­ple­ta­men­te. Hubo muy pocas bajas. La pelí­cu­la Octu­bre, de Eisens­tein, exa­ge­ró el asun­to. Sin­tió que tenía que hacer una pelí­cu­la de ello, pero fue un asun­to rela­ti­va­men­te tran­qui­lo. Hubo una gran ale­gría en las calles.

¿Cuál es el lega­do de la revolución?

Socia­lis­mo y demo­cra­cia. Fue una revo­lu­ción socia­lis­ta hecha antes de tiem­po, ais­la­da en Euro­pa por las masa­cres en Ale­ma­nia de los líde­res ale­ma­nes de la cla­se obre­ra, Rosa Luxem­bur­go, Karl Lieb­necht, etc. Todos los bol­che­vi­ques esta­ban de acuer­do en que si esta­ban ais­la­dos, habría pro­ble­mas. Por supues­to, hubo pro­ble­mas (tan­to inter­nos como con las poten­cias exter­nas y con el ascen­so del fas­cis­mo en Alemania).

Si la revo­lu­ción hubie­ra teni­do lugar en Ale­ma­nia en los años 20, toda la his­to­ria de Euro­pa habría sido diferente.

Fuen­te: Sin Per­mi­so.

La entra­da Entre­vis­ta a Tariq Ali: ” Lenin fue un genio, tal como reco­no­cie­ron inclu­so sus enemi­gos” se publi­có pri­me­ro en La otra Anda­lu­cía.

Itu­rria /​Fuen­te

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