Cul­tu­ra. Murió Pil Tra­fa, figu­ra emble­má­ti­ca del punk argen­tino y latinoamericano

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 14 de agos­to de 2021.

Enri­que Cha­lar, cono­ci­do como Pil Tra­fa, líder de Los Vio­la­do­res y uno de los máxi­mos refe­ren­tes del punk en Argen­ti­na y toda Lati­noa­mé­ri­ca murió a los 62 años en Lima, Perú, don­de se había radi­ca­do hace unos años jun­to con su ban­da Pil­sen. Fue jus­ta­men­te su ban­da la que dio a cono­cer la noti­cia por redes sociales.

«Con pro­fun­do dolor lamen­ta­mos comu­ni­car el falle­ci­mien­to de nues­tro que­ri­do líder, Enri­que Cha­lar. Pil nos dejó físi­ca­men­te esta tar­de de mane­ra repen­ti­na en su casa de Lima, Perú, a raíz de un paro car­dio­rres­pi­ra­to­rio, a los 62 años. Nos deja un gue­rre­ro, un pio­ne­ro del punk y under­ground lati­no­ame­ri­cano, letris­ta ilu­mi­na­do, por­ta­voz de toda una gene­ra­ción, pelea­dor e incan­sa­ble capi­tán de mil bata­llas.
No hay pala­bras que alcan­cen para expre­sar nues­tro pesar. Acom­pa­ña­mos espe­cial­men­te a su mujer y a su hijo en este momen­to y abra­za­mos a todos sus segui­do­res que tan­to sig­ni­fi­ca­ron siem­pre para Pil.
Pil Cha­lar 1959 – 2021 a la eternidad».

Expre­so Ima­gi­na­rio, la esta­ción inicial

Enri­que Héc­tor Cha­lar había naci­do el 1 de febre­ro de 1959 en Villa Urqui­za. Pasó su ado­les­cen­cia en dic­ta­du­ra influi­do por Luis Alber­to Spi­net­ta y Deep Pur­ple has­ta que, como él mis­mo con­tó, se cho­có con un núme­ro de la revis­ta El Expre­so Ima­gi­na­rio dedi­ca­do al punk inglés que le abrió una nue­va pers­pec­ti­va. El cen­tro de la cober­tu­ra eran los Sex Pis­tols y sus letras que se bur­la­ban nada menos que de la rei­na. Pero lo que más lo atra­jo fue otro deta­lle: se jac­ta­ban de no tener un cono­ci­mien­to pre­vio sobre música.

«Me acuer­do que El Expre­so Ima­gi­na­rio decía que eran una basu­ra, lo peor, que eran para dár­se­lo al árbi­tro. Yo no nací músi­co, nadie en mi fami­lia toca, y vi una opor­tu­ni­dad en el punk para los que no estu­dia­mos músi­ca. Por­que en aque­lla épo­ca era todo jazz rock y sin­fó­ni­co, todo vir­tuo­so, todo pro­li­jo. Yo nece­si­ta­ba otra cosa», con­tó Pil Tra­fa cuan­do ya se había trans­for­ma­do en refe­ren­te.

El naci­mien­to de Los Violadores

En 1980, Cha­lar se da a cono­cer con el sobre­nom­bre de «Pil Tra­fa», deri­va­ción de «pil­tra­fa»; debi­do a su extre­ma del­ga­dez. Tam­bién por­que usa­ba cami­se­tas con el logo­ti­po de Public Ima­ge Limi­ted; la ban­da del voca­lis­ta Johnny Rot­ten, tras la sepa­ra­ción de los Sex Pistols.

En 1981 se con­vir­tió en la voz de Los Vio­la­do­res. Su dis­co homó­ni­mo edi­ta­do en 1983 es con­si­de­ra­do uno de los álbu­mes cla­ve en el rock argen­tino en gene­ral y de la déca­da del 80 y el regre­so de la demo­cra­cia en particular. 

A la hora de hacer un balan­ce sobre sus ban­das, Pil Tra­fa no tenía dudas: «Los Vio­la­do­res son incom­pa­ra­bles. Son, por lejos, la mejor ban­da punk rock argen­ti­na. Pare­ce poco humil­de lo que digo, pero se me infla el pecho. No se pue­de com­pa­rar con nin­gu­na otra ban­da, por­que apa­re­ció en el momen­to y en el lugar indicados.» 

Tras la pri­me­ra sepa­ra­ción de Los Vio­la­do­res, Pil Tra­fa for­mó Pil­sen en 1992, con quie­nes edi­tó Bajo otra ban­de­ra (1993) y Bes­tia­rio (1994). Los Vio­la­do­res vol­vie­ron a reu­nir­se en el Luna Park en 2016, con la excu­sa de los 30 años de Y aho­ra qué pasa, ¿eh?, y otra vez en 2018 con un falli­do reci­tal en el tea­tro Gran Rex.

22 dis­cos y un libro

For­man­do par­te de Los Vio­la­do­res, de Pil­sen o como solis­ta publi­có 22 dis­cos, y tam­bién escri­bió un libro jun­to a Juan Car­los Krei­mer, el prin­ci­pal espe­cia­lis­ta en punk de la Argen­ti­na. Su títu­lo lo sin­te­ti­za, Más allá del bien y del punk. “No es un libro de músi­ca en sí, sino que va por el lado de un situa­cio­nis­mo, por­que el punk es algo social, rela­cio­na­do con un mon­tón de aris­tas. Es mi bio­gra­fía, sí, pero muy meti­da en el con­tex­to social y polí­ti­co del país. Tam­bién hay visio­nes del mun­do glo­ba­li­za­do y un tra­ba­jo intere­san­te sobre la estruc­tu­ra de la indus­tria musi­cal”, lo defi­nió Pil Tra­fa para Página/​12.

«Nun­ca me preo­cu­pó lo que digan —expli­ca­ba Pil Tra­fa sobre su tra­yec­to­ria–, si no, no hubie­ra empe­za­do una carre­ra con un gru­po que se lla­me Los Vio­la­do­res y que hicie­ra temas como ‘Repre­sión’. Nun­ca me impor­tó lo que pien­sa el públi­co ni los músi­cos. Yo me sien­to bien con un pro­yec­to, y pue­do sen­tir­me así tocan­do en un esta­dio o en un pub peque­ño. No pido ser una per­so­na popu­lar, no me intere­sa. Eso es para las cele­bri­da­des de la tele­vi­sión, o para otros músi­cos, no para mí.»

UNA ENTREVISTA A FONDO CON PIL TRAFA

“Nos acu­san de vio­len­tos. Todos saben quié­nes son los ver­da­de­ros vio­len­tos en este país. Noso­tros no mata­mos ni encar­ce­la­mos ni tor­tu­ra­mos a nadie”.

Nadie en el rock debe tener tan­tas entra­das en las comi­sa­rías. Con Los Vio­la­do­res, fue el pri­me­ro en denun­ciar abier­ta­men­te la repre­sión y los crí­me­nes bajo la dic­ta­du­ra. Pero inclu­so la pren­sa espe­cia­li­za­da de enton­ces le daba la espal­da. Mien­tras, la poli­cía le pega­ba has­ta des­fi­gu­rar­lo, él que­da­ba elec­tro­cu­ta­do en esce­na y se pelea­ba con medio mun­do, inclui­dos Charly Gar­cía, Fito Páez, Luca Pro­dan, Spi­net­ta, Miguel Can­ti­lo y has­ta Pedro y Pablo. Pero cuan­do el pri­mer dis­co de Los Vio­la­do­res cum­ple 20 años, Pil Tra­fa, a sus 44, espe­ra un hijo y hace las paces con todos.

Por Maria­na Enri­quez

Pil Trafa murió en Lima, Perú, a los 62 años. (Fuente: Leandro Teysseire)
Pil Tra­fa murió en Lima, Perú, a los 62 años.. Ima­gen: Lean­dro Teysseire

En febre­ro de 1987, Los Vio­la­do­res toca­ron para 8500 per­so­nas en Perú. Pro­me­dian­do el show, el can­tan­te Pil Tra­fa, en una de sus acro­ba­cias escé­ni­cas, se col­gó del equi­po de luces al cos­ta­do del esce­na­rio. Pasó allí mucho rato, tem­blan­do y con la piel azu­la­da, has­ta que su enton­ces mana­ger Mundy Epi­fa­nio lo arran­có de un empu­jón. Inten­tó seguir can­tan­do, pero tuvo que ser asis­ti­do. Stu­ka, el gui­ta­rris­ta, le anun­ció a la mul­ti­tud: “Pil se elec­tro­cu­tó”. Una vez recu­pe­ra­do del cho­que eléc­tri­co, Pil vol­vió al esce­na­rio para can­tar “Fue­ra de Sek­tor”, casi como si nada.

Die­ci­séis años des­pués, Perú le depa­ró a Pil Tra­fa un impac­to igual­men­te fuer­te: su espo­sa, la pro­duc­to­ra perua­na Clau­dia Huer­ta, aca­ba de anun­ciar­le que será papá. “Jamás me ima­gi­né que iba a tener un hijo. Me casé a los cua­ren­ta años, el bebé ni siquie­ra esta­ba pla­nea­do, apa­re­ció y bien­ve­ni­do. Me estoy pre­pa­ran­do, leyen­do psi­co­lo­gía infan­til, por­que no sé qué hacer, jamás me plan­teé ser padre. Freud me está sacan­do de quicio.” 

Pil Trafa. (Fuente: Télam)

El 2003 es un año espe­cial para Pil Tra­fa y Los Vio­la­do­res. Ade­más de la pater­ni­dad, se cum­plen vein­te del lan­za­mien­to del pri­mer dis­co del gru­po, y a media­dos de mayo se vie­ne una reedi­ción de los cua­tro lan­za­mien­tos ori­gi­na­les del sello Umbral (el mis­mo que edi­tó en los ‘80 los dis­cos de V8), esta vez por Imper­di­ble Dis­cos: Los Vio­la­do­res (1983), Y aho­ra qué pasa, eh? (1985), Uno, dos, ultra­vio­la­do­res (1986) y Fue­ra de Sek­tor (1986). Los cua­tro se edi­tan en for­ma­to CD-rom digi­pack con boo­klets de die­ci­séis pági­nas con fotos iné­di­tas y comen­ta­rios espe­cia­les de Pil, Stu­ka, el Pola­co y Hari B (míti­co pri­mer gui­ta­rris­ta que tocó sólo en el debut y el pri­mer punk argen­tino en usar cres­ta). Ade­más, se inclu­yen bonus tracks iné­di­tos, mate­rial en vivo, out-takes de estu­dio y todos los videos. La ban­da, entre­tan­to, sigue tocan­do, y tie­nen pla­nea­da gira y dis­co para el 2004, si pue­den com­bi­nar bien los tiem­pos con Stu­ka, que resi­de en Miami.

Es un reco­no­ci­mien­to mere­ci­do para dis­cos que estu­vie­ron des­ca­ta­lo­ga­dos des­de media­dos de los ‘90 (sal­vo por la edi­ción de este año de En vivo y rui­do­so 2 de Toc­ka Dis­cos), pero tar­dío. ¿Por qué tuvie­ron que cum­plir­se vein­te años para que el revi­val de los ‘80 por fin alcan­za­ra a Los Vio­la­do­res, cuan­do fue­ron una de las ban­das fun­da­men­ta­les de la déca­da, pio­ne­ra del punk local? Pil no está resen­ti­do. “Noso­tros fui­mos res­pon­sa­bles de esta fal­ta de reco­no­ci­mien­to. Con esas peleas mediá­ti­cas que tuvi­mos en los ‘90 per­di­mos el pres­ti­gio. Entra­mos en un jue­go: es fácil echar­le la cul­pa al perio­dis­mo que nos venía a bus­car, pero no supi­mos ubi­car­nos. Fue cul­pa nues­tra. Por eso cues­ta tan­to remon­tar al gru­po, por­que nos bas­tar­dea­mos solos. Des­de el 2000 esta­mos más cohe­ren­tes y rela­ja­dos. Con Stu­ka tra­ba­ja­mos en rever­tir la ima­gen que dejó Otra Pata­da en los Hue­vos, ese dis­co que gra­ba­mos en el ‘95, muy malo, que fue una avi­va­da comer­cial. No estu­vo bien hecho. No ten­dría que haber esta­do: es una espe­cie de Cut The Crap de The Clash”.

Repre­sión

Pil Tra­fa nació en Villa Urqui­za como Enri­que Cha­lar. Cuan­do era ado­les­cen­te le gus­ta­ba Spi­net­ta y Deep Pur­ple, has­ta que en diciem­bre de 1977 se com­pró los dis­cos de Clash y los Sex Pis­tols. “Me acuer­do que El Expre­so Ima­gi­na­rio decía que eran una basu­ra, lo peor, que eran para dár­se­lo al árbi­tro. Yo no nací músi­co, nadie en mi fami­lia toca, y vi una opor­tu­ni­dad en el punk para los que no estu­dia­mos músi­ca. Por­que en aque­lla épo­ca era todo jazz rock y sin­fó­ni­co, todo vir­tuo­so, todo pro­li­jo. Yo nece­si­ta­ba otra cosa.”

Ingre­só en Los Vio­la­do­res en 1981, y debu­tó en el res­tau­rant Le Che­va­let­te, fren­te al Hos­pi­tal Ale­mán, un local que por la noche esti­mu­la­ba la movi­da under que ape­nas flo­re­cía bajo la dic­ta­du­ra. Se lo cono­cía como Pil Tra­fa por­que acos­tum­bra­ba usar una reme­ra de P.I.L. (la ban­da de Johnny Rot­ten des­pués de los Sex Pis­tols) y por­que inva­ria­ble­men­te apa­re­cía borra­cho y ensan­gren­ta­do por gol­pes oca­sio­na­dos bien por la ines­ta­bi­li­dad alcohó­li­ca, bien por las botas policiales. 

Los Vio­la­do­res se per­fi­la­ban como la ban­da que venía a rom­per con el silen­cio impues­to por el Pro­ce­so, como el gru­po que no ape­la­ba a la metá­fo­ra ni al pedi­do paci­fis­ta para pro­nun­ciar­se con­tra la dic­ta­du­ra. Mien­tras Seru Giran o Spi­net­ta ape­la­ban a la metá­fo­ra (“Encuen­tro con el dia­blo”, “Can­ción de Ali­cia en el país”, “Mari­bel”) y otros al rue­go (“Sólo le pido a Dios” de León Gie­co), Los Abue­los de la Nada pro­cla­ma­ban la fies­ta y Virus la ambi­güe­dad sexual y el hedo­nis­mo, Los Vio­la­do­res iban al cho­que; “Repre­sión”, el clá­si­co del gru­po, decía: “Her­mo­sas tie­rras de amor y paz/​Her­mo­sa gen­te, cordialidad/​Fút­bol, asa­do y vino: así es el pue­blo argentino/​Cen­su­ra vie­ja y obsoleta/​Repre­sión a la vuel­ta de tu casa/​Repre­sión en el kios­co de la esquina/​Repre­sión en la panadería/​Repre­sión una for­ma de vida/​Repre­sión en la Argentina/​Repre­sión vein­ti­cua­tro horas al día”.
La con­fron­ta­ción no pasa­ba inad­ver­ti­da. Los Vio­la­do­res (enton­ces Stu­ka en bajo, Hari B en gui­ta­rra y Ser­gio Gra­má­ti­ca en bate­ría) tuvie­ron su pri­mer enfren­ta­mien­to con la poli­cía el 17 de julio de 1981 en el Audi­to­rio de la Uni­ver­si­dad de Bel­grano, fecha de pre­sen­ta­ción de la esté­ti­ca punk en Bue­nos Aires. El ambien­te venía cal­dea­do y el desas­tre se des­ató cuan­do el gru­po tocó “Repre­sión”: vola­ron sillas, se abrie­ron mata­fue­gos, hubo gres­ca gene­ra­li­za­da y alguien lla­mó a la poli­cía. Los Vio­la­do­res fue­ron lle­va­dos a la enton­ces comi­sa­ría 33, y Pil Tra­fa ter­mi­nó con el ros­tro irre­co­no­ci­ble gra­cias a trom­pa­das pro­pi­na­das con guan­tes de cue­ro. Mila­gro­sa­men­te, sólo les impu­taron dis­tur­bios y salie­ron esa mis­ma noche. 

Sin embar­go, el arres­to no con­tó con la soli­da­ri­dad inme­dia­ta del ambien­te roc­ke­ro, y menos de la pren­sa: es famo­sa la colum­na que Glo­ria Gue­rre­ro escri­bió para Humor, don­de la perio­dis­ta se indig­na­ba: “El rock nacio­nal cuen­ta con un tea­tro menos. Se tra­ta de un cono­ci­do audi­to­rio de la zona de Bel­grano que ha ser­vi­do a una incal­cu­la­ble can­ti­dad de gru­pos y solis­tas, des­de Jade a Coral, des­de MIA a Por­chet­to… Lo úni­co que el rock les pide (a Los Vio­la­do­res) es que vayan a gri­tar a Ingla­te­rra si les dan bola. Acá no. No se metan con noso­tros… no moles­ta­ron dema­sia­do has­ta aho­ra pero una sala cerra­da por su cul­pa, un tea­tro prohi­bi­do por cen­te­na­res de músi­cos con mayús­cu­la preo­cu­pa­dos por cre­cer y ayu­dar al cre­ci­mien­to ha col­ma­do la medi­da. Esta­mos dema­sia­do podri­dos de poner­nos de acuer­do con la ley en que no rom­pe­mos nada, como para que ven­gan uste­des detrás a arrui­nar lo que logra­mos: hacer la nues­tra con tran­qui­li­dad. Cual­quier con­sul­ta, eva­cúen­la en la Sec­cio­nal 33. No acá. En lo posi­ble, no en este país”. Al año siguien­te, Pil le decía a Cer­dos y Peces: “Nos acu­san de vio­len­tos. Todos saben quié­nes son los ver­da­de­ros vio­len­tos en este país. Noso­tros no mata­mos ni encar­ce­la­mos ni tor­tu­ra­mos a nadie”.

Murió Pil Trafa, pionero del punk en la Argentina, y miembro de Los  Violadores - LA NACION

Vein­te años des­pués, el tex­to de Gue­rre­ro es estre­me­ce­dor y da cuen­ta de lo solos y expues­tos que esta­ban Los Vio­la­do­res. Hoy, Pil sabe que ten­drá más de una anéc­do­ta para con­tar­le a su hijo. “La pren­sa nos mata­ba por­que enten­día al punk como un tras­plan­te de algo que no tenía que ver con lo de acá. Pero noso­tros no hablá­ba­mos de la Rei­na, hablá­ba­mos de la repre­sión, del rock de acá que esta­ba muer­to, del no futu­re pro­pio con la visión loca­lis­ta. Impor­ta­mos el soni­do. Tenía mucho más que ver con nues­tra reali­dad: equi­pos bara­tos y nacio­na­les para lograr un soni­do que no era bueno. Si no, era Seru Giran”.

¿Nun­ca tuvie­ron miedo?

–No. La pun­ki­tud de esos años era no ver con­se­cuen­cias de lo que nos podía pasar. No nos daba­mos cuen­ta de nada. Nos arres­ta­ban, nos pega­ban, era un bar­do, y seguía­mos ade­lan­te. Nun­ca tuvi­mos mie­do. Cuan­do pien­so en el ‘76, pien­so en una aba­día, era el Medioe­vo, con todo ese silen­cio. Fue la peor épo­ca de Argen­ti­na. Siem­pre dicen: tene­mos el gobierno que nos mere­ce­mos, pero yo no sé si me mere­cía a Vide­la. Tenía die­ci­sie­te años.

¿Y se pue­de man­te­ner la acti­tud punk ahora?

–No sé lo que es eso. El enfren­ta­mien­to con la dic­ta­du­ra era cla­ro, aho­ra es todo más difu­so. La Argen­ti­na es otra cosa. Está bien, tene­mos chan­tas a los que les sopor­ta­mos chan­ta­das y cosas espan­to­sas, pero la demo­cra­cia mal que bien tra­jo un rena­ci­mien­to. El roman­ti­cis­mo pri­me­ro de los ‘80 ya no lo ten­go. Enton­ces no había nada, había que hacer­lo todo. Des­pués vino el éxi­to, las giras, los fans. Uno tra­ta de man­te­ner­se artís­ti­ca­men­te ínte­gro y cohe­ren­te. Ten­go 44 años. El punk era eter­na­men­te joven y uno sigue y sigue y se da cuen­ta de que no es así. Han segui­do todos. A Johnny Rot­ten hace años que no se lo ve en fotos. Esa fue la men­ti­ra, la esta­fa del punk: que se moría rápi­do. Y no se murió rápi­do. Al contrario.

Yo com­ba­tí la ley

Con la demo­cra­cia, Los Vio­la­do­res se aco­mo­da­ron rápi­da­men­te al des­ta­pe. Y aho­ra qué pasa, eh? tenía el clá­si­co “Uno, dos, ultra­vio­len­to” que era un gui­ño, una can­ción ins­pi­ra­da en una pelí­cu­la, La naran­ja mecá­ni­ca de Stan­ley Kubrick, que había esta­do prohi­bi­da cator­ce años. Era 1985, y Gus­ta­vo Cera­ti vota­ba a “Repre­sión” como la mejor can­ción del rock nacio­nal en una encues­ta del dia­rio Cla­rín. Y a Los Vio­la­do­res les lle­ga­ban las giras. 

En Chi­le, toca­ron en Fan­ta­si­lan­dia, un par­que de diver­sio­nes de San­tia­go, y el públi­co coreó “Repre­sión” en ple­na dic­ta­du­ra de Pino­chet. Al mana­ger lo incre­pa­ron agen­tes de Inte­li­gen­cia chi­le­na ame­na­zan­do con que si el gru­po era “sub­ver­si­vo” no podría tocar, y des­pués la poli­cía les retu­vo las visas duran­te una sema­na, has­ta que la Emba­ja­da argen­ti­na los res­ca­tó envián­do­les un auto para cru­zar la cordillera. 

En Perú, logra­ron con­vo­car a 30.000 per­so­nas en Piur­ca, lle­ga­ron al núme­ro 1 en 1987 y has­ta hoy se los con­si­de­ra como los Sex Pis­tols. “Fue el país más fuer­te para noso­tros. Más que Argen­ti­na. Nun­ca supe por qué. Qui­zá la épo­ca de Alan Gar­cía se pres­ta­ba a la trans­gre­sión, él tenía un dis­cur­so de gen­te joven, qué sé yo. Nun­ca nos obje­ta­ron el nom­bre, como acá, en Chi­le o en Uruguay.” 

Un año más tar­de, esta­lla­ba otro encon­tro­na­zo con la ley: en la dis­co Látex de San Miguel, el gru­po para­po­li­cial PROLATIN entró al cama­rín de Los Vio­la­do­res en pro­ce­di­mien­to orde­na­do por el juez Piot­ti bus­can­do dro­gas. Hubo 353 dete­ni­dos y retu­vie­ron al gru­po cin­co días en una comi­sa­ría de Bella Vis­ta. “Lo úni­co que comía­mos era lo que nos lle­va­ban nues­tras novias. Me hacía acor­dar a las maz­mo­rras de la épo­ca de la colo­nia que vi en el Museo de Antro­po­lo­gía de Lima. Está­ba­mos haci­na­dos en un pasi­llo sin poder hablar entre noso­tros.” A pesar de que fue­ron sobre­seí­dos, el hecho les cos­tó que pocos se ani­ma­ran a contratarlos.

Al mis­mo tiem­po, Pil apa­re­cía como “el Chi­la­vert del rock”, como le gus­ta defi­nir­se. Se pelea­ba con todos, inclu­so con sus com­pa­ñe­ros. “No nos podía con­te­ner nadie. Había­mos pelea­do con­tra todo el sis­te­ma, des­pués nos pelea­mos entre noso­tros. Fue una consecuencia.” 

En los ‘90 los encon­tró la deca­den­cia: can­ce­la­ción de com­pro­mi­sos inter­na­cio­na­les, gas­tos inne­ce­sa­rios, la pre­sión de la dis­co­grá­fi­ca para que saca­ran un dis­co por año, la sali­da de Stu­ka en 1992 y final­men­te el telón para Los Vio­la­do­res. Pil siguió, con Pil­sen, y en esa épo­ca de exce­sos cono­ció a Ronald Biggs, el ladrón del siglo. Fue a tra­vés de un con­tac­to cedi­do por los ale­ma­nes Die Toten Hosen, ami­gos de Pil. Gra­bar con Biggs fue una cons­tan­te del punk: lo hicie­ron dos Sex Pis­tols (Ste­ve Jones y Paul Cook) y más tar­de Die Toten Hosen. Con­si­guie­ron que el ladrón pró­fu­go en Bra­sil can­ta­ra en varios temas de Bajo ban­de­ra y los invi­ta­ra al fes­te­jo de los trein­ta años del gol­pe al tren que unía Glas­gow y Lon­dres. ¿Qué recuer­da Pil de ese encuen­tro? “Yo esta­ba muy borra­cho, Biggs tam­bién, me caí a la pis­ci­na, me tuvo que sacar mi mana­ger y tam­bién lo tuvie­ron que sacar a él. Biggs no sabía la letra, no podía can­tar. Un deli­rio. El tipo es un delin­cuen­te, pero muy fino: todos los ingle­ses tie­nen moda­les. Nos con­tó que estu­vo en Argen­ti­na en la épo­ca de Onga­nía y no le gus­tó. No habla­mos del robo. El tra­ba­ja­ba de guía turís­ti­co para gen­te a la que le con­ta­ba sobre el gol­pe. Orga­ni­za­ba parri­lla­das y te cobra­ba cien dóla­res por cabe­za. Me mos­tró fotos de sus cam­bios de ciru­gías, pero por­que le nació a él. Cuan­do fui­mos esta­ban los Ali­ce in Chains jugan­do pool. Iba a lle­gar Rod Ste­wart. Siem­pre esta­ba rodea­do de gen­te. Pero lo hici­mos nada más por­que salió, no fue pre­me­di­ta­do ni un sue­ño, esta­ba bien por­que hacer­lo fue un clá­si­co punk. Siem­pre imi­tan­do uno. En reali­dad, yo que­ría gra­bar con López Rega en Sui­za. Que­ría que dije­ra: ‘Me cagué en el país, me lle­vé male­tas por millo­nes’, y poner­lo en una can­ción. Como fue impo­si­ble, me con­for­mé con Ronald.”

Del otro lado

A media­dos de los ‘90, Pil Tra­fa esta­ba sin rum­bo. “Vivía al pedo, y en pedo. Juga­ba die­cio­cho horas por día a video­ga­mes en mi casa, la de mi vie­ja, toman­do opor­to. Des­de las 12 de la noche has­ta las 6 de la tar­de, sin dor­mir. El alcoho­lis­mo es una cosa com­pli­ca­da. Estu­ve casi seis años desa­yu­nan­do cer­ve­za y des­pués pegán­do­le duro y pare­jo. Esta­ba al mar­gen, en otra sin­to­nía. Así me iba en mi vida y mi carre­ra: como el culo. Den­tro de todo el alcoho­lis­mo es bara­to, es social, es decir, es legal. Pero es des­truc­ti­vo. Sos un mari­cón al final, nece­si­tás una copa para enfren­tar al mundo.”

Aho­ra sólo nece­si­ta una copa para subir­se al esce­na­rio por­que a esta altu­ra, dice, con más de mil shows enci­ma, no pue­de salir toman­do agua mine­ral. Pero eso es todo. La artí­fi­ce del cam­bio fue su espo­sa. “Detrás de cada alcohó­li­co hay una mujer que lo res­ca­ta. Me sacó de eso, me mejo­ró, me corri­gió. Aho­ra has­ta hago ejer­ci­cio y me meto en gim­na­sios, un poco de fierritos.”

Y ya no quie­re pelear­se con nadie. Atrás que­da­ron las épo­cas en las que se pre­gun­ta­ba: “¿Qué es La hija de la lágri­ma? ¿El cuña­do del moco? ¿La pri­ma de la peca?”, o denos­ta­ba a Fito Páez lla­mán­do­lo “ese millo­na­rio casa­do con una actriz”, o se indig­na­ba con Pedro y Pablo (“siem­pre hablan­do de la paz y el cam­po. Que se dejen de joder. ¿De qué habla, de la Seño­ra Vio­len­cia con­tra la That­cher? ¿Por qué no hizo un tema que se lla­me Señor Gal­tie­ri?”). Está tran­qui­lo, dice, aun­que de vez en cuan­do le bri­llan los ojos y pare­ce que tie­ne ganas de escu­pir algu­na mal­dad. Pero se con­tie­ne. “Fui muy mediá­ti­co. Me diver­tía el jue­go, era el Johnny Rot­ten de acá. Pero ya fue. A Charly lo veo y está todo bien. Él es un gran músi­co. Algu­nas cosas de su carre­ra no me gus­ta­ron, pero eso está den­tro de las gene­ra­les de la ley. Hay que juz­gar a los artis­tas por sus mejo­res obras. No quie­ro dis­cu­tir con nadie, hay cam­po para todos. Si el disen­so es crea­ción, bien­ve­ni­do, pero ya no lo es.”

Escu­cha muy poca músi­ca nue­va. Cree que el rock per­dió tras­cen­den­cia, sobre todo por fal­ta de talen­to. “Los ‘80 fue la gene­ra­ción más rica. Si te gus­ta­ba lo corro­si­vo tenías a Sumo, algo tipo David Bowie era Virus, Los Abue­los era el diver­ti­men­to, Charly Gar­cía esta­ba en un buen momen­to, Soda Ste­reo que era como Duran Duran más Poli­ce más agre­ga­do esté­ti­co. En cada rubro había una bue­na ban­da, cons­tan­te­men­te se gra­ba­ba, ban­das como Don Cor­ne­lio son cul­to. Pero el rock ya no pue­de ser popu­lar hoy. Los pibes pobres no escu­chan rock. La cum­bia ville­ra es intere­san­te por­que es un emer­gen­te mar­gi­na­do abso­lu­to de la socie­dad. Las letras líri­ca­men­te no se pue­den res­ca­tar por­que son más bien gro­se­ras. Hablan des­de un pun­to de vis­ta que yo no entien­do. Es un enfren­ta­mien­to poli­cial: estos pibes se pelean con una orga­ni­za­ción corrup­ta que es la poli­cía bonae­ren­se y viven en un mun­do extra­ño. Pare­cen bag­da­díes, y la ciu­dad es lo que no los deja entrar. Y eso tie­ne que tener voz.”

Mien­tras tan­to, jun­to a su mujer está empe­zan­do a lle­var ban­das argen­ti­nas a Perú: Los Pio­jos será la pri­me­ra. Le gus­ta ver cómo se nego­cia del otro lado, des­de el de mana­ger, qué hacer con la publi­ci­dad, los hote­les, el cachet. Quie­re impor­tar rock a la esce­na de Perú, que está bas­tan­te muer­ta. “Hay gru­pos punk intere­san­tes, como Leu­ce­mia, den­tro del modo pre­ca­rio que pue­den gra­bar; están tra­ba­jan­do mucho con compu­tado­ras. Suce­de que hay mucho músi­co que estu­vo emba­rra­do en la cam­pa­ña de Fuji­mo­ri, de Mon­te­si­nos, mucha gen­te estu­vo emba­rra­da con Radio Amé­ri­ca, antro de corrup­ción feno­me­nal, hay gen­te que mane­ja ban­das mon­te­si­nes­cas, te ven­den el CD con dos ata­dos de ciga­rri­llos. Eso es lo popu­lar. No hay una movi­da de rock gran­de: siguen escu­chan­do ban­das argen­ti­nas de los ‘80”. 

Pero al mar­gen de lo musi­cal, Perú le recuer­da un poco a la Argen­ti­na: “A las elec­cio­nes se pre­sen­tó Alan Gar­cía, que lle­gó a la segun­da vuel­ta. Tie­nen una pri­me­ra dama bel­ga que esta­ba en enre­dos de una empre­sa de ener­gía de la ciu­dad de Are­qui­pa, y el her­mano de la espo­sa es el emba­ja­dor peruano en Luxem­bur­go y no habla espa­ñol. Segu­ro que en tres años Alan Gar­cía gana otra vez, a pesar de que hizo un gobierno caó­ti­co, des­pil­fa­rró dine­ro, reven­tó a los aho­rris­tas y desin­te­gró a la indus­tria peruana”.

Pil estu­vo en Argen­ti­na el 20 de diciem­bre de 2001, tocan­do con Los Vio­la­do­res. “Me fui el 24 de diciem­bre de 2001 a Perú. Me que­dé seis meses. Des­de allá vi toda la tele­vi­sión argen­ti­na que no había vis­to nun­ca, des­de Tele­fé a Rumo­res. No te daban ganas de vol­ver. Pero escri­bí un tema, que va a estar en mi dis­co solis­ta. Sé que está muy fres­co, pero de ahí se toma lo calien­te. No quie­ro medi­tar las cosas. Me acuer­do que toca­mos con Los Vio­la­do­res ‘Repre­sión’ y sen­ti­mos de vuel­ta lo que sen­tía­mos cuan­do empe­za­mos. Des­de afue­ra, Argen­ti­na pare­cía un país impo­si­ble. Cuan­do lle­gué en junio vi car­to­ne­ros por pri­me­ra vez. No enten­día lo que era al prin­ci­pio, pen­sé que bus­ca­ban comi­da, por­que no habla­ban de los car­to­ne­ros en tele­vi­sión en Perú. Me pare­ció algo del Medioevo.”

Aho­ra, sin embar­go, le pare­ce que hay posi­bi­li­da­des. El hijo de Pil Tra­fa nace­rá en sep­tiem­bre en la Argen­ti­na, por­que los padres ya deci­die­ron que éste será su lugar de resi­den­cia, entre otras cosas por­que Perú no tie­ne ni edu­ca­ción ni salud públi­ca. Para la mis­ma fecha, Pil tie­ne pla­nea­do lan­zar su pri­mer dis­co solis­ta, que empie­za a gra­bar en un par de sema­nas. Los libros de psi­co­lo­gía infan­til toda­vía no le des­pe­ja­ron el pano­ra­ma, pero algo tie­ne cla­ro. “El nene va a escu­char Ramo­nes des­de que naz­ca. No quie­ro que escu­che a Piñón Fijo. Yo no quie­ro escu­char a Piñón Fijo. Hay que resistir.”

Itu­rria /​Fuen­te

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