Femi­nis­mos. Hen­riet­ta Lea­vitt: la astró­no­ma cuyos cálcu­los ayu­da­ron a medir el tama­ño del universo

Por Vale­ria Edelsz­tein, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 9 de julio de 2021.

A fines del siglo XIX, el uni­ver­so era una foto pla­na, sin pro­fun­di­dad. Una hoja negra con pun­ti­tos bri­llan­tes. Se podía cal­cu­lar la dis­tan­cia de estre­llas pró­xi­mas por méto­dos geo­mé­tri­cos, pero obje­tos más leja­nos, como las nebu­lo­sas, eran man­chas y nada más. Has­ta que lle­gó ella. Hoy en día se siguen usan­do las obser­va­cio­nes de Hen­riet­ta para estu­diar dis­tan­cias rela­ti­vas entre estre­llas y otros obje­tos. Datos tan rele­van­tes como el tama­ño de nues­tra gala­xia, dis­tan­cia a estre­llas leja­nas o el tama­ño del uni­ver­so están basa­dos en sus trabajos.


A fines del siglo XIX, el uni­ver­so era una foto pla­na, sin pro­fun­di­dad. Una hoja negra con pun­ti­tos bri­llan­tes. Se podía cal­cu­lar la dis­tan­cia de estre­llas pró­xi­mas por méto­dos geo­mé­tri­cos, pero obje­tos más leja­nos, como las nebu­lo­sas, eran man­chas y nada más. Has­ta que lle­gó ella.

Un día, al astró­no­mo Henry Dra­per se le ocu­rrió que sería útil con­tar con un catá­lo­go en el que estu­vie­ran cla­si­fi­ca­das todas las estre­llas. Comen­zó su pro­yec­to, pero murió mucho antes de com­ple­tar­lo. Su viu­da donó 400 mil dóla­res para que se terminase.

Edward Pic­ke­ring, direc­tor del Obser­va­to­rio de Har­vard ‑el más impor­tan­te en la déca­da de 1880- se hizo car­go de la tarea. Pero deci­dió aho­rrar­se algu­nos dóla­res con­tra­tan­do muje­res con un sala­rio muy bajo, de 25 a 35 cen­ta­vos la hora.

El “harén de Pic­ke­ring”, como se las cono­ció, se encar­ga­ba de ana­li­zar miles de abu­rri­das pla­cas foto­grá­fi­cas. A las que hacían los com­pli­ca­dí­si­mos cálcu­los se las deno­mi­na­ba “cal­cu­la­do­ras” y a las que regis­tra­ban los datos, “regis­tra­do­ras”.

Algu­nos de sus nom­bres eran Hen­riet­ta Lea­vitt, Anna Pal­mer, Willia­mi­na Fle­ming y Anto­nia Maury.

Tam­bién esta­ba Annie Can­non, quien desa­rro­lló un sis­te­ma de cla­si­fi­ca­ción de estre­llas que fue adop­ta­do por la Unión Astro­nó­mi­ca Inter­na­cio­nal. Al catá­lo­go lo lla­ma­ron “Henry Dra­per Cata­lo­gue”, obviamente.

Hen­riet­ta Lea­vitt fue quien acep­tó el monó­tono tra­ba­jo de medir las lumi­no­si­da­des de las estre­llas en la Peque­ña Nube de Maga­lla­nes. Allí, encon­tró estre­llas con pro­pie­da­des curio­sas: su bri­llo varia­ba perió­di­ca­men­te en for­ma gradual.

Con­tó 1777 estre­llas varia­bles, pero rápi­da­men­te se intere­só por un gru­po en par­ti­cu­lar, las Cefei­das, con perío­dos extre­ma­da­men­te regu­la­res. Hen­riet­ta iden­ti­fi­có 16 Cefei­das en las Nubes de Maga­lla­nes. ¡Sor­pre­sa! Cuan­to más bri­llan­tes eran, más lar­go era el perío­do de variación.

Esta rela­ción per­mi­tió deter­mi­nar, con bas­tan­te pre­ci­sión, la dis­tan­cia rela­ti­va entre estre­llas muy leja­nas y otros obje­tos este­la­res. Ade­más, los resul­ta­dos de Hen­riet­ta le per­mi­tie­ron a Sha­pley medir la Vía Lác­tea y a Hub­ble mos­trar que las gala­xias se ale­jan entre sí.

Esto sugi­rió que el uni­ver­so está en cons­tan­te expan­sión. Sin la con­tri­bu­ción de Hen­riet­ta nin­guno de estos avan­ces hubie­se sido posi­ble. Pic­ke­ring la con­ven­ció de aban­do­nar sus inves­ti­ga­cio­nes por­que no creía que las muje­res pudie­ran con­tri­buir al pro­gre­so del conocimiento.

Lás­ti­ma que no des­ani­mó a su pro­pio her­mano, William Pic­ke­ring quien, con acce­so ili­mi­ta­do a teles­co­pios, ase­gu­ró que las man­chas en los crá­te­res luna­res eran cau­sa­das por nubes de insec­tos migratorios.

Hen­riet­ta murió en 1921, a los 53 años, y le dejó todas sus per­te­nen­cias a su mamá: una biblio­te­ca y libros, un atril, mesa y silla, alfom­bra, su mesa de tra­ba­jo, la cama, dos col­cho­nes y bonos, por un total de 344,89 dólares.

En 1925 el mate­má­ti­co sue­co Mit­tag-Lef­fler le escri­bió una car­ta a Hen­riet­ta con la inten­ción de pro­po­ner­la para el Pre­mio Nobel. Cua­tro años tar­de. Como los pre­mios no pue­den ser entre­ga­dos a títu­lo pós­tu­mo, nun­ca lle­gó siquie­ra a ser nominada.

Hoy en día se siguen usan­do las obser­va­cio­nes de Hen­riet­ta para estu­diar dis­tan­cias rela­ti­vas entre estre­llas y otros obje­tos. Datos tan rele­van­tes como el tama­ño de nues­tra gala­xia, dis­tan­cia a estre­llas leja­nas o el tama­ño del uni­ver­so están basa­dos en sus trabajos.

Esta fue la vida de Hen­riet­ta Lea­vitt, la astró­no­ma que cal­cu­la­ba, a 153 años de su nacimiento. 


Nota: toma­do de un hilo de Twit­ter de la auto­ra en su cuen­ta @ValeArvejita.

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