El capi­ro­te naza­reno de las pro­ce­sio­nes tie­ne su ori­gen en la Inquisición

En una Sema­na San­ta nor­mal Anda­lu­cía se lle­na­ría de pro­ce­sio­nes cató­li­cas que inun­dan la geo­gra­fía del país. Una de las imá­ge­nes carac­te­rís­ti­cas es la pre­sen­cia de naza­re­nos cubier­tos con sus típi­cas cape­ru­zas pun­tia­gu­das, que for­man par­te inse­pa­ra­ble de estos actos. Pero ¿de dón­de vie­ne el uso de esta vestimenta?

El ori­gen del capi­ro­te o capu­chón de los naza­re­nos que par­ti­ci­pan en las pro­ce­sio­nes de la Sema­na San­ta está en los comien­zos de la Inqui­si­ción, cuan­do a las per­so­nas que eran con­de­na­das se les impo­nía el cas­ti­go de tener que usar una pren­da de tela que les cubrie­ra el pecho y la espal­da y un cucu­ru­cho de car­tón en señal de penitencia.

La pren­da de tela que cubría el pecho y la espal­da se lla­ma­da sam­be­ni­to, y era una car­te­la don­de se escri­bían los “peca­dos” que había come­ti­do el que lo lle­va­ba, así todos sabían por qué lo cas­ti­ga­ban o eje­cu­ta­ban, y de ahí vie­ne tam­bién la expre­sión de “col­gar­le a alguien “el San Beni­to” …de haber hecho algo”.

Se acom­pa­ña­ba el sam­be­ni­to de un capi­ro­te o cucu­ru­cho de tela, car­tón u otro mate­rial, que debían lle­var colo­ca­do enci­ma de la cabe­za, en señal des­ta­ca­da de la peni­ten­cia que les había sido impues­ta. Nor­mal­men­te lle­va­ba pin­ta­das figu­ras alu­si­vas al deli­to come­ti­do o a su cas­ti­go (por ejem­plo las lla­mas del infierno). En “Auto de fe” el genio ara­go­nés Goya retra­ta­ba un pro­ce­so inqui­si­to­rial don­de apa­re­ce el capi­ro­te en su con­cep­ción original.

Con estas pren­das peni­ten­cia­les vemos gran can­ti­dad de pro­ce­sio­nes y actos de la Inqui­si­ción en obras pic­tó­ri­cas des­de fina­les del siglo XV (cuan­do se ins­ti­tu­yó ofi­cial­men­te la Inqui­si­ción). Hay cua­dros con estas imá­ge­nes has­ta fina­les del siglo XIX.

Por una lógi­ca trans­po­si­ción del sen­ti­do peni­ten­cial, fue adop­ta­do por algu­nas cofra­días de Sema­na San­ta e inclu­so por ins­ti­tu­cio­nes y cofra­días que desa­rro­llan sus actos en otros momen­tos del ciclo litúr­gi­co del año. Las her­man­da­des sevi­lla­nas lo adop­ta­ron en el siglo XVII, y pare­ce que la cos­tum­bre se exten­dió pron­to al res­to de ciu­da­des anda­lu­zas. La tela que cae sobre la cara y el pecho sir­ve para ocul­tar el ros­tro y pre­ser­var la iden­ti­dad del penitente.

Fuen­te: Pro­tes­tan­te Digital

Francisco Vílchez

Andaluz de Granada (1980). Grado en Humanidades en la UGR. Pluriempleado en el sector servicios y aficionado a hablar de lo que la prensa no dice ni pío.

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