Bre­ve his­to­ria del inter­na­cio­na­lis­mo (II de X)

De 1866 a 1889, fecha en la que se crea la Segun­da Internacional

El I Con­gre­so de la Aso­cia­ción Inter­na­cio­nal de los Tra­ba­ja­do­res (AIT) se cele­bró en sep­tiem­bre de 1866 en Gine­bra, cul­mi­na­ción de un lar­go pro­ce­so, años antes de que la pala­bra inter­na­cio­na­lis­mo fue­ra reco­gi­da por pri­me­ra vez en un dic­cio­na­rio en 1879, lo que con­fir­ma el prin­ci­pio mate­ria­lis­ta de la pri­ma­cía de la acción sobre el ver­bo. En efec­to, la soli­da­ri­dad entre explo­ta­dos y explo­ta­das sur­gió con la mis­ma explo­ta­ción y todo indi­ca que su pri­me­ra expre­sión pro­le­ta­ria fue una car­ta de obre­ros de Lyon dirig­da a obre­ros ingle­ses de mayo de 1832. El inter­na­cio­na­lis­mo esta­ba muy arrai­ga­do: en 1852 se disol­vió la Liga Comu­nis­ta debi­do a los gol­pes repre­si­vos, pero se reci­bió ayu­da eco­nó­mi­ca des­de Esta­dos Uni­dos y de inme­dia­to se creó la Liga Mun­dial de Revo­lu­cio­na­rios Comu­nis­tas, cuyo pri­mer artícu­lo decía:

Esta Aso­cia­ción se pro­po­ne por fina­li­dad el derro­ca­mien­to de todas las cla­ses pri­vi­le­gia­das y su suje­ción a la dic­ta­du­ra de los pro­le­ta­rios en que la revo­lu­ción se man­ten­drá per­ma­nen­te­men­te has­ta la implan­ta­ción del comu­nis­mo, que será la últi­ma for­ma de vida de la comu­ni­dad humana.

Si en los con­gre­sos pos­te­rio­res de la AIT no se plan­tea la nece­si­dad de la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, es debi­do a la tác­ti­ca del sec­tor segui­dor de Marx y Engels para no crear deba­tes polí­ti­cos y teó­ri­cos de lar­go alcan­ce estra­té­gi­co, para no crear ten­sio­nes que pudie­ran rom­per la uni­dad entre fuer­zas muy diver­sas. Bajo este idea­rio, una serie de reunio­nes faci­li­ta­ron que en sep­tiem­bre de 1864 se crea­ra en Lon­dres lo que sería la AIT. En estas reunio­nes pre­pa­ra­to­rias tam­bién se orga­ni­za­ron luchas con­tra los esqui­ro­les euro­peos que la bur­gue­sía ingle­sa con­tra­ta­ba con bajos sala­rios para aplas­tar las huel­gas, actos de soli­da­ri­dad con Polo­nia y con la Ita­lia de Gari­bal­di, etc. Las luchas de libe­ra­ción nacio­nal fue­ron uno de los aci­ca­tes direc­tos en la for­ma­ción de la AIT, y aun­que aquí hemos cita­do a Polo­nia e Ita­lia, la insis­ten­cia en Irlan­da y otras nacio­nes opri­mi­das por par­te del sec­tor nuclea­do alre­de­dor de Marx y Engels fue cons­tan­te, sobre todo tenien­do en cuen­ta que, ade­más de sus artícu­los denun­cian­do la bru­ta­li­dad de la opre­sión colo­nial, tam­bién esta­ban redac­tan­do los borra­do­res de El Capi­tal en don­de la opre­sión nacio­nal apa­re­ce múl­ti­ples veces.

En sep­tiem­bre de 1864, Marx redac­tó el céle­bre Mani­fies­to Inau­gu­ral don­de se lee: «La con­quis­ta del poder polí­ti­co ha veni­do a ser, por lo tan­to, el gran deber de la cla­se obre­ra». Y en la Reso­lu­ción se lee este ata­que a la raíz de la demo­cra­cia burguesa:

El capi­tal es una poten­cia social con­cen­tra­da, mien­tras el obre­ro dis­po­ne solo de su fuer­za de tra­ba­jo. Por ello el con­tra­to entre el capi­tal y el tra­ba­jo nun­ca pue­de des­can­sar en con­di­cio­nes jus­tas, ni has­ta ser jus­to en el sen­ti­do de una socie­dad que pone a un lado la pose­sión de los medios mate­ria­les de exis­ten­cia y de pro­duc­ción y al lado opues­to las fuer­zas pro­duc­ti­vas vivas.

Y en octu­bre del mis­mo año los Esta­tu­tos Gene­ra­les que se publi­ca­ron en 1871 y a los que en 1872 se les aña­dió el apar­ta­do 7a:

En su lucha con­tra el poder uni­do de las cla­ses posee­do­ras, el pro­le­ta­ria­do no pue­de actuar como cla­se más que cons­ti­tu­yén­do­se él mis­mo en par­ti­do polí­ti­co dis­tin­to y opues­to a todos los anti­guos par­ti­dos polí­ti­cos crea­dos por las cla­ses poseedoras.

Esta cons­ti­tu­ción del pro­le­ta­ria­do en par­ti­do polí­ti­co es indis­pen­sa­ble para ase­gu­rar el triun­fo de la revo­lu­ción social y de su fin supre­mo: la abo­li­ción de clases.

La coa­li­ción de las fuer­zas de la cla­se obre­ra logra­da ya por la lucha eco­nó­mi­ca debe ser­vir­le asi­mis­mo de palan­ca en su lucha con­tra el poder polí­ti­co de sus explotadores.

Pues­to que los seño­res de la tie­rra y del capi­tal se sir­ven siem­pre de sus pri­vi­le­gios polí­ti­cos para defen­der y per­pe­tuar sus mono­po­lios eco­nó­mi­cos y para sojuz­gar al tra­ba­jo, la con­quis­ta del poder polí­ti­co se ha con­ver­ti­do en el gran deber del proletariado.

La AIT tuvo al prin­ci­pio difi­cul­ta­des para cre­cer a pesar de que en esos años se vivía una olea­da de luchas en Euro­pa y de que ya en noviem­bre de 1864 se empe­zó a inte­grar a tra­de-unio­nes ingle­sas en cre­cien­te pug­na con la corrien­te refor­mis­ta en aumen­to que opta­ba por inte­grar­se en la demo­cra­cia bur­gue­sa. Los des­ni­ve­les orga­ni­za­ti­vos eran gran­des, por ejem­plo, en 1865 se logró una soli­da­ri­dad a tres ban­das: Ber­lín-Lon­dres-Leip­zig para ayu­dar a una huel­ga, sin embar­go, no pudo cele­brar­se un Con­gre­so en Bru­se­las y tuvo que espe­rar­se al de Gine­bra de 1866. Un éxi­to fue la cam­pa­ña euro­pea para impe­dir que la bur­gue­sía bri­tá­ni­ca tras­la­da­se a Ingla­te­rra a sas­tres del con­ti­nen­te como esqui­ro­les para rom­per la huel­ga de mar­zo y abril de 1866 en Lon­dres, faci­li­tan­do la vic­to­ria de los sas­tres ingleses.

La ten­den­cia mayo­ri­ta­ria en el Con­gre­so de Gine­bra, el mutua­lis­mo de Prudhon, no pudo impo­ner­se del todo, sino que tuvo que acep­tar pro­pues­tas de la peque­ña corrien­te que se esta­ba acer­can­do a Marx: se rei­vin­di­có la jor­na­da de 8 horas, limi­ta­ción del tra­ba­jo infan­til y de las muje­res, edu­ca­ción poli­téc­ni­ca, impul­sar el coope­ra­ti­vis­mo obre­ro en con­tra del bur­gués, recha­zo de los impues­tos indi­rec­tos, des­apa­ri­ción de los ejér­ci­tos, etc. La pla­ta­for­ma inte­gra­ba rei­vin­di­ca­cio­nes que exi­gían movi­li­za­cio­nes con otras que anun­cia­ban cho­ques duros con la bur­gue­sía. Pero aún no plan­tea­ba un ata­que direc­to a la pro­pie­dad bur­gue­sa por­que el grue­so de movi­mien­to obre­ro no esta­ba pre­pa­ra­do para com­pren­der esa con­sig­na decisiva.

Mien­tras tan­to, la bur­gue­sía ingle­sa no per­ma­ne­cía pasi­va. Las gran­des movi­li­za­cio­nes obre­ras de invierno de 1866 – 1867 fue­ron des­ac­ti­va­das median­te la repre­sión de su ala izquier­da y tam­bién de la lucha irlan­de­sa y, a la vez, sobor­nan­do e inte­gran­do con el dere­cho a voto al sec­tor pro­le­ta­rio con sala­rios para pagar un inqui­li­na­je no menor a 10 libras ester­li­nas anua­les. Sur­gía así la lla­ma­da «aris­to­cra­cia obre­ra», que creía que había deja­do de ser cla­se obre­ra. Per­fec­cio­nan­do este méto­do, lue­go el labo­ris­mo lle­ga­ría a publi­car en su pren­sa «obre­ra» con­se­jos para que sus afi­lia­dos invir­tie­ran sus accio­nes en bolsa.

A la vez, el proudho­nis­mo empe­zó a debi­li­tar­se por­que su refor­mis­mo de fon­do fra­ca­sa­ba ante el endu­re­ci­mien­to del capi­tal y ante el radi­ca­lis­mo obre­ro: las coope­ra­ti­vas proudho­nia­nas fra­ca­sa­ron casi todas; las huel­gas, recha­za­das como méto­do, van pro­li­fe­ran­do y empie­za la repre­sión con­tra la huel­ga de los sas­tres de París de 1867 que exi­gían tari­fas úni­cas y aumen­to sala­rial. Ade­más, se va cono­cien­do la soli­dez teó­ri­ca del gru­po que cre­ce alre­de­dor de Marx y Engels, y en sep­tiem­bre de 1867 coin­ci­den la publi­ca­ción del libro I de El Capi­tal con el II Con­gre­so de la AIT cele­bra­do en Lau­sa­na. Fue un Con­gre­so de tran­si­ción entre la fuer­za apa­ren­te del mutua­lis­mo paci­fis­ta y el socia­lis­mo mar­xis­ta al alza, como se apre­cia leyen­do esto: «Que para lle­gar a supri­mir la gue­rra no bas­ta licen­ciar los ejér­ci­tos, sino que hace fal­ta modi­fi­car la orga­ni­za­ción social en el sen­ti­do de esta­ble­cer un repar­to cada vez más equi­ta­ti­vo de la pro­duc­ción». Cuan­do en diciem­bre de 1867 Fran­cia ile­ga­li­za a la AIT por su apo­yo total a la huel­ga de los sas­tres, la suer­te del proudho­nis­mo está echada.

En el III Con­gre­so de la AIT cele­bra­do en Bru­se­las en 1868 se pre­ci­pi­tó el cho­que entre «colec­ti­vis­tas», que exi­gían la pro­pie­dad colec­ti­va de tie­rras, bos­ques, minas, ferro­ca­rri­les, carre­te­ras, telé­gra­fos, etc., y los res­tos proudho­nia­nos y tra­de-unio­nis­tas que pese a sus resis­ten­cias tuvie­ron que acep­tar inclu­so las huel­gas, aun­que regla­men­tán­do­las. Fue un deba­te entre esta corrien­te y el socia­lis­mo que ya dis­po­nía de bases más sóli­das y podía entrar a rei­vin­di­ca­cio­nes con con­te­ni­do polí­ti­co-prác­ti­co radi­cal: «El Con­gre­so reco­mien­da sobre todo que los tra­ba­ja­do­res sus­pen­dan todo tra­ba­jo en el caso que una gue­rra esta­lla­se en sus res­pec­ti­vos paí­ses». Era abrir la puer­ta a los futu­ros deba­tes en la Segun­da Inter­na­cio­nal sobre la Huel­ga Gene­ral y a los lla­ma­dos a la insu­rrec­ción de la Ter­ce­ra Internacional.

La AIT se esta­ba acer­can­do al cen­tro del hura­cán que esta­lla­ría con la Comu­na de París de 1871, tem­po­ral ya anun­cia­do en 1869 cuan­do el gobierno sui­zo sacó el ejér­ci­to para derro­tar las huel­gas de Gine­bra y Basi­lea; tam­bién ese año los gobier­nos de Bél­gi­ca, Gales y Fran­cia usa­ron sus ejér­ci­tos para aplas­tar huel­gas obre­ras y popu­la­res. La radi­ca­li­za­ción era mayo­ri­ta­ria, y a su calor cre­ció algo el gru­po baku­ni­nis­ta que absor­bía a proudho­nia­nos y otros anar­quis­tas. No sin deba­te, la AIT acep­tó la afi­lia­ción de Baku­nin en julio de 1869. Fue en este con­tex­to de lucha de cla­ses, repre­sión poli­cial y abur­gue­sa­mien­to de la nue­va aris­to­cra­cia obre­ra, en el que se dio la IV Con­fe­ren­cia de la AIT cele­bra­da en Basi­lea en sep­tiem­bre de1869, pri­me­ro al que asis­te un repre­sen­tan­te norteamericano.

La pelea sobre la colec­ti­vi­za­ción de la tie­rra sos­te­ni­da en el III Con­gre­so es gana­da en este: «El Con­gre­so decla­ra que la socie­dad tie­ne el dere­cho de abo­lir la pro­pie­dad indi­vi­dual de la tie­rra y devol­ver­la a la colec­ti­vi­dad…». Y se avan­za más en algo deci­si­vo: «El Con­gre­so es de la opi­nión que todos los tra­ba­ja­do­res deben dedi­car­se acti­va­men­te a crear socie­da­des de resis­ten­cia en los dife­ren­tes gru­pos de ofi­cio». Los baku­ni­nis­tas afir­man que el III Con­gre­so está con­tro­la­do por el cen­tra­lis­mo auto­ri­ta­rio. Crean en Gine­bra un cen­tro coor­di­na­dor de su ten­den­cia y un gru­po secre­to diri­gi­do por Baku­nin. Se están con­cre­tan­do así algu­nas de las dife­ren­cias entre mar­xis­mo y anar­quis­mo que ya venían del socia­lis­mo utó­pi­co y del proudho­nis­mo: los pri­me­ros insis­ten en la acción polí­ti­ca para aglu­ti­nar fuer­zas y pre­pa­rar la des­truc­ción del Esta­do; los segun­dos nie­gan la acción polí­ti­ca y exi­gen la des­truc­ción inme­dia­ta del Esta­do. Los pri­me­ros insis­ten en la orga­ni­za­ción des­ti­na­da a ese fin; los segun­dos, en la auto­no­mía total de los gru­pos. Los pri­me­ros insis­ten en la nece­si­dad de la teo­ría crí­ti­ca; los segun­dos se acer­can más a la utopía.

La Comu­na de París de 1871 some­te a la AIT a una prue­ba deci­si­va por­que la repre­sión la había debi­li­ta­do, su implan­ta­ción era peque­ña en París y las ten­sio­nes inter­nas difi­cul­ta­ban la uni­dad… La AIT se vol­có a muer­te en la Comu­na y la red clan­des­ti­na que se man­te­nía a pesar del cie­rre de la Liga Comu­nis­ta en 1852 pres­tó una ayu­da que sería pro­li­jo deta­llar aquí. La bur­gue­sía apro­ve­cha la masa­cre de la Comu­na para lan­zar una repre­sión gene­ra­li­za­da en la mayor par­te de Euro­pa, mien­tras que la AIT se rom­pe en dos: la mayo­ría a favor de los Con­gre­sos, la mino­ría a favor del baku­ni­nis­mo. Con muchas difi­cul­ta­des, la mayo­ría rea­li­za la Con­fe­ren­cia de Lon­dres de 1871 en el que la expe­rien­cia comu­ne­ra reafir­ma que:

En con­tra de este poder colec­ti­vo de las cla­ses posee­do­ras, el pro­le­ta­ria­do no pue­de reac­cio­nar como cla­se más que cons­ti­tu­yen­do su pro­pio par­ti­do polí­ti­co, dis­tin­to, opues­to […] esta cons­ti­tu­ción del pro­le­ta­ria­do en par­ti­do polí­ti­co es indis­pen­sa­ble para ase­gu­rar el triun­fo de la revo­lu­ción social y de su aspi­ra­ción supre­ma: la abo­li­ción de las clases.

La corrien­te baku­ni­nis­ta recha­za la Con­fe­ren­cia y se escin­de de fac­to, ofi­cia­li­zán­do­se esta en el V Con­gre­so de la AIT cele­bra­do en La Haya en 1872 en la que dicha corrien­te es expul­sa­da y se publi­can sus docu­men­tos inter­nos sobre las tác­ti­cas para hacer­se con la direc­ción de la AIT sin res­pe­tar las vías apro­ba­das en los cua­tro con­gre­sos ante­rio­res. Este V Con­gre­so mar­ca un hito por­que se pro­du­ce en medio de la repre­sión y de las nue­vas for­mas de soborno e inte­gra­ción de la aris­to­cra­cia obre­ra, que sin embar­go no con­si­guen dete­ner el ascen­so de la lucha de cla­ses y la for­ma­ción de par­ti­dos y sin­di­ca­tos esta­ta­les y, sobre todo, se cele­bra antes del esta­lli­do de la pri­me­ra Gran Depre­sión mun­dial en 1873 que, como se verá, deter­mi­nó un sal­to en el inter­na­cio­na­lis­mo. La nece­si­dad de la inde­pen­den­cia polí­ti­ca del pro­le­ta­ria­do será vali­da­da por acti­va y por pasi­va a lo lar­go de la nue­va Gran Depresión.

La esci­sión en la AIT, los efec­tos de la repre­sión, el cre­ci­mien­to de las orga­ni­za­cio­nes esta­ta­les y las nue­vas deci­sio­nes toma­das en el V Con­gre­so acon­se­ja­ron tomar una medi­da drás­ti­ca muy deba­ti­da des­de enton­ces: tras­la­dar el Con­se­jo Gene­ral a Nue­va York, des­de don­de se orga­ni­zó el VI Con­gre­so cele­bra­do en 1873 en Gine­bra. La esci­sión supu­so casi la rui­na eco­nó­mi­ca por lo que fue difí­cil orga­ni­zar el Con­gre­so en aquel con­tex­to repre­si­vo agra­va­do por el ini­cio de la Gran Depre­sión. Pudo acu­dir muy poca gen­te, fal­tan­do Marx y Engels, por ejem­plo, pero el Con­gre­so se reafir­mó en la estra­te­gia ya ela­bo­ra­da y sobre todo en la nece­si­dad de la inde­pen­den­cia polí­ti­ca de la cla­se obre­ra, en la nece­si­dad de que se orga­ni­za­se en par­ti­do con­tra­rio al capital.

Pero la rápi­da evo­lu­ción social empe­zó a impo­ner­se y se fue toman­do con­cien­cia de que la AIT había cum­pli­do ya su tarea, y muy bien por cier­to pese a la esci­sión baku­ni­nis­ta. En 1876 se cele­bró en Fila­del­fia el VI y últi­mo Con­gre­so: el capi­ta­lis­mo cam­bia­ba rápi­da­men­te y la for­ma orga­ni­za­ti­va idea­da en 1864 esta­ba supe­ra­da, se había con­ver­ti­do en un freno. Muchas de las orga­ni­za­cio­nes afi­lia­das a la AIT se iban asen­ta­do en sus pue­blos y Esta­dos aun sufrien­do repre­sión y bajo la dure­za de la cri­sis socio­eco­nó­mi­ca. Si la AIT había naci­do por soli­da­ri­dad inter­na­cio­na­lis­ta, aho­ra esa mis­ma soli­da­ri­dad le lle­va­ba a echar­se a un lado para que cre­cie­ran las orga­ni­za­cio­nes esta­ta­les, exis­tien­do sin embar­go una deci­di­da con­cien­cia de crear una nue­va Inter­na­cio­nal nada más dar­se las con­di­cio­nes para ello, como así sería.

Los esfuer­zos baku­ni­nis­tas para per­pe­tuar una AIT alter­na­ti­va se estre­lla­ban una y otra vez con­tra esos cam­bios des­de 1873, año en el que rea­li­za­ron un Con­gre­so pro­pio tam­bién en Gine­bra. Lue­go rea­li­za­ron tres segui­dos anual­men­te en Ber­na, Bél­gi­ca y Lon­dres has­ta 1877, pero tuvie­ron que espe­rar a 1881 para hacer el siguien­te en Lon­dres, que sería el últi­mo. El esfuer­zo pos­tre­ro fue­ron las Con­fe­ren­cias de 1896 y 1900, pero para enton­ces ya se había fun­da­do la Segun­da Inter­na­cio­nal en 1889 que avan­za­ba como una loco­mo­to­ra con nada menos que cin­co con­gre­sos entre ese 1889 y 1900. Mien­tras tan­to, tam­bién se cele­bra­ron diver­sas con­fe­ren­cias y con­gre­sos de muy diver­sa índo­le, como la Con­fe­ren­cia de 1886 en la que el tra­de-unio­nis­mo bri­tá­ni­co en cola­bo­ra­ción con la bur­gue­sía pre­pa­ró el méto­do para copar la direc­ción del Con­gre­so Cor­po­ra­ti­vo a cele­brar en Lon­dres en 1888. Si la refor­ma elec­to­ral de 1867 había inte­gra­do a la aris­to­cra­cia obre­ra, como hemos vis­to, aho­ra, vein­te años más tar­de y en las con­di­cio­nes de la Gran Depre­sión la bur­gue­sía bri­tá­ni­ca daba un paso más para rom­per cual­quier uni­dad polí­ti­co-sin­di­cal inter­na­cio­na­lis­ta. Pero de esto habla­re­mos en la siguien­te entrega.

Iña­ki Gil de San Vicente

Eus­kal Herria, 16 de febre­ro de 2021

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