Argen­ti­na. Recuer­dan la Masa­cre de Pas­co: el cri­men come­ti­do por la Tri­ple A en mar­zo de 1975 sigue impune

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 21 de mar­zo de 2021.

. A 46 años de la Masa­cre de Pas­co del 21 de Mar­zo de 1975 en Lomas de Zamo­ra, el cri­men sigue impune.

Acto home­na­je hoy en el Cemen­te­rio.
Impe­rio­sa nece­si­dad que avan­ce la inves­ti­ga­ción sobre auto­res mate­ria­les e inte­lec­tua­les para que no haya impu­ni­dad biológica.

Barrios x Memo­ria y Justicia-Lomas

Los acri­bi­lla­ron y vola­ron los cuer­pos con gra­na­das: la Masa­cre de Pas­co, el ase­si­na­to en masa más san­grien­to de la Tri­ple A

Fue el 21 de mar­zo de 1975 en un raid de cri­mi­na­les con zona libe­ra­da en Lomas de Zamo­ra que ter­mi­nó con la eje­cu­ción de sie­te per­so­nas secues­tra­das. Los hicie­ron arro­di­llar­se para matar­los, dos de los ase­si­na­dos a san­gre fría tenían 14 y 16 años. Fue el cri­men de mayor enver­ga­du­ra por el núme­ro de víc­ti­mas de a orga­ni­za­ción diri­gi­da por López Rega

Los cuerpos en el descampado de los siete secuestrados que fueron asesinados por la Triple ALos cuer­pos en el des­cam­pa­do de los sie­te secues­tra­dos que fue­ron ase­si­na­dos por la Tri­ple A

Vier­nes 21 de mar­zo de 1975, Barrio San José, Tem­per­ley Este, Par­ti­do de Lomas de Zamo­ra. Des­de su casa, ubi­ca­da en una esqui­na, el joven vio cómo una pato­ta fuer­te­men­te arma­da rom­pía la puer­ta de la vivien­da de su her­mano Ger­mán, don­de iba a haber un asa­do al que pen­sa­ba asis­tir. No se atre­vió a salir, pero cuan­do escu­chó dis­pa­ros de ame­tra­lla­do­ra y vio que se lle­va­ban a Ger­mán jun­to con otros hom­bres aden­tro de un auto, deci­dió seguir­los, casi por ins­tin­to, a pesar del miedo.

El joven lle­gó a un des­cam­pa­do a media cua­dra de la esqui­na de San­tia­go del Este­ro y Sán­chez y se zam­bu­lló en el pas­to por­que la cara­va­na com­pues­ta por varios autos y un micro se detu­vo allí.

Tem­blan­do, vio como baja­ban a empu­jo­nes a su her­mano y otros seis hom­bres y empe­za­ban a pegar­les. Algu­nos veci­nos salie­ron a las puer­tas de sus casas, pero los gri­tos y las armas de la pato­ta los hicie­ron vol­ver adentro.

-¡Métan­se! ¡Si salen son bole­ta uste­des tam­bién! –orde­nó un encapuchado.

El mucha­cho seguía tem­blan­do cuan­do vio que tan­to su her­mano como los otros eran obli­ga­dos a arro­di­llar­se. Los miem­bros del coman­do, de civil, toma­ron dis­tan­cia con las armas empu­ña­das. Tam­bién vio como Ger­mán, su her­mano, se puso de pie gritando:

-Si me van a matar, máten­me parado.

Otro de los cap­tu­ra­dos gritó:

-¡Viva la Patria!

Los gri­tos fue­ron aho­ga­dos por los tiros: ráfa­gas de ame­tra­lla­do­ra y dis­pa­ros de armas cor­tas. Los rema­ta­ron en el sue­lo, dis­pa­rán­do­les como si qui­sie­ran hun­dir los cadá­ve­res en la tie­rra a fuer­za de balazos.

Sal­vo el tem­blor, el hom­bre joven seguía para­li­za­do, pero fren­te a sus ojos la esce­na de terror ter­mi­nó de des­ple­gar­se: los ase­si­nos arras­tra­ron los cuer­pos has­ta hacer con ellos una pila y los hicie­ron volar por los aires con dos gra­na­das. Par­te de uno de los cuer­pos cayó sobre un cable eléc­tri­co y, al tocar­lo, pro­vo­có un cor­te de luz en varias cua­dras a la redon­da.Articulo revista AsíArticu­lo revis­ta Así

Ilu­mi­na­dos por los focos de los autos, los ase­si­nos ‑entre 15 y 20 hom­bres– des­ple­ga­ron una ban­de­ra blan­ca cer­ca de los crá­te­res que deja­ron las gra­na­das, entre los cuer­pos des­tro­za­dos. La ban­de­ra debía medir unos dos metros de lar­go y unos 65 cen­tí­me­tros de alto. Con letras rojas decía: “Fui­mos Mon­to­ne­ros, fui­mos del ERP”.

Sólo enton­ces, en medio del olor a pól­vo­ra y los rui­dos de armas, se fueron.

La Masa­cre de Pas­co ‑la mayor ope­ra­ción cri­mi­nal de la Tri­ple A- esta­ba consumada.

La “depu­ra­ción” del Movimiento

El gobierno pero­nis­ta, por enton­ces a car­go de María Este­la Mar­tí­nez de Perón, ya había gira­do defi­ni­ti­va­men­te hacia la ultra­de­re­cha y la Masa­cre de Pas­co mar­có un hito san­grien­toen ese pro­ce­so que había comen­za­do en octu­bre de 1973, inclu­yen­do la crea­ción de gru­pos para­po­li­cia­les para ate­rro­ri­zar y ani­qui­lar a “los infil­tra­dos”, una cate­go­ría con­fu­sa que englo­ba­ba a toda la opo­si­ción de izquier­da, estu­vie­ra den­tro o fue­ra del peronismo.

La Masa­cre de Ezei­za, coin­ci­den­te con el retorno defi­ni­ti­vo de Juan Domin­go Perón a la Argen­ti­na el 20 de junio de 1973, había mos­tra­do que la uni­dad del pero­nis­mo en el gobierno era una ilu­sión y que los espa­cios de poder se dispu­tarían de mane­ra violenta.

La posi­ción del pro­pio Perón en esa puja que­dó cla­ra el 1° de octu­bre de 1973, cuan­do se cono­ció –con­tra su volun­tad– un “docu­men­to reser­va­do” con su pro­pia fir­ma en el que orde­na­ba rea­li­zar una “depu­ra­ción” del Jus­ti­cia­lis­mo con “todos los medios a su alcan­ce”, lo que implí­ci­ta­men­te incluía la eli­mi­na­ción de los disidentes.

Entre las “direc­ti­vas” que impar­tía, la núme­ro 9 era pre­ci­sa. Bajo el sub­tí­tu­lo “Medios de lucha” decía: “Se uti­li­za­rán todos los que se con­si­de­ren efi­cien­tes, en cada lugar y opor­tu­ni­dad. La nece­si­dad de los medios que se pro­pon­gan, será apre­cia­da por los diri­gen­tes de cada dis­tri­to”.Juan Domingo Perón e Isabelita. El 1° de octubre de 1973 se conoció un “documento reservado” con su propia firma en el que ordenaba realizar una “depuración” del Justicialismo con “todos los medios a su alcance”, lo que implícitamente incluía la eliminación de los disidentes (Keystone Pictures USA/Shutterstock)
Juan Domin­go Perón e Isa­be­li­ta. El 1° de octu­bre de 1973 se cono­ció un “docu­men­to reser­va­do” con su pro­pia fir­ma en el que orde­na­ba rea­li­zar una “depu­ra­ción” del Jus­ti­cia­lis­mo con “todos los medios a su alcan­ce”, lo que implí­ci­ta­men­te incluía la eli­mi­na­ción de los disi­den­tes (Keys­to­ne Pic­tu­res USA/​Shutterstock)

Poco des­pués, las ban­das para­po­li­cia­les de la Tri­ple A (Alian­za Anti­co­mu­nis­ta Argen­ti­na) y de la CNU (Con­cen­tra­ción Nacio­nal Uni­ver­si­ta­ria) comen­za­ban a ope­rar ame­na­zan­do y ase­si­nan­do “infil­tra­dos” en zonas libe­ra­das por la policía.

La ofen­si­va inclu­yó el des­pla­za­mien­to de los gober­na­do­res cer­ca­nos al ala izquier­da del peronismo.

El 26 de enero de 1974 –con la excu­sa del inten­to de copa­mien­to por par­te del ERP a un Regi­mien­to en Azul‑, Oscar Bide­gain, pre­sio­na­do por el pro­pio Perón, pre­sen­tó su renun­cia a la gober­na­ción de Bue­nos Aires y fue reem­pla­za­do por el sin­di­ca­lis­ta de ultra­de­re­cha Vic­to­rio Calabró.

Un mes más tar­de, el 27 de febre­ro, un levan­ta­mien­to enca­be­za­do por el jefe de la poli­cía cor­do­be­sa, tenien­te coro­nel Anto­nio Nava­rro, derro­có al gober­na­dor y vice­go­ber­na­dor de esa pro­vin­cia, Ricar­do Obre­gón Cano y Ati­lio López, tam­bién iden­ti­fi­ca­dos con la izquier­da peronista.

El 1° de mayo de 1974, duran­te el acto del Día del Tra­ba­ja­dor, se pro­du­jo la rup­tu­ra explí­ci­ta entre Perón y las orga­ni­za­cio­nes de izquier­da que habían con­cu­rri­do a la Pla­za de Mayo.

Dos meses des­pués, la muer­te del pre­si­den­te dejó a su viu­da, María Este­la Mar­tí­nez de Perón, en la Casa Rosa­da y a José López Rega como jefe supre­mo del terro­ris­mo de Esta­do pre­vio al gol­pe, encar­na­do en ban­das para­po­li­cia­les cada vez más vio­len­tas y activas.

En Lomas de Zamora

En mar­zo de 1975 Eduar­do Alber­to Duhal­de esta­ba a car­go de la inten­den­cia muni­ci­pal de Lomas de Zamo­ra, uno de los par­ti­dos más popu­lo­sos de la Zona Sur del Gran Bue­nos Aires.

Era el ter­cer inten­den­te des­de el 25 de mayo de 1973.

El pri­me­ro había sido Rober­to Ortiz, acu­sa­do de corrup­ción y des­ti­tui­do por un jui­cio polí­ti­co. En su lugar asu­mió el pri­mer con­ce­jal de la lis­ta del FREJULI, Pablo Tur­ner, un hom­bre de la Juven­tud Pero­nis­ta, que tenía un des­plie­gue terri­to­rial muy impor­tan­te en la zona.

En medio del pro­ce­so de “depu­ra­ción”, la pre­sen­cia Tur­ner en la jefa­tu­ra del muni­ci­pio resul­ta­ba into­le­ra­ble para el gober­na­dor bonae­ren­se Vic­to­rio Cala­bró, que comen­zó un movi­mien­to de pin­zas para destituirlo.

La revis­ta Cabil­do, de la ultra­de­re­cha más recal­ci­tran­te del pero­nis­mo y publi­cis­ta de las lis­tas de con­de­na­dos a muer­te por la Tri­ple A, ini­ció en mar­zo de 1974 una fuer­te cam­pa­ña perio­dís­ti­ca con­tra el inten­den­te Tur­ner.Entrevista a Duhalde, nuevo intendenteEntre­vis­ta a Duhal­de, nue­vo intendente

En una serie artícu­los –algu­nos de ellos fir­ma­dos por su direc­tor, Feli­pe Romeo– Cabil­do cali­fi­có a Tur­ner de “infil­tra­do” y en uno de ellos denun­ció que Lomas de Zamo­ra se había con­ver­ti­do en “un aguan­ta­de­ro de cuan­to delin­cuen­te y gue­rri­lle­ro se halla­se prófugo”.

Para­le­la­men­te, la Tri­ple A ini­cia­ba una serie de ata­ques con­tra las uni­da­des bási­cas que res­pon­dían al inten­den­te, cuya fre­cuen­cia y vio­len­cia iría cre­cien­do con el correr de los meses.

Cabil­do pro­po­nía un reem­pla­zo para el “inten­den­te zur­do”, como lo lla­ma­ba. La nota decía tex­tual­men­te: “Eduar­do Duhal­de tie­ne la opor­tu­ni­dad de rever­tir el pro­ce­so de anar­quía, corrup­ción y mar­xis­ti­za­ción (sic), impo­nien­do a su ges­tión una polí­ti­ca pero­nis­ta. Los pero­nis­tas y el pue­blo todo de Lomas de Zamo­ra, man­tie­nen una espe­ran­za­da expec­ta­ti­va.”Isabel Perón junto a José López Rega, creador y quien dirigía la Triple AIsa­bel Perón jun­to a José López Rega, crea­dor y quien diri­gía la Tri­ple A

Duhal­de, por enton­ces tenía 31 años, había ocu­pa­do el segun­do lugar en la lis­ta de con­ce­ja­les y esta­ba a car­go de la pre­si­den­cia del Con­ce­jo Deli­be­ran­te. Con­ta­ba con el apo­yo del gober­na­dor Cala­bró y de las 62 Orga­ni­za­cio­nes Peronistas.

Era el hom­bre jus­to para el momen­to jus­to. Final­men­te, en agos­to de 1974, Tur­ner fue des­pla­za­do tras un jui­cio polí­ti­co cuyo argu­men­to cen­tral fue que era “zur­do”.

Pero el des­pla­za­mien­to pala­cie­go no era sufi­cien­te. Aún con Tur­ner fue­ra de la inten­den­cia, la Juven­tud Pero­nis­ta con­ta­ba con una fuer­te pre­sen­cia terri­to­rial, sobre todo en los barrios más carenciados.

Lo pre­ce­den­te resul­ta un dato de con­tex­to inelu­di­ble en la Masa­cre de Pas­co. Las órde­nes a los sica­rios de la Tri­ple A salían del minis­te­rio de Bien­es­tar Social y de la Casa Rosa­da. Las “zonas libe­ra­das” por la Poli­cía Bonae­ren­se salían de la gober­na­ción bonae­ren­se y de la Jefa­tu­ra Poli­cial. Las “depu­ra­cio­nes” y des­pla­za­mien­tos en Lomas de Zamo­ra for­ma­ban par­te de ese con­tex­to político.

Raid de secues­tros y asesinatos

Quien mejor recons­tru­yó los san­grien­tos crí­me­nes de la noche del vier­nes 21 de mar­zo de 1975 en el Barrio San José de Tem­per­ley –Par­ti­do de Lomas de Zamo­ra- es Patri­cia Rodrí­guez Hei­dec­ker, auto­ra de una minu­cio­sa inves­ti­ga­ción vol­ca­da en su libro Masa­cre de Pasco.

“El 21 de mar­zo de 1975 a las 21.30, ocho vehícu­los, varios Ford Fal­con color gris, otros negros, tam­bién Tori­nos blan­cos, fre­na­ron intem­pes­ti­va­men­te en la calle Dona­to Álva­rez, a esca­sos metros de la Ave­ni­da Pas­co, en el barrio San José de Tem­per­ley. Algu­nos autos lle­va­ban bali­zas sobre el techo, al igual que los uti­li­za­dos por la poli­cía, otros traían vali­jas sobre el por­ta­equi­pa­jes. Los auto­mó­vi­les trans­por­ta­ban entre quin­ce y vein­te per­so­nas de civil con capu­chas negras.Lla­ma­ti­va­men­te, uno lle­va­ba una más­ca­ra de car­na­val y otros dos la cara des­cu­bier­ta”, rela­ta.Cuerpos volados como fueron mostrados por la prensa en 1975Cuer­pos vola­dos como fue­ron mos­tra­dos por la pren­sa en 1975

Esa noche juga­ban Cha­ca­ri­ta Juniors e Inde­pen­dien­te, en par­ti­do tele­vi­sa­do, y era común que, en esos casos, muchos veci­nos se reu­nie­ran en el Bar El Rin­cón, de la calle Dona­to Álva­rez, para seguir las inci­den­cias. Ese fue el pri­mer lugar al cual –des­pués de que las calles del barrio estu­vie­ran sin movi­mien­to– la pato­ta se diri­gió en bus­ca de uno de los habi­tués, el con­ce­jal Héc­tor Len­ci­na, uno de los pocos fie­les a Tur­ner que que­da­ban en el Con­ce­jo Deli­be­ran­te. No lo encon­tra­ron, pero eso no impi­dió que dis­pa­ra­ran sus armas con­tra el fren­te y den­tro del bar antes de ir a la casa de Len­ci­na, que vivía al lado.

Duran­te alre­de­dor de una hora, los ase­si­nos de la Tri­ple A se movie­ron con total liber­tad en el barrio, sin que apa­re­cie­ra un solo poli­cía. En ese tiem­po, en diver­sas casas y en la Uni­dad Bási­ca “22 de Agos­to”, secues­tra­ron a sie­te per­so­nas y mata­ron a una mujer, Gladys Mar­tí­nez, cuan­do dis­pa­ra­ron una ráfa­ga de ame­tra­lla­do­ra por la ven­ta­na de su casa. El “blan­co” que bus­ca­ban no era ella sino su con­cu­bino, el maes­tro mayor de Obras Omar Caferatta.

De a uno o de a dos, la pato­ta cap­tu­ró y subió a los autos –y a un micro del que se habían apro­pia­do– a sus víc­ti­mas. Dos de ellas habrían podi­do esca­par, pero se entre­ga­ron cuan­do les gri­ta­ron que si no vol­vían mata­rían a sus hijos.

En total suma­ron sie­te secues­tra­dos: el con­ce­jal Len­ci­na, Héc­tor Flo­res, Aní­bal Bení­tez, Ger­mán Gómez, Eduar­do y Alfre­do Díaz (dos her­ma­nos ado­les­cen­tes, de 14 y 16 años), Mar­tí­nez y Rubén “Cacho” Magu­na, que no tenía mili­tan­cia polí­ti­ca y a quien con­fun­die­ron con otra per­so­na por lle­var un apo­do pare­ci­do.El libro de Patricia Rodríguez Heidecker donde se detalle la sangrienta operación de la Triple AEl libro de Patri­cia Rodrí­guez Hei­dec­ker don­de se deta­lle la san­grien­ta ope­ra­ción de la Tri­ple A

“Final­men­te con­clu­ye­ron la serie de cap­tu­ras, enton­ces la cara­va­na de auto­mó­vi­les siguió via­je con los sie­te secues­tra­dos has­ta dete­ner­se en la calle San­tia­go del Este­ro y Sán­chez. Los hom­bres fue­ron baja­dos a empu­jo­nes y colo­ca­dos sobre la calle de tie­rra. El movi­mien­to inusual en ese tran­qui­lo barrio, deter­mi­nó que salie­ran a la puer­ta de sus casas muchos veci­nos, que en ese momen­to veían algún pro­gra­ma de tele­vi­sión o se apres­ta­ban a dor­mir, pero los ase­si­nos los obli­ga­ron a retor­nar a sus casas ame­na­zán­do­los con sus armas. Apa­ren­te­men­te, el que pare­cía dar las órde­nes a los coman­dos inti­ma­ba a los veci­nos a que se reple­ga­ran den­tro de sus casas”, rela­ta Patri­cia Rodríguez.

Lo que siguió fue lo rela­ta­do al ini­cio de esta cró­ni­ca: los ase­si­nos baja­ron a empu­jo­nes a las sie­te víc­ti­mas de los autos y del colec­ti­vo, las gol­pea­ron, las obli­ga­ron a arro­di­llar­se y las fusi­la­ronDes­pués vola­ron los cadá­ve­res con dos granadas.

Más tar­de, cuan­do con­cu­rrie­ron al lugar per­so­nas de dis­tin­tas pro­ce­den­cias ‑des­de fami­lia­res a fun­cio­na­rios- encon­tra­ron una esce­na des­ga­rra­do­ra: par­tes de esos cuer­pos fue­ron loca­li­za­das a más de 40 metros del lugar de la explosión.

La víc­ti­ma que no fue

La vola­du­ra de los cuer­pos ‑cuya can­ti­dad demo­ró en esta­ble­cer­se- y el ase­si­na­to de Gladys Mar­tí­nez en la casa que com­par­tía con Omar Cafe­rat­ta, hicie­ron pen­sar que este últi­mo tam­bién había sido secues­tra­do y asesinado.

Duran­te mucho tiem­po se cre­yó ‑por­que su fami­lia guar­dó silen­cio por su pro­pia segu­ri­dad– que Cafe­rat­ta había sido la octa­va víc­ti­ma de la Masa­cre de Pasco.

“En ese tiem­po mis padres se habían sepa­ra­do, yo vivía con mi mamá apro­xi­ma­da­men­te a doce cua­dras de don­de tenía la casa mi papá. Él esta­ba en pare­ja con Gladys Mar­tí­nez, vivían en la calle Ame­ne­do y San­tia­go del Este­ro. Mi papá había pro­gra­ma­do un via­je a Aus­tra­lia, no se encon­tra­ba en la casa ese día, se sal­vó por ese moti­vo. La idea era via­jar solo y lue­go man­dar­le el dine­ro a Gladys para el pasa­je. Falle­ció de muer­te natu­ral en 1993, en Aus­tra­lia”, le con­ta­ría su hijo muchos años des­pués a Patri­cia Rodríguez.

Sem­brar cuer­pos para el terror

La Masa­cre de Pas­co no fue el cri­men más reso­nan­te de la Tri­ple A, que en su exten­sa lis­ta de más de 400 víc­ti­mas fata­lescuen­ta a Rodol­fo Orte­ga Peña, el cura Car­los Mugi­ca, Sil­vio Fron­di­zi y muchas otras reco­no­ci­das per­so­na­li­da­des públi­cas de la época.

Sin embar­go, se tra­tó de la ope­ra­ción de mayor enver­ga­du­ra, tan­to por el des­plie­gue rea­li­za­do, con el cie­rre de varias cua­dras en un barrio, y la can­ti­dad de víctimas.

El modus ope­ran­di de secues­trar, fusi­lar y volar los cadá­ve­res de las víc­ti­mas fue tam­bién una mar­ca de las orga­ni­za­cio­nes para­po­li­cia­les y para­mi­li­ta­res que ope­ra­ron antes del gol­pe del 24 de mar­zo de 1976. Sem­brar cuer­pos des­tro­za­dos en las calles era una mane­ra de expan­dir el terror en toda la pobla­ción y tra­tar de para­li­zar cual­quier inten­to de opo­si­ción al gobierno.

Con el ini­cio de la últi­ma dic­ta­du­ra, esa “polí­ti­ca de cuer­pos exhi­bi­dos” cam­bia­ría. Sal­vo excep­cio­nes ‑dis­fra­za­das de fal­sos enfren­ta­mien­tos- los gru­pos de tareas no deja­ron los cadá­ve­res de sus víc­ti­mas a la vis­ta de todos. Los desaparecieron.

A 46 años de la Masa­cre de Pas­co, sus auto­res ideo­ló­gi­cos y mate­ria­les siguen impunes.

fuen­te: Eduar­do Angui­ta /​Daniel Cecchini

Itu­rria /​Fuen­te

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