Perú. «Un alto en el camino», cró­ni­ca sobre el ase­si­na­to de un líder defen­sor del agua

José Luis Alia­ga Perei­ra* /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 5 de mar­zo de 2021

Sepe­lio del líder ron­de­ro Hitler Rojas, ase­si­na­do por man­da­to de Odebrecht.

El escri­tor, comu­ni­ca­dor y acti­vis­ta ambien­tal José Luis Alia­ga Perei­ra nos entre­ga una nue­va cró­ni­ca que recuer­da el vil ase­si­na­to de un líder espe­cial: Hitler Ana­nías Rojas Gonzales.

Hitler Rojas, pagó con su vida la defen­sa del río Mara­ñón de las pre­ten­sio­nes de la empre­sa Ode­brecht, que pre­ten­día impo­ner la cons­truc­ción de repre­sas aún a cos­ta de des­pla­zar a la pobla­ción y oca­sio­nar impac­tos ambien­ta­les negativos.

Con 34 años, Hitler era pre­si­den­te de las Ron­das Cam­pe­si­nas, vice­pre­si­den­te del Fren­te de Defen­sa y recién había sido elec­to alcal­de del Cen­tro Pobla­do Yagen, en el dis­tri­to de Cor­te­ga­na, pro­vin­cia de Celen­dín, región Cajamarca.

Fue­ron ocho bala­zos que deja­ron en evi­den­cia la cala­ña cri­mi­nal de la empre­sa Ode­brecht que asu­mió la defen­sa del ase­sino quien se auto­in­cul­pó para librar de res­pon­sa­bi­li­dad a la empresa.

Antes de vic­ti­mar­lo, Hitler reci­bió innu­me­ra­bles accio­nes de cri­mi­na­li­za­ción. Denun­cias judi­cia­les por coac­ción, tenen­cia ile­gal de armas y has­ta inten­to de homi­ci­dio y secuestro.

Al no poder derro­tar­lo en base a denun­cias infun­da­das, solo la acción cobar­de y arte­ra salió a su paso dejan­do en la orfan­dad a 5 hijos, todos ellos meno­res de edad, el 28 de diciem­bre de 2015.

Este lamen­ta­ble y tris­te epi­so­dio nos lo recuer­da José Luis Alia­ga Perei­ra en una cró­ni­ca sobre las memo­rias de lucha del pue­blo peruano.

Antes com­par­ti­mos un vídeo con las pala­bras de Hitler Rojas lue­go de jura­men­tar como alcal­de de Yagen, y en el se apre­cia su posi­ción fir­me e irre­duc­ti­ble en la defen­sa del agua.

Ron­de­ros de Yagen fren­te al poder judi­cial en Caja­mar­ca. Le gana­ron el jui­cio a Ode­brecht. En la foto tam­bién está el abo­ga­do y el autor del relato.

Un alto en el camino

Sudo­ro­sos, algu­nos, caye­ron más que se sen­ta­ron, que­dan­do, por unos ins­tan­tes, en raras posi­cio­nes; lue­go, con el pecho agi­ta­do, ini­cia­ron una den­sa con­ver­sa­ción. Unos habla­ron de sus expe­rien­cia a en la lucha; otros, los más nue­vos, de su admi­ra­ción e iden­ti­fi­ca­ción con lo que suce­dió hace pocos años. Con­ver­sa­ban como que­rien­do aho­rrar pala­bras. Has­ta los labios los movían des­pa­cio y sus gar­gan­tas ansia­ban tra­gar agua; pero, en reali­dad, solo alcan­za­ban ape­nas a aspi­rar las bri­sas tibias de aire que ascen­dían de lo más hon­do del valle, y unas que otras gotas de sudor que roda­ban por sus rostros.

— ¡Cara­jo! —decía uno — , no deja­re­mos que ingre­sen a nues­tro terri­to­rio a todos los que quie­ren adue­ñar­se de él, des­pla­zán­do­nos. Eso hace­mos y eso hare­mos siem­pre con nues­tras manos blan­cas, sin metra­lla, ni fusiles.

— Ase­si­na­ron a uno de nues­tros com­pa­ñe­ros… ¿a tan­to lle­ga la ambición?

— Se ase­gu­ra­ron de eli­mi­nar­lo. «Muer­to el perro…», pensaron.

— Pero, hay habla­du­rías al respecto.

— ¿Así? Voy a ser cla­ro. Si es ver­dad, bueno y útil para la orga­ni­za­ción, cuentalo!

— No, no lo se. Eso es lo que escu­ché en …

— No, no compañeros…

En el silen­cio… ¡Toc!… ¡Toc!… ¡Toc!… sona­ba agu­do y fuer­te, el filu­do chu­frán al gol­pear el metá­li­co bor­de que ador­na­ba el poro cal­cá­reo, mági­co catalizador.

— No, no com­pa­ñe­ros ‑repi­to-. Los chis­mes, las habla­du­rías des­tru­yen y vie­nen de gen­te que desea que nues­tra orga­ni­za­ción se debi­li­te o des­apa­rez­ca. Suce­de igual que a nues­tra hoja sagra­da. ¿Qué dice el gobierno? ¿Qué publi­can sus perió­di­cos? ¿Aca­so no nos rela­cio­nan con el nar­co­trá­fi­co? ¿Aca­so alguno de noso­tros estu­vo dete­ni­do o acu­sa­do por eso?… ¡Nun­ca! Des­de nues­tros ances­tros, ¡nun­ca! Esto ‑lo dijo con el bra­zo en alto, mos­tran­do, enér­gi­co, su tale­ga en la que guar­da­ba la coca-; es nues­tro ali­men­to, medi­ci­na, nues­tra resis­ten­cia. No pode­mos uti­li­zar­la para el mal. Pero así, así mien­ten, para con­ver­tir­nos en delincuentes…

— Si com­pa­ñe­ro, tie­nes mucha razón. Cobar­de­men­te y con ven­ta­ja lo embos­ca­ron tres cri­mi­na­les con­tra­ta­dos por pode­ro­sos intere­ses, y murió luchan­do como él mis­mo lo dijo el día ante­rior a cuan­do lo ase­si­na­ron: ¡Los que luchan, nun­ca mue­ren, carajo!

Habla­ban mirán­do­se a los ojos. No podían que­dar­se mudos lue­go del ase­si­na­to de su líder, como si no hubie­se pasa­do nada.

— Es nues­tro pue­blo, nues­tro Yagen que­ri­do. Es nues­tro río, el indo­ma­ble Mara­ñón. ¡No me ven­gan con huevadas!

— Es cier­to; lo acri­bi­lla­ron de ocho bala­zos cuan­do se diri­gía a su casa. En nom­bre del pue­blo, desa­fió a la bes­tia. Defen­dió nues­tra bandera.

— ¿Saben qué es lo que el gobierno, la empre­sa y sus delin­cuen­tes, que se dicen auto­ri­da­des, perio­dis­tas, bus­can con los chis­mes que ellos mis­mos crean? Apar­te de ate­mo­ri­za­dos, siem­bran la des­unión, la des­con­fian­za, el celo y el rece­lo para divi­dir­nos. ¡Que pelee­mos entre noso­tros y nos saque­mos la mier­da!… ¿Lo entienden?…

— Si —ase­ve­ró Fran­cis­co, escu­pien­do y patean­do el sue­lo, una y otra vez-. Es nues­tra vida —agre­gó — . Que­re­mos vivir en paz, feli­ces, como lo hicie­ron nues­tros abuelos.

— Fran­cis­co —dijo el que no inter­ve­nía mucho diri­gién­do­se al más alto, al que pare­cía estar al man­do, el que daba las expli­ca­cio­nes — . ¡Mmm!… la gen­te está can­sa­da, casi muer­ta. Feliz­men­te no tuvi­mos pro­ble­mas esta noche. Las Ron­das lo con­tro­la­mos todo. Sean de la empre­sa Ode­brecht o cual­quier intru­so. No podrán, ¡jamás!, meter­se si lo segui­mos defen­dien­do. Para eso esta­mos. Para eso se crea­ron las ron­das. Com­ba­tir el abi­gea­to, el robo, y aho­ra para defen­der el medio ambien­te y… nues­tro río Mara­ñón. ¿Qué se han creí­do? ¡Cara­jo!

— Esta bien… tran­qui­lo, tran­qui­lo —inter­vino el que daba las expli­ca­cio­nes —. Vaya­mos a des­can­sar; pero antes agra­dez­ca­mos a los Apus y a nues­tra Mamapacha.

Ama­ne­cía. Fina­li­za­ban la ron­da de esa noche. Un silen­cio com­pla­cien­te, for­ma­do por rui­dos amis­to­sos, se mez­cla­ba con el rozar de zapa­ti­llas y llan­ques que otra vez pisa­ban fuer­te el sue­lo y derrum­ba­ban pie­dre­ci­llas al abis­mo, impo­nién­do­se el jaleo de pechos y la fir­me­za de la voz que orde­nó regre­sar. Una con­ver­sa­ción, un alto en el camino, lapi­da­ba estig­mas, chis­mes, que los preocupaban.

— ¡Toc!… ¡Toc! … ¡Toc! …

Ron­de­ros de Yagen chac­chan­do coca en el velo­rio de Hitler Rojas, su líder asesinado.


* José Luis Alia­ga Perei­ra (1959) nació en Sucre, pro­vin­cia de Celen­din, región Caja­mar­ca, y escri­be con el seu­dó­ni­mo lite­ra­rio Palu­jo. Tie­ne publi­ca­dos un libro de cuen­tos titu­la­do «Gra­ma Aris­ca» y «El mila­gro­so Tai­ta Ishi­co» (cuen­to lar­go). Fue coau­tor con Olin­do Alia­ga, un his­to­ria­dor sucre­ño de Celen­din, del voce­ro Karua­cush­ma. Tam­bién es uno de los edi­to­res de las revis­tas Fus­cán y Resis­ten­cia Celen­di­na. Pre­pa­ra su segun­do libro titu­la­do: «Ama­gos de amor y de lucha».

Foto del autor

Jor­ge Luis Ron­cal, ex pre­si­den­te y fun­da­dor del Gre­mio de Escri­to­res del Perú escri­be sobre Alia­ga Perei­ra lo siguiente: 

«Con «Gra­ma Aris­ca» José Luis ingre­sa, con dere­cho pro­pio, en la riquí­si­ma ver­tien­te par­ti­cu­lar de la narra­ti­va caja­mar­qui­na y nacio­nal; y lo hace rin­dien­do honor a una de las líneas cen­tra­les del gran rela­to caja­mar­quino, esa que apro­xi­ma dos ele­men­tos esen­cia­les a la narra­ti­va rea­lis­ta: por un lado aquel que cons­tru­ye pala­bra por pala­bra la iden­ti­dad de un pue­blo, que recu­pe­ra la memo­ria his­tó­ri­ca, social y huma­na de una comu­ni­dad; y, por otro lado, her­ma­na­da con esta ver­tien­te, aquel que ape­la a retra­tar un mun­do, un loca­lis­mo, un ambien­te espe­cí­fi­co y a par­tir de allí otor­gar­le dimen­sión uni­ver­sal; como ense­ñan los vie­jos maes­tros: <Pin­ta tu aldea y serás uni­ver­sal>, se pue­de ser uni­ver­sal des­de un pun­to, el más peque­ño del mun­do, siem­pre que sea con pro­fun­di­dad huma­na. Y esos dos aspec­tos, el tra­to de una comu­ni­dad y la recu­pe­ra­ción de su memo­ria, de su iden­ti­dad, de su his­to­ria, de su ros­tro inte­gral, es lo que, en prin­ci­pio encon­tra­mos en Gra­ma Arisca…»

«Enton­ces esos per­so­na­jes que ali­men­tan «Gra­ma Aris­ca», no son per­so­na­jes neu­tros, como el pro­pio autor no lo es; no son per­so­na­jes dile­tan­tes; son per­so­na­jes que cul­ti­van la vida día a día y extraen en cada momen­to, de cada deta­lle de la vida, lo mejor de su expe­rien­cia humana…»

FUENTE: SERVINDI

Itu­rria /​Fuen­te

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