Méxi­co. Corrup­ción y obra públi­ca en la 4T: entre la opa­ci­dad y la simulación

Román Mun­guía Hua­to /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 25 de febre­ro de 2021

La corrup­ción en nues­tra socie­dad actual, espe­cial­men­te en un mun­do capi­ta­lis­ta glo­ba­li­za­do, cons­ti­tu­ye un uni­ver­so en sí mismo.

Es decir, tie­ne sus pro­pias carac­te­rís­ti­cas feno­me­no­ló­gi­cas, pero esto no quie­re decir nun­ca que se expli­ca por sí mis­ma ni que es aje­na a todo el mun­do de la polí­ti­ca y de la eco­no­mía. De hecho, hay una eco­no­mía polí­ti­ca de la corrup­ción que fun­cio­na según sus pro­pias leyes corres­pon­dien­tes tan­to a las de natu­ra­le­za eco­nó­mi­ca como a las de natu­ra­le­za política.

La corrup­ción se pue­de defi­nir de muchas mane­ras, bas­te seña­lar aquí la de la Secre­ta­ría de la Fun­ción Públi­ca: “El abu­so del poder para bene­fi­cio pro­pio. Pue­de cla­si­fi­car­se en corrup­ción a gran esca­la, menor y polí­ti­ca, según la can­ti­dad de fon­dos per­di­dos y el sec­tor en el que se pro­duz­ca.” Méxi­co es el país más corrup­to de la Orga­ni­za­ción para la Coope­ra­ción y el Desa­rro­llo Eco­nó­mi­cos (OCDE), de acuer­do con el Índi­ce de Per­cep­ción de la Corrupción.

Casi todo mun­do coin­ci­de en que la corrup­ción es un mal social mayúscu­lo y que tie­ne efec­tos per­ver­sos en todas las esfe­ras de la socie­dad. Los que no están de acuer­do con lo ante­rior son quie­nes, pre­ci­sa­men­te, se ven bene­fi­cia­dos poco o mucho del mun­do de la corrup­ción. “Quien no tran­sa no avan­za” se dice en nues­tro país cíni­ca­men­te para jus­ti­fi­car que todo se vale para el enri­que­ci­mien­to (in)explicable per­so­nal o gru­pal. O, de la mis­ma mane­ra se dice: “Un polí­ti­co pobre, es un pobre polí­ti­co”, fra­se del priis­ta polí­ti­co – empre­sa­rio Car­los Hank González.

La his­to­ria de la corrup­ción en Méxi­co es muy anti­gua y lle­va siglos. Des­de tiem­pos colo­nia­les a la fecha. Debe­mos supo­ner que las for­mas de corrup­ción han cam­bia­do con la his­to­ria y se han adap­ta­do a los pro­fun­dos cam­bios socia­les, al menos des­de fina­les del siglo ante­pa­sa­do en tiem­pos del Por­fi­ria­to a los actua­les tiem­pos neo­li­be­ra­les. Es pre­ci­sa­men­te duran­te la dic­ta­du­ra por­fi­ris­ta que la corrup­ción en la obra públi­ca empie­za a tomar for­ma, pero las for­mas moder­nas serán acor­des con los tiem­pos pos­re­vo­lu­cio­na­rios; aun­que la for­ma ple­na, más desa­rro­lla­da y com­ple­ja ini­cia­rá en la déca­da de los 80.

Según el “his­to­ria­dor” Enri­que Krau­ze, Por­fi­rio Díaz no era un polí­ti­co corrup­to, aun­que la his­to­ria dice lo con­tra­rio. “De Por­fi­rio Díaz –afir­ma su libe­ral y con­ser­va­dor admi­ra­dor Krau­ze– pue­den decir­se muchas cosas, pero no que fue­ra corrup­to. Due­ño de un domi­nio polí­ti­co abso­lu­to, podía otor­gar mer­ce­des, pre­ben­das, con­ce­sio­nes con la libe­ra­li­dad de un rey, pero en lo per­so­nal tenía que ser, y pare­cer, hon­ra­do.” https://​www​.letras​li​bres​.com/​m​e​x​i​c​o​/​r​e​v​i​s​t​a​/​b​r​e​v​e​-​h​i​s​t​o​r​i​a​-​l​a​-​c​o​r​r​u​p​c​ion

Se cuen­ta la anéc­do­ta de que un Gober­na­dor o Pre­si­den­te Muni­ci­pal, com­pa­dre de Por­fi­rio Díaz, le escri­bió a éste últi­mo que ya tenía varios meses sin ver nada cla­ro; es decir, nada de ingre­sos extras en su ges­tión; Por­fi­rio Díaz con­tes­ta lacó­ni­ca­men­te: ¡haga obra com­pa­dre, haga obra!

Jor­ge H. Jimé­nez, autor de Por­fi­rio Díaz. Empre­sa­rio y dic­ta­dor, afir­ma que “Por­fi­rio Díaz no fue un vie­ji­to obse­sio­na­do con el poder sino un empre­sa­rio empo­de­ra­do que modi­fi­có el artícu­lo 72 Cons­ti­tu­cio­nal, para tener el pri­vi­le­gio de reci­bir con­tra­tos des­de la Pre­si­den­cia, con el fin de adqui­rir accio­nes de varias empre­sas, como la Com­pa­ñía Eléc­tri­ca e Irri­ga­do­ra en el Esta­do de Hidal­go, bene­fi­cia­da con la cons­truc­ción del Gran Canal de Des­agüe del Valle de Méxi­co… Pero no sólo eso. Tam­bién pri­vi­le­gió su con­tac­to con líde­res mili­ta­res de Esta­dos Uni­dos, quie­nes incur­sio­na­ron en Méxi­co como empre­sa­rios, apo­yó una cla­se empre­sa­rial sus­ten­ta­da en el ami­guis­mo y la corrup­ción; par­ti­ci­pó como accio­nis­ta en los tres prin­ci­pa­les ban­cos de Méxi­co, adqui­rió una empre­sa mine­ra para explo­tar el oro, e inclu­so modi­fi­có el están­dar mone­ta­rio de Méxi­co para bene­fi­ciar sus inversiones.

“Ade­más, incur­sio­nó en la pro­duc­ción de obje­tos de arte, orna­men­ta­ción y efi­gies de cele­bri­da­des his­tó­ri­cas de bron­ce, aso­cia­do con el escul­tor Jesús F. Con­tre­ras; y qui­so ase­gu­rar su lega­do empre­sa­rial, al lle­var a su hijo al fren­te del mono­po­lio ferro­ca­rri­le­ro, de la pro­duc­ción de dina­mi­ta y el hule. Inclu­so, aho­ra se sabe que abrió cuen­tas ban­ca­rias en Espa­ña y Fran­cia, don­de envió gran par­te de sus ganan­cias y de las cua­les fal­ta mucho por saber, expli­có el historiador.”

Jimé­nez ase­gu­ra que no han fal­ta­do quie­nes per­se­ve­ran en revi­vir la moder­ni­dad por­fi­ria­na como un mode­lo para el pre­sen­te y con­si­de­ran cual­quier movi­mien­to en con­tra como una resis­ten­cia ana­cró­ni­ca al cam­bio. Sin embar­go, con­si­de­ro que Díaz edi­fi­có un régi­men don­de reem­pla­zó el saqueo caó­ti­co y oca­sio­nal de los regí­me­nes pos­te­rio­res a la Inde­pen­den­cia por el saqueo orga­ni­za­do y con­ti­nuo”, indi­có el historiador.https://www.excelsior.com.mx/expresiones/2015/10/29/1054169

La corrup­ción en tiem­pos inme­dia­tos pos­re­vo­lu­cio­na­rios alcan­zó altu­ras increí­bles a tono con las nue­vas éli­tes del poder polí­ti­co y mili­tar. Dece­nas de gene­ra­les ama­sa­ron cuan­tio­sas for­tu­nas con base a los con­tra­tos mul­ti­mi­llo­na­rios de las obras públi­cas, empe­zan­do por Plu­tar­co Elías Calles; el gene­ral Aarón Sáenz… y la lis­ta es lar­guí­si­ma. Des­pués de los mili­ta­res lle­ga­ron los pre­si­den­tes civi­les quie­nes hicie­ron de la corrup­ción de la obra públi­ca un modus viven­di como fue el caso emble­má­ti­co de Miguel Ale­mán Val­dés, el Cacho­rro de la Revo­lu­ción, como lo lla­mó zala­me­ra­men­te el gáns­ter esta­li­nis­ta Vicen­te Lom­bar­do Toledano.

Pero la pro­fun­da corrup­ción duran­te déca­das del siglo pasa­do es un jue­go de niños com­pa­ra­do con la corrup­ción a par­tir de los años ochen­ta. El neo­li­be­ra­lis­mo se impu­so como polí­ti­ca eco­nó­mi­ca y tam­bién como cul­tu­ra polí­ti­ca del poder basa­do en la abier­ta tras­gre­sión de nor­mas ins­ti­tu­cio­na­les guber­na­men­ta­les y del Esta­do de Dere­cho. El régi­men de Car­los Sali­nas de Gor­ta­ri inau­gu­ra una épo­ca de pro­fun­da des­com­po­si­ción del poder polí­ti­co en la que muchos de los pro­ce­sos de pri­va­ti­za­ción de la cosa públi­ca se lle­van a cabo bajo arre­glos tur­bios y encu­bier­tos entre los diver­sos gru­pos de poder eco­nó­mi­co y polí­ti­co. La corrup­ción es la impron­ta de la vida polí­ti­ca nacio­nal. La con­ce­sión de auto­pis­tas a la lla­ma­da ini­cia­ti­va pri­va­da, des­de la déca­da de los años noven­ta esta­rá pla­ga­da de “irre­gu­la­ri­da­des”, “moches”, “mocha­das” y demás tran­sas. De hecho, el ascen­so de la hiper­vio­len­cia social en el país es una de las for­mas de la corrup­ción impe­ran­te duran­te cua­tro lar­gas déca­das. Por supues­to, uno de los sec­to­res eco­nó­mi­cos más pro­cli­ves a la corrup­ción es el de la cons­truc­ción de la obra públi­ca aun­que tam­bién el de las obras civi­les de la pro­duc­ción habi­ta­cio­nal e ini­cia la lla­ma­da corrup­ción urba­nís­ti­ca. Des­de hace tiem­po los pro­ce­sos de urba­ni­za­ción, espe­cial­men­te los metro­po­li­ta­nos, no se pue­den expli­car sin la corrup­ción inmo­bi­lia­ria. La corrup­ción hace que muchos polí­ti­cos y fun­cio­na­rios se con­vier­tan en ver­da­de­ros agen­tes pro­mo­to­res de los intere­ses del capi­tal inmobiliario.

En 1952 Adol­fo Ruiz Cor­ti­nes hace su cam­pa­ña elec­to­ral con la pro­pa­gan­da de una mora­li­za­ción de la polí­ti­ca ante la evi­den­te corrup­ción que había hecho el gobierno de su ante­ce­sor Miguel Ale­mán (1946−1952); muy pare­ci­da, trein­ta años des­pués, la lla­ma­da Reno­va­ción Moral de Miguel de la Madrid. Vicen­te Fox tam­bién se com­pro­me­tió “a poner fin al sis­te­ma de com­pli­ci­dad y de pri­vi­le­gios y a com­ba­tir la corrup­ción sin sal­ve­da­des, pero sin ven­gan­zas polí­ti­cas ni revan­chas par­ti­dis­tas.” El caso es que tan­to en el gobierno de De la Madrid como en el de Fox, la corrup­ción avan­zó a pasos gigan­tes­cos. Otra vez, pro­me­sas de cam­pa­ña que nun­ca tras­to­ca­ron las rela­cio­nes de poder y a las estruc­tu­ras políticas.

Andrés Manuel López Obra­dor, duran­te su cam­pa­ña elec­to­ral, ha sido quien puso mayor énfa­sis en el lla­ma­do com­ba­te a la corrup­ción con base a la con­sig­na de des­truir a la mafia del poder pri­pa­nis­ta. Un eje cen­tral de su polí­ti­ca son las inten­cio­nes de aca­bar con la heren­cia de las prác­ti­cas corrup­tas de los gobier­nos ante­rio­res pero, has­ta el momen­to, ha sido muy poco o nada lo que ha logra­do y se ha redu­ci­do a un mero dis­cur­so sus loa­bles pro­pó­si­tos don­de el camino al infierno está empe­dra­do de bue­nas inten­cio­nes. La lla­ma­da mafia del poder, los expre­si­den­tes y algu­nos repre­sen­tan­tes cons­pi­cuos de los gru­pos de poder, has­ta el momen­to, es into­ca­ble y sigue cami­nan­do muy cam­pan­te. Su com­ba­te a la corrup­ción y a la impu­ni­dad no ha deja­do de ser mera dema­go­gia y simu­la­ción, lo que no sig­ni­fi­ca, para nada, que este gra­ve pro­ble­ma social no exis­ta ni que se deje de combatir.

El 12 de febre­ro AMLO afir­mó en su maña­ne­ra que “la corrup­ción está aca­ban­do con el país” y que “los cons­truc­to­res tenían ham­bre de poder”. En el caso de las obras públi­cas, los empre­sa­rios cons­truc­to­res y los fun­cio­na­rios tenían ham­bre de más poder, con­fir­mó que man­ten­drá los gran­des pro­yec­tos de su gobierno. Afir­mó que exfun­cio­na­rios y empre­sa­rios con­sen­ti­dos ama­sa­ron pin­gües for­tu­nas y la corrup­ción se exten­dió. En su expo­si­ción dio cuen­ta de cómo ope­ra­ban las rela­cio­nes de una mino­ría para acu­mu­lar rique­zas fue­ra de lógi­ca. “Era un engra­na­je en el que par­ti­ci­pa­ban inte­gran­tes de los gobier­nos priís­tas y panis­tas, empre­sa­rios, inte­lec­tua­les y medios de comu­ni­ca­ción”. Tras des­cri­bir acuer­dos «incon­fe­sa­bles en la opa­ci­dad y el com­pa­draz­go», reite­ró que la corrup­ción se dejó correr al abri­go de «espe­cia­lis­tas» y medios de comunicación

“Para que todos lo ten­ga­mos cla­ro: si una obra cos­ta­ba 100 millo­nes, la podían cobrar has­ta en mil millo­nes, 10 veces más. Y fíjen­se cómo se encu­bría. No se tra­ta­ba el tema ni en la aca­de­mia, el tema de la corrup­ción esta­ba veda­do, no hay mate­rias que tra­ten sobre este asun­to en las uni­ver­si­da­des, los inves­ti­ga­do­res no con­si­de­ra­ron que esto era impor­tan­te, ya ni hable­mos de los polí­ti­cos. En el dis­cur­so no exis­tía el tema de la corrup­ción; en los medios de comu­ni­ca­ción, menos.”

Deje­mos de lado algu­nos ejem­plos de pre­sun­ta corrup­ción de AMLO bajo su gobierno del Dis­tri­to Fede­ral con el video­es­cán­da­lo del Señor de las Ligas (René Beja­rano, su secre­ta­rio par­ti­cu­lar) en mar­zo del 2004. Tam­bién deje­mos de lago la opa­ci­dad e irre­gu­la­ri­da­des en la cons­truc­ción del Segun­do Piso del 2002 al 2005. Al pare­cer, hubo mane­jos “tur­bios o irre­gu­la­res” en la asig­na­ción de con­tra­tos direc­tos y el sobre­pre­cio que se ter­mi­nó pagan­do por aque­lla mag­na obra. Por supues­to, duran­te su gobierno no se cons­tru­yó ni un metro del Sis­te­ma de Trans­por­te Colec­ti­vo; toda­vía los pobres no eran su “prio­ri­dad”. Deje­mos de lado el escán­da­lo de su her­mano Pio reci­bien­do sobres de dine­ro, o el caso de su pri­ma Feli­pa Obra­dor, quien obtu­vo con­tra­tos millo­na­rios de Pemex. Deje­mos de lado el super escán­da­lo del Gene­ral Sal­va­dor Cien­fue­gos. Tam­bién deje­mos de lado el recien­te escán­da­lo de corrup­ción de Félix Sal­ga­do Mace­do­nio. Con su expe­rien­cia priis­ta, des­pués perre­dis­ta, AMLO cono­ce muy bien los labe­rin­tos del poder den­tro de los cua­les los meca­nis­mos de corrup­ción encuen­tran cobi­jo de la impu­ni­dad. El Pre­si­den­te pre­ten­de eri­gir­se en un ada­lid inco­rrup­ti­ble, pero la dis­tan­cia de su deseo es muy leja­na a la con­di­ción real de una apa­rien­cia reves­ti­da de auto­elo­gio de una hones­ti­dad muy frágil.

Los mega­de­sa­rro­llos de obra públi­ca de su admi­nis­tra­ción han esta­do bajo la opa­ci­dad de los gas­tos. Por ejem­plo, una recien­te “audi­to­ría con­clu­yó que la Sede­na ‘no pro­por­cio­nó evi­den­cia que jus­ti­fi­ca­ra dichas cifras’. En una amplia revi­sión de uno de los prin­ci­pa­les pro­yec­tos de infra­es­truc­tu­ra del gobierno, encon­tró ‘una bre­cha entre los recur­sos reque­ri­dos y auto­ri­za­dos’ por Hacien­da para el aero­puer­to de San­ta Lucía… Para 2020, tal ‘bre­cha’ entre lo reque­ri­do para el aero­puer­to y lo que des­ti­nó Hacien­da fue de 37 mil 578 millo­nes y para 2021 se cal­cu­la será de 2 mil 774 millo­nes, expli­có el ente fiscalizador.https://www.jornada.com.mx/2021/02/21/politica/003n2pol

En cuan­to al Tren Maya, “en el Infor­me del Resul­ta­do de la Fis­ca­li­za­ción Supe­rior de la Cuen­ta Públi­ca 2019 cons­ta que el orga­nis­mo reali­zó sie­te audi­to­rías al Tren Maya, en las que tras revi­sar el ejer­ci­cio de más de casi mil 100 millo­nes de pesos, con­clu­ye, entre otros pun­tos, que se debe acla­rar el des­tino de 156 millo­nes de pesos, rela­cio­na­dos con pagos no jus­ti­fi­ca­dos y adju­di­ca­cio­nes de con­tra­tos.” https://​www​.jor​na​da​.com​.mx/​2​0​2​1​/​0​2​/​2​1​/​p​o​l​i​t​i​c​a​/​0​0​4​n​1​pol

Más aún, la Audi­to­ría Supe­rior de la Fede­ra­ción (ASF) encon­tró irre­gu­la­ri­da­des en pro­yec­tos cen­tra­les y pro­gra­mas socia­les prio­ri­ta­rios del Gobierno enca­be­za­do por Andrés Manuel López Obra­dor. En su revi­sión, la ASF detec­tó que en el Gobierno de López Obra­dor fue­ron uti­li­za­dos de for­ma irre­gu­lar 67 mil 498 millo­nes de pesos (3 mil 304 millo­nes de dóla­res). De éstos, 28 mil 934 millo­nes de pesos (mil 416 millo­nes de dóla­res) corres­pon­den al gas­to fede­ra­li­za­do, es decir, los recur­sos que el Gobierno fede­ral trans­fie­re a las enti­da­des fede­ra­ti­vas y muni­ci­pios por medio de par­ti­ci­pa­cio­nes, apor­ta­cio­nes fede­ra­les, sub­si­dios y con­ve­nios. Por supues­to, de inme­dia­to el pro­pio AMLO des­ca­li­fi­có los resul­ta­dos de la Audi­to­ría Supe­rior de la Fede­ra­ción, argu­yen­do que él tenía otros datos…

AMLO en su cono­ci­da posi­ción anti­in­te­lec­tual y anti­uni­ver­si­ta­ria afir­ma, sin sus­ten­to alguno, que “el tema de la corrup­ción no se tra­ta en la aca­de­mia, el tema de la corrup­ción esta­ba veda­do, no hay mate­rias que tra­ten sobre este asun­to en las uni­ver­si­da­des, los inves­ti­ga­do­res no con­si­de­ra­ron que esto era impor­tan­te.” Lo cier­to es que la inves­ti­ga­ción de la corrup­ción de la obra públi­ca se ha tra­ta­do des­de hace déca­das en diver­sos pro­yec­tos de estu­dios aca­dé­mi­cos y publi­ca­cio­nes tan­to en la UNAM, en la Uni­ver­si­dad Autó­no­ma Metro­po­li­ta­na (UAM), como en la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra; igual­men­te en el Cen­tro de Inves­ti­ga­ción y Docen­cia Eco­nó­mi­cas (CIDE). En octu­bre del año pasa­do, en el mar­co de la con­me­mo­ra­ción del 80 ani­ver­sa­rio de El Cole­gio de Méxi­co, Andrés Manuel López Obra­dor, ante direc­ti­vos y ex direc­ti­vos de la ins­ti­tu­ción sugi­rió “res­pe­tuo­sa­men­te” rea­li­zar mayo­res inves­ti­ga­cio­nes en torno a la corrup­ción en Méxi­co. Des­de lue­go, tal suge­ren­cia es muy impor­tan­te por­que el tema debe pro­fun­di­zar­se para expli­car­se más y mejor, pero tam­bién es muy cier­to que su gobierno debe otor­gar mayo­res recur­sos a las uni­ver­si­da­des que han vis­to mer­ma­dos sus pre­su­pues­tos por la “aus­te­ri­dad repu­bli­ca­na” y con­tri­buir a tales inves­ti­ga­cio­nes. El estu­dio de la clep­to­cra­cia buro­crá­ti­ca – empre­sa­rial (domi­nio de los ladro­nes) y las accio­nes con­se­cuen­tes es fun­da­men­tal para dis­mi­nuir la des­igual­dad social y con­tri­buir a los pro­ce­sos democráticos.

La visión de AMLO sobre la corrup­ción es extre­ma­da­men­te mio­pe por­que deja de lado las pro­fun­das cau­sas estruc­tu­ra­les que le dan ori­gen y ade­más por­que redu­ce el pro­ble­ma a una cues­tión mera­men­te moral. En la tran­sa, el indi­vi­duo actúa movi­do por el úni­co obje­ti­vo de maxi­mi­zar sus ganan­cias. La polí­ti­ca, la éti­ca son pri­sio­ne­ras de la eco­no­mía. Por supues­to, la corrup­ción es un pro­ble­ma moral y no en el sen­ti­do cíni­co que le daba el caci­que priis­ta poto­sino Gon­za­lo N. San­tos de que la moral es un árbol que da moras. Pero este mal social no se resol­ve­rá con una Car­ti­lla Moral al esti­lo de Alfon­so Reyes que el pro­pio AMLO pro­mue­ve. Para él, el pro­ble­ma de Méxi­co resi­de en la corrup­ción y no en el desa­rro­llo del capi­tal y su bar­ba­rie social en sus for­mas neo­li­be­ra­les, y así es impo­si­ble resol­ver radi­cal­men­te la cues­tión. Hay muchos y bue­nos libros sobre este tema nacio­nal, pero, al pare­cer, lamen­ta­ble­men­te, AMLO no los cono­ce ni los ha leí­do. Men­cio­na­ré sola­men­te dos libros de una amplí­si­ma biblio­gra­fía: Corrup­ción y polí­ti­ca en el Méxi­co con­tem­po­rá­neo, de Stephen D. Morris; y Vicios públi­cos, vir­tu­des pri­va­das: la corrup­ción en Méxi­co, Clau­dio Lom­nitz (coor­di­na­dor).

La acu­mu­la­ción de capi­tal en la indus­tria de la cons­truc­ción requie­re en su diná­mi­ca eco­nó­mi­ca de un pode­ro­so lubri­can­te polí­ti­co que es la corrup­ción y que ade­más fun­cio­na como cemen­to para sos­te­ner la estruc­tu­ra del edi­fi­cio de las for­mas del capi­tal que domi­nan a toda la socie­dad. El capi­tal inmo­bi­lia­rio lava más blan­co. La corrup­ción es inhe­ren­te al capi­ta­lis­mo. Para ani­qui­lar el virus pan­dé­mi­co de la corrup­ción se requie­re ver­da­de­ra­men­te trans­for­mar la socie­dad y no maqui­llar­la. Se requie­re del con­trol demo­crá­ti­co de la pobla­ción tra­ba­ja­do­ra del cam­po y la ciu­dad. Hay una nece­si­dad polí­ti­ca de que exis­ta un con­trol social des­de abajo.

Escri­be Ernest Man­del en su libro El poder y el dine­ro (1992) que “Duran­te mucho tiem­po los ana­lis­tas de los fenó­me­nos socia­les han esta­do fas­ci­na­dos con el dicho de Lord Acton: El poder corrom­pe y el poder abso­lu­to corrom­pe abso­lu­ta­men­te… Pero si con­si­de­ra­mos el fun­cio­na­mien­to real de la socie­dad bur­gue­sa duran­te los últi­mos cin­co siglos, en espe­cial duran­te el capi­ta­lis­mo madu­ro y tar­dío, con su cre­cien­te buro­cra­ti­za­ción de la vida socio­eco­nó­mi­ca, enton­ces la fór­mu­la que mejor cua­dra con la reali­dad tie­ne que cam­biar­se por otra sus­tan­cial­men­te dife­ren­te. Debe­ría decir­se lo siguien­te: el poder corrom­pe. Mucho poder engen­dra mucha corrup­ción. Pero en la épo­ca del capi­ta­lis­mo no pue­de haber poder abso­lu­to, pues en últi­ma ins­tan­cia la rique­za y el dine­ro domi­nan. La gran rique­za corrom­pe tan­to como el gran poder, si no es que más. Gran­des can­ti­da­des de dine­ro pro­du­cen un gran poder y por tan­to corrom­pen abso­lu­ta­men­te. Se pue­de eli­mi­nar el poder casi abso­lu­to sola­men­te si se eli­mi­nan tan­to el esta­do fuer­te como la gran rique­za del dinero”.

FUENTE: Rebe­lion

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