Esta­dos Uni­dos. La gue­rra racial que muchxs se nie­gan a ver

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 9 de febre­ro de 2021. 

Esta­dos Uni­dos está en gue­rra. Y no es una gue­rra que comen­zó con Donald Trump ni con la toma del Congreso.

Empe­zó con la escla­vi­tud y nun­ca ter­mi­nó. Tomó la for­ma de lin­cha­mien­tos, supre­sión del voto, los ata­ques con perros poli­cia­les de Bull Con­nor en Bir­mingham y la nega­ción de servicios.

Las bata­llas racia­les de hoy las libran legio­nes de per­so­nas blan­cas impul­sa­das por este­reo­ti­pos, men­ti­ras y teo­rías cons­pi­ra­ti­vas en boga no solo entre reclu­sos que habi­tan rin­co­nes ocul­tos de la internet.

Las adop­tan tam­bién per­so­nas como el ase­sino que baleó a nue­ve feli­gre­ses de raza negra en una igle­sia de Caro­li­na del Sur, dicié ndo­le a la poli­cía que los afro­ame­ri­ca­nos se esta­ban apro­pian­do del país y vio­lan­do a muje­res blan­cas. O el indi­vi­duo que mató a tiros a 23 per­so­nas e hirió a otras 23 en una tien­da de Wal­mart en El Paso, Texas. Su obje­ti­vo eran los mexi­ca­nos, según las auto­ri­da­des, por­que creía que esta­ban inva­dien­do el país para votar por los dem cratas.

Gen­te como las tur­bas lle­nas de supre­ma­cis­tas blan­cos que se pre­sen­ta­ron en el Con­gre­so cuan­do Trump y otros insis­tie­ron fal­sa­men­te en que las elec­cio­nes pre­si­den­cia­les habían sido roba­das, espe­cial­men­te en dis­tri­tos don­de habi­tan minorías.

Por mucho tiem­po, según diri­gen­tes defen­so­res de los dere­chos civi­les, his­to­ria­do­res y exper­tos en extre­mis­mo, muchos esta­dou­ni­den­ses y fun­cio­na­rios blan­cos han igno­ra­do el hecho de que hay una gue­rra lan­za­da por blancos.

Las pos­tu­ras racis­tas son pro­mo­vi­das por medios de pren­sa y están repre­sen­ta­das en esta­tuas y sím­bo­los de escla­vis­tas y segre­ga­cio­nis­tas que aún per­du­ran. Ayu­dan a dema­go­gos a ganar elec­cio­nes para car­gos importantes.

¿El resul­ta­do? Una gran can­ti­dad de blan­cos temen que el mul­ti­cul­tu­ra­lis­mo, las polí­ti­cas pro­gre­sis­tas y una dis­tri­bu­ción equi­ta­ti­va del poder pue­dan aca­bar con ellos, sub­yu­gar­los. Y ese temor, a menu­do explo­ta­do por aque­llos en el poder, ha resul­ta­do una y otra vez la peor ame­na­za a todos los no blan­cos, según defen­so­res de la jus­ti­cia racial.

¿Cómo hace el país para abor­dar el tema de la agre­sión blan­ca des­pués de tan­tas opor­tu­ni­da­des per­di­das? El reve­ren­do William Bar­ber II dijo que, para empe­zar, hay que negar­se a tener deba­tes polí­ti­cos en los que se esgri­men men­ti­ras y argu­men­tos racistas.

«Los daños cola­te­ra­les, cuan­do insis­tes en decir men­ti­ras, en sem­brar vien­tos y en lle­nar de veneno las venas de la gen­te, hacen que el sis­te­ma sea tan tóxi­co que des­ata vio­len­cia», mani­fes­tó Barber.

His­tó­ri­ca­men­te, la supre­ma­cía blan­ca va de la mano con el temor al poder polí­ti­co de los afro­ame­ri­ca­nos. Des­pués de la gue­rra civil (1861÷65), en la que exes­cla­vos logra­ron el dere­cho a votar y a desem­pe­ñar car­gos públi­cos, la res­pues­ta blan­ca fue­ron las leyes segre­ga­cio­nis­tas de Jim Crow, la supre­sión del voto y la opre­sión a tra­vés de la policía.

Los dis­tur­bios del 6 de enero se pro­du­je­ron el mis­mo día en que en Geor­gia se decla­ra­ron los ven­ce­do­res de dos vota­cio­nes para el Sena­do, gana­das por los demó­cra­tas Raphael War­nock y Jon Ossoff, los pri­me­ros afro­ame­ri­cano y judío del sur en lle­gar a la cáma­ra alta. Y a pocos días de la asun­ción de Joe Biden y de la vice­pre­si­den­ta Kama­la Harris, la pri­me­ra mujer con lina­je afri­cano y asiá­ti­co en ocu­par ese cargo.

Es de notar que los ocu­pan­tes del Con­gre­so lle­va­ban al menos una ban­de­ra de la Con­fe­de­ra­ción, el ban­do per­de­dor de la gue­rra civil, par­ti­da­rio de la esclavitud.

Para muchos en la tur­ba blan­ca que tomó el Capi­to­lio, las mino­rías alcan­za­ron una influen­cia polí­ti­ca incon­ce­bi­ble en las últi­mas elecciones.

«Este tipo de vio­len­cia colec­ti­va, en reac­ción a la unión de negros, more­nos y blan­cos que votan a favor de pro­pues­tas pro­gre­sis­tas, siem­pre ha sido la res­pues­ta», dijo Barber.

Oren Segal, vice­pre­si­den­te del Cen­tro sobre Extre­mis­mos de la Liga Anti­di­fa­ma­ción, dijo que hay que dejar de usar el tér­mino » gue­rra cul­tu­ral» para alu­dir a una vio­len­cia que cau­sa muertes.

«Bas­ta con que veas los cadá­ve­res y a los ase­si­nos para dar­te cuen­ta de que la ame­na­za de vio­len­cia de supre­ma­cis­tas blan­cos nacio­na­les está entre noso­tros des­de hace tiem­po», opi­nó Segal.

Según la Liga Anti­di­fa­ma­ción, apro­xi­ma­da­men­te el 74% de los extre­mis­tas que come­tie­ron homi­ci­dios en Esta­dos Uni­dos entre el 2010 y el 2019 fue­ron extre­mis­tas de dere­cha, la mayo­ría de ellos supre­ma­cis­tas blancos.

Chris­tian Pic­cio­li­ni, exex­tre­mis­ta de ultra­de­re­cha que fun­dó la agru­pa­ción Free Radi­cals Pro­ject para tra­tar de mode­rar esos sec­to­res, dijo que es fácil cul­par a otros e igno­rar a los par­ti­da­rios de los movi­mien­tos de extre­ma dere­cha y otros gru­pos que des­ti­lan odio. Ha sido par­te de una nega­ti­va colec­ti­va de los blan­cos, aje­nos al mun­do real y a las ame­na­zas de violencia.

«Tene­mos que enten­der que, si que­re­mos evi­tar estas cosas en el futu­ro, hay que exa­mi­nar nues­tra his­to­ria. Son 400 años de lo que lo que des­cri­bi­ría como los baches de la nación», expre­só Pic­cio­li­ni, quien el año pasa­do publi­có el libro «Brea­king Hate ó , denun­cian­do el extremismo.

Mal­colm Graham, exse­na­dor esta­tal de Caro­li­na del Nor­te, está con­ven­ci­do de que la muer­te de su her­ma­na mayor Cynthia Graham-Hurd fue con­se­cuen­cia de que no se hizo nada por con­te­ner el supre­ma­cis­mo blan­co. La her­ma­na fue una de nue­ve per­so­nas ase­si­na­das por Dylann Roof en el 2015, duran­te una sesión de estu­dios de la Biblia en la Igle­sia Epis­co­pal Meto­dis­ta Afri­ca­na Madre EMa­nuel en Charleston.

Esa matan­za pudo ser «un momen­to de cam­bio», opi­nó Graham.

Pero se lo dejó pasar por­que las auto­ri­da­des y la pren­sa die­ron dema­sia­da impor­tan­cia al hecho de que las fami­lias de las víc­ti­mas per­do­na­ron el ase­sino, en lugar de inves­ti­gar su trans­for­ma­ción en extre­mis­ta, agre­gó Graham.

En su pre­sen­ta­ción final en el jui­cio de Roof, el fis­cal dijo que el joven de 22 años era un reco­no­ci­do supre­ma­cis­ta blan­co que que­rí a des­atar una gue­rra racial.

Sus accio­nes lo úni­co que hicie­ron fue gene­rar un deba­te en torno a la ico­no­gra­fía supre­ma­cis­ta, inclui­da la ban­de­ra de gue­rra de la Con­fe­de­ra­ción, monu­men­tos y esta­tuas que apa­re­cían en fotos y dibu­jos que los inves­ti­ga­do­res encon­tra­ron entre las per­te­nen­cias de Roof. En julio del 2015, la exgo­ber­na­do­ra de Caro­li­na del Sur Nik­ki Haley, quien es de ascen­den­cia india, fir­mó una legis­la­ción por la que se arria­ban para siem­pre las ban­de­ras de gue­rra de la Con­fe­de­ra­ción que ondea­ban en el Capi­to­lio estatal.

Por momen­tos dio la impre­sión de que el país empe­za­ba a hacer fren­te al racis­mo. Des­pués de la matan­za de Geor­ge Floyd en Min­nea­po­lis el año pasa­do, 111 monu­men­tos con­fe­de­ra­dos y otros sím­bo­los de supre­ma­cis­mo blan­co fue­ron reti­ra­dos, reubi­ca­dos o renom­bra­dos. Pero otros 1.800 sím­bo­los de la Con­fe­de­ra­ción no habían sido toca­dos has­ta diciembre.

«Los sím­bo­los de la Con­fe­de­ra­ción no son reli­quias del pasado.

Son sím­bo­los vivien­tes de la supre­ma­cía blan­ca», afir­mó la jefa de per­so­nal del Southern Poverty Law Cen­ter Lecia Brooks.

Fuen­te: Cuba Debate

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