¡SOCIALIZACIÓN DE LOS TRABAJOS ASISTENCIALES PARA LA LIBERACIÓN DE LAS MUJERES TRABAJADORAS! Ser­vi­cios de cali­dad, gra­tui­tos y uni­ver­sa­les – ITAIA

En una diná­mi­ca pro­pia del capi­tal, las con­di­cio­nes vita­les y labo­ra­les de la cla­se tra­ba­ja­do­ra mues­tran un cons­tan­te dete­rio­ro des­de la cri­sis de 2007 – 2008, o inclu­so des­de antes. Esta cri­sis no es fru­to de la pan­de­mia ini­cia­da el pasa­do mar­zo, sino que este con­tex­to de pan­de­mia no ha hecho más que empeo­rar la situa­ción ante­rior. Si algo ha que­da­do cla­ro, es que se han mul­ti­pli­ca­do las con­tra­dic­cio­nes inhe­ren­tes al capi­tal. Una de las cua­les pone en peli­gro su mis­ma con­ti­nui­dad: la cues­tión de la repro­duc­ción social. Jus­ta­men­te, en esta repro­duc­ción social las muje­res de la cla­se tra­ba­ja­do­ra cum­pli­mos una fun­ción cen­tral tan­to en las for­mas de tra­ba­jo domés­ti­co fue­ra del tra­ba­jo asa­la­ria­do, como tam­bién en el papel que desem­pe­ña­mos en la eco­no­mía formal.

El futu­ro de las muje­res tra­ba­ja­do­ras de hoy está carac­te­ri­za­da por una explo­ta­ción estruc­tu­ral sal­va­je, que, como siem­pre, afec­ta­rá las sub­je­ti­vi­da­des más vul­ne­ra­bles: las muje­res jóve­nes, las migran­tes… Nues­tras con­di­cio­nes ante­rio­res a la pan­de­mia pro­ta­go­ni­za­rán un detri­men­to aún más nota­ble, como tra­ba­jos ines­ta­bles, sala­rios insu­fi­cien­tes o vivien­das de cali­dad pési­ma. Otras nume­ro­sas muje­res, a fal­ta de otras posi­bi­li­da­des, se verán obli­ga­das a ven­der su cuer­po y a con­ver­tir­se en mer­can­cías sexua­les y repro­duc­ti­vas. A todo esto hay que aña­dir­le la des­preo­cu­pa­ción del Esta­do y de las Admi­nis­tra­cio­nes Públi­cas, que tie­nen una reper­cu­sión direc­ta en muchas muje­res tra­ba­ja­do­ras, ya que sobre noso­tras recae el cui­da­do de los niños y niñas, las per­so­nas mayo­res y las per­so­nas con depen­den­cia. A cau­sa de la pri­va­ti­za­ción, el cie­rre y la dis­mi­nu­ción de los ser­vi­cios que garan­ti­zan –aun­que de mane­ra mise­ra­ble– estas nece­si­da­des y la mayor par­te de estas res­pon­sa­bi­li­da­des recae­rá sin reme­dio sobre las muje­res trabajadoras.

EL TRABAJO ASISTENCIAL Y EL MODELO DE VIDA DE LAS MUJERES TRABAJADORAS

Si bien las tareas asis­ten­cia­les (los tra­ba­jos social­men­te nece­sa­rios), garan­tes de la repro­duc­ción social, hacen refe­ren­cia a una gene­ra­li­dad, hay tra­ba­jos que his­tó­ri­ca­men­te han rea­li­za­do las muje­res, que aun habien­do sido trans­for­ma­dos, no han cam­bia­do en su esen­cia. Las muje­res tra­ba­ja­do­ras hemos cum­pli­do una fun­ción esen­cial en los tra­ba­jos domés­ti­cos, tenien­do en cuen­ta que son nece­sa­rios para la repro­duc­ción de la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Estos tra­ba­jos no le supo­nen nin­gún cos­te ni inver­sión al Esta­do; al con­tra­rio, le resul­tan bene­fi­cio­sos para con­se­guir la fuer­za de tra­ba­jo en la for­ma que nece­si­ta y ase­gu­rar­se así su per­du­ra­ción. Sin embar­go, en las últi­mas déca­das y con la trans­for­ma­ción del capi­ta­lis­mo a nivel mun­dial, se ha vis­to una cla­ra femi­ni­za­ción del mer­ca­do de tra­ba­jo. Sobre todo a par­tir de la déca­da de los 70, la can­ti­dad de muje­res incor­po­ra­das al mun­do de tra­ba­jo ha sido mayor que la de hom­bres. No obs­tan­te, esta incor­po­ra­ción de muje­res tie­ne unas carac­te­rís­ti­cas deter­mi­na­das. Por un lado, la mujer se ha incor­po­ra­do a unos sec­to­res deter­mi­na­dos: en la CAV, por ejem­plo, las acti­vi­da­des domés­ti­cas (90%), otro tipo de ser­vi­cios per­so­na­les (77%) o la edu­ca­ción (69%) son ejem­plo de unas ramas de acti­vi­dad con una mayo­ría de muje­res. Por otra par­te, la pre­sen­cia de muje­res ha incre­men­ta­do sobre todo en los sec­to­res con peo­res con­di­cio­nes: jor­na­das par­cia­les, una gran fle­xi­bi­li­dad, sala­rios bajos… Esto se ve cla­ra­men­te por ejem­plo en el caso de las tra­ba­ja­do­ras domés­ti­cas, en el cual, entre otras cosas, la ines­ta­bi­li­dad, las jor­na­das inten­sas o la fal­ta de pres­ta­cio­nes socia­les son carac­te­rís­ti­cas comu­nes. A esto le podría­mos aña­dir la fal­ta de posi­bi­li­da­des para cobrar una pres­ta­ción por desempleo.

En la reali­dad actual, estos ser­vi­cios se garan­ti­zan y ges­tio­nan de dis­tin­ta mane­ra. Algu­nos ser­vi­cios son pres­ta­dos por el Esta­do, es decir, son ser­vi­cios que se lle­van a cabo median­te inver­sio­nes públi­cas. Si bien podría enten­der­se que estos le pue­den supo­ner un gas­to al Esta­do, esto debe­rá enten­der­se en tér­mi­nos rela­ti­vos, pues este dine­ro lo habrá reco­gi­do ante­rior­men­te en la recau­da­ción de impues­tos direc­tos e indi­rec­tos. El capi­tal, por una par­te, no extrae plus­va­lía nin­gu­na de estos ser­vi­cios (a no ser que el Esta­do los reali­ce median­te sub­con­tra­tas), y por otra par­te, no ten­drá nin­gún cos­te eco­nó­mi­co, pero sí una pér­di­da de capa­ci­dad para explo­tar la fuer­za de tra­ba­jo, tenien­do en cuen­ta que una cla­se tra­ba­ja­do­ra con las nece­si­da­des bási­cas sacia­das se sitúa en una posi­ción mejor para nego­ciar. En el caso de que estos ser­vi­cios se reali­cen de mane­ra pri­va­da, a saber, si los rea­li­za una mujer tra­ba­ja­do­ra en una empre­sa de ser­vi­cios, el capi­tal obtie­ne bene­fi­cios eco­nó­mi­cos. Hay otra opción: la de los ser­vi­cios per­so­na­les. Como con­se­cuen­cia del aumen­to del poder adqui­si­ti­vo de algu­nos indi­vi­duos, estos ser­vi­cios han obte­ni­do un pre­cio deter­mi­na­do en el mer­ca­do en for­ma de ser­vi­cios per­so­na­les. Este feno­meno depen­de­rá del valor social­men­te pro­du­ci­do y de la capa­ci­dad de aho­rro de las per­so­nas com­pra­do­ras de los ser­vi­cios y tie­ne un cla­ro com­po­nen­te de clase.

De una for­ma u otra, las men­cio­na­das son tareas que con­di­cio­nan com­ple­ta­men­te el mode­lo de vida de las muje­res tra­ba­ja­do­ras. El tra­ba­jo domés­ti­co nos obli­ga a car­gar con una doble jor­na­da, lo cual nos code­na a un ais­la­mien­to social y polí­ti­co. Sien­do las res­pon­sa­bles de la repro­duc­ción fami­liar y sien­do todos estos tra­ba­jos nece­sa­rios, con­di­cio­na total­men­te la vida de las muje­res tra­ba­ja­do­ras, y al mis­mo tiem­po, tie­ne reper­cu­sión direc­ta en nues­tra par­ti­ci­pa­ción en la pro­duc­ción social. La con­ci­lia­ción fami­liar nos lle­va a los pues­tos de tra­ba­jo más pre­ca­rios, y como con­se­cuen­cia, lle­va­mos una vida carac­te­ri­za­da por la pobre­za. Cuan­do habla­mos de la bre­cha sala­rial entre los hom­bres y las muje­res, no habla­mos de que las muje­res gane­mos menos por rea­li­zar un mis­mo tra­ba­jo con­cre­to (aun­que en deter­mi­na­dos casos así sea). Al con­tra­rio, cuan­do habla­mos de la bre­cha sala­rial, habla­mos de una menor par­ti­ci­pa­ción en el valor social­men­te pro­du­ci­do, a lo que res­pon­den las jor­na­das par­cia­les, la even­tua­li­dad labo­ral, los tra­ba­jos no cua­li­fi­ca­dos y unos sala­rios más bajos que reci­bi­mos por ende. Esta situa­ción nos lle­va irre­me­dia­ble­men­te a una depen­den­cia eco­nó­mi­ca hacia nues­tros mari­dos o las ins­ti­tu­cio­nes de la admi­nis­tra­ción pública.

Aquí es impor­tan­te recal­car que esta situa­ción no solo deter­mi­na la vida de la mujer tra­ba­ja­do­ra en el pre­sen­te, sino que tam­bién defi­ne el mode­lo de vida que nos espe­ra en el futu­ro. De hecho, la pre­ca­ri­za­ción de la vida labo­ral de las muje­res influ­ye en nues­tra futu­ra vida, en el sen­ti­do de que nues­tras esca­sas coti­za­cio­nes deter­mi­nan los ingre­sos que ten­dre­mos en nues­tra jubi­la­ción. Al res­pec­to, cabe men­cio­nar la can­ti­dad de muje­res mayo­res que tie­nen que sobre­vi­vir con las pen­sio­nes de viu­de­dad o com­ple­tan­do sus pen­sio­nes sin coti­za­ción (algo así como 300 – 400€) con la RGI.

LA REPRODUCCIÓN DE LA CLASE TRABAJADORA EN CONTEXTO DE CRISIS Y LA MISERIA DE LA MUJER TRABAJADORA

Como hemos men­cio­na­do al prin­ci­pio, en un con­tex­to de cri­sis, esta situa­ción se vuel­ve aún más lamen­ta­ble, y se expre­sa median­te la ofen­si­va con­tra la cla­se tra­ba­ja­do­ra. La cri­sis enten­di­da como una cri­sis de acu­mu­la­ción de capi­tal se ha cos­tea­do his­tó­ri­ca­men­te median­te la reor­ga­ni­za­ción de la explo­ta­ción de la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Vivi­mos unos tiem­pos de ofen­si­va en el ámbi­to de la repro­duc­ción social y las refor­mas labo­ra­les en la esfe­ra pro­duc­ti­va, ambas estra­te­gias des­ti­na­das a que la acu­mu­la­ción de capi­tal con­ti­núe su ten­den­cia en alza. En este sen­ti­do, el capi­tal, con el fin de man­te­ner sus ganan­cias, redu­ce los ingre­sos de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, por una par­te, y por otra, rea­li­za recor­tes y pri­va­ti­za­cio­nes en los ser­vi­cios de la socie­dad que faci­li­tan la repro­duc­ción de la cla­se tra­ba­ja­do­ra (las resi­den­cias, pen­sio­nes, ingre­sos míni­mos, come­do­res, guar­de­rías…). Aquí, las muje­res tra­ba­ja­do­ras desem­pe­ña­mos una fun­ción cen­tral, car­gan­do con muchos de estos tra­ba­jos tan­to en el mer­ca­do como fue­ra de él.

En esta coyun­tu­ra, la posi­bi­li­dad de reci­bir ser­vi­cios de ges­tión pri­va­da será cada vez menor para aque­llas capas de la cla­se tra­ba­ja­do­ra que ante­rior­men­te goza­ban de ellos, pues­to que se les dis­mi­nui­rá la capa­ci­dad eco­nó­mi­ca. Asi­mis­mo, la ofer­ta de ser­vi­cios de ges­tión públi­ca tam­bién se limi­ta­rá nota­ble­men­te; la baja­da de las ganan­cias empre­sa­ria­les y la capa­ci­dad de con­su­mo de la cla­se tra­ba­ja­do­ra trae­rá con­si­go un des­cen­so en la recau­da­ción de impues­tos. Por lo tan­to, la posi­bi­li­dad de una inver­sión pública/​social será cada vez menor. Esto se encuen­tra en con­tra­dic­ción con el pro­ce­so de pro­le­ta­ri­za­ción que vive la cla­se tra­ba­ja­do­ra en un con­tex­to de cri­sis, así como con la posi­bi­li­dad cada vez menor que tie­ne de reci­bir ser­vi­cios pri­va­dos. En con­se­cuen­cia, el mis­mo capi­tal pue­de mos­trar­se a favor de los ser­vi­cios públi­cos con el fin de aho­rrar­se las con­se­cuen­cias que le pue­de traer el no garan­ti­zar las cuo­tas de bien­es­tar en unos nive­les míni­mos, pero esto depen­de­rá de sus capa­ci­da­des y no de su volun­tad. Aun así, a fal­ta de estos ser­vi­cios impres­cin­di­bles para la repro­duc­ción de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, se verá un detri­men­to des­ta­ca­do de las con­di­cio­nes de vida de los miem­bros de la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Como se pue­de pre­ver, todo esto ten­drá una mayor reper­cu­sión en las con­di­cio­nes vita­les y labo­ra­les de las muje­res tra­ba­ja­do­ras: ten­dre­mos difi­cul­ta­des para con­su­mir estos ser­vi­cios y debe­re­mos car­gar con muchos de dichos tra­ba­jos. En resu­men, cae­rá sobre noso­tras la res­pon­sa­bi­li­dad de garan­ti­zar prin­ci­pal­men­te en el ámbi­to fami­liar los tra­ba­jos que cubría el Esta­do o una empre­sa con­tra­ta­da. Todo esto, apar­te de aumen­tar nues­tra car­ga de tra­ba­jo, esta­ble­ce­rá las con­di­cio­nes nece­sa­rias para seguir per­pe­tuan­do nues­tra opresión.

A su vez, todo esto se verá refle­ja­do en las con­di­cio­nes que ten­drán las muje­res tra­ba­ja­do­ras en cier­tos sec­to­res del tra­ba­jo asa­la­ria­do. Cabe des­ta­car que nume­ro­sos de estos ser­vi­cios garan­ti­za­dos por el Esta­do y las Admi­nis­tra­cio­nes Públi­cas serán pro­por­cio­na­das de mane­ra indi­rec­ta, o sea, median­te una sub­con­tra­ta o en for­ma de un con­ve­nio públi­co-pri­va­do. En dichos casos, como tan solo una ges­tión «efi­cien­te» de dicha inver­sión públi­ca le ase­gu­ra­rá los bene­fi­cios a la empre­sa, esta empeo­ra­rá tan­to las con­di­cio­nes labo­ra­les de las per­so­nas tra­ba­ja­do­ras en estos ser­vi­cios (en gene­ral, muje­res) como el mis­mo ser­vi­cio pres­ta­do. Ejem­plo de ello son los tes­ti­mo­nios que han dado las tra­ba­ja­do­ras de las resi­den­cias pri­va­das en las luchas lle­va­das a cabo en los últi­mos meses, así como la deja­dez al res­pec­to de las Admi­nis­tra­cio­nes Públi­cas. Otro aspec­to que se debe­ría aña­dir es que las muje­res somos las mayo­res usua­rias de los ser­vi­cios vin­cu­la­dos a la depen­den­cia y la aten­ción socio­sa­ni­ta­ria, con­se­cuen­cia de una vida más lon­ge­va y más enfer­me­da­des cró­ni­cas. En con­clu­sión, somos las muje­res tra­ba­ja­do­ras las que mejor cono­ce­mos la mala situa­ción de estos ser­vi­cios y su esca­sa calidad.

La pro­duc­ción y pres­ta­ción de ser­vi­cios que pres­ta el Esta­do se con­vier­ten en un obs­tácu­lo para el cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co; se aso­man difi­cul­ta­des para com­pa­gi­nar la acu­mu­la­ción del capi­tal y la repro­duc­ción social. Sin embar­go, somos cons­cien­tes de que el capi­tal nun­ca hace un repar­to igua­li­ta­rio de la rique­za; con­cen­tra la rique­za en unas pocas manos, mien­tras que con­de­na a la mise­ria las amplias masas. Esta es la lógi­ca gene­ral del capi­tal, que como se vie­ne dicien­do, se acen­túa más en un con­tex­to de cri­sis y se hace más apre­cia­ble en el día a día. La raíz del pro­ble­ma no se sitúa en la cues­tión de la polí­ti­ca fis­cal y el gas­to públi­co, sino en la fal­ta de bene­fi­cios y de acu­mu­la­ción de capi­tal. En con­se­cuen­cia, para res­ta­ble­cer la tasa de acu­mu­la­ción, des­cen­de­rán los ingre­sos de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, y a la vez, la impo­si­bi­li­dad de man­te­ner el nivel ante­rior de los ser­vi­cios socia­les jus­ti­fi­ca­rá cual­quier recor­te. En todo esto, la fun­ción que desem­pe­ña­mos las muje­res tra­ba­ja­do­ras en la repro­duc­ción de la fuer­za de tra­ba­jo, sobre todo en el ámbi­to fami­liar, se con­vier­te en esencial.

LA OPRESIÓN, SU CARÁCTER MUTABLE Y LA ELECCIÓN DEL SOCIALISMO

La opre­sión de las muje­res no se fun­da en nues­tra capa­ci­dad bio­ló­gi­ca para repro­du­cir la socie­dad, es decir, en nues­tra capa­ci­dad para tener des­cen­dien­tes. Al con­tra­rio, se tra­ta de la depen­den­cia que tie­ne el capi­tal hacia la repro­duc­ción y, por tan­to, del carác­ter social que se le ha atri­bui­do a estas prác­ti­cas rea­li­za­das por muje­res vin­cu­la­das a las capa­ci­da­des bio­ló­gi­cas. En otras pala­bras, el capi­tal nece­si­ta de la repro­duc­ción de la cla­se obre­ra para poder repro­du­cir­se a sí mis­mo, en las ver­tien­tes de la repro­duc­ción de la fuer­za de tra­ba­jo y en la de la repro­duc­ción inter­ge­ne­ra­cio­nal. Esto deja en evi­den­cia la nece­si­dad de las muje­res. El capi­tal, enton­ces, como con­se­cuen­cia del sen­ti­do social que le asig­na a la repro­duc­ción, tie­ne que man­te­ner el con­trol sobre ella. En defi­ni­ti­va, la opre­sión de las muje­res en la fun­ción repro­duc­ti­va que desem­pe­ña­mos es cen­tral y afec­ta a todos y cada uno de los ámbi­tos de nues­tras vidas. En con­se­cuen­cia, nues­tro hori­zon­te debe situar­se en la acción de libe­rar las muje­res tra­ba­ja­do­ras de todas las rela­cio­nes labo­ra­les y de las fun­cio­nes repro­duc­ti­vas que nos hacen per­ma­ne­cer oprimidas.

A este res­pec­to, la incor­po­ra­ción de la mujer tra­ba­ja­do­ra al mun­do labo­ral – pro­ce­so que se ha pro­du­ci­do sobre todo a par­tir de la indus­tria­li­za­ción – , si bien tene­mos cla­ro que supo­ne un cla­ro avan­ce en su pro­ce­so de eman­ci­pa­ción, no ha supues­to una liber­tad real. Hoy por hoy la mayo­ría de las tra­ba­ja­do­ras del cen­tro capi­ta­lis­ta tra­ba­ja­mos bajo un sala­rio, pero esto no nos ha libe­ra­do de la vin­cu­la­ción con las tareas domés­ti­cas, sino todo lo con­tra­rio; dicho de for­ma vul­gar, hemos pasa­do a tener que cubrir dos jor­na­das de tra­ba­jo. En con­se­cuen­cia, a pesar de la inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca de algu­nas muje­res res­pec­to a diver­sas ins­ti­tu­cio­nes, las muje­res más pro­le­ta­ri­za­das, debi­do a sus pre­ca­rias con­di­cio­nes labo­ra­les, siguen bajo una fuer­te depen­den­cia económica.

Al con­tra­rio de lo que algu­nos pen­sa­ban, cuan­do algu­nas prác­ti­cas domés­ti­cas se han con­ver­ti­do tam­bién en tra­ba­jo asa­la­ria­do, la opre­sión de las muje­res no ha des­apa­re­ci­do. Lejos de anu­lar la opre­sión de las muje­res, la con­ver­sión de estos tra­ba­jos en asa­la­ria­dos ha con­tri­bui­do a per­pe­tuar la divi­sión sexual del tra­ba­jo. Algu­nas muje­res (muje­res de cla­se media) han teni­do la opor­tu­ni­dad de libe­rar­se de estos tra­ba­jos, pero no las más pro­le­ta­ri­za­das, en su mayo­ría muje­res inmi­gran­tes, y ade­más, lo han teni­do que ejer­cer en con­di­cio­nes lamen­ta­bles, como las tra­ba­ja­do­ras del hogar a las que hemos hecho refe­ren­cia reite­ra­da­men­te. Otra opción de este tipo es la pres­ta­ción que reci­be un miem­bro de la fami­lia den­tro de la Ley de Depen­den­cia para garan­ti­zar el cui­da­do de otro miem­bro de la fami­lia con depen­den­cia (en nin­gún caso supera los 500 €). Algu­nos estu­dios han pues­to de mani­fies­to que en el 89% de estos casos es una mujer quien rea­li­za estas tareas de cui­da­do y que, en la mayo­ría de los casos, ade­más, ha lle­ga­do a esta situa­ción moti­va­da por nece­si­da­des eco­nó­mi­cas y socia­les. Ade­más, es evi­den­te que la situa­ción asa­la­ria­da del tra­ba­jo domés­ti­co y de cui­da­dos ha apar­ta­do a la mujer de la vida social y la ha des­ti­na­do al inte­rior del hogar in eternum.

En la situa­ción actual, por tan­to, en base a las nece­si­da­des de estas muje­res tra­ba­ja­do­ras, debe­ría­mos rei­vin­di­car la socia­li­za­ción de los ser­vi­cios que his­tó­ri­ca­men­te se han cubier­to en el ámbi­to domés­ti­co. Debe­mos rei­vin­di­car que estos ser­vi­cios sean res­pon­sa­bi­li­dad del Esta­do (como res­pon­sa­ble de la ges­tión de la repro­duc­ción social) y que deben ser unos ser­vi­cios de cali­dad, uni­ver­sa­les y gra­tui­tos. La asun­ción de estos tra­ba­jos por par­te del Esta­do per­mi­ti­ría, por un lado, libe­rar a la mujer de este tra­ba­jo, y por otro, poder garan­ti­zar gra­tui­ta­men­te y con cali­dad todos los ser­vi­cios nece­sa­rios al con­jun­to de la socie­dad. Asi­mis­mo, se podrían garan­ti­zar las con­di­cio­nes de las per­so­nas tra­ba­ja­do­ras que tra­ba­jan en ello. Por el con­tra­rio, como se ha men­cio­na­do ante­rior­men­te, el sis­te­ma capi­ta­lis­ta y el Esta­do bur­gués, agen­te de su ges­tión, son estruc­tu­ral­men­te inca­pa­ces de desa­rro­llar esta tarea, y en con­se­cuen­cia, urge poner sobre la mesa la nece­si­dad de un nue­vo mar­co eco­nó­mi­co y social que nos ofre­ce el socia­lis­mo. Dicho de otra mane­ra, nos es impres­cin­di­ble diri­gir nues­tra estra­te­gia hacia un Esta­do Socia­lis­ta como for­ma de Esta­do que esté subor­di­na­do a los intere­ses de la socie­dad. En ese sen­ti­do, la apues­ta de ITAIA es cla­ra: la úni­ca opción real que crea­rá las con­di­cio­nes para supe­rar la opre­sión, la situa­mos en el pro­yec­to polí­ti­co con poten­cia­li­dad de supe­rar la orga­ni­za­ción social que vivi­mos, la cons­truc­ción del socia­lis­mo. Por ello, con la inten­ción de apor­tar en la for­ma orga­ni­za­ti­va que ten­ga ese obje­ti­vo estra­té­gi­co y para poder dar el desa­rro­llo de las capa­ci­da­des polí­ti­cas impres­cin­di­bles, es nece­sa­rio que tra­ba­je­mos en la mejo­ra de las con­di­cio­nes de tra­ba­jo y de vida de las muje­res trabajadoras.

Jato­rria /​Ori­gen

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