Pen­sa­mien­to crí­ti­co. “Para pre­pa­rar un gol­pe de Esta­do moderno se requie­ren gene­ra­do­res de opinión”

Por Pablo Elor­duy. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 20 de enero de 2021.

Eduar­do Gon­zá­lez Calle­ja es cate­drá­ti­co de His­to­ria y en este entre­vis­ta ana­li­za el actual con­tex­to de vio­len­cia polí­ti­ca y cris­pa­ción en socie­da­des que, apa­ren­te­men­te, tie­nen con­sen­sos fuer­tes en torno a la democracia.

La vio­len­cia polí­ti­ca es la mate­ria pri­ma a tra­vés de la que Eduar­do Gon­zá­lez Calle­ja (Madrid, 1962) ha ela­bo­ra­do una biblio­gra­fía apa­sio­nan­te y exten­sa sobre la his­to­ria recien­te. Si en Gue­rras no orto­do­xas (Cata­ra­ta, 2018) exa­mi­na­ba a los movi­mien­tos de extre­ma dere­cha en el con­tex­to de fin del Fran­quis­mo y auge de las dic­ta­du­ras mili­ta­res en Lati­noa­mé­ri­ca, y en Con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios (Alian­za, 2011) pre­sen­ta­ba la plé­to­ra de movi­mien­tos civi­les impli­ca­dos en la cons­pi­ra­ción con­tra la II Repú­bli­ca, en los últi­mos años, Gon­zá­lez Calle­ja se ha meti­do de lleno en la tarea de hacer un com­pen­dio inte­gral de la vio­len­cia polí­ti­ca en la his­to­ria moder­na de Espa­ña. En 2020, publi­có con Akal Polí­ti­ca y vio­len­cia en la Espa­ña con­tem­po­rá­nea, vol. 1: del Dos de Mayo al Pri­me­ro de Mayo (1808−1903) y en pri­ma­ve­ra de 2021 se publi­ca­rá el segun­do volumen.

Este cate­drá­ti­co en la Uni­ver­si­dad Car­los III de Madrid es una refe­ren­cia para ana­li­zar las for­mas y con­tex­tos que toma la vio­len­cia y su inter­ac­ción per­ma­nen­te con la polí­ti­ca. Con la mira­da pues­ta en la inves­ti­du­ra de Joseph Biden tras el ama­go de insu­rrec­ción del pasa­do 6 de enero, y los oídos aun moles­tos por el rui­do de sables en Espa­ña, Gon­zá­lez Calle­ja res­pon­de acer­ca de los ele­men­tos nece­sa­rios para que un gol­pe de Esta­do pros­pe­re en nues­tras socie­da­des democráticas.

-¿Esta­mos en un rena­ci­mien­to de la vio­len­cia polí­ti­ca o estas nue­vas for­mas que vivi­mos son un fenó­meno nue­vo, qui­zá una far­sa de toda esa vio­len­cia polí­ti­ca que ha mar­ca­do la his­to­ria de tan­tos y tan­tos países?

-La vio­len­cia siem­pre ha esta­do ahí. La gran nove­dad es que está afec­tan­do de mane­ra preo­cu­pan­te a ins­ti­tu­cio­nes den­tro de paí­ses demo­crá­ti­cos, a demo­cra­cias con­so­li­da­das. Es el caso de Esta­dos Uni­dos, don­de nun­ca había habi­do un asal­to al par­la­men­to en toda la his­to­ria. La úni­ca vez que se asal­tó ese par­la­men­to fue con moti­vo de una gue­rra exter­na, por las tro­pas bri­tá­ni­cas en 1814, hace más de 200 años. Es una nove­dad es que se esté usan­do la vio­len­cia masi­va tumul­tua­ria o ame­na­zas de la mis­ma para sub­ver­tir el orden cons­ti­tu­cio­nal en paí­ses con una tra­di­ción demo­crá­ti­ca muy arrai­ga­da. Eso es lo que real­men­te pue­de preocupar. 

Ha habi­do cona­tos de gol­pes blan­dos o de gol­pes no tan espec­ta­cu­la­res en los últi­mos años en paí­ses de Euro­pa Orien­tal: el acce­so al poder de per­so­na­jes como el pre­si­den­te hún­ga­ro, Vik­tor Orbán, es una bue­na mues­tra de que algu­nos pode­res están inten­tan­do mini­mi­zar la capa­ci­dad fis­ca­li­za­do­ra de otros pode­res. Y des­de ese pun­to de vis­ta son cona­tos de inva­sión del poder Eje­cu­ti­vo sobre el Legis­la­ti­vo, que pue­den ser inter­pre­ta­dos como ame­na­zas de gol­pe de Esta­do. De modo que lo que sí que hay es una pre­ca­ri­za­ción de democracias.

¿Tam­bién en el caso español?

-En el caso espa­ñol no se ha lle­ga­do a un asal­to físi­co al par­la­men­to, pero esos pro­nun­cia­mien­tos de algu­nos mili­ta­res en reti­ro va un poco en la línea de los vie­jos pro­nun­cia­mien­tos del XIX: ame­na­zar al poder Eje­cu­ti­vo con tomar deter­mi­na­cio­nes más radi­ca­les en el caso de que ese Eje­cu­ti­vo no dimi­ta o rec­ti­fi­que su línea de polí­ti­ca de actua­ción. Con lo cual, sí, se pue­de hablar de un acto de vio­len­cia pasi­va, o de vio­len­cia de ame­na­za, que se pare­ce en par­te a los vie­jos pro­nun­cia­mien­tos mili­ta­res del Siglo XIX.

¿En qué medi­da la cris­pa­ción polí­ti­ca es un paso en la esca­la­da de esta vio­len­cia o es una ritua­li­za­ción? ¿En qué medi­da la cris­pa­ción sus­ti­tu­ye a la violencia?

-Lo que hay que pre­gun­tar­se es sobre las raí­ces o los orí­ge­nes de esta cris­pa­ción polí­ti­ca, que está aso­cia­da a las demo­cra­cias con­so­li­da­das de paí­ses desa­rro­lla­dos des­de hace ya bas­tan­tes déca­das. Yo data­ría ese comien­zo de la cris­pa­ción con esa polí­ti­ca neo­con­ser­va­do­ra que estu­vo ame­na­zan­do con des­ti­tuir al pre­si­den­te Clin­ton hace ya apro­xi­ma­da­men­te un cuar­to de siglo. La apa­ri­ción de neo­con­ser­va­do­res que con­si­de­ran la acti­vi­dad polí­ti­ca como una gue­rra encu­bier­ta nos lle­va este tipo de salidas. 

En el gobierno espa­ñol, hay que acor­dar­se de la cris­pa­ción de los pri­me­ros gobier­nos de Zapa­te­ro. Es la mis­ma que está sacu­dien­do aho­ra a cier­tos sec­to­res de la extre­ma dere­cha. Es ver­dad que es una ritua­li­za­ción del com­ba­te par­la­men­ta­rio, pero eso no evi­ta que sec­to­res muy radi­ca­li­za­dos se crean real­men­te que es una acti­vi­dad real, como ha suce­di­do en el caso de la dema­go­gia de Trump en Esta­dos Unidos. 

-¿Pue­de sal­tar del fol­clo­re a los hechos?

-Pue­de ser un fac­tor ritual del jue­go polí­ti­co, pero hay gen­te que se la cree de ver­dad, y eso pue­de desem­bo­car en actos impre­vi­si­bles. No creo ni espe­ro que aquí se pro­ce­da a la “eje­cu­ción suma­ria de vein­ti­cin­co millo­nes de hijos de perra”, pero en reali­dad, yo creo que esa dema­go­gia radi­cal pue­de con­du­cir en oca­sio­nes a actos de vio­len­cia des­con­tro­la­da, como los que se han vis­to en Esta­dos Unidos.

Cata­lu­ña ha sido una región, en bue­na medi­da, madre de muchas rebe­lio­nes y lugar de muchí­si­mas disi­den­cias vio­len­tas des­de el siglo XIX 

En ese caso se ha hecho notar que había un enfren­ta­mien­to entre dis­tin­tas agen­cias del Esta­do, con una vic­to­ria cla­ra de quie­nes no apo­ya­ban a Trump. Para que triun­fe un movi­mien­to de estas carac­te­rís­ti­cas, ¿es nece­sa­rio que se pro­duz­ca un enfren­ta­mien­to entre dis­tin­tos acto­res del Estado?

-Exis­te una gran dife­ren­cia entre lo que pue­de ser una insu­rrec­ción espon­tá­nea, o una revo­lu­ción popu­lar como las que ha habi­do en los paí­ses de Euro­pa del Este des­pués de la caí­da del comu­nis­mo, o como en el siglo XIX, con moti­vo de las revo­lu­cio­nes de 1830 o 1848, con lo que es un gol­pe de Estado. 

Un gol­pe de Esta­do es, sobre todo, una inva­sión de com­pe­ten­cias y de atri­bu­cio­nes o un inten­to de eli­mi­nar la actua­ción de un poder del Esta­do libe­ral por par­te de otro poder. Des­de ese pun­to de vis­ta, habría que deter­mi­nar si el poder eje­cu­ti­vo en Esta­dos Uni­dos, en el caso que nos ocu­pa, ha inva­di­do o inten­ta­do sub­ver­tir, o inten­ta­do for­zar las deci­sio­nes de otro poder del Esta­do como es el legis­la­ti­vo. Eso es lo que va a deci­dir el impeach­ment que han lan­za­do los demó­cra­tas en la cáma­ra de repre­sen­tan­tes. Pero, ojo, pue­den ser otros pode­res del Esta­do los que inva­dan com­pe­ten­cias o sub­vier­tan el poder de otros poderes.

¿Ejem­plos de esto último?

-Es el caso de la des­ti­tu­ción de Dil­ma Rous­seff por par­te del poder judi­cial, en el caso bra­si­le­ño; o el caso que aca­bo de comen­tar: cómo Orbán está inten­tan­do per­ma­nen­te­men­te dis­mi­nuir la capa­ci­dad fis­ca­li­za­do­ra del legis­la­ti­vo o del judi­cial, en base a una des­mon­ta­je del sis­te­ma par­la­men­ta­rio. Si alguno de estos tres pode­res bási­cos del Esta­do libe­ral inten­ta inva­dir com­pe­ten­cias de otro de mane­ra cons­cien­te, y median­te la ame­na­za de la fuer­za o el uso de la mis­ma, esta­mos ante un gol­pe de Esta­do, téc­ni­ca­men­te hablando.

Vol­vien­do a la cues­tión del últi­mo ensa­yo, hay un dato que lla­ma la aten­ción, que es el hecho que duran­te el siglo XIX solo hubo 29 años libres de guerra.

-De gue­rras abier­tas y declaradas…

Y aso­cias esto, citan­do a Julio Arós­te­gui, a las difi­cul­ta­des de cons­truc­ción de un Esta­do moderno en Espa­ña. ¿Qué hemos arras­tra­do de esa cons­truc­ción defi­cien­te del Esta­do moderno?

-Los pro­ce­sos de tipo béli­co en Espa­ña ─en épo­ca con­tem­po­rá­nea, sobre todo en el XIX─ esta­ban vin­cu­la­dos a la cri­sis del Impe­rio, fun­da­men­tal­men­te, y las eman­ci­pa­cio­nes de tipo colo­nial. Otra cosa son las vio­len­cias polí­ti­cas, que han esta­do pre­sen­tes en Espa­ña con demo­cra­cia o sin demo­cra­cia, eso hay que reco­no­cer­lo. La demo­cra­cia actual ha vivi­do un pro­ce­so de vio­len­cia, diga­mos terro­ris­ta, de alta inten­si­dad has­ta épo­cas rela­ti­va­men­te recien­tes. ¿Cuá­les son las cau­sas de ese tipo de fal­ta de capa­ci­dad del Esta­do para lidiar o para ges­tio­nar este tipo de disi­den­cias? Yo creo que en bue­na par­te es debi­do a la fal­ta de cul­tu­ra polí­ti­ca demo­crá­ti­ca del país. Al hecho de que el Esta­do libe­ral se esta­ble­cie­se en Espa­ña de mane­ra tan tumul­tua­ria, tan cris­pa­da, en el XIX, y cómo se ha inten­ta­do esta­ble­cer un Esta­do libe­ral con cier­tas limi­ta­cio­nes en cuan­to a la capa­ci­dad de poder resol­ver los pro­ble­mas de mane­ra consensual.

El caso de Cata­lun­ya es una muestra.

-Sí, la situa­ción de Cata­lu­ña es ejem­plar: Cata­lu­ña ha sido una región, en bue­na medi­da, madre de muchas rebe­lio­nes y lugar de muchí­si­mas disi­den­cias vio­len­tas des­de el siglo XIX. ¿Por qué lo sigue sien­do? En par­te, debi­do a que el Esta­do actual no ha sabi­do arti­cu­lar una alter­na­ti­va polí­ti­ca que sea acep­ta­ble para una masa mayo­ri­ta­ria de cata­la­nes. Y el hecho de que una par­te de los sec­to­res polí­ti­cos espa­ño­les con­si­de­ren que la mejor polí­ti­ca para Cata­lu­ña es la de la repre­sión —o la “apli­ca­ción del peso de la ley”, como se dice en otras par­tes— pues es, en bue­na medi­da, el valor que se da al con­sen­so y a la nego­cia­ción res­pec­to al uso de la fuer­za, que sigue sien­do cul­tu­ral­men­te algo que está muy pre­sen­te en muchos sec­to­res polí­ti­cos del país.

Es ver­dad que en el 36 hubo una tra­ma civil del gol­pe, pero siem­pre en situa­ción de depen­den­cia, y sub­si­dia­ria a la cons­pi­ra­ción que orga­ni­zó Mola 

Al final del siglo XIX sur­ge una corrien­te ideo­ló­gi­ca reac­cio­na­ria en las Fuer­zas Arma­das que en Áfri­ca se con­so­li­da com­ple­ta­men­te como un poder den­tro del Esta­do. ¿Cuál es ese antes y des­pués y cómo sigue influ­yen­do hoy en día esa corrien­te hege­mó­ni­ca del ejército?

-La cri­sis del 98 y la pér­di­da del Impe­rio gene­ró una infle­xión den­tro del papel polí­ti­co y la cul­tu­ra polí­ti­ca del ejér­ci­to. Si el ejér­ci­to has­ta fina­les del XIX fue el por­ta­voz de alter­na­ti­vas polí­ti­cas de orden con­ser­va­dor o libe­ral, mode­ra­do o pro­gre­sis­ta en un con­tex­to polí­ti­co de carác­ter par­la­men­ta­rio, sien­do la mano arma­da de con­tra­rre­vo­lu­cio­nes, a par­tir de comien­zos del siglo XX, lo que se ve es que actúa por libre, actúa de mane­ra autó­no­ma. Empie­za a apa­re­cer el fenó­meno del pre­to­ria­nis­mo y de la auto­no­mía militar. 

Se empie­za a plan­tear la posi­bi­li­dad de que el Ejér­ci­to ya no sea el “espa­dón” de par­ti­do, sino una cor­po­ra­ción que asu­me el poder polí­ti­co. Eso es una cues­tión que ya empe­za­ba a atis­bar­se con moti­vo de los ata­ques a la pren­sa cata­la­nis­ta en 1905, con la Ley de Juris­dic­cio­nes (1906); se ve cla­ra­men­te des­pués de la revo­lu­ción de 1917, en el momen­to en el cual el ejér­ci­to como cor­po­ra­ción asu­me el poder de fac­to, des­pués de un pro­nun­cia­mien­to mili­tar en Bar­ce­lo­na con Miguel Pri­mo de Rive­ra, y lue­go, por supues­to, el gol­pe de Esta­do múl­ti­ple del 36 que lle­va al auge o al cul­men del pre­to­ria­nis­mo con la lle­ga­da al poder de los mili­ta­res y Franco. 

Por lo tan­to, ese trán­si­to del siglo per­mi­te el paso de un ejér­ci­to o de sec­to­res del ejér­ci­to como ele­men­tos coad­yu­van­tes de las revo­lu­cio­nes polí­ti­cas del siglo, has­ta un ejér­ci­to que se com­por­ta como un actor pri­mor­dial en la esce­na polí­ti­ca a par­tir de los años diez o vein­te del siglo pasa­do. Este tipo de pre­sen­cia pre­to­ria­na deca­yó cla­ra­men­te des­pués del gol­pe de Esta­do de 1981.

¿Está en momen­to de rear­me esa corriente? 

-Aho­ra empie­za a atis­bar­se, yo no creo que una reac­ti­va­ción del pre­to­ria­nis­mo —por­que son gen­te que está al mar­gen del man­do en tro­pa— pero sí se detec­ta de nue­vo la pre­sen­cia de esa men­ta­li­dad pre­to­ria­na, ultra­na­cio­na­lis­ta, cle­ri­ca­loi­de e inter­ven­cio­nis­ta, que creía­mos que había des­apa­re­ci­do con la refor­ma del ejér­ci­to a par­tir de los años 1980 con su incor­po­ra­ción a la estruc­tu­ra de la OTAN. Un sec­tor del mis­mo, aun­que sea en el reti­ro, está optan­do por decir sus opcio­nes polí­ti­cas ele­ván­do­las, como en el pasa­do, a la más alta magis­tra­tu­ra del Esta­do. Y eso es un pro­nun­cia­mien­to de gen­te que está en los casi­nos, no en los cuar­te­les, pero es un pro­nun­cia­mien­to de todas maneras.

-Otra de las cues­tio­nes de actua­li­dad es la figu­ra del rey-sol­da­do, el rey como jefe de las Fuer­zas Arma­das, que tam­bién nace en el siglo XIX.

-Si te das cuen­ta, la figu­ra del rey sol­da­do se hace de rogar en Espa­ña. Duran­te la eta­pa de la res­tau­ra­ción, Fer­nan­do VII no es pre­ci­sa­men­te un rey sol­da­do, no se pone nun­ca a la cabe­za de tro­pas. Isa­bel II, por su sexo, tam­po­co cum­ple con esa ima­gen. Ama­deo no tuvo tiem­po de poder asu­mir ese papel, que jugó su dinas­tía de Sabo­ya en Ita­lia. Pero cuan­do se for­ja esa ima­gen este­reo­ti­pa­da del rey antes que nada cabe­za del ejér­ci­to es con Alfon­so XII. Muy a pesar de Cáno­vas. Lue­go se con­so­li­da cla­ra­men­te con Alfon­so XIII, y sus inter­ven­cio­nes polí­ti­cas a favor del ejér­ci­to, sobre todo duran­te las Jun­tas de Defen­sa, de 1917 al 1923. 

En todo caso, es un mito, un este­reo­ti­po o una ima­gen muy que­ri­da por los sec­to­res con­ser­va­do­res del país. Está ins­pi­ra­da en el mode­lo pru­siano, en el cual el jefe del Eje­cu­ti­vo, el jefe del Esta­do, es más un repre­sen­tan­te de la mili­cia que un poder mode­ra­dor, que es lo que se exi­gi­ría de un jefe del Esta­do al mar­gen de sus pre­fe­ren­cias de carác­ter cor­po­ra­ti­vo. Con Fran­co no tene­mos un monar­ca, pero tene­mos un sol­da­do en el poder.

Des­pués de Fran­co, ¿se man­tie­ne aun­que sea implí­ci­ta­men­te esa idea?

-Hay que ana­li­zar la fun­ción que han ejer­ci­do los reyes de la actual monar­quía res­tau­ra­da en 1975. Y no es tan­to un poder pre­to­riano, pero sí un poder mode­ra­dor den­tro de las Fuer­zas Arma­das, que siem­pre están ahí, son el muro de la polí­ti­ca espa­ño­la. No sabe­mos qué opción polí­ti­ca tie­ne como tal ins­ti­tu­ción, pero en cier­to modo el rey es el que tie­ne que trans­mi­tir el sen­tir del ejér­ci­to al Eje­cu­ti­vo. Lo que no sabe­mos es si lo está hacien­do real­men­te, por lo menos por esas vías, o está actuan­do a la expec­ta­ti­va de lo que pue­dan pro­po­ner sec­to­res del ejér­ci­to en cri­sis como, por ejem­plo, la de Cata­lu­ña. Vemos que el rey ha opta­do por la vía de la defen­sa a ultran­za de la Cons­ti­tu­ción que, por otro lado es la opción pre­fe­ren­te de los mili­ta­res espa­ño­les en este momen­to para el caso con­cre­to de Cataluña.

Hay una cues­tión que los mili­ta­res demó­cra­tas defien­den, que es que los gol­pes y los pro­nun­cia­mien­tos muchas veces comien­zan en los des­pa­chos de las gran­des empre­sas y de los gran­des finan­cie­ros antes que en los cuar­te­les. ¿Has­ta qué pun­to es impres­cin­di­ble una tra­ma civil orga­ni­za­da para que se den estos movi­mien­tos? ¿Has­ta qué pun­to los cuar­te­les viven a la espe­ra de que los pode­ro­sos acti­ven esa opción?

-Es la gran pre­gun­ta, la gran incóg­ni­ta que no sabe­mos des­pe­jar por­que no hay infor­ma­ción. Si nos damos cuen­ta, en el XIX lo que pre­do­mi­na­ban eran los movi­mien­tos de insu­rrec­ción mili­tar eran las tra­mas civi­les. Son los par­ti­dos los que impul­san ese tipo de movi­mien­tos. Y los mili­ta­res son espa­do­nes al ser­vi­cio de los par­ti­dos: Espar­te­ro y Prim a favor del pro­gre­sis­mo, Nar­váez a favor del mode­ran­tis­mo, y O’Donnell y Ser­na a favor de lo libe­ral. Este tipo de pre­sen­cia pre­do­mi­nan­te de los gru­pos civi­les des­apa­re­ce con el pro­nun­cia­mien­to de Pri­mo de Rive­ra. Es un pro­nun­cia­mien­to de carác­ter cla­ra­men­te cor­po­ra­ti­vo militar. 

Es ver­dad que en el 36 hubo una tra­ma civil del gol­pe, pero siem­pre en situa­ción de depen­den­cia, y sub­si­dia­ria a la cons­pi­ra­ción que orga­ni­zó Mola. Es decir, que en ese momen­to la voz can­tan­te la tie­nen, sin duda algu­na, los mili­ta­res. A veces se dice que se ha logra­do una paci­fi­ca­ción de las socie­da­des pero cuan­do se lle­ga a enfren­ta­mien­tos vio­len­tos, nos esta­mos dan­do cuen­ta de que la vio­len­cia es extra­or­di­na­ria­men­te intensa 

En el gol­pe de 1981 la cons­pi­ra­ción civil pasa desapercibida.

-En efec­to, la tra­ma del 80 – 81 es más com­ple­ja. Hubo gru­pos de pre­sión impor­tan­tí­si­mos que estu­vie­ron a favor de una solu­ción drás­ti­ca al man­te­ni­mien­to de Suá­rez como pre­si­den­te del Gobierno, pero la tra­ma civil del gol­pe, que era mucho más exten­sa de lo que se jugó en el Jui­cio de Cam­pa­men­to, nun­ca se des­ar­ti­cu­ló. Lo que está cla­ro es que en el mun­do con­tem­po­rá­neo, —eso se ha vis­to en casos como por ejem­plo el gol­pe de Esta­do en Gre­cia de los 60, o los gol­pes lati­no­ame­ri­ca­nos de los 60 y 70— se requie­re una tra­ma civil, pero siem­pre, en posi­ción subor­di­na­da a la eje­cu­ción y pla­ni­fi­ca­ción del mis­mo, que debe de correr a car­go de los militares.

¿Cómo se desa­rro­lla­ría algo así en este momento?

-Hacien­do polí­ti­ca-fic­ción, ¿qué pasa­ría en Espa­ña? Bueno, si los mili­ta­res even­tual­men­te adop­ta­sen una posi­ción de insur­gen­cia, ten­drían que conec­tar en pri­mer lugar con el jefe del Esta­do, que sigue sien­do, como en el caso de Juan Car­los en 1981, o como Alfon­so XIII en 1923, la cla­ve de leal­ta­des que debe de ase­gu­rar­se para que el gol­pe de Esta­do ten­ga efec­to. Aho­ra bien, para pre­pa­rar un gol­pe de Esta­do moderno, se requie­re tam­bién una tra­ma civil, en sen­ti­do muy amplio, basa­do en sec­to­res de influen­cia, en gene­ra­do­res de opi­nión. Por­que la tra­ma mediá­ti­ca ten­drá que ser igual­men­te poten­te, y evi­den­te­men­te habría que ver si el con­tex­to inter­na­cio­nal favo­re­ce­ría un asal­to al poder de este modo, que tuvie­se con­ti­nui­dad y pervivencia. 

En este con­tex­to euro­peo, yo creo que sería har­to difí­cil que un gol­pe de Esta­do clá­si­co tuvie­se lugar. Pero una pre­sión ins­ti­tu­cio­nal de un poder sobre otro no se des­car­ta, como el caso de lo que está pasan­do en Hun­gría o en Polo­nia con Kacz­yńs­ki. El méto­do de gol­pe blan­do es el que se podría plan­tear even­tual­men­te en paí­ses euro­peos, en el caso de que se qui­sie­se sub­ver­tir el orden cons­ti­tu­cio­nal. Creo que la erra­di­ca­ción de la vio­len­cia calle­je­ra que ha arrai­ga­do en la cul­tu­ra espa­ño­la des­de la tran­si­ción se debe tam­bién a la des­le­gi­ti­ma­ción del terrorismo 

En una de las car­tas de mili­ta­res diri­gi­das al rey Feli­pe VI había por lo menos un anti­guo alto car­go del Cen­tro Nacio­nal de Inte­li­gen­cia, y según Voz Pópu­li había has­ta cin­co per­so­nas rela­cio­na­das con la agen­cia. ¿Qué papel ha teni­do des­de el final del Fran­quis­mo el ante­rior CESID?

-Ini­cial­men­te res­pon­dió a una estra­te­gia de lucha con­tra­sub­ver­si­va que arran­ca en los 60, que es, como dicen en Ita­lia “des­ta­bi­liz­za­re per sta­bi­liz­za­re”, es decir, des­es­ta­bi­li­zar un país para lue­go esta­bi­li­zar­lo tal y como les con­vie­ne. Esa es la tác­ti­ca que se empleó en Espa­ña en el 81: se des­es­ta­bi­li­za el país —el CESID está en par­te meti­do en este asun­to— con la inten­ción de recor­tar refor­mas, por ejem­plo res­pec­to a la estruc­tu­ra terri­to­rial del Esta­do, que al final fue­ron recor­ta­das con la Ley Orgá­ni­ca de Armo­ni­za­ción del Pro­ce­so Autonómico. 

Por lo tan­to, la pre­sen­cia de ser­vi­cios de segu­ri­dad para inver­tir una situa­ción polí­ti­ca median­te cam­pa­ñas de tipo psi­co­ló­gi­co, de pro­pa­gan­da o des­es­ta­bi­li­za­ción con el obje­to de lue­go esta­bi­li­zar­lo en un sen­ti­do con­ser­va­dor, no se des­car­ta. El CESID en su momen­to estu­vo muy meti­do en el gol­pe de Esta­do del 80 – 81. Y hablo del 80 – 81 por­que la cons­pi­ra­ción arran­ca­ba de mucho más atrás. Por lo tan­to, no se des­car­ta que este tipo de agen­cias estén dis­pues­tas a brin­dar los argu­men­tos para que los mili­ta­res pudie­sen levan­tar­se en favor de la defen­sa de la patria, de la uni­dad nacio­nal, o de cual­quier otra cau­sa que ellos inten­ten difun­dir entre la población.

El libro expli­ca que la vio­len­cia polí­ti­ca es un fenó­meno cul­tu­ral. ¿Qué sig­ni­fi­ca eso y, sobre todo, como fun­cio­na en un cul­tu­ra que en su inmen­sa mayo­ría ha recha­za­do o renun­cia a la vio­len­cia política?

-Cuan­do yo hablo, un tan­to pro­vo­ca­ti­va­men­te, de la vio­len­cia como fenó­meno de cul­tu­ra, sig­ni­fi­ca que cada cul­tu­ra, cada país o cada socie­dad gene­ra un sen­ti­do o inter­pre­ta la vio­len­cia de un modo dife­ren­te. En este momen­to, en el mun­do occi­den­tal la vio­len­cia se ha lle­ga­do con­ver­tir en un tabú. Sobre todo el terro­ris­mo, que se ha con­ver­ti­do en la pala­bra mal­di­ta del voca­bu­la­rio polí­ti­co a nivel inter­na­cio­nal. Eso gene­ra una erra­di­ca­ción de la vio­len­cia físi­ca que está enca­rri­la­da den­tro de la cul­tu­ra polí­ti­ca del mun­do occi­den­tal. Por eso cho­can tan­to las imá­ge­nes del asal­to al con­gre­so nor­te­ame­ri­cano. P

Pero en muchas par­tes del mun­do se está uti­li­zan­do la vio­len­cia de mane­ra exten­si­va. Hay un deba­te socio­ló­gi­co y psi­co­ló­gi­co: ¿somos más vio­len­tos o menos que hace cin­cuen­ta años? A veces se dice que se ha logra­do una paci­fi­ca­ción de las socie­da­des, una mar­gi­na­ción de la vio­len­cia, pero en otros casos, cuan­do se lle­ga a enfren­ta­mien­tos de carác­ter vio­len­to que afec­tan a socie­da­des, como por ejem­plo la Siria, nos esta­mos dan­do cuen­ta de que la vio­len­cia es extra­or­di­na­ria­men­te inten­sa, que las nue­vas tec­no­lo­gías, los nue­vos arma­men­tos incre­men­tan nota­ble­men­te el carác­ter des­truc­ti­vo de las con­fron­ta­cio­nes de carác­ter vio­len­to, por lo tan­to que­da esa ambigüedad. 

Ata­ñe a si real­men­te esta­mos en un pro­ce­so de paci­fi­ca­ción ─si ese pro­ce­so se está exten­dien­do al con­jun­to del mun­do, o si sola­men­te se que­da reclui­do en las demo­cra­cias de carác­ter con­sen­sual─ y si la cul­tu­ra de la vio­len­cia se va a exten­der en un futu­ro, a la par que se van crean­do nue­vas téc­ni­cas, nue­vos modos de arma­men­to que van a hacer cre­cer la vio­len­cia una acti­vi­dad mucho más des­truc­ti­va. La tra­di­ción cul­tu­ral espa­ño­la dis­ta mucho de ser la fran­ce­sa, en cuan­to a la movi­li­za­ción de la gen­te en la calle para pro­tes­tar violentamente 

Hay una cues­tión que en el con­tex­to de Espa­ña sí que es pal­ma­rio, que es el des­cen­so de la pro­tes­ta insu­rrec­cio­nal de tipo socio­eco­nó­mi­co. No solo la revo­lu­ción social sino inclu­so la pro­tes­ta pura­men­te del movi­mien­to obre­ro y sus for­mas de coac­ción o de vio­len­cia. Es una cues­tión que tam­bién hemos vis­to un des­cen­so, ya no solo del núme­ro de huel­gas, sino de la inten­si­dad de los pique­tes en las huel­gas y oras for­mas del reper­to­rio clásico.

-Yo creo que sí, tene­mos un cam­bio cul­tu­ral. Fíja­te, por ejem­plo, cómo en Espa­ña y en otros paí­ses la cele­bra­ción del 1 de mayo a comien­zos del siglo es una cele­bra­ción ile­gal. Los pode­res polí­ti­cos la con­si­de­ra­ban revo­lu­cio­na­rias y eran tra­ta­das vio­len­ta­men­te en con­se­cuen­cia. El 1 de mayo aho­ra es una fies­ta. Fies­ta rei­vin­di­ca­ti­va, pero un acto lúdi­co en la mayor par­te de Euro­pa, inclui­da España.

Des­de el fran­quis­mo se ha cons­ta­ta­do una dis­mi­nu­ción de los reper­to­rios vio­len­tos den­tro de la pro­tes­ta obre­ra. Se basa en el debi­li­ta­mien­to del movi­mien­to obre­ro, de los sin­di­ca­tos como acto­res polí­ti­cos domi­nan­tes. Estos sin­di­ca­tos des­pués de la tran­si­ción han opta­do por entrar en la vía de la nego­cia­ción, del diá­lo­go cor­po­ra­ti­vo, antes que por las rei­vin­di­ca­cio­nes de carác­ter espon­tá­neo. Eso expli­ca cómo las huel­gas ya no son sal­va­jes. Los pique­tes, apar­te de la legis­la­ción puni­ti­va que se ha esta­ble­ci­do, ya no tie­nen tan­to poder coac­ti­vo como antes, y se opta por nego­ciar en los des­pa­chos antes que plan­tar­se en la calle. 

Creo que esa erra­di­ca­ción de la vio­len­cia calle­je­ra que ha arrai­ga­do en la cul­tu­ra espa­ño­la des­de la tran­si­ción, se debe tam­bién a la des­le­gi­ti­ma­ción del terro­ris­mo. Influ­ye direc­ta­men­te en la sali­da de la calle de la gen­te que pro­tes­ta, y cómo se inten­ta bus­car una demo­cra­cia con­sen­sual en la cual los sin­di­ca­tos par­ti­ci­pan de mane­ra ple­na. No se ha atis­ba­do la posi­bi­li­dad de que haya una huel­ga sal­va­je en nin­gún sec­tor, por­que los sin­di­ca­tos no ten­drían capa­ci­dad de resis­ten­cia para poder abor­dar movi­li­za­cio­nes de estas características.

Algo que sí suce­de en Fran­cia, don­de se man­tie­nen fór­mu­las como el rap­to tem­po­ral de patrones.

-El caso fran­cés es un caso, tam­bién, par­ti­cu­lar. No es habi­tual en Euro­pa. Ese carác­ter de pro­tes­ta social agre­si­va está muy arrai­ga­do en la cul­tu­ra popu­lar fran­ce­sa des­de la Toma de la Bas­ti­lla en 1789; por lo tan­to, esa actua­ción vio­len­ta de la gen­te en la calle tie­ne unos pre­ce­den­tes de hace dos­cien­tos años que aún se mantienen.

El sis­te­ma indi­vi­dua­lis­ta de con­su­mo o de com­por­ta­mien­to social hace que las redes natu­ra­les de comu­ni­ca­ción des­apa­rez­can y sean sus­ti­tui­das por las redes sociales 

¿La revo­lu­ción social en Espa­ña no pasa por las armas?

-En el caso espa­ñol, los cam­bios de Gobierno han sido casi siem­pre cosas de gabi­ne­te, o cosa de cua­tro sol­da­dos en la calle, pero no de una gran movi­li­za­ción popu­lar en con­tra. La últi­ma movi­li­za­ción popu­lar polí­ti­ca­men­te sub­ver­si­va fue una fies­ta, el 14 de abril del 31. No fue una insu­rrec­ción, fue una fies­ta popu­lar. Real­men­te, la tra­di­ción cul­tu­ral espa­ño­la dis­ta mucho de ser la fran­ce­sa, en cuan­to a la movi­li­za­ción de la gen­te en la calle para pro­tes­tar violentamente.

El otro día leí de casua­li­dad una fra­se de Hegel que dice que “…el pue­blo es aque­lla par­te del Esta­do que no sabe lo que quie­re”. Para­fra­sean­do, te pre­gun­ta­ría si el pue­blo es la par­te del Esta­do que no tie­ne aho­ra mis­mo nin­gún acce­so al uso de la vio­len­cia para sus fines políticos. 

-Lo pri­me­ro que pre­gun­tar es ¿qué es el pue­blo? En pri­mer lugar es un suje­to polí­ti­co que es el pre­di­lec­to de los popu­lis­mos. Hay un pue­blo muy cabrea­do y que pue­de tomar las armas si se le per­mi­te, o asal­tar un par­la­men­to, como es el caso del pue­blo ame­ri­cano, de we the peo­ple, del asal­to al par­la­men­to nor­te­ame­ri­cano. En el caso espa­ñol, la pobla­ción está muy pola­ri­za­da, muy divi­di­da, y psi­co­ló­gi­ca­men­te muy can­sa­da, tam­bién por el tema de la pan­de­mia. No se pre­vé que se con­vier­ta en un actor polí­ti­co como tal, que sea capaz de cam­biar el sis­te­ma por vía de la violencia. 

El caso nor­te­ame­ri­cano es muy dife­ren­te, ahí goza­ban de la jus­ti­fi­ca­ción y del apo­yo del poder eje­cu­ti­vo. En el caso espa­ñol, ese pue­blo cabrea­do se mani­fies­ta en las calles, con o sin mas­ca­ri­llas, pero no asal­ta ni el Pala­cio Real, ni el Pala­cio de la Zar­zue­la, ni el Pala­cio de la Mon­cloa, ni el Par­la­men­to. Es otro modo de enten­der la polí­ti­ca, pero creo que el de “pue­blo” es un suje­to polí­ti­co peligroso.

Me refe­ría a esa impo­si­bi­li­dad para noso­tros de ima­gi­nar aho­ra mis­mo un pue­blo en armas. De hecho, pare­ce más posi­ble una tra­ma pala­cie­ga que un levan­ta­mien­to popular.

-O de tra­ma vir­tual por inter­net. Le decía hace años a mis alum­nos: el super­mer­ca­do ha aca­ba­do con las rebe­lio­nes popu­la­res. Las rebe­lio­nes popu­la­res, anta­ño, esta­lla­ban muchas veces en los mer­ca­dos, con las muje­res que no lle­ga­ban a fin de mes, que no com­pra­ban, que se cabrea­ban, trans­mi­tían el cabreo a los ven­de­do­res, eso esta­lla­ba en un motín popu­lar. El sis­te­ma indi­vi­dua­lis­ta de con­su­mo o de com­por­ta­mien­to social hace que las redes natu­ra­les de comu­ni­ca­ción des­apa­rez­can y sean sus­ti­tui­das por las redes socia­les, don­de uno está indi­vi­dua­li­za­do, don­de uno no tie­ne con­tac­to físi­co con el otro. Pero eso no impi­de que esas redes socia­les indi­vi­dua­li­za­do­ras pue­dan per­mi­tir la con­cen­tra­ción de volun­ta­des. Otra cosa es que esas volun­ta­des nun­ca aca­ben salien­do a la calle.

A veces sí salen

-Suce­dió con moti­vo del 12 de mar­zo de 2004. Cuan­do se pre­gun­tó quién había sido y hubo mani­fes­ta­cio­nes con­vo­ca­das por inter­net para pedir res­pon­sa­bi­li­da­des al gobierno de Aznar. De nue­vo hay mani­fes­ta­cio­nes con­vo­ca­das por inter­net con­tra las medi­das con­tra la pan­de­mia del gobierno. Es decir, hay posi­bi­li­dad de que esa per­so­na cabrea­da en casa dé el sal­to a la calle. Ese es el doble valor que tie­nen los medios de comu­ni­ca­ción aho­ra. Nos indi­vi­dua­li­zan, pero a un tiem­po tie­nen un poder de con­vo­ca­to­ria poten­cial­men­te muy alto. Habrá que ver si eso lle­va a una sali­da masi­va a la calle con inten­cio­nes de carác­ter polí­ti­co. Eso está por ver.

Fuen­te: El Salto

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