Bra­sil. Reve­lan que una mujer fue escla­vi­za­da como sir­vien­ta por 38 años

Por Máxi­mo Paz, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 18 de enero de 2021.

A tra­vés de una inves­ti­ga­ción perio­dís­ti­ca de “Fan­tás­ti­co” – pro­gra­ma del pri­me time de la tele­vi­sión bra­si­le­ña – se denun­ció que una mujer fue redu­ci­da a la ser­vi­dum­bre a lo lar­go de 38 años den­tro de una aco­mo­da­da resi­den­cia ubi­ca­da en Minas de Gerais. Allí, en la trans­mi­sión, Mada­le­na Gior­dano, la pro­ta­go­nis­ta, des­cri­bió su his­to­ria: “fui a pedir pan por­que tenía ham­bre, pero ella me dijo que no me lo daba si no me que­da­ba a vivir con ella”, con­tó la víc­ti­ma, que por enton­ces con­ta­ba solo con ocho años. Por casi cua­tro déca­das, la mujer se dedi­có a rea­li­zar la tota­li­dad de las tareas domés­ti­cas del hogar sin sala­rio, vaca­cio­nes, ni segu­ri­dad social. Tam­bién decla­ró que fue obli­ga­da a casar­se con un miem­bro de la fami­lia para que ésta siga cobran­do una pen­sión. Tal acu­sa­ción ya se encuen­tra en la Jus­ti­cia y pue­de incluir la pri­sión efec­ti­va para las y los cul­pa­bles del delito. 


El hecho con­mo­cio­nó a la opi­nión públi­ca y se dio lue­go de que en junio del año pasa­do tras­cen­die­ra un hecho en los medios de simi­la­res carac­te­rís­ti­cas. Allí, en el pro­gra­ma, Mada­le­na Gior­dano, la pro­ta­go­nis­ta, de 46 años de edad, des­cri­bió su his­to­ria que, por su pavor, aca­pa­ró la aten­ción de las audiencias.

Allí rela­tó que su expe­rien­cia atroz comen­zó hace 38 años, cuan­do jun­to con su madre se acer­có al domi­ci­lio en cues­tión a pedir pan y un inte­gran­te de la fami­lia la invi­tó a pasar al hogar“Fui a pedir pan por­que tenía ham­bre, pero ella me dijo que no me lo daba si no me que­da­ba a vivir con ella”, con­tó la víc­ti­ma, que por enton­ces con­ta­ba solo con ocho años.

En ese epi­so­dio, la seño­ra de la casa logró con­ven­cer a la madre para que su hija pase a vivir con ellos bajo la pro­me­sa de que iba a adop­tar legal­men­te a la niña para que de ese modo se le ase­gu­re los bie­nes y como­di­da­des de los que care­cía has­ta el momen­to. La madre acep­tó y la niña que­dó casa aden­tro de la fami­lia Rigueira.

Lo cier­to es que nun­ca fue adop­ta­da. Ni siquie­ra vol­vió a la escue­la. Barrer, lim­piar, lavar pla­tos, ten­der camas, fre­gar baños, orde­nar habi­ta­cio­nes y plan­char ropa aje­na fue lo úni­co que supo hacer Mada­le­na de domin­go a domin­go por 38 años corridos.

La his­to­ria no que­dó allí. La dam­ni­fi­ca­da tam­bién reve­ló que fue obli­ga­da a casar­se con un parien­te anciano de la fami­lia – vete­rano de la Segun­da Gue­rra Mun­dial – para que pudie­ran seguir reci­bien­do su pen­sión des­pués de su muer­te. Mada­le­na no reci­bió nun­ca un solo cen­ta­vo de aque­lla pen­sión que hoy ron­da los 8.000 reales (2.000 dóla­res) y que, por fuer­za de ley y des­pués del escán­da­lo, pasó a rete­ner la víctima.

En la entre­vis­ta Gior­dano pre­sen­tó cla­ras difi­cul­ta­des en el habla y en su expre­si­vi­dad. Entre otras cosas, dijo que nun­ca tuvo celu­lar y que su úni­co queha­cer dis­trac­ti­vo se tra­tó de ir a misa cató­li­ca los días domin­gos. A su vez, allí tam­bién la víc­ti­ma acla­ró que duran­te todo el reco­rri­do de con­fi­na­mien­to, le tocó hacer­lo habi­tan­do una pie­za minús­cu­la y sin ventanas.

Según con­tó la trans­mi­sión, el hecho cobró tras­cen­den­cia lue­go de que veci­nos y veci­nas comu­ni­ca­ran a auto­ri­da­des per­ti­nen­tes de reci­bir notas de la mujer de 46 años soli­ci­tán­do­les que com­pra­ran ali­men­tos y pro­duc­tos de higie­ne ya que ella no tenía dine­ro. Mada­le­na tenía prohi­bi­do hablar con gen­te del barrio.

Una nota rugo­sa y mal escri­ta fue mos­tra­da ante las cáma­ras por Fan­tás­ti­co: “Prés­ta­me jabón para duchar­me. Reci­bi­rás una ora­ción. Mada­le­na”, decía en portugués.

Tras la libe­ra­ción, la víc­ti­ma fue reubi­ca­da en una casa-refu­gio don­de está sien­do asis­ti­da por psi­có­lo­gos y tra­ba­ja­do­res sociales.

Ante la con­sul­ta por el hecho, acto­res de la jus­ti­cia labo­ral que atien­den el caso ase­gu­ra­ron que están tra­tan­do de con­se­guir un arre­glo indem­ni­za­to­rio con la fami­lia. De per­sis­tir el jui­cio que inclu­ye la acción ile­gal de emplear mano de obra escla­va, los Riguei­ra enfren­ta­rán un jui­cio que pue­de incluir has­ta ocho años de cárcel.

“Ella no sabía qué era un sala­rio míni­mo, aho­ra está apren­dien­do a usar una tar­je­ta de cré­di­to. Sabe que todos los meses se le paga­rá una can­ti­dad sus­tan­cial”, ase­gu­ra­ron.

La pro­ble­má­ti­ca que abor­da este fenó­meno tie­ne sus aris­tas com­ple­jas. Por caso, los agen­tes del Esta­do, des­ti­na­dos a exa­mi­nar los ámbi­tos labo­ra­les pro­pug­na­ron argu­men­tos que, de algún modo, los excu­san, al ase­gu­rar que si bien los ins­pec­to­res pue­den visi­tar los luga­res de tra­ba­jo a volun­tad para veri­fi­car la escla­vi­tud en Bra­sil, estos deben obte­ner el per­mi­so de un juez para ingre­sar a una casa, y, por con­si­guien­te, su ges­tión se encuen­tra suje­ta a una denun­cia pre­via. Algo difí­cil de pro­veer, pues­to que las víc­ti­mas rara vez se ven a sí mis­mas como escla­vos modernos.

De 3.513 tra­ba­ja­do­res encon­tra­dos en con­di­cio­nes simi­la­res a la escla­vi­tud entre 2.017 y 2.019, solo 21 fue­ron rete­ni­dos en ser­vi­dum­bre domés­ti­ca, demos­tra­ron en el pro­gra­ma de O’Globo.

“Mucha gen­te dirá que aco­ger una niña para que haga las tareas domés­ti­cas a cam­bio de comi­da y cama es mucho mejor que dejar­la en la calle. Es un pac­to social que está tan nor­ma­li­za­do que la gen­te no lo encuen­tra ofen­si­vo”, comen­tó para el caso la his­to­ria­do­ra Clau­die­lle Pavão, a la vez que lo con­si­de­ró “un caso extre­mo de racis­mo estruc­tu­ral que expo­ne de mane­ra muy didác­ti­ca lo que es la blan­qui­tud bra­si­le­ña, for­ja­da en un sis­te­ma escla­vis­ta”, ase­gu­ró la cien­tis­ta para el dia­rio espa­ñol El País.

En gran par­te, el adve­ni­mien­to del régi­men capi­ta­lis­ta de pro­duc­ción pudo avan­zar de acuer­do a sus pos­tu­ras y deter­mi­na­cio­nes que resul­ta­ron pro­gre­si­vas en su momen­to. Una de ellas se basó en la clau­su­ra de los res­qui­cios del sis­te­ma escla­vis­ta para dar paso a los gran­des bata­llo­nes de tra­ba­ja­do­ras y tra­ba­ja­do­res asa­la­ria­dos. Aún en el Siglo XXI, el esta­do capi­ta­lis­ta bra­si­le­ño con­ti­núa man­te­nién­do­se iner­te ante esta pro­cla­ma, tan­to des­de su com­ba­te en lo social como en lo legal.

Ello no ter­mi­na allí: hace días, un infor­me de la Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal del Tra­ba­jo (OIT), advir­tió que por la cri­sis eco­nó­mi­ca, atra­ve­sa­da por la pan­de­mia de Covid-19, incre­men­ta­rá sus­tan­cial­men­te la pre­ca­ri­za­ción del tra­ba­jo. En ello, la labor en tér­mi­nos escla­vis­tas no que­da­rá afue­ra. Y no solo en Bra­sil, sino en el todo el planeta.

Fuen­te: AnRed

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