Méxi­co. Los sue­ños de Ramo­na se bor­dan en los cora­zo­nes de los rebeldes

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 6 de enero de 2021

Ramo­na en los cora­zo­nes de lxs rebel­des, bor­da incan­sa­ble nues­tros sue­ños más her­mo­sos, lxs que se ríen de lo «impo­si­ble» y nun­ca se rin­den, y por eso, nun­ca mueren. 

Debe­mos cum­plir­los rién­do­nos de lo impo­si­ble y resis­tien­do, por ella y por cada unx de nosotrxs. Peque­ña de esta­tu­ra, more­na como el color de la tie­rra, ojos de obsi­dia­na, el arma más impor­tan­te de los zapa­tis­tas, el cora­zón del Ejér­ci­to Zapa­tis­ta de Libe­ra­ción Nacio­nal (EZLN)…

La Coman­dan­ta Ramo­na, mujer tzotzil, teje­do­ra de his­to­rias, sopli­do del cara­col marino, vien­to que can­ta y va del cen­tro del uni­ver­so indí­ge­na a los cos­ta­dos del alma pla­ne­ta­ria, de la resis­ten­cia a la orga­ni­za­ción, del silen­cio que habla a la pala­bra que calla.

La Coman­dan­ta Ramo­na falle­ció el 6 de enero de 2006, y «el mun­do per­dió a una de esas muje­res que paren nue­vos mun­dos» y Méxi­co per­dió a «una de esas lucha­do­ras que le hace fal­ta», así dijo el sub­co­man­dan­te Marcos.

En la madru­ga­da del pri­me­ro de enero de 1994, Ramo­na diri­gió las filas insur­gen­tes que toma­ron la ciu­dad de San Cris­tó­bal, sím­bo­lo de la sober­bia del poder. El fue­go que alum­bró esa noche no fue la de los fusi­les, sino la de la luz que ema­na­ba de los ros­tros cubier­tos por el pasa­mon­ta­ñas, el acto de fe, la creen­cia en cam­biar todo, la vida al hilo, el ¡ya bas­ta! que sacu­dió las con­cien­cias de los pobla­do­res de nues­tro Méxi­co. La insurrección.

La mujer peque­ña de esta­tu­ra, pero gran­de ya en la his­to­ria nacio­nal, parió aquél día un hijo: Una gene­ra­ción de lucha­do­res socia­les que hoy se extien­de por todo el terri­to­rio, una gene­ra­ción que reco­ge las ense­ñan­zas del tiem­po y modo indí­ge­na, un movi­mien­to que a los ratos se ve a los ratos no, pero siem­pre está.

En Octu­bre de 1996, la Coman­dan­ta salió de la zona zapa­tis­ta hacia la ciu­dad de Méxi­co para par­ti­ci­par en la cons­truc­ción del Con­gre­so Nacio­nal Indí­ge­na (CNI). Ante 100 mil per­so­nas con­gre­ga­das en el Zóca­lo de la ciu­dad de Méxi­co, Ramo­na habló: «De por sí es muy peque­ña nues­tra pala­bra de los zapa­tis­tas, pero su paso es muy gran­de y cami­na muy lejos y se entra en muchos corazones.»En su dis­cur­so selló la fra­se que hicie­ra gran­de a la dig­ni­dad indí­ge­na de nues­tro tiem­po: «Lle­ga­mos has­ta aquí para gri­tar, jun­to con todos, los ya no, que nun­ca más un Méxi­co sin nosotros«.

Hizo un lla­ma­do a cami­nar jun­to a la lucha indí­ge­na. «Her­ma­nos y her­ma­nas mexi­ca­nos: «Yo soy la coman­dan­te Ramo­na del Ejér­ci­to Zapa­tis­ta de Libe­ra­ción Nacio­nal. Soy el pri­me­ro de muchos pasos de los zapa­tis­tas al Dis­tri­to Fede­ral y a todos los luga­res de Méxi­co. Espe­ra­mos que todos uste­des cami­nen jun­to a noso­tros. Esta es nues­tra pala­bra, her­ma­nas y her­ma­nos mexicanos.»

Duran­te años, lue­go del levan­ta­mien­to, luchó con­tra la muer­te, una muer­te que no venía de com­ba­tes arma­dos, sino del com­ba­te a la pobre­za, ya que aquí en Chia­pas las enfer­me­da­des cura­bles lle­van el signo del dece­so y la sen­ten­cia de los cemen­te­rios. Pero aún así resis­tió, andu­vo al filo de la muer­te, bor­dan­do sue­ños y luchan­do por ver­lo plas­ma­do en nosotrxs, en todxs nosotrxs.

¡Has­ta siem­pre Comandanta! 

FUENTE: Movi­mien­to Liber­ta­rio Anar­quis­ta VIVA La Revolución

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