Argen­ti­na. Falle­ció el poe­ta, músi­co y mili­tan­te Raúl Fer­nán­dez: un gran­de de la solidaridad

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 4 de enero de 2020.

Fue ami­go entra­ña­ble de Osval­do Bayer, dis­cí­pu­lo del Cuchi Legui­za­món, intér­pre­te de Ariel Petro­ce­lli, siem­pre mili­tan­te de los dere­chos humanos.

A los 72 años falle­ció ayer en Bue­nos Aires, víc­ti­ma de la covid-19, el com­po­si­tor, poe­ta y mili­tan­te popu­lar sal­te­ño Raúl Geró­ni­mo Fer­nán­dez. El Negro o Indio había con­traí­do la covid-19 y esta­ba inter­na­do des­de diciem­bre últi­mo. En vís­pe­ras de Navi­dad, difun­dió des­de el hos­pi­tal la que sería su últi­ma obra, Paz, y pidió a sus alle­ga­dos que la vira­li­za­ran: «Que recuer­de el hom­bre que algu­na vez fue niño», deseó. 

Paz fue dedi­ca­da a Osval­do Bayer, su entra­ña­ble ami­go a quien cui­dó amo­ro­sa­men­te en sus últi­mos años. 

Aun­que se había jubi­la­do como direc­tor de la impren­ta de la Facul­tad de Eco­no­mía de la UBA, don­de como tra­ba­ja­dor no docen­te com­par­tió mili­tan­cia con el enton­ces estu­dian­te Axel Kici­llof, el Indio Fer­nán­dez lle­gó a Bue­nos Aires como lo que siem­pre fue: un músi­co, com­po­si­tor y, en toda su vida, un mili­tan­te popular.

«Él nació en el 48, el año de la decla­ra­ción de los dere­chos huma­nos, por los cua­les él luchó toda su vida», recor­dó ayer su her­ma­na Susa­na Fer­nán­dez, la menor de cin­co her­ma­nos que habló de su parien­te con temor de dejar fue­ra de regis­tro aspec­tos impor­tan­tes de su vida. 

Sien­do muy joven, el Indio fue par­te del gru­po Géne­sis. «Con Ariel Petro­ce­lli habían com­pues­to la obra Pedro el cam­pe­sino», ya en la épo­ca de la Tri­ple A «y cuan­do iban a pre­sen­tar la obra, habían pues­to una bom­ba en el tea­tro don­de iban a pre­sen­tar­la». Susa­na recor­dó que para tra­tar de sor­tear la cen­su­ra la obra fue rebau­ti­za­da como Lui­si­to Ter­nu­ra, que tam­bién fue censurada. 

«Era muy talen­to­so, tenía una voz impre­sio­nan­te y una crea­ti­vi­dad inva­lua­ble», ase­gu­ró Susa­na. Raúl tam­bién fue alumno del Cuchi Legui­za­món, que era vecino de la fami­lia, al lado del gran cine Bal­car­ce, sobre la calle homó­ni­ma en la ciu­dad de Sal­ta. «Él se jun­ta­ba en la pla­za Güe­mes con el Cuchi, y el Cuchi le hacía escu­char los tonos de los pája­ros. Habla­ba mucho con el Cuchi». 

En 2002 el Indio Fer­nán­dez cono­ció a Osval­do Bayer «y no se sepa­ró más», en lo que para su her­ma­na es una mues­tra de la «cali­dad huma­na» de Raúl, «que era ese tipo de per­so­nas que el patriar­ca­do, por ejem­plo, no se regis­tra­ba en él», por­que no tenía incon­ve­nien­tes de asu­mir fun­cio­nes de cui­da­do, como lo hizo con el autor de La Pata­go­nia rebel­de

«Lo cui­dó y lo amó como ami­go, como her­mano, como hijo, como un hijo más, has­ta que Osval­do falle­ce. Él lo cui­da­ba, cuan­do toda­vía Osval­do esta­ba vital y se podía mover, fue­ron jun­tos al sur, pelea­ron para que cam­bien el nom­bre de Julio Roca en la Pata­go­nia por el nom­bre de las que resis­tie­ron a los fusi­la­mien­tos» de peo­nes rurales. 

Mien­tras esta­ba en la Argen­ti­na, Osval­do Bayer y Raúl iban todos los jue­ves a la mar­cha de las Madres de Pla­za de Mayo. Un día empe­za­ron a ir des­pués al monu­men­to al geno­ci­da Roca, «iban todos los jue­ves soli­tos, has­ta que se les empe­zó a sumar gen­te de las comu­ni­da­des mapu­ches, y los jue­ves esta­ban empa­pe­lan­do el monu­men­to con megá­fo­nos dos lucha­do­res soli­ta­rios que cada vez eran menos soli­ta­rios y que fue­ron como un faro de lucha con­tra la natu­ra­li­za­ción de los geno­ci­dios his­tó­ri­cos, la hipo­cre­sía de la his­to­ria que a muchos geno­ci­das se los colo­ca en un monumento». 

Para Susa­na, la menor de los cin­co her­ma­nos, la últi­ma par­te de la vida de Raúl fue «lo más impor­tan­te» por­que si bien fue un músi­co toda su vida, es en esta últi­ma eta­pa en que se vol­có aún más «a la lucha, que su crea­ti­vi­dad la vol­ca­ra a la denun­cia, a la rei­vin­di­ca­ción de los dere­chos, a expo­ner el dolor. Lo últi­mo que escri­bió fue para la paz, por ejem­plo, eso fue lo que pidió él para la Navi­dad que lo viralizáramos». 

En 2016, en una char­la sobre perio­dis­mo alter­na­ti­vo, de la que par­ti­ci­pó en repre­sen­ta­ción de Osval­do Bayer, Raúl Fer­nán­dez dejó algu­nas afir­ma­cio­nes que tam­bién lo des­cri­ben: «Lo más terro­rí­fi­co que hizo este país, que es la des­apa­ri­ción for­za­da», cuestionó. 

Y como mes­ti­zo que se reco­no­cía, con san­gre kolla en sus venas, habló tam­bién de la iden­ti­dad: «El tema de la iden­ti­dad no pasa por el color piel y eso es lo que tene­mos que tener en cuen­ta. Cómo pro­yec­ta­mos, cómo terri­to­ria­li­za­mos nues­tro inte­rior, de eso se tra­ta. Duran­te años a tra­vés de la escue­la posi­ti­vis­ta, sar­mien­ti­na posi­ti­vis­ta, nos han ense­ña­do a mirar afue­ra. Es hora que empe­ce­mos a mirar­nos aden­tro y terri­to­ria­li­zar nues­tro inte­rior«, ase­gu­ró.

Itu­rria /​Fuen­te

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